18.Gerard's Birthday
— No puedo creer que Iero sea tan estúpido. — Brendon estaba al borde del colapso.
Al día siguiente, Gerard les contó todo a sus amigos a la hora del almuerzo.
— Hombre, Frank realmente es muy lento y desesperante. — Dijo Pete.
— Dímelo a mí. — Suspiró Gerard. — Es una pesadilla.
— ¿Y qué harás?
— ¿Rendirme?
— ¡NO! — Dijo Jamia. — Nada de rendirse.
Pero rendirme ahora es la mejor opción. Frank es muy tonto, siento que si no le digo que me gusta, nunca lo sabrá. Y yo nunca se lo diré.
El viernes llegó y yo lo evité a toda costa, no le hablé más en clase, y tampoco volví a aparecerme en sus prácticas.
El domingo por la mañana Lindsey fue a su casa. No se esperaba esa visita, se supone que el domingo es para descansar y dormir todo el día. Cuando su mamá lo despertó avisándole que la pelinegra lo estaba esperando en la sala, sin importarle que estaba en pijama, bajó rápidamente las escaleras y allí estaba Lindsey con una gran caja en sus manos.
— ¡Feliz cumpleaños! — Exclamó emocionada.
— ¿Quéee? — Frunció el ceño. — ¿Es mi cumpleaños?
— Claro que sí, hijo. — Se burló su madre antes de abrazarlo y darle un beso en la mejilla. — Es nueve de abril ¿Cómo se te puede olvidar tu propio cumpleaños?
El pelinegro se encogió de hombros.
— ¡Mamáaaa! — Apareció su hermano menor bajando las escaleras. — ¡Se me olvidó el cumpleaños de Gerard! ¡Necesito dinero para comprarle un regalo antes de que despier...! ¡AH, MIERDA! — No sólo Gerard era escandaloso, Mikey también lo era.
— El vocabulario, Michael. — Lo regañó su madre. — ¿Esta es la forma de comportarte frente a las visitas?
— Lo siento. — Se encogió de hombros. — Hola, Lindsey... ¡Feliz cumpleaños, hermanito! — Abrazó a Gerard. — Eso de que olvidé tu cumpleaños y no te tengo un regalo es mentira... Sólo... Tengo que salir a buscarlo porque es tan especial que... Todavía sigue en la tienda (¿?)
Gerard soltó una carcajada. Mikey se fue y de nuevo Gerard volvió a dirigirse a su amiga.
— No te hubieras molestado en venir tan temprano. — Le ofreció una gran sonrisa.
— Hice un pastel de cumpleaños para ti.
— ¡Ay gracias! — Su mamá recibió la caja en las manos para que Gerard pudiera abrazar a Lindsey. — ¡Eres la mejor del mundooo!
Cualquiera pensaría que esa visita sería incómoda, pero al contrario, ya que Gerard no tenía nada planeado para su cumpleaños porque no lo recordaba, no tenía ninguna expectativa para su domingo, y la compañía de Lindsey fue muy buena, pasaron toda la mañana hablando y jugando juegos de mesa, ahí fue cuando Gerard se dio cuenta de que ambos seguían teniendo muchas cosas en común y entre ellos seguía habiendo la misma química que existía cuando niños, era realmente increíble.
Después de quedarse a almorzar, la pelinegra abandonó la casa, no sin antes volver a darle a Gee sus mejores deseos para ese día, a la vez que el pelinegro no paraba de abrazarla y darle las gracias por esa linda mañana, mañana en la que no se sintió incómodo ya que ella no trató ningún tema romántico, y eso era perfecto para él, porque su drama con Frank ya era muy grande como para agregarle otro drama con Lindsey.
A eso de las cuatro de la tarde llegaron Jamia, Brendon y Pete.
— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, PUTO! — Brendon fue el primero en gritar.
Gerard pudo darse cuenta de que todos traían frituras, bebidas y cosas así.
— ¡Gracias! — Respondió con una enorme sonrisa. — ¿Pueden creer que se me olvidó mi propio cumpleaños?
— Es que eres tonto. — Rió Pete.
— Lindsey vino esta mañana. — Dijo cuando los dejó entrar. — Trajo pastel, todavía queda un poco en el refri, además de que mamá traerá uno esta noche, ya saben...
