V. Nacimiento
El caballero herido y claramente moribundo caminaba por los pasillos del castillo, siendo escoltado por tres guardias más.
El hombre respiraba con dificultades, y su paso era lento. Pero en cuanto las enormes puertas del salón principal se abrieron, intento dar sus mejores pasos y no mostrar debilidad ante su reina.
La mujer estaba sentada en el trono, ese cuerpo delgado parecía no acoplarse al asiento aún a pesar de los años.
-Mi señora, un hombre de Silver viene con un mensaje- hablo el guardia principal de aquellos que lo habían escoltado.
-¿Ah, si?- la mujer coloco una de sus manos sobre su cien, y después miro de mala manera al jóven que escoltaban -Habla, terminemos con esto rápido- suspiro.
El hombre dio un paso adelante aun cuando ya no podía casi caminar, y con voz grabe y clara habló:
-Anoche fuimos atacados por un grupo de rebeldes, solo me dejaron vivo a mí. Le traigo un mensaje de ellos- el hombre se inclinó entonces.
Beldam quito su rostro de fastidio por uno de intriga, se acomo en su asiento y lo miro atenta.
-Ellos son sangre nueva mí señora, y eran guiados por dos plateados- susurro el chico sin mirar a la mujer. Ella enarcó una de sus cejas -El ex General Yamamoto y el príncipe Hiro Hamada- susurro.
La mujer se paro rápidamente de su asiento y tomó en un rápido movimiento el rostro del hombre, acercándose a él peligrosamente.
-¿El príncipe Hiro?- la mujer enterró sus uñas sobre el rostro del caballero.
-Sí mi señora- susurro con dolor.
-¡Imposible, me encargue de matarlos a todos y cada uno de los Hamada!- ella grito y aventó bruscamente el cuerpo del hombre, este se quejo del dolor aún en el piso.
-Tienen soldados con sangre nueva, poderes que nunca había visto- susurro el hombre aún en el suelo.
Beldam camino hasta él y coloco su tacón sobre su pecho, con algo de odio lo miro.
-Dices, ¿qué mi plan no funcionó?- la mujer susurro con un tono aterrador.
El hombre no dijo nada y la miro atento, Beldam comenzó a reír para después azotar su tacón contra la cabeza del caballero en repetidas ocasiones, salpicando la sangre del hombre sobre su rostro y vestimenta.
La mujer limpio la sangre plateada de su rostro y camino de vuelta a su trono, con enojo.
-Investiguen todo acerca de esos hombres, en el pueblo y todos los sitios donde se puedan esconder. Nadie puede saber que Hiro Hamada sigue vivo- la mujer se sentó sobre el trono y miro a sus guardias con odio -¡Ya! ¿Qué están esperando? ¿Una invitación?- grito furiosa.
Los soldados se inclinaron y salieron rápidamente del lugar.
[...]
Una semana había pasado desde aquella misión, parecía que todo iba perfecto ya que después de aquella noche todos los pequeños ataques que el grupo emitía habían salido excelentes.
A pesar de ello, aún no lograban conseguir alguna información de las dos chicas a las que buscaban con desesperación.
Leonardo había pasado la noche con Valentina, ella estaba desnuda sobre las cobijas que hacían de cama en aquella casa.
Él se había parado de la cama entonces, dejándola sola en el lugar. Había caminado hasta la ventana más cercana, y observaba atento el lugar frente a sus ojos.
La casa de Valentina, lugar donde estaba, era una de las últimas en el campamento así que no había mucho que ver más que sientos de casas frente a él.
Kubo no podía dormir en ese momento, daba mil vueltas sobre sus cobijas y miraba el lugar en busca de poder conciliar el sueño.
Era imposible para el pelinegro, calculaba que había estado así al menos tres horas y por los sonidos de la noche calculaba que no pasaban de las tres de la mañana. Se sentó en las cobijas con fastidio, miro a Hiro que hacía muecas de enojo aún estando dormido, y se quejaba dejando en claro que estaba teniendo una pesadilla.
