36.This And That

Gerard llegó el martes al colegio más feliz que nunca, con una sonrisa muy grande y soltando suspiros con una cara de idiota que no le quitaba nadie. Todo lo que estaba en su mente era lo que había pasado la noche de su cumpleaños.

Estuvo besándose con Frank por un buen rato, y sus amigos ni siquiera se percataron de nada, según ellos, Gerard estaba en una esquina viendo los fuegos artificiales también, hasta que éstos cesaron y fue cuando se giraron y se dieron cuenta de que Gerard no estaba, para ese momento, el pelinegro de había ido con Frank. Se llevaron el restante del pastel de cumpleaños y se fueron al parque más cercano, allí, lanzaron los fuegos artificiales que Frank había comprado, tuvieron una pequeña pelea en la cual se terminaron embarrando de pastel en vez de comerlo, todo mientras reían y contemplaban los juegos pirotécnicos estallando en el cielo, era una escena demasiado perfecta, digna de ser fotografiada. Lo más bonito; llegaron a discutir, llegaron a insultarse de todas las maneras posibles, pero al final se reían y se besaban. Algo muy nuevo para ambos.

Gerard recordaba perfectamente cada beso que se dieron, cada uno aparecía en su mente dentro de un fuego artificial estallando.

Estaba tan feliz que ni siquiera le importó cuando su mamá lo regañó por llegar a su casa a las dos de la mañana cuando tenía que ir a la escuela ese mismo día, él simplemente la abrazó, le dijo "sí mamá", le dio un beso en la mejilla y subió a su cuarto todo apendejado, haciendo que su madre se confundiera mucho por culpa de su actitud. 

Es evidente que cuando entró al salón de clases todos sus amigos le lanzaron miradas sospechosas, sobre todo, porque ya venían listos para preguntarle sobre su huida, mientras tanto, Frank lo miraba esperando que no contara nada de lo que pasó la noche anterior porque ya nadie iba a aguantar al Team Frerard después.

Entró desbordando corazones flores y arcoíris, también tenía puesto el collar que Frank le había regalado. 

— Y ahora tú... — Dijo Brendon arqueando una ceja suspicaz. — ¿Por qué tan contento? 

— Cosas. — Sonrió directamente hacia Frank. 

«Ay, Dios, no puede ser más obvio porque no puede». Pensó el enano.

— ¿Por qué te fuiste sin que nos diéramos cuenta? — Continuó interrogando. 

— Ejeje. Cosas. 

— ¿Y ese collar? ¿Es un regalo?

— Ejeje... Co...

— ¡Hey! — Dallon se acercó para poder detallar mejor el collar. — Se parece a los que estábamos viendo en aquella tienda, Frank. 

— Q-q-quéeeee... — Gerard se alarmó y se puso nervioso inmediatamente. — N-no es... C-ci-cierto.

— ¿Hay algo que debamos saber? — Intervino Pete. — ¿Ese collar te lo regalaron? 

— P-pues... — Se fijó en la mirada asesina de Frank. — S-sí, sí, es un regalo ¡Un regalo de Dios! 

«Ay, este pendejo — se dijo Frank — valimos verga».

— ¿Cómo que un regalo de Dios? — Siguió Brendon. — ¿Me quieres ver la cara de estúpido?

— ¡Ven conmigo! — Antes de que siguiera metiendo la pata, Frank lo tomó de la muñeca y se lo llevó afuera del salón de clases. — Ni se te ocurra decirle cosas innecesarias a los chicos ¿Entendido? 

— ¿Cosas innecesarias? — Hizo una mueca triste. 

— S-sí... Sobre esto... Y aquello... — Se sonrojó todo. 

— ¿Esto y aquello? — Recordó todos sus besos bajo los fuegos artificiales. — Ah, eso... 

— Pues eso, no abras la boca. 

— ¡Pero Frankie! 

— ¿Pero qué? 

— ¿Por qué estás tan enfadado? 

— ¡No estoy enfadado! 

Gerard lo miró frunciendo los labios de manera incrédula. 

— ¡Y no me mires con esa cara! 

— Es que yo estoy realmente contento... — Musitó. 

— Yo también lo estoy. — Lo tomó de la mano. — De verdad que sí. 

— Pero es distinto, tú quieres mantenerlo todo oculto cuando yo sólo quiero gritarlo a los cuatro vientos. Lo siento, pero no sólo quiero contárselo a mis amigos, quiero que todo el mundo sepa lo feliz que soy por esto y aquello.

