VII. Malos entendidos

Bleib, baby, bleib, baby
Geh nicht wieder weg
Bleib, baby, bleib, baby
Geh nicht wieder weg
Una máquina de pensar en ti
Eso es lo que soy, lo que siempre fui

Leonardo estaba sentado junto a Nando en el comedor comunitario, los dos comían junto a otras familias "chilaquiles": trozos de tortilla frita bañada en salsa de tomate y chile verde, crema y queso.

Era una de las comidas favoritas del menor, pero por una extraña razón lo único que le provocaba en ese momento, más allá del hambre, eran náuseas. Así que jugaba con su comida como si de monstruo se tratará.

Nando observo esto, y bufó. Azotó su cuchara contra el plato logrando que Leonardo lo miraran confundido.

-¿Ahora qué traes, pendejo?- cuestionó Nando, frunciendo su entrecejo.

-Solo estoy muy cansado, es todo- murmuró el menor alejando su plato de él.

Nando lo miro analizando sus facciones, lo conocía demasiado bien y más allá de molestarlo como buen hermano mayor, se preocupaba por él.
Se acercó hasta su hermano y le dió un golpe en la nuca.

Sabes que me está matando esta espera cruel
Y la resignación es un deseo sin piel
Y cada día llora algo muy dentro de mí
No hay forma lógica de hacer mi vida sin ti

-¡Eso duele mamón!- exclamó Leonardo sobando la zona golpeada en su cabeza, y mirando de mala gana a Nando.

-¡Te conozco chisguete! Esa cara no es por nada- el chico insistió provocando que el menor solo suspirara.

Minutos antes había visto a Kubo demasiado cercano a uno de esos chicos nuevos, que habían llegado con Valentina y las hermanas de Mirabel. No pudo evitar sentirse mal, después de la interacción del suéter Kubo parecía evitar al moreno, logrando un dolor desconcertado a Leonardo.

Y aunque me haga la invencible
Lo fatal, lo imprescindible
Es que vuelvas a mí, vuelvas a mí, vuelve

Las misiones los mantenían alejados, apenas hablaban y cuando era su turno de entrenar el pelinegro parecía mantener su atención en otras personas. Leonardo aún no entendía el porqué de sus sentimientos, de alguna manera sentía celos de la atención del pelinegro hacia las otras personas, y sumado a eso, se sentía peor cuando lo evitaba.

Quería iniciar una amistad, amistad que ahora parecía demasiado lejana para ambos.

El dolor es sofocante
Y ahora todo lo importante
Es que vuelvas a mí, vuelvas a mí, vuelve
No me tortures así

-No es nada, en serio- insistió.

-¿Problemas en el paraíso con Valentina?- su hermano le dio un bocado a su bolillo.

Leonardo se sintió peor aún, no había estado últimamente con Valentina porque su atención estaba en las misiones y en el pelinegro. Y cuando la chica intentaba acercarse al moreno, este reaccionaba diciendo alguna mentira como: estoy cansado, tengo una misión, voy a entrenar, etc.

El moreno sabía que eso no era justificación, porque se autoconvencia de que si era así, y sabía que Valentina le daría su espacio. Pero no podía evitar mantener en sus pensamientos a Kubo.

Una máquina de vivir sin paz
Eso es lo que soy desde que no estás

-No...- susurro sin ánimos Leonardo.

Ante sus ojos apareció el chico que le provocaba tales pensamientos, sonriente y en compañía de ese chico, Wilbur. Ambos sonrientes y demasiado pegados que hasta juraría ya eran algo más allá de todo eso.

Dices que no tiene caso reaccionar así
Que has hecho tu elección, que viva y deje vivir
Pero no quiero romper el lazo que me ata a ti
Ten consideración y no me dejes sufrir

-¿Y entonces las emociones tienen mucho que ver con nuestros poderes?- cuestionó Wilbur mirando a Kubo, ambos se habían sentado en una mesa alejada de los San Juan, sin notarlos aún.

-Sí, de hecho te enseñan a controlar tus emociones desde niño. Es algo agotador después de un tiempo, pero logras volverte bueno- explico el chico con una sonrisa.

