Capítulo 04

Capítulo 4. Trato

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas. ¡Recuerda dejar tu voto y comentario, y compartir este libro con más personas!

Se había saltado el entrenamiento, sólo para ir con Jungkook a un lugar donde poder recriminarle. Se encontraban cerca del bosque que abrazaba el Colegio Mayor universitario, un lugar distante y al aire libre, donde nadie podría alcanzar a verles ni escucharles.

—¿Puedes convertirte en cualquier persona?

—¿Ahora vas a insinuarme que tome la forma de Jimin cuando lo hagamos?

—Mira, Jungkook, que te quede claro una cosa. No voy a volver a hacerlo contigo. Se acabó el trato. Si tú no cumples con tu parte, yo no haré nada.

—Qué insoportable eres —susurró, con fastidio.

Taehyung perdió definitivamente los estribos.

—Lárgate —le recomendó.

Jungkook frunció el ceño.

—No se juega con la comida, ¿no te lo enseñó eso tu madre?

—No estoy jugando. Voy en serio. Lárgate —le arrojó, irritado—. Y como vuelvas a aparecer en mi casa, como ayer...

—Estás majara. ¿No podían haberme vinculado a un humano un poco más cuerdo? ¿Tenías que ser tú?

Taehyung se lanzó hacia él.

—¡Sabes perfectamente a lo que me refiero!

—En primer lugar —pestañeó varias veces—, baja la voz. Tu timbre es irritante. En segundo, no he ido a tu casa desde la otra vez, y, por si me lo preguntas, tampoco he ido a asustarte. ¿Para qué coño iba a querer hacer eso? Si he venido hoy es porque tenía hambre.

Taehyung le contemplaba con una palpable desconfianza. No podía culparle después de todo. En parte, Jungkook podía reconocerse a sí mismo que se había aprovechado un poquito del asunto. Pero, ¿por qué no iba a hacerlo? No tenía por qué tener en consideración a nadie, y mucho menos a un humano. Él hacía cuanto quería, aunque pensándolo bien, le sería más beneficioso empezar a cumplir sus condiciones si no quería tener que andar mendigándole por su energía vital...

Tras aquello, odió, detestó, rechazó la idea de tener que soportar a aquella criatura caprichosa. Se esfumó frente a él sin más dilación, y Taehyung se sintió frustrado.

El fin de semana llegó rápido y transcurrió sin grandes eventos que relatar. Taehyung comprobó la tarjeta de la fiesta de máscaras, la que Namjoon le había ofrecido el otro día. Era extraño. ¿Se trataba de otra manipulación de Jungkook? No había podido preguntárselo, a ese condenado le gustaba deshacerse como la nieve sobre el asfalto.

No obstante, Taehyung se había prometido resistencia. Jungkook se había convertido en un ser non grato; y pensaba declararle la guerra. ¿Acaso creía que bajaría la cabeza, como si fuera un niño obediente? Puede que él fuera un demonio, pero Taehyung era el príncipe desterrado de la universidad más cara de Seúl. En otra vida, puede que también un diablo. En esa, había aprendido a manejarse y relacionarse en la jungla, donde te convertías en la presa o en el depredador. No, Jungkook no podía con él.

Llegó el lunes, y cosas de lo más extrañas empezaron a suceder. En la cafetería, el café de la taza de Namjoon salió disparado hacia arriba y le manchó el uniforme. Taehyung, que estaba a unos metros, se quedó alucinado, igual que el resto de los estudiantes. Una chica le apartó la taza de la mano y lo excusó diciendo que a lo mejor era porque estaba demasiado caliente.

A Taehyung casi le descolgó la mandíbula cuando oyó una risa oscura tras de sí. Todavía sujetaba su bandeja con la ensalada al girar la cabeza. Atisbó el rastro sobrenatural de una cola negra y retorcida huyendo hacia la puerta, difuminándose, como la calada de un cigarrillo. «¿Jungkook?», dudó, parpadeando. Y bien, le había dicho que no podían ser llamativos, pero debía reconocer que aquello tenía su gracia. Sobre todo, ver a Namjoon el resto del día fastidiado entre clases por no tener un recambio de la camisa.

En el entrenamiento de waterpolo, agradeció enormemente que Sunghwan se retirase en el último momento. Según él, tenía un extraño dolor de cabeza y prefería volver a casa. El entrenamiento fue bastante más amistoso sin su presencia. Tras salir de los vestuarios, Taehyung se tropezó con un profesor de medicina. El hombre le sonrió y le felicitó por sus notas. Entonces le comentó que recientemente había estado recibiendo unas prácticas muy interesantes, y pensaba enviarle alguna oferta de las clínicas en las que podría probar a convalidar algunos de sus créditos. Taehyung estaba asombrado; el profesor le dijo que le enviaría un correo electrónico esa misma semana para que las revisara.

