Capítulo uno

Un rayo de sol se filtra a través de la ventana, iluminando suavemente la habitación. Dae, un niño de cabello rubio y ojos grises llenos de inocencia, dormía plácidamente en su cama.

La habitación estaba decorada con juguetes desgastados y libros de cuentos. Fotografías de su madre y padre, una pareja amorosa y feliz, adornando las paredes.

Dae vivía en una mansión lejos del pueblo, junto a sus padres llamados Hyunjin y Marina. Los tres vivían en armonía, aunque no eran lo suficientemente ricos, vivían bien. Para ambos adultos, su hijo era su mayor tesoro... hasta que, por un tiempo... la madre falleció por una enfermedad, dejando al hombre solo con su amado hijo.

Años después, Hyunjin se casó con una mujer llamada Linda Toussaint, madre de dos hermanastros. Una llamada Honey Lemon y el otro llamado Kwang-Sun. Toussaint vestía de negro y su mirada era frígida. Una mujer de pelo rosa rojizo y ojos morados, con una personalidad orgullosa.

En los primeros meses, la mujer trataba a su hijastro como si fuese de su hijo biológico, aunque la mayor parte del tiempo mimaba a los otros dos.

En un día, HyunJin estaba empacando su maleta por cuestiones de trabajo, su hijo Dae y los demás se estaban despidiendo de él.

-Adiós padre, que te vaya bien. -habló Dae abrazando a su padre.

-Por favor, tráeme un sombrero para mí. -suplicó Honey Lemon.

-¡Y a mí una caja musical! -pidió Kwang-Sun.

-Está bien, les traeré eso. -miró a Dae-¿Y tú, hijo?

-A mi solamente tráeme unas flores. -sonrió Dae.

-Está bien mis queridos. -se subió a su carruaje-Los veré en algunos días, ¡hasta luego! -se despidió de ellos y se fue en ese entonces...

-¡Adiós papá! ¡vuelva pronto! -exclamó Dae con una sonrisa.

🐭

Han pasado varias semanas desde la última escena. Dae estaba sentado en la sala junto a Linda y sus hermanastros, esperando a que su padre llegará. De repente, se escucha un golpe en la puerta. Dae se sobresalta y se levanta rápidamente para abrirla.

-¿Quién es? -preguntó con cautela.

-Soy un mensajero. Tengo una noticia para ti, joven Dae. -habló él.

Dae abrió la puerta y se encontró con un hombre vestido con un elegante uniforme. El mensajero sostenía un ramo de flores en sus manos.

-Estas flores son para ti, enviadas por tu padre, el señor Hyunjin.

Dae tomó el ramo de flores, observándolo con asombro y tristeza-¿Mi padre...?

Lady Toussaint se levantó del sillón y fue con Dae-¿Qué sucedió? Señor, ¿ocurrió algo con mi marido?

-Siento decirles que el Sr. Hyunjin ha fallecido... y esto fue lo único que pudo conseguir... -dijo refiriéndose a las flores.

Las lágrimas comenzaban a caer por las mejillas de Dae mientras su mundo se desmoronaba-Papá... ¿cómo pudo suceder esto? -murmuró entristecido-Gracias por traerme estas flores y darme la noticia...

El mensajero asintió con compasión, comprendiendo el dolor que Dae estaba experimentando-Lamento mucho su pérdida. El señor Hyunjin era un hombre admirable. Le envía sus más sinceras condolencias y desea que encuentre consuelo en este difícil momento.

-Gracias... Significa mucho para mí.

El mensajero se inclinó respetuosamente y se alejó, dejando a Dae con su madrastra solo con sus pensamientos y emociones abrumadoras. Cerró la puerta con tristeza y a observar a sus hermanastros, suspiro profundamente.

La vida del aquel jovencito había cambiado desde que poco a poco estaba siendo tratado como un sirviente, atendía a sus hermanastros y madrastra todos los días sin descanso. Solamente cuando dormía, podía estar en paz...

Era de mañana, los pájaros cantaban y Dae estaba durmiendo en su pequeño cuarto cerca de la chimenea... se despertó somnoliento y bostezo, listo para iniciar un nuevo día.

Se cambió de ropa y se puso su uniforme de sirviente, se peinó y cuando salió fue inmediatamente a hacer los quehaceres. Como por ejemplo: limpiar la casa, hacer el desayuno y darle de comer al gato.

Dae terminó de alistarse y bajó a la cocina, donde Lady Linda Toussaint ya tenía lista una larga lista de tareas para él.

-Dae, el desayuno no se hará solo. Apresúrate. -ladró Lady Toussaint-Y no te olvides de sacar la basura y darle de comer a Miza. ¡Muévete!

-Sí, madrastra -dijo Dae con un suspiro. Se puso manos a la obra preparando el desayuno para Lady Toussaint, Honey Lemon y Kwang-Sun.

