Capítulo 17: My Fears


Seguía sentada sobre el piso frío de aquel pasillo, aún con su mirada fija a aquella puerta que reflejaba su apariencia en el metal brillante donde sabía que él estaba. –Silver...– musitó mientras el miedo la acogía en sus brazos sin planes de dejarla ir. Amy estrujó la tela de su vestido con fuerza y rabia, sabiendo que si realmente ella fuese una rebelde enfrentarse a él no sería un problema, pero la verdad era otra, la verdad era que ella no era una rebelde. Ya no más. Las lágrimas brotaban de sus ojos nuevamente, asombrándose ella misma por la enorme capacidad para llorar.

Amy escuchó unos pasos provenientes del pasillo, y al él llamarla supo inmediatamente quién era. Eggman. Elevó su mirada, y sus ojos apagados y mojados le hicieron saber a él que ella era infeliz. Se acercó a ella dirigió su mirada a la puerta que por varios minutos ella observó sin siquiera dedicarse a parpadear. Le sonrió y le extendió su mano, pero ella simplemente bajó la mirada y de nuevo ésta se posó en el frío piso que era golpeado por sus lágrimas.

–Mi querida princesa, debes de levantarte– le dijo el emperador con una sonrisa. Ella se mantuvo en silencio, dándole su respuesta. Se hincó a su nivel y tomó su mentón suavemente para que ella lo viera –Esto es lo que les pasa a los que me desobedecen– amplió su sonrisa de manera casi tetrica.

–... Él no ha hecho nada malo– lo excusó.

–Sabes princesa, tu problema siempre ha sido que entregas tu corazón muy rápido, no eres lo suficientemente fría.

–¿Debería de serlo?– inquirió con un mohín de desolación.

–Sí. Deberías– le dijo ya con seriedad. Ella le volteó el rostro y de nuevo éste quedó ocultó por los mechones rosas que tapaban su cara. –Es hora de irnos– le ordenó una última vez, pero ella no se movió. –Sabes...– habló para tomar su mentón con brusquedad haciendo que lo viera de nuevamente –No me gustan que me desobedezcan– le dijo de tal manera que un escalofrío recorrió su espalda -¿O te gustaría otro castigo con nuestro amigo Scourge?

De nuevo aquella mirada de terror se hizo presente y sacudió su cabeza a los lados para negarse –¡No!– logró decirle mientras sus lágrimas mojaban aquellas mejillas.

–Entonces, ¿vamos?– le habló con una falsa sonrisa de amabilidad, para de nuevo extenderle su mano, la cual ella tomó forzadamente.

Scourge y Amy compartían una historia, una historia que ella intentaba borrar y ahogar en lo más profundo de su mente. Mientras caminaba de regreso a su habitación, encaminada por Eggman, Amy recordaba aquella historia que cambió su manera de vivir en aquel palacio.

Inicio del Flash Back

Mucho antes de la llegada de su caballero a su vida, la soledad parecía ser la única compañía que tendría. Sola, deambulaba por los pasillos y para entretenerse hacía un par de travesuras o se escapaba de los robots. Un día no muy especial vio una silueta en la lejanía, la cual la hizo sonreír, al sentir un aire familiar, a pesar de saber que no podría ser. Amy decidió jugar con aquel invitado y correr hasta él para abrazarlo por atrás y decirle: –¡Te tengo!– con una sonrisa traviesa, era la primera vez que parecía que podría conocer a alguien que le hiciera compañía.

Aquella figura se volteó con una mirada molesta, y unos ojos azules, fríos como el mismo hielo, se clavaron en ella. Una expresión de molestia se posó en el erizo verde para tomarla del hombro y así empujarla con fuerza, haciéndola chocar contra la pared y caer. Molesta y adolorida se levantó para ver a un erizo verde con una mirada cruel en sus ojos. Lo vio acercarse a ella obligándola a retrocer por la postura intimidante topandose de nuevo con aquella pared de metal. Observó con miedo a un erizo de pelaje verde que lucía unos lentes oscuros y una chaqueta de cuero negro el cual se paró frente a ella viéndola con prepotencia. Amy alzó la mirada y ésta se quedó por un momento fija en las cicatrices en el pecho de él, que parecía lucir con orgullo, o eso se le asemejó.

