Capítulo 03

Capítulo 3. Atracción letal

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas. ¡Recuerda dejar tu voto y comentario, y compartir este libro con más personas!

Quería matar a un diablo. Sí, era absurdo e irrealista, pero aquel diablo se la había jugado. Le había dado lo que quería y le había dejado colgado. ¡Zas! El lápiz que sujetaba se partió entre sus dedos, y su amigo le tocó el hombro para preguntarle si estaba bien. Taehyung se encontraba en la biblioteca junto a Hoseok. Él giró la cabeza y tragó saliva, apretando los labios y formando una fina línea.

—Sí, sí —dijo pasándose los dedos por la sien—. Estupendo.

—No sé yo, acabas de partir un lápiz.

—Ya, es que soy fuerte —argumentó.

La fluidez con lo que lo dijo, provocó una risita en Hoseok. Él dejó pasar su penosa excusa, gracias al cielo.

—¿Has visto hoy a Jimin? —le preguntó Taehyung en voz baja, inclinándose a su lado.

—No —negó con normalidad, mordió la punta del capuchón y luego le dijo de medio lado—. Me dijo que no vendría. Que estaba muy cansado, y quería estudiar en casa.

¿Cansado? Él estaba cansado. Había dejado que un demonio le chupara la virginidad, como el que chupaba el contenido de un poloflán hasta dejarlo seco. Una virginidad que, por cierto, habría deseado entregarle a alguien que no diera tanto miedo. A Jimin, por ejemplo.

—Vaya...

Hoseok le contempló pensativo, en lo que su amigo cambiaba el lápiz partido por uno nuevo que encontró en el fondo de su lapicero. Esta vez, el muchacho fue el que se inclinó a su lado para decirle algo.

—Oye, ¿has visto lo de la fiesta?

—¿Qué fiesta? —formuló sin mirarle.

—La que te va a dar esta —rimó Hoseok.

Taehyung le miró mal.

—La de Namjoon, tonto del culo —sonrió, y continuó hablándole en tono bajo para que solo él le escuchara—. La semana que viene habrá una fiesta de máscaras en su casa, ¿no te lo han contado?

—¿Me ves con cara de querer ir a la casa de ese fanfarrón? —dijo Taehyung encorvado, clavando el lápiz sobre la hoja donde pasaba sus apuntes.

—No. No. Te lo decía porque, uh, ya sabes...

Taehyung le observó de medio lado, esperando a que disparara lo que fuera que estuviese pensando.

—Siempre puedes ir, y robarle el protagonismo. A lo mejor podrías sabotear sus cosas, yo que sé. ¿No eras tú el que obraba hace una semana como un villano?

—Un momento, ¿te parece que yo soy el villano? —Taehyung se giró hacia él—. Sus putos amiguitos son los que me odian. No me pueden ver. Y adivina por qué —masculló enérgicamente.

—Vale, Taehyung. Tú eres Luke, y él, Anakin. Pero tienes que asistir y enfrentarte a él con tu mejor capa y tu sable de luz. Que te tenga miedo. Que te vea ir y relacionarte. No puedes continuar dejándole que tome el trono por el que tanto has trabajado.

Taehyung reflexionó profundamente sobre sus palabras. Y aunque no se había visto Star Wars en su maldita vida, pensó que tenía razón.

—De acuerdo, lo haré —dijo pasándose una mano por el mentón.

Hoseok le dio una palmadita en el omoplato antes de levantarse de la mesa de la biblioteca.

—Tengo que irme. Son casi las seis, y he quedado con los del club de baile —hablaba Hoseok, recogiendo sus cosas dinámicamente—. ¿Tú no vas a las piscinas?

—No. Hoy no.

—¿Hm? ¿Y eso? —le miró sorprendido.

—Estoy un poco... cansado...

Y eso era todo cuanto podía decirle sin provocarle a su amigo que buscara una explicación. Aunque a lo mejor, si le preguntaba el motivo, podría sencillamente decir que había hecho footing. Mucho footing. Footing intenso, del que te dejaba molido.

—Anda, no te fuerces mucho más hoy. Ve a casa —le sugirió el bueno de Hoseok con amabilidad—. Hasta mañana, Tae.

—Hasta mañana —contestó él, y le contempló marcharse.

Pues sí que debía descansar, pero también debía ponerse las pilas. Hoseok tenía razón. Se había escurrido del trono, y alguien más lo estaba tomando. De hecho, le habían empujado, volcado el maldito trono. No podía estar tan tranquilo, tenía que empezar a obrar por su propio bien.

Esa tarde, se levantó y se largó de la biblioteca para regresar a casa. Quería estudiar allí. Podía hacerlo más cómodamente y detenerse para descansar.

—Buenas tardes, Jaseon —saludó nada más llegar.

El hombre de mediana edad era delgado, con cabello por los hombros, siempre recogido en una cola. Su vestimenta era impecable, pantalón negro y camisa blanca, siempre con un reloj en su muñeca.

—Taehyung, ha regresado pronto —dijo con la sorpresa reflejándose en su voz.

—Sí, quiero estudiar aquí...