-¡Dae, más té! -gritó Honey Lemon-Y no te olvides de traerme esos pasteles que me gustan.

-¡Y apresúrate con mi comida también! -exclamó Kwang-Sun-Tengo que ir a la ciudad a comprar cosas importantes hoy. ¡No me hagas llegar tarde!

Dae corría de un lado a otro atendiendo los caprichos de todos. Apenas tenía tiempo de darle de comer a su querido gato Miza y comer algunas sobras. Estaba agotado, pero sabía que el día apenas comenzaba.

Cuando los demás se marcharon, Dae por fin pudo descansar unos minutos. Se escabulló al ático y le dio cuerda a su casita de música. La alegre melodía inundó la habitación y sus amigos los ratones comenzaron a asomarse.

-Hola amigos -saludó Dae con una sonrisa, alimentándolos con algunas migajas que había ahorrado-Aquí estamos a salvo de Lady Toussaint por ahora. Esta música siempre me reconforta.

Después de descansar un rato, Dae volvió a sus tareas. Lady Toussaint llegó pronto a vigilar su trabajo.

-¡Dae, holgazaneando de nuevo! -gritó Lady Toussaint-¡Mira nada más cómo has dejado esta casa! ¿Es que acaso no puedes hacer nada bien?

-Lo siento, madrastra. -se disculpó Dae. Terminó de limpiar la casa y fue a trabajar en el jardín. Miza lo seguía a todas partes, ronroneando para reconfortarlo.

-Al menos tú estás aquí para hacerme compañía... -le dijo Dae al gato, acariciándolo.

Miza maulló en respuesta. Incluso el gato podía ver lo injusto de la situación de Dae, obligado a ser prácticamente un esclavo para Lady Toussaint y sus desagradables hijos Honey Lemon y Kwang-Sun.

Cuando Dae terminó de podar los setos, recogió unas cuantas flores caídas para decorar su habitación en el ático. Aunque fuera un espacio pequeño y polvoriento, lo mantenía lo más limpio y acogedor que podía.

Subió a escondidas para poner las flores en un florero de barro y darle cuerda nuevamente a su casita de música. La dulce melodía llenó el ático y Dae sonrió al ver aparecer a sus amigos los pájaros y ardillas. Aquél era su pequeño santuario secreto lejos de opresión de Lady Toussaint y sus hijos.

A la hora del almuerzo, Dae estaba limpiando los trastes mientras que sus hermanastros hablaban en el comedor.

-¿Ya viste lo sucio que está Dae? -
murmuró Kwang-Sun

-Sí, esta sucio de cenizas. -contestó Honey Lemon entre risas.

-Hay que ponerle un apodo, ¿qué tal cinder?

La madrastra río a carcajadas ante la sugerencia-Ay, ustedes son tan graciosos.

Dae suspiró al escuchar las burlas desde la cocina. Estaba acostumbrado a los desagradables comentarios de su familia, pero aún así le dolían.

Terminó de limpiar y salió a servir el almuerzo. Mantuvo la mirada baja mientras Honey Lemon, Kwang-Sun y Lady Toussaint continuaban riéndose de él.

-Aquí tienes, cinder. -dijo Kwang-Sun con tono burlón, empujando su plato hacia Dae-Y apresúrate, que tenemos hambre.

-Sí, no queremos que la ceniza se meta en nuestra comida. -añadió Honey. Ambos estallaron en carcajadas de nuevo.

-Niños, ya basta. -dijo Lady Toussaint sin mucha convicción. Pero Dae podía ver la sonrisa divertida que trataba de ocultar.

Dae sirvió la comida en silencio, tragándose las lágrimas que amenazaban con salir. Cuando terminó, se retiró a la cocina lo más rápido posible.

Miza lo siguió y maulló, frotando su cabeza contra la pierna de Dae en señal de apoyo. Dae lo cargó y lo abrazó con fuerza, dejando caer algunas lágrimas sobre el pelaje anaranjado del gato.

-Ellos no importan, Miza. -le susurró-Tú eres mi única familia. Algún día nos iremos de este lugar, lo prometo.

Miza ronroneó y Dae se sintió reconfortado. Acarició al gato, secó sus lágrimas y dejó a Miza en el suelo. Ya no quería tener esa vida llena de reclamaciones..

Por impulsividad, salió huyendo de la casa y fue corriendo a por un caballo. Cabalgaba sin ningún rumbo alguno. Por otra parte, el príncipe de cabello afro cabalgaba junto a sus compañeros con la intención de entrenar, se distrajo por un momento a ver a lo lejos al aquel joven cabalgando con rapidez y con curiosidad fue tras él para preguntarle si le pasaba algo.

-¡Hey! ¡espera! -gritó el príncipe. Logró alcanzar a Dae y lo detuvo a calmando al cabello del ajeno.

Dae miró sorprendido al hombre y se detuvo. Observó al príncipe, curioso-Ah... Hola, ¿Quién eres tú?

