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Raúl miraba sin mucha emoción los pasillos del supermercado, no tenía ni las más mínimas ganas de estar ahí, pero siendo honestos ¿A quien realmente le gusta estar en el Mercadona a muy tempranas horas de la mañana?
—Raúl ¿Me estás escuchando? —le llamo la atención su madre, al percatarse que su hijo no le prestaba la más mínima atención.
—¿En qué día del año estamos? —preguntó, muy desorientado. Estaba seguro que no estaba completamente despierto.
Su madre solo negó con la cabeza y le pidió que fuese por algunos fideos instantáneos, al menos así no lo tendría detrás de ella, ya que parecía un loco que en cualquier momento saltaría sobre su carrito para comerse el pollo crudo que llevaba.
El joven acepto a regañadientes, era obvio que su señora madre quería alejarlo en lo que despertaba por completo, pero ¿Que no hubiera sido más fácil simplemente no llevarlo y dejarlo acompletar sus ocho horas de sueño?
—Ni siquiera me dijo de cuáles quería —se dijo a sí mismo cuando llegó al pasillo lleno de sopas y fideos instantáneos.
Estuvo apunto de tomar un par de sus fideos favoritos, pero estaba tan molesto por no haber podido dormir bien que se cruzó de brazos y miro con enojo a los productos del pasillo.
—Ve por fideitos instantáneos Raúl. Raúl, hijo, cuida a tu hermana menor. Raúl, debes ser más paciente. Raúl ¿Eri gay? —dijo con una voz en extremo aguda, como si imitará a su madre.
Obviamente quejarte de tus problemas familiares en con alta y en un pasillo de sopas instantáneas no era la mejor idea de todas, pero Raúl aparentemente estaba solo ahí, es más, creía que el lugar estaba tan solo que podría gritar y la única persona que le respondería sería su madre regalándolo por tardar tanto.
—Que rabia, más porque solo desayuné un puto pan y me estoy cagando de hambre —siguio con sus quejas—. Que ganas de estar en mi cama, acurrucado y levantarme a la hora que se me plazca, si para eso están los sábados, coño, lo para estar en el puto Mercadona a las cinco de la mañana comprando gilipolleces en descuento.
—Si, es algo jodido —le respondió una voz ya muy familiar, haciendo que casi pegara un tremendo brinco del susto.
En esos momentos Raúl no sabía si estar feliz porque no era la única persona en esa situación o estar malditamente molesto porque de todas las personas del mundo se tenía que topar justo con ese tipo.
—¿Tu mamá también ama los descuentos de las cosas que están apunto de caducar? —le preguntó Rubén, como si nada, antes de ponerse a su lado y tomar un par de fideos sabor caldo de pollo—. Estos me empezaron a gustar hace poco, te los recomiendo bastante.
Al no tener respuesta, Rubén volteó a ver al más bajo, y no pudo evitar sentir una extraña ternura al verlo cruzado de brazos y casi rojo del coraje.
—Sé que está jodido levantarse temprano, pero al menos acompañamos a nuestras mamis para que no les pase nada —dijo Rubén, en un intento de cambiar la mueca de alto enfado que tenía Raúl.
—Ni lo intentes. Hoy quiero estar cagadisimo con mi existencia y no voy a dejar que lo arruines —contestó firme, antes de tomar unos cuantos paquetes de fideos que vio e intentar huir de ese pasillo.
Raúl no entendía bien como Rubén lo hacía estar más enojado con la vida de lo que normalmente ya estaba para después eliminar ese enojo por completo, y tampoco lo quería entender, él quería estar amargado, solo he infeliz, ¿Que tan difícil era entender eso?
Pero antes de que pudiese escapar para amargarse en otro lado, sintió unos brazos rodearlo por la espalda, seguido por un pequeño beso en la cabeza.
—Tienes que trasformar toda esa energía negativa en positiva —le dijo el más alto, mientras empezaba a mecer a Raúl lentamente—, deja que el tito Rubius te ayude con eso.
—Ostia, tío, déjame estar enojado, quiero estar malditamente amargado —se quejo, aunque sonaba más como un berrinche.
Al contrario de lo que Rubén pensó, Raúl no ponía ningún esfuerzo físico por soltarse de su agarre, se quejaba porque quería estar molesto, pero hasta sierto punto, parecía que le gustaba el abrazo.
—¿Ya mejor? —pregunto Rubén después de un rato meciendo al mayor, seguido por pasar delicadamente la mano por el cabello de esté.
—Ni si te ocurra despeinarme.
—¿Estabas peinado?
Raúl gruño, como una niño molesto, sacándole una risa al contrario por eso.
—Eres como un bebé, o como un anciano amargado —soltó Rubén, ganándose otro gruñido por parte de Raúl, pero como sabía que no iba a atacarlo no le importo.
—Tu eres como una viejita con buena pensión, es más, hueles a lo mismo.
—¿Me estás oliendo? —cuestionó Rubén, abriendo los ojos algo sorprendido, pero sin soltar a Raúl del abrazo en ningún momento.
—¡Hazte el sorprendido! —exclamó Raúl, antes de soltarse del abrazo, pretendiendo seguir con su camino.
