Capítulo 18: La Invasión


Se despertó de lo que pareció ser un sueño eterno para verse de nuevo en aquella enfermería de paredes blancas. Silver se sentó sobre aquella cama de sabanas blancas y así tocar con gentileza su abdomen aún mal herido; observó los vendejas color carmín. Recordaba haber perdido el conocimiento y a ella junto a él. Silver se puso en pie un tanto torpe notando como las heridas sanaban más rápido de lo que pensó. Una vez en pie buscó a aquella felina que había morado sus sueños por tanto tiempo para distinguir una cama vacía a su lado, la cual estaba intacta, como si nunca nadie hubiese dormido en ésta.

–"¿Fue sólo sueño?"– pensó con cierta decepción. Silver pronto cayó en cuenta nuevamente de su cruda realidad y lo que significaba. –Amy– espetó con una mirada de decisión.

Recordó aquellos ojos esmeraldas verlo sumidos en tristeza y horror durante su corta visita por su celda tiempo atrás. Caminó fuera de la enfermería para ir en su búsqueda, necesitaba explicarle lo que había pasado y hacerle entender que jamás había sido su decisión mentirle, que Eggman lo había...

–¿Eh?– exclamó para romper su hilo de pensamiento al ver una silueta en la distancia.

Una gata con una mirada perdida en la ciudad yacía de pie frente a uno de los enormes ventanales del edificio. Sus ropas eran tan diferentes, ya no parecía aquella rebelde mordaz y testaruda que conoció tiempo atrás. Sus ropas eran limpias y refinadas, vestía un sudadero púrpura, pantalones blancos y botas moradas la hacían ver como alguien totalmente diferente, como una traidora.

Silver se quedó paralizado, pensando que posiblemente seguía dormido en un extraño y fabuloso sueño. Restregó sus ojos con fuerza intentando aclarar su vista y borrar, lo que él asumía, era una ilusión, pero al abrirlos ella seguía ahí, con su vista clavada en el horizonte.

–No es de buena educación espiar a alguien más– espetó para verlo de reojo –Más cuando ese alguien tiene la capacidad de pulverizarte en segundos– completó regresando su vista al frente.

–¿Blaze?– alcanzó a decir atónito.

–Veo que ya te has levantado– dijo ella para verlo al fin.

–Amm... Sí– asintió para caminar lentamente hacia ella, como si de una aparición se tratase –Pero... es decir, ¿Qué haces aquí?– cuestionó perplejo.

–Si te molesta mi presencia me iré– dijo sin interés para empezar a caminar lejos de él.

–¡N-No!– exclamó Silver tomando su mano para detenerla, sorprendiéndola por su reacción –No, no me refería a eso– intentó explicar –Me refería a...

–Suelta mi mano– interrumpió con una expresión de molestia.

–¿Qué?

–Mi mano– repitió fijando su vista en la mano de él que seguía sobre la suya –Suéltala.

–No– se negó frunciendo el ceño –Espera, ¿Por qué tú...– calló al sentir su mano quemarse y soltarla de inmediato.

–Las razones de mi presencia aquí son irrelevantes– habló con un dejo de preocupación en su voz. –Déjalo así– concluyó el tema para seguir su camino o eso intento cuando un fuerte agarre se lo impidió.

Silver tomó a la felina desprevenida por la cintura para acercarla hacia él. Blaze colocó ambas manos sobre su pecho para que sus ojos se toparan con los suyos para que aquellas blancas mejillas como la nieve se tornaban carmesí.

–¡¿Q-Qué demonios crees que haces?!– vociferó nerviosamente forcejeando para alejarse de él.

–Si no quieres decirme qué haces aquí, bien– habló Silver sin inmutarse por ira fingida –Entonces quiero saber: ¿por qué saliste a ayudarme en la villa de los rebeldes?

La ola inicial de molestia se desvaneció para abrir sus ojos de par en par sintiendo sus mejillas arder. Blaze le desvió la mirada sin intención de responder su pregunta, pues la realidad es que no tenía una respuesta, ninguna que quisiera aceptar al menos.