-Soy el príncipe Wasabi. Un gusto, ¿y usted? -preguntó con una sonrisa.

Dae se mantuvo callado por unos segundos, cuando decidió hablar se acomodó su cabello-Mi nombre no importa...

-¿De verdad no importa? Está bien. Comprendo. Todos tenemos nuestros secretos.

Dae se relajó un poco al ver la amabilidad de Wasabi, y comenzaron a hablar sobre sus vidas y sus sueños. Dae se sintió cómodo hablando con él, como si lo conociera de toda la vida. Hablaron de cualquier cosa que se les ocurriera.

-Creo que a veces necesitamos escapar para encontrar nuestro camino. -dijo el príncipe Wasabi, con una sabiduría en sus ojos-Pero, al final, siempre debemos enfrentar nuestras responsabilidades.

Dae asintió-Sí, tienes razón. A veces, la vida puede ser difícil. -dijo Dae, suspirando.

El príncipe Wasabi lo miró con compasión. -Pero nunca debes rendirte en tus sueños. Siempre luchas por lo que quieres, eventualmente lo conseguirás. -respondió con determinación.

Dae se sintió inspirado por las palabras del príncipe Wasabi y comenzó a pensar en cómo podría aplicar esa filosofía a su propia vida. A pesar de que no le había revelado su nombre al príncipe Wasabi, se sintió agradecido por la conversación y la conexión que habían establecido.

Finalmente, llegó el momento de que cada uno siguiera su propio camino. Wasabi se despidió de Dae y le deseó lo mejor en su vida. Dae se quedó en el bosque por un momento más, reflexionando sobre la conversación que había tenido con el .

Se sintió inspirado por las palabras del príncipe Wasabi y sintió que tenía un nuevo sentido de propósito en su vida. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidido a luchar por sus sueños y alcanzar sus metas.

Dae regresó a su hogar con una nueva perspectiva, lista para enfrentar cualquier obstáculo que se le presentara. Y aunque ya no pudo volver a ver a Wasabi, siempre lo recordaría como alguien que lo había inspirado y le había dado esperanza en su vida.

🐭

En un día, mientras que Dae limpiaba el suelo, escuchó la puerta tocar y fue a ver de quien se trataba. Para su sorpresa era nada menos que unos mensajeros de la realeza.

-Oh, buenos días. ¿Qué se les ofrece?

Uno de los mensajeros sacó una gran nota y empezó a leerla en voz alta-Por gentileza y comunicado de la reina, todos los ciudadanos del reino han sido invitados al baile real para conocer al príncipe Wasabi.

El mensaje le entregó una carta a Dae. Dae le agradeció y luego cerró la puerta cuando los mensajeros se fueron.

-Un baile... -murmuró pensando en Wasabi y fue de inmediato a entregarle la carta a su madrastra. Entró a la sala sin olvidarse de tocar la puerta.

-Lady Toussaint, unos mensajeros de la realeza entregó esta carta.

-¿Hmm? -la mujer se levantó y agarró la carta-Déjame leerlo...

Dae observó nerviosamente cómo Lady Toussaint leía la invitación al baile real. Sabía que sus posibilidades de asistir eran casi nulas.

-Un baile en el castillo, qué maravilla. -dijo Lady Toussaint. Se volvió hacia Honey Lemon y Kwang-Sun con una sonrisa-Por supuesto, ustedes dos irán. Los presentaré ante el Príncipe Wasabi inmediatamente.

-¡Gracias, madre! -exclamaron Honey Lemon y Kwang-Sun.

Lady Toussaint se volvió hacia Dae con frialdad-En cuanto a ti... -pensó por un momento-Puedes también venir con nosotros, pero con una condición: debes acabar con todas tus tareas antes de que anochezca.

-¿De verdad? ¡gracias! Juro por mi alma que acabare con todo los quehaceres. No la defraudare.

-Ajá, sí. -lo cortó Lady Toussaint-Ahora, ve a trabajar. Apúrate.

Dae asintió con una sonrisa y se fue. Kwang-Sun miró a su madre extrañado y cruzó sus brazos.

-¿Por qué dejaste que viniera al baile con nosotros?

-Bueno, ustedes ya saben en que estoy pensando... -sonrió de lado con maldad.

-Ooh... ya entiendo. -habló Kwang, burlón.

El día fue pasando, Dae apenas pudo acabar con sus tarea. Se encontraba en el ático terminando de coser un traje que tenía guardado de su padre. A la hora que deberían que salir los cuatro, la madrastra y sus dos hijos estaban listos.

-Madre, ya vámonos. No va a venir, ¡sé nos hará tarde! -reclamó Kwang-Sun.

-Tienes razón... vámonos ahora- -fue interrumpido por alguien en ese momento.

-¡Espere! -exclamó Dae, bajando de las escaleras con una gran sonrisa-Ya estoy listo. Podemos irnos ahora. -se les acercó contente. Provocando que su madrastra y hermanastros se quedarán con la boca entreabierta.

