29.First Kiss

Según la información de Dallon, Frank tiene miedo de que seamos novios. Simplemente no puede verme como su novio

... Todavía...

¿Que querrá decir ese "no sé" que siempre responde cuando le preguntan qué siente por mí?


El quince de febrero, apenas Gerard llegó al salón de clases, Frank estaba esperándolo parado en todo el frente de la puerta, y en lo que él entró, el menor apartó el cabello de su frente para que Gerard pudiera ver la fea marca que le dejó al haberle lanzado la caja con los chocolates.

— Tienes un buen brazo para lanzar, Way. — Le dijo irónicamente.

— Cállate ¿Quieres? — Pasó de él completamente y fue a tomar asiento. 

— Y ahora... ¿Por qué ese comportamiento tuyo? — Fue tras él. — Soy yo quien debería estar mal, es más, debería demandarte por agresión

— ¿Qué dices? No te entiendo. 

— ¡Idiota! Soy yo el que no entiende ¿Qué forma es esa de darle a alguien un chocolate de amor? "Toma tu mierda" — Trató de imitar su voz. — ¡Luego sólo pude sentir la punta de esa caja impactarse contra mi cara! 

— ¡Eso pasó porque dijiste todas esas estupideces!

— ¿Cómo que estupideces? Pensé mucho para poder responderte. 

— ¿Y se te quemaron las pocas neuronas que tenías de tanto pensar? 

— Quizás murieron cuando me lanzaste esa estúpida caja con ese estúpido chocolate ¡¿Eso es lo que según tú deberías regalarle al chico que te gusta?! ¡INCLUSO TENÍA EL DIBUJO DE UNA MIERDA!... Aunque los perritos eran lindos... ¡Pero el dibujo de la mierda, Gerard!

— ¡Ya te expliqué que Lindsey cambió los chocolates! ¡No es mi culpa! Además, luego te di el chocolate correcto ¿O no? 

— ¿De verdad Gerard fue rechazado por Frank? — Le preguntó un alumno a otro, ya que era inevitable que todos estuvieran viendo el escándalo que estaban haciendo. 

— No parece, si están igual que siempre. 

— Lo sé, hasta parece que tienen peleas matrimoniales.

Nada había cambiado.

Gerard pasó la hora del almuerzo con sus amigos, mientras que él, Pete y Jamia comían a gusto, Brendon tenía una pequeña libreta en la cual estaba garabateando cosas fuera de la vista de sus amigos, pero a Gerard comenzaba a irritarle la manera en la que ahogaba risitas tontas. 

— ¿Qué? — Le dijo por fin. — ¿Qué es tan gracioso? 

— Es que... — Seguía tratando de contener la risa. — Sólo estaba imaginándome a Frank tratando de alcanzar tus labios para besarte. 

Le dio vuelta a la libreta para que todos apreciaran su obra de arte: 

Todos en la mesa soltaron las tremendas carcajadas, excepto Gerard. 

— ¡No le veo la risa! 

— Nosotros sí. — Se rieron más fuerte. 

— Tienes que mejorar tu caligrafía, Brendon... Además de que dibujas horrible. — Puso los ojos en blanco.

— Vamos, admite que es gracioso.

— Sí, sí... Es malditamente gracioso. — Terminó admitiendo. — Igual no es como si fuera a pasar.

— ¿De qué estás hablando? — Dijo Jamia. — No puedes pensar de esa forma. 

— Agh, da igual. — Se cruzó de brazos. — Tampoco es que quisiera besar a ese enano atrofiado.

— A veces no te entiendo, Gerard. — Dijo Pete. — Pierdes la confianza muy rápido. 

— A mí me parece que Gerard no conseguirá a Frank si sigue siendo tan inmaduro. — Dijo Brendon.

— ¡¿Inmaduro yo?!

— ¡Sí! ¡Pareces un niño de doce! 

— Pero si todavía soy un niño. — Se cruzó de brazos. — Soy un niño pequeño que aún no ha besado a nadie. 

— ¿Y por qué quieres ser novio de Frank, entonces? — Preguntó Pete. — ¿No te gustaría que caminaran juntitos de la mano? ¿Besarse? ¿O ponerse calientes y luego...?

— ¡Pete! — Exclamó todo sonrojado. — Mejor déjalo hasta ahí ¿Sí? Maldición. — Sus amigos se burlaron de él. 

