22 | Rojizo
La escena se había tornado en una tonalidad rojiza, incluso la oscuridad podría significar algo diferente. Incluso podría significar la oportunidad de una luz, la contraportada, y quizá esperanza de algo diferente.
Pero la tonalidad rojiza... Está tenía su propio e inevitable significado, y éste no era más que la muerte sin sentido.
Un genocidio.
Sin contraportada ni oportunidades. Sin esperanza alguna.
Aquel destino había sido sellado en cuanto Madara abrió las puertas entre los mundos y el primer demonio tocó la tierra del humano; Sorprendentemente, aquel demonio poseía características de un humano, tales como caminar sobre dos pies, poseer una columna vertebral que le ayudara a mantenerse erguido, y cubrir sus huesos con músculos bien marcados; Tan enorme y pesado como una montaña; igual de undido en la soberbia como en la ira; de ojos rojos, piel ónix invadida de mugre y sangre seca, de una dureza superior a cualquier armadura hecha por el hombre.
Los Shinobis frente a él, tan indiferentes como la piedra más pequeña en el camino, resultaron fáciles de ignorar, por supuesto.
Pues el demonio, más intrigado por el mundo humano que por los humanos en sí, siguió con su camino, indiferente ante la presencia de aquellos cientos de humanos que le miraban directamente, con terror en sus ojos.
Pasó sobre ellos de un solo paso, saltandolos a todos y comenzando con una caminata hacia alguna dirección en específico que el humano no podría decifrar entre el bosque.
Sin embargo, el miedo y la desesperación guió a uno de los Shinobis directo al pergamino que custodiaba TenTen, arrebatandoselo y corriendo con él hacia el demonio.
—Si nadie hace nada... ¡Yo lo haré! —gritó con voz temblorosa y lágrimas en los ojos, fue entonces que desenrrolló el pergamino, mostrándose ante él el sello de Tsunade que contenía la Bijūdama del Kyūbi. Rápidamente se deshizo del sello, dejando salir aquella habilidad que, ante cualquier persona resultaría una inmensidad, la habilidad más caótica que poseían. En el demonio, había logrado crear un enorme cráter en su espalda que comenzaba a sangrar.
Fue entonces que detuvo su caminata y se giró hacia los humanos con sutileza.
Habían conseguido llamar su atención y hacerle enfurecer.
—¡Ups! Parece que ya se enojó —dijo Kabuto con gran soberbia para después comenzar a reír.
Algunos shinobis del lugar comenzaron a correr; otros simplemente habían sido petrificado por el miedo, inmóviles y con los ojos llorosos; algunos habían caído de rodillas, sin lágrimas, sin gritos, sin temblores, solamente habían caído al igual que su espíritu, se habían rendido sin más.
Pues el demonio había comenzado a atacarlos, tal como un humano aplastaría a una hormiga; Sin resentimiento ni una intensión en específico, solo en busca del placer de deshacerse de aquella molestia.
Los shinobis tanto de Konoha, como de Sunagakure se encontraban envueltos en sangre y órganos de sus compañeros, el lodo había tomado una tonalidad rojiza por la sangre derramada, el aire se había vuelto pesado y se había invadido de gritos y lágrimas.
Fue en ese momento, en que el temor de un chico en específico se desvaneció, se había dado cuenta que todo lo que le había estado ocurriendo últimamente simplemente le había preparado para ese momento, le había endurecido, le había limpiado la mente y le había dado un propósito más allá de salvar a sus amigos. Tenía un objetivo mayor que solo eso.
Salvar al mundo entero. Deshacerse de aquella tonalidad rojiza del cielo y evitar que la del lodo se vuelva más espesa. Evitar que aquel demonio y los demás por venir atraviesen ese bosque y lleguen a la primera aldea.
Obviamente este chico era Naruto, el único que había sido previsto de El Peor de los Escenarios, gracias a Takeshi, y el único que había sido preparado para ello. Así que sentir temor resultaría egoísta y estúpido en ese momento.