El interés de Kubo hacia Wilbur era simple, el pelinegro de sangre roja poseía el mismo don de viento que él y era más fácil entrenar a alguien con tus dones que con dones diferentes. Además, si Wilbur aprendía algo que Kubo aún no sabía, sería un mejor avance igualitario.

Y aunque me haga la invencible
Lo fatal, lo imprescindible
Es que vuelvas a mí, vuelvas a mí, vuelve

Leonardo sentía el peso de mil toneladas en su pecho, esa opresión y el querer salir corriendo del momento. Pero su cuerpo parecía no responder ante esto, y por el contrario a sus pensamientos, estaba estático mirando a la dirección de ambos chicos. Nando giro su vista y rostro, buscando al responsable de que su hermano se quedará como si hubiera visto al mismo Charro Negro.

Los ojos de Nando siguieron la dirección que su hermanito veía, notando entonces a Kubo junto a Wilbur, ambos reían y hablaban animadamente. Los ojos de Nando regresaron a su hermano, que los seguía viendo como si su vida dependiera de ello, con una cara larga y sus sentimientos a flote.

Nando azotó una de sus manos en la mesa donde estaban, alertando a el menor, que lo miro con algo de miedo.

-¡Ya entendí chisguete!- murmuró el chico con una sonrisa, para después pararse de la mesa y caminar hacia ambos pelinegros.

El dolor es sofocante
Y ahora todo lo importante
Es que vuelvas a mí, vuelvas a mí, vuelve
No me tortures así

A Leonardo se le fueron los colores del rostro, e imploro a sus santos de que su hermano no hiciera alguna escena. Pero lo conocía, y resignado camino detrás de él jalando sus brazos.

-¡No sabes nada, ya siéntate!- insistió Leo jalando el cuerpo de su hermano a la dirección de su mensa.

Nando era unos centímetros más alto que Leo y que Marco o Miguel, así que la fuerza de Leo no era suficiente para detener a su hermano teniendo como resultado que Nando lo arrastrará hasta la mesa de Kubo y Wilbur.

Ambos pelinegros los miraron llegar, teniendo como primera imagen a Leonardo siendo arrastrado por su hermano, y el mayor llegando con cara de pocos amigos.

Bleib, baby, bleib, baby
Geh nicht wieder weg
Bleib, baby bleib, baby
Geh nicht wieder weg

-¿Qué le hiciste a mi hermano, pendejo?- cuestionó Nando con los brazos cruzados, provocando que Leonardo cayera de cara al suelo ya que jalaba al mayor de uno de estos.

-¿Cómo nos llamaste?- preguntó Wilbur parándose de su asiento y colocándose de manera retadora frente al moreno.

Leonardo se paro adolorido en un rápido movimiento, y aún sobando su rostro miro a los dos chicos.

-¡Perdonen a mi hermano! Es un idiota que luego confunde las cosas- explico entre risas nerviosas Leo.

Kubo miraba la escena confundido, en primer lugar no sabía que hacían ambos morenos ahí, y en segundo, ¿a quién habían llamado pendejo?

Kubo se paro suspirando y tomando el brazo de Wilbur para impedir que hiciera alguna idiotez, idiotez que no estaba dispuesto a soportar.

-Vamonos Wilbur, esto es estúpido- comento Kubo parándose de la mesa y comenzando a caminar hacia la salida.

Wilbur lo siguió, sin apartar su mirada retadora de Nando, el moreno lo miro de igual manera.

-Claro, huye sangre pálida- susurro molesto Nando provocando que Kubo frenará su andar.

-¿El insulto era para mí, pendejo?- Kubo imito su acento al momento de decir la palabra, y giro su cuerpo hacia ambos morenos.

Y aunque me haga la invencible
Lo fatal, lo imprescindible
Es que vuelvas a mí, vuelvas a mí, vuelve

-¡Nando no sabes lo que estas haciendo. Vamonos por favor!- suplicó Leo jalando una vez más el cuerpo de su hermano.

-¡No, si se lo que hago!- Nando de movió a forma de evitar los jaloneos de su hermano, camino retador hacia Kubo -¿Qué le hiciste a mi hermano?- cuestionó una vez más.