— Eso da igual. — Le dijo Jamia a Pete. — Yo creo que mientras ellos puedan estar fangirleando por Falling In Reverse, creo que serán felices. 

— Aww, qué lindo. 

— Malditos vírgenes. — Con ese comentario, Brendon logró que todos, menos Gee, claro está, murieran de risa. 

— ¡Yaaaa! ¡No se burlen de mí! ¡¿Qué clase de amigos son?!


Siento que todo el mundo se está pasando con esto de Frank y yo besándonos... Pero... Mierda... Sí sería gracioso, como el estúpido dibujo de Brendon

Después de todo, eso no sucederá, así que debería estar tranquilo...

Momento, ¿Debería estar tranquilo? ¡Creo que no! ¡Porque yo sí quiero que eso pase!


Cuando Gerard entró el viernes al salón de clases, estaba Frank durmiendo en su asiento, y él, claro, tenía que acercarse a joder y mostrar todo su enojo hacia él esa mañana, enojo creado por el conflicto del "beso cómico" que no sería cómico si Frank creciera unos  cuantos centímetros más.

— ¡¿POR QUÉ TIENES QUE SER TAN EXAGERADAMENTE ENANO?! — Le gritó.

— ¿Despertaste con ganas de pelear hoy?! — Se levantó de la silla.

Gerard suspiró melancólico. 

— Déjalo así. — Dijo. 

Se dejó caer sobre su asiento, escondiendo su cara entre sus brazos contra la mesa. 

— ¿Gee? — Musitó Frank. 

— ¿Qué? — Asomó sus ojos de entre sus brazos para poder mirarlo. 

— ¿Recuerdas el evento que te estaba diciendo ayer? Aquí está tu entrada. — Se la extendió. 

— No tenías por qué comprarme una. — La aceptó de todos modos. — Podías decirme y yo me la compraba. 

— Pero yo quería tener el detalle contigo. — Sonrió. — Como puedes ver en la entrada, el concierto es en Nueva York este sábado en la tarde, podemos irnos en la mañana y volver en la noche, también me encargaré de los gastos del viaje, no te preocupes por nada. 

— P-pero...

— Y... — Interrumpió. — Todo lo que quieras comprar en el evento irá por mi cuenta, también oí que hay una tienda donde venden cosas de bandas, podemos ir y...

— ¡Frankieeee! ¡Es demasiado! No puedo aceptar tanto. 

— No, no, considéralo como el regalo que dije que debía darte... Aunque.... Después del chocolate no te lo mereces, pero igual lo hago porque soy una gran persona. 

— ¡No te alabes tanto!

— ¡Merezco alabarme! Ayer pasé toda la tarde haciendo cola para conseguir las entradas.

— ¡Ay Frank! ¡Eres genial! ¡Eres demasiado genial!

— ¡Dilo otra vez! 

— No te excedas enano. — Lo miró mal. — Pero igual gracias. — Volvió a sonreír. — Lo acepto humildemente. Ejeje. 

Frank estaba satisfecho con haber hecho feliz a Gerard con la invitación. Por la tarde, el pelinegro se quedó en la puerta del gimnasio a ver a Frank en sus prácticas, la verdad es que hacía mucho tiempo que no iba a verlo, se le había olvidado cuánto amaba ver a Frank jugar baloncesto y destacarse a pesar de ser el más pequeño. 

— Hola. — Brendon apareció detrás de él. 

— Frank es genial ¿No? — Suspiró. 

— Esoooo... — Rió. — Cómo se nota que la música es lo que los mantiene unidos, si está Falling In Reverse o algún tipo de banda de por medio, ustedes son felices.

— Pues sí... Por ahora estoy bien con eso. 

— ¿Cuándo es el evento? 

— La semana que viene, el sábado. — Brendon lo miró con cara pervertida. — ¿Por qué me ves así? 

— Ijiji. Es que hace mucho tiempo que Frank y tú no salen solos en una cita. 

— ¡N-n-no es una cita! — Exclamó nervioso. — El plan no tiene nada de romance. 

— ¡PUES HAZ QUE HAYA ROMANCE, IMBÉCIL! — Le pegó en el brazo. — Tu plan para ese sábado es ser un chico totalmente besable. 

— ¡Basta! ¡Deja de decir esas cosas! ¡Me estás apenando!

