27 | assembled

chapter xxvii of the death season :
" I WANT TO AVENGE THEM "

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" Doesn't matter what you did, or what you were. If you go out there, you fight, and you fight to kill. If you step out that door, you are an Avenger. "

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25 de enero, 2023

tokyo, japón

TODAVÍA NO SE HAN MOVIDO.

Natasha Romanoff se para frente a ellos, con el pelo rojo trenzado a la espalda y un paraguas sobre la cabeza. Su cara es cautelosa y solemne, después de haber visto toda la masacre, de haber visto a dos de las personas que más ama en lo que queda del mundo matar a cien hombres fuertes.

Sus familiares ojos verdes se ensanchan al ver a su sangrienta hija, sorprendida no al ver la sangre que la cubre, sino por el hecho de que no ha envejecido.

Ni un poco.

La chica que solía ser Svetlana Barnes parece tener apenas dieciocho años.

—No deberías estar aquí.

—Vosotros tampoco —responde Natasha con fuerza, con los ojos fijos en la chica que no ha visto en tres años.

Unos mechones de cabello rojo y suelto cuelgan húmedos y enredados alrededor de la cara de Svet, y sus ojos celestes están blancos y fríos entre la lluvia de medianoche. Su arma sigue por sus altas botas de combate, y la sangre gotea de sus manos repentinamente temblorosas. Svet no puede decir nada al mirar a su madre, su lengua pesa mucho en su boca y su mente arde en disculpas que no puede ahogar.

Clint Barton se gira lentamente para enfrentar a su mejor amiga; años de dolor, pérdida y asesinato evidentes en las arrugas cansadas de su rostro.

—Tenemos un trabajo que hacer.

—¿Así llamas a esto? Matar a esta gente no nos devolverá a nuestras familias.

Svet traga saliva, esas lágrimas que no entiende comienzan a caer por sus mejillas. Todas y cada una de las gotas le queman, como ácido triturando todas las capas de la piel.

—Hemos descubierto algo —Natasha se acerca a ellos con cautela, como si fueran animales salvajes y ella no supiera cuando van a atacar—. Una posibilidad... tal vez.

—No —Clint suspira y su voz se rompe, sacudiendo lentamente la cabeza.

—¿No qué? —dice Natasha.

—No nos des esperanzas.

El corazón de la mujer se rompe dentro de su pecho, y su rostro nunca ha reflejado sus emociones con tanta claridad.

—Siento no haber podido darlas antes.

Natasha se adelanta y toma la mano de Clint, sosteniéndola con fuerza, prometiéndole que está aquí para él, que esto puede terminar ahora. El hombre se desmorona bajo su toque, cerrando los ojos en un acuerdo silencioso de que es hora de detenerse. Pero de alguna manera, Svet está demasiado lejos para llegar.

La chica se encuentra a pocos metros de ellos, aparentemente entumecida por la lluvia y las emociones que la rodean. Sus labios carnosos todavía están separados de donde pronunció sin palabras el nombre de su madre, pero sus ojos están apagados.

Natasha la alcanza, extendiendo la mano.

—Svetti...

Ella retrocede, con los pies chapoteando en la sangre que derramó.

Es de color rojo. Todo es tan llamativamente rojo. Se siente cubierta por él, como si goteara. Todas esas terribles emociones regresan, y no hay ningún lugar para esconderse de ellas. La culpa no la dejará sola, y la vergüenza amenaza con estrangularla.

Svet tiene miedo de que se la coma viva.

—De... deja que subamos al quinjet —el inglés balbucea torpemente, su voz incierta pero tan extrañamente aguda, no acostumbrada a la forma en que las palabras se sienten y saben en su lengua ahora.

Natasha no quiere nada más que abrazarla con fuerza y nunca dejarla marchar. Pero no lo hace. Le da el espacio. No porque quiera, sino porque sabe que Svet lo necesita. Natasha sabe mejor que la mayoría. Recordar que eres humano no viene sin consecuencias o dolor.

La chica está cerca de la hiperventilación cuando abordan el jet, todavía terriblemente distante de los otros que comienzan el vuelo a casa mientras ella simplemente se queda quieta, mirando las cámaras de armas.

Los pulmones de Svet se sienten demasiado apretados para su pecho, demasiado pequeños para respirar. Dedos callosos se clavan en la parte superior de su elegante traje de cuero negro, tratando de arrancarlo de su garganta apretada. Su corazón late con fuerza en sus oídos y su boca se siente tan seca como el papel de lija nada más sus dedos se arrastran sobre las grandes letras mayúsculas del apellido de su madre.