—Le he dejado el café en una jarra. Por si prefiere tomarlo frío.

—Oh, genial —Tae pasó por su lado, se metió en la cocina y se sirvió una taza con hielo. De paso, también robó una bolsa de frutos secos, que mordió con los dientes a falta de manos libres; la izquierda con la taza, y la derecha con un blog que casi se le escurría del brazo.

—Su madre me ha contado que regresará el lunes. ¿Querrá venir conmigo a recogerla al aeropuerto? —preguntó el hombre.

—¿Mi madre? Hmh, lo pensaré.

—Se lo recordaré el lunes.

—¡Gracias, chao!

Taehyung salió de la cocina y subió la escalera circular, que subía a la primera planta. Entró en su dormitorio, dejó la taza sobre la mesa, el blog a un lado, y se deshizo de su bandolera. También se descalzó y se puso más cómodo: un pantalón corto y una camiseta ancha. Al cabo de un rato, oyó a Jaseon despedirse de él a través de la puerta (su hora había terminado, y él era la cosa más puntual del planeta). Tae se despidió sin levantar la cabeza. Había extendido todos sus apuntes por encima de la alfombra y estaba concentrado en un manual, con los codos clavados en la alfombra. Tomó un trago de café, estuvo un buen rato con la conciencia perdida, leyendo, subrayando, preparando el discurso de primavera. Y luego reordenó sus apuntes esparcidos.

En el par de horas que tomó, tuvo que encender la luz para volver a concentrarse. Tras tomar el último sorbo de café, suspiró profundamente y se giró sobre el brazo hasta quedar tendido bocarriba. Cruzó las piernas y se mordisqueó el labio, dejando la mente en blanco. Había terminado definitivamente por hoy, y estaba seguro de que, por la poca luz que entraba por la ventana, era casi la hora de cenar.

Estaba solo, como de costumbre. Agarró su pijama y se metió en el cuarto de baño para darse una ducha relajante. Al cabo de un rato, salió de allí con el pelo mojado y sintiéndose una persona renovada. Había recuperado bastante energía a lo largo del día. Atravesaba el pasillo penumbroso cuando pensó en el momento del beso con Jimin, frente a aquella estúpida tabla. ¿Por qué se había dejado convencer por aquel juego? Y, ¿por qué ese pensamiento iba y venía de su cabeza desde entonces? Sacudió la cabeza, tratando de sacarse lo de encima.

Estaba bajando la escalera, cuando oyó un golpe en seco en la planta de abajo. Él se detuvo en uno de los peldaños de mármol, con la mano apretándose sobre la barandilla dorada. Parpadeó en la oscuridad, preguntándose si Jaseon habría dejado alguna ventana abierta. No tenía mascotas. Y casi no tenía familia.

—¿Hola? —alzó la voz hacia la oscuridad, bajando unos peldaños más despacio—. ¿Jaseon? ¿Eres tú?

Los dedos de sus pies entraban en contacto con el suelo frío y limpio, impoluto. La casa era grande, demasiado para una sola persona. Cocina, sala de estar, un comedor para las cenas que se celebraban en familia o con amigos. Un porche con hamacas, un jardín enorme con piscina...

Taehyung deslizaba los dedos por la pared, buscando a tiendas el interruptor. Cuando sus dedos se encontraban por encima del botón, creyó atisbar una figura al otro lado del vestíbulo. Era alto. Una sombra. ¿Jungkook? Prendió la luz del vestíbulo y la silueta desapareció. Varias lámparas colgaban de las paredes, a ambos lados, irradiando un tono blanquecino bajo la superficie de tela donde se dibujaban bordados.

—Jungkook, no tiene gracia —exclamó irritado.

Él giró la cabeza hacia un lado y a otro. La atmósfera estaba volviéndose extrañamente densa, le oprimía el pecho y erizaba la piel como si algo peligroso le acechara desde algún lado que no podía ver.

—¿J-Jaseon?

Dio unos pasos hacia el salón más allá de la luz, y definitivamente vislumbró una sombra fugaz atravesando la zona más oscura. De repente, aquello giró la cabeza hacia él. Taehyung no lo reconoció, no tenía aspecto humano y tampoco parecía Jungkook. Su cabeza era muy grande y un gruñido brotaba desde lo más profundo de su garganta. Notó cómo su propio aliento se cortaba un segundo, y el corazón incrementaba el ritmo precipitadamente, bombeando en sus venas pura adrenalina. Salió corriendo hacia la planta de arriba y se encerró en el dormitorio, tras un pestillo mecánico. Su mano todavía agarraba la manija, cuando deslizó el hombro sobre la puerta hasta sentarse en el suelo. ¿Qué era eso? Esa noche, no pegó ojo por la ansiedad. Estaba armado con un viejo bate de béisbol de cuando iba al instituto, y una navaja de mariposa igual a la de Jimin, que ambos sacaron del campamento de verano de hacía unos años.

Por la mañana, oyó a Jaseon llegar a casa y él salió del dormitorio todavía asustado.

—Taehyung, ¿no comió nada? Su bandeja sigue en su lugar —le dijo cuándo se encontraron.