Kubo era mucho más bajo de los morenos, pero sin importarle eso se paro frente a Nando y le sostuvo la mirada.

-No le he hecho nada- contestó ya molesto el pelinegro.

-¡Lo ves Nando, él no me ha hecho nada! Ya vamonos por favor, solo estas haciendo el ridículo y la gente nos mira- explico Leonando parándose entre los dos, como si así pudiera evitar que ambos hicieran una estupidez.

-Controla al animal que tienes por hermano, Leonardo- exigió Kubo sin apartar la vista de Nando.

El dolor es sofocante
Y ahora todo lo importante
Es que vuelvas a mí, vuelvas a mí, vuelve
No me tortures así...

Nando bufo molesto y con un movimiento de manos atacó con una piedra grande el rostro de Kubo.

El pelinegro bloqueo-esquivó esto pero la roca había logrado alcanzar su rostro y le había rosado la mejilla. Molesto atacó a Nando mandandolo a volar contra una de las mesas desocupadas, el cuerpo de Nando azotó bruscamente en este y adolorido pero importandole poco por la adrenalina, se paro y atacó de nuevo a Kubo.

-¡Basta!- grito Leonardo cuando ambos comenzaron a crear un caos en el lugar, logrando que la gente corriera por todos lados.

Ambos chicos miraron a Leonardo, el cual estaba molesto.

-¡Fernando ya vámonos!- grito molesto el menor.

Nando miro a su hermano retador, pero sin más camino hasta él. Por el alboroto mucha gente se había acercado, entre ellos los Rivera y el Hamada.

Hiro corrió en dirección a Kubo, coloco sus manos en su rostro y analizó el golpe que había recibido.

-¿Estas bien?- cuestionó Hiro, Kubo solo asintió.

Los San Juan caminaron hacia la salida, donde estaba Marco cruzado de brazos y a su lado Miguel, mirando confundido a Leonardo.

-¿Qué pasó?- cuestionó Miguel cuando Leonardo pasó a su lado.

-Una pendejada- contestó sin ánimos el moreno, ambos comenzaron a caminar sin decir nada.

Mientras que Marco había tomado a Nando de un hombro, deteniendo el paso y cuestionando con su mirada: ¿Qué fue eso?

Marco analizó el rostro de Nando, este sangraba ligeramente de la boca y la mejilla debido al golpe de su cuerpo contra la mesa. Nando contestó igual con la mirada, algo molesto: Ya escuchaste, una pendejada.

Los cuatro morenos salieron del lugar sin más, con la cabeza en alto a pesar de sus errores.

Leonardo y Miguel caminaron alejados de sus hermanos, los Rivera tenían un don para que esos dos arreglaran sus problemas.

Mientras que Marco se llevó a Nando a la enfermería de la señora Julieta, Miguel y Leonardo se fueron al bosque, un lugar tranquilo para pensar mejor las cosas.

Miguel tenía su guitarra en la espalda, así que cuando llegaron a el río se sentó colocando su espalda sobre un árbol para recargarse y comenzó a tocar acordes tranquilos, era cuestión de que Leonardo hablará para poder intervenir, pero sabía que lo haría hasta que sus pensamientos estuvieran en orden.

Leonardo intento relajarse, sentándose a un lado de Miguel, escucho atento los acordes y puso sus pensamientos en orden por todo lo que había pasado.

-Estoy hecho un lío- murmuró Leonardo colocando sus manos entre su cabello castaño.

-Tranquilo, estoy para escucharte- susurro Miguel dejando de tocar, colocando su guitarra a un lado de él.

-Nisiquiera sé porque Nando reaccionó así, es mi culpa por no saber como me siento- Leonardo miró a su amigo con preocupación.

Miguel sonrío, era eso, su amigo era un lío de emociones que no había puesto en orden y que, seguramente Nando mal interpretó.

-¿Quieres decirme cómo te sientes?- Miguel coloco una de sus manos sobre la espalda de San Juan.

