02.The Punishment

— De verdad creo que estoy enamorado, chicos. — Suspiraba Gerard a la hora del almuerzo a la vez que intentaba abrir su lata de Coca-Cola. — Dallon es tan hermoso que hasta se me olvidó que voy a tener que sentarme junto a Iero por el resto del semestre.

— Igual no entiendo cuál es tu problema con Frank. — Dijo Brendon mirando fijamente a Gerard mientras luchaba para abrir la lata.

— ¡¿Cuál es mi problema?! Mi problema es que es una gran molestia, siempre estamos peleando.

— Pero no le prestes atención, Gee... — Le decía el moreno bañando una papa frita en salsa de tomate. — A veces parece que te encanta pelear con Frank.

— ¡¿QUEEEEEE?! — Chilló el pelinegro, llamando la atención de todos. — ¡ESO ES UNA VIL MENTIRA!

— ¿Eso crees? — Brendon le dedicó una mirada retadora.

Gerard dejó salir un leve suspiro mientras que seguía tratando hasta con los dientes de abrir la bendita lata. A este punto, Brendon sólo podía observarlo fijamente mientras pensaba: « ¿El ser humano realmente evoluciona?».

— Yo sólo espero que el dúo dinámico no se meta en problema esta vez. — Continuó Pete.

— Yo igual... — Mientras tanto, Gerard hasta había comenzado a golpear la lata contra la mesa como un simio. — ¿Con qué fabrican estas cosas hoy en día? ¡Se supone que es abre-fácil!

— ¡Idiota, lo arruinarás! — Intervino Brendon, tratando de quitarle la lata a Gerard antes de que hiciera un desastre.

— DÉJAME, FRENTESAURIO. — Volvió a gritar. Todos lo miraban cada vez que gritaba, de verdad era muy escandaloso. — YO PUEDO SOLO, SOY UN NIÑO GRANDE.

Todo el mundo lo observaba, y Frank no era la excepción. Él apenas estaba sirviendo su comida en su respectiva bandeja en ese momento, y desde su posición, podía escuchar los gritos del pelinegro y verlo luchar con una simple lata como todo un neandertal.

— Vaya retrasado. — Musitó al observarlo.

El resto fue cosa de suerte.

Frank estaba caminando con su bandeja en mano, acompañado del resto del equipo de baloncesto, se dirigían a su mesa, cuando pasó junto a Gerard, la lata de Coca-Cola prácticamente explotó, y Frank pagó las consecuencias.

El pobre chico había quedado empapado, y Gerard no se quedaba atrás. Pete y Brendon ahogaron una risa, los demás sí explotaron en carcajadas.

— ¡¿QUÉ TE PASA IDIOTA?!

— Yo... — Gerard trató de disculparse, pero en vez de ello, tenía una sonrisa gigante en el rostro. — JAJAJA... — Aguantaba la risa. — Yo... Lo... — No podía contenerse más. — JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.

Soltó carcajadas que se escuchaban perfectamente en China.

— ¡¿Te parece divertido?! — Exclamó Frank. — Yo te enseñaré qué es divertido.

— JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ¿De qué...? — No pudo terminar de formular su pregunta cuando recibió un golpe en la cara con la ensalada que anteriormente estaba en la bandeja de Frank.

— Vaya. — El menor se rió también. — Ya le veo lo divertido... JAJAJAJAJAJA

— Eres un... — Tomó un plato con una hamburguesa en sus manos.

— ¡ESE ES MI ALMUERZO! — Gritó Pete. — ¿Por qué no lanzas el tuyo, estúpido?

Pero fue muy tarde, Pete tuvo que despedirse de su hamburguesa, la cual fue a parar en la ropa de un chico detrás de Frank, quien, claro, devolvió el ataque, dándole a Pete en vez de a Gerard, entonces Pete tomó la comida de Gerard y se la lanzó, pero le dio a otra persona, quien terminó lanzándole comida a Brendon, y así se dio paso a una guerra de comida, en la cual Frank y Gerard eran los líderes.