–Escúchame bien– habló, provocando que fijara su vista al rostro de él –Me vuelves a tocar y te mato... ¿entendiste?– amenazó con una sonrisa macabra.

–¡Oye, tú!– exclamó molesta –¡¿Quién te crees que...

Un golpe en su rostro la hizo callar para caer al suelo, sintiéndo el dolor punsante en su mentón por la bofetada. Amy quedó incrédula ante lo que acaba de acontecer; con su mano tocó suavemente su mejilla sonrojada por el golpe, para luego voltearlo a ver con pequeñas lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

–Y te mato– recalcó con una mirada dura y aires de superioridad –¿Nos entendemos, su bajeza?

Amy se mordió el labio inferior con fuerza intentando ocultar su rabia, pues entendía que no le intersaba en lo más mínimo su título. –...Sí– respondió con resentimiento.

–Perfecto.

Fin del Flash Back

No se volvieron a ver después de eso. Ella intentó evitarlo lo mejor que pudo, pero sus esfuerzos no fueron suficientes, pues un día, ya cansado de la actitud "rebelde" de la princesa, el emperador decidió darle un castigo apropiado. Aquellas palabras cambiarían su vida y la manera en la que ella miraría a Eggman para siempre. Aún las recordaba perfectamente "Irás a ver el castigo de aquellos que osan desobedecerme, veamos si eso te enseña lo afortunada que eres". En ese momento no entendió bien a lo que se refería, pero imaginó que únicamente le daría un tour por las celdas, pues ella sabía que ahí se mantenían a los prisioneros. Aún el recuerdo de lo que vivió aquel día la atormentaba de noche.

Entró a las celdas acompañada por un par de robots que se encargarían de que no saliera, en donde la encaminaron a una habitación especial, al final de aquel pasillo de celdas vacías. Adentro la sentaron en una silla de madera, por lo cual no tuvo cuidado hasta que sintió como sus manos eran atadas, lo que fue el inicio de aquel tormento.

–¡¿Pero qué hacen?!– exclamó molesta.

–Nos volvemos a ver– escuchó decir a una voz que la congeló. Ocultó de entre las sombras lo vio salir con una sonrisa.

–¡¿Qué rayos haces aquí?!– inquirió iracunda, aún resentida por el encuentro de tiempo atrás.

–Es una tarea que el emperador me pido– expresó sin interés –, y la verdad no podía decir que no al saber que tú estarías aquí– respondió con una amplia sonrisa.

–¿De qué hablas?

Las puertas se abrieron dejando ver como una equidna rosa llegaba arrastras por los robots de Eggman; era una rebelde. Amy vio que la equidna tenía una mirada desafiante, la cual se borraría en las horas por venir. Aquel erizo verde encendió un interruptor, el cual iluminó todo la habitación y enfrente de ella Amy pudo ver una cama de madera con varias correas. Los robots la colocaron en ésta para atarla de pies a cabeza. Ella la escuchó blasfemar un par de veces en contra del erizo verde quien no reaccionó ante sus comentarios, al menos eso pensó hasta que un golpe certero la hizo callar, haciéndola estremecer.

Amy detuvo su marcha al recordar aquel momento tan vívidamente que un escalofrío la hizo erizar su piel; sin embargo, el agarre brusco de Eggman la obligó a caminar nuevamente casi en contra de su voluntad. Siguió su camino sumergiéndola en aquella escena otra vez, una que no parecía querer desaparecer de su mente.

La sangre salpicada en su vestido y rostro aún estaban tan presentes que podía olerla y sentirla sobre ella nuevamente. Escuchó de nuevo el grito de dolor de la rebelde provocando que colocara ambas manos sobre sus oídos intentando borrar aquel desgarrador sonido.