Romanoff.

Un nombre que es la mitad de ella.

De alguna forma, parece que le pertenece más que Barnes. Svetlana Romanova. Asesina. Asesina. Jueza, jurado y verduga. Un escalofrío se extiende por su piel y su cabeza comienza a girar.

El sentimiento de humanidad es demasiado pesado y le está quitando la vida.

—Oye, oye...

Svet se estremece cuando dos cálidas manos encuentran ambos lados de su rostro, incluso sus sentidos avanzados no captaron la nueva presencia. Los ojos celestes se encuentran temblorosamente con el verde esmeralda, y Svetlana la mira con incredulidad, como si todavía no estuviera segura de que esto puede ser real. Pero Natasha ignora todo lo demás, levantando la barbilla para intentar que se concentre.

—Respirar —la suave voz ronca de su madre llena sus sentidos—. ¿Vale? Respira.

Svetlana niega bruscamente, pero Natasha no se rinde. No puede. Ella respira hondo y asiente para que su hija haga lo mismo. Svet se estremece y esas lágrimas calientes y ardientes regresan al jadear por aire, el oxígeno frío y espeso estalla en pulmones apretados.

—Bien. Eso es muy bueno —las manos de Natasha flotan a ambos lados de las ahora mejillas hundidas de su hija, esos ojos verdes buscando sobre sus jóvenes rasgos una vez más. Finalmente, ella susurra—. ¿Cómo...? ¿Cómo es esto posible?

El zumbido en los oídos de Svetlana se hace más fuerte.

Esos ojos oscuros miran hacia atrás.

—E-Es una historia muy larga.

—Tenemos tiempo —los dedos de Natasha tiemblan cuando pasa un rizo suelto hacia atrás—. Muchísimo tiempo.

La expresión de Svet se desmorona y se ahoga con otro jadeo silencioso nada más Natasha apoya su frente contra la suya. Una mano familiar toma suavemente la de su hija, como si no estuviera acostumbrada a los toques tiernos, como si hubiera olvidado cómo se sentían. La chica recupera el aliento y la piel cálida se encuentra con la fría, enviando un escalofrío por su columna vertebral y forzando la vida en su corazón. Los pequeños dedos se enroscan en las tiras del traje de Natasha, las uñas mordiendo el grueso material.

—Mama, yo...

—Lo sé. Ha terminado —susurra Natasha suavemente—. Estoy aquí.

—Hice... hice cosas malas otra vez —Svet traga saliva—. Y no pude contenerme... A veces siento, siento que matar es lo único en lo que soy buena.

Natasha asiente bruscamente porque lo entiende, porque no quiere que se sienta sola.

—Yo también.

Una insinuación de esa vieja Svetlana rompe la oscuridad en sus ojos, el celeste asomándose a través de las nubes tormentosas.

—¿Tú también?

—Sí. Más que la mayoría.

Y de repente no se siente tan difícil confesar, contar lo que sucedió, dejar que se derrame de su alma, si es que sigue teniendo una.

—Los perseguí. A los que quedaron, las personas que lastimaron a papa. Y los que también me hicieron daño a mí. Acabé con ellos lentamente. Los hice sufrir. Pero entonces... —su voz se atrapa—. Entonces sucedió... Antes de estar con tío Clint, yo... —es muy difícil hablar en voz alta en inglés—, YA nashel syvorotku —encontré un suero.

Natasha se aleja rápidamente, ojos agudos, cautelosos y preocupados.

Svet parece no poder mirarla.

—Me habían hecho daño en una pelea, y quería ser más fuerte. Solo quería serlo para que nadie pudiera lastimarme nunca más, y sabía que no podía parar hasta que todo HYDRA estuviera muerto —entonces entra en pánico, asustada de no entender sus decisiones precipitadas en tiempos de oscuridad—. Mama, debes entenderlo, parecía mi única opción. Y encontré una cámara criogénica, y... salió mal —la voz de Svet se quiebra y baja, tan suave que Natasha apenas puede oírla—. Disminuyó todo, como... si me pausara. Y no he envejecido un día desde entonces.

Hay silencioso por un largo momento. La mujer respira lenta y cuidadosamente, moviéndose para sentarse en el banco.

Svet está a unos metros de distancia, demasiado asustada para acercarse.

—Vy zlites' na menya, da? —estás enojada conmigo, ¿verdad?