Tras todos esos eventos, el chico se preguntó si había sido influenciado por un ser sobrenatural. Era una pasada. ¿Era cosa de Jungkook? No podía pensar en él como un ángel de la guarda, él no encajaba ni de coña en ese perfil. De hecho, a Taehyung le incordió la cantidad de golpes de suerte que estaba teniendo esa tarde.

Fue cuando regresó a casa, que recordó que Jaseon iba a recoger al aeropuerto a su madre. Taehyung no le acompañó, y a eso de las ocho de la tarde, salió a hacer footing.

Corría por la larga y tranquila calle que consistía en solo una carretera, más metros y metros de verde paisaje. No tenía vecinos cercanos, era lo bueno. El sol se había ocultado en el horizonte y él llevaba la capucha del chándal sobre la cabeza. En unos minutos, empezó a sudar, se detuvo en un parque cercano y se inclinó sobre una fuente de agua para tomar un trago. Tras ello, volteó la cabeza como acto reflejo y vio a otro corredor con gorra y capucha, que aminoraba los pasos tras él. Taehyung recuperó su carrera, se detuvo en un paso de cebra y volvió a subirse la capucha sobre la cabeza. Casualmente, atisbó al mismo corredor detenerse tras él, a unos cuantos metros.

Quería pensar que era simple casualidad, pero algo en su pecho se agitó. Continuó con la sesión de footing, en dirección a casa, y giró una vez más la cabeza. Efectivamente, el hombre le seguía. No podía verle el rostro, que se ocultaba bajo la gorra y capucha. Algo no iba bien, y aquella sensación la había tenido durante días.

Taehyung dobló la calle y continuó corriendo hacia la casa, esperando perderle durante el trayecto. Callejeó por una zona contigua, esperando desviarle. Pero si apretaba el paso, aquel desconocido también lo hacía. Taehyung se sentía jadeante y sudoroso cuando bajó la calle, y llegó hasta la verja que rodeaba la casa. Estaba realmente asustado. El hombre había desaparecido, pero a él le invadía una sensación de inseguridad.

Al entrar en casa, supo que su madre ya había regresado del aeropuerto. El ambiente olía a perfume, provenía música desde el salón y él atravesó el arco que daba a la estancia, vislumbrando una gran copa de Martini con aceitunas sobre la mesa de café.

—¿Mamá? —formuló, anonadado.

—Taehyung, ¡aquí estás!

Ella dejó el teléfono móvil a un lado, se levantó del sofá vistiendo una bata de terciopelo de color rojo que se anudaba a su cintura, y se aproximó para darle un inesperado abrazo. Taehyung se quedó de piedra, ¿contacto físico? ¿Una muestra de cariño? Caray.

—E-Estoy sudado —se excusó, rascándose la sien con un dedo.

—Oh, mi hijo se ha convertido en todo un hombrecito —entonó mirándole de arriba abajo, como si llevara una eternidad sin verle—. ¿Cómo va el instituto?

—Estoy en la universidad.

—Sí, sí. ¿Y las notas?

—Diría que bien, uhmn...

—¡Perfecto! Oye, cielo, el viernes saldré de viaje a Saipán. ¿Por qué no te vienes conmigo? Puedo sacar dos billetes en primera clase, hace tiempo que no viajamos juntos...

Taehyung frunció ligerísimamente el ceño, se mordió el labio con brevedad y suspiró.

—Mamá, no puedo. He empezado el segundo semestre, tengo parciales y trabajos que...

Ella posó una palma en su hombro, adelantándose a sus palabras:

—Sabía que eras demasiado responsable. Puedo viajar yo sola, ¿de acuerdo? —dijo sonriente, entonces pasó de largo y agarró su Martini, dándole un sorbo—. Quiero visitar a la tía Yuna, y quedarme allí una temporada.

—Pero si está en Japón...

—Sí, por eso. Ya lo he hablado con ella. El verano pasado fue maravilloso. De hecho, diría que me gusta más Japón que Corea. Últimamente, el ambiente es más tranquilo. Aquí, en Seúl, uh, hay como mucha ansiedad, ¿no te lo parece?

—Creo que Tokio será igual.

—Pero no hablo de Tokio, me gusta el norte del país.

—¿No vivía Yuna, con su familia, en Tokio?

Ella se encogió de hombros, se aproximó al sofá y se sentó, volviendo a manipular el teléfono entre los dedos. Taehyung rodó los ojos sin que lo viera.

—Voy a darme una ducha —dijo Taehyung en tono neutral, y salió del salón.

No era que su madre le pusiera de los nervios, pero, a veces, pensaba que estaba viviendo una adolescencia tardía. ¿Es que no podía pensar un poco en su casa? ¿En qué, técnicamente, su propia vida estaba ahí? Trató de liberarse del fastidio en una ducha, luego se enfundó en un pijama lila y se sacudió el cabello con una toalla. Bajó la escalera y se metió en la cocina; Jaseon había dejado preparada su cena en una bandeja y en varios recipientes perfectamente cubiertos para que no perdiesen el sabor y aroma. Una ensalada con almendras, y tiras de pollo a la plancha. Él robó una aceituna negra de la ensalada y se la metió en la boca. Agarró la bandeja, cuando un extraño eco atravesó su cabeza.

