22.Crying In San Francisco

— ¡Profesor Collins! La pareja que llegó tarde se quedó dormida. — Le explicó Pete. 

Habían llegado a su destino, todos dejaron los autobuses, menos Frank y Gerard, quienes estaban profundamente dormidos en sus asientos.

— Pues despierten a ese par de tontos. — Ordenó el coordinador. 

— Intentamos de todo. — Dijo Dallon. — Incluso les llenamos la boca con comida a ver si así despertaban ¡Y nada! 

El coordinador, ya cansado de que el dúo dinámico siempre estuviera retrasando todas las actividades, pidió entonces que los dejaran durmiendo y que ellos mismos vieran qué hacer luego, después de todo, los autobuses se iban a quedar aparcados en ese punto, donde se suponía que todos debían volver al terminar el día para subir a su respectivo bus y regresar al hotel. 

Así fue cómo el paseo continuó sin ellos. 

Gerard despertó veinte minutos después de que los demás los dejaron solos en el bus, no entendía por qué o cómo es que tenía la boca llena de frituras, pero así era, pero lo peor fue darse cuenta de que el autobús estaba completamente vacío, a excepción de Frank, quien esta dormido y también tenía comida en la boca, sólo que él tenía una caja pequeña de galletas, sí, ni siquiera las galletas, la caja. Sorprendente que no hubiera muerto asfixiado. 

— ¡FRAAAAANK! — Le gritó. — ¡DESPIERTA, MIERDA! 

Frank abrió los ojos de golpe y lanzó golpes de karate al azar hasta que se dio cuenta de que se había quedado dormido en el autobús y que tenía una caja en la boca. Ambos se miraron confundidos. 

— ¿Dónde están todos? — Preguntó al quitarse la caja de la boca. — ¿Y qué es todo esto? 

— No sé, pero esto tiene las firmas de nuestros amigos por todos lados. 

— ¿Qué? ¿Otro de sus planes para hacernos estar a solas? 

— Probablemente, pero no funcionará. 

— Yo creo que sí... ¿No te parece obvio? Dudo que ellos vayan a estar afuera, yo creo que se fueron sin nosotros, así que, quieras o no, tenemos que ir juntos a buscarlos. 

«¿Esto sí puedes deducirlo pero no entendiste cuando te dije que me gustabas? Iero, no me jodas tanto». 

— Bueno, tú irás por tu lado y yo por el mío. 

— No creo que quieras eso, si así fuera, te habrías ido tú solo... No me hubieras despertado. 

— ¡¿Entonces debí dejar que murieras asfixiado por culpa de una caja de galletas?! Aunque... Ahora que lo pienso, debió haber sido lo mejor; una muerte estúpida digna para alguien tan estúpido. 

— ¡Deja de molestarme! 

— ¡Tú eres quien me molesta! ¡Tu sola existencia me molesta! ¡Adiós! 

De mal humor, se dio la vuelta y se dignó a salir del autobús a pasos firmes, sin embargo, perdió su dignidad ya que, al bajar el último escalón del bus, tropezó y cayó de bruces al piso, logrando que Frank se riera de él. 

En otros tiempos, se habría levantado del suelo y golpearía a Frank por burlarse, no obstante, la incomodidad y la tensión amorosa lo hicieron reaccionar de otra manera; se puso rojo y se murió de la vergüenza, deseando que se los tragara la tierra. 

— Mejor sígueme. — Dijo Frank emanando tranquilidad. — Se supone que los demás están visitando el barrio chino, así que, si nos damos prisa, podremos alcanzarlos. 

— ¿Qué te hace creer que iré contigo? — Se levantó del suelo. 

— Yo sólo digo. — Se encogió de hombros. — Pero tienes la libertad de hacer lo que quieras, supongo.

Frank siguió su camino, pidiendo indicaciones a la gente para no perderse en la ciudad. Ya que Gerard era algo tímido para hablar con desconocidos, no quería hablar con nadie, así que no le quedó de otra más que caminar en silencio detrás de Frank. 

Lograron llegar al barrio chino, pero entre la multitud no podían divisar al resto de sus compañeros de clase, así que Frank tuvo que llamar a Dallon. 

— ¡¿Pero dónde?! — Bramó al teléfono, Gerard sólo lo miraba atentamente. 

