VI. Pequeños Recuerdos

Las paredes blancas estabas manchadas de sangre, roja y espesa. Los gritos de la persona sobre la silla eran desgarradores, y daban un escalofrío al escucharlos.

Todos los niños estaban en una fila para poder entrar al mismo sitio donde estaba aquella escena.

Xochitl y Socorro eran de las últimas, pero con el grito de la persona que estaba adentro era más que evidente que no se podía esperar nada bueno.

La niña tomó de la mano a Xochitl, y la miró con miedo mientras que la morena sólo opto por sonreír para que la menor no sintiera más pánico.

Los guardias vigilaban la fila se niños y jóvenes, del amplio cuarto salió una mujer de aspecto viejo y delgado, tenía una bata blanca salpicada de sangre roja. Además de lentes negros sobre sus ojos y guantes de platico del mismo color, tenía entre sus manos papeles.

Observo de mala gana esto y después alzó su vista.

-Miranda Hernandez- grito la mujer y observo la fila de niños.

Todos la miraron con horror, pero ninguno se movió de su lugar. La mujer miro a los guardias, los cuales recorrieron de extremo a extremo la fila de niños, uno de los guardias se detuvo casi a la mitad de la fila, y se inclinó sobre sus rodillas frente a una niña delgada, pelirroja y pecosa.

-Tú- dijo el hombre y tomó del brazo a la niña -Ella es Miranda- la aventó dentro del cuarto blanco, mientras la niña lloraba.

-¡Por favor, sueltenme. Se lo suplicó!- grito la niña entre llanto.

La mujer la miró agobiada, y después al guardia.

-Ella será difícil de manejar, entra y amarrala- la mujer le abrió el paso al hombre.

El caballero entró, la niña seguía llorando y gritaron por piedad. Suplicando por su libertad, la niña fue golpeada bruscamente por el guardia, mientras todos afuera escuchaban los golpes, gritos y súplicas.

La mujer entró después de eso, y al poco tiempo gritos similares eran escuchados. La sangre siguió salpicando las paredes, ropa y hasta la puerta del lugar llenando de pánico a todos.

-Voy a morir- susurro Socorro mirando la puerta, mientras de fondo se escuchaban los gritos de la niña.

Xochitl la miro, y tomó entre sus manos el rostro de la menor, después negó.

-¡No digas eso! Vamos a salir de esta, te lo prometo- susurro en regañó la morena, pero Socorro parecía no tener esperanza para ese momento.

Los gritos de la niña cesaron, y en su lugar el sonido de una cierra y una aspiradora se hicieron presentes, demostrando que dentro de poco otro niño entraría.

La misma mujer volvió a salir, e imito sus mismos actos, leyendo el nombre del siguiente niño:

-Socorro Rivera- mencionó la mujer sin mucho interés.

La pequeña mencionada sintió su cuerpo congelarse, Xochitl la miro con miedo.

Uno de los guardias tomó a Socorro por la cintura mientras que Xochitl agarraba con fuerza las manos de la niña.

-¡Por favor no, se lo suplicó ella no, llevemente a mi, se lo suplicó por favor!- pedía la morena mientras jalaba a Socorro.

La menor gritaba de igual manera, suplicando por su libertad. Otro guardia se acercó hasta Socorro y jalo de ella para llevarla.

-¡Por favor no!- grito Xochitl.

-¡Ayúdame, suelteme por favor se lo suplicó!- grito Socorro mientras los dos hombres la llevaban a rastras hasta el cuarto blanco.

La amarraron a una silla de metal que estaba llena de sangre, la niña observo todo a su alrededor con miedo. Había litros de sangre fresca por todos lados, en especial en el piso.

Además, frente a ella estaban los cuerpos desmembrados de los niños que habían entrado antes que ella. Observo más a detalle como es que el cuerpo más reciente, el de la pelirroja, estaba hasta la cima y hasta parecía aún seguir viva ya que el color no se le había ido totalmente.

Socorro se movió en la silla intentando liberarse, pero fue en vano. La mujer de bata entró al lugar, observo a detalle el rostro de Socorro y después miro las hojas entre sus manos.

Dejo las hojas sobre una mesa donde estaban algunas herramientas, y miro a Socorro.

-Que lastima, hubieras sido un buen producto para experimentación- la mujer comenzó a reír. Tomó una jeringa de donde estaba las herramientas, y se la mostró a Socorro -Esto te va a doler mucho- susurro la mujer y coloco la jeringa en las arterias del antebrazo de Socorro.

Saco alrededor de 15 mililitros de sangre, observo esta cuando la obtuvo en la jeringa y sonrío.

Una alarma comenzó a sonar, provocando que la mujer gruñera molesta y dejara la jeringa sobre la mesa. Abrió la puerta y observo lo que ocurría.

-¿Qué está pasando?- cuestionó la mujer de mala gana cuando un guardia pasó a su lado.

