15.Spring Break
Desde que sus amigos se habían enterado de que Frank le gustaba, las cosas se habían tornado un poco difíciles, ellos parecían no comprender que él no quería nada sentir eso por Frank.
Estaban todos ya en el aula sentados en sus asientos cuando Frank acababa de llegar. Entró con su sonrisa de idiota saludándolos a todos, en lo que iba a sentarse a su asiento, Gerard, a propósito, puso su pie en medio del camino para que tropezara y cayera.
— ¡¿Qué te pasa?! — Le gritó al levantarse del suelo.
— ¿Qué me pasa de qué? — Contestó de mala gana. — Eres tú quien debería fijarse por donde va.
— Sí, cómo no.
— ¿Estás insinuando que te hice caer a propósito? — Dijo con fingida inocencia.
— ¡Pues sí! ¡¿Y sabes qué?! ¡No es gracioso! — Todo el salón de clase los observaban, pero a ellos les daba igual. — Pude haberme lastimado ¿Qué tal que terminaba con una abertura en toda la barbilla?
— Sería súper práctico, podrías poner recordatorios ahí. — Soltó una risa al imaginarse a Frank con una abertura en todo el medio la barbilla con un montón de papeles en ella.
— ¡Imbécil! Si arruinas mi linda carita, las chicas se pondrán tristes.
— Descuida, nunca lo haría... No puedes arruinar lo que ya está mal hecho.
— Te golpearía de no ser porque tengo tan mala suerte que cuando el profesor llegue seguro me vería y me enviaría a detención. — Repentinamente, acomodó la manga de su chaqueta, y al levantarla un poco, se dejó ver la muñequera que Gerard le había regalado. El pelinegro no pudo evitar posar su vista en el accesorio, mirándolo fijamente, y Frank se dio cuenta de ello. — ¿Qué? — Miró también hacia la muñequera. — Nunca me la quito.
— ¿En serio?
Asintió con un encogimiento de hombros.
— Me gusta mucho. De verdad me gusta.
— Hmm... Ya veo...
Frank sólo sonreía. Y Gerard estaba muy perdido en esa sonrisa.
Me gusta Frank...
Realmente me gusta.
Los días se fueron muy rápido, y pronto llegaron las vacaciones de primavera. El viaje a California se dio, justo como lo habían planeado, a excepción de que Jamia no pudo ir porque sus padres no la dejaron ir a un viaje donde estaría rodeada de chicos, y aunque tratara con todas sus fuerzas de explicar que allí no pasaría nada de lo que sus padres pensaban POR MUCHOS MOTIVOS (como que todos eran gays), fueron ellos los que tuvieron la última palabra. Su ausencia en el viaje fue lo único triste. Aunque los chicos le dijeron que la mantendrían al tanto de todo, no era lo mismo para ella ver el Frerard en fotos que vivirlo.
El resto, estarían en casa de la tía de Pete. Frank y Gerard asistirían juntos al festival de música.
La mañana era soleada y fresca a la vez, Gerard odiaba admitirlo, pero se sentía muy bien, no sabía si era por el clima o porque iba a ver a su banda favorita en concierto una vez más, por otra parte, Brendon le dijo: «Cuando uno está enamorado, siempre se siente bien». Haciéndolo enojar a propósito, claro está.
Mientras Gerard había ido a ese viaje sólo por el concierto, sus amigos lo veían como una oportunidad de crear un pequeño romance vacacional entre él y Frank.
— Oigan, chicos, escuchen un momento. — Dijo Brendon mientras él y Gerard se colocaban protector solar. — Necesito su atención... — Pete, Patrick y Dallon se acercaron. — Quiero decirles que hoy deberíamos tratar de darles un momento a solas a Gerard y a Frank.
Al escuchar las palabras de Brendon, el pelinegro apretó el pote de bloqueador tan fuerte que la crema terminó estallando.
Suerte que Frank no estaba con ellos para escuchar, eso habría sido peor.
— ¡Brendon! — Protestó.
— ¡Brendon nada! ¡Usted se calla! — Le dijo Dallon. — Todo esto lo hacemos por tu bien.
— ¡¿Tú también Dall?! ¡¿Los apoyas?!
— Claro que lo hago.
— ¿Quién no? — Dijo Brendon. — Además. Ya que claramente tú no harás nada al respecto, somos nosotros los que tenemos que darte aunque sea un empujoncito para que estés con Frank.
— ¡¿QUÉ DICES?! — Lo haló del cabello y lo sacudía muy fuerte. — ¡ERES DE LO PEOR, BEEBO!
— ¡DÉJALO! — Pete hizo que lo soltara, dándole un golpe muy fuerte en la espalda.
Todos tienen un complot contra mí. Me siento como si mis propios amigos estuvieran en mi contra.
¡Todos están tan mal!
