IV. Corazones Rotos

La bandera azul se hondeaba al compás del viento, en su centro tenía la imagen de una araña demostrando que el lugar le pertenecía a la casa Jones.

Aquel lugar era similar a un orfanato, sus paredes en tonos blancos acompañados con azul cielo le daban un tono frío al lugar.

Varios niños y jóvenes de todo tipo de ascendencia estaban sentados en una mesa larga esperando su alimento. Todos mantenían una mirada fría y vacía, parecían fuera de sí mismos.

Xochitl estaba sentada alado de Socorro, la más joven no pasaba de los 15, mantenía aún su semblante de niña y el peinado de dos trenzas.

Xochitl puso una de sus manos sobre las de la niña y le sonrío cuando Socorro la miro. La de trenzas le devolvió la sonrisa y miro al frente.

Las ventanas del lugar tenían rejas que impedían la salida de las personas en el lugar, sumado a esto, los guardias siempre estaban en cada una de las puertas.

Beldam entro estrepitosamente al comedor comunitario donde estaban todos, con una sonrisa burlona y paseando sus uñas largas y afiladas por todo el lugar.

-¿Qué tal van las investigaciones?- cuestionó Beldam a un hombre de bata y lentes tras ella.

El hombre era moreno, con barba y algo robusto. Tenía entre sus manos una libreta con notas, que leyó con nerviosismo mientras sonreía.

-Aún no hemos podido encontrar una explicación mi señora, casi ninguno de los niños que están en la sala han tenido respuesta al ADN- explico el hombre ajustando sus gafas cuadradas sobre su rostro.

Beldam lo miro crudamente, paso sus uñas afiladas por el pecho del hombre hasta su cuello, donde ejerció poca presión. El hombre se sintió amenazado y desvío la vista temblando.

-Pues date prisa, porque comenzaré a desesperarme. Quiero una respuesta para la próxima vez que esté aquí, ¿Me entiendes?- la mujer ejerció aún más presión y pincho la piel del cuello de aquel hombre.

Este solo asintió repetidamente, la mujer quito su uña del cuello del hombre y camino haciendo resonar el sonido de sus tacones en los fríos pasillos del lugar.

La sangre del cuello del hombre comenzó a correr manchando si vestimenta.

-¿Crees que vengan pronto por nosotras?- cuestionó Socorro con ojos grandes y vidriosos a Xochitl, ella asintió.

-Tenlo por seguro, nos encontrarán- sonrío la chica y abrazo a Socorro, la cabeza de la niña quedó en el pecho de Xochitl haciéndola sentir protegida.

[...]

El fuego de la enorme fogata daba calor en el centro del campamento, la gente bailaba alrededor de esta con alegría.

Era una victoria más a manos de los rebeldes, ayudar a pueblos era necesario y un paso más para debilitar a Beldam.

Miguel y Marco tocaban sus guitarras junto a un grupo de personas que tocaba más instrumentos. Mirabel era la cantante.

Esa misma noche celebraban la llegada de un grupo de chicas que había viajo por los reinos en busca de más sangre roja con poderes.

Había barriles de cerveza y vino, el ambiente del lugar era mejor a cualquier fiesta real en la que Kubo o Hiro hubieran estado con anterioridad.

Ambos chicos, sentados cerca de la fogata, con un tarro lleno de vino cada uno.

Kubo sonreía ante como las mujeres y hombres festejaban tal victoria, pero no entendía porque él no podía sacar de su mente la imagen de ese hombre tomando entre sus manos a esa mujer, que gritaba por piedad.

Hiro no estaba tan alejado de ese sentimiento, bebía de su tarro con una cara de pocos amigos, se sentía culpable por las muertes de aquellos soldados y se preguntaba si lo que hacía era lo correcto.

Ambos pelinegros estaban perdidos en sus pensamientos, recapitulando una y otra vez las muertes que habían provocado a gente que seguramente tenían una familia que los esperaba.

Rosa se había acercado hasta Hiro con una sonrisa y un tarro de cerveza entre sus manos.

-¿Bailamos?- cuestionó la morena con su sonrisa coqueta al Hamada.