—Creo que debería estarlo —mirando hacia arriba, los labios de Natasha luchan para formar una sonrisa a medias—. Lo estoy. En cierto modo. Pero, ¿cómo puedo mirarte y decirte que no puedo entender lo que has hecho?

El silencio se prolonga una vez más, por solo otro minuto. Y entonces...

—Yo sí —Svet se pone rígida, cada hueso de su columna vertebral se tensa y hace clic en su lugar—. Estoy enojada.

Natasha quiere retroceder, como si su hija fuera una serpiente a punto de atacar.

—Estoy enojada con el titán, con los Vengadores y, sobre todo, ¡estoy enojada conmigo misma!

—Svet. No puedes...

—Le fallé —la voz de Svet se hace más fuerte de lo que Natasha ha escuchado—. ¡Le fallé a papa!

La pelirroja mayor se queda en silencio, dejando que la niña hable por sí misma, permitiéndole dejar salir los sentimientos que guardó durante demasiado tiempo.

—Él siempre me preparó para esto. Me entrenó para el momento de su muerte, para cuando me dejase atrás. Me decía que iba a morir antes que yo, me juró que lo haría, que no iba a dejar que fuera al revés. Me dijo que tenía que ser fuerte y valiente —las manos ensangrentadas de Svetlana se retuercen frente a ella, la garganta y pulmones apretados una vez más—. Pero no me siento ni fuerte ni valiente. Me siento enfadada, odiosa y violenta, y eso no era lo que él quería... pero ya no puedo cambiarlo.

Su pecho se agita, y sus jadeos son el único sonido en el quinjet.

—Tienes razón —ofrece la madre—. No puedes. Lo que pasó... pasó. Mataste gente.

Svetlana retrocede.

Pero Natasha no se detiene.

—Lo hiciste. Bueno o malo, es una marca. Y se mantendrá. Por lo tanto, tienes que decidir qué hacer con eso, a dónde ir. Al igual que yo y tu padre. Toda tu vida has vivido en incrementos. Tienes que pausar ser joven para poder salir y luchar... ¿Qué harás ahora, Svet? Tú decides. ¿Qué es lo que quieres?

¿Qué quiere? No recuerda que nadie le haya preguntado eso antes.

—Quiero... —la chica titubea, las cejas rojas se fruncen, los rizos caen alrededor de las mejillas hundidas—. Quiero vengarlos.

Una sonrisa curva los labios rojos astutos.

—Entonces vamos a vengarlos.

Y, así como así, queda decidido. Svetlana Romanoff, el Zorro Plateado, es una Vengadora.

Svet hace una pausa, una mirada de advertencia grabada en sus rasgos afilados.

—Yo solo... solo espero que no creas que no puedo ser feliz otra vez.

—Sé que puedes —los ojos verdes de Natasha brillan—. Svetlana Barnes, tu historia aún no ha terminado.

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26 de enero, 2023

parte alta de nueva york

APENAS UN DÍA DESPUÉS, tres chicas se quedan en un círculo, todas muy diferentes, todas de desiguales ámbitos de la vida, mirándose en fascinación silenciosa.

Lisa Stark, una verdadera Vengadora y reina. Svetlana Barnes, una asesina por derecho propio. Laurie Lang, un meme andante.

Un grupo extraño, de hecho.

Ahora que las presentaciones básicas han terminado, ninguna está segura de qué decir.

Finalmente rompiendo el silencio, Lisa se da vuelta para mirar a la chica con el pelo azul.

—Muy bien, llevo con esta pregunta durante días y ya no puedo soportarlo más: ¿por qué eres así?

Las cejas rojas de Svet se alzan, emocionadas por una respuesta a la cuestión que también se ha estado preguntando.

Laurie se ilumina ante la atención.

—¿Extremada y maravillosamente encantadora?

—No, me refiero a tu humor chistoso y autocrítico —Lisa intenta simplificar su pregunta, haciendo una mueca, porque no hay forma de decirlo amablemente—. ¿Por qué eres de esa forma?

—Sobre todo por atención, supongo —Laurie alza la ceja—. ¿Por qué eres tú así?

Durante medio segundo, Laurie teme haberla insultado, pero Lisa Stark no ofende tan fácilmente.

Finalmente, la mujer simplemente sonríe.

—Genética.