Kubo movió lentamente el cuerpo de Hiro intentando despertarlo, este abrió sus ojos en un salto y miro a su alrededor exaltado. Cuando miro a Kubo, tallo su rostro con frustración.
-Lo lamento, ¿te desperté?- Hiro lo miro atento, Kubo negó.
-No podía dormir y fue cuando me di cuenta que tenías un mal sueño- explico, Hiro se digno a asentir y a volver a acostarse sin cerrar sus ojos.
-Los escucho en mis sueños, quemándose en el castillo sin poder hacer nada. Murieron por mi culpa- susurro cerrando sus ojos y dejando una lágrima caer.
-No fue tu culpa, y lo sabes- susurro Kubo abrazando sus rodillas, Hiro asintió nuevamente.
-¿Por qué se siente así entonces?- El príncipe se giro sobre su lado derecho, dándole la espalda a su amigo y encogió su cuerpo en un acto de vulnerabilidad.
Kubo sobo su espalda y negó.
-Es normal sentirse así, pero ten por seguro que no fue tu culpa- Kubo sonrío y se dejo caer sobre las cobijas.
-Gracias- susurro Hamada aún sin mirarlo.
-¿Quieres que me quede despierto hasta que te duermas?- susurro Yamamoto aún con una sonrisa, pero Hiro negó -Bueno, iré a dar una caminata nocturna. Tal vez eso me ayude a dormir- explico levantándose y colocándose sus tennis.
-Llévate mi suéter, hace frío y podrías enfermarte. Además, perdiste el tuyo- susurro Hiro cerrando sus ojos.
Kubo asintió y tomó el suéter de su amigo, después salió de la casa siendo recibido por una pequeña brisa fría que azotó delicadamente sobre su rostro, y despeinado ligeramente su cabello.
Había un pequeño olor a humedad, como si hubiera llovido y la tierra bajo sus pies aún siguiera húmeda, abrazo su cuerpo y camino por el pueblo para relajarse.
Solo se escuchaba el canto de los grillos y algunos animales nocturnos que le daban paz. Cerró sus ojos para contemplar de una mejor manera esto y sonrío.
Leonardo vio caminar una figura entre las oscuridades, alertado comenzó a vestirse rápidamente por sí era alguna amenaza. Y cuando salió de la casa en movimientos rápidos y torpes casi había chocado con Kubo, este lo miro con asombro y confusión por sus acciones.
-¡Perdóname, pensé que eras una amenaza!- se disculpo el moreno.
Kubo no quito en ningún momento su semblante confuso pero asintió de igual manera. Leonardo presto atención al chico, que camino unos cuantos pasos frente a él después de sus palabras y comenzó a seguirlo en silencio.
-¿No tu casa esta más adelante?- cuestionó Kubo cuando noto que el chico lo seguía.
Leonardo alzó sus hombros y comenzó a reír.
-Si, es verdad. Esa es la casa de Valentina- explico acelerando sus pasos y quedando a la misma altura que Kubo.
El pelinegro lo miro con una ceja alzada y asintió, ahora mismo la platica en su opinión, sería incomoda. Quería huir de ese chico, quería salir de ahí corriendo y perderse de la vista del moreno.
-¿Qué haces a estas horas despierto y caminando solo?- Leonardo metió las manos en las bolsas de su sudadera gris, mientras alzaba los hombros.
Kubo asintió por su pregunta, aún se sentía incómodo.
-No podía dormir, es todo- su tono seco desconcertó a Leo, el cual solo asintió sin intentar indagar más.
Durante la última semana apenas había hablado con él pelinegro, pues sus misiones no eran las mismas y sumado a esto, el caballero estaba entrenando a más gente.
Leo observo la vestimenta del chico y noto la sudadera azul que no le pertenecía, sonrío y tomó el gorro de la sudadera entre sus manos.
-Es de Hiro, ¿no es verdad?- sonrío burlón, Kubo solo asintió -Ustedes dos son...
Kubo giro rápidamente en dirección a Leonardo, y lo miro molesto por su comentario.
-NO- dijo cortante -Somos amigos, era su guardia personal. Su vida está en mis manos, y mientras yo viva él estará bajo mi cuidado- explico aún molesto.