-Nos están atacando, será mejor que siga los protocolos- exigió el hombre mirando dentro del cuarto.

La mujer observo a la niña y sonrío, tomó sólo la jeringa y las herramientas para después salir del cuarto cerrando la puerta, dejando a Socorro amarrada a la silla. La morena sintió pánico y comenzó a moverse para intentar safarse de los cinturones que tenía, pero era imposible.

-¡Ayúdenme, por favor ayúdenme!- gritó la morena comenzando a sollozar.

Afuera del cuarto todo era un caos, los distintos guardias intentaban atacar a los hombres que ante sus ojos, eran rebeldes.

Todos vestían de negro y solo se podían observar sus ojos, atacaban como podían a los guardias, pues al ser solo siete el golpe debía ser rápido y certero. Mientras que la persona más pequeña de estatura ayudaba a sacar a todos los niños y jóvenes con su hipervelocidad, otro atacaba con una cuchillas de plasma verdes que salían de sus antebrazos.

Xochitl corría por los pasillos buscando alguna manera de sacar a Socorro, ya había azotado una silla contra la puerta, y hasta empujado con su propio cuerpo pero nada servía.

Entre su huir, la morena choco con uno de los hombres de negro, los observo con miedo y los ojos abiertos.

-¡Bro, sacala!- grito el hombre frente a ella, otra figura masculina se coloco frente a Xochitl y la tomó como si fuera un saco de papas.

-¡Esperen por favor, no puedo dejarla. No puedo dejarla!- grito la morena mientras pataleaba.

El hombre que la había cargado la bajo, y miro con confusión.

-¿A quién? No tenemos tiempo, déjala- grito el chico.

Su compañero miro a Xochitl, y coloco una de sus manos sobre el hombre que momentos antes había cargado a Xochitl. La morena noto demasiada similitud entre ambos, tenían la misma complexión y el mismo tamaño. Además, sus ojos eran muy similares.

-¿Dónde esta?- cuestionó el segundo chico.

Xochitl solo señaló la puerta cerrada, mientras la primera figura gruñia, el otro camino hasta esta y pateo la puerta dos veces seguidas, pero no pudo abrirla.

-¡Déjame intentar!- el hombre que había cargado a Xochitl camino hasta su compañero -¡A las tres! Uno...

-¡Tres!- grito su compañero, ambos corrieron y chocaron sus cuerpos contra la puerta logrando abrirla.

Ambos hombres miraron a Socorro, la niña los miro con pánico y miedo. Uno de ellos camino hasta ella y desamarro todos los cinturones, cargando a la niña después de eso.

Las dos personas corrieron, tomando en el camino a Xochitl de su antebrazo y obligandola a seguirles el paso.

Ambos chicos miraban todos los pasillos, buscando posibles salidas hasta que la silueta veloz apareció frente a ellos.

-¿Ya no hay nadie?- cuestionó la femenina.

-¡Nadie!- grito el chico que cargaba a Socorro, la silueta femenina le quito de los brazos a Socorro y salió rápidamente de ahí, luego volvió por Xochitl imitando sus actos.

Los dos chicos corrieron en dirección de la silueta veloz, hasta llegar a la salida.

-¡Chicos, por aquí!- grito una silueta femenina más dentro de una camioneta.

Ambos chicos corrieron a la dirección de la camioneta, y entraron de manera rápida a este. Todos los niños y jóvenes estaban dentro de la camioneta junto a las siete siluetas.

-¡Casi estropeamos la misión!- grito una de las siluetas, para después retirar su gorro de pasamontañas. Todos los demás imitaron el acto del primero quitando sus pasamontañas.

Xochitl miro atenta a los hombres que la habían rescatado, eran demasiado similares a excepción de su nariz y la quijada. Además, uno de ellos tenía algunos aretes negros en sus orejas.

-¡La misión es rescatar a todos!- grito el chico con facciones más redondas.

-¿Qué hubiera pasado si te quedabas adentro? La misión hubiera sido en vano- protestó el de facciones mas duras.

-¡Ya basta!- grito la chica de estatura más baja, azotando sus manos sobre el pecho de ambos -Se logró que es lo importante- la chica miro a ambos.

Todos se quedaron en silencio después de eso, los niños miraban aterrados a sus rescatistas. El hombre que tenía las cuchillas miro a los niños con una sonrisa.

-Hola amiguitos, están siendo rescatados de ese lugar. De ser posible los llevaremos con sus familias lo más pronto posible- comento el hombre de tez negra.

-Gracias- mencionó Xochitl mirando a todos.

-¿Quieres son?- un joven, no más grande que Xochitl y con tez morena miro a todos.

-¡Beto!- grito en susurro Socorro, como un regañó.

-Esta bien pequeña, yo soy Tadashi- hablo el chico de facciones redondas -Es el Kyle- señaló al chico de facciones mas duras -Gogo- señaló a la chica de baja estatura -Wasabi- el mencionado movió su mano en forma de saludo -Honey- la chica le sonrío a todos -Y Fredd- el rubio alzó uno de sus puños.