— Estamos en un puesto donde venden un montón de cosas... Ahora me acabo de comprar una gorra genial.  

Xiumin el oso de peluche amaría este lugar. — Se oyó la voz de Brendon al fondo.  

— ¡Dallon! — Respiró profundo. — En todos lados hay puestos donde venden toda clase de cosas. 

— Sólo den una vuelta por aquí y nos encontrarán. 

— ¿Esto es algún truco de ustedes, Weekes? 

— Te juro que... — Tomó una bolsa y comenzó a arrugarla junto al teléfono, además, él mismo hacía ruidos con su boca. — Fr... Frank... S-se... Es... No te oi-go... — Y de repente subía o bajaba la voz. — ¡Tengo mala co... Cober... Tura! ¡Te es-toy perdiendo! Lo... Sien... — Colgó. 

— ¿Y? — Preguntó Gerard. 

— Valimos verga. 

— ¿Cuándo no? 

— ¿Y ahora qué se supone que tenemos que hacer? 

— P-pues... No lo sé. 

— ¡Oh mira! — La mirada de Frank se iluminó por completo, Gerard no entendió hasta que Frank señaló al objeto de atracción, era un bicitaxi común y corriente que llamó su atención por el simple hecho de que estaba decorado con bonitos colores y faroles chinos. 

— ¡Tenemos que subir! — Exclamaron al mismo tiempo. — Es muy turístico, pero... — Aún no se acostumbraban a esto de pensar igual. — ¡Hagámoslo! — Fruncieron el ceño. — ¿Hagámoslo? — Se encogieron de hombros. — ¡Síiii!

Fue como si ambos hubieran olvidado sus tensiones, sólo estaban ocupados disfrutando del paseo, actuando como unos imbéciles, como unos niños inmaduros, igual que antes de todo el drama, y eso era lindo. 

Pete, Patrick, Brendon, Dallon y Jamia estaban dando una vuelta por todo el lugar a ver si encontraban a Gerard y a Frank, comenzaban a arrepentirse de su plan de "hacer que Gee y Frank pasen tiempo juntos para que se olviden de la incomodidad y la tensión", pues comenzaban a temer que se perdieran en la ciudad. 

— ¿Creen que estén bien? — Preguntó Jamia. 

Su respuesta la obtuvo al momento en que un bicitaxi pasó frente a ellos, y allí iban los dos idiotas que buscaban, gritando "Wiiiiiiiii", haciendo que todos se quedaran boquiabiertos. 

— ¿Están viendo lo mismo que yo? — Dijo Brendon con una sonrisa gigante. 

— ¿Buenos resultados? — Contestó Pete con la misma sonrisa. 

Toda la escuela los vio viajando juntos en el bicitaxi, incluso vieron a Lindsey y Gerard la saludó, pero de igual manera ella se puso muy celosa. 

El paseo acabó dos calles más adelante, allí sus amigos lograron alcanzarlos. 

— ¡Eso fue increíble! — Les contaba Gerard. 

— ¡Sí, sí! ¡El señor que conducía ni siquiera nos cobró! 

— Seguro que le caímos bien porque lo hicimos reír mucho. 

— Nos dijo que éramos tan molestos que el mejor pago que podríamos darle sería salir de su vista. 

— Qué agradable la gente de San Francisco... — Suspiró. 

— Wooow. — Sus amigos se miraron entre ellos sin saber qué decir. 

— Bueno. — Habló Pete. — Me alegra mucho que ahora ya no estén más incómodos, chicos. — Y la cagó. 

Las sonrisas de Gerard y Frank se borraron, y la incomodidad regresó. 

— ¡TE MATO! — Brendon casi lo golpea.

— Yo... — Dijo Frank un poco aturdido al tener que recordar todo lo que estaba pasando. — Tengo que irme. 

Se fue corriendo. 

Y la tristeza regresó a Gerard. 

Todo era tan perfecto antes.

Y ya no me refiero a cuando nos odiábamos, sino cuando comenzamos a ser amigos. Las cosas eran ideales en aquel entonces, nos seguíamos odiando, seguíamos golpeándonos e insultándonos, pero al mismo tiempo podíamos reírnos y pasarla bien juntos, como en los conciertos o en las salidas, o todas las veces en las que iba a verlo jugar baloncesto, cuántas veces no lo apoyé en sus partidos a pesar de odiarlo mucho.