Rápidamente Rubén lo alcanzó. Ahora Raúl podría quejarse por tener piernas cortas y caminar malditamente lento.
El mayor no dijo nada, solo se dirigía a pagar los fideos que llevaba, pues no se iba a poner en busca de su madre, pues sabía que cuando esa mujer estaba en un lugar con ofertas; nada la detendría hasta llevárselo todo.
Todo estaba bien, hasta que Raúl ocupo pagar, y se dió cuenta que llevaba los pantalones del pijama, en los cuales no tenía bolsillos, por lo tanto, antes de salir no se había llevado su billetera, lo cual lo estaba haciendo pasar vergüenza con el cajero que lo miraba esperando a que pagará y él sin un duro.
Raúl estaba apunto de decir algo como: "¿Sabe que? Recordé que esos fideos saben a culo, ya no quiero nada" y poder irse tranquilamente, pero en eso, Rubén pago dichos fideos.
—¿De dónde coño sacaste dinero? —se apresuro a preguntar Raúl, después de meter los fideos en la bolsa ecológica que su madre le obligó a llevar.
—Existe algo muy lindo y mágico que se llama mesada, y como su nombre lo indica; se da al mes —informó Rubén, empezando a caminar, pues acababa de ver a lo lejos unas caja de cereal que parecían edición especial y tener un premio adentro.
Raúl pensó un poco en lo que diría y al final solo soltó:— Te lo pagaré después.
—No es necesario, después de todo, yo soy el hombre —contestó el más alto, sorprendiendo y confundiendo al contrario.
—¿Que coño dices?
—Asi es, yo me pedí ser el hombre de nuestra relación —aclaró Rubén.
—Los dos somos hombres.
—Entonses me pido ser el macho —contesto—. Tu serás el hombre y yo seré el macho, ya está, todos felices.
—En primera, ni siquiera tenemos una relación, y en segunda; en las relaciones de verdad eso de "hombre y macho" no existe, solo son dos hombres en una relación, sin necesidad de ponerse etiquetas —informó, tratando de seguirle el paso a Rubén.
—Suenas como alguien molesto por no poder ser el macho.
Raúl prefirió guardarse sus comentarios, sobre todo porque si estaba molesto por no ser el macho de esa relación inexistente.
—¡Raúl! —se escuchó la voz de su madre, acompañada por otra mujer. Las mujeres se acercaba a toda velocidad.
—¿Dónde te metiste, Rubén? —le preguntó la madre de este, notoriamente preocupada— ¿Porque no me dijiste que estarías con tu "amiguito"?
—No sabía que estaba aquí, me lo encontré —le contestó—. Mamá, ¿Compras este cereal? Tiene premio adentró.
—Ponlo en el carrito —respondio su madre, con una sonrisa.
Raúl y su madre solo se dedicaron a observar la hermosa escena de una madre amorosa convivir con su hijo amable y bien portado. Era algo muy nuevo para ellos.
—Espera, que no los había presentado —le dijo Rubén a su madre, antes de girar para quedar frente de Raúl—. El es Raúl, aunque su nombre en el club raro donde estamos es Auron, y ella es su mamá.
—Ella y yo ya nos habíamos conocido en el pasillo de cuidado personal, pero cuando me dijo que buscaba a su hijo el gilipollas desobediente no pensé que se refería a tu "compañerito". Mucho gusto, Raúl —extendio su brazo para estrechar su mano con la del contrario.
Raúl después miro a su madre, ¿Así es como se refería a él cuando no estaba presente? No le sorprendía mucho, pero aún así era cruel.
—Si, bueno, quien dijiste que tú dulce angelito se había perdido buscando chocolates pensé que hablabas de un niño de seis años —le respondió la madre de Raúl a la otra mujer, con una sonrisa.
—Ya ves, algunas madres cuidamos con tanto cariño a nuestros hijos que los vemos como niños pequeños en lugar de ex reclusos —dijo la contraria en respuesta, devolviéndole la sonrisa.
—Bueno, como nosotros no somos unos consumistas y ya terminamos de hacer las compras; ya nos vamos —hablo la madre de Raúl, antes de tomar por el brazo a su hijo y ponerse en marcha para irse.
—¡Nos vemos el lunes! —se despidió Rubén.
Raúl se limito a voltear a verlo y despedirse con la mano. Por primera vez en la mañana, se dió el lujo de sonreírle a alguien.
—¿Verdad que son un amor, mamá? —le preguntó Rubén a su madre, la mujer solo sonrió y le dijo que metiera su cereal al carrito.
Alv me mame gente, esta vaina me quedó más larga de lo normal, eso quiere decir que estoy en modo Moru escritora profesional xd
*Aclaraciónes*
-Rubén esa mañana si olía a viejita con buena pensión
-La mami de Raúl no ve a su hijo como un ex recluso, lo ve como un futuro recluso
Weno, esto ya es todo por hoy, si ven algún error lo siento, mi hermana estaba medio dormida cuando reviso el capítulo xd
Recuerden que yo les quiero mucho y que hoy es el cumple de mi bebé Aioria y ando muy feliz (´;ω;`)🍓💖✨
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