10.Valentine's Day Is Close

— ¡Tiempo sin verte, Gerard! — Ambos se encontraron en el supermercado por casualidad de la vida, justo el mismo día sus madres decidieron obligarlos a ir de compras.

Eso fue el sábado antes de que las clases comenzaran nuevamente el lunes. Gerard estaba esperando a que su mamá pagara los víveres para irse, ahí fue cuando llegó Frank, quien además de ese saludo, le dijo:

— ¿Engordaste desde la última vez que nos vimos?

— ¡¿Quéee?! — Le dedicó una mirada asesina. — ¡Claro que no, imbécil!

Frank tenía unas ganas tremendas de hablar con Gerard y preguntar por los sucesos de la madrugada del primero de enero, pero sencillamente no iba a hacerlo por cuestiones de orgullo. Fue el mayor quien rompió el silencio con él, pues, hasta ahora, sólo estaban parados uno al lado del otro sin decir nada.

— Y... Frank... — Dijo de forma casual. — ¿Cómo te va con tu ex-novio?

— No sé de qué hablas, no hay nada. — Respondió cortante.

Y se formó un pequeño e incómodo silencio entre los dos hasta que el menor no pudo contener más sus ganas de preguntar por Lindsey Ballato.

— ¿Quién era esa chica?

— ¿Cuál chica?

— La que apareció de la nada y te abrazó en medio de la calle.

— ¿Hablas de Lindsey? — Frank se encogió de hombros fingiendo indiferencia, lo cual era muy contradictorio, pues, si no le interesara, no estaría preguntando. — Es una amiga de la infancia, es un año menor que nosotros, yo salí de primaria y a ella aún le faltaba el último año, se fue a vivir a LA con sus padres.

Frank escuchaba con el ceño fruncido, Gerard lo miró con sorna y dijo:

— ¿Por qué preguntas? ¿Acaso te importa?

— ¿A mí? Claro que no, más bien eres tú el que anda muy interesado en mi vida últimamente.

— ¿A qué te refieres?

— No sé... Ahora vives preguntando por mi ex.

— No lo hago porque me importe. — Fingió superioridad.

Pasaron todo el rato sin hablarse otra vez. Y habrían seguido sin hablarse de no ser porque, quince minutos después, Gerard levantó la mirada y pudo darse cuenta de que había un muchacho sacando una soda de un refrigerador, pero no cualquier muchacho, sino Bob Bryar. Bendita casualidad.

— Oye, Frankie... — Dijo de repente. — ¿No quieres ir por una soda?

— ¿Una soda? Pero...

— ¡Pues yo sí quiero una, vayamos!

Prácticamente se lo llevó a rastras hasta donde estaba su ex, hasta que quedaron frente a frente y Frank, inevitablemente se puso nervioso.

— Bob...

— Oh, hola, Frankie.

— ¿C-cómo estás?

— Bien... — Se quedó observando a Gerard, quien estaba parado detrás de Frank con una sonrisa bastante torpe. — ¿Es él el chico con el que fuiste al concierto?

— Holaaa. — Saludó lo más amigable posible. — Soy Gerard Way, lamento haber evitado que estuvieran juntos en año nuevo... De verdad no me esperaba que Frank llegara al concierto conmigo.

— No te preocupes, Gerard. En realidad, yo lo siento. — Dijo Bob. — No sabía que Frank había conseguido novio.

— ¿CÓMO? — Gritaron al unísono. — ¡No, no, no, no, no! ¡No es así!

— ¡NO HAY NADA ENTRE FRANK Y YO! — Gerard estaba logrando intimidar a Bob con sus gritos y su actitud de loco. — Te juro que no hay amor entre nosotros, así que si quieres volver con él, si tienes algo que decirle, creo que es el momento perfecto para que lo hagas, no te preocupes por mí ¿Bien? ¿Bien? ¿Bien? ¡¿Bien?! — Hablaba rapidísimo. — ¡Haré todo lo posible para ayudarte! No sé lo que haya pasado entre ustedes, pero los ayudaré a...

No pudo terminar, pues sintió cómo Frank lo halaba de su bufanda, lo hacía con tal fuerza que estaba comenzando a ahorcarlo, y el menor lo sabía, lo estaba haciendo a propósito.

— ¡¿Qué diablos estás diciendo, Gerard?! — Apretaba cada vez más fuerte.

— ¡¿Cuál es tu problema?! — Apenas podía hablar, estaba asfixiándose. — S-se supone que te estoy ayudando ¡Mal... Agradecido!

— ¡ESTO NO ES DE TU INCUMBENCIA! — Le gritó al oído con mucha rabia.