— Tienes que explicarnos eso de que Lindsey estuvo aquí. — Cortó Jamia.
— Además. — Agregó Brendon. — Te diría que tiraras ese pastel a la basura de no ser porque Ballato cocina muy bien.
Pasaron horas en el cuarto de Gerard, comiendo, bebiendo, escuchando música y conversando, el principal tema de conversación fue la visita de Lindsey, luego pasó a ser Frank, como era de esperarse.
—¿Iero no te felicitó? — Preguntó Pete.
— No. — Se encogió de hombros. — A lo mejor ni sabe que es mi cumpleaños, nunca se lo he dicho.
— ¡Pero yo me aseguré de que Dallon se lo dijera! Oh... No te preocupes, estoy seguro de que te llamará.
— ¡No debiste haber dicho eso! ¡Yo no quiero que Frank me llame! Me da muy igual que lo hag...
Como por arte de magia, sonó el teléfono.
Jamia corrió a apagar la música a la vez que todos se miraban anonadados.
— ¡Es él! — Exclamó Gerard.
— ¡Pues contesta! — Dijo Pete. — ¡Si te tardas mucho, seguro colgará!
Un poco inseguro, Gerard atendió la llamada.
— ¿H-hola?
— Pon el altavoz. — Dijo Jamia en susurros, y Gerard le hizo caso.
— Hola, soy yo.
— ¿"Yo"? ¿Quién es "yo"? Pareces retrasado.
Entre Pete y Jamia sostuvieron a Brendon para que no lo apuñalara por haberle respondido así a Frank.
— ¿Quieres pelear?
— Cállate y dime qué quieres.
— ¿Estás libre esta noche?
— ¿L-l-li-libre?
— ¡Sí! — Brendon estaba saltando como loco por toda la habitación. — ¡Sí! ¡Sí!
— Libre, libre, libre, libre. — Repetía Jamia, al mismo tiempo que Pete había escrito "LIBRE" en una hoja de papel y la hondeaba como una bandera.
— Ah... S-sí... Supongo que estoy libre.
— YAAASSSS. — Todos saltaban de alegría.
— Entonces encontrémonos en el techo de ese gran edificio cerca de la estación del metro a las nueve de la noche ¿Te parece?
— ¿El techo de un edificio? ¿Por qué ahí? ¿Planeas asesinarme?
— Sí idiota, planeo asesinarte, así que ponte algo bonito y prepárate para morir. — Rió. — Te espero allá.
Gerard casi se quedaba sordo entre los gritos de emoción de sus amigos, quienes le ayudaron a escoger el atuendo perfecto, arreglarse el cabello y utilizar un poco de maquillaje como solía hacer.
Su familia y amigos le cantaron el feliz cumpleaños a las ocho de la noche, después de comer pastel, sus amigos lo acompañaron al edificio donde estaba pautada la cita y lo dejaron allí, ya eran las nueve en punto, antes de irse, le desearon la mayor de las suertes y le recordaron que debía contarles todo el lunes en la escuela. Gerard se apresuró a tomar el ascensor hasta el último piso y luego subir las escaleras que daban hasta la azotea, allí estaba Frank esperándolo, se veía demasiado bello, se notaba que también se había arreglado para la ocasión.
— Hey, llegas temprano. — Caminó hacia él para quedar frente a frente. Gerard seguía embobado, observando lo hermoso que se veía esa noche.
— ¿Por qué decidiste esto de encontrarnos en un lugar como este?
— No es nada muy especial pero... Toma. — Le extendió una bolsa de regalo. — Feliz cumpleaños.
— ¿E-en serio? No tenías que darme nada, Frankie.
— Pero yo quería hacerlo. — Sonrió. — Vamos, ábrelo.
Gerard respiró profundo antes de abrir la bolsa y sacar de ella el que probablemente sería, sin duda, el mejor regalo de todos.
— ¡EL CD AUTOGRAFIADO DE FALLING IN REVERSE! — Gritó muy emocionado.
— Es mi posesión más preciada.
— Ya lo sé... — Se quedó sin aliento. — Te costó mucho obtenerlo y dijiste que serías incapaz de regalarlo porque significa mucho para ti.
— Bueno, si se lo voy a dar a un fan como tú, supongo que tengo el perdón de Dios. Además... ¿Recuerdas esa camiseta que vimos en el festival al mismo tiempo?
