33.Bike Ride

— ¿Qué vas a hacer con el baloncesto ahora que estás en muletas? — Le preguntó Dallon. 

— No lo sé... Estoy muy preocupado porque el equipo me necesita, las regionales son el mes que viene, no puedo perder un sólo día de entrenamiento, así que estoy descansando mucho para que mi tobillo mejore rápido. 

— Igual te dijeron que en una semana estarías bien, así que el viernes estarás como nuevo. 

— Mi meta es poder practicar con el equipo el miércoles. 

Ese día, Frank tuvo que conformarse con ver el entrenamiento sentado en la banca descansando el pie. Por la salida, le tocaba quedarse a esperar a que su mamá lo recogiera en el auto, así que Gerard, Brendon y Dallon se quedaron a acompañarlo a esperar en el portón. En eso, una visita muy agradable se hizo presente en la escuela, era Ray. 

— ¡Holaaa! — Saludó animadamente, igual que siempre. — ¡Joder, Frank! — Se impresionó al verlo lesionado. — ¿Qué te pasó? 

— Oh... Es sólo una torcedura de tobillo, estaré bien. 

— ¡Ay, pobrecito! 

— Hace tiempo que no te veía, Ray. — Intervino Gerard. — Desde hace un mes para ser exactos. 

— ¡Gerard! — Él seguía preocupado por la lesión de Frank. — Supongo que estás muy preocupado porque Frankie está lastimado ¿No?

Todos se tomaron de sorpresa ese comentario, claro, Ray desconocía la cantidad de cosas que había pasado en un sólo mes. 

— Emm... — Dijo el pelinegro, claramente incómodo. — Bueno... Sí... Eso creo. 

Ray comenzó a darse cuenta de que Frank también mostraba incomodidad al respecto. Brendon, como buen samaritano, rápidamente lo rodeó con su brazo y para ayudarlo a ponerse al día, lo apartó de los demás. 

— ¿Qué es toda esta atmósfera tan tensa? — Preguntó el rizado. 

— Uff, ¡De lo que te perdiste! Para resumirlo; los dos pendejos están mal porque Gerard decidió rendirse con Frank, pero hay posibilidad de que las cosas vayan bien entre ellos, tú sólo no digas nada, esos dos no tienen una sola idea de lo que está pasando. 

— ¡Tenemos que reunirnos más seguido! ¡No es posible que me pierda de todo!

— ¡Cámbiate de colegio para que te enteres de los chismes! ¡Ahora más que nunca es que se viene lo bueno! 

— ¿Qué haces, Ray? — Llegó Lindsey a interrumpirlo. — Acabo de salir, vamos rápido.

Esa tarde, Ray había ido al colegio por Lindsey, ellos dos eran mejores amigos ahora a pesar de que Lindsey estaba loca, pues sin embargo, la mayoría de las veces podía ser más agradable que molesta.

— Todavía no nos vamos. — Demandó él. — ¡Algo terrible ha pasado! ¡Mira! — Señaló a Frank.

Al ver a Iero con esas muletas, lo único que Lindsey pudo hacer fue reírse a carcajadas y burlarse de él.

— ¡No seas irrespetuosa! — Ray la regañó como si fuese su padre, pero la pelinegra no le hizo caso y siguió riéndose. 

— ¡De seguro te lastimaste por andar de imbécil! AJAJAJAJAJAJAJA ¡Enano idiota! 

— ¡¿Buscas pelea?! 

— ¿Qué? ¿Vas a asesinarme con tus estúpidas muletitas? — Frank era capaz de hacer eso si ella se seguía riendo como lo estaba haciendo.

— ¡No me des ideas!

— Ah, oye, Gee... — Ignoró a Frank por completo para ir con su amor platónico. — Escuché que formaste parte del club de Bert, que incluso fuiste el presidente ¿No es cierto? 

«¿Qué? — pensó Frank — "¿Formaste parte?" "¿Fuiste el presidente?" ¿Por qué habla en pasado?».