-Me siento tan mal cuando veo a Kubo con Wilbur, no es que me importe que hacen juntos ¿Sabes? Pero no puedo evitar sentirme como si mil hombres me hubieran golpeado. ¡Nunca he sentido esto Miguel!- frustrado, Leonardo se cubrió el rostro con sus manos -Solo intento ser su amigo y no puedo- susurro sin quitar sus manos del rostro.

Miguel lo miró confundido, esas emociones no eran por una amistad y lo sabía a ciencia cierta.

-¿Te importa mucho ser su amigo?- cuestionó sin entender en verdad a lo que quería llegar, Leonardo solo asintió -Leo, esas emociones no son de amigos- Miguel alzó sus hombros mientras Leonardo quitaba sus manos del rostro y lo miraba como si de una broma se tratase.

San Juan comenzó a reír nerviosamente mientras movía su cabeza en negación.

-¿Qué estás insinuando?- Leonardo se paro de su lugar y miro con los brazos cruzados a Miguel.

-¡No estoy insinuando nada! Solo digo que el amor no solo es chico y chica- Miguel coloco sus manos a la altura de sus hombros justificando su comentario.

-¡Lo sé! Marco ha dejado en claro eso- reprochó Leonardo frustrado.

Ambos se quedaron en silencio, Miguel bufo y tomó la guitarra de nuevo entre sus manos tocando acordes que pertenecían a la canción "¿Qué se siente que me gustes tanto, amor?".

-Yo no lo decía por Marco- murmuró Miguel mirando sus dedos sobre las cuerdas.

Leonardo negó de nuevo, camino dando un circulo y comenzó a reír con ironía.

-Me gustan las chicas, Miguel, estoy con Valentina- se excusó aún con su tono irónico.

-¿Y? ¿No pueden gustarte ambos géneros?- Miguel alzó sus hombros aún tocando los acordes de la canción.

-¿Y por qué hasta ahora?- cuestionó Leonardo sentándose de nuevo junto a Miguel.

-No lo sé, a todos nos pasa diferente- murmuró sin mirar a Leo -Pero, lo importante ahora es que pongas tus sentimientos en una balanza. Y sobre todo, que vayas a pedir perdón por tus idioteces- Miguel lo observo, dejando de tocar las cuerdas de su guitarra.

Leonardo se quedo en silencio, luego suspiro y miro hacia el cielo. Aún era temprano y estaba despejado, algunos sonidos de aves eran presentes; el moreno cerro sus ojos y se dejo despejar por los sonidos a su alrededor.

La guitarra de Miguel sonaba aún estando a unos metros de los morenos, alertando a Mirabel que caminaba inmersa en sus pensamientos. Comenzó a caminar en dirección al sonido de la guitarra, hasta tener en su vista a ambos morenos sentados con la espalda recargada en el tronco de un árbol a las orillas de un río.

-Se escucha hermosa tu guitarra- susurro Mirabel parándose a un lado del árbol donde ambos estaban.

Leonardo abrió sus ojos y miró a la morena, mientras Miguel solo desvío su mirada y dejó de tocar.

-Que bueno verte Mirabel, ¿quieres sentarte?- Miguel sonrío y volvió a tocar las cuerdas de su guitarra.

Para Leonardo era obvio que Mirabel aún sentía algo por Miguel, podía sentir la incomodidad y tensión en el ambiente así que se paro del suelo y froto sus manos contra los costados de su pantalón.

-¡Debo dejarlos!- exclamó por inercia, Mirabel y Miguel lo miraron confundidos -Necesito hacer... unas cosas importantes- el moreno miro a Miguel con una sonrisa que su amigo correspondió de igual manera.

-Suerte- murmuró Miguel.

Leonardo desapareció entre la vegetación del bosque, dejando a Miguel tocando la guitarra y a Mirabel con una mirada enamorada.

Ante los ojos de Mirabel, los dedos de Miguel se movían con agilidad en las cuerdas; le gustaba observar esto y el como los movimientos de sus dedos se veían reflejados en el antebrazo.

También notaba su cuerpo, se tensaba al momento de que algún acorde se le salía de las manos o al repasar alguno. El como sacaba su lengua de lado para demostrar su concentración o el cabello castaño que le caía ligeramente por la frente.

-Hoy conspiran mis suspiros- canto Miguel inmerso en sus pensamientos -En contra de mis ganas cuando pasas y te miro.