Las dos miran rápidamente a Svetlana, que parece un poco confundida. Duda por un breve segundo, tímida bajo la atención de las dos mujeres. Por un momento, teme no poder encajar con ellas, lo que se siente como una cosa bastante tonta por la que preocuparse ahora que ya ha sido declarada como Vengadora. Pero quiere caerles bien, que la aprueben, que la acepten.

—¿Trauma...? —ofrece al fin la pelirroja.

Las otras dos se miran. Y luego se ríen. Al menos tienen eso en común.

—¡Lees! —la voz de Tony Stark las interrumpe de repente, rompiendo su primera reunión oficial—. ¡Es la hora crucial!

—¡Ya voy, ya voy! —Lisa resopla, haciendo una mueca—. Lo siento, tengo que irme, él es una molestia.

Justo cuando Natasha regresó con Clint y Svetlana, Bruce y Rocket habían vuelto con su último miembro desaparecido. Todos están juntos ahora. Un poco rotos, un poco peor por el desgaste, pero están aquí. Y están listos para actuar otra vez porque es hora de tomar medidas.

Los Vengadores se han reunido oficialmente.

Y justo cuando Lisa se pone al paso de Tony, los dos pasan por alto a su último miembro desaparecido.

—¡Te vas a la izquierda! Ve por tu carril, Lebowski.

Caminando con pantalones de pijama de franela y gafas de sol, un Thor Odinson mucho más pesado levanta la vista de la lata de cerveza que ha estado bebiendo.

Todos han lidiado con su fracaso de diferentes maneras; y habiendo establecido Nuevo Asgard en Noruega, Thor encontró su propio mecanismo de defensa, uno... ¿poco saludable?

Lisa empuja a su padre en broma, caminando hacia atrás para mirar al dios.

—Ignóralo, Thor, todavía eres un guaperas para mí.

—Y es por eso que sigues siendo mi favorita —el dios del trueno toca suavemente su mejilla—. Te he echado de menos, dulce Lisa.

Eligiendo ignorar el hedor a cerveza en su aliento, Lisa sonríe y devuelve el gesto.

Pareciendo confundido, el dios se inclina cerca para susurrar en voz alta:

—¿Quiénes son todas estas niñas?

Y mientras se pasea, la chica de cabello azul responde por sí misma:

—¿No te gustaría saberlo, chico del tiempo?

Thor sorbe su cerveza, aún mirándola desde arriba de la lata.

—¡Espera un minuto! —la chica jadea, girando y agachándose—. ¿Qué es esoooooooo?

Thor mira defensivamente a sus pies.

—¡Son mis crocs!

Laurie casi se dobla mientras se agarra el abdomen y se quiebra.

Lisa resopla, rodando los ojos y frotándose las sienes doloridas.

Svet solo sigue el evento con los ojos abiertos, todavía se siente muy confundida.

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MIENTRAS SVET Y LAURIE CAMINAN EN EL LABORATORIO, encuentran a Scott completamente vestido con el traje para viajar en el tiempo rojo y blanco, teniendo lo que parece ser un ataque de ansiedad.

Svetlana se detiene en la puerta, con los ojos parpadeando en reconocimiento al hombre del aeropuerto de Leipzig hace tanto tiempo.

—Esto son partículas Pym —la voz de Scott se hace más fuerte y más rápida con cada segundo que pasa—. Y desde que Hank Pym le arrebataron su existencia, ¡esto es lo que hay! ¡Es lo que tenemos! ¡No fabricaremos más!

Papá —el rostro de Laurie se preocupa—, relájate, ¿de acuerdo?

Él lanza un gran suspiro.

—Perdón. Tenemos para un viaje de ida y vuelta, cada uno. Y punto. Sin segundos intentos. Más dos de prueba —enderezando los hombros, mira hacia abajo para colocar la partícula en su cinturón antes de ponerla en acción accidentalmente, encogerse y volver al tamaño normal con los ojos muy abiertos—. ¡Uno de prueba!

Rhodey deja caer la cara entre las manos mientras Laurie gime.

Tragando saliva, la cara de Svet se contorsiona en nervios, golpeando cautelosamente el hombro de Laurie.

—Eh, lo siento, ¿qué intentan hacer?

—¡Oh! —Laurie no registra la vacilación de la otra chica al hacer preguntas—. No mucho, solo quieren salvar el mundo preparando la Partícula Pym y probar si la máquina del tiempo funciona —la chica Lang se detiene, parpadeando en el suelo—. Esa es la frase más genial que he dicho.

Svet está sin palabras.