— Eres tonto. — Respondió cabizbajo. 

— Por tu culpa. — Gerard seguía allí con sus enormes ojos de cachorrito triste.

— ¡Ah! ¡No me mires así! — Al final, terminó suspirando. — Está bien, tú ganas, haz lo que quieras. 

— ¿En serio? — Su cara se iluminó de nuevo. — Yaaayy. — Aplaudió y dio saltitos como un niño adorable.

Frank sólo negó con la cabeza, manteniendo su sonrisa boba. 

En lo que estuvieron por subir las escaleras, se dieron cuenta de que, desde lo alto, sus amigos los estaban mirando con sus caras pervertidas. 

— Lo escuchamos todo. — Dijo Dallon. 

— Tienen MUCHAS explicaciones que darnos. — Dijo Jamia.

A sabiendas de que Frank no iba a contar ni una sola palabra de lo sucedido, todos fueron a por Gerard. Se lo llevaron a rastras al salón de clases, lo hicieron sentarse en su asiento y comenzaron a interrogar. 

— ... Así que... — Inició Jamia. — Ejeje ¿Ese collar te lo regaló Frank? 

— ¡Ay! — Se rió todo sonrojado, poniendo sus manos en sus mejillas. — ¿Cómo lo supieron? 

Él era tan obvio que prácticamente tenía escrito en la frente "Frank me lo regaló" con un montón de corazones. 

— ¿Qué fue lo que pasó en tu cumpleaños? — Preguntó Pete. — Se supone que viste los fuegos artificiales con nosotros ¿No? 

— Eeehh... No exactamente. 

— ¡¿QUÉ?! — Exclamaron al unísono. 

— Digo... Al principio sí, pero luego recibí un mensaje de Frank que decía "detrás de ti"... Resulta que de verdad estaba allí detrás de nosotros, entonces yo fui con él y... Pasó esto y aquello. Me regaló el collar, me besó...

— ¡Y NOS LO PERDIMOS! — Gritó Dallon. — ¡Estábamos allí en la misma azotea y no nos enteramos de nada! ¡Malditos escurridizos! 

Gerard terminó de contar la historia con detalles, todos soltaron un gran suspiro que podía traducirse como: ¡POR FIN!

— ¡AAAAAHHHH! ¡SÍ! — Gritó Brendon. — ¡ME SIENTO TAN REALIZADO! ¡YA ERA HORA! Eso significa que ahora son novios ¿No? 

— B-bueno... — Gerard bajó la mirada. — No lo sé. 

— ¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO QUE NO LO SABES?! 

— Es que... — Se sonrojó. — No hablamos de eso. 

— ¡¿Cómo que no?! — Ahora fue Pete quien se alteró. — Eso quiere decir que... 

— Por ahora no somos nada... Digo... Sólo hasta que él me pida ser su novio. 

— Sí, bueno... — Dijo Jamia. — No me digan que después de esperar una eternidad para que se amaran, tendremos que esperar otra para que sean novios. 

— Ni lo digas. — Contestó Pete. — No tenemos tanta paciencia. 

— Sólo dejaré que las cosas fluyan ¿Sí? — Contestó Gerard. — Por ahora seguiremos como siempre y que pase lo que tenga que pasar, digo... Somos felices en estos momentos en que tenemos claro lo que sentimos el uno por el otro. 

Con esta respuesta, Gerard no logró convencer a los demás. De hecho, el resto del día, estuvo junto a Frank y a simple vista las cosas no habían cambiado mucho, la única diferencia era lo feliz que estaba Way. 

— ¿Eres tonto o qué? — Le dice Frank de camino a casa, ya que el pelinegro estaba caminando como si estuviera saltando por la pradera. 

— Di lo que quieras no me importa. — Suspiró como tonto al final. Él iba caminando adelante, y Frank iba atrás con un sonrojo casi permanente en las mejillas. — Bueno, nos vemos mañana. — Se despidió cuando llegaron al cruce de caminos donde debían separarse. 

— ¡Gee! — Lo llamó cuando se había alejado unos cuantos pasos. 

— ¡Dime! — Se giró. 

— ¿Q-quieres... Salir por ahí antes de ir a casa?

Es obvio que Gerard, con una gran sonrisa le dijo que sí.