Para Miguel, aquella canción ya tenía un nombre y un rostro. No pudo evitar pensar en Hiro mientras entonaba sus primeros versos, en la primera vez que lo vio tenido a Leonardo bajo sus pies en una llave, tan alerta y capaz de romper un brazo o del día en que lo ayudo a pararse después de entrenar.

-Y más allá de lo instintivo, tus ojos tienen algo que me deja pensativo- canto mientras en sus mente pasaba todas las veces que se cruzaba con Hiro durante su día a día.

Muchas de esas veces, el plateado nisiquiera lo notaba por estar ocupado en cualquier cosa, pero cuando llegaba a percatarse de que Miguel estaba cerca de él, le brindaba una amplía sonrisa que muchas veces era acompañado por un brillo inusual en sus ojos y un ligero rubor en sus mejillas.

Mientras que para Mirabel, aquellas palabras le sonaban a una reconciliación. Tenía demasiado que no escuchaba al moreno cantar, y recordaba todas las veces que él entonaba alguna letra cuando estaban juntos.

-¿Qué se siente que me gustes tanto amor?- cuestionó Miguel aun cantando, pero dejo de tocar la guitarra al terminar el verso.

Suspiro con aires de enamorado, gracias a Marco que muchas veces le había demostrado que el amor va más allá de lo carnal o de un romance chico-chica, estaba seguro de sus sentimientos.

-Es hermosa la letra de esa canción- Mirabel coloco un mechón de su cabello detrás de su oreja y sonrío cuando Miguel la miro.

-Lo es- asintió aún teniendo en sus pensamientos al plateado, en específico, el día en que se cubría los oídos cuando le cuestionó sobre sus aretes.

[...]

Leonardo estaba parado afuera de la casa de Kubo y Hiro, en los pensamientos del moreno, aquella casa era de los más imponente ahora a pesar de no ser ni la mitad del tamaño de la suya o de la mayoría de las casas que estaban ahí.

Suspiro y se palmeo los costados de los muslos por inercia, para calmar sus nervios. Tomó el valor para acercarse más a la puerta y alzó su puño listo para tocar, pero lo medito unos momentos más.

Maldición, si que estaba nervioso. Sentía todo su cuerpo temblar, las piernas no le respondían y juraría que el sudor le caía por la frente como si se hubiera salido de bañar hace unos segundos.

El puño de Leonardo tocó entonces la madera de la puerta, dando tres golpes para después volver a su sitio. La puerta se abrió con Hiro siendo su única visión, el plateado tenía cara de pocos amigos y al notar al moreno se cruzo de brazos mirándolo altanero.

-¿Qué mierda quieres, San Juan?- cuestionó el chico con molestia.

-¿Kubo esta aquí?- el moreno bajo la vista.

-Eso no es de tu incumbencia, lárgate.

-Vengo a pedir disculpas por mi hermano- San Juan seguía con la mirada vista, por lo que no se percató cuando Kubo se asomo por la puerta y se colo al costado de Hamada.

-Tu hermano es un idiota, que venga a disculparse él mismo y no te mande a ti como su sirvienta- mencionó el recién llegado, Leonardo alzó si vista ante la voz de Kubo, que lo miraba igual de altanero y molesto que Hiro.

-Tienes razón, mi hermano es un idiota- susurro Leonardo con una sonrisa -Pero gran parte de la culpa es mía, y también me vengo a disculpar- explico jugando con sus manos nervioso, fue entonces cuando noto la pequeña diferencia de tamaños entre los pelinegros, Hiro era solo más alto por dos o tres centímetros, pero a pesar de eso, el moreno suplicaria más por su vida ante Kubo.

Kubo lo miro unos instantes, y después asintió cansado.

-Acepto- susurro y aparto un poco de su cabello, que estaba suelto, de su rostro.

Leonardo observo esta acción con detenimiento, el golpe que Nando había lanzado hacia Kubo le había rosado la piel muy cerca del ojo, logrando una pequeña herida en ese sitio.

-Carajo, ¿Estás bien?- El moreno no aparto la vista de la zona dañada en el rostro de Kubo.

