Capítulo 4
Elizabeth se pone en pie en cuanto una doctora abre la puerta de su consulta y asoma a través de ella, indicándole que ella es la siguiente persona a la que ha de atender. La chica me dedica una última mirada, temblando de pies a cabeza, y se adentra en la estancia, dejándome atrás, sentado sobre una de las sillas del corredor. Desaparece tras la puerta blanca, aunque puedo seguirle la pista gracias a los pequeños huecos que hay entre lámina y lámina de la persiana grisácea. Liz saluda con una sonrisa a la doctora, quien le indica que tome asiento sobre una cama cubierta de sábanas blancas. Ella hace lo que le pide y se levanta un poco la camiseta, dejando al descubierto su vientre, preparándose para la ecografía. La doctora impregna su piel con un gel y con ayuda de un pequeño aparatito comienza a extenderlo.
Agudizo el oído para estar al tanto de la conversación.
-¿Eres primeriza?
-Sí. Estoy aterrada ante la idea de ser madre.
-Es normal. Todas tenemos miedo ante esta nueva etapa que se abre paso ante nosotras. No te preocupes, estoy convencida de que lo harás bien.
-¿Cómo voy a ser una buena madre si ni siquiera sé por dónde empezar?
-Cuando tengas a tu pequeño entre tus brazos, lo sabrás.
La doctora cambia el rumbo de su mirar en mi dirección y hace una mueca con los labios. Liz sigue el rumbo de su mirada para descubrir qué es aquello que despierta su atención. Yo, en cambio, opto por mantener la vista fija en la página por la que está abierto el libro que sostengo entre mis manos, en un intento de disimular mi interés por saber acerca de los sentimientos que surgen en Liz durante la ecografía.
-¿Es tu compañero de vida?
-Es complicado- admite, bajando la cabeza y mordiéndose el labio inferior-. Nuestra historia no forma parte de los finales felices.
-Entiendo.
-Es el padre de este bebé que llevo en mi vientre y estoy segura de que va a ser un padre increíble.
-¿Quieres que entre para compartir este momento contigo?
Asiente una sola vez.
La mujer sale de la consulta y me hace una seña con la mano para que le acompañe. Cierro el libro que sostengo entre mis manos y le sigo sin demora hacia el interior de la estancia. Sello la puerta detrás de mí y camino con pasos breves e indecisos hacia la chica que está acostada sobre la cama, mirándome con sus preciosos ojos verdes. Detengo mi caminar a su vera y me tomo la libertad de depositar una de mis manos sobre el colchón.
-Aún es pronto para conocer el sexo del bebé- comienza a decir la doctora, observando una pantalla oscura en la que se muestra el útero de la paciente-. Todo va muy bien. El feto se está desarrollando correctamente.
Liz sonríe ampliamente.
-Es éste- señala un pequeño cuerpo que se protege en el interior de una bolsa-. Éste es la placenta, aquí veis el cordón umbilical, y está flotando en el líquido amniótico.
-Qué pequeño- añade Liz.
-Tiene el tamaño de una semilla de amapola- confiesa alegremente, dejándonos alucinados-. Dentro de poco el corazón comenzará a formarse y a latir. Si queréis, puedo poneros un cd con los latidos de un feto de aproximadamente cuatro semanas- ante nuestra cara de ilusión decide colocar un disco en una ranura específica y esperar a que se manifiesten los latidos-. Esos son los latidos.
-Guau, qué rápido va su corazón- admite Liz, abriendo los ojos de par en par-. Es como si fuese a salírsele por la boca de un momento a otro.
-Es el milagro de la vida- asegura la doctora, observando a Elizabeth, quien palpa su vientre con ternura-. Demuestra cuán grande son las ganas que tiene ese pequeño por vivir.
-Resulta increíble pensar que, aún dadas las condiciones en las que está el mundo, la vida continúo abriéndose paso.