Fue como si entrara por su oreja derecha y saliera por la izquierda. Repentinamente, el ambiente estaba neblinoso, turbio. El suelo ondulaba. Él bajó la cabeza, fijándose en sus pies descalzos. Parecía que caminaba sobre una llana superficie de agua. Estaba fría y el suelo era negro al igual que las paredes. La bandeja le tembló en las manos, volviendo a colocarla sobre la isla de la cocina.

Llevó la vista hacia todas direcciones y notó algo. Una sensación desesperada y petulante. Hambre. Mucha hambre. ¿Odio? Inquina. Más hambre. Él notó como una fría aura lo envolvía. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba ocurriendo? Avanzó entre las sombras, y tras la puerta, vislumbró lo que parecía la escalera circular de la casa.

Tras él, un murmullo siniestro resonó y se dio media vuelta. El corazón le iba muy rápido cuando finalmente pudo verle. Un ser huesudo, grisáceo, sin pelo. Con el cráneo abultado y unos gigantescos cuernos de carnero. Caminaba hacia él, sus dedos eran largos y formaban garras, y no tenía ojos, solo unos globos oculares blanquecinos, pero que parecían clavarse en él. Taehyung ahogó un grito. Retrocedió unos pasos y entonces salió corriendo con toda la velocidad que sus piernas le permitieron. Subió las escaleras y se tropezó con la última. Tocó el suelo con una mano y logró incorporarse antes de caer de bruces. A continuación, corrió hacia su dormitorio como aquella noche; se metió en la habitación y cerró de un portazo tras él, apoyándose en la condenada puerta.

—Dios. Dios, ¿qué es eso? ¿Qué coño era eso? —se repitió en voz baja, aterrorizado.

La puerta recibió un golpe y resonó con un estruendo. Taehyung gritó de verdad, estaba temblando y aterrado, cuando una figura apareció a su lado. Le costó unos segundos reconocer a Jungkook de lo asustado que estaba; se tapó la boca y trató de contener su agitada respiración, que alcanzaba preocupantes niveles de ansiedad. El pelinegro se aproximó y le agarró una muñeca, sus dedos se deslizaron hacia su palma, cuyas yemas se apretaban con fuerza. El humano tenías los ojos casi fuera de las órbitas y los llevaba a cada lado con ansiedad, comprobando que esa cosa no había entrado ahí.

—Hay un monstruo. Lo vi hace unos días, no sé cómo ha entrado...

—Es un búer —masculló Jungkook, y reprodujo unas palabras en una lengua que no reconoció—. Tiene hambre...

—¡Mi madre está en casa!

—La mujer está bien. Esa cosa no va detrás de ella, va a por ti —expresó con una pasmosa calma, y le levantó la barbilla con unos dedos para que le mirara.

—¿Q-Quiere matarme? —farfulló Taehyung.

—Claro que sí.

La respuesta de Jungkook no le ayudó lo más mínimo.

—Había agua en el suelo. ¿De dónde sale? —reprodujo fuera de sí.

—Mírame, Taehyung —exigió de nuevo.

Solo entonces, Taehyung levantó la mirada y se percató de su mantenían una mano enlazada sobre su propio pecho.

—Creo que esto es culpa del ritual —Jungkook le bajó el labio inferior con el pulgar, volviendo a repetir aquel extraño gesto—. Pero en tu labio pone mi nombre, así que está bien.

El ceño del chico se frunció de preocupación. Jungkook levantó su mano derecha y comenzó a desvendarla. Taehyung intentó zafarse de él, pero el tipo le agarró bien y le dijo que dejara de comportarse como un niño molesto y se estuviera quieto. Él le miró con malos humos.

—Tenía que haberte quitado esto antes, me apuesto a que la sangre está haciendo que te persigan —dijo Jungkook.

Las vendas de su mano se escurrieron hasta el suelo. Taehyung apretó la palma y los dedos, protegiéndose la herida que lenta y dolorosamente se había estado cerrando esa semana en su mano. Apenas había podido pasarse por las piscinas desde que la tenía.

—Q-Qué haces, déjame...

—Cállate, cabeza hueca. Y abre la maldita mano.

Jungkook le obligó a abrir los dedos, pese a su negativa. Por un segundo, incluso le lastimó en el forcejeo en el que Tae finalmente cegó con los ojos cubriéndose de lágrimas por el escozor. Cuando extendió la palma abierta ante él, vislumbró algo aún más inesperado: el demonio inclinó la cabeza y pasó la lengua por encima de la herida.

Taehyung casi se atragantó con su propia respiración. Le dio grima, asco, se quejó y de paso le insultó. ¿Acaso aquello era algún tipo de fetiche para los demonios? ¿Le gustaba la sangre? Porque la segunda lamida sobre su palma le hizo retorcerse, especialmente cuando descubrió que era su lengua bífida.