— ¡Hola, chicos! — Frank apareció, Gerard se tensó de inmediato. — Encontré un perrito muy lindo saliendo del baño y me detuve a acariciarlo. — Se los quedó mirando extrañado al ver que en lo que apareció se hizo el silencio. — ¿Por qué tan callados?
— ¡N-nada! — Habló Brendon. — ¿Cierto, chicos?
Todos asintieron con sonrisas angelicales, Gerard permanecía allí lleno de nervios.
— ¡Entonces no perdamos tiempo y vayamos al mar! — Exclamó.
Todos fueron corriendo detrás de él, menos Gerard, quien tuvo que ser arrastrado por Brendon y Dallon. Todos tenían ese empeño en que Gerard y Frank estuvieran juntos.
Como pasó muchos meses atrás en Coney Island, no fue difícil que se quedaran solos ellos dos, después de todo, que pasaran tiempo juntos, al final, era inevitable. Incluso terminaron jugando juntos; Gerard estaba sentado sobre un flotador, luego Frank lo empujaba en el sentido de las olas, después llegaba el turno de Gerard de empujar a Frank y así sucesivamente, de verdad estaban disfrutando juntos.
Gerard reía y se la pasaba bien a pesar de que una parte de él hacía que se sintiera incómodo con respecto a su grupo de amigos, ya que se sentía observado a cada momento. Y de hecho así era, mientras él jugaba con Frank, los demás estaban parados detrás de ellos mirándolos con sus estúpidas sonrisas, y cuando Gerard volteaba a mirar, de repente se ponían a jugar entre ellos con una pelota de playa y fingían que nada pasada, de modo que Gerard, al verlos, sintiera que estaba loco por pensar que lo vigilaban.
— ¡Gee, mira, un cangrejo! — Frank se acercó a él con el pequeño cangrejo ermitaño en las manos.
— ¡Qué genial! — Al intentar tocarlo, el cangrejo se escondió. — ¡Ay! Qué lindo ¡Es tan pequeño!
Reían juntos. Gerard se sentía observado de nuevo, y así era, pero de nuevo, volteó, e inmediatamente todos estaban haciendo cualquier otra cosa.
«Me están observando — de verdad que lo ponían nervioso. — están observando cada movimiento mío».
Estaba allí tan tenso viendo a sus conspiradores amigos que se sobresaltó cuando Frank volvió a hablarle.
— ¡Oye! — Gerard soltó un pequeño grito del susto. — ¿Por qué estás tan tenso últimamente?
— ¡En serio que eres un despreocupado, inconsciente de los problemas ajenos!
— No entiendo nada de lo que dices. — Rió. — ¡Toma esto! — Comenzó a salpicarlo muchas veces. — ¡Y esto! ¡Y esto! ¡Y esto!
— ¡ME CAYÓ EN EL OJO, MALDITO! — Se quejó el mayor cuando Frank dejó de salpicarle.
Frank comenzó a reírse a carcajadas, burlándose de él.
«Cómo odio su risa». Pensaba mientras lo miraba con odio, mirada de odio que luego se convertiría en un suspiro y una sonrisa... ¿A quién quería engañar? Amaba cuando Frank se reía.
— ¡Esto es venganza! — Comenzó a salpicarlo también y peor, como si tuviera intensiones de ahogarlo.
Así ambos iniciaron una pequeña guerra en el agua, guerra que habría durado un poco más de no ser porque de repente Gerard dejó de salpicar a Frank y se quedó completamente tieso allí parado.
— ¿Qué sucede? — Preguntó Frank un poco confundido.
Lentamente, el mayor levantó su pierna, dejando ver su pie todo ensangrentado; se había clavado un trozo de vidrio. Al ver el montón de sangre y el vidrio clavado en su pie, soltó el grito más fuerte que había soltado en toda su vida y casi se desmayó.
Todos tuvieron que dejar de jugar y divertirse para ayudar a Gerard a salir del mar y poder atenderlo, suerte que Pete, como la mamá oficial de Gerard y Brendon, sabiendo que eran muy torpes y siempre sufrían accidentes (sobre todo Gerard), había llevado un pequeño kit de primeros auxilios en su mochila.
— De verdad que eres torpe. — Le dijo Frank una vez que vendaron su pie.
Estaban todos en un pequeño kiosko en ese momento.
— Estoy bien, gracias por preocuparte. — Contestó Gerard con tono sarcástico. — No se preocupen por mí, sigan divirtiéndose, yo me quedaré aquí y cuidaré sus cosas.
— ¿Qué? Pero... — Entonces Brendon tuvo una gran idea. — ¡Pero, Frank! ¿Por qué no te quedas a hacerle compañía a Gerard para que no se aburra?
— Eh... Eh... — Y vinieron los nervios. — N-n-n-no hace f-f-falta... Yo estaré bien solo, chicos.
— Pero estás herido. — Dijo Pete. — No puedes quedarte solo.
«Es que son despreciables». Se dijo a sí mismo mientras fulminaba a sus amigos con la mirada.