Miro a Liz, quien en un exceso de felicidad se aferra a mi mano con ternura y la aprieta, asegurándose de compartir este momento tan especial para ella conmigo. Observo al pequeño feto que lucha por abrirse camino, por venir a este mundo, a pesar de las consecuencias que ello traerá, y me pregunto cómo un ser tan inocente e inofensivo puede estar amenazado de muerte incluso antes de venir a este mundo. Aún desconozco qué le deparará el porvenir a este crío, no sé si supondrá una amenaza para la comunidad sobrenatural, pero hay algo de lo que estoy seguro y es de que en este preciso momento he descubierto que no me importa cuántos riesgos deba correr con tal de protegerle, los asumiré todos y cada uno de ellos, porque le quiero aún sin conocerle. Sé que su nacimiento será la única cita a ciegas en la que tendré la garantía de conocer al amor de mi vida. Esta criatura es un milagro para esta familia, al igual que lo es Luz, y debemos luchar por darle lo mejor, aunque todo se presente en nuestra contra. Seremos una familia fuerte y unida.
-Dentro de aproximadamente diez semanas podréis conocer el sexo del bebé. Aún así, conviene hacer revisiones periódicas cada poco tiempo para asegurarnos de que todo marcha bien con respecto al tamaño, el peso, su desarrollo físico. Por el momento, voy a recetarte unos suplementos de ácido fólico, ya que estás un poco carente con respecto a este mineral.
-Gracias por su tiempo- agradezco.
Sonríe a cambio.
-Aquí tiene- le hace entrega a Liz de una receta médica, indicándole que debe acudir a la farmacia más cercana para adquirir el suplemento-. Ante cualquier tipo de problema, acudid a consulta.
-¿A qué tipo de problemas se refiere?- inquiero saber.
-Hemorragias, pérdida de peso, vómitos constantes, debilidad, hinchazón en la zona de las piernas y los pies, entre otros síntomas.
-Estaremos atentos con respecto a la evolución del embarazo. Ante cualquier incidente, volveremos al hospital cuanto antes.
-En ese caso, nos veremos en un par de semanas. Cuídate y disfruta de la maternidad, es un momento único e incréible en la vida de una mujer.
Nos despedimos de la mujer y abandonamos el centro hospitalario para ponernos rumbo hacia una farmarcia cercana. Entramos en el establecimiento, descubriendo una estancia adornada con muebles de aspecto antiguo, con estantes en los que descansan frascos con diversos tipos de hierbas medicinales. A lo lejos se alza un mostrador donde atiende una mujer con un turbante en la cabeza, quien al ver a la chica de mi vera se queda paralizada, como si hubiera visto a un fantasma.
-Aquí tiene- le hago entrega de la receta médica-. Le han recetado un suplemento de ácido fólico para el embarazo.
Liz mantiene la cabeza agachada, evitando mirar directamente a la farmacéutica, aunque tiene todas las de perder, pues la mujer le presiona con la mirada, pidiéndole una explicaición, comportamiento que no logro entender.
-Has decidido seguir adelante con el embarazo- Liz le mira con el ceño fruncido y asiente tímidamente-. Estás cometiendo un error.
-¿Cómo está usted tan segura?- inquiero saber, fulminándole con la mirada-. ¿A caso conoce casos cercanos que se asemejen a este?
-No tengo conocidos que hayan pasado por algo semejante pero he oído rumores. Sé que este tipo de situación se ha dado en más de una ocasión a lo largo de la historia. Siempre acaba mal. El final trágico está garantizado.
-No tiene porqué ser así- replica Liz, con rudeza-. Esta vez va a ser diferente. Tengo ese presentimiento.
-Lo único que va a cambiar es la forma en la que vas a morir- susurra la mujer, mirando a nuestras espaldas, figilando que nadie nos escucha-. Sé que esos niños terminan muriendo, bien durante la gestación, bien tras nacer. Y te aseguro, que ninguna futura madre de estas criaturas ha vivido para contar su experiencia durante la maternidad.
