10| El Desconocido
—¿Cómo estás tan seguro que es por aquí? —le preguntó Choji a Shino.
—Observa por ahí —respondió apuntando hacia un árbol, sobre la corteza de este subía un pequeño escarabajo— Son de mi padre.
—Sorprendente —admiró
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—Mami —llamó la atención de su madre la niña jalándola de la falda— ¿No es él...? —apuntaba hacia un anciano que arreglaba un puesto de comida. Madre e hija lo observaron por un momento, considerando la posibilidad que fuera su amigo. El señor se encontraba sudado, sus músculos temblaban del esfuerzo y su estómago se sumía a sus huesos por la falta de alimentación, sin embargo le faltaba poco para terminar el puesto, como si lo hubiera estado reparando sin parar desde la noche.
—¡Sí es! —gritó la niña emocionada tomando unos panes de la bolsa de compras de su madre y saliéndo corriendo hacia el anciano, tropezándose con un martillo y cayendo; tirando unas tablas que detenían el techo, logrando que todo el techo se viniera sobre ella. Sin embargo el anciano se paró rápidamente sobre la niña y detuvo las pesadas tablas que se dirigían a ella con las manos. Las personas espectadoras se sorprendieron ante la fuerza del agotado anciano, no parecía natural.
—Sal de aquí, niña —le dijo el anciano tirando las tablas a un lado. La niña se quedó sorprendida en el suelo.
—Tu... espera, tu voz —era la primera vez que lo escuchaba hablar— Se parece tanto a... —antes de terminar, una tabla mal acomodada por el derrumbe le golpeó la cabeza al anciano, haciéndolo desaparecer en una nube de polvo
—¡Mami! —la niña le dijo a su madre quien había llegado corriendo a la escena— ¡Su voz! ¡Escuché su voz! —le dijo emocionada, la señora comenzó a revisarla.
—¿¡No te duele nada!? ¿Estas bien? —le preguntó preocupada.
—¡Escuché su voz! —ignorando las preguntas de su madre, seguía emocionada, la señora la abrazó alegre de que se encontrara bien— ¡Mami! ¡Mami! La había escuchado antes, lo sé
—Hija, tranquila —intentó calmarla, confundida por la emoción de la niña y por la manera en que había desaparecido el anciano. Comenzó a preguntarse si era alguna clase de Jutsu Shinobi, lo cual significaría que el anciano estaría registrado en los papeles de la Hokage y podría saber quién era.
—Mami, se parecía tanto a la voz de... —la señora la interrumpió, con el objetivo de saber quién era tomó a la niña y se dirigió rápidamente a la oficina Hokage.
-¡Mami! Espera... —pedía la niña intentando soltarse de su mano.
-Ya casi llegamos, hija —dijo deteniéndose rápidamente para cargarla y seguir corriendo, al llegar a la oficina Hokage observó que se encontraba rodeada de Shinobis con la banda de la aldea de la arena, extrañada entró más calmada y acomodándose la falda tocó la puerta.
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Por tercera vez Takeshi intentó entrar en la mente de Naruto, consiguiéndolo finalmente, ocultándolo de su acompañante, por alguna razón, no deseaba que éste supiera que Naruto se encontraba ahí.
—¿A qué te refieres? —preguntó Takeshi, Madara se volvió a observarlo.
—Tienes que seguir mis órdenes —sentenció con exigencia ya que Takeshi no le obedecía en la mayoría de los casos.
—Tu tienes tus planes y yo los míos, lo único que tenemos en común y la única razón por la que me uní a ti es porque tenemos el mismo objetivo —aclaró Takeshi sin dirigirle la mirada, haciendo enfadar al enmascarado— Tú cumplirás con tus órdenes, yo tengo mis planes -entonces Madara comenzó a reír burlonamente.
—Chico, te aseguro que podría hacerte mierda en un segundo, así que no intentes vértelas de macho conmigo. Después de todo, si esto se trata sobre mis planes y los tuyos para conseguir nuestro objetivo, me encantaría escuchar qué harás tú -le dijo con cierta arrogancia.
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Decidida a tocar la puerta se acercó un poco más colocando a su hija en el suelo. Sin embargo, la puerta se abrió al mismo tiempo, observando una muchacha de cabello rubio y ojos celestes salir de la oficina junto a un muchacho con rayas moradas en la cara que le pasaron de largo, observó dentro de la oficina donde la Hokage se encontraba dispuesta a salir.
—B...buenos días —empezó tímidamente llamando su atención.
—¡Mami! ¡Es la Hokage! —admiró la niña emocionada— ¡Es tan linda! —gritó con un brillo en los ojos corriendo hacia Tsunade y abrazándose a su pierna.
—Lamento mucho el comportamiento de mi hija —comenzó apenada la señora tomando a su hija para separarla de la Hokage.
—No se preocupe —la calmó Tsunade, algo seria, tenía demasiadas cosas en la cabeza.
—Disculpe interrumpir así pero tenía una duda.
—¿Qué sucede? —preguntó Tsunade acomodando unos papeles aún con la niña agarrada de su pierna, le molestaba un poco, pero al reconocer a la señora, lo dejó pasar, gracias a lo que ella había dicho sobre la Voluntad de Fuego junto a Konohamaru la aldea se encontraba traba más fuerte, relativamente.
—Quería saber si los Shinobi cuando envejecen se retiran -preguntó regañando a su hija con la mirada para que la soltara.
—Sí, claro, si no pueden seguir cumpliendo misiones se retiran y viven en la aldea ¿Porqué la pregunta?
—Bueno, es que pasó algo hace un momento -comenzó la señora pero la niña la interrumpió.
—¡Si! Encontramos a n... —la señora la interrumpió de igual manera.