-¡Hey Heathcliff! Llevamos prisa hermano- mencionó el chico rubio hacia el conductor, este comenzó a acelerar el auto.

[...]

Había pasado cuatro meses desde el nacimiento de Baymax, el pequeño dragón ya media ahora aproximadamente 120 cm de largo, con la estatura de un perro de raza media en altura.

El pequeño volaba alrededor de Hiro, el cual, lo entrenaba con pequeños cachos de pescado.

-Hi- grito el pelinegro aventando un trozo de pescado al aire, el dragón avanzo hasta donde estaba él trozo y lanzó una pequeña llamarada para después tomar en trozo ahora cocido entre sus patas y comerlo.

-¿Qué significa eso, greñudo?- cuestionó Marco, el moreno estaba sentado a unos centímetros de donde Hiro estaba, y miraba atento lo que el príncipe hacía.

-Fuego en el idioma natal de mi padre- explico el jóven.

Marco comenzó a asentir sin más, mirando al pequeño dragón que volaba cuál buitre sobre ellos. Nando apareció entonces, con una amplía sonrisa.

-¡A que no saben que paso!- grito hacia ambos, los dos chicos miraron a Nando confundidos -Invite a salir a Teodora, ¿y saben que dijo?

-¿Qué? "¿Tengo que vomitar?"- Marco hizo comillas con sus dedos, Nando quito su cara de felicidad y levantó su dedo medio en dirección al moreno.

-Dijo que sí- explico molesto y comenzó a caminar en la misma dirección en la que había llegado.

-¡Mucha suerte con ella, Nando! Se un caballero- grito Hiro cuando Nando estuvo a unos metros de ellos.

No muy lejos de ahí, Kubo entrenaba a los hermanos menores de ambos. Miguel había lanzado un disparo de fuego en dirección al pelinegro, pero este, hizo un remolino en un charco de agua que se había originado gracias a la lluvia de la noche anterior, y lo dirigió hacia el ataque, apagandolo y de paso, derribando a Rivera.

Mientras que en otro rápido movimiento, Yamamoto lanzó la espada que Hiro le había hecho con anterioridad hacia Leonardo, haciendo que esta se clavara en la pared más cercana junto a su ropa.

-¡Aún les falta mucho para vencerme!- grito el pelinegro con una amplía sonrisa.

-Yo no estaría tan seguro de eso- comento Leonardo tratando de quitar la espada que lo tenia prisionero.

Kubo lo miro confundido, y pronto fue derribado por uno de los espectros de Leonardo. Ambos morenos observaron con sorpresa como Kubo había sido derribado, pero pronto las risas no se hicieron esperar.

Kubo se levantó algo adolorido, y miro molesto a Leonardo.

-Bien- susurro Kubo mientras lanzaba otro ataque de viento hacia Leonardo, ocasionando que la espada se quedará aún más atorada.

Miguel y Kubo comenzaron a reír por la cara de pocos amigos de Leonardo, y caminaron hasta él.

-Tú empezaste- mencionó Kubo quitando su espada.

-Se puede decir que gané de manera limpia- Leonardo acomodo sus ropas.

Los tres comenzaron a reír entonces, hasta que el sonido característico del pequeño dragón se hizo presente. Todos miraron en dirección al sonido, por donde llegó Hiro con el dragón en hombros.

-¿Cómo vas con su entrenamiento?- cuestionó Miguel señalando al ser blanco.

Hiro sonrío con altanería y lanzó uno de los trozos de pescado.

-Hi- grito mientras señalaba el trozo de carne. El pequeño dragón disparo al trozo de pescado, para después volar a él y comerlo. Los tres chicos aplaudieron.

-¡Leo!- Valentina grito acercándose a los chicos, con una amplía sonrisa. Cuando llegó, se aventó al nombrado yo beso desenfrenadamente tomando por sorpresa al moreno, quien tardo en reaccionar.

Los tres presentes miraron a diferentes direcciones, ante la incomodidad del momento. Aunque Kubo lo hizo más por el dolor en su pecho que por la incomodidad.

-¡Es momento de que me vaya!- comento Yamamoto, tomando su espada y caminando a paso rápido lejos de ahí.

-¡Te acompaño!- siguió Hiro caminando de igual manera.

Miguel se quedó procesando aún unos momentos y después comenzó a caminar detrás de Hiro y Kubo. El moreno se coloco a la misma altura que Hiro y le sonrío.

-Oye, ¿No quieres salir a caminar un rato?- cuestionó Rivera con una sonrisa.

-No, estoy algo cansado- continuo Hiro sin prestarle atención a Miguel.

El moreno había intentado de todo hasta el momento, indirectas, pequeñas ayudas, en verdad que intentaba ser sutil pero el pelinegro nunca captaba.