El traje de Dae era de color rosa y blanco. La chaqueta ajustada de color rosa pálido resaltaba su figura. La camisa de seda blanca tenía encajes en los puños y el cuello. Los pantalones de seda rosa eran elegantes y ajustados. Y Los zapatos de charol blanco completaban el conjunto. Completamente a su cara.

-Mamá, ¡no lo dejes ir con nosotros! ¡por favor! -suplicó Kwang-Sun.

-Hijo, no seas así. Él vendrá con nosotros... -se acercó a Dae-¿De quién es ese traje?

-Era de mi padre... -dijo con dulzura.

-Hmm... ya veo. Es hermoso. -observó la tela a detalle-Mis niños, ¿ustedes no creen?

-Sí ajá, como no- Un momento... ¡esa tela es mía! ¡devuélvemelo! -Kwang le arrancó un pedazo de la tela.

-¡Eres un maldito ladrón! ¡devuelve eso! -gritó Honey Lemon de forma escandalosa, también arrancándole un pedazo de la ropa de Dae.

Tal como él sospechaba, Lady Toussaint no tenía intención real de que Dae asistiera al baile. Cuando sus hermanastros lo vieron vestido con su mejor ropa, lo agarraron entre gritos y comenzaron a destruirla hasta dejarlo hecho un desastre. ¿Qué tipo de ser humano haría algo así? Eran tan crueles...

-Mírate, tan iluso. -se burló Honey Lemon-¿En verdad pensaste que te dejaríamos ir? ¡Qué tonto!

Dae observó impotente cómo se marchaban al baile, dejándolo solo y deshecho en lágrimas. Corrió hacía el jardin a llorar sin rumbo hasta llegar al banco del jardín...

De pronto, una luz brillante inundó el lugar. Ante un incrédulo Dae apareció una bella hada de piel blanca y cabello celeste, vistiendo un traje color blanco salpicado de estrellas.

-No llores, mi niño. -dijo la hada con dulzura-Soy tu hada madrina, Olivia, y he venido a ayudarte. Tu corazón puro y bondadoso ha conmovido a las hadas, y deseamos concederte tu más ferviente deseo.

Dae la miró con asombro, secando sus lágrimas-¿Mi deseo? Pero... mi mayor deseo era asistir al baile del príncipe Wasabi, y eso es imposible ahora...

Olivia sonrió-Nada es imposible para las hadas, mi niño. Con un toque de mi varita, te transformaré para que puedas asistir al baile y vivir tu cuento de hadas. ¿Es ése tu deseo?

El corazón de Dae dio un vuelco. Asintió fervientemente, esperanzado de nuevo.

La hada madrina y miró alrededor pensando en algo.

-Hmm... vamos a necesitar de un carruaje...

Dae lo vio y se le acercó-¿Y de dónde vamos a sacar uno?

-Jajaja, mi niño. Soy una hada, puedo hacer cualquier cosa con mi magia. Mira y observe... -con su varita mágica, transformó un carruaje glamuroso de oro usando una calabaza.

Dae abrió la boca sorprendido, las hadas madrinas si existían... pensaba él joven. Y eso no era lo único que iba a suceder.

La hada madrina creó con su magia lo necesario para llevar a Dae al baile, sólo que faltaba algo...

-Siento que falta algo, ¿pero que será?

Olivia se dio cuenta lo destruido que estaba el traje y jadeó espantada.

-¡Cielos! ¡Así no debes ir al baile! Déjame arreglarlo... aunque, hmm... ¿Deseas un vestido o un traje?

-No sé... pero no quiero que mi madrastra ni mis hermanastros sepan de quien soy... así que, podría ser un vestido. -pensó Dae.

-Muy bien, un vestido será. -dijo Olivia con una sonrisa.

Blandiendo su varita, transformó el andrajoso atuendo de Dae en un hermoso vestido de color gris azulado, junto a unos guantes largos del mismo color y unas zapatillas de cristal. Le colocó también una máscara de similar diseño que ocultaba la mitad de su rostro.

-Wow... -murmuró Dae, admirando su reflejo. Apenas podía creer que aquella hermosa doncella en el reflejo de la fuente del jardín.

-Ahora nadie te reconocerá. -dijo Olivia con satisfacción-Y para completar tu disfraz...

Volvió a blandir su varita y el cabello de Dae, habitualmente recogido, se soltó en suaves ondas que enmarcaban a la perfección su rostro enmascarado.

-Perfecto. -declaró Olivia-Ahora, sube a tu carruaje. El cochero llevaré al baile para que vivas tu cuento de hadas, pero recuerda: a medianoche el hechizo se romperá. Debes marcharte antes de que eso suceda.

-Lo haré. -dijo Dae, conmovido por la generosidad del hada-Muchas gracias por todo, Olivia. Jamás te olvidaré.

