CAPÍTULO 2: UN TRAUMÁTICO DESPERTAR
Me encontraba en un estado liberador, no sentía dolor, ni sangre deslizándose por mi cuerpo; no sentía los moratones palpitar bajo mi dolorida piel. Hacía mucho tiempo que no me sentía en un estupor semejante a éste, como si realmente descansara. Si esto era dormir, jamás lo había hecho.
Mi turbulenta mente empezó a enfocar los diferentes sucesos que ocurrieron horas atrás. Aquí, sumida en un sueño tranquilo, parecía que todo había sido producto de mi imaginación que a veces pecaba de desbordante, pero mi estado de tristeza y arrepentimiento más absoluto me indicaba que no era así. Todo lo que mi mente atormentada guardaba era tan real como el oxígeno que llenaba mis pulmones.
El recuerdo que más vívido se sucedía una y otra vez en mi mente era aquella voz del hombre desconocido que estaba cerca de mí antes de desvanecerme tras el golpe. No sabía que había hecho conmigo, pero, si estaba muerta, entonces mi final no era tan malo como pensaba.
La dulce muerte a veces me parecía la única salvación para mí y para los demás, pero nunca me había atrevido a quitarme la vida así que, si alguien me había hecho el favor, estaba realmente agradecida.
https://youtu.be/ELonXIIutt0
Si me preguntas que a qué le tengo más miedo, no te diré a que mi reloj marque las tres de la mañana, era despertarme de ese terrible sueño y cargar con todo lo que he hecho por el resto de mi vida.
Ahora no me quedaba nada ni nadie, ya que Bill me había traicionado diciéndole a los demás del pueblo lo que yo había hecho. Entendía su situación y su dolor, pero él no me entendía lo suficiente; nadie lo hacía.
Deseaba con todas mis fuerzas que esta maldición se esfumara tan rápido como llegó a mí, pero ni el mejor de los médicos de la zona había podido curarme.
Noté como una brisa iba deslizándose entre mi pelo, revolviéndolo suavemente, haciéndolo deslizar por mi frente. Poco a poco, empecé a notar sensaciones de mi alrededor ya que mi cuerpo iba abandonando su letargo e iba volviendo a la cruel realidad.
Sentí una mirada insistente sobre mí, provocándome un miedo visceral.
Aquel pánico me impedía a abrir los ojos y no era de extrañar esa desconfianza debido a lo ocurrido horas atrás.
Abrí los ojos y entonces me di cuenta que no estaba muerta si no en una hermosa habitación. Los muebles eran antiguos, pero en un estado de conservación realmente excelente. Todo estaba colocado de forma exacta y con una elegancia que me daba pena tocar un solo objeto de ese cuarto. Los cuadros de la pared eran de mi agrado porque los paisajes eran mi gran pasión; parecía que esa habitación estaba hecha para mí como si me conocieran.
Por mi ventana no entraba excesivamente el sol, ya que las cortinas ligeramente traslúcidas, me protegían de aquel Astro.
Me encontraba sola en aquella estancia que nunca había visto pero que era real por las sensaciones tan realistas que sentía. Cuando intenté ponerme de pie, un martilleo constante y punzante atravesó mi cabeza, lo que hizo que volver a sentarme en el borde de la cama.
Froté mi cara contra mis manos frías, emitiendo débiles quejidos de dolor.
Cuando el martilleo se suavizó un poco, me puse de pie para comenzar a mirar con detenimiento dónde me encontraba.
El dueño de aquella casa debía de ser bastante adinerado, ya que los muebles eran de excelente calidad. Los cuadros estaban enmarcados con marcos de oro y numerosas filigranas formando un espectacular e intrincado diseño. Al fondo, había un tocador que casi seguro había pertenecido a alguna dama de clase alta, el cual tenía numerosos peines y espejos de nácar cuidadosamente colocados.
Todo estaba increíblemente impoluto y ordenado.
Me miré al espejo y mi reflejo me devolvió una cara demacrada y triste, cargada de malos recuerdos y decisiones: estaba segura de que quién me hubiera recogido no sabía lo que había hecho, pero estaba claro que no iba a decir nada acerca de mi condición.
Me senté en el asiento del tocador y empecé a peinarme. Poco a poco mi aspecto iba mejorándose, pero por dentro no iba a mejorar por mucho que lo intentara.
Pasé interminables minutos peinándome y mirándome al espejo con un rostro cargado de tristeza; estaba tan ensimismada que no noté la presencia que estaba detrás de mí.
-Tes ves muy bonita, aunque estés triste.
Me giré violentamente hacia el foco de la voz y encontré a una chica con una piel muy pálida con el pelo blanco y vestido del mismo color: parecía un auténtico fantasma, aunque bien sabía que eso no podía ser.
Me quedé petrificada mientras ella me sonreía con amabilidad.