— No hay problema. — Dijo Frank. — Me puedo quedar contigo.
— Ya dije que no es necesario.
— No, no, en serio. Brendon y Pete tienen razón, no puedes quedarte solo estando herido.
— No quiero arruinarte la diversión, Frank.
— De todos modos mi objetivo principal de hoy es broncearme.
— Bien. — Dijo Patrick. — Entonces tú y Gerard pueden broncearse juntos.
— ¡Ya dije que estaré bien solo! N-no se preocupen por mí.
— ¿Tienes algún problema? — Frank frunció el ceño.
— Sólo digo que no tengo interés en broncearme, y menos contigo. Además, de nada te servirá broncear ese escuálido cuerpo tuyo, no te verás mejor. — Ese comentario hizo enojar al menor.
— ¡¿Qué fue eso?!
— ¿¡Si tienes todo este tiempo para gastar, por qué no vas y haces otra cosa?!
— ¡YO SÓLO QUERÍA SER BUENO Y HACERTE COMPAÑÍA! PERO SI ES ASÍ... ENTONCES ME IRÉ. — Tomó a Dallon y a Pete de un brazo. — Vamos a nadar, muchachos.
— ¡Pero yo quería estar con Patrick! — Protestó Pete.
— ¡Y yo con Brendon!
— ¡VAMOS, DIJE! — Se encaminó a la salida, arrastrando con él a sus dos amigos, pero luego se giró un momento hacia Gerard. — Por cierto, Way ¡Algún día me convertiré en abogado y te voy a demandar!
— Un gnomo abogado. — Rió el mayor. — Eso sería muy gracioso.
Una vez solos, Brendon descargó toda la ira que estaba sintiendo con Gerard.
— OYE, IDIOTA. — Le gritó al oído. — ¡¿QUIÉN TE DIJO QUE TENÍAS QUE PROVOCAR QUE ÉL QUISIERA DEMANDARTE?! ¡LA IDEA ES QUE LE DECLARES TU AMOR, NO ESTO!
— L-lo siento... — Contestó cabizbajo. — Es que él de verdad me saca de quicio.
— Y tú nos sacas de quicio a nosotros. — Habló el pequeño Patrick.
De esta manera, Gerard arruinó las cosas para sí mismo; así que cuando sus amigos se divertían en la playa, él estaba sentado en la arena bajo una sombrilla para protegerse del sol, con sus gafas oscuras puestas y un punzante dolor en la planta del pie.
— Gee... ¿Estás solo? ¿Quieres que nos divirtamos juntos?
Cuando levantó la mirada, pudo ver a Frank parado junto a él con dos latas de refresco en las manos.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
— Descansando.
El menor se sentó a su lado, dejó una lata de refresco junto a él y comenzó a beber de la suya.
— Gra...
Gerard iba a tomar la lata, pero Frank no se lo permitió.
— No dije que fuera para ti. — El comentario del menor hizo que se detuviera. — Me voy a tomar las dos ¡¿No tienes vergüenza?!
— ¡¿QUÉ?! ¡¿ENTONCES POR QUÉ NO PUSISTE LA LATA DEL OTRO LADO?! — Replicó.
— Sólo bromeaba, no es para que te enojes tanto. — Dijo conteniendo la risa. — Tómala... Pero ten cuidado de bañarme en refresco, por favor.
— Qué molesto. — Fue lo único que pudo decir antes de agarrar la lata.
— ¿Y de quién es la culpa? Tú fuiste quien comenzó molestándome. Yo sólo te estoy regresando el favor.
Gerard se estaba comportando muy serio, ni siquiera tenía ganas de discutir.
— Gracias por la bebida. — Fue lo único que dijo.
Frank quedó muy impresionado con sus acciones. Se suponía que era el momento perfecto para que Gerard se alterara y tuvieran una más de sus magníficas peleas, pero no, el mayor simplemente lo dejó todo así.
— En serio que hoy estás extraño. — Provocó que el pelinegro escupiera un poco de refresco.
— ¿Qué? — Lo miró con un leve sonrojo en sus mejillas, sonrojo que Frank pasó por alto.
— Estás muy callado ¿Te sientes mal?
— S-su... Supongo que es porque me lastimé. — Soltó una pequeña risa nerviosa.
— ¿Todavía te duele? — Preguntó con sincera preocupación. — ¿Quieres que vaya por alguna medicina para el dolor o algo?
— Pues... N-no... Estoy bien. — Dejó de mirarlo a los ojos y sólo posó su vista en la arena.
— Entonces bien. — Frank hizo lo mismo, sólo que él se quedó mirando fijamente al mar, donde estaban los muchachos observándolos.
— Frank... Eres un buen chico. — Se atrevió a decir.
— ¿Y ahora es que te das cuenta?
— Qué pasaría si... — Respiró hondo y suspiró.
— ¿Qué?
— ¿Qué pasaría si yo accidentalmente me enamorara de ti?
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