Leonardo alzó sus manos a la altura de sus hombros.
-Lo lamento, no quise molestarte. Solo lo decía porque se la pasan juntos y traes puesta su sudadera- el chico sonrío.
Kubo no quito su rostro molesto y siguió caminando, obligando a Leonardo nuevamente a caminar más rápido para poder alcanzarlo.
-Le di mi sudadera a una mujer en la última misión que estuvimos los siete juntos. Hiro no quiso que me enfermera y me presto su sudadera para salir- explico de mala gana.
Leonardo asintió y miro el camino que tenían frente a ellos, le dio curiosidad como es que el chico se veía aún más pálido bajo la luz de la luna, pero no dijo nada.
Observo más a detalle otras características de Kubo, como el parche negro que cubría su ojo izquierdo o sus labios finos. Su cabello lacio que parecía suave al tacto, o su cuerpo delgado pero definido.
Por un momento el cuerpo de Kubo le pareció de lo más similar al cuerpo de una mujer. Tan pequeño y de apariencia delicada, Leonardo pensó que si hubiera conocido a Kubo en otras circunstancias nunca pensaría que el pelinegro era capaz de ser una máquina salvaje en batalla.
-¿A dónde vas exactamente?- cuestionó el moreno luego de un rato de estar en silencio.
El cuerpo de Kubo se tenso, y se abrazo a sí mismo con más fuerza.
-No lo sé, solo quería caminar- explicó.
-Sígueme- susurro Leo caminando más rápido para poder guiar a Kubo, el pelinegro lo siguió hasta una casa pequeña que compartia el moreno con su hermano.
Abrió la puerta con sigilo para no despertar a nadie, e invito a pasar al plateado.
Con una seña en sus manos le pidió que esperara en lo que sería la sala del lugar, Kubo solo se digno a asentir.
El campamento Rebelde se había alojado en lo que antes era un pueblo adentro del bosque, así que las casas donde se alojaban eran demasiado viejas y ruidosas, Kubo procuro no hacer ningun movimiento para no despertar a nadie y observo como Leo subía las escaleras.
En menos de diez minutos el moreno ya estaba de nuevo abajo, con una sonrisa y una sudadera roja entre sus manos. La extendió al pelinegro con amabilidad y este la tomo delicadamente.
-Para que te cubras del frío, yo ya no la ocupo. Creo que te quedaría bien- explico.
Kubo observo más a detalle la sudadera, en la espalda tenía la imagen de un escarabajo, Kubo toco delicadamente la imagen y mordió sus labios en un intento de no sollozar.
La imagen que caracterizaba a los Yamamoto era un escarabajo. No eran una casa real, pero al ser un linaje de caballeros ya se habían ganado el honor de tener su propio logo.
Leonardo noto esto, y por un momento se golpeó mentalmente. Tal vez había ofendido al muchacho con su acto, no lo sabía, no conocía las costumbres de los plateados.
-El escarabajo era el animal de mi familia- susurro Kubo mirando a Leonardo con una sonrisa, se quito la sudadera de Hiro y se coloco la que el moreno le había dado -Gracias- susurro.
-Vaya, se te ve mejor que a mi- susurro Leo observando como el chico se veía con su ropa.
Le parecía una imagen adorable, el chico ligeramente ruborizado vestido con su ropa. El rojo le quedaba perfecto a su piel, y el cabello le caía ligeramente por los hombros.
Kubo observo atento a Leonardo, que parecía estar en un trance. El pelinegro frunció ligeramente sus cejas.
-Gracias por la sudadera de nuevo Leo, te dejaré dormir ya. Buenas noches- Kubo rodeo el cuerpo de Leo dispuesto a salir, pero el moreno detuvo su caminar tomándolo se la mano.
Leonardo nunca imagino que aquellas delgadas, fuertes y blancas manos fueran cálidas y suaves. A decir verdad esperaba un tacto más rasposo. Kubo observo como el chico lo había tomado de la mano, y después alzó su vista hasta el rostro de Leonardo, el moreno seguía viendo sus manos con un ligero rubor sobre sus mejillas.