-¿Sabe a quién hace referencia esos rumores?- cuestiono con voz grave-. Me gustaría informarme acerca del porvenir del pequeño.
-Los rumores más reciente son acerca de Rowina Markle, una mujer lobo que estuvo casada con Vincent Howard, un vampiro. Os anotaré la dirección de su residencia para que podáis informaros acerca de todo lo que necesitéis saber.
Le hace entrega de un pequeño papel a Liz, quien lo toma entre sus manos y le dedica una mirada a la dirección escrita a las apuradas en el fragmento de hoja. La farmacéutica escruta las facciones de la embarazada que tiene frente a ella, intentado descubrir los sentimientos que ocultan sus ojos, así como las decisiones que le han llevado a seguir adelante con el embarazo. Liz hace caso omiso a los miramientos de la bruja y decide marcharse de allí, dándole la espalda, pisando fuerte. Despido a la farmacéutica con un asentimiento y abandono la farmacia lo más veloz que soy capaz.
-¿La conocías?
-Había comprado el test de embarazo aquí- admite, dejando caer el peso de su cuerpo sobre la puerta delantera derecha del coche y se cruza de brazos-. Le conté acerca del imposible de estar embarazada de un vampiro y me aconsejó que abortara valiéndome de una infusión. Por un momento quise hacerlo, deseé poner fin a toda esta locura, pero después me di cuenta que este pequeño que llevo en las entrañas es mitad yo, mitad tú. Yo no podría hacerle daño por nada de este mundo porque le quiero, al igual que te quiero a ti.
Me pierdo en sus preciosos ojos verdes durante lo que se me antoja una eternidad y entreabro los labios para confesarle que no hay nada que quiera más en este mundo que a ella, pero todo queda en un intento frustrado, en un acto de cobardía, pues decido guardar silencio y dejar esas palabras atrapadas en mi garganta.
-Ese pequeño tiene que permanecer una temporada ahí dentro- confieso, observando su vientre, imaginando el diminuto feto luchando por vivir-, así que la única forma que tengo de garantizar su bienestar es cuidándote a ti. Vuelve a casa, Liz.
Ella se sonroja al oírme decir eso.
-No creo que sea buena idea. Tu hermano no lo consentiría.
-Ahora eres parte de esta familia y tienes derecho a contar con nuestra protección en todo momento. Kai debe aceptar que eres un miembro de la familia Spinnet. Y si no lo hace, entonces, quizás no debería estar él entre nosotros.
-¿Es la única razón por la que quieres que vuelva?
¿Cómo puede preguntarme algo semejante cuando la respuesta la dice a gritos mis ojos? ¿cómo es posible que aún tenga dudas de que la ame con todo mi ser? ¿es posible que desconozca que la verdadera razón por la quiero que vuelva es porque estoy enamorado de ella y tenerla lejos supone para mí un calvario?
-No, no es la única- admito, perdiéndome en su mirada-. Pero es uno de los motivos más importantes. Tu bienestar, vuestro bienestar, siempre va a ser lo primero para mí. Siempre voy a luchar por daros todo cuánto merecéis e incluso más.
Liz esboza una sonrisa y se adentra en el interior del vehículo. Rodeo el coche por la parte delantera y termino por acomodarme al volante. La chica de cabello dorado coloca una mano sobre su vientre y cambia el rumbo de su mirar hacia el paisaje que se abre paso al otro lado del cristal. Observo encandilado la escena que se presenta ante mí. No entiendo cómo es posible que se siente ahí, y sonría mientras se palpa el vientre, viéndose tan increíblemente perfecta.
-Rowina era de una ciudad cercana. No tardaremos mucho en dar con su lugar de residencia- comento en voz alta, con la mirada fija en la carretera-. Confío en que consigamos resolver las incógnitas que surgen en nuestras cabezas antes de que sea demasiado tarde.