-¡Anda, solo será un rato! Sirve que entrenas a Baymax en otros lugares para que el dragón sepa llegar a casa. O mejor aún, tú te despejas de todo el estrés- insistió el moreno caminando ahora de espaldas para poder ver mejor a Hiro, pero al no ver sus pasos termino tropezando y cayendo de espaldas.

Hiro miró asombrado esto, pues no había notado el tropiezo del Rivera hasta que estuvo en el suelo, aunque intento no reír por lo que había pasado mordiéndose el labio inferior, una enorme risa salió de su boca, pero en su justificación mental ayudó a pararse a Miguel.

-¿Estas bien?- cuestionó aún entre risas.

-Sí- Miguel comenzo a sacudirse las piernas y el cabello.

-Bien, iré- susurro Hiro y se fue aún riendo.

Miguel comenzo a celebrar cuando Hiro y Kubo estuvieron demasiado lejos, pero Camilo estaba pasando con algunas cajas de madera llenas de frutas.

-¿Qué te pasa?- cuestionó con confusión ante el baile del moreno.

-¡Me dijo que sí, me dijo que sí!- Miguel tomó por los hombros a Camilo y lo sacudió con fuerza.

-¡Parce para!- protesto el de cabello rizado cuando algunas frutas comenzaron a caer de la caja.

-Sí, perdón- Miguel levantó las frutas del suelo y las coloco dentro de la caja.

-¡Pues suerte con quien sea que te haya dicho que si!- sonrío Camilo y siguió caminando.

-¡Gracias Milo!- continuo Miguel y corrió para donde estaba Nando, que casualmente también estaba junto a Marco.

Marco miro a su hermano, ante sus ojos traía la mirada perdida como un pendejo. Mientras que Nando moría de nervios por Teodora, no faltaba mucho para su cita y estaba tan acelerado que Marco igual juraría que era un pendejo.

-¡Bien! ¿De cuál se fumaron? Porque necesito de eso ahora- bromeo el de ojos ámbar.

-¡Dejate de mamadas culero!- protesto molesto Nando.

Marco comenzó a reír, pero ambos morenos le golpearon los brazos logrando que el Rivera mayor comenzará a quejarse y sobar sus brazos.

-¡Bien ya! ¿Ahora qué traes?- cuestionó Marco mirando a su hermano, ya que de él no sabía la razón.

-Invite a salir a Hiro, y dijo que sí- susurro apenas audible y con la mirada baja, ambos chicos lo miraron con asombro. Miguel levantó su vista y observo a los dos morenos -¿Qué?- cuestionó cuando observo como ambos lo miraban.

-So- contestó Nando comenzando a reír.

-A huevo, Rosa me debe cincuenta monedas de plata- Marco comenzó a mover sus hombros para festejar.

[...]

Ambos chicos caminaban entre los árboles del bosque. Hiro en todo el tiempo que había estado en el campamento nunca se aventuro en el bosque, así que veía todo el lugar con asombro.

Mientras que Miguel veía a Hiro, con una sonrisa algo tonta pero en su justificación, el chino precioso se veía aún más precioso con esos ojos llenos de asombro y una amplía sonrisa demostrando su comodidad. Ambos caminaron hasta un río al que muchas veces acudían, y se sentaron cerca de una de las orillas, lo suficientemente lejos del lodo y el agua.

Ambos estaban en silencio, dejándose relajar por los sonidos de la naturaleza y sumado a esto, el viento y el sol eran cálidos a esa hora de la tarde, se sentían como un beso en la piel.

-Es lindo, ¿no?- cuestionó Miguel parándose y tomando una roca del suelo, para lanzarla al agua.

La pequeña roca rebotó sobre el agua tres veces para después hundirse, Hiro imito el acto de Miguel pero su roca solo dio dos rebotes antes de hundirse.

-Es un lugar lindo, nunca había venido- explico el pelinegro.

-¿En serio?- Miguel lo miró confundido y volvió a sentarse, Hiro lo imito.

-Sí, pero pues, supongo que es lo mínimo que me debe de importar ahora- levantó sus hombros y bajo la vista.

A Miguel le dio un vuelco el corazón, entendía la presión de esto más que nadie pero nunca se había puesto a pensar en como se sentiría Hiro, la vida de una ciudad dependía de él ahora, ademas había perdido a su familia y ahora seria el proximo goberbante, todo en un abrir y cerrar de ojos.
Observo de nuevo todas sus facciones, repasando cada una de ellas a pesar de ya saberlas de memoria, y luego acercó una de sus manos a su cabello, cerca de una de sus orejas donde vio con más detenimiento los tres aretes negros que habían en la zona alta de esta.

-¿Por qué tienes tantos aretes?- cuestionó casi de inmediato.