Hiro observo a Leonardo, aún seguía molesto pero ahora notaba porque su amigo había caído ante los encantos de Leonardo. Aún cuando su parte racional le decía a gritos que no, opto por bufar y salir de la casa.

-Iré por más agua para limpiarte la herida, Leonardo ¿puedes cuidarlo mientras regreso?- el pelinegro coloco su mano sobre su frente y la subió un poco en dirección a su cabello.

Leonardo asintió y se paro junto a Kubo, entrando en la casa, mientras que Yamamoto miraba a su amigo con incredulidad.

Hiro alzó su mano como forma de despedía del Kubo, y se marchó con una amplía sonrisa burlona de victoria, colocando ambas manos detrás de él.

-Hijo de perra- murmuró Kubo cuando Hamada estuvo lo suficientemente lejos para no oírlo, cerró la puerta y miró a Leonardo.

-Lo lamento en serio- murmuró el moreno.

-¿Y puedo saber si quiera por qué me golpeo el imbecil de tu hermano?- Kubo se cruzo de brazos y se paro frente a Leonardo.

Leonardo bajo solo un poco su vista, era más grande que Kubo por una cabeza al menos, y a pesar de ello, se sentía sumamente intimidado. Coloco una de sus manos en su nuca y después sonrío nerviosamente.

-Un mal entendido, es todo. En serio te pido nos disculpes- explico el castaño.

Kubo seguía cruzado de brazos, observo al moreno y asintió aún sin confianza.

-¿Mal entendido?- enarcó una de sus cejas.

-Sí... verás, pensó que tú me estabas molestando porque había una persona que no me agrada mucho por donde tú estabas y... mi hermano confundió las cosas- el moreno se rasco la nuca con vergüenza.

-Eso suena aún más estúpido- Kubo lo miro como si se tratará de una broma.

-Pero así fue- se excusó, no era mentira del todo.

-Bueno, creo que esta bien- Yamamoto alzó sus hombros y sonrío.

Ambos se quedaron en un silencio incómodo después de eso, Leonardo miró directo a la herida de Kubo y alzó su mano hasta la mejilla del contrario.

-Soy un pendejo por no detener a mi hermano- susurro.

Kubo asintió divertido y quito la mano del moreno de su mejilla.

-Sí, es verdad- comenzó a reír seguido de Leonardo, el moreno se acercó solo un poco al pelinegro para examinar mejor su herida -¿Me voy a morir?- bromeo Kubo.

Leonardo negó aún riéndose, y después lo miro a ese ojo castaño casi miel, tan suave y al mismo tiempo hipnotizador.

-Puede que mueras mañana, pero me sentiría muy mal por eso- bromeo Leonardo con una sonrisa.

-¿Te sentirías mal?- Kubo acercó su rostro a Leonardo solo un poco.

El moreno asintió y volvió a colocar la mano en su mejilla, ambos estaban hipnotizados por los ojos del contrario, en ambos casos eran cafés, pero a pesar de esto, eran de tonalidades demasiado distintas.

-Cómo no tienes idea- susurro el castaño.

Leonardo paseo su vista por la nariz y luego por los labios de Kubo, por inercia la mano que estaba en la mejilla del contrario, viajo solo un poco más abajo y con su pulgar rozo los labios del pelinegro. Kubo se acercó a un más, a tal punto de que sus respiraciones se mezclaban y eran una misma; Leonardo terminó de cortar la distancia y unio sus labios en un roce suave, para el moreno, los labios de Kubo eran de lo más delicados y suaves que jamás hubiera sentido, y con algo de nervios comenzo a mover sus labios sobre los del pelinegro.

A Kubo le costo algo de trabajo seguir el beso, aún estaba algo sorprendido por lo que ocurría, pero no lo pensó mucho y siguió al moreno en el beso siendo delicado y hasta algo tímido. Poco a poco el beso se fue intensificando, uniendo sus lenguas entre roces o separándose por unos segundos para poder respirar.

El beso terminó de manera algo brusca cuando sonidos de pasos se hicieron escuchar, ambos habían casi aventando al contrario. Kubo aventó de manera no tan brusca el cuerpo de Leonardo quedando casi hasta el lado contrario del cuarto, para después aún en estado de asombro, rozar sus labios con las yemas de sus dedos.