-Yo...- Leonardo aparto la vista de sus manos y observo a Kubo, su rostro tan delicado tenía un ligero rubor plateado igual -Te acompaño a tu casa, es lo mínimo que puedo hacer- susurro.
Kubo asintió y salió de la casa, el camino fue silencioso y ambos caminaron incómodos hasta la casa del pelinegro.
Kubo paro su caminar justo en frente de la puerta de su casa, sonrío a Leonardo como forma de agradecimiento y entró a la casa.
Leonardo le sonrío de igual manera, y se quedó parado afuera de la casa aún cuando el plateado se había metido.
Cuando Kubo observo la casa, pudo notar como Hiro estaba sentado sobre las cobijas con el huevo de dragón entre sus manos, lo observaba con una mueca similar a la que hacía cuando estaba enojado.
-Si sigues viendo de esa manera al fósil, seguramente se verá obligado a nacer de entre las piedras- susurro Kubo con una sonrisa.
Hiro desvío su vista a Kubo, aún serio observo a Yamamoto notando la nueva sudadera que tenía encima.
-¿Y eso?- enarco una de sus cejas.
-Me encontré a Leonardo en mi caminata, era de él. Me la ha regalado- explico colocando un mechón de su cabello tras su oreja.
[...]
Nuevamente Marco no había llegado la noche anterior, era la segunda vez en esa semana que el Rivera no llegaba a su casa.
Miguel por su parte, no había podido dormir por la preocupación de donde estaría su hermano, entendía que el moreno tuviera necesidades y más allá de una pareja sentimental le era más fácil lidiar con una pareja solo carnal. Pero desde la perspectiva de Miguel, eso no le daba el derecho de irse por noches enteras preocupandolo por si algo malo le había pasado.
Además de que, esa noche Abel no había dejado de roncar en ningún momento complicando aún más su dormir, no eran más de las cinco de la mañana cuando Miguel se paro de la cama, se coloco su ropa y botas para salir de la casa en busca de su hermano.
La mañana aún seguía fría, y el sol aún no salía. La brisa le pegaba en el rostro delicadamente, Miguel se cerró bien la sudadera roja y camino entre los callejones del lugar en busca de su hermano.
El sonido de metal cayendo lo alertó, y busco rápidamente al responsable de ese ruido. Todo provenía de la Herrería, Miguel camino rápidamente hasta este lugar y listo para atacar por sí era alguna amenaza, se abalanzó hacia el responsable.
Pero no fue lo suficientemente rápido para esquivar el ataque de su enemigo, cayendo electrocutado al piso. Bastante adolorido a pesar de que la descarga no era nisiquiera alta.
-¡Carajo, perdóname! Pensé que eras alguien más- Hiro lo ayudo a levantarse del piso y reviso que sus ropas no hubieran sido quemadas o que él hubiera sido herido de gravedad.
-Perdóname tú a mí, te asuste pensando que también eras alguien más- explico Miguel peinando su cabello, para después sonreírle a Hiro -¿Qué haces tan temprano aquí?- cuestionó mirándolo confundido.
-Se me ocurrieron unas cosas que podrían mejorar el entrenamiento y las misiones, y no podía esperar hasta más tarde- explicó levantando los hombros.
Hiro mentía, después de que Kubo llego no pudo dormir, y por más que leyó sobre el huevo del que era dueño o de recordar con añoranza a su familia, no le quedó más opción que ponerse a trabajar en la herrería. Miguel solo asintió.
-¿Y tú?- Hiro enarco una de sus cejas esperando pasciente una respuesta, Miguel lo miró asombrado, no esperaba que la platica fuera más allá de esas palabras.
-Ah... busco a mi hermano- explico rápidamente. Hiro solo asintió sin mucho interés y se dispuso a ver de nuevo los metales y piezas que podría ocupar.
-Bueno, espero que lo encuentres pronto- susurro sin mucho interés.