–Me gustas...– susurró Silver casi inaudible.

Blaze regresó su mirada de golpe a él con gran sorpresa, inmóvil, para verlo directamente a unos ojos que no mentían. Observó su rostro pintarse de carmín ante su declaración, sintiendo bajo las palmas de sus manos el corazón de él latir a toda velocidad.

–¡Haz perdido la cabeza!– logró hablar al fin desviándole la mirada –¡Suéltame de una buena vez!– ordenó mientras forcejeaba para librarse.

–¡Dime que tú no sientes lo mismo y lo haré!– replicó molesto aprisionándola contra su cuerpo con más fuerza.

Blaze dejó de forcejear ante aquellas palabras. Mordió su labio inferior mientras desviaba su mirada ante la imponente de él. Quiso abrir su boca para decirle que estaba equivocado, que era una retorcida idea que su mente había creado, que esos sentimientos jamás existirían, pero no pudo. El silenció invadió el lugar sin decirse nada el uno al otro, sin moverse, sólo con la espera de una respuesta.

–No tengo nada que decirte, ahora déjame ir– habló al fin en un tono molesto la felina.

–Bien– respondió molesto para soltarla al fin –Como quieras

Blaze le desvió la mirada, sin poderle sostenérsela. En su voz pudo distinguir el estado molesto del erizo. –Será mejor que me vaya, debo de buscar a Amy– lo escuchó decir con fastidio, sin poder encararlo –Pero antes...– musitó para que ella elevara su vista ante esa frase inconclusa para luego sentir como él la tomaba con cierta rudeza del mentón y así robarle un beso. Blaze no pudo reaccionar ante la acción del erizo, abriendo sus ojos completamente por su atrevimiento. Silver la soltó suavemente para alejarse con un amago de sonrisa dejándola sin palabras, aún impactada por su acción previa.

–Toda mentira tiene su castigo– le dijo indiferente para empezar a caminar.

–Pero... ¿Qué?– logró enunciar.

–Vuélveme a mentir y recibirás el mismo castigo– dijo sin detenerse para al final perderse entre los pasillos.

Lo vio perderse en el laberinto de pasillos de aquel inmenso lugar y luego sólo la luna de esa noche la acompañó. Blaze fijó nuevamente su vista sobre el enorme ventanal mientras sus mejillas sonrojadas y corazón acelerado inundara todo el ambiente.

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De nuevo aquella ciudad con su brillo resplandeciente lo llamaba a batalla. Había pasado bastante tiempo desde que se había infiltrado con Blaze en aquel lugar para robar aquellos planos que ahora serían su ventaja contra el Dr. Eggman. Shadow exhaló un pesado suspiro y vio de reojo a aquellos rebeldes que ahora estaban a su cargo, esperaban que él liderara aquel combate y que regresaran victoriosos; parte de él temía no poder hacerlo, al final de cuentas él siempre había sido un erizo solitario que le gustaba trabajar por su cuenta.

–¿Listo?– una voz resonó por aquel desierto llamado su atención. Era Sonic. No respondió a su pregunta para bufar molesto y regresar su vista al frente –Sabes que ellos confían en ti ¿verdad?– cuestionó el erizo azul mientras su vista también se fijaba en Robotropolis.

–No deberían.

–¿De qué hablas?

–Cada quien pelea por una razón, y eso debe de ser más que suficiente para que cada uno de ellos no fracase en su misión. Si uno falla todos fallamos.

–Eso suena muy como tu Shadow– le sonrió el erizo azul.

–Es la verdad– puntualizó serio –O dime si me equivoco al decir que tu motivación no es esa eriza rosa- Sonic no respondió ante el comentario –Todos los seres son egoístas por naturaleza, que por casualidad todos compartamos un objetivo común no quita que cada quien busca derrocar a Eggman por su egoísta razón.