Este no tomó mucha importancia a la pregunta, aún seguía absorto en sus pensamientos que nisiquiera había notado la presencia de la chica.

-¿Hola? ¿Tierra llamando al príncipe?- cuestionó con un poco de burla en su voz mientras pasaba una de sus manos frente a los ojos de Hiro.

El pelinegro reaccionó entonces, algo sobresaltado y girando bruscamente su mirada hacia la dueña de aquella mano. Rosa volvió a sonreír coqueta.

-¿Qué?- cuestionó Hiro realmente confundido.

Rosa comenzó a reír y coloco un mechón de su cabello castaño tras su oreja.

-Dije, que si bailamos- Rosa lo miro coqueta y tomó el antebrazo de Hiro jalandolo un poco.

Le quito el tarro de vino y lo coloco en el piso, en un lugar donde no lo tiraran, dejando también su tarro de cerveza. Jalo entonces completamente el cuerpo de Hiro hacia donde estaban los demás bailando.

Kubo miró atónito la escena y abrió sus ojos con asombro. Aquella era la primera vez que veía como una mujer ejercía tal fuerza para sacar a bailar a alguien, había sido obvio que el pelinegro no quería bailar pero la chica no le había dado la oportunidad de hablar.

Para ese momento Mirabel había terminado de cantar, y camino lejos del escenario no sin antes despedirse.

-¡Les dejo el escenario ante los Rivera, señores!- grito la mujer.

Marco y Miguel no eran fanáticos de cantar cumbia o salsas, pero la ocasión lo ameritaba. En un rápido juego de piedra, papel o tijeras entre los hermanos se decidió quien era el que interpretaría.

Miguel perdió poniendo piedra contra el papel de Marco, el de ojos felinos sonrío victorioso y su hermano bufó.

-Bien, espero que les guste- susurro Miguel aun con la guitarra entre sus manos y toco algunos acordes solo en lo que los demás músicos decifraban cual cantaría, el ritmo era de la canción "Virgen", una salsa.

Miguel noto entonces como su prima sacaba a bailar a Hiro, y no pudo evitar sentir rabia o celos por como la chica tocaba el pecho del pelinegro en busca de que este la viera directo al rostro.

Hiro noto como es que la chica quería que sus rostros estuvieran cercanos, así que, intentando no ser grosero giraba su rostro como si buscará a alguien. E intentaba mantener la suficiente distancia con la morena para no incomodarse.

-Seré sincero, no bailo. O bueno, no como ustedes- explico sin ver a la chica.

-¡Pudiste decirlo desde un inicio!- la chica sonrío y coloco las manos de Hiro en sus caderas.

Miguel frunció el seño y toco otros acordes completamente diferentes, algo molesto por lo que sus ojos veían.

Para ese momento el moreno no sabía si aquellos sentimientos eran por como el chico pelinegro le había puesto las manos en la cadera a su prima, o si era porque su prima estaba demasiado cerca de Hiro.

-Sabes, no resisto mi paciencia acabará- canto el moreno de una manera algo alta para que todos lo miraran -Tengo que estar contigo, tienes que dejarme entrar- los músicos supieron entonces que canción tocar y acompañaron la guitarra de Miguel.

La gente aplaudía ante esto y comenzó a bailar, a pesar de no ser una cumbia o una salsa. Leonardo estaba mirando como es que su hermano bailaba con Teodora, una chica que hasta el momento era el amor platónico del San Juan mayor.

Alzó su tarro en una vuelta que dio su hermano, como brindando ante el éxito que estaba teniendo y bebió solo un poco del contenido.

Rosa movía sus caderas al ritmo en que su primo cantaba, e intentaba con movimientos sensuales acercarse más al plateado.

Hiro aún incómodo por no saber como bailar y por cómo la chica se movía hacia su cuerpo, miraba desesperado hacia todos lados, intentando buscar algún método para salir del lugar.

Kubo reía ante la suerte de su amigo, y bebía tranquilamente aún sentado, Leonardo se acercó hasta Kubo y choco su tarro de cerveza con el tarro de vino del pelinegro.

-Ya no puedo callar estas ganas de amar, tú corazon tiene que ser mío - canto Miguel de fondo.