El joven, que tenía el estómago tan comprimido como una nuez, negó con la cabeza.

—Esto, eh, me quedé dormido muy temprano y olvidé cenar —formó una bonita mentira.

Tras comprobar que en el salón no había nada, suspiró profundamente y notó la boca amarga. En la universidad, todo marchó como siempre. Se cruzó a Jimin junto a las taquillas y por fin pudieron hablar.

—Y entonces, tuve que ayudar a mi madre con ese fotomural. No lo sabes bien, me tomó toda la tarde —comentó, cerrando la puerta metálica con la mano.

—¿Eso es lo que te tuvo tan cansado?

Jimin se encogió de hombros, se apoyó en su taquilla, y le miró de soslayo antes de perder la vista al otro lado del vestíbulo.

—Creo que agarré frío el otro día. He tenido dolor de garganta y de cabeza.

—Hm, ¿y todo lo demás anda bien? Nada de apariciones, ni brisas extrañas, ni...

Jimin sonrió un poco, y ladeó la cabeza juguetonamente.

—¿Te refieres a lo del fin de semana pasado? Nah, tranquilo. Todo está bien. ¿Cómo te va a ti?

Taehyung se quedó en silencio unos segundos. ¿Cómo iba a contarle todo aquello? No había podido dormir porque había visto una extraña aparición en casa. Se sentía perturbado porque se había acostado con un demonio, el cual, por cierto, había desaparecido tras acosarle y conseguir lo que quería. Y lo peor es que todo era culpa de lo que hicieron esa noche, en su casa, con esa condenada tabla de ouija rara.

—Genial. Más que genial, diría —respondió en tensión.

Jimin se mordió suavemente el labio inferior.

—Oye, tengo que irme —expresó en voz baja—. Quedé con el decano en cinco minutos, tengo una entrevista para las prácticas...

—Claro. Suerte —le regaló.

—Gracias, Tae —pasó por su lado con una sonrisita y se despidió con la mano.

Tras las clases, Taehyung posó las pupilas sobre uno de los tablones donde los alumnos tenían permitido colgar cosas. Un chico colgaba un cartel sobre la fiesta de máscaras de la semana que viene, donde ponía que para asistir podía preguntar al consejo de estudiantes. Él apretó la mandíbula y pasó junto a unos muchachos.

—¿Es que sois imbéciles? ¿Sabéis el dinero que nos ha costado imprimir esos carteles? ¿Cómo podéis haberlos perdido? —les increpaba una chica.

—Jack los dejó encima de la mesa, en el comedor de la cafetería. Y al regresar, habían desaparecido —se encogió de hombros.

—Seguro que un profesor los ha incautado —dijo el segundo muchacho—. ¿No estaba prohibido colgar carteles de fiestas que se realizaran fuera del centro?

—Por eso hemos puesto que se pregunte al club de estudiantes, tonto. Es una estrategia para encubrirlo —suspiró la chica, cruzándose de brazos.

—¡Eh! —uno soltó una risita y levantó una palma, que el otro chocó chico con la suya.

La chica puso los ojos en blanco. Taehyung continuó caminando, con su mente escapando a la noche que había pasado. Tenía la mente embotada y no dejaba de preguntarse si había alucinado o realmente había entrado alguien a su casa. Él giró en una esquina y estuvo a punto de darse de bruces con alguien.

—Joder, lo siento —dijo una voz conocida.

Taehyung levantó la cabeza y se encontró a Kim Namjoon de cara. Se quedó perplejo, demasiado abstraído para recordar que le detestaba.

—Huh...

—Oh. Kim —pronunció el otro chico.

Taehyung le contempló a medio metro. ¿Oh? ¿Kim? ¿A qué venía eso? Por su parpadeo, Taehyung pensó que le había atrapado tan despistado como él. Seguramente, con la mente en otro lado.

—¿Qué tal, Namjoon? —entonó pretendiendo ser amable—. He visto que has subido medio punto en tus notas. Te felicito —dijo siendo la persona más hipócrita del planeta.

—Gracias, Taehyung —dijo formalmente—. No ha sido fácil subir ese peldaño...

—¿El de mi cara? Ah, sí —ironizó el joven.

Namjoon se rio suavemente, le miró con párpados bajos y unas chispas parecieron saltar entre los dos. Lo cierto es que él era perfecto. No lo parecía, lo era. Uniforme impecable, cabello aún más impecable, acento del centro de Seúl y camisa siempre perfectamente planchada, con la que Taehyung soñaba derramar un café.

—¿Por qué no te pasas por la fiesta de la próxima semana? —le invitó repentinamente.

Los ojos de Taehyung se abrieron un poco. Aquello no era una broma, por supuesto, pero no le cabía duda de que era una invitación envenenada.

—Ten —se sacó del bolsillo interior de la chaqueta una tarjeta carmesí, escrita con letras doradas—. Esta es la dirección. Espero que aparezcas y no dejes la oportunidad correr.