—Deja de hacer eso —musitó, vacilante, y segundos previos vislumbró cómo su herida comenzaba a cicatrizar.

Taehyung estudiaba medicina en una universidad privada, nunca había visto una regeneración como esa. Ni la mejor medicina, ni ungüento, ni tratamiento. Era imposible. En cuestión de unos instantes, la herida se cerró creándole un gran hormigueo en la mano. Apenas quedó una suave cicatriz que siguió difuminándose a un ritmo más lento. El alivio le invadió, le dirigió una mirada de asombro y se ruborizó un poco.

—¿Cómo...? ¿Cómo lo...?

—Te dije que no te haría daño, ¿es que eres sordo? —dijo Jungkook, visiblemente molesto con él—. No pienses que voy a ser tu niñera, ni nada de eso. Primera y última vez que te ofrezco mis servicios de curación.

Entonces tiró de su mano y continuó caminado. Taehyung estaba helado. Ni siquiera tenía fuerzas para discutir. El ambiente se distorsionó antes de que abriera la boca. El dormitorio dejó de parecer su habitación; se tornaba más oscuro, desprovisto de color, y el suelo volvía a tener una capa de agua que se ondulaba bajo sus pies.

—¿Qué está pasando?

—Te arrastro a través del velo —respondió.

—El agua...

—Eso no es agua. Se llama siris. Es la atmósfera del velo. Por algún motivo, lo has estado atravesando tú solito. ¿Voy a tener que ponerte un collar de perro, Taehyung?

—¿Cómo lo has hecho? —él le miró con los ojos muy abiertos.

—Porque tu alma me pertenece, y puedo hacerlo —respondió con naturalidad y pizca de arrogancia— si quiero.

A continuación, se dio arrastrado por la firme y férrea mano de Jungkook, que se lo llevaba hacia otro lado.

—¿A dónde vamos?

—A ver a ese búer. Apuesto que se muere por despedazarte.

Jungkook dio unos pasos, pero Taehyung le retuvo a través del lazo de su mano. El demonio giró la cabeza para mirarle; él le contemplaba aterrorizado.

—¿Por qué? Has dicho que quiere matarme —replicó en tensión.

—Bomboncito, no dejaré que te haga daño. Tú solo, sígueme.

Aun así, su corazón iba muy rápido y le clavó una punzada cuando lo atisbó tras Jungkook, a unos metros. Taehyung luchó contra el agarre de su mano, tratando de zafarse con todos los métodos, pero él le tenía bien sujeto.

—Eres un testarudo, ¿eh? —formuló Jungkook con fastidio.

—V-Viene para acá... Viene...

Entre sus farfullo e intentos de escape, la criatura se aproximó lo suficiente como para que se le helasen las venas. Era horrible. Sus pasos sonaban pesados. Medía casi dos metros de altura y tenía una cornamenta monstruosa. Ojos vacíos. Hambre. Taehyung oyó lo que parecía un sonido gutural, grave y distorsionado, que debía estar brotando del fondo de esa garganta monstruosa. Tenía tanto miedo, que cambió radicalmente sus intentos de escape por refugiarse en Jungkook. Casi hundía la cabeza en su pecho. Segundos después, notó los brazos del demonio alrededor de sus hombros.

Su respiración irregular pegaba contra el cuello de su camisa, apretó los parpados y los dientes con tanta fuerza que casi se mareó. Hambre. Hambre. Desollar. Deshuesar. Era como si unas palabras invisibles le atravesaran. Como si pudiera presentir su necesidad.

—Quiere arrancarte la cabeza. Este tipo son de lo peor; siempre tienen hambre y adoran que su caza esté aterrorizada. Las altas dosis de miedo saben mejor en la carne, y complacen a su paladar. Son lo peor desmembrando criaturas —explicó Jungkook, manteniéndole pegado a él—. Lo dejan todo hecho un desastre, vísceras, órganos...

Taehyung tragó saliva pesada. Solo levantó la cabeza cuando Jungkook obró porque lo hiciera, obligándole a levantar la cabeza tras una frasecita en la que le llamó cobarde. El joven lo hizo, y lo vio más cerca que nunca, estaba frente a ellos y algo en su interior se encogió pensando que le atacaría.

—Tranquilízate —dijo el demonio sosegadamente—. Por suerte para ti, poseo una categoría superior a este tipo de esperpentos. No hará nada.

—¿Qué...?

—Se trata de jerarquía.

Jungkook levantó la vista y le dirigió algo en un lenguaje inentendible al búer. Taehyung volvió a alzar la vista. ¿No le tocaría por jerarquía? ¿Porque se suponía que no debía hacerlo? No quería abrazar Jungkook, pero en ese momento estrechó los brazos alrededor de su cintura y hundió la mejilla en su hombro, volviendo a llevar la vista hacia la monstruosa criatura. Notó el recelo en su cogote. Le contemplaba de forma perturbadora, con la boca haciéndose agua. La envidia, la inquina por no poder tocarle, sobrecogía a Taehyung.