Leonardo sonrío aún cuando Kubo lo miro confundido, y tomó asiento junto a él.

-¿Qué tal tu noche?- cuestionó Leonardo al pelinegro.

-Divertida, nunca había estado en algo similar- explico el plateado señalando todo el lugar.

-Bueno, bienvenido a tu primer fiesta rebelde- San Juan rió.

Hiro fue forzado a dar una vuelta por Rosa, mientras ella lo paro en seco haciendo que ella quedara de espaldas y así juntar sus cuerpos.

El pelinegro se sentía aún más incómodo, y ahora no sólo era por el hecho de que la morena había logrado lo que quería, sino, más que nada por no saber como mover su cuerpo y sentir que todos lo observaban.

-Quiero ser él único que vive entre tus besos, y yo quiero ser el huracán que viaje por tu cuerpo, y yo quiero ser la otra mitad que buscaste tanto tiempo.
Y quedarme aquí, solo tienes que decir que sí - siguió cantando el chico.

Kubo sonrío ante el comentario de San Juan y bebió un poco de su bebida.

-Es lo mejor que hemos hecho hasta ahora. Y todo gracias a ustedes dos- Leonardo miró a Hiro en la pista de baile algo incómodo, así que no pudo evitar reír.

Kubo observo la risa de Leonardo, anonado. Aún no decifraba como es que el moreno podía solo existir para hacerlo sentir bien con su calida sonrisa.

-Encontraremos a las chicas que buscan- Kubo sonrío mirando directo a los ojos de San Juan. El moreno asintió -¿Ella es tu...?- Kubo no supo que decir entonces, por alguna extraña razón su cuerpo se comenzó a sentir débil.

-Quiero ser el único que vive entre tus besos, y quiero ser el huracán que viaje por tu cuerpo- Miguel seguía cantando con sentimiento, un sentimiento que noto una chica morena al fondo.

La chica se encontraba sentada junto a sus hermanas, que habían llegado esa tarde con nuevos reclutas, y su primo.

Mirabel observaba cada aspecto de Miguel, como es que sus brazos fuertes tocaban la guitarra con agilidad. El como su cuerpo se tensaba a veces al momento de cantar, o como cerraba los ojos para concentrarse en la letra de la canción.

-Creo que alguien esta dedicando una canción mientras la canta- bromeo Isabella, la hermana mayor de Mirabel mientras codeaba a su hermana.

La chica de lentes sonrío, aun recordaba con añoranza los momentos que había vivido junto al moreno algunos meses atrás.

Había sido una relación demasiado pasional, el chico se entregaba completamente a sus sentimientos sin temor a ser lastimado además, era un romántico empedernido.

-¿De verdad lo crees?- cuestionó Mirabel con esperanza.

-¡Por supuesto! Mira como entona la canción- prosiguió Luisa, la hermana del medio.

-¡Uy si, super romántico!- comento en burla Camilo -Saben que, iré con mis hermanos. Nos vemos después- el chico busco como safarse de esta. Había sido incómodo para él que uno de sus amigos y compañero de misiones fuera novio de su prima y más aún cuando él también había sentido sentimientos por el moreno, sentimientos que nunca pudo confesar.

-¿Mi novia?- Leonardo había completado la oración de Kubo mientras daba un sorbo a su cerveza, negó con una sonrisa -No, es como mi hermana. La conozco de años, no se que me haré a mi mismo si no la encuentro- explico con nostalgia.

Kubo sonrío y coloco una de sus manos sobre el hombro de Leonardo.

-Haré lo que pueda por ayudar a encontrarlas- susurro.

En ese momento, Leonardo miró directo al ojo de Kubo. Era café, casi miel. Contrastaban a la perfección con su pálida piel y su cabello oscuro, Leo sintió un cosquilleo en su estómago y en sus manos.

-Gra...

-¡Leo!- grito una chica vestida casi en su totalidad de negro, interrumpiendo el hablar del mencionado.

El moreno giro su cuerpo en dirección a la persona que lo había mencionado, y sonrío cuando la chica de cabello negro, ojos cafés y vestimenta en tonos negros y tierra se abalanzó sobre él.

Kubo miró atento la escena.