Al moreno le desconcertó un poco la reacción de Yamamoto, pero hizo lo mismo y coloco sus dedos sobre sus labios. Cuando Hiro entro con el agua, noto que ambos estaban tocando sus labios, enarcó una ceja y fingió que no vio nada.

-Gracias por cuidarlo Leo, te vemos después- hablo en dirección al moreno, pero este pareció no escucharlo -¿Leonardo?- cuestionó de nuevo provocando un pequeño susto en el mencionado.

-¿Qué? Perdón- el moreno lo mismo confundido.

-Ya te puedes ir, gracias por cuidarme- susurro Kubo saliendo de su trance.

San Juan asintió y a paso veloz se fue de la casa, dejando a Hiro y a Kubo solos, el príncipe miró de manera coqueta a su amigo y después sonrío burlón.

-¿Y bien?- cuestionó victorioso.

-No paso nada- Kubo alzó sus hombros.

-¿Y los dos tocaban sus labios como idiotas por mera casualidad?- comento irónico.

-Fue un beso lindo- susurro Yamamoto alzando sus brazos y bajando la vista para disimular un poco el hecho de que estaba ruborizado.

El moreno caminaba apresurado en dirección a su casa, sentía un torbellino de emociones que se le aromilanaban en su estómago y, peor aún, en sus pantalones.

Con la incomodidad, los nervios y la confusión daba gracias de que su playera gris fuera lo suficientemente larga para tapar su entrepierna, y una vez que entró en su casa y corrió en dirección a su cuarto, verifico si aquella presión en sus pantalones era por lo tan temido, y en efecto, tenía una ereccion.

Leonardo se sentía confundido, pero a pesar de eso, las imágenes de aquel beso no se iban de su mente, y por el contrario, las rememoraba cada que podía, creando una mayor presión en sus pantalones o hasta un pequeño dolor en su miembro debido a la extinción. Era la primera vez que le pasaba eso, de esa manera, en un simple beso, a pesar de haber besado a otras chicas, ninguna había sido capaz de crear tal problema en sus pantalones.

Aún con los nervios de punta, Leonardo intento calmarse y olvidar por unos momentos ese beso para que el problema en sus pantalones fuera resuelto. Se aventó boca arriba sobre su cama, suspiro cansado y cerró sus ojos.

Sentía aún un cosquilleo en los labios, coloco sus dedos sobre sus labios y suspiro una vez más, con aires de enamorado, aquellos labios tan dulces y suaves sobre los suyos, era imposible olvidarlo.

Cuando el problema en sus pantalones desapareció, se levantó de la cama y salió de su casa para caminar en busca de Marco o Miguel, incluso de Camilo.

Si seguía confundido, ya no tanto después de tal problema, pero lo seguía; se sentía culpable ahora, hasta apenas había recordado a Valentina, su querida y amada novia.

Leonardo se sintió el peor del mundo, y cuando vio pasar a Marco frente a él con cara de cansado y de pocos amigos, no dudo en llamarlo.

-¡Marco!- alzó su mano para que Rivera lo ubicará.

Marco lo busco con la mirada, estaba cansado después de todo. Ese mismo día había tenido que entrenar con Hiro, y además, tuvo que ayudar en el pueblo con algunas cargas. Su cuerpo exigía a gritos un descanso, pero en cuanto ubicó a Leo sonrío. Su actitud latina se suplicaba saber más allá del "Una pendejada", necesitaba, exigía saber bien el chisme.

Se acercó con una sonrisa coqueta a Leonardo y enarco una ceja, característica que hacía siempre para cuestionar sin hablar.

-Verás... acaba de sucederme algo- susurro Leo como vergüenza.

-Suéltalo- murmuró Marco con un ademan, abriendo y cerrando su mano.

-Me acabo de besar con alguien- hablo el San Juan de manera casi inaudible, pero Marco logro escuchar y alzó sus hombros.

-Pues si wey, eso es lo que haces siempre con Valentina- susurro Marco con fastidio listo para retirarse.