Estaban a punto de matarse a golpes en el puto supermercado de no ser porque Bob habló, sintiendo miedo de esos dos dementes.

— Emm... Chicos... — Los dos cesaron, Frank soltó la bufanda de Gerard lentamente. — Lo que yo quería era pedirle disculpas a Frank por haber terminado con él debido a su altura. Es que... No sé cómo explicarlo, pero me gustan más altos, era un poco incómodo besar a un chico tan bajo y caminar tomados de la mano. Nunca te lo dije porque es una razón muy estúpida para terminar con alguien y estoy consciente de ello, y me siento como un patán por haberlo hecho. No es que quiera volver contigo, porque he conocido a alguien nuevo que creo que me gusta y me gustaría ver qué pasa allí, además de que... Como puedo ver. — Esbozó una pequeña sonrisita mirando a los atónitos Frank y Gerard. — Tú ya estás haciendo tu vida también.

Frank iba a morirse, y Gerard también, pero de la vergüenza.

— Espera... — Dijo el pelinegro. — Estoy un poco confundido, pero... ¿Quieres decir que no quieres volver con Frank?

— Ajá, eso era todo lo que tenía que decir. De verdad espero que me entiendas Frank. — El menor sólo asintió. — Si quiero recuperar algo contigo, es nuestra amistad, que se basaba en hablar estupideces y jugar baloncesto, las cosas estaban bien así... Hay que admitir que como novios no funcionábamos.

—... Eso... Es cierto. — Admitió Frank.

— Bien. — Continuó el rubio. — Ahora que he sido sincero, me siento mucho mejor, fue bueno haberlo dicho todo. Ahora estoy en paz conmigo mismo. — Y la incomodidad volvió entre los tres. — Bueno... Yo... Ya... Me voy. Nos vemos, chicos.

— Adiós. — Se despidieron débilmente.

— Lo... Lo siento Frank. — Gerard se sentía tan estúpido. — ¡Lo siento muchísimo! Lo siento tanto, tanto, tanto ¡Es en serio!

— ¿Ah? — Musitó un poco tranquilo.

— ¡De verdad que soy un estúpido! Me merezco que me mates, puedes golpearme, patearme, hacerme lo que quieras...

— Pero Gerard...

— ¡Perdóname, por favor! No me esperaba que eso fuera lo que él te quería decir, de verdad esperaba que quisiera volver contigo. — Se sentía tan mortificado al respecto. — Te juro que mi intención era ayudar.

— No te preocupes más por eso ¿Sí?

— ¿De verdad estás bien? ¿No estás fingiendo?

— Para nada, Gee, más bien, gracias a ti pude escuchar lo que Bob tenía que decir, así que gracias.

— No tienes que agradecerme si no era eso lo que querías escuchar.

— No, no es lo que quería, pero sí lo que debía escuchar. Ahora que ya sé esto, podré olvidarme de él por completo y estar más tranquilo de lo que ya estaba. — Lo miró con solemnidad. — Estaré bien.


Nuestra apuesta de ver quién conseguía novio primero ya no valió de nada, fueron palabras que el viento se llevó.

Para cuando me di cuenta, ya San Valentín estaba muy cerca.


Era 2 de febrero cuando Gerard llegó temprano al colegio, tanto así, que en el aula de clases sólo estaban Brendon, Pete y un pequeño grupo de gente sentados al fondo. Ambos estaban mirando sus celulares en busca de un buen regalo para San Valentín. Por cierto, fue el 30 de enero que Brendon y Dallon se hicieron novios oficiales.

— ¿Y si cocinamos algo para ellos? — Sugirió Pete. — Sería algo especial.

— No es mala idea, podemos reunirnos en mi casa y preparar algún postre.

— Las galletas son fáciles de hacer.

— Sólo tenemos que buscar una receta y evitar que la cocina explote.

— Y también hay que evitar que los chicos mueran de una intoxicación.

— Sí, sí, seguro, tendremos que esforzarnos.

— Se ven muy contentos, chicos. — Expresó Gerard con una sonrisa gigante y sumamente falsa.

— ¿Qué? — Dijo Pete. — Si quieres puedes cocinar algo también con nosotros.

— ¡Genial! ¿Y el postre que prepare me lo puedo regalar a mí mismo porque me amo? ¡Pues no tengo a nadie a quien darle un puto regalo!

— ¿Y qué hay de Frank? — Dijo Brendon moviendo las cejas de arriba a abajo.

— ¡¿Frank?! ¡¿Por qué le regalaría algo a Frank?!