-¡Y quedarme aquí, solo tienes que decir que sí!- canto Miguel para finalizar, secando el sudor de su frente con una sonrisa.

Mirabel vio este acto embelesada, y sonrío coqueta lista para ir tras él.

Mientras que San Juan le daba un beso en los labios a la chica, tan apasionado que hasta Kubo tuvo que girar el rostro con incomodidad, mientras sentía que se le iba el alma del cuerpo.

-¡Gracias!- grito Miguel cuando todo el grupo dejó de tocar, y rápidamente busco a Hiro y a Rosa.

El chico pelinegro había huido del lugar en cuanto Miguel había dicho la última frase, apartando repentinamente a la chica.

Camilo miraba atento como sus primas molestaban a la más chica de ellas, con algo de molestia tomó de su tarro con vino y bufo después, algo molesto.

Leonardo se aparto de la chica con una sonrisa, y coloco una de sus manos en su mejilla con amor.

-¿Cuándo llegaste mi amor y por qué no supe?- cuestionó el chico mirando atento a su novia.

-Hace rato con las hermanas de Mirabel, traemos gente nueva. Tú estabas en tu misión cuando llegamos- la chica sonrío y coloco una de sus manos en la nuca de Leonardo.

-Kubo, vamonos ya. No quiero seguir aquí- mencionó Hiro molesto, se sentía tan avergonzado que no había siquiera notado a Leonardo con la chica.

Todos miraron a Hiro, en especial Kubo que esperaba alguna salvación como ésta.

-¡Oh si, Valentina! Ellos son Hiro y Kubo, los que hicieron la misión posible- explico Leonardo a la chica con una sonrisa mientras señalaba a ambos chicos.

La chica estiro su mano, con una sonrisa la cual correspondieron ambos plateados.

-Así que ustedes son los dos plateados de los que todo el mundo habla, Valentina, un gusto. Como notaron soy la novia de Leo- se presentó.

-Un gusto Valentina, pero ya debemos irnos ambos- explico Kubo levantándose.

Hiro asintió y se fue, seguido de Kubo que sentía su cuerpo hecho pedazos. Hamada noto esto, y tomó el brazo de su amigo como una forma de animarlo.

-¿Ocurre algo?- cuestionó Hiro sonriendo tiernamente a Kubo.

El último suspiro y asintió.

-Cuando estemos adentro te explico- susurro.

Miguel seguía buscando con la mirada al plateado, y cuando pudo localizarlo el chico caminaba junto a Kubo lejos de los demás, sintió una desesperación tremenda así que se acomodo la guitarra en la espalda listo para correr tras él cuando Marco interrumpió su andar.

Lo había tomado de uno de sus brazos, y lo miraba confundido.

-¿A dónde vas? Aún no hemos terminado- susurro el de ojos ámbar con una ceja alzada.

-¡Prometo no tardar, solo dame un descanso de cinco minutos!- suplicó el menor.

Marco bufo y asintió, entonces a él le tocaría cantar la siguiente. Miguel corrió entre las personas de nuevo, desesperado porque aquellos dos chicos se perdieran entre la multitud y no los pudiera alcanzar.

Había planeado invitar a bailar al príncipe, bromear un rato y hasta conocerlo. Le parecía intrigante, y aún más después de las palabras que le había dado durante su batalla de entrenamiento.

Pero de nuevo fue detenido por Mirabel, que se había parado frente a él con una amplía sonrisa.

Miguel la miro confundido, no quería ser grosero pero en verdad necesitaba alcanzar a los dos plateados.

-Que hermosa canción, quedo hermosa con tu voz- explico la chica llevándose un mechón tras la oreja.

-Eh... si, muchas gracias Mira- susurro el chico llevándose una mano a la nuca.

Mirabel noto el pequeño apodo, uno que solo él solía utilizar hace meses. El brillo en los ojos de la morena aumento, y su corazón se aceleró.

-La canción... era una dedicatoria, ¿no es verdad?- la chica bajo su mirada.

-Eh...- Miguel observo de nuevo hacia los dos plateados que se alejaban cada vez más, sintió estrés por eso -¡Si si, lo era, si! Debo irme Mira, nos vemos después- el chico esquivó rápidamente a la morena y corrió en dirección a los plateados.