–Eres un erizo muy negativo, ¿lo sabías?

–Sólo digo las cosas como son. Al final de cuentas, no quiero que carguen en mí una responsabilidad que nunca acepte.

–¿Y cuál sería?

–Procurar que todos regresen salvo a casa.

Sonic vio al erizo negro con sorpresa por la indiferencia de aquellos que ahora depositaban su confianza en él, provocando una obvia expresión de molestia. Shadow lo vio de reojo, sin inmutarse por el obvio desagrado de él erizo azul ante las palabras que él acaba de pronunciar.

–Esa es tu misión– concluyó el erizo negro.

–¡¿De qué rayos hablas?!– vociferó Sonic al fin.

–Yo buscó mi propia meta, y si se queda un rebelde o traidor en el camino, siempre y cuando logre mi meta me será indiferente– explicó indiferente –, pero tú eres un protector, tu misión es asegurarte que nuestras perdidas sean mínimas.

–¡Acaso tú estás...

–Es una orden del líder de esta villa– interrumpió Shadow con una mirada intimidantemente.

Sonic no estaba de acuerdo con la manera de trabajar de Shadow, Sonic, como líder de la villa, jamás hubiera dejado un deber tan importante como lo era el bienestar de todos a otro, pero quién mejor que él para ese papel. Con un suspiro de fastidio el erizo azul asintió con la cabeza y de nuevo el silencio reinó entre ambos.

–Es hora, llama a todos– habló por fin el erizo negro.

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La luna iluminaba el cielo negro y con su resplandor lágrimas eran iluminadas por igual, con un toque que sólo la luna misma podría brindar. Amy estaba sentada en lo más alto de aquel supuesto palacio que Eggman con tanto esmero había construido. El miedo de ver aquel erizo verde de ojos azules aún la atormentaba y le impedía de volver a ir a buscar a lo que alguna vez había su caballero y mejor amigo.

–Sabes siempre fuiste alguien difícil de encontrar en este laberinto– escuchó decir a una voz a sus espaldas –De no haber pasado contigo estos últimos cinco años nunca te hubiera hallado aquí; le va a ser difícil seguirte el rastro a mi remplazo.

–¿Silver?– llamó la eriza para voltear su cabeza y ver al erizo plateado parado detrás de ella.

–Hola Amy– saludó con suavidad mientras una pequeña sonrisa invadía su rostro.

–¡Silver!– gritó Amy con lágrimas en sus ojos para abalanzarse al erizo, quien apenas pudo sostenerla en brazos –¡Silver estás bien!

–Sí... algo– dijo intentando mantener el equilibrio aún con ella en brazos –Aunque aún hay heridas que duelen, ¿sabes?

–¡L-Lo siento!– se disculpó alejándose de él y dándole un respiro.

–No hay problema.

El silencio reinó entre ambos después de ese caluroso abrazo y el sonido del viento de aquella noche fría parecía ser el único que hablaba por ambos. Por más feliz que estuviera Amy por ver a su antiguo caballero en una sola pieza, el dolor de la traición en la aldea de los rebeldes vino de golpe, provocando que la incomodidad y la tensión se hicieran presentes.

–Te buscaba para algo en particular– habló el erizo plateado cortando el silencio. La eriza elevó la mirada dejando que ésta hablara por ella –Quería disculparme, princesa– dijo con una corta reverencia.

–No soy ninguna princesa, y eso lo sabes– le recordó dolida.

–Eso eres para mí, así te conocí. Jamás supe que habías pertenecido a lo que hoy es la resistencia, yo no me enteré hasta que conocí a ese erizo azul, él...

–Tal vez – interrumpió ella con una expresión inmutable –, pero sí sabías que Eggman había sido responsable...

–¡No podía decírtelo!– alzó Silver la voz, provocando que el silencio reinara nuevamente.

–Todos me mintieron– susurró herida desviándole nuevamente la mirada.

–Sonic no te dijo nada porque le dije que no lo hiciera– admitió avergonzado.