Ahora estamos en este viaje y no me gusta estar así con él, más bien, me gustaría disfrutar esta visita a San Francisco con él, hay muchos momentos que quiero vivir con él aquí como ese extraño paseo en el bicitaxi. Pero no puedo estar con él si existe esta barrera entre nosotros, esta en la que yo estoy enamorado de él y él está buscando las palabras adecuadas para mandarme a la mierda sin hacerme llorar, porque lo sé, es eso, yo a él no le gusto, pero él no quiere hacerme daño.

De todas formas, creo que ahora estoy dispuesto a olvidarme de él, estoy dispuesto a olvidar a Frank si sólo así estaremos bien de nuevo.

Eso haré, le diré que todo tiene que ser como antes, le diré que se olvide de todo esto.

Los chicos visitaron los demás puntos a conocer de la ciudad, y Gerard se dio cuenta de que Brendon no mentía cuando le dijo que iba a estar solo, porque así era, todos estaban dado sus paseos en parejas, incluso Jamia hablando por Skype por su novio se lo estaba pasando bien, sin embargo él, era miserable, Frank le hacía más falta de lo que incluso podía admitir. 

Decidió encararlo cuando lo vio entrar solo a una tienda donde vendían todo tipo de artículos, dudó un poco si ir a hablarle sobre lo de empezar de nuevo o no, pero al final lo hizo, entró y se encontró a Frank saltando para agarrar una lata que estaba en una repisa, en una zona común para una persona de estatura promedio, pero demasiado alta para él. 

— ¿Qué estás haciendo? 

Frank se sobresaltó. 

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó. 

— Viéndote hacer el ridículo. — Soltó una risita, antes de tomar la lata que Frank quería y entregársela. — Aquí está tu... ¿Curry de oso? ¿Qué coño es eso? 

— Gracias. — Tomó la lata. — Siempre había visto esta cosa por internet y me parecía muy extraña e interesante a la vez, pero nunca lo conseguí en alguna tienda ¡Pero está aquí!  

— Hmm... 

Con el silencio, volvió la incomodidad. Permanecieron con la mirada hacia el suelo por segundos casi eternos, buscando qué hacer o decir. 

— Yo... — Hablaron al unísono. — Quiero... Oh. — Rascaron su nuca. — ¿Vas a decir algo? 

— Déjame hablar primero. — Se apresuró Frank, con miedo a que Gerard dijera lo mismo al mismo tiempo como siempre ocurría. — Me pediste que lo pensara... Ya lo hice. 

— ¿Eh? 

Me tomó por sorpresa. Sinceramente, creí que debía esperar otro mes para que él me diera su respuesta, en ningún momento me imaginé que me la daría el mismo día.

— He estado pensando un montón en el tema, desde el día en que me dijiste que te gusto.

— ¿Y?

— Si me preguntas si me gustas o no... Diría que me gustas. 

— ¿Qué? — Su corazón se aceleró más que antes.

— Tenemos mucho en común. — No miraba a Gerard a los ojos, estaba tan nervioso que sólo podía hablar mientras le daba vueltas a la lata. — Eres el único con el que puedo hacer grandes desastres, como peleas de comida, también eres el único con el que puedo emocionarme por Falling In Reverse, ir a esos dos conciertos han sido las mejores experiencias de mi vida, además... Sólo contigo puedo hacer estupideces como dar paseos en bicitaxis chinos o subir a atracciones en parques de diversiones... Pero... 

— ¿Pero? 

— Hemos sido una pareja de comedia por tanto tiempo que... No creo que pueda verte como mi novio. Es decir... Sólo imagínalo; ¿Frank y Gerard tomados de la mano? ¿Frank y Gerard besándose en público? Sería muy raro para ambos estar en esas escenas románticas, simplemente no es lo nuestro, además... — Se sonrojó de la vergüenza. — Todos nos mirarían raro, e incluso se reirían al momento en que tenga que ponerme de puntillas para besarte... Es que... He imaginado todos los posibles escenarios en los que tú y yo somos pareja y... 