Unos instantes después, empezó a hundirse en el agua por los tobillos, por las rodillas, y más allá de las caderas y torso, hasta ser tragado por completo. Desapareció.

—¿A dónde ha ido? —preguntó Taehyung con voz rasposa.

—A otro lugar donde pueda encontrar un mejor almuerzo.

—¿No regresará?

—No lo creo —admitió, y le sujetó el rostro con el pulgar, mirándole a su altura—. Hm, espero no tener reclamar a menudo a mi tentempié humano...

Taehyung le miró con cierta reserva.

—¿Qué le has dicho?

—Qué le voy a hacer cosas malas como se acerque a mi sustento. Cosas malas, de verdad.

¿Y pensaba que así iba a quedarse tranquilo?

—Había alguien más ahí afuera —señaló—. En la calle. Salí a correr y me seguía, pero... Pero tenía forma humana...

—Búscate un amuleto —sugirió Jungkook con tranquilidad—. Un crucifijo servirá. Espanta a los demonios de baja categoría.

—No entiendo, ¿por qué se supone que estaba aquí?

—Supongo que era por tu sangre. Esa herida es la que utilizaste para el ritual, abrir un portal y permitirme regresar. A lo mejor te ha conectado con el velo, yo que sé...

Poco a poco, el ambiente comenzó a aclararse y enfocarse. Estaban de vuelta en su casa, lejos de aquel lugar extrañísimo donde cada paso formaba un eco.

—¿Qué es el velo?

—Es un espacio reservado a entidades. Tú ni siquiera deberías poder cruzarlo.

El joven advirtió que se encontraban en el rellano de la escalera de la planta superior. Vislumbró a su madre pasar por abajo y volvió a ponerse en tensión.

—Mi madre. No puede verte...

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas. ¡Recuerda dejar tu voto y comentario, y compartir este libro con más personas!

Taehyung se lo llevó de un tirón hacia su dormitorio, y cuando le tuvo dentro (el contrario le había seguido con unas zancadas perezosas), cerró la puerta y bloqueó el pestillo. ¿Acababa de esconder a un demonio en su habitación? Efectivamente. Pero prefería hacerlo, a tener que explicarle a su madre quién era el tipo vestido de negro que venía a verle desde hacía poco.

Un segundo después, recordó que nadie más podía ver a Jungkook. Maldición. Tae le comprobó de soslayo, sintiéndose un poco infantil por haber hecho aquel movimiento. A Jungkook no pareció molestarle, de hecho, aprovechó el momento para empujarle y sin soltarle la mano, ahuecó la otra palma en su rostro y tomó sus labios.

Taehyung se quedó helado, manteniendo los ojos abiertos. ¿Cuántos besos le había robado a esas alturas? La textura y tibieza de su boca entorpeció su intento de habla. Jungkook continuó besándole, provocando que sus párpados se volvieran pesados. No estaba siendo exigente, más bien meloso y persuasivo. Advirtió que su espalda tocaba la superficie de la puerta y que su pecho estaba contra el de Jungkook tras unos segundos.

—E-Espera...

—Tengo hambre —gruñó sobre su labio inferior.

—No te emociones tanto —refutó Taehyung, escapándose de otro beso.

El otro ladeó la cabeza y se fue directo hacia el borde de su mandíbula, desperdigando por allí algunos besos más. Débil, débil de él, cuyos ojos se tornaron blancos unas décimas de segundo en las que lo disfrutó demasiado. Era una condena. Pero con una fuerza de voluntad sacada del mismísimo averno, agarró a Jungkook por el cuello de la chaqueta y lo sacudió con irritación.

—No voy a follar —farfulló muy molesto.

—¿Te salvo la vida y te pones tiquismiquis? —le lanzó el diablo con humor, muy de cerca.

—Me traicionaste —le recordó volviéndose tirante—. Te hiciste pasar por Jimin, dos veces. No me voy a volver a acostar contigo, de hecho, no voy a volver a permitirte que te acerques a mí después de la situación en la que me pusiste en el baño de la universidad el otro día. A partir de hoy, entras en huelga de hambre, ¿entendido?

Jungkook frunció los labios y le dirigió una adorable expresión.

—Estoy compensándolo, criatura estúpida. ¿Es que no te ha gustado lo de la cafetería?

Taehyung abrió mucho los ojos.

—Lo sabía. ¡Sabía que eras tú! —exclamó en un murmullo, y abrió dos veces la boca, alucinándolo—. ¡Has sido tú, toda la mañana!

Jungkook se mostró siniestramente orgulloso, como si hubiera hecho un gran movimiento con el que enmendar las cosas. Quería llevarse bien con Taehyung, pero sólo por motivos de alimentación: estaba pasando hambre y no le hacía gracia tener que recurrir a otros métodos. Taehyung le soltó, pasó por debajo de su brazo y se escurrió como un pez de su intento de seducción. ¡Cómo odiaba a los humanos!

—¿Por qué has forzado lo de mi recomendación para las prácticas universitarias?