— S-sí, Linds, así es, yo fundé ese club. 

— ¿Por qué no me avisaste? Me hubiera unido sin duda ¡A mí también me agrada Bert! 

— ¡Oh! ¿En serio? 

— ¿Qué? ¿No te lo he contado? Pensé que tú sabías que él es mi primo.

— ¡¿QUÉ?! — Gritaron todos.

— Sí, sí, me agrada mucho... Él es trece años mayor que yo, siempre lo vi como un modelo a seguir, lástima que no tuvimos la oportunidad de pasar mucho tiempo juntos porque él vivía en Utah y todo eso.

— ¡Conque es eso! — Exclamó Frank. — ¡He estado preguntándome por qué Bert es tan irritante! ¡Ahora todo tiene sentido! ¡Es de familia! 

— ¡¿A qué te refieres con irritante?! Bert es mucho más agradable y genial que tú, que eres un enano inútil ¿Cierto Gerard?

— Oh... — Miró de reojo a Frank. El ojo le temblaba, cada vez que mencionaban a Bert, Frank actuaba extraño.

— ¿Sabes qué? — La pelinegra lo tomó de las manos. — Te diré una cosa, si vas a ir por Bert ¡Tienes todo mi apoyo! Él es parte de mi familia, así que, si estás con él, es como si estuvieras conmigo ¿No?

— Uh... — La miró raro. — Realmente no... Pero gracias. — Rió nervioso.

Se sentía un poco mal al ver a Frank así, se notaba que todo este asunto de Bert de verdad lo atormentaba. Gerard no quería creer que estaba celoso, porque si Frank estaba celoso, entonces significaría que estaba enamorado de él, y anteriormente, ya había dicho que no era así, que Gerard no le interesaba en lo absoluto.

El miércoles llegó; el día en que se suponía que Frank debía cumplir su meta. Sí, estaba mucho mejor, al menos ahora podía andar sin muletas pero todavía cojeaba un poquito, según él, podía jugar, pero Bert no se lo permitió porque la semana de reposo no había terminado, así que Frank tuvo que resignarse a pasar otro entrenamiento sin hacer nada.

Estaba sentado en el suelo en la puerta del gimnasio, sumergido en sus propios pensamientos, hasta que Gerard apareció y sin pedir permiso, se sentó junto a él. Ni siquiera se dijeron "hola", sólo mantuvieron un largo contacto visual. 

— Oye... — Dijo Gerard. — ¿Por qué estás tan enojado últimamente?

— Por nada. — Miró hacia otro lado para evitar que lo viera ponerse rojo. — ¿Dónde está el club de Bert? 

— Me pediste que lo dejara... Y lo hice. — Suspiró.

— ¿De verdad hiciste eso? — Musitó.

— Ajá... Da igual... Cambiando de tema... ¿Tu mamá vendrá hoy por ti? 

— No... 

— ¿Entonces... Necesita que lo escolte de nuevo a su residencia, señor Frank? 

— No. — Dijo a la defensiva. 

— Lo mismo dijiste el viernes... Al principio. — Dijo con sorna.

— Cállate.

— Pero cuando Bert apareció, me pediste que te llevara a casa. — Frank no quería seguir escuchando. — Y luego dijiste cosas innecesarias como "yo soy el que le gusta a Gerard"... Y al final hiciste que te llevara a la fuerza, perdiéndome de lo que quizás hubiera sido un agradable viaje con Bert en su auto. 

— ¡Cállate ya! ¡Sí, sí! ¡Es mi culpa! ¡Todo es mi culpa! ¡Lo siento! ¡Perdón por arruinar tu felicidad con el maldito maestro! ¡Perdón ser un pendejo! ¿Sí? ... Perdóname por no ser perfecto como tu "Berty". — Bufó.