Recordó como sus ojos se abrieron de par en par mientras miraba aquel objeto punzante en la pierna de aquella rebelde, para gritar con desesperación al presenciar la horripilante escena. Amy forcejeó para librarse de las amarras, pero le fue imposible.

–¿Asustada tan pronto?– lo escuchó decir con una sonrisa torcida –, pero si esto es sólo el comienzo– habló divertido para apuñalar a la equidna nuevamente quien exclamaba gritos de dolor con cada hendidura en su cuerpo.

–¡Detente!– le suplicó ella, provocando que parara. La volteó a ver con su rostro y ropas cubiertas en sangre. –Por favor... es suficiente– pidió dejando que las lágrimas bañaran sus mejías.

–De acuerdo, me detendré– accedió jugando con el cuchillo en sus dedos. –Lo haré si dices mil veces que lo sientes.

–¿Mil veces?– murmuró sin entender para que él frunciera el ceño y una vez más incrustara el arma blanca en la piel de la equidna retorciéndolo sobre su piel para escucharla chillar adolorida. Amy cerró sus ojos para evitar ver aquel pelaje rosa ser manchado de sangre y apaciguar los gritos incesantes –Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento...– repitió tantas veces como pudo, y entre más gritaba aquella rebelde más fuerte lo decía, pero no parecía tener ningún efecto hasta que los gritos cesaron.

Amy abrió sus ojos lentamente y presenciar la horrible escena frente a ella. Observó una equidna a penas con vida yacer sobre la mesa ahogándose en su sangre. Lágrimas empezaron a recorrer su rostro nublando su visión.

–¿En serio lo sientes?– inquirió para verla con una expresión sombría.

–Sí, lo siento– asintió con su voz ahogada por el llanto. –Por favor, detente...

–Mmm...– pausó pensativamente y sin previo aviso apuñalar el corazón de su víctima con una amplía sonrisa. Amy gritó horrorizada para ver como la vida de la equidna le era robada a manos de él –Yo sólo conté 999... te faltó uno.

Después de eso pasó encerrada en su habitación durante semanas. Tenía miedo de salir, miedo a verlo a él, miedo a hacer algo que pudiera ponerla en la misma situación; sólo quería escapar de lo sucedido, pero en la oscuridad de la noche aquella equidna parecía visitarla mediante sus recuerdos de dolor. Nunca la conocía realmente, pero jamás la olvidaría. Su nombre era Julie-Su, una equidna capturada en el desierto sin un rumbo aparente.

Después de ese día Amy no volvió a saber de él; según supo Eggman lo había asignado a otra área al ver que ella se había rehusado a salir de su habitación. Poco después del incidente conoció a Silver, y pensando que terminaría con el mismo destino cruel decidió salvarlo.

–Y ahora lo he dejado solo nuevamente– se dijo para sí en su marcha fúnebre hasta que vio al emperador detenerse.

–Bien, entra y descansa– ordenó frente de la puerta de su habitación; habían llegado. Ella entró a paso lento a su recámara pero no sin antes subir su vista y verlo pro primera vez.

–¿Él va a estar bien?– preguntó con una mirada de súplica.

–Va a vivir– dijo por último y ver la puerta cerrarse de golpe para de nuevo ver su reflejo en el metal brillante. Dejándola a solas.

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Aquella noche regresó de su cita con su torturador impuesto por Eggman, el erizo más cruel que él jamás hubiera conocido. Lo lanzó a su celda como si de basura se tratase y se rió un poco mientras sacaba un pañuelo de su pantalón y se limpia su rostro la sangre sobre éste. Silver entre abrió sus ojos con cierta dificultad pues sentía como los moretones le impedían abrirlos por completo.

–Hoy estuvimos más tiempo, ¿no es cierto?– habló el erizo verde con una amplia sonrisa –Bueno, después de la interrupción de aquella molesta eriza rosa alguien tenía que pagar.