—No he forzado eso.

Jungkook fue hasta su cama, se dejó caer y cruzó los brazos tras la nuca. A Taehyung le chocó verle tendido en su cama, en su dormitorio, con ese look de Dior que parecía sacado de una alfombra roja.

—¿Lo del profesor? ¿No has sido tú? —preguntó cruzándose de brazos.

—¿También quieres que le tire café a tu profesor?

—No, no —negó en voz baja—. No...

—Para querer conquistar el mundo, Tae, tus ideas todavía son algo pueriles —le dijo desde la cama—. ¿No te lo parece? —le miró, alzando la cabeza—. Antes, observé lo de tu familiar. Creo que ya sé por qué ansías tanto destacar. ¿Falta de atención en casa? ¿Un déficit de cariño? ¿Dónde está tu pobre padre?

—En el cementerio —declaró Taehyung.

Hubo un silencio. Jungkook le repasó con una mirada críptica.

—Y no hace falta que me psicoanalices —añadió el joven humano, que apoyaba las caderas en el borde de su escritorio—. Lo que quiero, no tiene nada que ver con eso. ¿Vas a colaborar o no?

—Convénceme —gruñó juguetonamente.

Taehyung pensó que por fin tenía algo. Había llegado el momento de luchar por recuperar el trono que le pertenecía. Quería empezar a contárselo, pero Jungkook estaba siendo, para variar, muy persuasivo.

—Ven aquí...

Era una invitación implícita y directa. Taehyung cedió para hacer más fácil la colaboración, como si su cama fuera una mesa de negocios. Se aproximó con la vista fija sobre él. Esa noche, Jungkook no presentaba rasgos demoníacos. El chico clavó las rodillas sobre el colchón y gateó aproximándose al demonio, hasta sentarse de rodillas. Sus ojos le lamían con lenguas silenciosas, de abajo a arriba, transmitiéndole un escalofrío. Su mirada no era precisamente sutil. Pero no se había esfumado. Estaba ahí, atento, anhelándole de forma muy perturbadora.

—Dame tu palabra de que responderás.

—¿Quieres negociar con el diablo?

—Dame tu palabra —repitió.

Jungkook apreció su asertividad.

—Está bien, te la doy —encogió los brazos, y posó la palma sobre su regazo—. Sube.

Sin discutirlo, Taehyung clavó una pierna entre las suyas y se sentó sobre uno de sus muslos. Las palmas calientes del demonio se posaron en su cintura con posesividad, bajaron de forma descendente hasta el trasero, donde se detuvieron.

—No vuelvas a hacerte pasar por Jimin. Si lo haces, me enfadaré contigo.

—No volveré a usarlo en mi beneficio —accedió el demonio, desde abajo. Sus yemas se desplazaban bajo la camisa del pijama, acariciando por encima de la goma fruncida del pantalón hasta llegar a su abdomen.

Taehyung notó un vértigo al percibir sus yemas trepando hasta su abdomen. Ardían sobre su piel y la erizaban a su paso, como si se atasen a la gravedad de sus células a ella. ¿Era una broma o le estaba respondiendo en serio? Se le habría hecho más fácil de discernir, si no fuera porque Jungkook sonreía con sus ojos oscuros.

—Mira cómo me tienes... Hambriento...

—¿Quieres una manzana?

—Tú eres lo único que sacia mi apetito.

Sólo con pensar en cómo lo hicieron aquella vez, Taehyung se sintió derretirse en un espeso, caliente y denso caramelo. Jungkook no era del todo de fiar y se había aprovechado de él, manipulado en el cuarto de baño, y de paso, traicionado. Pero su forma de acariciarle, de besarle, de tocarle, en ocasiones difuminaba su medidor de moralidad.

—Quiero que hagas que el comité de estudiantes realice una nueva votación para cambiar al presidente del semestre —musitó Taehyung.

—Y tú quieres ser el elegido —finalizó Jungkook, por él.

—Sí, debo serlo si quiero dar el discurso final de curso —reveló el chico, pensativo—. Pero Namjoon tendrá la mayoría de los votos. La última vez, solo un cuarenta por ciento votó por mí. Los quiero a todos.

—Para hacer eso, debo manipular un puñado de mentes.

—Hmh —asintió mordiéndose una uña.

—¿No querrás que lo haga famélico?

Taehyung arqueó una ceja. Le contempló desde arriba, sufriendo un poquito (y en silencio) por las caricias que dejaba bajo su ropa. Sentía reparo en volver a dejarse llevar. Miedo a que le tocara más allá. Además, su madre estaba allí, no podían hacerlo...

Mientras tanto, vislumbró a Jungkook mordiéndose sutilmente el labio. Él se hallaba apreciando que su química física era bastante singular. E iba a follárselo, eso lo tenía tan claro como que el hielo quemaba tanto como el fuego. Solo necesitaba manipularle un poco más para alcanzar su cometido, que tal vez sería en otro momento. Por ahora, le tenía justo donde quería, y se moría de ganas por probar unas migajas de pan.