Frank nunca se había comportado así. Era extraño escuchar esas palabras de él, "perdóname por no ser perfecto como tu "Berty" ¿Qué pretendía con aquello?

Mientras entrenaba a los muchachos, Bert podía observarlos a ambos, dándose cuenta de que la cosa, a pesar de todo, iba por buen camino. 

No importa cuánto me esfuerce, no tengo ni la más remota idea de lo que pasa por la mente de Iero.

Lo único que sé es que no quiero que esta extraña atmósfera nos envuelva para siempre.


— Gerard de verdad es un chico maravilloso ¿Verdad que sí? 

Bert emboscó a Frank saliendo de la escuela. El menor se giró a verlo, el maestro, con una sonrisa, insistió con el "¿Verdad que sí?".

— No necesitas decírmelo. — Respondió al fin. — Eso ya lo sé. 

— Por supuesto que sí. — Rió. 

— ¿Qué es lo que quieres?

El profesor, con toda la intención del mundo, le despeinó el cabello como si de un perro se tratase y para rematar, le dijo: — De verdad que eres pequeño ¿Huh?

Con eso, hizo que el volcán Frank hiciera erupción. 

— ¡VOY A MATARTE! ¡DE VERDAD VOY A MATARTE! 

— Si yo fuera Gerard... — Continuaba provocándolo. — No me gustaría un novio tan pequeño, sería como salir con un infante.

— ¡TE DESCUARTIZARÉ! ¡Y NI CREAS QUE LES DARÉ A MIS PERROS TU CARNE PARA COMER, PORQUE SEGURO MORIRÍAN DE INDIGESTIÓN!

— Pero... A Gerard le gustas de todas formas ¿No? Sin importar tu altura... Tus malos tratos... Tu estupidez... ¿Sabes lo especial que es ese alguien que te acepta y te quiere a pesar de todos tus defectos y la cantidad de cosas malas que has hecho?

Frank se quedó en silencio.

— No encontrarás a un chico como Gerard ni en un millón de años. — Continuó. — ¿Realmente estarás bien si él sale con alguien más y se olvida de ti?

— ¡Frank! — Escuchó que Gerard se acercaba en la bicicleta. 

— Bueno. — Finalizó el maestro, como siempre, sonriendo. — Salúdame a Gerard ¿Sí? Y piensa en lo que te dije... ¿De verdad estás dispuesto a perderlo?

«Ese maldito...»

— Te estuve esperando en el portón principal. — Gerard llegó a él. — Tardaste mucho, así que vine hasta acá. Vamos, súbete. 

«Esa sonrisa suya... Su maldita sonrisa de ángel con sus adorables dientes pequeños... ¿De verdad estoy dispuesto a perderlo? Estoy seguro de que no soportaría verlo con Bert en un futuro».

— Descuida, Gee... Puedo pedalear yo esta vez.

— ¿Eh? 

El menor hizo que Gerard se apartara para subirse él a la bicicleta.

— ¿Pero y tu pie? 

— Está mucho mejor, tranquilo. — Sonrió. — Esta vez quiero ser yo quien te escolte a tu casa. Y si me lo permites, tomaremos el camino largo, un paseo nos hará bien.

Gerard accedió sonriente y fue a sentarse en la parte de atrás de la bicicleta, estaba sentado de lado, sosteniéndose fuerte del portabultos. Al parecer, Frank se estaba tomando muy en serio lo del paseo, pues, ya el sol se estaba poniendo, el atardecer era hermoso, el cielo se tiñó de tonos entre violeta y rosado, una hermosa gama de colores, digna de admirar por siempre. Pero aun así, en cualquier momento anochecería y ellos no iban ni a mitad de camino todavía. 

— ¿Seguro que tu pie está bien? 

— Ajá. Muy seguro.

— Pero la bicicleta va muy lento...

— Es porque eres muy pesado. 

Gerard puso mala cara. 

— No es por eso, idiota, es que tú no tienes la fuerza suficiente. 