-Ah...- Hiro coloco sus manos sobre sus orejas y comenzó a reír nervioso -Uno de mis hermanos me los daba cada que salía a misiones peligrosas. Yo conversaba uno del par, y él el otro. Así estaríamos siempre juntos- explico quitando sus manos de las orejas -Y cada que se iba, esa misma tarde me perforaba yo mismo las orejas. Claro que mi padre nunca apoyo eso y siempre me exigió que me los quitará- Hiro bajo su vista pero no quito su sonrisa -Me hice el primero cuando tenía 16- susurro.

Miguel se sintió mal por cuestionar, no entendía como el príncipe no se había soltado a llorar en ese momento, porque él lloraría de solo pensar en Socorro y en cómo sentía que no avanzaba al no poder encontrarla a pesar de todo lo que hacía.

El moreno suspiró, y se quito la sudadera roja. Hiro lo observo atento hasta que Miguel alzó su playera blanca.

-¡Pervertido, pervertido!- grito el pelinegro tapando sus ojos, y dispuesto a atacar al moreno.

Miguel frunció su entrecejo y comenzó a reír.

-¿De qué hablas, chino?- cuestionó aún entre risas -Te quiero enseñar mis tatuajes- explicó.

Hiro quito su mano de sus ojos poco a poco hasta ver que Miguel aún tuviera toda su ropa. Miguel alzó solo el costado izquierdo de su playera dejando a la vista unos hermoso tatuajes de una flor naranja sobre sus costillas.

Hiro miró las flores con curiosidad, le recordaban un poco a los botones por su forma, pero sin duda eran hermosas.

-Son mis abuelas, mamá Coco y mamá Elena- señaló las primeras dos flores -Y mi hermana, Coquito- explico el chico, después de todo, si Hiro se había abierto de esa manera con él, era justo hacer lo mismo -Son flores de cempasuchil, mis favoritas. Marco tiene las mismas.

Hiro coloco sus dedos sobre la piel desnuda de Miguel, rozando las flores de manera delicada. Al moreno se le erizo la piel ante el contacto, suave y delicado.

-Prometo ayudar a encontrar a tu hermana, aunque sea lo último que haga- el chico quito lentamente sus dedos y miro con profundidad a Miguel.

El moreno sintió su respiración parar, se sintió tan pequeño ante esa mirada del plateado. El calor en su rostro aumento, le recorrió las mejillas y las orejas.

-Gracias Hiro- susurro con una sonrisa.

A Hiro le pareció tierno la reacción de su sonrojo, tan leve y al mismo tan notorio. No supo en qué momento el moreno estaba comenzando a abrirse paso entre sus sentimientos.

El sonido de una pequeña alarma hizo que ambos se alertaran, era raro escuchar esa alarma proveniente del pueblo. Ambos se miraron, y caminaron de manera apresurada hasta el pueblo, donde al llegar notaron como todos se acumulaban en el centro.

Miguel se abrió paso entre la gente, con Hiro detrás de él. Los demás ya estaban ahí, y miraban con preocupación a Doña Rosa.

-Se ha reportado que otro grupo de Rebeldes atacó una base secreta de Beldam- anunció la mujer hacia todos -En esta lucha no estamos solos.

Los siete chicos se miraron entre sí, era una sorpresa para todos escuchar eso. Claro que no pensaba que hubiera otros grupos rebeldes, siempre habían sido los primeros cinco contra el mundo, y ahora se habían sumado dos más.

Tampoco se quejaban por recibir ayuda, al contrario, era algo bueno. Pero eso no quitaba que el shock fuera algo fuerte aún.

-¿Hay más como nosotros?- cuestionó Camilo caminando al frente de todos, y paseando su mirada por todas las personas del lugar.

-Por lo visto, esta guerra se está expandiendo a más- comento Doña Rosa con una sonrisa.

La gente alrededor comenzó a aplaudir y a gritar, después de eso todos volvieron a sus respectivos trabajos dejando a Hiro y a Miguel solos en ese lugar.

-Creo que es momento de que me vaya- comento Hiro mirando a Miguel con una sonrisa.

-Sí, igual yo- comento el chico de igual, con una sonrisa.

-Bien, adiós Miguel. Gracias por todo- Hiro comenzó a caminar en dirección contraria a Miguel.

El moreno no se movió hasta que Hiro desapareció de su vista, y fue entonces cuando Rosa llegó caminando de manera rápida y empujó el cuerpo de su primo provocando que Miguel diera algunos pasos para no caer.

-¿Ora qué pedo?- cuestionó el chico mirando a su prima.

-¿Cómo te atreves? Sabias que me gusta y lo invitaste a salir- la chica se acercó amenazante al moreno.

-¿De qué hablas? ¿Hiro? Si te gustará no estarías apostando con llevártelo a la cama o con besarlo- explico el chico con molestia, Rosa se quedó callada pero seguía molesta.

-No es justo, ayudaste a Marco para que yo perdiera- la chica tenía su entrecejo fruncido.

Rosa comenzó a golpear con sus palmas abiertas a Miguel, sin dejarlo defenderse. Marco iba pasando entonces, dejando rápidamente los costales que cargaba y corriendo hacia su hermano y prima.