Eventualmente, el Señor Collins apareció molesto y los castigó a los dos por haber empezado todo el desastre igual que siempre, por lo cual los llevó con la directora para dictar su castigo.

— ¡Yo no debería estar aquí, Señorita White! ¡Fue él quien empezó! — Señaló a Gerard. — ¡Me bañó todo en refresco!

— ¡Pero no fue a propósito! Si hubiera sido a propósito, no me habría salido tan bien, porque a mí todo me sale mal.

— Me consta. — Dijo Frank. — La primera cosa que hiciste mal fue haber nacido.

— ¡NO PERMITIRÉ QUE DIGAS ESO, RATA DE LABORATORIO!

— ¡Silencio! — La directora tuvo que poner más carácter para que ambos guardaran la compostura.

— Señorita directora. — Frank unió ambas manos como si estuviera rezando, hasta estuvo a punto de ponerse de rodillas y todo. — Yo confío en que usted es una mujer buena y misericordiosa que sabrá perdonar a un chico que sólo se defendió cuando este gorila de acá. — Señaló a Gerard, quien lo miró con ganas de ahorcarlo. — Hizo explotar una lata de refresco porque es tan idiota que no puede siquiera abrir una lata de refresco. Por favor, si no siente lástima por mí, al menos siéntala por él.

— ¿Qué tienes que decir al respecto, Gerard?

— Pues... Es que... No es mi culpa que esa lata estuviera sellada para que ni Chuck Norris pueda abrirla, yo ni siquiera sabía que este hobbit pasaría por allí, es decir, ¿Cree que si hubiera tenido planeado esto, el plan sería mojarlo con refresco? Por supuesto que no, yo habría optado por agua a ver si así el pobrecito crece como una plantita. — Puso ambas manos en sus mejillas e improvisó una sonrisita dulce. — Una fea y deforme plantita que... ¡AUCH! — Recibió un pellizco por parte de Frank.

— ¡No dejaré que te burles de mí!

— Señor Way. — El semblante de la Señorita White comenzaba a dar miedo debido a lo molesta que se encontraba. — Ya que verdaderamente soy tan misericordiosa como su compañero dice, le daré una última oportunidad para argumentar en su defensa, si no, usted y el señor Iero tendrán que quedarse hasta tarde limpiando la cafetería y como cargo extra, también tendrán que regar las plantas en el jardín.

— ¡¿Cargos extra?! — Se quejó Frank.

— Sí, por hacerme enojar.

«Vieja maldita». Pensaron los dos al mismo tiempo.

— S-señorita. — Siguió Iero. — ¿No preferiría que mejor yo hablara? Es decir... Él... Él es un pobre niño enfermo que...

— Silencio. — Interrumpió severamente. — Tiene treinta segundos, Señor Way.

— No la cagues. — Le susurró Frank lo más cerca de su oído que pudo llegar sin ponerse de puntillas.

Gerard, con toda la seriedad del mundo, como si estuviera a punto de dar un súper discurso para ganar las elecciones presidenciales, se aclaró la garganta, se enderezó y juntó sus pies. De ello dependía salvarse de aquel castigo... Salvarse él, pues Frank le importaba una mierda.

— La justificación de nuestro comportamiento es simple; somos adolescentes. — La mujer enarcó una ceja. — No sabemos lo que hacemos, actuamos por impulso y a veces reaccionamos mal ante las cosas por culpa del constante estrés al que nos someten.

— ¿Estrés? — Inquirió la directora.

— ¿Estrés? — Frank hizo la misma pregunta arrugando el rostro, preguntándose qué coño se había fumado Gerard.

— Así es, estrés... Estamos creciendo, y estamos bajo tantas presiones que... ¡Todo es cada vez más difícil! ¿Sabe? Cuando era pequeño, me dijeron que cuando me hiciera mayor todos mis miedos se irían, pero ahora soy inseguro y me importa lo que la gente piense.

— Ay, no puede ser. — Masculló Frank cubriéndose el rostro. — Vaya estúpido.

— ¿Qué tiene que ver esto con su reprochable conducta, señor Way? No comprendo.