— ¿Ah no? — Se lo tomó como un reto, y al ser así, pedaleó con tanta fuerza que la bicicleta parecía un cohete. 

— ¡AAAAAHHHHH! — Gritó Gerard, sosteniéndose más fuerte aún para no caerse. — ¡ME VAS A MATAR! ¡FRANK! ¡ME VOY A CAER! ¡ME VOY A CAER!

Pero Frank no le prestaba atención y sólo se reía de él, luego, Gerard rió también. Parecían ser felices otra vez.

 

Sólo quiero reírme como un idiota con Frank.

Me pregunto por qué las cosas se tienen que poner tan raras cuando tratamos el tema de gustar o no, si justo ahora, así como estamos, las cosas parecen ser perfectas.

Si nunca le hubiera  dicho que me gusta y hubiéramos seguido como estábamos... A lo mejor seríamos un dúo de comedia para siempre, pero es mejor que todos estos dramas.

Pienso que eso sería mejor.


— Hey... Frank... ¿Puedo decirte algo? 

— ¿Ajá? 

— Si has estado molesto... O incluso triste por mi culpa... No te preocupes más por eso. 

— ¿Qué? — Alzó las cejas.

— Hasta ahora he dicho muchas cosas que te han molestado... Y te prometo que no las diré más... Sé que ya lo he dicho antes, pero créeme, esta vez es en serio, realmente dejaré de amarte si eso quieres.  

Frank se detuvo en un semáforo. Cayó la noche, con esta aseveración de parte de Gerard, se quedó muy pensativo. 

Bert tenía toda la razón. Ni él mismo entendía cómo Gerard lo seguía amando a pesar de todo, cómo alguien podía soportar tanto. 

Él le hizo daño a Gerard, lo hizo llorar mucho, y a pesar de todo, siempre estaba ahí para él, dándole sus mejores sonrisas. Si él le hubiera hecho lo mismo a cualquier otra persona, era seguro que lo mandarían a la mierda, seguramente nadie llegaría a quererlo con su actitud de mierda, pero Gerard lo hacía, porque Gerard era especial, único, no encontraría otro ni en un millón de años, así que ¿De verdad estaba dispuesto a alejarlo? ¿Sería tan tonto como para dejarlo ir así? ¿Estaba bien con que Gerard se rindiera con él? Por supuesto que no lo estaba, pero esa noche fue incapaz de decírselo.

Una vez que pudo avanzar, volvió a echar a correr la bicicleta a toda velocidad. 

— ¡Vas muy rápido! — Se quejó Gerard. — La brisa no me deja ni abrir los ojos. 

— Idiota. — Musitó dulcemente. 

No quería que se rindiera con él.

Poco a poco, Gerard se dejó caer hasta recostar su cabeza en la espalda de Frank, llevaba una bonita sonrisa de felicidad en el rostro. Sólo quería estar así para siempre.

— Eres muy pesado, Gee. 

— La brisa me entra en los ojos. 

— ¿Y eso qué tiene que ver con que estés gordo? — Soltó una carcajada. 


Esta vez, realmente podemos regresar a lo que éramos antes. Y eso me hace tan feliz.

Creo que puedo agregar este día a mi lista de momentos felices con Frank, los cuales igualan a los momentos en los que me ha hecho llorar y enojar.


Frank sentía lo mismo, él también quería estar así para siempre, él también quería estar eternamente en esa bicicleta con Gerard. El momento era tan perfecto.

Hasta que... 

— ¡¿Ustedes otra vez?! 

El policía en bicicleta apareció para perseguirlos.

— ¡LOS MULTARÉ!

— ¡RÁPIDO, FRANK CORREEEE!

— ¡Hay que deshacerse de la carga extra! ¡Gerard, bájate! 

— ¡Eres un idiota! 

Rieron juntos a carcajadas mientras seguían huyendo. Ese paseo en bicicleta fue lo mejor que les pasó en mucho tiempo.

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