-Gracias...- Miguel sonrío nervioso, y salió de la herrería. En verdad quería encontrar a su hermano, pero tomando en cuenta que esto era un acto habitual del moreno y que seguramente estaba en la casa de alguno de sus amantes nocturnos, Miguel suspiro resignado y camino de regreso a la herrería -¿Necesitas ayuda en algo?- cuestionó mirando curioso lo que el pelinegro hacia.
-¿No ibas a buscar a tu hermano?- Hiro cuestionó sin mirarlo.
-Se puede cuidar solo, siempre hace esto- explico levantando sus hombros -Entonces...-Miguel camino hasta colocarse alado de Hiro, y miro aún con curiosidad lo que hacía.
-Funde el metal- ordenó Hiro aún sin mirarlo.
Miguel asintió y tomó el metal necesario, lo coloco sobre una tipo casuela específicamente para fundir el metal y con una chispa de sus dedos fundió este rápidamente. Hiro por fin se digno a mirar al moreno, curioso por su don.
Observo como el chico era capaz de controlar el fuego, le daba bastante curiosidad, pero desvío la vista cuando Miguel lo miró con una sonrisa.
-Listo- explico el chico y llevo el metal fundido hasta los moldes que Hiro le había proporcionado minutos antes.
Ambos trabajaban en equipo, claro que Hiro hacia la mayoría al tener conocimiento sobre ingeniería e incluso mecatronica. También tenía conocimiento de otras cosas, pero eso justo ahora no era importante.
Miguel aun miraba asombrado cada cosa que hacía el chico, lo que en su opinión era algo tan nuevo para Hiro era algo bastante básico y que se podía mejorar con otros materiales de los que no disponía.
-¿Qué es lo que haces específicamente?- cuestionó Miguel observando trabajar al chico.
-Una espada para Kubo, quiero que sea más ligera de lo normal para no le sea difícil manipularla con aire- explicó.
Miguel asintió y se dispuso a ver como el chico trabajaba, procurando no estorbar en el intento. Pero varias veces fallaba y lo notaba por el modo en que Hamada lo miraba, con sus cejas fruncidas y una cara de pocos amigos, en esos casos Miguel solo atinaba a sonreír nervioso y a quitarse lo antes posible.
Cuando el pelinegro terminó la espada, sonrío triunfante por crear algo tan bueno con básicamente "basura". Miro atento cada aspecto de la espada, la levanto con facilidad y hasta jugo con ella mientras Miguel lo veía divertido.
-Quedó genial- el moreno estaba recargado sobre una de las mesas, con una amplía sonrisa.
-Gracias- Hiro lo miro y sonrío de igual manera, debía admitir que casi nunca recibía elogios de sus inventos.
Miguel miró directo a los ojos de Hiro, observo estos con detalle. Eran cafés, más oscuros que los suyos, se veían tan profundos que juraría en algún momento podrían convertirse en negros.
Luego miro las pestañas, negras y tupidas; siguió con sus cejas, que eran semicubiertas por el cabello de Hiro, pero no pudo evitar verlas. También eran negras y demasiado tupidas, juraría que hasta eran más gruesas que las suyas.
Hiro noto esto, se sentía algo incómodo por la forma en que lo veía. Pero no dijo nada, cuando el moreno dejó de observar sus facciones, las cuales ya había memorizado, se acercó hasta él.
-Ya debería irme, creo que ya no soy necesario- Miguel camino hasta la puerta sin quitar su sonrisa.
Hiro se quedó estático, pero no dijo nada. Observo sus movimientos hasta que casi llegó a la puerta.
-Espera- comento el Hamada- Por favor- agregó cuando sintió que su comentario anterior había sonado como una orden -Necesito ayuda en algo más, algo en lo que solo tú puedes ayudarme- Hiro bajo su vista, se sentía tan pequeño y hasta nervioso. Tenía miedo de que Miguel no aceptara o de que lo llamara loco.
Miguel lo miró atento, la curiosidad comenzó a aumentar dentro de su ser así que solo asintió esperando que Hiro le mostrará de que se trataba.
-¡Bien, espérame un momento!- Hiro salió corriendo de la herrería dejando a Miguel solo.
El moreno lo miro ahora confundido, y paseo su vista por todo el lugar esperando al pelinegro. En tres minutos el plateado apareció, con cinco libros y una especie de roca.