Sus dedos le pasaron la tarjeta de invitación a la fiesta de máscaras. Taehyung le miró de frente, y pensó en rechazarle allí mismo. De hecho, podría tirarse a su yugular en ese momento, morderle la yugular con sus dientes y de mostrarle que él no sería uno más de sus seguidores. Que aquel reino era suyo. Que no iba a bajar la cabeza ante él.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas. ¡Recuerda dejar tu voto y comentario, y compartir este libro con más personas!

—¿Qué? ¿Te ha comido la lengua el gato? —insistió Namjoon.

Taehyung se sintió frustrado.

—Allí estaré. Gracias por la invitación —logró pronunciar sin morderse la lengua a sí mismo—, Namjoon.

Namjoon esbozó una sonrisa cortés. Un momento, ¿le había sonreído a él? ¿O eso era un truco de Jungkook? Sentía la cabeza embotada cuando se alejó en la dirección por la que venía, y Taehyung se tocó la frente, preguntándose si podía ser una broma pesada.

Le costaba tragar saliva. Todo le daba vueltas. Las sombras del pasillo, de camino a las taquillas, se volvían más densas y oscuras, creando contrastes entre las columnas y en cada rincón a donde miraba. Taehyung notaba los pies pesados, como si la gravedad hubiera aumentado en las últimas veinticuatro horas. ¿Qué era eso? ¿Le faltaba azúcar? ¿Le habían drogado, como en aquella fiesta? Llegó a su taquilla y la abrió a duras penas, percibiendo el sutil sonido de su respiración tornándose en un leve jadeo.

Allí se deshizo de su bloc de notas e incluso metió el bolso a la fuerza, aplastando todas sus cosas. Se apoyó en la puerta como pudo y tomó aire, mientras la atmósfera se desvanecía paulatinamente. No sabía muy bien qué le ocurría, pero Jimin le interrumpió de repente.

—Tae, he oído lo de la fiesta. Y, bueno, Hoseok me lo ha dicho.

—¿Qué te ha dicho qué?

—Qué quieres follar conmigo —contestó su amigo.

Taehyung casi se atragantó con su propia saliva. Le miró de medio lado, con los ojos como platos.

—¿Q-Qué?

El chico empezó a reírse alegremente, haciendo un alarde de su humor.

—Es broma, tonto —dijo mordisqueándose una uña.

Taehyung alzó las cejas. Cerró la puerta de la taquilla de un manotazo y le miró fijamente. ¿Debían hablar sobre lo que ocurrió en su casa? ¿Y si se lo decía de una vez? «Jimin, me gustas. Es más, creo que me pones desde hace tiempo y no puedo sacarte de mi cabeza».

—Sí que has salido bromista —ironizó Tae, abanicándose con la tarjeta de invitación.

—Un momento —Jimin fijó los ojos sobre lo que tenía entre los dedos—. ¿Eso que estoy viendo es lo que creo que es? —señaló a la tarjeta.

Taehyung la levantó como si fuera un billete al infierno.

—¿Puede?

—No te metas en esa fiesta, Tae. No con esa gente —le sermoneó Jimin, frunciendo el ceño con preocupación—. Tú no eres así. Solo estás haciendo como que lo eres. Pero en el fondo, eres un buen chico. Muy bueno. Solo quieres que alguien te trate bien.

—Ya, pero... Debo ir. No puedo permitir que...

Jimin le agarró la muñeca repentinamente, sus ojos parecían más redondos y se hundían persuasivamente en él.

—Muy bien, entonces, ¿prefieres ir a esa fiesta, en lugar de venir a mi casa?

—Si quieres ver una película, podemos hacerlo otro día —razonó Tae.

—¿Y quién ha dicho que quiera ver una película?

Taehyung abrió la boca y volvió a cerrarla, confundido. Jimin se mordió el labio inferior levemente y estiró los talones, aproximándose a su oído.

—Lo del otro día... Creo que deberíamos resolverlo de una vez, ¿no te lo parece?

Taehyung giró lentamente la cabeza y miró a Jimin en la proximidad. Estaban muy cerca. No había nadie alrededor. Todo el mundo se hallaba a esas horas en los clubes, o en la biblioteca. Jimin ni siquiera debía estar allí a esa hora. Él no estaba apuntado a ningún club y acostumbraba a estudiar en casa. ¿Por qué seguía todavía allí? ¿Le había esperado para insinuarle lo del otro día? A Taehyung le iba el corazón muy rápido. Tragó saliva, sintiendo una bandada de mariposas sacudiéndole el estómago.

—¿Te refieres a... lo del beso?

—Tú y yo —murmuró Jimin—, sin ropa. Pajeándonos.

—Joder —masculló Taehyung, sintiéndose mareado.

Se estaba sintiendo caliente con su simple mención. Jamás pensó que Jimin fuera el directo, de los dos. Y él que le había dado tantas vueltas a lo de declararse o no...

Una sensación vertiginosa volvió a inundarle. Por un momento, pensó en agarrar su muñeca y arrastrarlo hacia algún lado donde besarle. Hacia los baños, tal vez. Para su sorpresa, fue Jimin el que lo hizo. Le tomó por la muñeca férreamente y se lo llevó casi a rastras por el vestíbulo, girando el pasillo hacia la izquierda.

—J-Jimin...