— ¡Pues todo! — Suspiró mirando hacia la nada con dramatismo. — Desearía volver atrás en el tiempo... A los buenos viejos días... — Suspiró añadiendo melancolía.

Frank estaba a punto de morir de risa porque la directora de verdad se estaba tomando en serio lo que estaba diciendo Gerard.

—... Cuando nuestra mamá nos cantaba para dormir ¡Pero ahora estamos estresados!

Frank terminó por estallar en una risa tan estruendosa que terminó por sacar de quicio a la directora.

— ¡¿Qué es tan gracioso?! — Frank seguía riéndose, y Gerard se encogió de hombros, fingiendo inocencia.

— Pensé que usted sabía que Iero tenía problemas...

— ¡CÁLLATE IDIOTA! — El menor dejó de reír de repente, y golpeó a Gerard en la cabeza. — ¡Tú eres el que acaba de argumentar con la letra de una canción!

— ¡Y habría funcionado de no ser por ti! — Le regresó el golpe. — ¿Tú crees que esta vieja conoce a los Twenty One Pilots?

Frank abrió los ojos desmesuradamente después del último comentario, y al caer en cuenta de lo que dijo, Gerard se giró lentamente hacia la directora con una cara de tragedia. La mujer prácticamente los estaba mirando con fuego en los ojos, como si los fuera a matar a los dos.

— ¡ME TIENEN HARTA! — El grito los asustó a ambos. — ¡Limpiarán la cafetería, regarán las plantas y estarán dos horas en detención toda la semana! ¿Entendieron?

— Pero... — Protestó Frank. — ¡No es justo! ¡Todo es culpa de Way!

— ¡Todo es TU culpa, maldito enano! ¡Tú fuiste quien se rió, ella se estaba creyendo todo el cuento del estrés!

— ¡SILENCIO! ¡Salgan de mi oficina antes de que termine de suspenderlos a los dos!

— S-sí, señorita. — Contestaron aterrados antes de salir corriendo hacia la puerta.

Ambos quisieron salir al mismo tiempo, así que se atoraron uno al lado del otro en la puerta, y ninguno tenía la intención de darle el paso al contrario.

— ¡Muévete, maldita ballena! — Exclamó Frank, forcejeando para salir.

— ¡Cállate, imbécil! ¡Déjame salir!

— Oh, sí ¿Dónde están mis modales? Damas primero. — Se echó para atrás sin avisar, y ya que Gerard seguía forcejeando, terminó por caerse de bruces contra el suelo.

— ¡Lo hiciste a propósito! — Se levantó y le dio un empujón al menor.

— Eso es lo que ganas por haberme arrastrado a un maldito castigo... ¡Castigo todos los días! ¿Ahora cómo haré con el equipo? ¡Esta semana empiezan las prácticas!

— Tampoco es que te necesiten, enano.

— ¡Cállate!

— ¡Cállame!

— ¡Eres insoportable!

No tardaron nada en estar gritándose todo el diccionario de insultos y golpeándose. Mientras tanto, Brendon y Pete los observaban a la distancia.

— Joder, esos dos son una amenaza. — Dijo Pete cubriendo su rostro.

— A mí me parece tierno.

— ¿Tierno? ¿Cómo puede parecerte tierno eso? Da risa, pero no ternura.

— Vamos, Pete... Tú sabes que los que se pelean se aman.

— Sí, pero es que... Sólo míralos... Sólo falta que le den un arma a cada uno para que terminen de matarse.

— Créeme, Wentz. Es cuestión del destino, el cambio de salones fue el inicio de todo, ahora pasarán más tiempo juntos y...

— Pelearán el doble de lo que peleaban antes. — Completó el moreno.

— ¡No! ¡Tonto! Ya verás, sólo es cuestión de tiempo... Ahora Gerard estará mordiendo el brazo de ese enano y halando su cabello, pero... En el fondo está pensando: "Amo a Frank Iero". — Dijo con aires de filósofo.

— ¿Tú crees?

— ¡Seguro! Conozco a Gerard Way como a la palma de mi mano.


No hay nada ni nadie a quien odie más que al maldito Frank Iero.


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