— ¿Qué? ¿Vas a dejar que todo el esfuerzo que pusiste al hacerle los chocolates en San Valentín se vayan a la basura?

El idiota de Brendon no paró de lanzar besitos al aire y decir cosas que pusieran nervioso a Gerard, pero todo lo que decía era cierto, en parte, Gerard debía aprovechar la oportunidad que se le estaba dando.

La semana se fue rápido. Frank faltó a la escuela el martes, todos lo notaron, pero nadie se preocupó mucho considerando que Frank a veces faltaba a la escuela sin motivo los días en los que no tenía práctica con el equipo, pero la preocupación llegó cuando faltó el miércoles. El jueves entregaron las notas de las pruebas de la semana anterior, en ausencia de Frank, Gerard tuvo que quedarse con sus exámenes para dárselos luego, ese día, Dallon llegó con la noticia de que Iero se había enfermado.

— De verdad espero que esté bien. — Dijo Gerard. — El evento es este sábado. 

— ¿Por qué no vas a hacerle una visita? — Dijo Pete guiñando un ojo. 

— ¡Apoyo eso! — Exclamó Brendon. — Puedes ir mañana en la mañana, que no tenemos clases.

— Si te portas lindo con él ahora que está enfermo, causarás una buena impresión. — Dijo Jamia.   

— P-p-p-p-pero... ¡Me da vergüenza ir a visitarlo a su casa!

— ¡Ni que fuera la primera vez que vas! — Dijo Dallon.

— Sólo he estado dos veces ahí; cuando fuimos a bañar a Oliver y en su fiesta de cumpleaños, no es lo mismo que visitarlo un viernes en la mañana ¿Y si su familia está ahí?

— ¿Qué? — Bromeó Brendon. — ¿Te da miedo conocer a tu suegra? 

— Tal vez. — Dijo cabizbajo. 

— ¡Ten fuerza, Gee! — Exclamó Pete. — ¡Tienes que hacerlo! 

— ¡Me niego! ¡No lo haré! Llamaré a Frank o algo, pero de verdad, por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia voy a ir a su casa ¡He dicho! 

Tocó el timbre un poco nervioso, todavía había tiempo de salir corriendo y hacer frente a las cosas que le dijo a sus amigos el día anterior. 

La mañana del viernes, fue a casa de Frank. 

«Incluso aunque él esté enfermo, podrían hacer cositas que hagan que te contagies del resfriado». Le dijo Brendon cuando lo llamó temprano para avisarle que al final sí iba a visitar al enano. «Sólo iré a entregarle sus pruebas, no te ilusiones». Contestó Gerard. Pero Brendon fue más inteligente al decirle: «¿Y no puedes esperar a volver a verlo en la escuela para entregarle esas pruebas?». 

De verdad quiso huir cuando vio que fue la mamá de Frank quien le abrió la puerta. 

— Buenos días ¿Se te ofrece algo? — Le dijo la adorable mujer, quien tenía pinta de ser muy amable.

— Um... — Sus mejillas estaban tan rojas. — Soy Ge-Gerard... Un compañero de clases de Frank... Y como ha faltado a clases... Pues... — Estaba temblando y todo. — Vine a traerle los apuntes de estos días y sus calificaciones de las últimas pruebas. 

— ¡Oh! — Gerard se alarmó cuando la señora vino rápido hacia él con una gran sonrisa y la mirada iluminada. — ¡Tú eres el famoso Gerard de quien mi Osito Bebé tanto habla! — Gerard tuvo que esforzarse mucho para aguantar la risa al escuchar ese "Osito Bebé". — ¿Son novios? 

— Cariño, ¿Quién llamó a la puerta? — Y de paso, salió el papá de Frank. — ¿Tú eres el novio de Frank? — Lo miró con una sonrisa tan grande como la de la señora Iero. 

— No... Yo...

— ¡Es un chico muy lindo! — Interrumpió la madre de Frank. — ¿Verdad que sí? 

Ahora se sentía más intimidado al estar rodeado por los padres de Frank y también sus cuatro perros.

— ¿Qué estás esperando? — El señor Iero palmeó su hombro amistosamente. — Pasa, pasa. 

Entre los dos lo tomaron de un brazo e hicieron que entrara a la casa. 