—Mantenerme satisfecho es tu responsabilidad —expuso—. Siempre volveré a ti, Taehyung. Siempre.

El chico le observaba atento, con una mezcla de pudor y recelo.

—Necesito unos besos —agregó Jungkook, en voz baja—. Solo unos cuantos... Puedo extraer energía de estos, en una medida inferior. Tardaré un poco más, que si tan solo me dejaras tocarte —dijo con aquellas manos del pecado, deslizándose bajo la camiseta—. Tú decides, bombón.

Era una proposición directa y sencilla. O se besaban un buen rato, o le daba un orgasmo rápido. A Taehyung le ardía la cara, pensando profundamente en qué decidir. Lo suyo era una mesa de negociación, y para negociar, los dos tenían que dar su brazo a torcer y llegar a un punto intermedio. Mordiéndose el interior de la boca, se inclinó sobre él sin más remedio.

Jungkook extendió una palma ancha y presionó la mandíbula del joven, con los dedos justo detrás de su oreja. Sus labios se encontraron en un beso superficial, lento y tibio. Pero el demonio lo jaló rápidamente para besarlo, y lo giró y volcó sobre la cama, a un lado, atacándole en una posición más dominante en la que le aplastaba con su peso. Taehyung exhaló su aliento, su pretendida calma se esfumó bajo él y se relamió nervioso a unos centímetros por debajo de aquellos ojos negros.

—Tú lo has querido —musitó el pelinegro.

Le besó con unos maravillosos y mullidos labios que distrajeron su atención y apartaron sus réplicas. Su labio inferior se deslizaba suave y dulcemente entre los suyos. La boca de Taehyung se abría bajo una ligera presión de la lengua de Jungkook, y entonces, el chico levantó la mano para agarrarle la nuca, si bien el demonio atrapó su muñeca y la apartó, manteniéndola por encima del colchón y a distancia de él. Se ahogaba en deseo con la sensación de la lengua del contrario presionando contra la suya y lamiendo su paladar.

La mano izquierda de Jungkook trepaba por el exterior del muslo, deslizándose hacia arriba. La rodilla del joven se doblaba junto a su cintura, y él hundió las uñas y las yemas sobre la tela en cada trazo de sus caricias. Taehyung estaba perdido, y pensó que nunca lo habían besado de esa forma en toda su vida. Nunca se sintió sostenido de esa manera antes, y estaba obsesionándose un poco con cómo le hacía sentir ese pequeño y frenético instante. Inclinó la cabeza hacia atrás, con la boca de Jungkook descendiendo lentamente, besando la comisura de sus labios, bajando hasta la garganta, abriendo la boca para presionar la lengua allí. Los ojos de Tae se apretaron y ahogó un gemido cuando los dientes pellizcaron ligeramente su piel. Sus propias manos agarraron intentaron agarrarse a la camisa de Jungkook, pero el muy estúpido se lo ponía difícil. A esas alturas, se sentía palpitar en sus propios pantalones. Estaba dejando que le besara cómo y dónde quisiera, pese a que le tuviera mareado.

Al final, se quejó bajo Jungkook, sonando enfurruñado.

—No te desvíes tanto...

—Mhn, ¿no?

Jungkook regresó a sus labios con una sonrisa perversa, como si adorara tentarle.

—No...

Su boca fue capturada en otro beso, esta vez mezcla de una respiración jadeante y un poco de castañeo de dientes. Presionaba la mano contra la parte delantera de su pantalón: el bulto de allí era increíblemente tentador y no ayudaba a cuánto quería mamar a Taehyung. El humano le miró algo irritado desde abajo, prácticamente ardía, pero no quería continuar. El jadeo que dejó escapar cuando Jungkook le acarició el miembro por encima, sonó a una gloria y desesperación. Dios, le apetecía demasiado. No obstante, Jungkook se detuvo, sediento y divertido, y los dos se miraron en el momento.

Sus cuernos habían crecido y se hallaban a ambos lados de su cabeza, medianos y puntiagudos. Su cola se movió tras su espalda como la de un mimoso íncubo, y le regaló con una mirada chispeante, excitada, sedienta por más. Taehyung tomó aliento, no podía creerse que estuviera enmarañado a él, con piernas enredadas y bajo su peso. Pero contra pronóstico, Jungkook se había detenido y parecía estar conformándose con lo acordado.

El demonio se distanció e incorporó, pasándose el pulgar por el labio inferior, que sabía a él. Tiró de una gran fuerza de voluntad para no dejarse llevar por el apetito; la virginidad que había absorbido una semana atrás le tenía más o menos satisfecho. Pero en cualquier momento, necesitaría mucho más. Transcurrieron unos largos segundos, hasta que el humano se permitió liberar su lengua para formular algo.

—¿Puedo preguntarte una cosa? Pero no me lo cobres como comisión —dijo.

Jungkook se rio entre dientes, le miró de medio lado, él se había sentado en la cama y arrastrado hacia atrás, hasta apoyar la espalda en el mullido cabecero.