Silver no respondió a su comentario parar cerrar sus ojos y pensar en aquella mirada llena de tristeza y terror en el rostro Amy, ¿acaso aquello significaba que lo había perdonado? No lo sabía con seguridad, podría ser únicamente pena o compasión lo que ella pudo haber sentido, al fin de cuentas, Amy nunca había sido de naturaleza cruel.

–Nos veremos mañana– se despidió el erizo verde sacándolo de sus pensamientos –Y ya que es nuestro último día me encargaré de hacerlo extra especial– dijo divertido. Silver escuchó los pasos alejarse hasta que por fin salió de las celdas, dejándolo a solas.

Abrió los ojos y con dificultad al escuchar que él ya no se encontraba para ponerse en pie, quería acercarse a la puerta de la celda e un intento de abrirla y buscarla, quería aunque fuera por sólo un momento hablar con Amy y decirle lo mucho que lo sentía, aunque eso significara una semana más con Scourge. Pero al ponerse en pie cayó inmediatamente al suelo y un grito de dolor y agonía es escuchó resonar por las celdas vacías. No podía apoyar sus piernas, él dolor era insoportable, y aún le quedaba una sesión más antes de que Eggman llegara para darle su nueva tarea, que seguramente sería de limpieza o peor aún, bajo las órdenes de Scourge.

–Amy... lo siento– musitó mientras se tumbaba boca arriba para ver las luces blancas de las lámparas del techo.

Cerró los ojos de nuevo y la oscuridad lo invadió. Después de mañana, asumiendo que sobreviviera a la última sesión de Scourge, nunca más la vería de nuevo. Posiblemente Eggman lo mandaría del otro lado del planeta para alejarlo de ella. El cansancio se hizo mas presente que nunca y poco a poco empezó a sentir como el dolor se iba alejando mientras Morfeo parecía recibirlo con gracia al mundo de los sueños.

Silver sintió como un calor agradable recorrer su cuerpo, una sensación de calidez lo invadió cual viejo sentimiento, como en el tiempo antes de que Eggman dominara todo y él simplemente era un erizo normal, no era un traidor o rebelde, sólo era Silver. Escuchó una dulce risa a la distancia, inocente y tierna. Los rayos del sol le daban aquella sensación de libertad por la que agonizaba cada día desde que había sido capturado. Y ahí, en aquel perfecto paramo distinguió una hermosa felina lila vestir un vestido morado y reírse entre las flamas; flamas que no aparecían quemar. Flamas que parecían alimentarlo.

Silver– la escuchó musitar su nombre con una sonrisa para que él le sonriera de regreso y así estirar su mano en un intento de alcanzarla. Entre abrió sus labios para llamarla de regreso hasta que un golpe frío lo hizo regresar a la realidad.

Abrió sus ojos de golpe al sentir el agua congela recorrer su pelaje, lavando la sangre seca. Lo primero que vio fueron unos ojos azules verlo con diversión. Recorrió con sus ojos el lugar para notar que yacía en aquel cuarto en donde había estado los últimos días pagando su deuda con Eggman.

–Pensé que no despertarías– habló Scourge mientras caminaba a un carrito de metal con todos los artefactos de tortura de aquel día –No sería divertido si estás dormido y no sientes nada ¿no te parece?

Silver suspiró pesadamente mientras se preparaba mentalmente para las horas por venir. De nuevo el rostro de ella vino a su mente y por alguna razón eso lo hizo sentir mejor.

–Bien, empecemos...

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La llevaron a un gran salón sin saber exactamente qué esperar, hasta que el culpable de todo lo que ella había tenido que vivir apareció frente a ella. –Emperador Eggman– musitó Blaze frunciendo el ceño. La gata se levantó molesta y con la poca energía que tenía creó una bola de fuego en su mano lista para atacar cuando un fuerte estruendo seguido de un dolor punzante en su brazo la hizo desvanecer cualquier ataque para caer al suelo de rodillas. Sostuvo su brazo fuertemente para ver como su guante empezaba a llenarse de sangre. Un robot le había disparado.