Miguel lo observo caminar hasta él, genial, ¿le iba a dar lecciones de historia? Porque si era eso, ya estaba viendo la manera de huir.
Hiro coloco los libros sobre la mesa de la herrería, y después le enseño el huevo de dragón que Miguel con una enorme sonrisa.
-¿Una roca?- Miguel lo miró nervioso.
-¡No es una roca, es un huevo de dragón!- explico el pelinegro.
-¿No se supone que los dragones son simple fantasía?- el moreno observo a Hiro como si de una locura se tratará, y en efecto, lo era.
-Según las antiguas escrituras, los dragones si existieron pero los cazaron creyendo que sus escamas otorgaban poderes. Por ello se extumguieron- Hiro explico con obviedad -Bien, ahora necesito que tomes el huevo entre tus manos- extendió las manos con el fósil hacia Miguel.
El moreno infló sus mejillas, pero tomó el huevo entre sus manos. Miraba aún confundido a Hiro y sin entender nada.
-En uno de los libros dice que las personas con dones de fuego eran las encargadas de verificar las vidas dentro de los huevos, ya que por alguna razón los dragones pueden sentir una especie de conexión con ustedes. Si el huevo reacciona contigo quiere decir que si hay vida y no es un simple fósil- explico el pelinegro mirando atento si el huevo tenía alguna reacción.
Ambos observaron atento el huevo, que no tenía alguna reacción o conexión con Miguel. Hiro comenzó a desesperarse, no entendía el porqué su teoría loca de vida no funcionaba.
El dueño del huevo bufó, y le quito este al moreno. Miguel frunció su entrecejo confundido.
-¿Hice algo mal?- cuestionó mirando el rostro molesto de Hiro.
-No...- Hiro observo el huevo con más detenimiento -Solo no entiendo porqué no funciona- explicó y camino hacia los libros, buscando entre las hojas de este las respuestas a sus dudas.
Le dio de nuevo el huevo a Miguel, y busco de manera más rápida las páginas que antes había marcado y hasta rayado. Leyó detenidamente estas y después volvió a bufar, echando el cabello de su frente hacia atrás con una de sus manos, acto que hacía seguido cuando se frustraba.
-¡No entiendo porqué no funciona!- el chico tallo su rostro con estrés.
Miguel observo sus actos y quejas, sin decir nada y con el huevo aún entre manos. Observo la piedra que tenía, ante sus ojos no parecía un huevo y era más bien, una simple decoración.
No quería tachar a Hiro de loco, aunque justo en ese momento si lo parecía, y Miguel no pudo evitar compararlo con un científico loco como esos que existen en las películas de ciencia ficción que antes veía.
El moreno paseo su mirada entre el huevo y Hiro, que leía una y otra vez las hojas de sus libros en busca de alguna respuesta, por alguna razón a Miguel se le cruzo por la mente calentar la pequeña piedra entre sus manos.
Encendió estas y comenzó a calentar el huevo, sus llamas eran azules, algo que desconcertó al moreno ya que nunca solían ser de ese color. Hiro observo sus manos confundido, y de nuevo busco entre las hojas.
-Los dragones suelen colocar sus huevos en las faldas de los volcanes o en incendios- leyó el pelinegro -¿Cómo supiste que hacer?- Hiro observo confundido a Miguel.
El moreno solo alzó sus hombros y le brndo una sonrisa.
-Solo lo pensé y ya, no pasaba de que lo quemara y me sacaras a patada de aquí- bromeo.
-Ja ja ja, hilarante- Hiro comento con sarcasmo, pero no aparto la vista de las manos de Miguel.
Ambos estuvieron en silencio después de eso, dejando como unció sonido el de las llamas sobre el huevo.
El color del huevo cambio después de un rato, ya no estaba ese tono gris y por el contrario ahora el tono era negro, muy similar al de la obsidiana.
El moreno observaba con incredulidad esto, y miro a Hiro que estaba igual de incrédulo.
-Increíble- susurro el pelinegro mirando atento al huevo.