— Frankie está prácticamente muerto desde el martes, probablemente esté durmiendo. — Le dijo la señora Iero mientras lo conducían hasta el cuarto de Frank. — Pero ahora que te verá, seguro que se pondrá mejor. — Entraron sin tocar la puerta, Gerard pudo ver un pequeño bulto debajo de las sábanas, bulto que se identificaba como Frank. — ¿Osito? — Lo llamó, pero el menor ni se inmutó. — Frankie... Bebé, alguien vino a verte. 

— ¡Mamáaaaa! — Sonaba como un zombie. — Te he dicho que no me llames así. — Se quitó las sábanas de encima. — ¿Quién e...? ¡AH! — Soltó un grito al ver a Gerard. — ¡¿Qué hace él aquí?!

El momento no podía ser más vergonzoso.

— Siéntete feliz, hijo. — Dijo su padre. — Tu novio vino a verte. 

— Señor. — Dijo Gerard. — Y-yo... No... 

— ¡Dejémoslos solos, Cheech! — Su esposa lo tomó del brazo. — Seguro quieren privacidad. — Se encaminaron a la puerta, pero antes de salir les dijo: — Les prepararé algo de café. 

Gerard, más apenado que nunca, le dio las gracias. Eso había sido peor de lo que se imaginaba, los padres de Frank lo iban a matar de los nervios. 

— Y... — Le dijo a Frank una vez estuvieron solos. — ¿Cómo te sientes... "Osito"? — Ahora sí, pudo reír tan estruendosamente como quería. — JAJAJAJAJAJAJAJAJA "Osito Bebé" JAJAJAJAJAJA ¡Me muero! ¡Maldita sea! — Estaba a punto de llorar de la risa. — Cuando les cuente esto a todos... 

— ¡¿MEJOR POR QUÉ NO ME DICES QUÉ HACES EN MI PUTA CASA?! — Gritó Frank muy molesto. 

— Cálmate, Osito Bebé. — Siguió riéndose. — Enojarse así no es bueno para alguien tan pequeño JAJAJAJAJA vine a ver cómo estabas. 

— ¡Vine con el café! — La señora Iero y su esposo volvieron a irrumpir en la habitación, él llevaba la bandeja con las tazas de café y la señora Iero llevaba otra bandeja. — También les traje un poco del pastel que hice ayer. 

— ¡Mamá! — Protestó Frank. — ¡No le puedes dar pastel a una persona enferma! ¿Quieres matarme?

— Tonterías, estarás bien. — Respondió ella colocando los platos con las rebanadas de pastel y las tazas de café en una pequeña que tenía Frank en una esquina, con dos pufs colocados uno frente al otro.

— Oye, Gerard... — Le dijo el señor Iero. — ¿Cuánto mides? 

— Oh... — Rascó su nuca. — 1,70. 

— ¿1,70? — La señora Iero soltó una risita. — Frankie, es mucho más alto que tú, qué mala suerte.  

— ¡¿PODRÍAN POR FAVOR SALIR DE AQUÍ?!

— Deberíamos castigarte por gritarnos así. — Sus padres, más bien, se reían con la situación. 

— Déjalo, cariño. — Dijo el señor Iero. — Seguro está enojado porque no es tan alto para poder besar a Gerard.

— ¡¿Y SEGÚN USTEDES POR QUÉ QUERRÍA YO HACER ESO?! 

— Porque... — Rieron. — Es tu novio. 

— ¡ÉL NO ES MI NOVIO! 

«Maldito enano, esa frase se escucha más fea si la dices así». Pensó Gerard. 

— ¡Ya salgan de aquí! — Tuvo que sacar a sus padres de su cuarto a base de empujones. — ¡Rayos! — Se sentó en un puf frente a Gerard. — Mis padres son de verdad odiosos. 

— Ya sé por qué tú eres así. 

— Ignoraré eso. — Dijo antes de soltar un estornudo. 

Ahora que lo tenía tan cerca, Gerard se dio cuenta de que de verdad se veía terrible, estaba todo pálido, y la zona debajo de sus ojos estaba enrojecida, probablemente por la fiebre, además, su voz se oía muy congestionada. 

— ¿A qué viniste entonces? 

— Oh. — Buscó los exámenes en su mochila. — Te traje tus notas. 

— ¡Dame eso! — Se las arrebató agresivamente y las escondió detrás de él. — ¡¿Las viste?!