—Ya lo veremos.

—¿Dónde...? —empezó, no muy seguro, y carraspeó un poco esperando no ofenderle—. ¿A dónde se supone que vas todos los días? Cuando no estás, ya sabes, acosándome.

Jungkook levantó las cejas. De todo lo que podía haberle preguntado, ¿le interesaba saber a dónde iba, cuando no estaba detrás de él?

—Sí que eres tonto...

—¿Cómo dices? —arqueó una ceja, aparentemente molesto.

—Podrías haberme preguntado sobre Belcebú o los ritos satánicos donde se sacrifican vírgenes, y se celebran orgías al anochecer. Pero te interesa saber si cómo palomitas, y a qué hora me levanto de la cama. Fascinante.

—¿Acaso duermes? —reformuló, parpadeando.

Jungkook movió la cola, se levantó y entonces sus rasgos demoníacos se difuminaron como si alguien soplara una vela. Taehyung deslizó la mirada sobre él fugazmente; tenía una erección en el pantalón (Ahem, se habían estado besando bastante), la exquisita chaqueta negra se encontraba abierta y él se guardó las manos en los bolsillos del pantalón.

—Está bien. No te gustan las palomitas de caramelo, eres de los que sólo quieren con sal o mantequilla —se jactó Taehyung.

Le vio sonreír por un instante, si bien dio unas zancadas por su habitación y perdió la visión de su rostro, para su desgracia.

—No como comida humana —respondió al cabo de unos segundos.

—¿No puedo comprarte mandarinas? ¿Ni chocolate? —bromeó Taehyung, por si volvía a hacerle sonreír.

Jungkook le miró de soslayo, deteniéndose junto al mueble del armario que cubría toda una pared.

—Lo único que no se me hace vomitivo de vuestra comida, son las manzanas —declaró sin darle muchas más vueltas a aquella conversación.

—Vale... Si lo haces bien te compraré manzanas —le alentó.

Jungkook le contempló con suficiencia. No. No había funcionado.

—Y, ¿dónde vives? —se atrevió a volver a preguntar Taehyung.

Eso último le dejó en silencio. El castaño captó que no iba a responderle a nada más. Quizá había ido demasiado lejos. Pero, ¿no era lógico que quisiera saberlo? Un demonio encerrado durante más de cien años en un tablero, víctima de una maldición de la que no sabía nada. Si había ido a algún sitio, quizá era un lugar que conocía. A lo mejor estaba con alguien. Tal vez tenía una fortuna, ¿significaría eso que conocía Seúl? ¿O era su primera vez allí?

—¿Qué? ¿Es el lugar a donde llevas a las vírgenes, les arrancas la piel y montas tus propias orgías? Seguro que sus gritos te ayudan a conciliar el sueño —dijo con sarcasmo.

No le respondió, pero en su lugar afinó los párpados y sonrió con los labios, como si hubiera acertado. Taehyung estrechó los brazos que cruzaba sobre su propio pecho, reflexionando al respecto. Jungkook tenía el poder de la manipulación mental; podría llegar a cualquier lado con ello.

—Debes ser como Barba Azul. Si lo supiera, tendrías que matarme, ¿no?

—Exacto. De hecho, te llevaré allí cuando decida cómo quiero castigarte. Podría arrancarte esa lengua que tienes y hacer una sopa de miso con ella —relató Jungkook, arrastrando las sílabas—. ¿O debería probar con tus uñas?

Tae se mordió la lengua con eso último. Bravo, ¡acababa de hacerse sentir una profunda grima!

—Me muero de ganas —afirmó, sarcástico.

Jungkook no mostró ningún tipo de interés por volver a acercarse, así que Taehyung supuso que había tenido suficiente por esa noche. Además, no volvió a hacer conexión visual con él. Era como si le hubiera molestado tanta pregunta. El muchacho no pretendía arañar su finísima capa de vanidad, pero, ¿acaso los demonios también eran reservados?

Un poco después, Jungkook le recordó lo del crucifijo. Se esfumó tras un «buenas noches» potencialmente frío. Y Taehyung se quedó en su habitación a solas, acompañado de su incertidumbre. Terminó escurriéndose sobre la colcha, abrazó un cojín y se hundió en la cama, aplastando la mejilla sobre su almohada.

¿Por qué intentaba humanizarle? Jungkook no era humano, después de todo. No tenía emociones, por mucho que le hubiera curado la herida que desde hacía algo más de una semana llevaba en su palma. Le había protegido de aquel demonio búer, y luego habían estado besuqueándose. Pero todo tenía un objetivo concreto: Taehyung era su sustento. Delicioso, según él. Lo suficientemente exquisito como para que todavía no hubiese acabado con él con otros métodos. No existía nada más entre ellos. Y el único vínculo que les conectaba era el de la búsqueda de un beneficio mutuo que apenas había comenzado.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas. ¡Recuerda dejar tu voto y comentario, y compartir este libro con más personas!

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