Primero dieron una vuelta juntos por el parque, luego pasaron horas en la tienda de discos. Su última parada fue su restaurante favorito. A Frank le gustaba mucho que, a pesar de todo, nada había cambiado tan drásticamente como él pensaba, no estaban obligados a andar de la mano, colocarse apodos cursis que parezcan nombres de mascotas, no poder insultarse o jugarse bromas pesadas, el romance no era forzado, nada entre ellos era forzado, y él estaba feliz con eso, aunque no lo demostraba y no era tan cursi y público como Gerard, él estaba muy contento. 

— Oye, Gerard... Casi lo olvido. — Dijo después de terminar de comer, rebuscando en su mochila. — Tengo entradas para ver el próximo juego de los Knicks. Son para esta noche... Las conseguí a última hora.

— ¡Oh! — A Gerard no le gustaban los deportes, pero si se trataba de Frank, las cosas cambiaban. — Pensé que esas entradas eran difíciles de conseguir. 

— ¡Lo son! Pero... Aun así, pude conseguir una para ti, ámame. 

— Ya lo hago, tonto. 

— ¡Te odio! — Exclamó por el hecho de que, de nuevo, Gerard logró hacerlo sonrojarse. — Ahora... No te daré la entrada. Eres muy despistado, así que, por si acaso, la guardaré yo. 

— Pero... 

— ¿Gerard? — Apareció alguien a interrumpirlos; el hermano de Gerard. — ¿Qué haces aquí? 

— ¿Qué haces tú aquí? — Contesta el pelinegro. 

— Hmmm... — El de lentes se quedó mirando a Frank de pies a cabeza de una manera muy seria, de manera que incluso logró intimidar al mismo Frank. — ¿Quién es él? No me digas que este es tu novio, hermanito. 

Tanto Gerard como Frank se pusieron nerviosos al acto. 

— No, no, qué va. — Responde el pelinegro. — Sólo somos amigos. 

Frank se quedó boquiabierto, no se esperaba que el pelinegro dijera eso.

«Pero quizás mañana sea mi novio». Pensó Gerard, sin siquiera percatarse de la expresión de Frank, quien se sintió ofendido. Para el menor, se suponía que él y Gerard eran más que amigos ahora. 

— Me lo imaginé. — Mikey rió por primera vez en todo el rato. — Siempre has dicho que nunca te han gustado los chicos tan pequeños. 

Y Frank se ofendió aún más. 

— ¡Ah! — Gerard se alarmó. — No... Um... Pues... 

— Bueno... — Interrumpió Mikey. — Como sea, yo los dejo. Un placer conocerte, Frank. 

— A... Já... — Apenas pudo contestar el menor antes de que Mikey se fuera. 

— ¿F-Frankie? — Ahora sí se dio cuenta de que el más pequeño estaba molesto. — ¿Estás enfadado? 

— No. — Se cruzó de brazos, viéndose adorable sin quererlo. 

— Fue hace mucho tiempo cuando decía que nunca saldría con un chico más pequeño que yo... — Trató de explicarse. — Ahora eso no me importa... Deberías saberlo, porque me he enamorado de ti. 

— No estoy molesto por eso. 

— ¿Entonces? 

— ¿De verdad no sabes lo que hiciste mal? 

— P-pues... No... Y si no me lo dices, no lo sabré. 

— Ay ya. — Suspiró. — Déjalo así. 

— ¡No seas así! 

Pero el menor simplemente lo ignoró, se levantó y recogió las bandejas de la mesa para tirar los desperdicios en la basura. Si había algo que a Gerard de verdad, de verdad no le gustaba de Frank era lo cerrado que era, que muchas veces ocultaba cómo se sentía para no exponerse, como en ese momento, que prefería tragarse su rabia antes que hacer un estúpido reclamo que, según su criterio, lo dejaría en vergüenza. Frank se iba a sentir como chica si reclamaba "¿Por qué dijiste que somos amigos si para mí no lo somos?".

— Vamos, Frank. — Insistió. — ¿Qué te pasa? Me dejas intrigado.  

— Pues te vas a quedar intrigado. — Respondió antes de dejar el establecimiento sin Gerard, no sin antes decir "nos vemos a la noche". 

Gerard se quedó allí pensativo por unos segundos, repitiendo mentalmente todos los sucesos del día, y de verdad no sentía que hubiera hecho algo mal, excepto que Mikey metió la pata al decir "siempre has dicho que nunca te han gustado los chicos tan pequeños", pero del resto, estaba seguro de que no había hecho nada. 

Para rematar, por la noche, llegó tarde al partido. 