Separó el cuerpo de Rosa del de Miguel, a pesar de que su hermano podría hacerlo por si solo, pero sabía que no se defendería de Rosa, miró a ambos con enojo y se cruzo de brazos.

-Basta los dos- señaló a cada uno -¿Qué está pasando?- cuestionó Marco cruzándose se brazos.

-¡Ustedes dos, tramposos! Éste engatusa a Hiro y tú te quedas con mi dinero- reprochó la morena.

Marco miro con molestia a Rosa, y después miro a Miguel. El menor entendió la mirada se su hermano, y bufo molesto: "Cállate, yo lo arreglo".

-¿De qué verga hablas Rosa? Miguel no me ayudo en nada- Marco le comento con molestia.

-¿No? Pues lo dudo, acabo de ver a este pendejo llegar con Hiro del bosque, seguro se acostó con él- reprochó la chica.

-¡Cállate Rosa! La gente puede creer que lo que dices es verdad- contestó Miguel igual de molesto.

-¿Y no?- Rosa se cruzo de brazos.

-¡No!- molesto Miguel se acercó a Rosa, pero Marco lo detuvo tomándolo del pecho.

-Rosa, si no me quieres pagar es problema tuyo pero Miguel nunca me ayudo en nada. Si es amigo de Hiro o no, es problema de él- Marco defendió a su hermano, además exageró la palabra amigo.

La gente comenzaba a acercarse por el alboroto y lo gritos, mirando con curiosidad la escena de los primos Rivera.

Rosa bufo resignada por no poder ganar, y se fue caminando enojada. Mientras Miguel y Marco la miraban alejarse.

-Gracias- susurro Miguel a su hermano.

-Espero que si te lo hayas cogido tan siquiera para que el alboroto valga la pena- Marco camino en dirección a los costales que antes había tirado y los cargo.

-Vete a la chingada Marco.

[...]

Hiro estaba fuera la casa de Doña Rosa, con las manos en los bolsillos de su sudadera azul mirando la puerta de la casa como si el tocar esa madera fuera una sentencia de muerte.

Inhalo profundamente, tomando el valor para tocar. Se acercó y golpeó tres veces seguidas, la mujer abrió la puerta y miró algo sorprendía al plateado.

-Hiro- mencionó sin ocultar su sorpresa.

-Perdóneme por la molestia señora Rosa, pero necesito hablar con usted- el chico la miro aún temeroso, la mujer asintió y se hizo a un lado para que el joven entrará.

-Bueno, dímelo ya- mencionó cuando Hiro estuvo adentro de la casa y la puerta había sido cerrada.

-Esos hombres de los que habla, ¿sabe quienes son?- cuestionó mirando directo a los ojos de Doña Rosa.

-Por desgracia no- susurro haciendo memoria.

-¿Cómo obtuvo esa información?- su voz se torno algo directa, desconcertado a la mujer que comenzó a reír.

-Si que son muchas preguntas- sonrío -Tengo mis métodos.

-¿Cuáles son sus métodos? Créame qué sigo sin entender del todo. ¿Cómo puedo seguir confiando en ustedes cuando me guardan secretos?- Hiro frunció su entrecejo, algo retador.

-Dentro de las paredes de Beldam tengo mis propios amigos, amigos que me ayudan a saber donde atacar. Claro que no tienen todas las respuestas que necesito, como de la pequeña Socorro o Xochitl- explico caminando hasta una silla, donde se sentó con algo de trabajo.

Hiro la observo sin quitar su semblante molesto, entendía ahora, tenía espías por todos lados. Pero, ¿cómo?

-¿Cómo es que supo del ataque? Me refiero a...- Hiro no pudo formular bien su pregunta, su cerebro tenía tantas teorías e hipótesis justo ahora que le era difícil concentrarse en solo una.

-¿Mis oídos dentro del castillo? Joven príncipe, ¿no te he dicho lo suficiente? ¿No confías en esta pobre anciana?- la mujer lo miro como si fuera un animal indefenso -Cómo te lo dije, dentro del castillo tengo a mis propios oídos, uno de ellos supo del ataque cuando le informaron a Beldam, pero para mi desgracia no sabemos nada más.

Hiro razono sus palabras, por un momento había pensado en que, tal vez, aquella mujer no era de fiar. Pero es que, en estos casi cinco meses era más que obvio que si podía confiar en ella, de todas maneras no quería terminar como un completo idiota cegado.

-Gracias por informarme sus métodos- se inclinó ante ella y camino hacia la puerta.

-Tenga mucho cuidado en quien confía joven príncipe, y en especial de quien se enamora- la mujer comento cuando Hiro había abierto ligeramente la puerta.

El plateado asintió y salió por completo de la casa, camino entre la gente, que por alguna extraña razón todos lo miraban aún peor que de lo normal.