-¿Descubriste algo con respecto al árbol genealógico de tu familia?
-Hay una parte de la familia que se desvinculó de nosotros al descubrir que somos hijos del mayor destripador de la historia vampírica. No querían guardan ninguna relación con nosotros por miedo. Así que desconocemos el paradero de esa rama familiar por parte materna. Lo último que sé acerca de esa parte es la existencia de una prima lejana llamada Anastasia que vivía en las montañas.
-¿Vamos a hacerle una visita?
-Será de gran ayuda para comprender mejor los genes que pasan de generación en generación. Si logramos reunir la información necesaria, podremos dar con la incógnita más importante, cómo es posible que estés embarazada de un ser que no es capaz de procrear.
-Incógnitas, incógnitas- dice en tono bromista.
Liz extrae una pastilla del interior del bote de suplementos y se la toma con ayuda de una botella de agua que obtiene del interior de la guantera. Luego guarda la medicación en una pequeña bolsa de plástico y la acomoda en un pequeño espacio existente en la puerta. A continuación coloca su brazo junto a la ventana y se entretiene observando los árboles que pasan a su lado a gran velocidad.
-¿Sabes? Todo el mundo cree que éste bebé es algo así como una maldición, una sentencia de muerte, pero yo no soy capaz de verlo así. Siento que es un milagro. No puedo ser malo, es imposible. Todo lo que nazca a partir del amor no puede ser dañino.
-Ese bebé será bueno y fuerte como su madre.
-Y espero que tan noble como tú.
Le dedico una sonrisa y una mirada cargada de emoción.
-Y ojalá no tenga el carácter de tu hermano o de lo contrario vamos a tener un problema- bromea, sacándome una sonrisa-. Ya puedo imaginarle montando berrinches por no tener el muñeco de moda.
-Su llegada puede que incluso llegue a tocarle el corazón.
-Estoy convencida de que este pequeño puede llegar a sacar el lado tierno de Kai, al igual que lo hizo Luz, pero para ser sinceros, yo jamás voy a poder tener esa oportunidad. Tu hermano no me considera de la familia y nunca lo hará. Yo siempre seré la bruja que accedió a participar en un ritual que tenía como fin sacrificar a una pobre niña. Nunca seré buena a sus ojos. No importa cuánto me esfuerce, no dará resultado.
-No hay más ciego que el que no quiere ver.
-Estoy convencida de que ayudaste a Shakespeare a escribir Romeo y Julieta.
Río ante su comentario y ella se une a mí. Ambos nos observamos riéndonos a carcajadas, echando la cabeza hacia atrás, embriagando el interior del vehículo con nuestra dicha, sintiendo como nuestros corazones se ponen a dar saltitos de alegría, siendo consciente de cuánto estamos disfrutando de ese momento, pero sobre todo, de la compañía. Este es uno de esos instantes breves que harán eco en la eternidad, que quedarán grabados en mi memoria para siempre, por muy efímero que sea. La vida se compone de pequeñas cosas que la engrandecen. Debemos disfrutarlas porque un día miraremos atrás y nos daremos cuenta de que eran las más grandes.
Abandonamos el vehículo en un camino de tierra cubierto de hojas marchitas y caminamos por él en dirección a una pequeña casa que se alza a lo lejos, a través de cuya chimenea escapa un espeso humo negro que se disipa con la acción de la brisa fresca. Avanzamos hacia el frente con decisión, dispuestos a conocer la verdad, y al mismo tiempo aterradas por saber a qué nos enfrentamos. Aún así no damos media vuelta, sino que continuamos caminando, pues es mucho menos doloroso conocer la verdad que pasar el resto de nuestros días con los ojos vendados.
Llamo con ayuda de mis nudillos a la puerta y permanezco a la espera. Liz se abraza a sí misma para refugiarse de la brisa fresca y me mira con el ceño fruncido. Me vuelve loco esa pequeña arruga que nace en su entrecejo cada vez que lo hace. Ella se da cuenta de mi detenida examinación y decide mirar en otra dirección para evitar que detecte sus mejillas sonrosadas.