–¡¿Qué?!– exclamó Amy molesta –¿Por qué?

–Sabía que si te hablaba sobre lo que Eggman había hecho, lo que eras realmente, sobre todas aquellas cosas... jamás me perdonarías por habértelas ocultado.

–¡Eso no te daba derecho a decirle que me mintiera!

–¡Jamás te mintió!– le corrigió –Él siempre tuvo la razón, tú no eres aquella eriza de cinco años atrás, tu eres diferente ahora. Amy, tus recuerdos falsos o no son todo lo que tienes, o al menos eras todo lo que tenías para sobrellevar tu perdida de memoria, aquellos recuerdos que Eggman te dio.

–¿Y eso te daba el derecho de hacerme vivir en una mentira?– cuestionó con lágrimas en su rostro.

–Dime tú si hubieras reaccionado de mejor manera si el erizo azul te hubiera dicho todo desde un principio.

Calló ante su argumento. Amy sabía que su reacción no hubiera sido muy distinta a la de aquella noche, pero seguramente no le hubiera creído al erizo azul y hubiera confiado ciegamente en Silver y las palabras que él siempre le había dicho durante años, después de todo jamás había tenido ningún motivo para desconfiar de su caballero. Suspiró profundamente al pensar eso, a pesar de que Silver tenía excelentes justificaciones y razones para haber hecho lo que hizo, eso jamás quitaría el dolor de su corazón al sentirse traicionada por aquellos que ella amaba o que amó alguna vez. La eriza se abrazó suavemente dándole la espalda a su caballero y perder su mirada en el cielo de esa noche.

–Amy...– llamó Silver con pesadez colocando una mano sobre su hombro –Escucha, yo...

–¿Qué es eso?– interrumpió la eriza abruptamente acercándose más al borde de aquel edificio.

Silver se acercó junto a ella para distinguir pequeñas nubes de humo en diferentes lados de la ciudad adjunto con el sonido distante de explosiones. Su mirada se endureció sabiendo que por fin el momento había llegado.

–Llegaron– habló él con su mirada fija en la ciudad.

–Sonic.

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Las alarmas silenciosas se activaron por todos los cuarteles y una sonrisa macabra se formó en sus labios al ver que por fin el día que él había esperado había llegado, después de todo sabía que Sonic regresaría por su querida Amy en algún momento.

En una mesa ovalada estaba sus aliados más cercanos, cuatro individuos que sabía que lo acompañarían hasta el fin de su imperio. Jet, el líder de los Babylon Rogues y experto en persecución, Storm, su no muy inteligente miembro, pero con la fuerza de un elefante, Wave, su mecánica en jefe y experta en manejo de cualquier cosa que llevara cables o botones y por último, pero no menos importante, Scourge, su encargado torturador y el más rápido de todo su equipo. Cada uno de los miembros tendría una misión especial para poder liquidar a los rebeldes de una vez por todas.

–Scourge– llamó Eggman –Tú te encargaras de nuestra princesa y de nuestro molesto amigo, Sonic.

–Será todo un placer– dijo con una sonrisa retorcida y salir corriendo del lugar.

–Jet, tu misión será detener a la última forma de vida, Shadow the Hedeghog; Storm, tú iras con él, necesitaran toda la ayuda posible para lograr detenerlo.

–Como diga Emperador– habló el halcón con una reverencia para salir junto con Storm.

–Wave, tú ya sabes que hacer, usa nuestra más reciente adquisición para sublimar a todo rebelde que quiera entrar.

–Claro, este será un experimento divertido– sonrió Wave dirigiendo su mirada a un pequeño control que tenía en su mano.

Eggman la vio partir para quedarse solo en aquella habitación, mientras miraba por aquellos monitores como los rebeldes por fin iniciaba aquella invasión. Por fin la guerra que definiría cual bando quedaría para gobernar aquella tierra inhóspita empezaría esa noche.


¡GrAcIaS pOr LeEr!

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