Olivia sonrió y lo ayudó a subir al carruaje. Con un destello, éste comenzó a avanzar rumbo al castillo como por arte de magia.

Dae no podía esperar a llegar y encontrarse con Wasabi. Gracias a su hada madrina, aquella mágica noche viviría un sueño del que jamás querría despertar.

El carruaje se detuvo frente al castillo y Dae respiró profundo. Había llegado el momento de encontrarse con su príncipe.
Dae caminó a la entrada del castillo, observando cada decoración y espacio del lugar hasta llegar a la pista de baile. Entró y vio la cantidad de personas que bailaban al ritmo de la música.

El gran salón estaba lleno de parejas que giraban al compás de la música. Dae recorrió la pista de baile con la mirada, buscando desesperadamente a Wasabi entre la multitud.

Y entonces lo vio. Wasabi conversaba con un grupo de invitados al otro lado de la sala, vestido con un elegante traje color blanco y luciendo tan apuesto como en sus recuerdos. El corazón de Dae comenzó a latir con fuerza. Había llegado el momento de reunirse con él.

Dio un paso al frente, dispuesto a cruzar la pista de baile. Pero de pronto el nerviosismo lo invadió. ¿Y si Wasabi no lo reconocía? ¿Y si al descubrir que era él rechazaba su compañía? Recordó las palabras de Olivia y respiró hondo, armándose de valor. No tenía nada que perder.

Atravesó la pista de baile con gracia, acercándose a Wasabi. Cuando estuvo a unos pasos de él, hizo una breve reverencia y dijo en voz baja:

-Su Alteza... ¿me concedería esta pieza?

Wasabi se volvió y abrió mucho los ojos al verlo. Se apresuró a despedir a sus invitados y tomó la mano enguantada de Dae, llevándolo al centro de la pista.

-Sería un honor. -dijo con una sonrisa que hizo latir el corazón de Dae a mil por hora.

Comenzaron a girar al ritmo de la música. Dae se movía con gracilidad, siguiendo los pasos hábiles de Wasabi mientras se miraban a los ojos sin decir nada. Dae nunca se había sentido tan feliz. Deseaba que aquel momento mágico jamás terminara.

Wasabi guió hábilmente a Dae en la danza, sin dejar de mirarlo a los ojos ni un instante. Había algo en aquel joven enmascarado que lo cautivaba por completo.

-Bailas divinamente. -dijo Wasabi en un momento-Pero debo confesar que desde el primer momento en que te vi cruzar la pista, no he podido dejar de preguntarme quién eres en realidad... y por qué me resultas tan familiar.

Dae sonrió tras su máscara, el corazón desbordante de felicidad. Wasabi no lo había olvidado.

-Algún día, quizá lo descubra. -Dae respondió evasivamente.

La música se hizo más lenta y sus cuerpos se acercaron. Wasabi rodeó la cintura de Dae con un brazo y lo atrajo hacia sí. Dae apoyó una mano en el hombro de Wasabi, mirándolo con timidez.

-Sea quien seas, de una cosa estoy seguro. -susurró Wasabi, acariciando la mejilla de Dae con infinita ternura-Esta noche me has cautivado por completo. Me gustaría verte de nuevo cuando esto termine.

Dae sintió mariposas en el estómago ante su contacto y sus palabras. Por un instante estuvo tentado a quitarse la máscara y descubrir su identidad. Pero recordó la advertencia de Olivia y supo que no podía arriesgarse a que el hechizo se rompiera todavía.

-Me encantaría volver a verte, Alteza. -dijo con tristeza-Pero me temo que esta noche, cuando el baile termine... deberé marcharme.

-Qué lamentable... -habló Wasabi observando los ojos de Dae.

-Sí... -bajó la mirada.

Dae se sentía en las nubes bailando con Wasabi, pero sabía que debía marcharse pronto. No podía arriesgarse a que Lady Toussaint lo descubriera. Sabía que su madrastra era muy lista.

-Ah... creo que debería irme ya. -dijo nervioso a sentir varias miradas de la multitud de gente.

Wasabi tomó su mano y lo miró suplicante-Por favor, no te vayas aún. Podemos escaparnos a los jardines un momento, nadie nos verá. Sólo un poco más de tiempo contigo, es todo lo que pido.

Dae vaciló, incapaz de resistirse a su mirada. Asintió en silencio-Bueno...

Wasabi sonrió contente. Siguió bailando con el chico enmascarado por un rato más. Mientras que el príncipe bailaba con Dae, la madrastra los miraba confundida, ¿quién era esa... dama?

-¿Quién será esa chica, madre? -preguntó Kwang-Sun.

-No lo sé, que extraño... -respondió Lady Toussaint-Sé me hace que lo vi en alguna parte... voy a ver... -la mujer se acercó, pero para su mala suerte, ambos jóvenes se largaron de ahí y no pudo seguirlos porque había muchísimos caballeros ahí.