Cómo olvidarlo. Después de ese festival en Los Ángeles, estaban vendiendo mercancía de las bandas que se presentaron, allí los dos pusimos los ojos en una súper increíble camiseta de Falling In Reverse. Yo de verdad la deseaba, pero no tenía el dinero suficiente y Frank la compró para él.
Pasó días enteros presumiendo esa camiseta.
— Claro que la recuerdo, casi siempre la usas para restregármela en la cara.
— Mira adentro de la bolsa.
El mayor obedeció, y se encontró con que también estaba la camiseta allí.
— ¡¿En serio me estás regalando todo esto?! ¿No te parece demasiado?
— Realmente no...
— ¡Ay Frank! ¡Me vas a hacer llorar, imbécil! — Se lanzó a sus brazos. — ¡Gracias! ¡Gracias en serio! ¡Nunca olvidaré esto!
— Más te vale que no. — Lo abrazó con fuerza.
— ¡Este es el mejor cumpleaños!
— Y eso que todavía no viene la mejor parte.
— ¡¿Quéeee?! — Se separó del abrazo. — ¿Hay más?
— Ven. — Lo tomó de la mano y lo guió hasta la orilla del balcón.
— ¡Lo sabía! ¡Vas a matarme! ¡Sólo me regalaste las cosas de Falling In Reverse porque sabías que no era pasa siempre! ¿No es así?
— ¿Puedes dejar de ser tan paranoico? — Soltó una carcajada.
— ¿Entonces de qué se trata?
— Ya está lo suficientemente oscuro, así que supongo que ya falta poco.
— ¿Para qué?
Obtuvo su respuesta cuando en el cielo estalló el primer fuego artificial, luego otro, otro, y otro. Y así sucesivamente hasta que el cielo nocturno se iluminó con esos bonitos colores.
— Wooow. — Suspiró asombrado. — ¿Y estos fuegos artificiales?
— Es genial ¿No es cierto? — Sonrió satisfecho de que a Gerard le estaba gustando la sorpresa. — En este edificio vive mi amigo Ray, hace como dos años descubrimos que cada nueve de abril lanzan fuegos artificiales, todavía no me preguntes por qué, es casi mágico que sea justo el día de tu cumpleaños, el punto es... Que desde este techo se ven mejor que en cualquier lugar.
— ¡Impresionante!
Ambos se quedaron un rato en silencio, observando los fuegos artificiales, totalmente embelesados.
— Qué bonito... — Suspiró el pelinegro.
— Lo sé... ¿Te sientes mejor ahora?
— ¿Mejor en qué sentido?
— Últimamente has estado un poco estresado y extraño, así que creí que ver los fuegos artificiales te alegraría. — Le regaló la más tierna de las sonrisas. — Por eso te dije que te pusieras algo bonito, ya que iba con la ocasión, aunque... Bueno... Ya sabes lo que dicen ¿No? Aunque la mona se vista de seda...
— ¡CÁLLATE, IDIOTA!
Ante el grito de Gerard, Frank se rió a carcajadas. De verdad que Gerard amaba verlo reír, aunque fuera burlándose de él, la risa de Frank era lo mejor del mundo.
Ah... Mierda... En serio me gusta mucho Frank...
Llegó un punto en el que Gerard dejó de observar los fuegos artificiales y se enfocó sólo en Frank, en lo hermoso que se veía con esos colores reflejándose en su rostro y en sus hermosos ojos avellana, esa leve sonrisa que siempre habitaba en sus labios, adornada con ese piercing que, ahora que podía admitirlo, le quedaba excelente.
Ese era el mejor cumpleaños gracias a Frank, quien se aseguró de hacerlo sentir especial como nunca nadie lo había hecho antes.
Me gusta tanto...
Y este momento es tan especial que... Si es ahora... Creo que puedo decírselo...
— ... Frankie... — Musitó.
— Dime. — Lo miró directamente a los ojos.
— Tú...
Apretó la bolsa de regalo contra su pecho y respiró hondo. No tenía tanto miedo como antes, ya no había lugar para el miedo, esa noche, bajo las hermosas luces de colores estallando en el firmamento, era el momento perfecto para decírselo.
«Es ahora o nunca». Pensó, armándose de valor.
— Frank. Tú me gustas.
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