—Quiero besarte ahora —jadeó entre las zancadas rápidas.

A Taehyung le ardían las mejillas. Supo que iba en serio cuando vislumbró el cartel de los cuartos de baño de los chicos de la planta baja a plena vista. Entró tras Jimin y sufrió un empujón en el que tocó la espalda con la pared de frías losetas. Esperaba que su boca fuera lo próximo que sentiría, pero lo cierto fue que Jimin pasó de largo y se metió en un cubículo fugazmente formando el eco de una risita maligna.

Taehyung pestañeaba, recuperándose de su aturdimiento. La excitación le había nublado la razón. Necesitó unos segundos para identificar esa risa; la cola larga, negra y puntiaguda que formó un hilo de humo que se desvaneció tras la espalda de su amigo, el cual se había escondido. No era el auténtico Jimin. Todo tomó sentido en un instante. ¡Era un idiota! ¡Un completo, absoluto e inequívoco gilipollas!

—Te voy a matar —masculló, saliendo disparado en su dirección.

Empujó la puerta del cubículo tras el que había desaparecido y golpeó contra la pared. No había nadie en su interior, sólo un inodoro abierto y un rollo de papel a un lado. Taehyung abrió la boca y la cerró, atontado. Una risita oscura volvió a sus oídos y la puerta del cubículo se cerró tras él de un fuerte portazo. El joven se volvió sobre sus talones y se sobresaltó al descubrir la aparición de una nueva sombra; Jungkook, que vestía de negro, se apoyaba en esta, cruzándose de brazos y esbozando una sonrisa torcida.

Por algún motivo, su cola y cuernecitos estaban presentes. Sus ojos continuaban siendo castaños, en lugar de carmesíes, pero su apariencia era endemoniadamente juguetona.

—Eres tan crédulo, bomboncito...

—Tú... —exclamó Taehyung, enfurecido—. Hijo de puta. ¡¿Se puede saber a qué estás jugando?!

—Oh, no me digas que he herido tus sentimientos —tarareó Jungkook con diversión y sin una pizca de escrúpulos—. Te estabas poniendo tan cachondo con solo una insinuación... ¿No te sientes mal sabiendo que eres un pervertido?

—¿Y a ti que más te da? —discutió Taehyung, lanzándose contra él—. Eres un puto desgraciado, ¡con esas cosas no se juegan!

El pelinegro ladeó la cabeza, contemplándole con diversión.

—Pero si estabas tan mono —dijo en voz bajita—. ¿Por qué aún no le has dicho lo que sientes? Te mueres por él.

Taehyung le agarró por el cuello de la camisa y le acercó a su rostro con un fuerte tirón. Algo le dijo a Jungkook que aquel chico no tenía demasiado sentido del humor. Los humanos eran tan complicados con sus tontas relaciones, se decía él.

—Como vuelvas a hacerte pasar por Jimin —le amenazó Taehyung—, te arrancaré la cola y la colgaré de la puerta de un retrete, para que la gente la utilice como timbre cada vez que entre.

—Qué originalidad. Te felicito —liberó sarcástico, y arrastró las pupilas sobre su rostro, rozándole la punta de la nariz con un dedo—. Adoro tu carácter, aunque eres un hipócrita. Un envidioso. Un mentiroso de cuidado...

—Y tú, un ser despreciable —le llamó, cerca de sus labios.

Jungkook arqueó una ceja.

—¿Perdón?

—Me prometiste qué harías lo que yo quisiera, y desapareciste. Hace días que no te veo, ¡me mentiste! —dijo apretando los dedos sobre el cuello de su camisa.

—No mentí. Me pediste respuestas, y te las di. ¿No cuenta eso como un deseo?

Los ojos de Taehyung chispearon por la traición.

—Eres un puto manipulador —masculló, detestándole—. ¡Reconoce que lo has hecho a propósito!

Jungkook se inclinó sobre sus labios y pasó la lengua sobre estos. El corazón de Taehyung le clavó un pálpito. Se alejó de él con cara de asco, empujándole levemente hacia la pared de madera del cubículo del inodoro.

—Ugh, ¡qué asco...! —se quejó, arrastrándose la manga por la boca parar retirarse del hormigueo que provocaba la saliva sobre sus labios. Con el pulso rápido y el rostro inevitablemente ruborizado, se recolocó la chaqueta y tomó aire—. Eres asqueroso —farfulló con una mirada de soslayo.

¿Cómo podía ser tan cerdo para dejarle los labios húmedos con un lametón, tras haberle insultado y amenazado? Su corazón le clavó un pálpito molesto en el pecho cuando oyó las voces de varios alumnos en el pasillo. Taehyung giró la cabeza, poniendo toda su atención en sus oídos. Jungkook aprovechó el momento para atraparle entre los brazos y empujarle hacia la pared contraria, junto al retrete. El humano ahogó una queja, y sus rostros se encontraron de cerca. Percibió las caderas de Jungkook enfrentándose a las suyas, uno de sus muslos se coló entre sus piernas. Su pecho casi rozaba el suyo, sus ojos se hallaban a la misma altura, con un brazo del demonio apoyándose sobre la pared, por encima de su hombro izquierdo. En la escasa distancia, sus ojos eran indescriptiblemente negros.