Al final de la coreografía del vals, Wasabi guió a Dae de la mano fuera del gran salón hacia los jardines del castillo, sólo iluminados por la luz de la luna y las estrellas.

Caminaron en silencio hasta llegar a una glorieta cubierta de flores. Wasabi se detuvo y miró a Dae intensamente, acariciando su mejilla con ternura.

-No sé quién eres ni por qué te quieres marchar tan rápido, pero de algo estoy seguro: has robado mi corazón por completo esta noche. Quiero verte otra vez. Dime cómo puedo encontrarte.

Dae cerró los ojos, disfrutando el contacto de su mano. Quería decirle la verdad, confesar que no deseaba otra cosa que estar a su lado. Pero sabía que no podía ser, al menos no por el momento.

Abrió los ojos y miró a Wasabi con tristeza-Lo siento, Alteza. No puedo decirte cómo encontrarme. Sólo sé que esta noche mágica quedará por siempre en mi memoria.

El joven se puso de puntillas y depositó un suave beso en los labios de Wasabi, quien lo estrechó entre sus brazos, prolongando aquel momento tanto como pudo antes de dejarlo marchar.

Dae caminó apresuradamente lejos de allí antes de que las lágrimas comenzaran a caer. Había vivido su sueño, pero la realidad lo esperaba nuevamente.

Wasabi tardó en reaccionar. Parpadeó varias veces y fue corriendo tras él-¡Espere! ¡Ni siquiera sé tu apellido!

Siguió al chico siendo detenido por varias las damas y gente del reino para conversar con él. Impidiendo que fuese por Dae. Mientras que la dama de compañía de la reina vio al chico irse, fue tras él, preocupada.

-¡Jovencito! ¡espere! ¡ven aquí!

Dae fue bajando las escaleras. Y sin fijarse, una de sus zapatillas se cayó. Dae siguió corriendo hasta su carruaje, se subió y se largó de ahí...

Los caballeros fueron tras él, lamentablemente no pudieron atraparlo...

Wasabi luchó por liberarse de la multitud que lo rodeaba, desesperado por alcanzar a aquel joven misterioso. Pero para cuando logró zafarse ya era demasiado tarde; se había marchado.

Cabizbajo, Wasabi caminó hacia los jardines. Fue entonces cuando algo captó su atención: una pequeña zapatilla de cristal descansaba en el último escalón de mármol, brillando a la luz de la luna.

Se apresuró a recogerla y la examinó con delicadeza. Era de un diseño exquisito, brillante y delicado, tal como el resto del vestido de aquel joven. No había duda de que le pertenecía.

Wasabi sonrió esperanzado. Aquella zapatilla era la clave para volver a encontrarlo.

-Prometo que te encontraré. -susurró, observando la delicada zapatilla en su mano, aunque deba recorrer el mundo entero para lograrlo.

Bajó a toda prisa los escalones hacia la entrada del castillo, donde su consejero Hiro lo esperaba preocupado. Hiro iba a regañarlo por desaparecer de la fiesta tan de repente cuando notó la zapatilla en su mano y lo entendió todo.

-Una pista para encontrar a tu misteriosa enamorada, ¿no es así? -preguntó con una sonrisa.

Wasabi asintió-Ayúdame a encontrarlo, Hiro. Debo verlo de nuevo o mi corazón jamás estará en paz.

Hiro palmeó el hombro de Wasabi, conmovido por su ferviente deseo-Comenzaremos la búsqueda mañana mismo, Alteza. Uso mis contactos para rastrear al dueño de esa zapatilla de cristal.

Wasabi sonrió esperanzado. Se aferró a la promesa de Hiro, impaciente por iniciar la búsqueda de su amado a la mañana siguiente.

Aquella zapatilla de cristal era la llave para volver a encontrarse, y no descansaría hasta hallar a su dueño.

En la mañana, Dae estaba preparando el desayuno para sus hermanastros, cuando de pronto su madrastra llegó a casa apurada.

La mujer llegó a la habitación de sus hijos y abrió las cortinas-Honey, Kwang-Sun, ¡despierten! Hoy es un día muy importante.

Kwang-Sun bostezo y se sentó, adormilado-¿Importante? ¿Por qué?

-Hace unas horas fui al pueblo a dar un paseo, y los mensajeros del reino dieron un comunicado bastante interesante.

Honey Lemon la miró con sueño y se estiró el cuerpo-¿Y qué es, madre?

-El Príncipe Wasabi está buscando a la doncella dueña de una zapatilla de cristal que se le cayó anoche en el baile real. -explicó Lady Toussaint emocionada-Dicen que se ha enamorado perdidamente de ella y desea desposarla. ¡Es la oportunidad perfecta para que una de ustedes se convierta en alguien de la realeza!

Ante la noticia, Honey Lemon y Kwang-Sun despertaron por completo. Se miraron encantadas, imaginando ya la corona sobre sus cabezas.