Miguel sonrío y aplico aún más calor logrando que el huevo se cubriera por completo entre las llamas azules.
-¿No sientes algo?- cuestionó Hiro mirando directo a los ojos de Miguel.
-¿Sentir algo?- lo miro confundido.
-¿Alguna especie de conexión?- cuestionó de nuevo el chico.
-No- sentenció.
Hiro observo aún atento el huevo, y con una sonrisa miro de nuevo a Miguel.
-Aplica más calor- pidió el chico, Miguel obedeció e hizo lo que Hiro pidió.
Las llamas comenzaban a ser grandes, el moreno se preocupo por no poder controlarlas, e intento entre señas decirle a Hiro que se alejará.
El pelinegro no noto esto, estaba tan entretenido con el hecho de que el huevo comenzaba a reaccionar ante sus ojos con las llamas de Miguel, que no noto el peligro que comenzaba a correr.
Miguel poco a poco comenzó a perder el control de las llamas aún cuando intentaba frenarlas o dejaba de encender sus manos.
Las llamas azules alrededor del huevo ya no eran controladas por él, así que con algo de miedo miro a Hiro.
-¡Hiro ya no...- las llamas se salieron de control y se volvieron gigantes, interrumpiendo a Miguel.
Hiro se asusto por unos momentos, pero aún miraba curioso lo que ocurrió. Por su parte, el moreno busco la manera de llevar las llamas y el huevo hasta una zona donde se pudieran descontrolar sin causar algún daño.
-Mételo en el horno- pidió Hiro aún mirando absorto al huevo.
Miguel asintió y metió el huevo en llamas dentro del horno de la herrería. Donde solían fundir el metal o calentar el mismo.
Cerró la rejilla de metal, y observo a Hiro de nuevo. El chico estaba detrás de él, con una amplía sonrisa.
-Funcionó- susurro el plateado más para si mismo.
-¿Es una broma, verdad?- cuestionó Miguel con una sonrisa nerviosa, Hiro negó.
-¿No lo viste? El huevo reaccionó- Hiro se acercó hasta la puerta de metal del horno -Sentí como si algo hubiera despertado, es asombroso- explico.
Miguel cuestionó la salud mental del príncipe, y se cuestionó a sí mismo por participar en el experimento "Frankenstein 2.0", como él lo había nombrado.
El moreno se cruzo de brazos y miro todo a su alrededor, vio las armas y el metal que había detrás de él. Suplicó porque Hiro no fuera un loco y el pequeño huevo de obsidiana solo fuera decoración o si no, de aquel horno saldría un dragón hambriento que se comería lo que encontrará.
Y ante los ojos del Rivera, lo primero que se comería sería a él. Ya que seguramente vería a Hiro y no se le apetecería, era demasiado delgado alado de Miguel.
El moreno paso sus manos sobre su cuerpo con nerviosismo, por su mente pasaban miles de escenarios donde un dragón enorme se lo comía. Desde el más fácil donde se comía a ambos, hasta el más macabro donde Hiro controlaba al dragón y ordenaba que se comiera a Miguel.
-Oye, creo que...- Miguel señaló la puerta de la herrería.
-Ah, sí, puedes irte. Gracias por tu ayuda Miguel- Hiro lo miro sin mucho interés, pero se tomo el tiempo de dedicarle una sonrisa.
Miguel asintió y camino hasta la puerta de la herrería, miró por última vez al príncipe y el horno. Persigno con su mano la escena que veía y salió de la herrería.
Sería su culpa si ese dragón se comía a Hiro, y no exageraba. Era tan flaco y pequeño que se lo podría comer de un solo bocado. Miguel no se había alejado ni un metro de la herrería cuando escucho demasiados golpes de metal dentro de esta.
Hiro había abierto el horno de metal cuando las llamas eran poco visibles, como curiosidad husmeo dentro. Pronto de entre las cenizas salió un pequeño dragón, que no pasaba de 30 cm, blanco con pequeñas escamas negras esparcidas a lo largo de su cuerpo como si fueran púas.
El pequeño dragón emitió un sonido extraño, como si lo saludara. Hiro sonrío y acercó una de sus manos aún cautivado por lo que veía.
