21| Desechada

     El cielo se había invadido en una tonalidad rojiza al rededor de todo el mundo. Incluso en los sitios ajenos a lo sucedido.

     Los corazones temblaban y debilitaba a las personas, el observar aquella tonalidad en el cielo les hacía sentir vacíos, como si todo estuviera perdido.

     —¿...? —rápidamente Ryu se levantó del suelo, caminando hacia las puertas al observar una silueta diminuta e insignificante comparado  con la anterior, saliendo de las puertas— ¿Eres tú...? ¿Cierto? —Tsunade intentó detenerlo pues estaba acercándose demasiado, pero incluso ella tenía miedo, no le respondían sus piernas mientras Ryu se acercaba más— ¡Eres tu! —de entre la impenetrable oscuridad de las puertas se comenzó a formar una silueta pequeña que avanzaba a pasos torpes, rápidamente comenzó a tomar color y forma al salir completamente de las puertas.

     Era Nozomi.

     Ryu, realmente siéndole fiel al uso en cualquiera de las expresiones posibles a la palabra ‘Felicidad’ comenzó a correr con esperanza, tomando a la chica en brazos.

     —¡Mi pequeña...! —las lágrimas no paraban de salir de sus ojos, cayendo en el rostro inerte de su hija.

     Nozomi había salido de aquel lugar.

    Estaba helada, pero recuperaba color lentamente.

     Piel pálida, pero sin un solo rasguño.

     Sin embargo, lo que más helaba el corazón de Ryu, era ver esas cuencas vacías donde antes habían unos preciosos ojos grises. Su hija no tenía ojos.

     Su padre la sostenía con tristeza, terror y felicidad por tenerla de nuevo entre sus brazos, tenía un nudo de emociones que no podía controlar, pero la que más fuerza tenía sobre las otras era el deseo insaciable de venganza, este sentimiento se intensificaba por cada lagrima que caía y por cada gota de sangre que salía del agujero por ojos que tenía su hija.

    La sorpresa fue la siguiente emoción, pues del cuerpo de su hija se desprendían pedazos de plasma que se desintegraban al tocar el suelo. Ryu la reconoció rápidamente como el plasma de Takeshi.

     Los shinobi del lugar no sabían qué hacer, no podían moverse ante el aura que emanaba de las puertas, desesperadamente querían hacerlo, querían advertirle.

     Pues aquella chica aún sin consciencia, no había salido sóla.

     Detrás de ella y su padre, de entre la oscuridad de las puertas, rápidamente se dejó ver un inmenso pie, tan enorme como la nube tormentosa cubriendo una aldea entera. Los cubría a ellos, padre e hija, dispuesto a aplastarlos, avanzando a gran velocidad.

     Sin embargo, el plasma de Takeshi se interpuso rápidamente contra el ataque de aquel demonio, protegiendolos, creando una onda de viento por el choque de fuerzas y sorprendiendo a los Shinobis del lugar. ¿Takeshi los protegía? ¿Acaso ya había salido del mundo de los demonios?

     La respuesta era simple, Takeshi siempre se encontró protegiendo a Nozomi.

     No tenía un solo rasguño en su piel porque el plasma de Takeshi la cubría como un escudo protector durante su estadía en El Mundo Demonio.

     Se encontraba inconsciente porque Takeshi quería mantenerla de esa manera, dormida, sin darse cuenta del lugar en que se encontraba.

     Su piel era pálida por el aura inevitable del otro mundo.

     Y sus ojos habían sido arrancados en aquel momento en que Takeshi perdió sus habilidades y las puertas se abrieron para recuperarlas, la chica había perdido su escudo y los demonios aprovecharon.

     Sin embargo, al volver al mundo demonio, habían regresado sus habilidades y su escudo. Pero no su libertad.

     Le había cubierto los ojos, tapado los oídos, cerrado la boca y escondido sus sentimientos. La había vuelto completamente ajena al lugar en que se encontraba.

    Y es que, si algo tenía Takeshi claro era que el mundo de los demonios tomaba sus propias decisiones. Al obtenerlo a él, había desechado a Nozomi como basura, ya no la necesitaba.

     Aunque el Mundo Demonio se había enfurecido por no poder hacerle nada gracias al escudo que había puesto Takeshi en ella, no podría protegerse a sí mismo de la misma manera.

     Lo sabía, los demonios harían con él lo que quisieran.

     Sin embargo, Ryu sabía que no podría confiar en el plasma de Takeshi, así que tomó a su hija con fuerza y comenzó a alejarse de la escena tan rápido se le fue permitido, quería alejar a su hija de aquel horrible lugar que se había llevado sus ojos. Lo más lejos posible.

     El plasma de Takeshi que los había protegido anteriormente se fue tras ellos, justo como la arena de Gaara lo haría.

     Sin embargo, Nozomi comenzó a recuperar su conciencia, moviéndose inquieta entre los brazos de su padre, haciendo que se detuviera para calmarla.

     —¿Papá...? —su voz era ronca y risueña, sonaba confundida— ¿Do... Dónde estás? No te veo... —entonces se dio cuenta— ¡Papá! ¡No veo! ¡¿Dónde estás?! ¡Papá! —había entrado en pánico, buscaba sus ojos con las manos, aterrada por el hueco que encontró en su lugar— ¡¿Dónde estás?! ¡Ayudame! ¡Duele! ¡Papá!  ¡No veo, no veo! —lo único que su padre podía hacer era llorar y abrazarla con fuerza, decidido a no volverla a soltar nunca.

     —Lo siento. Lo siento mucho, lo siento, lo siento... —dijo sin detener las lágrimas.

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