-Prepárense y vístanse con sus mejores galas. ¡No podemos perder esta oportunidad! -dijo Lady Toussaint.

Mientras sus hermanastros se arreglaban emocionados, Dae siguió con sus labores matinales, intranquilo. Recordaba la zapatilla que se le había caído la noche anterior al huir y temía que Wasabi pudiera encontrarlo gracias a ella. Pero no imaginó que su madrastra estaría tan decidida a casar a uno de sus hijos con el príncipe que no dudaría en engañarlo para lograr su propósito.

Terminó de servir el desayuno y subió a avisarles que todo estaba listo. Sin fijarse bien, se tropezó y casi dejó caer la taza de café al suelo.

-¡Dae, torpe inútil! -exclamó Lady Toussaint molesta- ¡Ten más cuidado o limpiarás este desastre con tu lengua!

Dae hizo una reverencia, nervioso-Mis más sinceras disculpas, madrastra. No volverá a ocurrir.

Lady Toussaint examinó a Dae de pies a cabeza con ojo crítico. De pronto, su mirada se clavó en sus pequeños pies y entrecerró los ojos pensativa. El tamaño y la delicadeza le recordaban a...

Abrió los ojos desmesuradamente, impactada por su sospecha. ¡No podía ser! Pero ahora que lo pensaba, Dae había estado ausente por horas la noche del baile, y aquel joven enmascarado tenía su misma complexión esbelta y grácil...

Lanzó una mirada furibunda a Dae, quien tragó en seco ante su expresión. ¿Habría descubierto la verdad?

-Sal de aquí ahora mismo. -iseó Lady Toussaint.

Dae no se lo hizo repetir. Hizo una rápida reverencia y salió apresurado de la habitación, el corazón latiéndole con fuerza.

Lady Toussaint se volvió hacia sus hijas, determinada. Aquella inesperada competencia no arruinaría sus planes. Debía hacer algo pronto.

-Preparémonos rápido. -dijo Linda-Vamos, ¡vístanse! -ordenó a sus hijos.

Honey Lemon y Kwang-Sun se empezaron a cambiar de ropa para estar decentes en la sala. Mientras que en otra parte Dae se fue de inmediato a su habitación. Caminó a su tocador y pensó en que podría hacer para impedir que algo grave pasará...

Linda fue subiendo las escaleras, con la intención de encerrarlo ahí...

Dae se sentó frente a su tocador, pensativo. Debía hallar la forma de enviarle un mensaje secreto a Wasabi con la verdad, sin ser descubierto.

De pronto escuchó pasos cada vez más cerca. Rápidamente abrió un cajón del tocador y sacó papel y pluma, garabateando una breve nota. Terminó justo cuando Lady Toussaint irrumpió en su habitación.

-¡Tú! -gritó, señalándolo acusadoramente-¡Tú eres esa doncella que robó el corazón del príncipe! Pero no permitiré que arruines mis planes. ¡Te quedarás aquí encerrado hasta que sea demasiado tarde!

Dae abrió mucho los ojos al verse descubierto. Lady Toussaint se acercó para encerrarlo.

-No sé de qué habla, madrastra. -dijo, fingiéndose inocente-Yo no he asistido a ningún baile real.

-¡Mentiroso! -Lady Toussaint lo empujó contra la pared, furiosa-Pero aunque se lo digas al príncipe, no podrá retractarse una vez se haya comprometido. ¡Te pudrirás en este cuarto para cuando yo regrese aquí!

Dae no dijo nada. Sólo pensó en alguna solución para salir de ahí, mientras Lady Toussaint azotaba la puerta y la cerraba con llave. Corrió a asomarse por la ventana y vio un carruaje llegar.

"Por favor, apresúrate", pensó angustiado. La felicidad de Wasabi y la suya propia dependían de aquella nota y de que su contenido fuera leído antes de que fuera demasiado tarde.

🐭

En el momento que el príncipe Wasabi llegaba a la mansión donde vivía Lady Toussaint junto a sus hijos. Bajó del carruaje junto a la dama de compañía de la reina.

-Estoy nervioso, Sra. Cass... ¿y si no encuentro a la persona que le pertenece esto? -preguntó refiriéndose a la zapatilla.

-Tranquilo, Su Alteza. Lo encontraremos. -Cass tocó la puerta de la mansión y fue recibida por Lady Toussaint.

-Buenas tardes, ¿vienen por mis hijos para que se prueben la zapatilla de cristal?

-Sí. ¿Podemos pasar? -preguntó Cass.

-Por supuesto. Adelante. -dejó a la realeza pasar y cerró la puerta.

-Kwang-Sun, Honey. ¡Vengan! El príncipe Wasabi ha llegado. -llamó a sus dos hijos.

Honey Lemon y Kwang-Sun vinieron con los demás emocionados, Honey Lemon con un vestido rosado con toques amarillos y Kwang-Sun con un elegante traje azul rey.