Frank estaba esperándolo a las afueras del Madison Square Garden diez minutos después de la hora indicada, fue entonces cuando vio a Gerard aproximarse corriendo a toda prisa. El mayor estaba dándolo todo para poder correr utilizando esos pantalones tan ajustados y esas botas tan incómodas que había decidido ponerse. 

— ¡Lo siento! — Exclamó tratando de recuperar el aliento. — ¡Lamento mucho haberte hecho esperar! 

— Llegas tarde. — Respondió Frank con indiferencia. — Igual eso haces siempre.

— ¡¿Cómo que eso hago siempre?! ¡No seas tan exagerado! 

— Una de cada tres veces que salimos llegas tarde, Gerard.

— ¡Pero si tú eres igual! 

— ¿Me vas a sermonear a mí cuando eres tú el que me hizo esperar? 

Gerard, conteniendo las ganas de golpearlo, respiró hondo y respondió. 

— No... — Musitó sonrojado. — Lo siento... Te compensaré, hoy te invitaré algo. 

— Es justo. — Asintió con aires de superioridad. 


Apenas llegué y ya la estoy cagando.

Tenía que haber sido yo el puntual, el que tenía que llegar primero, y que luego él viniera corriendo disculpándose por haber llegado tarde. Y yo le diría: «No te preocupes, yo recién acabo de llegar».

Debió haber sido así.


Las cosas se pusieron peores cuando Gerard se percató de que no sentía ningún peso en su espalda. 

— ¡Mi mochila! — Exclamó boquiabierto. 

— ¿Qué? ¡¿Qué te pasó?!

— ¡Se me quedó mi mochila! Espera... Voy por ella. — Estuvo dispuesto a ir corriendo de vuelta a su casa. 

— ¡Espera! — Frank tuvo que tomarlo de la mano. — ¡Ya va a comenzar el juego, no te puedes ir, idiota! 

— ¡Pero es que mi cartera está en esa mochila! Espera... — Palpó su pantalón repetidas veces. — Creo que tengo algunas monedas en los bolsillos. 

— ¿Guardas cambio en los bolsillos? — Frank ahogó una risita. — ¿Eres un anciano o qué? 

— ¡No te rías! — Gerard se estaba estresando. Esta cita estaba siendo un desastre para él. — Por eso es que quiero ir por mi mochila. 

— No te preocupes, Gee. — Suspiró. — Yo invito hoy. 

— Pero... — Bajó la mirada. — Bueno. 

Para Gerard, las cosas iban mal, Frank ni siquiera estaba enojado, pero él sí estaba enojado consigo mismo por ser tan torpe y olvidadizo. 

— Menos mal que me quedé con tu entrada. — Lo sermoneaba Frank mientras entraban. — Si no, no sé qué habríamos hecho... — Gerard sólo suspiró triste. — Idiota.

Una vez adentro, había un montón de gente corriendo y empujándose entre sí, para mala suerte de Frank, alguien lo empujó y cayó al suelo, donde se raspó una de las rodillas, lo mismo que le pasó a Gerard aquel año nuevo, pues también utilizaba pantalones rasgados. 

— ¿Estás bien? — Pregunta Gerard. 

— Sí, sí, sólo es un raspón. — Contestó Frank levantándose del suelo. — No te preocupes. 

— Tienes algo de sangre... Espera... Siempre llevo curitas en mi... — Nada en la espalda. — Mochila... — Se dio un facepalm. — Cierto que la dejé... ¡Maldición! 

— Ya, no te preocupes. Sólo vayamos a ver el juego.

El partido comenzó, Frank estaba de lo más contento apoyando a su equipo, emocionándose o gritando enojado por alguna mala jugada, pero se lo estaba pasando bien. Gerard, por el contrario, no levantó la mirada en ningún momento, estaba muy ocupado lamentándose por todo. 


Mierda.

Seguramente su ex no habría cometido la torpeza de haber dejado su mochila con el dinero en casa.

A lo mejor él  sí hubiera traído curitas y habría hecho feliz a Frank... No como yo... 

El ex de Frank era encantador... Yo todo un desastre. Siempre lo arruino todo con mis tonterías.


— Gee... — Frank lo miró preocupado. — ¿No te estás divirtiendo? Llevas un buen rato suspirando ¿Qué tienes? 

— N-n-nada. — Levantó la mirada y mostró una gran sonrisa falsa. — ¡Estoy perfectamente! — Frank arqueó una ceja con escepticismo. — Ya fue gol ¿Verdad? 

