20| El Peor de los Escenarios
"Hay muchas cosas de las que es imposible sobrevivir; Si ves una tormenta, huyes. Pero cuando haces tratos con demonios, mágicamente puedes enfrentar a la tormenta, y ganar"
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El hombre de cabello blanco, ojos oscuros y una sonrisa aterradora había desaparecido en cuanto aquel fragmento del puente atravesó su pecho. En su lugar, no se encontraba más que un hombre envuelto en sangre que brotaba de su pecho, su boca, oídos y nariz; Un hombre con la piel pegada a los huesos, mejillas hundidas, tez pálida, ojos negros y cabello rojo. La familiar cadena que salía desde su pecho había vuelto, justo en la herida, consumendolo rápidamente, dejándole tan débil que el cargar con su propio peso y erguirse resultaba todo un reto.
Aquel hombre pensaba en una sola cosa. Sólo una.
—Estoy jodido.
Y es que lo estaba. No moriría, lo sabía; tampoco perdería sus habilidades, estas lo acompañarían el resto de su vida si volvía al Mundo Demonio. Lo que le aterraba era no tener sus habilidades para defenderse, ni a él ni a nadie. Lo que lo jodía por completo, era el hecho de que, aquel hombre enmascarado había decidido abrir las puertas, ignorante de las consecuencias que esto traería.
Y es que en cuanto perdió sus habilidades, también perdió la capacidad de mantener la puertas cerradas, permitiendo que Madara las abriera fácilmente, después de un largo tiempo intentándolo. Sabía que sería arrastrado por los demonios y al no poder morir, sería el infierno para él.
Y en ese momento, deseó morir.
Sin embargo, sus deseos no afectarían en nada lo que sucedería después. Estaba jodido, nunca mejor dicho.
Así fue cómo finalmente aparecieron unas enormes puertas detrás del hombre enmascarado, estas se abrieron rápidamente ahuyentando toda luz existente; El sol ya se había escondido entre las montañas, las nubes cubrían las estrellas y la luna. El lugar era oscuro y frío, aterrador; Las hojas de los árboles se marchitaban y caían, los troncos se volvían negros y se pudrían por dentro, el pasto se consumía por el lodo y los animales corrían lo más lejos posible.
Desde lo más profundo del interior de las puertas, un ruido comenzó a invadir el lugar. Un ruido seco y ensordecedor, repetitivo y aterrador que atormentaba a todos en el lugar; Al ejército de Tsunade y Gaara, a Naruto, a Takeshi, incluso a Madara y a Kabuto.
El antiguo ejército de Takeshi habían recuperado su conciencia. Confundidos y aturdidos no sabían qué hacer ni tenían recuerdos de lo anterior, pero sabían que no querían estar ahí, así que algunos comenzaron a correr lejos y otros se incorporaron al ejército de Tsunade mientras el estruendoso ruido continuaba, bloqueando incluso el pensamiento.
Las rodillas temblaban, las manos sudaban, el corazón palpitaba con fuerza en los oídos, y el instinto de supervivencia les pedía a gritos que huyeran, pero las piernas no respondían.
Rápidamente, la cadena que salía del pecho de Takeshi se tensó, parecía ser antraída por algo dentro de las puertas, pero era tan oscuro que abría paso a las espectativas más espeluznantes.
Rápidamente, Takeshi fue arrastrado entre el lodo y piedras hacia el interior de las puertas, sin ninguna clase de piedad. Desapareciendo en cuestión de segundos entre la oscuridad sin dejar rastro más que el de su sangre.
—¡Vaya! Comenzaban a tardar para llevárselo —comentó Kabuto riendo.
—¡¿Qué han hecho?! —gritó Naruto furioso e impotente al escuchar los lejanos gritos de Takeshi.
En respuesta, Kabuto abrió la boca y sacó su larga lengua de serpiente, dejando ver un pergamino en la punta; lo tomó y lo extendió frente a todos. En él se admiraban palabras en un idioma desconocido que formaban un círculo, dentro se encontraba el rostro de Takeshi dibujado con sangre. Entonces Kabuto sonrió.
—Descubrimos la fuente de la habilidades de Takeshi y decidimos que era demasiado... Interesante, como para dejarlo pasar. Así que, para no arriesgar nuestra vida, a través del Edo-Tensei de su difunto hermano, hice que lo atacara para conseguir su sangre y realizar con ell un trato con el Demonio que habíamos logrado contactar —explicaba Kabuto ansioso— He de admitir que me sorprendió la facilidad con la que este demonio aceptó ¡No nos pidió nada a cambio más que le entregáramos a Takeshi! ¡Realmente lo odiaba! —soltó una risita— De eso te encargaste tú. Gracias. A este paso no necesitaré utilizar al resto de mis Edo-Tensei para lograr nuestro objetivo —le agradeció a Ryu con una sonrisa cínica, éste había caído de rodillas ante la inmensidad de las puertas y la oscuridad que emanaba de su interior—¡Todo esta listo! ¡El demonio a movido a Takeshi del camino! y en cuanto el primer demonio aparezca... ¡Se abrirá paso a un genocidio! ¡Desatará un infierno en la tierra! facilitando la ejecución del Tsukuyomi infinito. Será la danza de un hermoso caos... —decía Kabuto con voz apresurada menenado sus brazos verdes y escamosos en el aire con emoción, hasta que Madara le interrumpió dando un paso al frente.
—"...Cuando alguien que posee el poder del Saṃsāra se acerca a la luna, un ojo se abrirá, se reflejará en la luna y concederá el sueño eterno..."
Al terminar de citar aquella desconocida profecía manteniendo sus brazos extendidos y la mirada hacia el cielo, una ráfaga de viento comenzó a salir con fuerza de las puertas acompañado de gemidos aterradores y gruesos que salían de ahí.
Desde lo más oscuro de las puertas se comenzó a distinguir una mano enorme que se sostenía de los extremos de la puerta. Una mano con garras, piel gruesa, lampiña y mohosa tan enorme que sabían, sería capaz de destruir el bosque a su alrededor con un sencillo movimiento. No tendrían oportunidad alguna de escapar, mucho menos de defenderse. Jamás la tuvieron.
Comenzaron a caer de rodillas, rendidos ante tal abrumadora desventaja y aterradora presencia. Eran concientes que a lo que debían temer era al dueño de aquella mano que no tardaría en dejarse ver. Y como él, sediento por destrucción, habrían más... Cientos... ¡Miles!
El peor de los escenarios había llegado.
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