Mientras tanto, Scott todavía tiene un colapso mental.

—Vale. No estoy preparado para esto.

—Lo haré yo —Svetlana habla incluso antes de que se dé cuenta.

Todos en el laboratorio se giran para mirarla, varios niveles de conmoción en cada una de sus caras.

Poniéndose rígida ante la atención, Svetlana asiente lentamente.

—Puedo hacerlo.

Minutos más tarde, es Svet quien está completamente vestida con un ajustado traje rojo y blanco en lugar de su viejo traje de cuero negro. Por alguna razón, se siente más ligero. Mejor. Incluso bien, como se suponía que debía ser siempre. Una Vengadora. Ella se sonroja ante su pensamiento antes de alejarlo rápidamente.

Para que esto funcione, necesita ser quien era antes.

Un arma. Una herramienta. Una luchadora.

Natasha se encuentra cerca de ella, con un puño en la cadera y la uña entre los dientes.

—Svetti, no estoy muy segura de esto...

—No pasa nada, mama —enuncia Svet lentamente, con la cabeza roja bajando un poco—. Estaré bien.

Natasha deja escapar un suspiro incierto.

—Confío en ti.

Una luz brilla en los ojos lentamente iluminados de Svet, sin darse cuenta de cuánto necesitaba escuchar eso. Pero luego, con cautela, se vuelve hacia la otra persona que está frente a ella, a la que tenía miedo de enfrentar después de todo este tiempo. Svet sabe que pronto habrá un momento en que tendrán que sentarse y hablar sobre lo que sucedió, pero por ahora, es demasiado incluso mirarlo.

—Di algo, tío Steve —la mirada de Svetlana no se encuentra con la de él—. Puedo sentir que quieres.

Las cejas rubias se fruncen preocupadas y Steve deja escapar un suspiro.

—¿Seguro que te sientes cómoda con esto, Svetti?

La chica mantiene su vista en sus botas, asintiendo rígidamente.

—Estoy cómoda con todo.

Luego se da vuelta, sube los escalones de la plataforma y se para alrededor del borde circular ancho. El resto de los Vengadores observan desde un costado, caras nuevas y viejas, las que ella reconoce y las que no.

Le tiemblan las manos y puede sentir el pulso rápido de su corazón en la punta de sus dedos, pero hace todo lo posible por ignorarlo, cerrarse de sus sentidos, concentrarse en la misión en cuestión. El casco se forma sobre su rostro, cierra los ojos y respira lenta y profundamente. Y luego está lista.

—Muy bien, Svetlana —el grande y verde Bruce gira unos cuantos diales al lado de la plataforma, asintiendo con la cabeza a la adolescente—. Vamos en tres...

El suelo bajo sus pies comienza a brillar. Steve pasa al lado del borde. Ella puede hacer esto.

—Dos...

Las llantas comienzan a girar. Natasha se encuentra con sus ojos. Quizás fue mala idea.

—Uno...

El suelo se abre, su cuerpo se encoge y es tragada por la oscuridad.

Si pensó que el espacio es increíble, no es nada comparado con esto.

El mundo a su alrededor desaparece por completo y no se parece a nada que haya visto. A medida que se empuja más y más hacia el Mundo Cuántico, su cuerpo se retuerce y gira y se voltea, encogiéndose. Los brazos de Svet buscan algo a lo que aferrarse cuando su estómago se revuelve y su mente se marea cuando el dolor de la contracción explota dentro de sus átomos. La chica finalmente grita al atravesar el tiempo y el espacio, los colores contrastantes de púrpura, marrón, rosa y azul se forman a su entorno.

25 de diciembre, 2014

austria

Y luego aterriza de rodillas, con las manos hacia abajo para sujetarse mientras reprime un grito de dolor.

Pero éste retrocede, y cuando levanta la vista, Svetlana se encuentra en medio de una calle vacía.

Está nevando.

Gruesos copos de cristal caen de un cielo oscuro, centelleando como estrellas a la luz de la luna. Y la ciudad es brillante en medio de la oscuridad, suaves luces amarillas que destellan en los edificios de color blanco grisáceo que la rodean, brillando en la nieve.

La pelirroja intenta colocar este recuerdo, cuando tuvo lugar este momento.

Cadenas de luces decoran algunas de las tiendas vacías que bordean la calle, colores como el rojo, verde y blanco. Grandes árboles se paran en las esquinas de las ventanas y hermosos ángeles o estrellas plateadas se quedan en la parte superior. Cuerdas de palomitas se enroscan alrededor de las ramas y adornos brillantes cuelgan de entre los pinos.