El pequeño dragón camino hasta su mano, y siguió emitiendo sonidos como los de un ave asustada, restregando su cuerpo en la palma del pelinegro.
Hiro coloco al pequeño dragón sobre la mesa, donde estaban algunos metales, y observo de mejor manera al pequeño.
El dragón comenzó a caminar curioso por la mesa, tirando con su hocico algunos metales. Miguel entró rápidamente a la herrería, buscando a Hiro desesperadamente.
-¡Chino!- grito el chico cuando lo ubicó, aún desesperado.Camino rápidamente hasta Hiro, este lo observo atento a cada paso. Miguel tomo por los hombros a Hiro y lo miro molesto -¡Ya estuvo bueno científico loco, vámonos!- exigió.
El pequeño dragón gruñó y volvió a emitir de nuevo un sonido, como si fuera una amenaza. Miguel giro lentamente su vista hasta el responsable, y sin más soltó a Hiro rápidamente.
-¡No mames!- grito colocándose detrás del cuerpo del pelinegro.
Hiro comenzó a reír y poso su dedo índice bajo la mandíbula del pequeño dragón, acariciando esta zona.
-Buen chico- comento el plateado sin borrar en ningún momento su sonrisa.
-¿Funcionó?- cuestionó Miguel asomando levemente la cabeza detrás del cuerpo de Hiro.
-Sí, gracias de nuevo Miguel- Hiro lo miro y le dedico una sonrisa sincera, después se quito la sudadera azul desgastada y la coloco sobre la mesa.
El pequeño dragón camino hasta la sudadera y se quedó quieto sobre ella, el pelinegro envolvió al dragón y salió de la herrería siendo seguido por Miguel.
-¿Y qué piensas hacer ahora?- Miguel observaba al dragón aún con miedo y curiosidad -¿Qué pasará cuando crezca y su hambre sea voraz?- Miguel se puso frente a Hiro.
-¡Lo entrenaré, lo prometo!- el chico sonrío.
-¡No, no, no, no. Escúchame bien!- Miguel se cruzo de brazos -¡No es un perro o un gato al que puedes adiestrar así como así, es un dragón! Esa cosa come y mata aún peor que cualquier depredador.
-¡Sí, pero mis ancestros creían que los dragones eran más allá de eso! Son seres asombrosos según mis libros, prometo entrenarlo- insistió.
-¡Puta madre, no me estas escuchando!- Miguel se llevó ambas manos a la cabeza con frustración -¡Es un dragon!
-¡Ya lo sé! ¿Es asombroso no crees?- Hiro sonrío animadamente y miro al dragón que estaba entre su sudadera.
-Hiro, en verdad estas loco- Miguel puso tres de sus dedos sobre el puente de la nariz.
-Es un dragón, lo puedo entrenar. Nos ayudará con las misiones y podremos ir más rápido ahora, no es solo un arma, es más allá de eso- el chico explicó sin quitar la mirada del dragón.
Miguel observo al dragón, que veía curioso a Hiro, y después a Hiro que veía de igual manera al dragón.
El moreno se preguntó si aquella lagartija malvada estaba confundiendo al chino loco con su madre, y bufo cuando aseguró su hipótesis ya que el dragón emitía sonidos hacia Hiro.
No pudo evitar sentir algo de ternura por la escena, después de todo, el dragón era solo un bebé y Hiro lo acunaba entre sus brazos, además, el cabello de Hiro, aunque rebelde y despeinado, caía ligeramente sobre su cuello y frente. Miguel se sintió aún más atraído entonces por el pelinegro.
-Me va cargar la verga cuando Doña Rosa se entere- comento resignado Miguel -¿Cómo lo piensas llamar?
Hiro se quedó pensando entonces, y un recuerdo de su niñez lo invadió. Cuando Kyle, Tadashi, Kubo y él solían jugar a los caballeros con ayuda de sus poderes para crear mil y un "trampas", una de ellas, y la favorita de sus hermanos, era crear un dragón de metal que era manipulado gracias a sus poderes.
-Baymax- susurro.
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