–Creo que te he visto antes– habló Eggman sin inmutarse de su fallido intento de ataque.

–Soy una rebelde, ha visto a muchos de nosotros aquí– respondió con seriedad.

–Pero tú...– calló para abrir los ojos de par en par reconociéndola –Claro, eres la piromaníaca que incendió mi edificio– dijo con un dejo de resentimiento en su voz a lo que ella no respondió –A ti fue quien Silver rescató cuando ese mal nacido de Sonic se llevó a mi princesa.

–"¡Silver!"– pensó abriendo sus ojos de par en par. Blaze buscó a sus alrededores instintivamente al erizo plateado, a pesar de que él no podría estar ahí.

–¿Conoces a Silver?– preguntó Eggman intrigado ante la reacción de la felina.

–Es el maldito traidor que casi me mata, claro que lo conozco– expresó indiferente con una rabia fingida –Yo jamás le pedí que me ayudara.

–Me interesan tus habilidades– expresó el emperador complacido por la respuesta de la felina –Tienes dos opciones, o te unes a mí o mueres a manos de mi torturador ¿Qué eliges?

Blaze calló ante la propuesta, aunque realmente no es que tuviera mucha opción. Suspiró resignada para asentir con la cabeza; al menos pretender ser una traidora le daría la oportunidad de ayudar a Sonic y a los demás. Debería de seguir las órdenes de Eggman en lo que los rebeldes formulaban un plan para llegar a Robotropolis.

–Me uno– replicó sin ánimos.

–¡Perfecto!– celebró el Emperador –Como imaginaras todos mis allegados tienen que pasar cierto tiempo de prueba– le sonrió con malicia, haciéndola estremecer –¡Storm, Wave!– llamó para que ambos se presentaran –Ya saben qué hacer– dijo para que ambos asintiera con la cabeza –Wave confió en ti.

Blaze observó como el ave púrpura caminaba con una sonrisa maliciosa hacia ella haciéndola estremecer.

–Es hora– sonrió Wave.

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Abrió sus ojos con pesadez para ver su cuerpo cubierto de vendajes manchados de carmesí. Observó a su alrededor y distinguir un par de cortinas blancas muy delgadas a su lado. Reconoció el lugar al acto. –"Estoy en la enfermería"– pensó Silver con rapidez. Ya había pasado casi cuatro días desde la última vez que había visto a Scourge; en algún punto en su última sesión había perdido el conocimiento debido a la falta de sangre. Pensó que moriría y que sería sólo un cuerpo más en la colección de Scourge. Suspiró profundamente al darse cuenta que seguía vivo, pues hubiera preferido morir, sabía que pronto entraría Eggman y le daría un trabajo horrible para pagar por su traición.

Silver cerró sus ojos y se dispuso a dormir para olvidar todo aquella pesadilla, pero escuchó un gemido de dolor en la cama adyacente a la suya. Abrió sus ojos, curioso por quién emitía ese sonido, pero no pudo distinguir la silueta de la sombra a su lado.

–No puedo creer que haya aceptado– escuchó susurrar e inmediatamente se le hizo familiar el sonido.

Se levantó en un impulso de adrenalina momentáneo y corrió aquella cortina con su mano envuelta en vendas, para ver a la felina lila con varias vendas sentada en la cama con una expresión de sorpresa.

–¿Blaze?– dijo el erizo plateado casi incrédulo.

Blaze lo observó igual de impactada que él a ella y lo vio mal herido, apenas si podía sostenerse en pie. Entre abrió sus labios para hablar cuando lo vio caer pues no podía mantenerse en pie. –¡Cuidado!– exclamó para levantarse de golpe en un intentó sostenerlo para evitarlo caer, pero fue en balde, pues ella no tenía aún la fuerza suficiente, cayendo junto a él. Una exclamación de dolor vino por del erizo plateado que yacía en el suelo para toparse con unos ojos ámbar con una expresión de dolor por igual. Blaze notó la corta distancia para sonrojarse y retroceder torpemente de él, carraspeando su garganta en un intento de recobrar la compostura y obviar su innecesaria muestra de preocupación.