La gente se atravesaba cada vez más en el camino de Miguel, el cual estaba cada vez más desesperado. Cuando pudo pasar toda la multitud había sido demasiado tarde, aquellos chicos habían desaparecido entre la oscuridad.

Hiro y Kubo entraron a la casa, cansados y algo fastidiados.

Yamamoto se dejó caer sobre las cobijas que hacían de cama en el piso y suspiró, aún sentía el dolor en su pecho y un nudo en la garganta estaba próximo.

Hiro lo observo confundido y se sentó a su lado, coloco su mano entre el cabello de Kubo y lo miro esperando alguna respuesta.

-Tiene novia...- susurro Kubo -Y yo me estaba quedando enamorado a él como un idiota- susurro llevándose las manos a la cara.

Hiro suspiro, y sin dejar de acariciar el cabello de Kubo miró a su alrededor. Ya no estaban en el castillo, antes si algo así hubiera pasado, ambos se desahogarian con Tadashi y el mayor les diría que hacer.

El príncipe no era el mejor con las palabras, y a decir verdad nunca había tenido problemas amorosos, nisiquiera recordaba haber tenido alguna platica así con Yamamoto en el pasado.

¿Qué se supone que debía decir? ¿Qué debía hacer? Su cerebro estaba en una tremenda discusión sobre sentimientos, sentimientos que en su corta vida de diecinueve nunca había experimentado.

Miro a Kubo en silencio, el chico ya había quitado sus manos del rostro y una lágrima resbalaba sobre su rostro en dirección a su oreja ya que estaba acostado.

Hiro se acomodo y coloco la cabeza de Kubo sobre sus piernas, siguió acariciando el cabello de Kubo y limpio cada lágrima que este dejaba salir.

-Lamento no saber que decir, pero te prometo que estaré aquí para escuchar- susurro Hiro.

Kubo asintió aún con lagrimas resbalando sobre su rostro, y miro los ojos de Hiro. Aquellos dos, amigos desde la infancia, inseparables. Hiro ya había estado antes para Kubo, cuando sus padres murieron en un trágico accidente o cuando le cortaron la lengua a su abuelo por hablar mal de Beldam.

Él sabía que Hamada estaría ahí, lo sabía porque ya lo había demostrado. Con el corazón roto se hizo un ovillo que a Hiro le recordo un poco a los armadillos.

-¿Duermes conmigo?- susurro Kubo.

Hiro recordó entonces los momentos en que ambos dormían juntos de niños, después de hacer enojar a las mucamas por seguir despiertos hasta altas horas de la noche.

-Claro que si, debo descansar. Mañana le romperé el rostro a Leonardo- bromeo el pelinegro.

Kubo comenzó a reír y se hizo a un lado, Hiro acomodo sus cobijas alado de las de su amigo para que parecieran una cama más grande. Ambos se acomodaron en un pequeño abrazo, nada incómodo para ninguno de los dos y cerraron sus ojos.

Afuera la música ya había cambiado, por lo que Miguel y Marco estaban sentados junto a sus compañeros.

Leonardo era el único que faltaba, había desaparecido desde que se encontró con Valentina. Todos bebían algo en sus tarros y disfrutaban de los chistes.

-Es asombroso como las cosas cambian- susurro Nando observando a su alrededor.

-¿Creerías que podríamos contra treinta plateados antes?- Camilo bebió de su tarro y después negó.

-Debo de admitir que nada de esto sería posible sin esos dos amargados- Marco se cruzo de brazos intentando tragarse su orgullo.

Todos comenzaron a reír después de eso.

-Oí que tus primas trajeron gente nueva- Miguel se llevó su tarro de cerveza a la boca. Camilo asintió.

-En efecto, dicen que hay más como nosotros- explicó el chico, todos miraron atentos al de rizos esperando alguna explicación más detallada -Sí, quiero decir que no somos los únicos. Eso es bueno... ya no me siento como un bichos raro- comenzó a reír.

-¿Bichos raros? Si fuéramos los únicos sería aún mejor, ¿Te imaginas la fama? ¿Las chicas?, ¿Las misiones?- Nando comenzó a reír.