—Hija, por favor. Ya suelta su pierna —pidió buscando las manos de la niña y separando sus deditos para liberar la pierna de la Hokage— Je... lo siento mucho, desde que sucedió aquello se encuentra alborotada -pidió disculpas nuevamente apenada.
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—Simplemente deseo ganar esta batalla, lo que quiera lograr el día de hoy no te incumbe —respondió secamente— Por ahora comprenderé lo que están pensando. Al traer conmigo a la mayoría de sus Shinobi, a parte de debilitarlos, le he dado un escenario a lo que viene.
—Si tu deseo es sobrevivir ante la guerra venidera, conociendo a todo el país del fuego y anticipando lo que harán cuando la batalla final comience. Despreocúpate —Madara observaba como los Shinobi no paraban de llegar lentamente y se integraban al ejército de Takeshi— De cualquier forma, no hay manera de que puedan contra el Tsuki no me Keikaku.
—Tu no sabes lo que deseo. Siquiera lo intentes —comenzó a impacientarse Takeshi— en cambio, yo sé lo que quieres. Deseas convertir a este mundo en uno falso, donde las personas sean falsas junto con el, un mundo donde el Tsukuyomi lo diriga todo. Eso habla sobre ti, quizá demasiado, Obito Uchiha —dijo provocandolo.
—No me estés amenazando y menos me llames por ese nombre... —refunfuñó con ira— De cualquier forma, no eres mejor que yo. Al menos yo no hice que alguien inocente ocupara mi lugar en el infierno ni asesiné a mi hermano... —Takeshi lo interrumpió intentando atraparlo con su plasma, traspasándolo, poco después Madara desapareció del lugar en un remolino.
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—Ya le dije que no se preocupe —le dijo Tsunade sentándose en su silla y tomando a la niña sin problema y sentándola sobre sus piernas— Dígame, ¿Qué ocurre? —preguntó intrigada. Sin embargo Shizune entró en la oficina.
—Lady Tsunade. Los Shinobis de la arena la esperan -avisó sorprendiéndose ante la visita de la señora y la niña— ¿Quiere que me encargué yo? —le preguntó.
—No, está bien. Le debo mucho a ella, a demás que escucharlas no me cuesta nada, diles que en seguida voy —con eso Shizune salió de nuevo extrañada.
—Prosiga —pidió jugando con el castaño y lacio cabello de la niña que reía. La señora algo sorprendida por el hecho que la Hokage la reconociera por lo que había hecho aquel día y le diera prioridad la tenía nerviosa, así que decidió ir al grano.
—Hay un anciano que se encarga arduamente de reparar la aldea. Nunca lo había visto por aquí sino después del ataque de aquél hombre -dijo refiriéndose a Takeshi, no diría el nombre de Naruto quien realmente había sido el causante ya que su hija lo admiraba y deseaba que siguiera así- lo observamos salir de la aldea en la mañana junto a muchos más Shinobi, sin embargo, hace un momento unas tablas iban a caer sobre mi hija pero él la salvó. Le debo mucho y no sé quién es, me confunde que este aquí pero se lo agradezco. Sin embargo me inquietó el hecho de que cuando una tabla lo golpeó desapareció en una nube de polvo. Supuse que por la edad era un Shinobi retirado y quería saber si tenía algún registro de él para... saber quién es —pidió nerviosa por la respuesta de la Hokage.
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—Están ahí, avancen más lento —dijo Guy ocultándose entre los árboles al igual que el resto, observaban como los Shinobi de Konoha controlados por Takeshi caminaban lentamente y los infiltrados seguían el patrón.
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—No puedo dar información de mis Shinobi tan fácilmente pero... —observó a la niña— Creo que puedo al menos buscarlo, también me interesa saber quién es. Dejaré la aldea por un tiempo y quiero que se encuentre segura —dijo sonriendole a la niña, bajándola de sus piernas y sacando unos papeles de un estante.
[...]
—No tengo registros de ningún Shinobi con esas descripciones.
—Claro que no, porque no existe —dijo la niña quien jugaba con una muñeca.
—¿De qué hablas, hija?
—Bueno, yo se su identidad secreta —dijo la niña meneando la cabeza como la muñeca.
—No te entiendo —dijo su madre acercándose— ¿Me puedes decir quién es entonces?
—No se, es un secreto.
—Te dejaré sentarte en mi silla si nos dices —le guiñó un ojo Tsunade, haciendo que le brillaran a la niña quien salió corriendo hacia la silla de la Hokage aceptando el trato.
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—Se que eres tú —dijo Takeshi a uno de los Shinobi formado en su ejército— ¿Por qué cambiar tu apariencia? ¿He? ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo? —decía Takeshi frente al rostro serio del Shinobi—Pero la pregunta verdadera es ¿Porque venir ante la persona que te destruyó y unirte a su ejército? —preguntó empujando ligeramente al Shinobi, haciendo que perdiera la formación, y éste, a diferencia de los demás, no volvió a la formación sino que se volvió a observar a Takeshi directamente— Puedo controlarte si quisiera, pero no fui yo quien te trajo aquí.
—Pensé que habías decidido quedarte en tu aldea —siguió Takeshi intrigado— Claro, después de haber trabajado en repararla tan arduamente utilizando el jutsu Henge para que no se dieran cuenta que eras tú, cualquiera pensaría que te incorporarías de nuevo en la aldea de esa manera, casi estaba seguro cuando conociste a aquella señora con su hija...
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—Es Naruto —dijo emocionada meneando los pies que colgaban de la silla— El anciano era Naruto todo este tiempo. Lo sabía, siempre reconoceré su voz —dijo finalmente.
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—Sin embargo ahora estás aquí. En mi ejército por tu propia voluntad.
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