— Pues sí. — Le mostró una sonrisa idiota. — Son tan malas como las mías. — Al menos logró hacer reír un poco a Frank. — También te traje sopa de pollo. — Dijo sacando de su mochila el envase de sopa junto con una cuchara. — No soy el mejor cocinero del mundo, pero sí pasé toda la noche haciéndola. 

— Huele muy bien. — Dijo honestamente al abrir el envase. — Gracias... Por cierto... No sé si estaré bien para mañana. 

— ¿Para lo del evento en Nueva York?

— Si no puedo ir... Ve tú solo. Diviértete por mí.

— No voy a ir sin ti, Frank. Así que, si tú no vas, yo tampoco iré.

— No hagas que el dinero que gasté en esa entrada sea en vano. 

— Pues tendrás que venir sea como sea. — Demandó.

— Bien... Lo haré... — Sonrió. — Por ti. 

— Gracias. — Sonrió de vuelta. 

Pasaron varios minutos en silencio, Gerard tomaba café y comía el delicioso pastel que había preparado la mamá de Frank mientras que él se estaba comiendo la sopa que le preparó Gerard, el mayor de verdad se sintió satisfecho de que le gustara, era normal que siempre se esperara lo peor de Frank, estaba casi seguro de que el enano le diría "esta sopa está horrible", lo haría enojar y provocaría que perdiera los estribos y golpeara a un enfermo, suerte que eso no pasó. 

— Oye, Gee... — Frank rompió el silencio. — Hace tiempo que quiero preguntarte algo...

— ¿Q-qué?

Con toda la paciencia del mundo, tomó otras dos cucharadas de sopa, hizo una pausa, y luego lanzó el misil: — ¿Cuándo empecé a gustarte? 

Gerard casi escupió el café. 

— ¡¿C-cómo puedes preguntarme así de la nada?! ¡Mis nervios, idiota, mis nervios! 

— ¿No me dijiste que empezara a decir lo primero que pasara por mi cabeza sin pensarlo mucho?

— ¡Pero no me esperaba esto, joder! 

— ¿No me estás insultando siempre porque soy bajito? ¿De verdad quieres un novio tan pequeño?

— Supongo que no quieres volver a tener un novio que sea más alto que tú. — Se puso triste. — ¿Es eso?

— Realmente... La altura no tiene nada que ver. 

— ¿Ah no? 

— Bueno... Un poquito...

— ¡Fuiste tú quien me dijo que me olvidara de los complejos de estatura y fuera por el chico que me gusta!

— ¿C-cuándo dije eso?

— ¡Las pasadas vacaciones de primavera, inútil!

« ¿Cómo puedes dejar que cosas como esa te preocupen? Es decir... Sé que todo el tiempo te molesto, pero a pesar de todo eso, no puedes ser así de inseguro, tú tienes tu propio encanto, Gee, de verdad eres lindo por fuera y por dentro también, y si el chico que te gusta no puede ver eso, entonces que se vaya al diablo».

— En ese momento no sabías que ese chico era tú e ibas por ahí preguntándole a todo el mundo... "¿Quién le gusta a Gerard?" — Lo arremedó. — ¡Ese día fue! 

— ¡¿Qué?! ¡¿Yo?! ¡¿En ese momento se suponía que era yo?!

— ¡NO VOLVAMOS A ESO!

— ¡¿Cómo esperabas que sospechara que yo era ese chico si siempre me tratabas como me tratas?! ¡No creo que esa sea la forma de tratar a alguien que te gusta! 

— ¡Es MÍ forma de tratar a quien me gusta! ¡Y la realidad es que, aunque te odie y quiera lanzarte por un precipicio, me gustas mucho, maldita sea! — Se alteró tanto que terminó soltándolo todo.

— No estoy tan preocupado por la estatura como crees. — Alegó un poco más tranquilo, de modo que la tensión que se había formado no creciera más. 

— ¿Entonces por qué no te gusto? ¿Es por mi inestabilidad y problemas de ira? 

— Sí... Deberías tratar de corregir eso... Pero ya es parte de tu personalidad, sería muy raro si la cambiaras. 

— ¡¿Me estás llamando raro?!

— ¿Ves? — Rió. — Parece que tuvieras personalidad múltiple, y... Es lo que hace que seas tan gracioso y genial. — Reflexionó. — Creo que... La verdad es que no hay ningún problema contigo... El problema aquí soy yo. 