-Y el peligro, las muertes y toda la presión- Marco comento provocado que tanto Nando como Camilo dejaran de reír. El de ojos ámbar suspiro y después observo a su alrededor buscando a alguien.

Marco localizo a un chico rubio atractivo ante la vista, era su amante pasional cuando los dos estaban aburridos y como era el caso...

El moreno se empino el tarro tomando todo su contenido, azotó este una vez estuvo vacío y miro a todos sus amigos.

-¡Bueno vírgenes, los debo dejar!- bromeo y comenzo a caminar en dirección al chico rubio.

-¿Nos llamó vírgenes como insulto?- cuestionó Miguel a los dos amigos, quienes comenzaron a reír.

Marco era un seductor, le encantaba la atención en todos lados y sabía que su físico le brindaba en parte esto, acompañado de su actitud galante que era el combo perfecto.

Peino ligeramente su cabello con las manos en un acto sensual y camino moviendo sus caderas hacia el rubio.

-Hey- susurro cuando estuvo a su lado -¿No quieres divertirte esta noche?- cuestionó con una sonrisa coqueta.

El chico rubio suspiro, y asintió con una sonrisa coqueta de igual manera. Marco lo tomó de la mano y jalo de él hasta una parte demasiado lejos de la gente, además de bastante oscura.

[...]

Hiro seguía despierto sentado sobre las cobijas del suelo, a su lado, Kubo dormida aún plácidamente.

El príncipe había tenido una pesadilla que se repetía una y otra vez, su familia en el castillo en llamas gritando desde adentro y él sin poder ayudar de alguna manera, para después en un giro sorpresivo estar lleno de sangre plateada sobre sus ropas y manos. El insomnio gracias a esa pesadilla cada día era peor, y ya comenzaban a verse las ojeras debajo de sus ojos.

La luz del sol apenas iba saliendo, pero eso fue suficiente para que Hiro no pudiera volver a cerrar sus ojos.

Cansado, se tallo el rostro con frustración y después llevo sus manos al cabello, respiro profundamente y se levantó de la cama improvisada. Tomó sus tennis y camino fuera de la casa, era demasiado temprano así que el frío se sentía a todo lo que estaba. Camino alrededor del campamento un rato, procurando memorizar más de lo que ya conocía.

Con su mente hecho un lío fue hasta la herrería donde vio el material que aún tenía, el cual ya no era mucho, y suspiró frustrado.

No se le ocurría nada, había comenzado a estresarse por todo y nisiquiera llevaba un mes ahí, anelaba volver a su vida de antes pero era algo que ya no existía.

Extraña a sus hermanos, a su tía y a su padre, cada aspecto de ellos y la calidez que le brindaban. En ese momento quería llorar lo que no había podido en las últimas semanas, pero no se lo permitiría, no podía ser débil en momentos como este.

Golpeó la mesa frustrado por sus sentimientos y pensamientos, harto de no poder hacer más.

Las cuerdas de una guitarra sonaron afuera de la herrería, Hiro se sintió apenado por la rabieta que había hecho y rezo porque nadie lo escuchará.

Pero la música era melancólica, esa guitarra estaba compartiendo su sentimiento es una canción.

-Cuando lejos me encuentre de ti...- canto una voz afinada, lo suficientemente grave para demostrar que conocía la canción a la perfección -Cuando quieras que yo esté conmigo, no hallarás un recuerdo de mí...

Hiro escucho atento la canción, el tocar de la guitarra era suave y la voz que la acompañaba era lo suficientemente dulce para escucharse perfecto.

-Ni tendrás más amor conmigo, y te juro que no volveré aunque me haga pedazos la vida...- la voz había comenzado a elevar solo un poco sus notas, se notaba la pasión y practica.

Hiro no pudo evitar sentirse atraído por esto, y camino hasta donde la voz cantaba tales notas tan tristes.

-Si una vez con locura te ame, ya de mi alma estarás despedida- prosiguió la persona.

Marco no había llegado a casa el día anterior, después estar con aquel rubio se sintió tan mal que no tenía ni las fuerzas ni el coraje para llegar a casa.

Nadie lo sabía, pero aquella coquetería era para llenar un vacío que una persona había dejado antes, cuando era más joven.