Consciente de todo aquello, comenzó a correr con velocidad hacia el demonio, creando un par de clones frente a él que juntaron sus manos y lo impulsaron hacia arriba, levantandolo del suelo. Obviamente no había sido suficiente, así que antes de perder el vuelo, creó otros clones en el aire que lo fueron dirigiendo aún más alto, hasta llegar a su objetivo; La cabeza del demonio.
Portaba un par de kunais en sus manos, dispuesto a atacar sus ojos y debilitarlo. Todo era perfecto, poseía la velocidad, la coordinación y la posición exacta para lograrlo.
Sin embargo, el demonio se había cubierto con la mano, consiguiendo que el plan de Naruto fallara al chocar contra esta y comenzar a caer, afortunadamente las ramas de los árboles y unos cuantos de sus clones amortiguaron un poco su caída, sin embargo el impacto contra el suelo le había sacado el aire de sus pulmones y le había aturdido la cabeza, sus oídos chillaban y sus ojos no se enfocaban. Había tenido suerte de no romper alguno de sus huesos.
Aún así, como pudo se colocó de pié, y retó una vez más al demonio, está vez con la intensión de atacar su herida abierta, fallando en el segundo intento, como era de esperarse, había comenzado a resultar ridículo e incluso cómico.
Fue entonces que sintió una mano temblorosa sobre su hombro, está era Hinata quien lloraba pero tenía un brillo especial en sus ojos al observar a Naruto luchando. Se dignó finalmente a mirar hacia los shinobis tras él, el número había disminuído notablemente. Sin embargo, ninguno se encontraba de rodillas, sino que le observaban con esperanza.
—No me miren así... —susurró con una enorme cruda moral. Los recuerdos de la masacre de Konoha y la de el demonio invadían su mente— Tengo tanto miedo como ustedes... —susurró mostrando la primera señal de debilidad. Pero Hinata no lo soltaba, sino que le mostraba apoyo y algo a lo que sostenerse— ...De acuerdo... ¡Tengo un plan...! Quiero que todo ataquen a sus pies. ¡Háganlo caer! —gritó finalmente, creando cientos de clones, cada uno con un rasengan que corrían hacia los pies del demonio, tras ellos, los shinobis habían seguido su plan, portando sus habilidades más fuertes y atacando según el plan de Naruto.
Hinata corría con el Doble puño de León, Kakashi portaba el Raikiri en mano, Lee y Guy corrían con las puertas abiertas, Shikamaru había inmovilizado un pie del demonio y Gaara lo había rodeado con su arena.
Sorprendentemente, lograron atravesar la impenetrable dureza de su piel en cuanto aquellos ataques impactaron contra él, logrando cortar un pie y hacer que se incara sobre su rodilla por el dolor, para esto había aplastado varios shinobis al apollarse en el suelo. Sin embargo, los demás comenzaron a subir por su rodilla, sus pies, sus manos y corrían por su cuerpo hacia su cabeza.
El demonio comenzó a aventarlos hacia el suelo con sus manos y menenado su cuerpo, haciéndolos caer a su alrededor, estrellandolos en el suelo y colocándose de pié una vez más. Aquellos shinobis que seguían sobre él gracias al chakra en la suela de sus pies no lograban lastimarlo por el espesor de su piel, ésta no sería herida por ataques individuales. Debieron haberlo sabido.
Aquel tercer intento fallido le había enfurecido aún más y, en una muestra de inteligencia, tomó al líder de los insignificantes humanos y lo levantó del suelo hasta su cara, observándolo de cerca.
Naruto inútilmente se retorcía entre sus dedos y golpeaba la mano del demonio para que lo soltara. Este solo le había acercado a su enorme ojo rojo, observándo cada fracción de él con cautela.
—Tu... Humano insignificante —sorprendentemente el demonio había comenzado a hablar, había adoptado el lenguaje japonés de Naruto a la perfección solo con observarlo de cerca— ...El poder humano no puede cambiar la voluntad divina —le aclaró, con voz áspera y gruesa que hacía temblar todo el ser de Naruto. Fue entonces que el demonio despegó la mirada y la dirigió hacia los shinobis en sus pies. Observándolos con indiferencia— ...Te lo mostraré.
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