Sentía las miradas en él, se preguntó si tenía algo en sus ropas o en el rostro así que de manera no tan obvia se paso la mano por el rostro, después miro su ropa pero no había nada.

Siguió caminando aún cuando las miradas le recorrían de pies a cabeza, hasta llegar a la zona de entrenamiento donde estaba Kubo, observando a una chica de cabello negro y lacio.

-¡Concentra tu fuerza en cubrir a la flor!- exigía Kubo a la chica.

La pelinegra cerró sus ojos y creo un campo de fuerza alrededor de la flor, invisible ante los ojos.

-¡Eso es Violeta!- felicito Kubo. Hiro camino hasta posicionarse al lado de Kubo, donde se cruzo de brazos y miro de igual manera a la chica. Yamamoto observo a Hiro con una sonrisa -Es todo por hoy, Vi, descansa- el chico se despidió y camino junto a su amigo.

Del otro lado de la zona de entrenamiento estaban tres chicas, todas Madrigal.

Dolores veía a Hiro y a Kubo con algo de nervios, mientras Luisa e Isabella entrenaban sus dones a forma de defensa personal.

-¿Ya escucharon?- cuestionó Dolores hacia sus primas.

-¿Ahora de qué te enteraste Dolores?- cuestionó Isabella dejando de lado su entrenamiento y posando ambas manos sobre sus caderas, sin despegar la vista de su prima.

-Todos en el pueblo hablan de que Rosa vio llegar a Hiro y a Miguel juntos del bosque. Todo indica que los encontro...- la chica jugó con sus dedos mientras el rostro se le tornaba rojo.

Luisa, que levantaba peso de manera asombrosa, dejó caer de una manera brusca todo lo que cargaba al entender a que se refería Dolores.

-¿Qué?- cuestionó Isabella aún sin entender.

-¡Imposible!- grito Dolores para después echarse a reír.

-¿Qué los encontró... cómo?- insistió Isabella.

-Quélosencontródemanerainapropiada- Dolores hablo tan rápido que ninguna de las hermanas entendió, Isabella bufo por esto.

-Qué los encontró cogiendo- explico Luisa sin dejar de reír.

Las tres chicas miraron a la dirección de Hiro y Kubo, siendo notado por ambos pelinegros.

-¿Soy yo o todo el mundo nos mira?- cuestionó Hiro con incomodidad.

-Déjame aclarar algo, a mi no me ven, te ven a tí- recalcó Kubo.

Ambos salieron de aquel lugar, y como pudieron, entre miradas de desaprobación y hasta celos, intentaron llegar hasta su casa. Una vez adentro, ambos suspiraron cansados.

-Extraño- susurro Hiro recordando como todo el mundo lo veía.

-Sí, demasiado- Kubo se aventó a su cama en el suelo, y dejó salir un gemido de dolor cuando su cuerpo le paso factura por todo el cansancio.

El sonido de un pequeño dragón se hizo presente, logrando que ambos plateados miraran hacia su dirección. Hiro le había acomodado cobijas sobre una caja de madera, que le habían dado cuando la gente comenzó a saber sobre el pequeño Baymax.

El dragón emitía sonidos para ser notado, Hiro camino hasta él y lo tomó entre brazos, como si cargara a un gato, dándole mimos y atención como exigía el pequeño.

-¿Qué ocurre pequeño Baymax?- cuestionó el plateado mirando al dragón.

-¡Alimentalo! Esta claro que quiere comer- exigió Kubo aún en su cama.

Hiro comenzó a reír y camino entre los lugares de la pequeña casa, tomando entonces un pescado de una hielera. Alimento al pequeño reptil y lo dejo vagar por la casa en cuatro patas.

-¿Por qué crees que la gente me miraba así?- cuestionó Hiro mirando al dragón que parecía de lo más feliz caminando por la pequeña casa.

-¿Hiciste algo malo?- cuestionó Kubo sin ánimos, con notable cansancio.

-No, digo, nadie me vio así cuando traje un dragón de la nada o peor aún, cuando llegamos- el chico estiro sus manos con desesperación.

-¿Entonces por qué te preocupa? Algún día los vas a gobernar y no recordarás las miradas de nadie- Kubo se removió entre las cobijas, listo para dormir.

[...]

Kyle miraba atento a los niños que estaban frente a él, todos ellos, temerosos e indefensos que hasta parecía tenían la mirada perdida.

Después del incendio en el castillo, todos habían logrado escapar y estaban siendo ayudados por la Casa del Pez, los Frederickson.

El pelinegro daba gracias de que su hermano fuera buen amigo del heredero, Frédéric, quien había convencido a su padre de ayudarlos y además, ayudarlos a saber quién había sido el responsables de tales desgracias.

Claro que las cosas no eran así de fáciles, nadie podía saber que seguían vivos, sino, la casa del pez sería blanco fácil y más tomando en cuenta que las dos casas más poderosas eran las principales sospechosas. Además, la ayuda debía ser medianamente invisible, para que posibles espías no pudieran saber que los Frederickson estaban en la jugada.