De repente todo se volvió inaudible para Gerard, miraba a Frank y sólo veía sus labios moverse, pero ya no escuchaba nada. Sus sentidos se bloquearon por completo porque no podía sentir nada más que su corazón terminándose de romper.

Ya veo... 

Lo sabía. 

Sentía unas inmensas ganas de llorar, pero no podía permitírselo. 

Frank lo miró seriamente, esperando una respuesta, deseando no haber sido duro porque no quería lastimarlo, de verdad que no quería. No quería que Gerard llorara por su culpa, él sólo había sido sincero y había expresado lo que de verdad sentía. 

Había imaginado muchos escenarios donde él y Gerard eran pareja y ninguno lucía bien para él. Según él, eso no era justo para nadie, menos para Gerard, seguramente Gerard esperaría mucho romance, ya no querría insultos o peleas, tendrían que cambiar completamente y así las cosas al final se arruinarían y él no quería arruinar las cosas, más de lo que estaban. Para Frank era más fácil ser sólo el dúo de comedia, donde nadie esperaba nada de nadie, podían ser ellos mismos y pasarla bien, y sí, le gustaba Gerard, y no quería alejarse de él, y como no quería alejarse de él, fue que tomó la decisión de que lo mejor sería que no fueran pareja, sólo para que las cosas no se desmoronaran al final.

Entonces, Gerard, sin saber cómo actuar, soltó carcajadas estruendosas a la vez que golpeaba a Frank demasiado fuerte en el hombro. 

— ¿Por qué esa cara tan seria? — Dijo entre falsas risas. — Da asco. 

— ¡¿Asco dijiste?! — Alzó las cejas. 

— Está bien, está bien, no te preocupes. — Tenía una sonrisa gigante. — Sólo olvídalo ¿Sí? Hagamos como que nada pasó. De hecho, eso era lo que venía a decirte, pero de repente tú saliste con tus cosas locas y... Frank, de verdad ya no me importa eso, olvídalo ¿Te parece? 

— ... Gee... — Podía ser muy tonto, pero se dio cuenta de que algo malo pasaba. 

— Ahora, apresúrate a comprar tu curry de caballo o lo que sea, debemos darnos prisa, yo estaré con los demás ¿Sí? — Siguió sonriendo, y al decir esto, dejó la tienda a toda prisa. 

— ¡Espera, Gerard! 

Pero el mayor no lo escuchó y siguió su camino hasta llegar a donde estaban Brendon y Dallon.

— ¡Hola! — No paró de fingir estar muy feliz. 

— ¿Y Frank? — Preguntó Dallon. 

— Oh... Frank... Es... Curry de oso... — Seguía sonriendo, pero con lágrimas saliendo de sus ojos. 

Los novios se alarmaron al ver esas lágrimas. 

— ¿Qué quieres decir con que "Frank es curry de oso"?

— No... — Esa extraña la manera en la que, con esa sonrisa, estaba llorando, daba un poco de miedo. — Oso... Oso... Curry de oso. 

— No te entiendo. — Dijo Brendon. — ¿Puedes ser más claro? 

— Curry de oso. 

— ¿Qué es eso del curry de oso? ¡¿Qué pasó?! 

La sonrisa de Gerard se borró entonces, y ahora sus lágrimas eran acompañadas por sus sollozos, ahora sí comenzó a llorar de dolor. 

— Oso... — Era lo único que decía. — Oso... Oso... Oso... Oso...

— ¡Ya sé del oso! — Brendon perdía la paciencia. — ¡¿Pero qué pasó con Frank?!

— Oso... 

— ¡En serio! ¿Qué eres? ¡¿El portavoz oficial del curry de oso?! 

— Si lo es, entonces es muy bueno para eso. — Dijo Dallon. — Porque ahora en serio tengo ganas de comer curry de oso, aunque no sé lo que sea. 

— Cariño. — Le dijo Brendon. — No empieces, por favor. Necesito saber qué le pasa a este niño. 

Pero Gerard tenía el corazón roto, no podía decir nada aparte de "curry de oso" mientras lloraba. 

Lo más triste de todo fue que Frank pudo escucharlo todo. Luego de comprar el curry de oso, fue a buscar a Gerard, y cuando lo halló, pudo admirar toda la escena, y al verlo llorar así, se sintió como la peor mierda del mundo, tanto, que acabó llorando también. 

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