Taehyung, por supuesto, reaccionó al instante y le empujó el pecho para apartarlo de malas formas. Pero el contrario no se movió ni un milímetro.

—¡Aparta!

Sssshh —Jungkook le colocó un dedo sobre los labios.

—Si me haces algo, voy a gritar —masculló el castaño, rechazándole—. Voy a gritar como una perra loca.

—¿Gritar lo mucho que te gusta? —jugueteó en un murmullo seductor—. ¿O gritar lo mucho que me odias?

Taehyung le miró ceñudo, su antebrazo se hallaba sobre su pecho, bloqueándole cualquier tipo de acercamiento. Y, aun así, estaban tan pegados que podía notar el calor que irradiaba su cuerpo. La cola de Jungkook le rozó la mejilla, por encima de su hombro y él intentó mordérsela como una fiera. A Jungkook le hizo gracia; parecía que cuanto más arisco se ponía, más adorable se le hacía chincharle de esa manera.

Alguien entró en el cuarto de baño en ese momento.

—Sí... Sí, lo sé. Los del equipo de waterpolo son unos maricas —comentó un tío, que se bajó la bragueta para mear.

Otro joven abrió un grifo de agua.

—Seguro que están todo el día chupándole la polla al entrenador —decía la segunda voz con un tono desdeñoso—. ¿Por qué crees que sus partidos siempre tienen prioridad? Incluso más que los de baloncesto.

Taehyung puso los ojos en blanco. ¿En serio tenía que escuchar aquello en ese momento? Jungkook aproximó tanto su rostro a él, que Taehyung creyó que no iba a poder seguir respirando. No al menos, sin respirarle a él. Sin que sus fosas nasales se llenasen de su aroma masculino. Desvió la cabeza hacia la puerta y continuó oyendo:

—O se la comen entre ellos.

—¡Ja, ja, ja! ¡Seguro!

—¿Se la chupáis al entrenador? Qué ingeniosos —soltó Jungkook con un hilo de voz, audible para él.

Taehyung le lanzó una miradita que insinuaba que cerrara el pico. Le apetecía sacudirle como si fuera un bobo muñeco hinchable.

—La vida no es una película porno, Jungkook —susurró con retintín y de frente.

—Oh, claro que no —ironizó el demonio, encantado de que por fin le mirase a los ojos.

Su antebrazo continuaba apoyado en la pared, por encima de su hombro. La mano izquierda de Jungkook abandonó su muñeca, pasó por su cintura, bajo la chaqueta abierta, y se deslizó muy cuidadosamente hacia su cadera.

—Ni lo sueñes, no te voy a alimentar más —masculló Taehyung visiblemente irritado.

Jungkook afinó los párpados, que parecían más largos.

—¿Estás seguro de eso? —siseó.

—Mucho.

Jungkook levantó un poco el muslo, rozándole la entrepierna. Taehyung puso los ojos en blanco unas décimas de segundo, pero se armó contra él dispuesto a pararlo.

—Te he dicho que...

Él le rozó con la palma abierta por encima del miembro, ligeramente excitado. Taehyung agarró su muñeca para apartarla, y Jungkook le tapó la boca con la otra mano. Pese a que se resistiese al principio, la palma de Jungkook ardía sobre su entrepierna. Sus dedos ágiles presionaron sobre la punta, masajeándola eficientemente. En unos segundos más, podía notar cómo el miembro del chico se endurecía bajo el pantalón.

Habían pasado días desde la primera vez que lo hicieron, y Jungkook había regresado a él porque tenía hambre. A decir verdad, él sentía hambre de tan solo verle. Si Jungkook se había esfumado desde ese momento fue porque, técnicamente, tomar su virginidad le había dejado satisfecho durante días. Si bien en las últimas horas había vuelto a desear clavarle el diente a algo; algo preferiblemente de piel canela y ojos bonitos.

A lo mejor Taehyung no había terminado de comprender que los demonios, por lo general, no se alimentaban de un vaso de leche con miel. No, a él le gustaba el vodka y el sexo duro. Él tomaba lo que quería. Sometía a lo que le apetecía. Daba un bocado cuando quería un trozo de lo que fuera y lo abandonaba en cuanto se aburría. Y ahora, Kim Taehyung, era de su propiedad. Tenía derechos sobre él lo quisiera o no. La respiración del chico se incrementaba paulatinamente, mientras él continuaba acariciándole la erección por encima del pantalón del uniforme.

Al joven le hizo perder la razón por un segundo. La voz de un tercer alumno irrumpió en el cuarto de baño, y empezó a conversar sobre el anuario con los otros dos en voz alta. Taehyung se obligó a volver a la realidad y se retorció contra su compañero.

—Q-Quieto... Jungkook, para —masculló bajo la palma que cubría su boca.

Si alguien se daba cuenta de que estaban allí, se iba a morir de vergüenza. Jungkook apartó la mano y volvió a sisearle pausadamente.