Habían quedado con el padre de Fredd el encontrar a las familias de los niños rescatados, pues todos eran de un pequeño pueblo en las tierras de Beldam que meses anteriores había sido casi borrado del mapa.

Se creía que era el principal lugar de levantamientos rebeldes, y de ser así, probablemente los sobrevivientes estarían ocultos, así que no era una tarea fácil encontrarlos.

Kyle suspiro cuando dejó de indagar en sus pensamientos, y tomó agua de la botella que tenía entre manos. Gogo lo miraba desde hacía varios minutos, así que se acercó hasta él y se sentó a su lado.

-¿Ocurre algo?- preguntó cuando Kyle la miro.

El pelinegro negó, aún en silencio mirando a todos los niños y jóvenes. Según sus registros, todos tenían entre 7 y 17 años, Kyle no pudo evitar pensar que alguno de ellos podría haber sido Hiro.

Se sentía culpable, culpable por intentar dejar a una niña indefensa, culpable por ser egoísta en una guerra que había comenzado por su culpa.

Ante sus ojos y perspectiva, la muerte de su padre era su culpa. Él estaba encargado de vigilar, mantener la paz y la seguridad en el castillo esa noche; pero claro que después de ver a su padre morir en brazos de su hermano menor... lo que menos quería recordar era el shock en el que vio a Hiro, y el como Tadashi tuvo que intervenir para hacerlo reaccionar.

-Solo pensaba unas cosas- susurro Kyle sin muchos ánimos, ganando una mirada de incredulidad de la chica.

Tomago lo conocía demasiado bien, mejor que a sí misma. Era su compañero de aventuras, ella representaba su mano derecha y soporte, su mejor amiga.

-Sí, claro. Y a mí me interesan los hombres- bromeo con notable ironía ganándose una pequeña risa de su amigo.

-Bueno, entonces tenemos otra cosa en común- bromeo de vuelta Kyle ganándose un golpe en el pecho por parte de Gogo.

-Asqueroso- susurro la chica para comenzar a reír.

-Leiko- Kyle la llamo por su nombre, algo raro que solo hacia cuando en verdad necesitaba que la chica lo escuchará -¿Crees que este bien?- susurro desviando su vista de nuevo al grupo de niños y jóvenes.

Gogo colocó una de sus manos sobre el hombro de Kyle y le sonrío de manera amistosa, demostrando su apoyo.

-Lo está, ese niño es más inteligente que cualquiera de nosotros. Ten por seguro que lo estará- susurro.

Tadashi revisaba a algunos niños con signos de maltrato y desnutrición en la tienda de campaña principal. Después de la muerte de su madre, un trauma enorme había surgido y se había auto obligado a aprender todo sobre medicina que estuviera a su alcance.

Ahora mismo agradecía eso, pues era demasiado útil. Justo ahora le bendaba el antebrazo a la niña que habían rescatado al final, mientras Xochitl estaba parada a unos metros de él observando con atención lo que hacía.

-Muchas gracias- susurro Socorro cuando Tadashi le sonrío, dándole a entender que ya había terminado.

Su pequeño brazo había sido lastimado al momento en que esa mujer le sacó sangre, y un enorme ematoma le rodeaba el brazo.

-Gracias joven- susurro Xochitl acercándose a Socorro y bajándola de la mesa donde estaba sentada, para comodidad de Hamada al momento de revisarla.

-No es nada, ¿Pueden traer al siguiente?- sonrío.

Las dos morenas asintieron y al momento de salir le avisaron al siguiente niño para que entrará. Kyle las diviso entre la multitud; la culpa lo carcomia, entendía que su actuar estuvo mal pero en ese momento era presa del miedo, miedo a no salir con vida, miedo a perder a Tadashi o a alguien del equipo, miedo a no poder seguir.

No era una justificación, no quería darle pie a su egoísmo con eso. Así que camino hasta ellas, Xochitl lo miro con el entrecejo fruncido.

-Esperen- hablo el chico cuando estuvo frente a ambas.

-¿Qué es lo que quieres?- preguntó Xochitl con un tono altanero, fruncido su rostro en una clara mueca de enojo.

-Disculparme. Lo que hice estuvo mal, y lo lamento en verdad- Kyle bajo su vista y suspiró -No justifica mi acción, en verdad estuvo mal pero... espero poder compensarlo con lo que sea que necesiten- levantó la vista.

-Ayúdanos a encontrar a nuestras familias- hablo Socorro con notable miedo en sus castaños ojos.

Para la pequeña, aquel hombre le daba pavor. Con su aspecto rudo, sus facciones de hombre malo y esos aretes en sus oídos, le hacía el cuerpo temblar y querer correr lo más lejos de él.

Kyle asintió con una sonrisa y después se alejó a paso firme de ellas.

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