— ¿Recuerdas lo que pasó en el supermercado? Acabó con el corazón roto por tu culpa, igual que cuando lo de Jamia... Eso también fue tu culpa... Quiero decir... Tienes que compensarlo por todo lo que lo has hecho pasar ¿No?

Gerard se quedó sin argumentos para refutar lo que dijo.

— Eso...

— Es una buena idea ¿No? — Brendon guiñó un ojo.

— ¡Hola! — Frank llegó al aula, más contento que nunca, su rostro expresaba felicidad absoluta.

— ¿Por qué te ves tan feliz hoy? — Inquirió Gerard.

— Oh... Por nada... Sólo... ¡Esto! — Sacó de su mochila la razón de su felicidad, un disco, pero no cualquiera. — ¡Un tipo subastó en internet el álbum Fashionably Late autografiado por todos los miembros de la banda! ¡Me costó conseguirlo, me gasté todos mis ahorros, pero lo tengo en mis manos!

— ¡AAAAAHHH! ¡No puede ser! — Gerard tomó el álbum en sus manos. — Dios, pensar que los chicos tocaron este precioso álbum.

— ¡¿Verdad que sí?! ¡Es mi nueva reliquia!

— ¡Qué suerte tienes, Frankie!

Pete y Brendon los observaban con una sonrisa.

— Son tal para cual ¿No? — Dijo Pete.

— Así es. — Suspiró Brendon. — Los dos están tan emocionados que ahora mismo podrían estar juntos como pareja ¿Acaso Falling In Reverse son los responsables de eso?

Por la tarde, mientras caminaban juntos de regreso a casa, Gerard estaba analizando cómo sería si le regalaba galletas a Frank, cosa que llevaba haciendo todo el día, ninguno de los posibles escenarios le agradaban, para nada.

— ¿Te gustarían galletas o cupcakes para San Valentín, cariño? — Le preguntó Brendon a Dallon.

— Lo que sea que hagas estará bien para mí, porque sé que lo hiciste con amor.

Gerard y Frank los miraron con asco.

— Gerard nos ayudará con eso, por cierto. — Mencionó Pete.

— ¡¿Van a seguir con eso?!

— ¿En serio serán capaces de poner a cocinar a Gerard? — Habló Frank. — ¿Quieren envenenar a sus novios, chicos?

— ¿Qué me estás queriendo decir, gnomo?

— Sólo digo que cualquier chico que coma algún postre hecho por ti, se enfermará y morirá.

Gerard, en vez de gritar muy fuerte y discutir, se quedó en silencio, con una mueca triste. Frank de verdad esperaba que discutiera.

— ¿Gee?

— Tienes razón, Frank. No sé cocinar, nadie estaría feliz de recibir una galleta hecha por mí. No es como si ya haya tenido pareja antes, o como si tuviera un club de fans que crea que soy adorable.

— ¿Qué?

— Yo... — Miró hacia el suelo. Frank ya sabía lo que veía, iba a llorar, sin duda. — ¡Probablemente nunca dé ni reciba un regalo en San Valentín hasta el día que muera!

— ¿Qué pasa contigo? — Frank no entendía nada. — Estás actuando muy raro últimamente.

— No es nada.

Frank se sintió un poco triste por Gerard.

— Entiendo... — Suspiró. — Puedes regalarme algún postre si quieres.

— No te daré nada si lo vas a aceptar por lástima. — Se cruzó de brazos.

— No es así. — Expresó relajado. — Me gustan los dulces, pero de todos modos, me da igual si me das algo o no. No me importa. — De repente se giró hacia él con una sonrisa. — Me gusta mucho el pastel de chocolate ¿Sí?

Gerard lo miró sorprendido, luego con enojo. Sus amigos hacían el papel de espectadores en ese momento.

— ¡Yo nunca dije que haría algo para ti!

— Yo sólo decía... — Se adelantó hasta separarse del grupo e irse caminando por su cuenta.

Al día siguiente, más que nunca, las chicas de su club de fans perseguían a Frank por toda la escuela, Gerard no podía dejar de prestarle atención a este hecho.

— Supongo que todas esas chicas le darán chocolates a Frank... — Suspiró.

— Supongo. — Contestó Pete. — Es lo más probable.

— Si va a recibir tantos dulces, no creo que necesite que yo le regale algo.

— Pero Gee... — Lo miró con tristeza.

Habría añadido más palabras de no ser porque, justo en ese instante, corriendo por los pasillos apareció Lindsey Ballato, quien se abalanzó hacia Gerard en un gran abrazo.

— ¡Gee! ¡Es tan bueno verte de nuevo!


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