Ssshh... Nadie lo sabrá —murmuró, leyendo sus emociones y puede que también la vergüenza que se destellaba en sus ojos.

Él deslizó los dedos sobre el cinturón de Taehyung, desabrochándolo con cuidado, sosteniendo la hebilla metálica para evitar que tintinease, y luego le bajó la cremallera de la bragueta con pericia. Casi parecía un ladrón de guante blanco en una tienda de diamantes. Taehyung se sorprendió por sus esmerados movimientos, y, ¿cómo iba a resistirse a la efervescencia sexual con alguien que se lo trabajaba tanto? Le odiaba, pero se sentía incapaz de frenarle. Y quizá quería hundirle la cabeza, cosa de la que se encargaría de hacerlo en otro momento donde el pudor y los sofocos no le electrificasen.

Jungkook introdujo una palma en el bóxer del chico y le sacó el miembro entre los dedos. Estaba duro y arqueado, con una generosa gota de líquido preseminal humedeciendo la punta deliciosamente. Taehyung reprimió un jadeo en el primer movimiento en el que sus dedos se cerraron alrededor de la piel de su miembro. Empezó a masturbarle con una mano en un compás lento, con el rostro frente al suyo, sin besos, sin caricias, sin ninguna otra implicación física, más allá de una expresión retozona y malévola por su parte.

Taehyung quería estrangularle, apoyó una mano en su hombro para sujetarse, y apretó los labios reprimiendo su agitada respiración. Pensar que podían atraparles volvía todo más excitante. Jungkook sabía bien cómo masturbarle, la presión perfecta y el ritmo adecuado, que se incrementaba poco a poco, obligándole a morderse el labio. Él apretó los dedos sobre la tela de la chaqueta en su hombro, los deslizó hacia abajo y agarró el borde de esta apasionadamente. Sus iris iban y venían hacia todos lados, Jungkook se acercó más a su rostro, con labios entreabiertos y tomó parte de su aliento ante sus labios intactos.

Sus iris negros se tiznaban de un rojo carmesí, con las pupilas alargándose como las de una serpiente. Taehyung desvió el rostro, apretó los párpados y dejó escapar un suavísimo y ahogado jadeo. El contrario le tomó el mentón con un par de dedos gentiles y reorientó su rostro hasta el suyo.

—Mírame —solicitó con suavidad— a mí.

Él le devolvió una mirada excitada; justo lo que quería. Tenía las pupilas dilatadas, los labios resecos, que se humedeció con un fugaz trazo de la lengua mientras le masturbaba.

—Tío, no creo que Lisa sea tan imbécil. No puedes pasar de ella más tiempo —resonaba al otro lado de la puerta.

—No le hablo desde el lunes. No puedo mirarla después de lo que me dijo.

Taehyung intentaba controlar su respiración, pero Jungkook le apretó un poco el miembro con la mano y un sutil gemido se le escapó. Ante eso, al demonio se le escapó una sonrisa y deslizó otro dedo sobre su boca, instándolo a mantener silencio. Sus ojos le resultaban impactantes, tan de cerca, como si le devorara el alma. Jungkook se inclinó ante su miembro y lo escupió para humedecerlo. El juego de sus dedos continuó con una fricción mejorada.

Solo uno de los chicos que había en el cuarto de baño pareció escuchar algo; giró la cabeza y su ceño se arrugó levemente, creyendo ver los pies de alguien al fondo. Por un segundo, pensó que había alguien más allí dentro. Puede que una pareja dándose el lote. Puede que un par de tíos haciendo cosas para mayores de edad. No obstante, uno de sus amigos le tiró de la manga y le insultó por quedarse embobado mientras le hablaba. Al final, los tres muchachos abandonaron el cuarto de baño de hombres y se largaron hasta que sus voces desaparecieron por completo.

Taehyung se sintió aliviado cuando les oyó alejarse. Pero ahora tenía un problema más serio encima: Jungkook continuaba masturbándole. Y ambos estaban tan terriblemente cerca, que entremezclaban sus respiraciones. El castaño le miró ceñudo, entre la furia y la tensión.

—Eres horrible —le soltó, agitadamente—. Detestable. Asqueroso. Teníamos un trato y me la has jugado.

Jungkook inclinó el rostro y presionó los labios contra su mejilla. ¿Por qué diablos le dejaba un beso allí? ¡Si estaba insultándole!

—Soy tan horrible como tú. Pequeño envidioso.

Taehyung quería empujarle, sin embargo, solo le agarró por los hombros, sintiéndose lo suficientemente débil por la paja que le estaba haciendo como para detenerlo. ¿Por qué el odio y el deseo estaban tan interconectados?

—Te odio —expresó con frustración.

—¿Acaso me equivoco?

—Mira quién fue a hablar, el mismísimo diablo.

—Auch, mis sentimientos —ironizó Jungkook, tan indiferente como siempre.

—Tu vida debe estar vacía —respiró Taehyung.

Jungkook deslizó los dedos hasta la base de su polla, apretándola levemente. Taehyung soltó un gemido monísimo, que más bien pareció un quejido.

—Ah, ah. C-Cálmate un poco —soltó, percibiendo que aquello sí que debía haber molestado a Jungkook—. Me vas a hacer daño.