El amor que había sentido en ese momento no se comparaba con lo que los mejores poetas narraban en sus escrituras, pero aquel hombre mayor a él se había aprovechado de su inocencia y lo había utilizado tanto física como emocionalmente.

Marco se había prometido desde entonces no volver a caer ante los encantos de una persona, pero en su lugar la gente no vería a aquel chico tímido que alguna vez fue.

Había sacado sus sentimientos en aquella canción, que tocaba casi de memoria gracias a Miguel que le encantaba tocar ese tipo de canciones.

A Marco aún le dolía como le habían arrebatado su inocencia, aún recordaba como es que ese hombre lo había embelesado con sus palabras bonitas y después lo había forzado a estar con él físicamente.

El moreno nunca había sentido tanto asco por su cuerpo como aquella vez, nunca se había sentido tan vacío desde aquella ocasión. Y la cosa fue peor cuando el rumor se esparció.

¿Uno de los chicos más atractivos del pueblo era gay? Eso fue lo de menos, pero cuando lo juzgaron por meterse con un hombre mayor, vaya dolor.

-No volveré, te lo juro por Dios que me mira... te lo digo llorando de rabia, no volveré- su canto se escucho esta vez más como un susurro.

-Cantas muy bien- hablaron a sus espaldas.

Marco giro su rostro hacia la persona, era Hiro que se veía demasiado tímido y algo avergonzado por sus propias palabras. El moreno sonrío y con una de sus manos palpo el lugar que estaba a su lado.

El pelinegro tomó asiento junto a él, y miro atento sus movimientos.

-Gracias por el cumplido cariño- sonrío coqueto.

Hiro se golpeó mentalmente por acercarse a Marco, y lo miro algo enojado por el apodo, después miro hacia el frente ignorando su comentario.

-¿Por qué estás despierto tan temprano?- cuestionó Marco dejando de tocar y mirando al pelinegro.

-Insomnio- susurro y giro su vista al moreno -¿Y tú?

-Igual- Marco sonrío nostálgico.

-La canción que cantabas era preciosa- Hiro le sonrío.

-Gracias, pero no tanto como tú- le guiño un ojo.

Hiro bufo por eso y se levantó del asiento molesto, ¿cómo podía quedarse con alguien al que no le interesaba tener una simple platica?

Marco noto la molestia del chico y se arrepintió por su galantería, lo tomó del brazo y miro suplicante.

-Lo lamento, es un hábito hablar así. No es para molestar- explico -Si quieres puedes quedarte. Prometo no hacer ese tipo de comentarios de nuevo- le sonrío.

Hiro lo miro unos segundos, noto el arrepentimiento en su rostro y opto por quedarse.

-La canción que cantaba es de un viejo músico muy famoso. Nuestra abuela solía escuchar esas canciones- explico Marco una vez que Hiro se volvió a sentar a su lado.

Hiro solo asintió y miro el cielo, estaba pintado de un azul casi blanco, demostrando lo temprano que era.

-Te escuchabas algo triste, la canción era nostálgica- susurro Hiro sin verlo -¿Era por tu abuela?

Marco sonrío nostálgico y negó, nunca le había dicho a nadie como se sentía, tan humillado, tan solitario.

-No...- Marco cerró sus ojos y toco los primeros acordes de la canción -Era para mí- sonrío y abrió de nuevo sus ojos, Hiro lo miro confundido -Extraño a mi antiguo yo, es todo.

Hiro suspiro entonces y asintió, no era bueno con las palabras, su repertorio de cumplidos y preguntas se había agotado.

-¿Y tú? Te notas algo decaído - Marco lo miro recargando su rostro sobre una de sus manos.

-Igual, extraño mi antigua vida- susurro.

Marco coloco una de sus manos sobre el hombro del chico como apoyo emocional y sonrío.

-Estamos trabajando por recuperar nuestra antigua vida, ¿no?

Hiro observo el rostro de Marco, había algunas características que se podían diferenciar del rostro de su hermano. La forma de la nariz, los ojos, el lunar, incluso después de un rato dirías que el mismo rostro.

-Sí, tienes razón- Hiro sonrío de vuelta.

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