— ¿Tú? 

— Mi problema es que, por alguna razón, soy muy indeciso e inseguro... A veces como que tengo ciertos sentimientos por ti y a veces no siento nada. Es muy raro y es un gran problema, porque es lo que hace que no pueda verme en situaciones románticas contigo aunque quisiera.

Sus "peleas matrimoniales", el paseo a Coney Island, el concierto de Falling In Reverse en año nuevo, el viaje a la playa, el cumpleaños de Gerard, el viaje a San Francisco... Eso fue romántico para Gerard, para él, Frank no tenía la necesidad de imaginar situaciones románticas porque ya habían vivido varias ¿Cómo es que no podía darse cuenta? 

— ¿Qué quieres que haga? — Masculló el mayor. 

Frank se estaba sintiendo muy mal físicamente, después de toser, alzó la mirada para ver a Gerard, quien estaba más decidido que antes, se arrodilló frente a Frank, estando a una distancia mínima de su rostro. 

— ¿Qué tengo que hacer para que me quieras? — Se atrevió a preguntar. 

— G-Gerard... — Fue lo último que pudo susurrar antes de acercarse más y él mismo chocar sus labios con los de el pelinegro. 

Frank estaba ardiendo en fiebre, sus labios estaban resecos y calientes, pero eso no le importó a Gerard, a quien ni siquiera le dio tiempo de cerrar los ojos con aquel suave y rápido roce. Después del beso, Frank cayó desmayado en el suelo y Gerard se quedó atónito con la cara completamente roja. 

— Disculpen. — La señora Iero entró en la habitación. — Venía a ver si se les ofrecía algo más. 

— ¡Y-yo me tengo que ir! — Gerard se puso de pie con la energía por los cielos. 

— ¿De verdad? ¿No te puedes quedar al almuerzo? 

— L-lo siento, señora Iero. — Se encaminó a la puerta. — Gracias por todas sus atenciones, fue un placer conocerla. 

— Dime Linda, cariño, el placer es todo mío. — Gerard aceptó gustoso el cariñoso abrazo de Linda Iero. 

Bajó las escaleras con prisa, se despidió del papá de Frank, de los perros y luego se marchó a su casa de lo más feliz porque había conseguido un beso de Frank Iero. 

Por la noche ni siquiera pudo dormir pensando en el beso, ese momento se repetía a cada rato en su cabeza, lo revivía y lo revivía cada segundo, sintiendo que era algo casi irreal, como si fuera producto de su imaginación y no un recuerdo, pero había sido real, tan malditamente real y tan confuso considerando las cosas de las que habían hablado pero... No quería pensar mucho en eso, sólo quería seguir saboreando la felicidad un momento más. 

Había quedado con Frank de encontrarse la mañana siguiente en la estación de autobuses para irse juntos.

— ¡Buenos días! — Lo saludó Frank lleno de energía y vitalidad al momento en que se encontraron. — ¡Estoy totalmente curado!

Gerard no podía decir lo mismo, pues esa mañana se apareció con un tapabocas.

— Lo siento por lo de ayer. — Agregó. — Se me subió mucho la fiebre, pero después me puse mucho mejor, pero... Uff, esa fiebre fue tan brutal... Lo último que recuerdo es que estaba comiendo esa increíble sopa de pollo que preparaste y luego de eso todo quedó en negro, no recuerdo nada... ¿De qué estuvimos hablando?

El pelinegro abrió los ojos a más no poder.  

 — Eh... Gee... ¿Te resfriaste? 

— ¡¿Qué mierda acabas de decir?! — Estaba que echaba humo. 

— "Eh... Gee... ¿Te resfriaste?". 

— ¡Antes de eso!

— ¿"No recuerdo nada después de eso"?

— ¡¿NADA?! — Ya le temblaba el ojo.

— Nope. Absolutamente nada. 

— ¡¿Nada de nada?! 

— Eres tan gracioso, Gee. — Rió, irritando más al mayor. — Nada, no recuerdo nada. — Respiró hondo. — Ah, qué día tan lindo ¿No? Perfecto para un festival de música. 

— ¡DESGRACIADO! 

— ¿Eh? — No comprendía nada la actitud de Gerard. 

— ¡MUÉRETE! 

Menos entendió cuando Gerard le pegó una patada en las bolas, haciendo que se tirara al piso y se retorciera del dolor. 

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