-Discúlpame, a veces puedo ser terriblemente impertinente, me llamo Charlie y vivo aquí-dijo con una voz angelical mientras me seguía mirando con su cara risueña.
Hizo una pausa para darme tiempo a reaccionar, pero al quedarme callada sin posibilidad de articular palabra, ella siguió hablando:
- Tranquila, nadie aquí va a hacerte daño.He venido porque Kaleb me dijo que fuera a ver como estabas, te habías llevado un buen golpe y estaba muy preocupado por tí. Si te lo preguntas, Kaleb es el que nos cuida a todos los que vivimos en su casa; somos por así decirlo, huérfanos.
Esa palabra no me gustaba, me hacía recordar el incidente de hoy y eso lo odiaba, me hacía un daño tan inmenso que no podía describir.
Charlie vio mi expresión y se empezó a acercar cautelosamente a mí, quedando enfrente mía:
- Aún no sabemos tu historia, pero Kaleb es muy paciente.No te preocupes, solo habla cuando lo necesites y estés preparada. Lo que nos importa es que estés bien, ¿Puedes andar? -Preguntó aquella chica dulcemente.
-Sí, aunque me mareo un poco aún-le dije mirándola aún con desconfianza.
- No te preocupes, te ayudaré a bajar al despacho de Kaleb: está esperándote para darte la bienvenida.
No me gustaba la idea de estar en una casa rodeada de desconocidos, pero lo menos que podía hacer era agradecerle la hospitalidad a aquel señor.
Mientras que Charlie me sujetaba con el brazo detrás de mi espalda, fui admirando aquella enorme mansión. Aquel largo pasillo estaba plagado de puertas las cuales estaban cerradas.
- Todas esas son habitaciones. Todos nosotros tenemos una personal para cada uno, así tenemos nuestro espacio propio. No podemos quejarnos del tipo de vida que llevamos aquí; el señor Kaleb es realmente hospitalario y detallista.
Cuando llegamos al final del pasillo, unas escaleras de caracol de madera llamaron mi atención por el intrincado diseño que tenía. Su alfombra de color azul oscuro, se extendía hasta el final de la misma y amortiguaba nuestros pasos.
- Kaleb es un hombre que le apasiona los colores oscuros y los muebles refinados, como comprobarás. Ya verás, te sentirás como en casa o mejor-Me dijo mientras me sonreía.
Seguimos recorriendo la entrada de la mansión a paso lento debido a mi cansancio. Me sentía tan torpe e inútil...
Finalmente paramos en frente de una puerta de color negro, con unos pomos redondos en forma de gema. Aquello era una obra de arte y temía tocarla por si la dañaba.
Charlie tocó suavemente la puerta y una voz masculina nos invitó a entrar.
En el centro de la sala había un hombre enfrascado en una pila de documentos detrás de un escritorio enorme. Tenía un porte elegante y distinguido con una extremada palidez cuyas ropas no parecían haber sido compradas en este siglo.
Hizo una pausa y se quitó las gafas, dibujándosele una sonrisa en el rostro cuando sus ojos se posaron en mí:
- Por fin despiertas, estaba deseando conocerte por fin-me dijo mientras se ponía de pie. -Por favor toma asiento.
Charlie pidió permiso para irse y cerró la puerta.
Kaleb se paseaba a mi alrededor con una copa en la mano de alguna especie de licor mientras me observaba con atención y cariño.
- Te preguntarás que haces aquí y miles de cosas más, pero antes de ir respondiéndote a tus incógnitas, necesito que me digas tu nombre; me gustaría que nos conociéramos mejor y nos lleváramos bien-me dijo mirándome a los ojos.
No sabía si confiar en él o no, pero tampoco tenía opción: estaba sola en el mundo por el momento. Estas personas eran lo único que tenía actualmente, y debía aprovecharlo e intentar salir a flote a toda costa.
- Me llamo Lili-dije con un hilo de voz
Kaleb me miró con tristeza y me cogió la mano.
- Puedo notar tu tristeza, tu turbación, pero no sufras, aquí te sentirás . Sé que tu historia es dolorosa sin necesidad de contármelo, lo siento en tu voz herida, y espero que confíes en mí y más adelante puedas contármelo todo.
Su voz me daba una paz y calma que necesitaba, era gratificante notar ese calor humano, esa comprensión. Por extraño que pareciera, me sentía a salvo.
Entonces sus brazos me rodearon sintiendo como una solitaria lágrima descendía por mi ojo derecho. Le correspondí a ese abrazo extraño llorando con fuerza y desesperación, vaciando mi pena sobre el hombro de Kaleb.
- Libérate de tu pena, Lili, jamás estarás sola: entre todos curaremos esas heridas que parecen no cerrar nunca.
Y por una vez en la vida, creí en las palabras de un extraño.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top