-¡Ese es el problema!- comento con ironía -No fue con Valentina- susurro.

Marco se quedó congelado en su lugar, no le hablaba a la chica, pero no pudo evitar sentirse un poco mal por ella. Miro a su amigo, que se notaba lo bastante serio y nervioso, lo tomó de los hombros y lo miro directo a los ojos.

-Vamos a tu casa- murmuró con un tono autoritario el de ojos ámbar.

[...]

-¿Y se besaron?- cuestionó Miguel, mirando a Leo.

Se habían encontrado al menor de camino a la casa de los San Juan, y los dos hermanos escuchaban atento a Leonardo, quien sólo tenía la mirada baja y el rostro rojo de la vergüenza.

-Sí- susurro aún avergonzado Leo.

Ambos Rivera hicieron muecas de sorpresa, mientras que Miguel colocaba ambas manos entre su cabello castaño, Marco se cubría la boca con una de sus manos.

-¿Y sentiste algo?- Marco no retiro la mano de su boca, pero espero a que su amigo contestará.

-Sí- Leo no levantó su vista aún. Ambos hermanos intercambiaron miradas y comenzaron a reír, logrando que Leonardo los mirara confundido -¿Qué tiene de gracioso?- Leonardo se cruzo de brazos.

-Te dije que iba ser gay- susurro Marco a su hermano aún entre risas, Miguel asintió.

-Era algo obvio- murmuró Miguel con una sonrisa altanera mirando a Leo.

Leonardo se ofendió ante esto, estaba con sus nervios de punta, sus sentimientos a flor de piel y una confusión de su sexualidad justo ahora como para que esos dos brutos solo hablaran de su posible bisexualidad.

Miro mal a ambos Rivera, que no dejaban de reír por sus propios comentarios y peor aún, asumían desde cuando se habían dado cuenta.

-¡Ya basta par de cabrones!- exigió Leonardo cruzándose de brazos.

-Lo siento, es que es divertido- se excusó Marco imitando la acción de Leo de cruzarse de brazos.

-Es que, hasta que te das cuenta no mames- comento Miguel con una amplía sonrisa -Era de esperarse desde que ví como te le quedas viendo al chino ese- murmuró pasando una de sus manos sobre su cabello.

Leonardo miró a ambos altanero, y sin dejar de cruzar sus brazos camino en círculos por la sala de su casa.

-¿Qué se supone que debía hacer ahora?- murmuró más para si mismo que para los dos hermanos.

-Dejar a Valentina- hablo una cuarta voz, logrando que todos miraran en dirección al dueño.

Nando estaba recargado sobre el marco de la puerta con los brazos cruzados y una cara de fastidio.

-¡Me agarre a putazos con ese mamon para que resulte que los besaste!- mencionó alzando un poco su voz y estirando sus brazos -Te la mamaste chisguete- reprochó.

-¿Desde hace cuánto que nos estas escuchando?- cuestionó su hermano.

-Uhm... - Nando se llevó una mano al rostro pensativo -Desde hace un buen rato la verdad. Pero sabía que si no te espiaba ya no sabría que pedo- alzó sus hombros.

-Eres el peor- reprochó Leonardo.

Nando camino hasta su hermano y lo atrapó entre sus brazos, la cabeza de Leo quedó entre el cuerpo y uno de los brazos de su hermano, el mayor comenzó a rozar de manera brusca su mano en la cabeza del menor.

-¡Ese es mi chisguete!- celebró el mayor sin dejar de molestar al menor.

-¡Nando ya deja de chingar!- exigió el menor.

Los Rivera comenzaron a reír por la pelea de sus amigos, y después de unos cuantos minutos Leonardo logró safarse del agarre de su hermano, molesto comenzó a peinarse de nuevo.

-¿Y entonces?- cuestionó Marco cruzado de brazos viendo directo a los ojos de Leo.

-No es tan fácil como todo el mundo cree- murmuró alzando sus hombros.

-Y es por eso que debes de pensar en lo que tú quieres, no en lo que los demás te dicen- explico el de ojos ámbar con una sonrisa, colocando una de sus manos sobre el hombro del San Juan en señal de apoyo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top