En sus ojos carmesí, vislumbró una auténtica aspereza. Jungkook abrió los dedos alrededor de su polla, y acto seguido, detuvo su mano.

—Vale. Si quieres más, ¿por qué no continúas tú solito? —sugirió el diablo.

Taehyung no pudo creerse lo que estaba diciendo. Le miró con frustración, y advirtió la posición de su mano; que seguía sobre su miembro, solo que, sin fricción y con un agarre básico alrededor de su sexo. Parecía que le había ofendido lo suficiente como para hacerle suplicar, o peor, que él mismo fuera el que tuviera que terminar de masturbarse. Porque si lo dejaba en ese momento, no iba a poder arreglar su humor en toda la tarde con un probable dolor de testículos.

El joven, a pesar de su orgullo y del desprecio que empezaba a sentir afianzándose por él, comenzó a embestir su mano con unos movimientos de caderas. Le detestaba. Estaba perdiendo horas de estudio por su culpa, y le odiaba incluso más que a Namjoon. O eso se repetía mientras se movía entre sus dedos en cortas y acompasadas embestidas, percibiendo las ráfagas de placer que le atravesaban en la fricción de su miembro. Mientras tanto, a Jungkook le importaba un pimiento que tuviera algún otro compromiso en ese momento; él estaba seguro de que su cita con la planta de urología no le ayudaba a tener los orgasmos que él le provocaba.

—¿Ves, Taehyung? Debes trabajar por las cosas que quieres. Cuanto más lo hagas, mayor será la sensación de satisfacción cuando alcances tu meta —le vaciló cruelmente.

Jungkook dejó la mano tan floja, que las embestidas de Taehyung apenas lograban satisfacerte. Él intentó tocarse a sí mismo, pero Jungkook agarró su otra muñeca y la sujetó en algo, contra la pared.

—Ah, ah —negó Jungkook en voz baja—. No hagas trampas —dijo con una sonrisita divertida—, así no vamos a poder jugar...

—Venga ya. Hm —gimió Taehyung, convirtiéndose en un desastre—. Hmh... Hah...

Y no podía creerse lo que estaba a punto de decir. Prefería haberse mordido la lengua y hacerse sangre antes de volver a soltarlo.

—Mi amo...

Jungkook notó una punzada de debilidad en el último momento. No le quedó más remedio que corresponder a sus buenos modales. Apretó los dedos alrededor de la erección y volvió a masturbarle apropiadamente, permitiendo que se relajase.

—Buen chico —murmuró un elogio.

Continuó con su trabajo decididamente, pero Jungkook le exigió su completa atención de nuevo, esta vez sujetándole el rostro con una mano y el suave pulgar en su pómulo. Parecía disfrutar del contacto visual con sus ojos. Taehyung comenzó a darle señales de que estaba próximo al orgasmo, se arqueó un poco, su rostro se contorsionó y apretó la mandíbula mientras sus dedos se apretaban en el borde de su chaqueta, con los nudillos tornándose blancos.

—Entrégamelo todo... Vamos...

Repentinamente, fue como si alguien le empujase hacia un saliente. La sensación de vértigo. Su respiración entrecortándose. El clímax, derramándose en la mano de Jungkook. El bombeo de su corazón, viajando muy rápido. Percutiendo como un tambor en sus oídos. Él abrió la boca ligeramente luchando por alcanzar un mejor nivel de oxígeno, cuando Jungkook le embistió con un beso. Su espalda se hundió contra la pared, aplastándose por su peso. Le tomó tan desprevenido, que apenas pudo mover los labios, notando la invasión de una lengua tibia en su boca. Apenas fue un trazo, pero se sintió subir al condenado cielo y bajar al glorioso infierno en un instante.

Jungkook no recibió ninguna estimulación sexual, pero su orgasmo era igual de placentero para él debido al vínculo. Cuando se alejó de su boca, el color vibrante de sus ojos se había apagado. Sus labios casi rojizos estaban entreabiertos y húmedos por el beso, y su aliento, anhelante, empañaba a Taehyung. El demonio levantó los dedos manchados por el semen y se chupó un par de yemas como si se tratase de un caramelo. Era curioso que un simple orgasmo le hiciera desear más, como si su apetito se dilatara.

Taehyung le observaba con vulnerabilidad, tomándose unos segundos para sí mismo. Casi había olvidado que el objetivo de Jungkook era comerse su orgasmo.

—Estás delicioso —dijo Jungkook en una especie de piropo.

El humano suspiró débilmente. El contrario sacó un elegante pañuelo de seda del bolsillo y se limpió los restos de su mano frente a él. Taehyung se guardó lo suyo, se encargó de abotonar el pantalón y de colocarse el cinturón en silencio. Esperaba no estar colorado, ni que un ápice de vergüenza que Jungkook pudiera leer asomase en su maldito rostro.

De acuerdo, a lo mejor no odiaba tanto a Jungkook. Pero seguía siendo irritante y le debía una. Puede que dos.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas. ¡Recuerda dejar tu voto y comentario, y compartir este libro con más personas!

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