Cass se puso manos a la obra y hizo que ambos jóvenes se probaran la zapatilla... mas, no hubo ningún resultado bueno... a ambos no le quedaron bien el calzado.

-Es una lástima que ni a mis dos queridos hijos no les haya quedado bien la zapatilla..

-Sí... es una pena... -suspiró la dama de compañía.

Todo se detuvo cuando escucharon una voz masculina pero delicada cantar una bella melodía, el príncipe reconoció aquella voz y Lady Toussaint entró en pánico...

-¿Quién está cantando? Vaya, que bella voz. -dijo Cass.

Wasabi contuvo el aliento al escuchar aquella voz. No podía ser... ¿o sí? Su corazón dio un vuelco de esperanza y emoción.

-¿Dae...? -murmuró, ansioso-¿Hay alguien más en la casa, aparte de sus hijos? Porque juraría que esa voz pertenece a quien he buscado incansablemente.

Lady Toussaint fingió demencia y se negó a que alguien más vivía en aquella mansión, pero un caballero fue mandado a buscar por todas partes de la casa. Minutos después, bajo con nada menos con un bello joven de cabello rubio... ¡él mismo chico que conoció hace tiempo! ¿¡acaso era la dama enmascarada?! Pensó Wasabi sorprendido... pero maravillado.

Wasabi sintió que el aliento se le escapaba al ver a aquel joven. No podía ser cierto...¿era él? Su misteriosa pareja de baile, el dueño de esa voz que lo había cautivado, y el portador de unos ojos que jamás podría olvidar.

Se acercó presuroso a su encuentro, tomando su mano con delicadeza. Debía asegurarse de que fuera real y no un sueño. Cuando sus miradas se encontraron, lo supo. Era él, lo sentía en cada parte de su ser.

-He venido por ti, como te prometí. -dijo con voz trémula de emoción-Ahora, solo queda comprobar si eres tú el dueño de esta zapatilla de cristal.

Se arrodilló ante él, aun con la zapatilla en sus manos. Con sumo cuidado, la deslizó en su pie. Era una perfecta medida, hecha para calzar tan solo para él.

Al comprobar que era el portador, Wasabi pudo al fin respirar aliviado. Se puso de pie y tomó suavemente su rostro entre sus manos, mirándolo embelesado.

-Te dije que volvería por ti. -repitió, dichoso de haber dado al fin con él.

Y sin poder esperar más, selló aquella promesa con un beso. Un beso que decía más que mil palabras, y que los transportó de regreso a esa mágica noche en que se habían entregado sus corazones.

Ahora nada los separaría. Se pertenecían, y Wasabi supo que jamás volvería a dejarlo ir. Lo llevaría a su castillo, y reinarían juntos, felices para siempre. Su búsqueda había terminado, y su corazón había encontrado un hogar.

🐭

Desde que Dae se fue de su antigua mansión, vivió en paz junto al príncipe Wasabi. Su suegra lo recibió con los brazos abiertos aunque estuvo sorprendida a saber que se trataba de un chico, los demás de la realeza recibieron bien al joven y estuvieron bien durante ese periodo.

El día más esperado había llegado, las campanas sonaban significando que alguien se estaban casando en la iglesia... dentro, se encontraban Dae y el príncipe Wasabi tomados de la mano oyendo las voces del cura.

-Les declaró marido y esposo. Pueden besarse. -dijo el cura.

Wasabi miró embelesado a su ahora esposo, apenas creyendo la dicha que lo embargaba. Había encontrado a su amado, y ahora nada los separaría jamás.

-Te amo. -murmuró, antes de sellar aquella promesa de amor eterno con un beso.

Un beso que los transportó lejos de todo, a un mundo donde solo existían ellos dos. Wasabi supo en ese instante que ningún día de su vida había sido tan feliz y completo como aquel, en que por fin podía llamar suyo al dueño de su corazón.

Se separaron lentamente y se miraron a los ojos, dichosos. La vida que los esperaba juntos se extendía ante ellos, luminosa y colmada de momentos como aquel.

Salieron de la iglesia entre vítores y felicitaciones. Wasabi ayudó a su esposo a subir al carruaje real, y tomó asiento a su lado, deseando ya llegar al castillo para comenzar su nueva vida juntos.

Le tomó la mano y entrelazó sus dedos, acariciando con ternura la fina argolla de bodas ahora en su dedo. Era la prueba tangible de que aquel maravilloso día no era un sueño. De que se pertenecían, para amarse, cuidarse y hacerse dichosos mutuamente cada día de sus vidas.

Besó su mano con devoción y lo atrajo hacia sí, rodeándolo con sus brazos. Por fin estaba donde siempre había pertenecido, al lado de su amor verdadero. Y en ese instante, mirando el futuro luminoso que se extendía ante ellos, supo que aquella felicidad era más de lo que jamás habría soñado. Y era tan solo el comienzo.










The End.

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