–Eres tan torpe– soltó con un suspiro y una mirada desinteresada.

Silver bufó molesto desviando su mirada. –Es normal en mi situación– se excusó sonrojado.

Silver intentó levantarse del suelo, pero era demasiado doloroso si quiera respirar. Sintió como varias de sus heridas abrían por el golpe y un líquido cálido empezó a bañar su abdomen para ver las vendas empezar a bañarse de un carmesí intenso.

Blaze se puso en pie torpemente para verlo de reojo yacer aún en el suelo y decirle: –¿Piensas levantarte o piensas quedarte ahí todo el día?– habló sarcástica para reconocer una expresión de dolor en el erizo plateado. –¿Silver?– llamó ella para dar media vuelta sin respuesta –¡¿Silver?!– gritó su nombre al ver al erizo caer pesadamente para cerrar sus ojos.

Silver perdía la conciencia y por breves momentos regresaba a él para entreabrir sus ojos y escucharla hablar: –Duerme, necesitas descansar– cual armoniosa melodía. Entre su agonía logró distinguir unos ojos color oro que lo miraban con consternación. Él los conocía... eran los mismos ojos que lo habían despedido en la villa de los rebeldes... era ella. –Todo estará mejor mañana– la escuchó decir para sentir su mano sobre la suya y por primera vez sentir calma. Sus ojos se volvieron pesados de nuevo y así concilió el sueño. Si verla a la par suya era un sueño, era mejor que despertar en su cruda realidad; prefería dormir por siempre aunque significase estar en una cama de hospital toda su vida con tal de evitar lo que vendría una vez que despertara.

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Regresó corriendo tan veloz como sus torpes pasos se lo permitieron. Buscó con la mirada a cualquiera de los erizos y no muy lejos de ahí distinguió a Sonic hablando con Shadow sobre algo que en ese momento no le pudo importar menos. Cream corrió hacia ellos y con desesperación exclamó por ayuda, ambos le prestaron su completa atención pensando que los cazadores los habían encontrado.

–¡¿Cream, qué sucede?!– le dijo Sonic preocupado.

–¡Se la llevaron!

–¿De qué hablas, a quién se llevaron?– le preguntó el erizo negro intrigado.

–A Blaze– respondió con un nudo en su garganta –Ella se dejó capturar, ella...

–¡Espera un momento–- la detuvo Sonic confundido –¿Cómo qué se la llevaron?

–¡Fue mi culpa! Yo corría al desierto y ella intento detenerme, y cuando íbamos a regresar los cazadores la acorralaron y dijo que tenía que huir que si no lo hacía pondría en riesgo a los rebeldes y...– las lágrimas la hicieron callar.

Ambos erizos se vieron a los ojos en silencio sabiendo qué significaba. Sonic se acercó a ella para colocar una mano sobre su hombro en un intento de tranquilizarla.

–Todo está bien– habló con gentileza –Ella es muy fuerte, no te preocupes.

Cream se secó las lágrimas con brusquedad tomando aire para continuar su relató –Dijo que si la capturaban ella los ayudaría desde adentro.

–¿A qué te refieres con si la capturan?– cuestionó indiferente el erizo negro.

– No creo que pensara que la dejarían vivir– respondió para soltar su llanto.

–Es hora– habló Sonic seriamente viendo al erizo negro quien asintió con la cabeza.

-Lo sé, ya no podemos esperar más.

–¿Esperar?– cuestionó la coneja confundida –¿Esperar para qué?

–Es hora de contraatacar– le respondió decidido Shadow.


¡GrAcIaS pOr LeEr!

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