Svetlana se encuentra... sonriendo. Realmente sonriendo.

Entonces el recuerdo resurge dentro de los recovecos de su mente, y retrocede como si alguien la hubiera empujado. Una ola de esperanza la inunda y jadea, sus ojos azules se agrandan al recordar. La chica gira en un círculo cerrado, las botas crujen en la nieve.

Con un aliento estrangulado, Svet corre hacia adelante y sube sin problemas por una escalera de incendios a uno de los edificios de color blanco grisáceo, reconociendo sus intrincados diseños y arquitectura tallada, mucho más agradable que el resto que la rodea.

El apartamento en la parte superior emite un suave resplandor dorado, y Svetlana puede escuchar el sonido de la música sonando. Se arrastra desesperadamente hacia adelante, con el corazón martilleando en su pecho y las manos aún temblando a ambos lados.

Necesita verlo. Solo por un momento. Solo por un segundo.

Sin embargo, justo antes de llegar a la ventana, Svet duda por un momento.

El miedo se instala. La inseguridad de quién es ella, de verlo y saber en qué se ha convertido.

Pero luego una risa silenciosa y estruendosa llega a sus oídos, y no puede resistirse.

A través del cristal, Svet encuentra un fonógrafo de aspecto familiar colocado en el suelo, entre una enorme cantidad de cajas marrones y libros encuadernados. Una mochila llena de varios diarios se sienta sobre la mesa de la cocina polvorienta y los muebles viejos están cubiertos de grandes sábanas blancas.

Y a pesar de todo, un hombre alto y una niña pelirroja mucho más pequeña están bailando.

Svet recupera el aliento, sus dedos presionando contra el cristal frío.

—Papa...

Bucky Barnes levanta suavemente a su hija y la hace girar para que sus pies se deslicen por el suelo. Mientras que la niña adentro no puede reprimir sus risitas, el padre la mueve en pasos suaves y sus calcetines de punto giran en círculos contra las baldosas frías.

Y el hombre está cantando.

"Is it a sin? Is it a crime? Loving you, Dear, like I do?

If it's a crime, then I'm guilty... Guilty of loving you."

Continúan bailando antes de que la aguja salga del disco, el sonido se rasca cuando la canción llega a su fin. Pero no dejan de bailar, demasiado atrapados en la paz de su momento como para siquiera considerar detenerse.

Svet descubre que todavía está sonriendo, empujando su mano libre sobre su boca para tragar una carcajada.

Pero luego un fuerte pitido interrumpe su momento.

El reloj en su muñeca emite un pitido en una cuenta regresiva y Svet entra en pánico, no lista para regresar, queriendo solo unos segundos más. Sus ojos se ensanchan y su otro puño se levanta, lista para tocar la ventana, solo para dar un último vistazo a la cara de su padre.

Pero el casco se expande sobre su rostro y se va, dejando solo el cálido contorno de su mano en la ventana.

26 de enero, 2013

parte alta de nueva york

La máquina del tiempo la escupe, un grito involuntario sale de sus labios mientras rueda por la fría plataforma de metal. El casco se retrae y el pelo rojo rizado cae alrededor de su rostro, ocultando su visión ya borrosa. La chica deja escapar un gemido silencioso cuando se pone de rodillas.

Es Natasha quien corre para alcanzarla, con Clint, Steve, Tony y Lisa detrás.

—¡Eh! Eh, eh, mírame —las cálidas manos toman sus mejillas agrietadas y todavía frías, y Natasha empuja rizos rojos sueltos detrás de sus orejas—. ¿Estás bien, Svetka?

—Sí —Svet respira irregularmente, sus ojos se vuelven pesados por las lágrimas—. Lo he visto, ¡he visto a mi padre!

Entonces se ríe de forma sincera por primera vez en casi cinco años.

Natasha no puede evitar reírse, una mano todavía ahueca su mejilla mientras se giran para mirar a los demás.

—Funciona —la chica sonríe al resto del equipo—. ¡Funciona!

Tony sonríe, tomando la mano de Lisa y apretándola con fuerza. Laurie irradia y se apoya en el abrazo de Scott.

Los Vengadores han vuelto.

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[ Still far away from where I belong

But it's always darkest before the dawn

Tell the world I'm coming home

Let the rain wash away

All the pain of yesterday ]

xxvii. coming home part ii skylar grey

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