— Ahora sí. — Lo tomó de la mano, mostrándose más serio. — Ven acá. 

Frank tuvo que llevarse a Gerard afuera, a pesar de que quería quedarse en su asiento observando el juego, consideraba que él era más importante. 

— Ahora sé sincero conmigo. — Dijo. — ¿Por qué estás así? Solamente has dejado la mochila en casa, no es para tanto... 

— Es que... — Su labio comenzó a temblar. — Lo siento... — Se cubrió el rostro al sentir que ya venían las lágrimas. — Lamento ser así... 

— Gee... — Musitó. — No pienses así... Mira... Si te hace sentir un poquito mejor, te diré qué fue lo que me molestó esta tarde en el restaurante. 

— ¿Huh? — Dirigió su vista hacia él. 

— ¿Somos amigos? 

— ¿P-por qué lo preguntas?

— ¿No podías haberte detenido un segundo antes de haber dicho que éramos sólo amigos? 

— ¿Cuando me encontré con Mikey?

Frank asintió. 

— ¿Tú crees que un simple par de amigos haría "esto y aquello"? 

— ¿"Esto y aquello"? 

El menor solamente pudo respirar hondo antes de responderle, porque en serio que le daba vergüenza tratar el tema. 

— ¡¿De verdad crees que haría algo así con alguien a quien considere sólo "mi amigo"?!

Gerard abrió los ojos desmesuradamente.

— Eso quiere decir que... 

— ¡No ando por ahí besándome con mis amigos, maldición! Nunca lo haría... — Bajó la mirada. — Nunca te habría besado si te considerara sólo mi amigo. 

Gerard se quedó petrificado ante tal declaración. 

— Entiendo... — Apenas pudo sonreír mientras ponía una mano en su acelerado corazón. — Así que... Después de besarnos... Ya no somos sólo amigos... ¿Entonces qué soy para ti? 

— Un grandísimo tonto, eso eres. 

Y así se arruinó el momento romántico. 

— ¡NUNCA ME LO HABÍAS DICHO DE MANERA CLARA! — Estalló el mayor. — ¡¿Cómo voy a saberlo?! 

— ¡PUES DEBERÍAS SABERLO! 

— ¡¿Saber qué?! ¡Eres tú quien debería saber que el hecho de que me besaras fue suficiente para hacerme malditamente feliz!

— ¿Por qué iba a hacer algo tan vergonzoso sin ningún motivo? — Suspiró. — Yo también soy feliz gracias a eso... Aunque me cueste demostrarlo. 


¿Te parece bonito, Frank? 

Voy a hacer que te arresten por haberme robado el corazón 


Gerard estaba tan enternecido y feliz que su llanto volvió. 

— Ay, no llores. — Buscó un pañuelo en su bolsillo. — Toma. Cálmate, no es para que llores. 

El menor estuvo dispuesto a volver a las gradas a tomar asiento, de no ser porque Gerard lo tomó de la muñeca para detenerlo. 

— ¡Frank! M-me gustas... 

— Pensé que ya habíamos pasado por eso. — Rodó los ojos. 

— ¡Me gustas muchísimo! — Exclamó, provocando que Frank se muriera de vergüenza y, en consecuencia, se pusiera completamente rojo. — ¡Me encantas! 

— ¡Sí! ¡Ya entendí! ¡Déjame! — Trató de huir de vuelta a las gradas, pero justo antes de que fuera a sentarse en su asiento, Gerard volvió a detenerlo. 

— ¡Te quiero, Frank! — Continuó. — ¡Te quiero muchísimo! 

Okay.

— ¡Te quiero locamente! — Llegó un punto en el que prácticamente estaba persiguiendo a Frank.

— ¡Ya dije que okay

— ¡Te quiero demasiado! 

— ¡Está bieeeeen! ¡Lo sé! 

— Te amo, Frank. — Terminó diciéndolo, aún con lágrimas en sus ojos. 

Frank no podía siquiera mirarlo a los ojos. 

— Lo sé... — Musitó. 

— ¿Y tú? ¿Qué me dices, enano cortante? ¿También me quieres? ¿Me... Me amas? 

Entonces, Frank por fin pudo mirarle a los ojos. 

— Sí. — Asintió, luego suspiró resignado a seguir tratando esos asuntos de amor que a él le parecían vergonzosos. — Te amo, Gerard.  

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