-Buenos días- saludo a una mujer que hace uso de presencia al otro lado de la puerta-. ¿Podría concedernos un poco de su valioso tiempo?
-Sí, claro. Pasad- se hace a un lado y nos indica que entremos con un gesto con la cabeza. Le cedo el paso a mi acompañante, quien se adentra en la vivienda con desconfianza y camina hacia la estancia más cercana, coincidiendo con una sala de estar. Entro justo después de ella y espero a que la mujer se reúna con nosotros para comenzar a hablar-. ¿En qué puedo ayudaros?
-¿Es usted Rowina Markle?
La mujer se queda de piedra al oír ese nombre y decida tomar asiento en una silla cercana, mostrándole consternada y totalmente abatida. Liz se sitúa junto a ella y le observa con expresión afligida, temerosa de las caída de las lágrimas que almacena la mujer en sus ojos.
-Yo soy Dalila. Mi hermana era Rowina.
-¿Y dónde está su hermana?
-Murió hace un año- comienza a decir con voz temblorosa-. Su marido también lo hizo poco tiempo después.
Tomo asiento enfrente de la mujer y la escruto con la mirada.
-Perdone mi indiscrección pero es importante para nosotros conocer la máxima información posible acerca de lo sucedido. Sabemos que su hermana estaba embarazada de un vampiro. Nos gustaría saber, si no es mucho pedir, qué sucedió durante la gestación.
-¿Por qué quieren saberlo?
-Porque estoy en la misma situación que su hermana- interviene Elizabeth, captando la atención de Dalila, quien le mira con compasión-. Quiero saber cuál es mi porvenir a partir de ahora y usted es la única persona que puede ayudarnos.
-Mi hermana era una mujer lobo que quedó embarazada de un vampiro, un suceso imposible a nuestro parecer. Más tarde descubrimos que se habían dado otros casos semejantes por diversas partes del mundo, todos y cada uno de ellos con final trágico- explica compungida-. Al principio, todo marchaba bien hasta que llegó un punto en el que Rowina comenzó a manifestar una serie de síntomas que le llevaron a consumirse lentamente. Murió antes de dar a luz por un fallo cardíaco. El bebé perdió la vida antes de venir al mundo.
-¿Qué fue de Vincent?- pregunto.
-En cuanto se descubrió lo ocurrido la verdad que se ocultaba tras ese embarazo aparentemente imposible, diversos seres sobrenaturales fueron a por él y terminaron por poner fin a su vida.
-¿Qué clases de síntomas comenzó a manifestar Rowina?- intervengo.
-Pérdida de peso excesiva como consecuencia de una desnutrición. Ella comía la cantidad necesaria para los dos, pero no era suficiente. Es como si no lograra saciarse, como si no hubiera ingerido bocado en semanas. Después vino la fiebre y junto a ella la debilidad. Sentía dolores tan fuertes en el vientre que apenas podía moverse, se retorcía de dolor. Ese embarazo estaba poniendo fin a su vida y ella aún continuaba confiando en que era un milagro.
-¿Conoce algún caso similar?- inquiero saber, impaciente.
-Sé de una chica llamada Ghía que quedó embarazada de un brujo. Ella también lo era. Fue un caso que llegó a desconcertarnos porque creímos que el problema estaba en torno a los vampiros y fue ahí cuando nos dimos cuenta que debía haber algo más complejo detrás. Esa chica fue asesinada por un antiguo clan en cuanto se descubrió que esperaba un hijo que obviava las leyes de la naturaleza. Ese niño era capaz de curar las heridas de su madre en apenas segundos, con su sangre, hecho que reveló que una parte de sí era vampiro.
-¿Cómo es posible que sea vampiro si sus padres eran brujos?- añade Liz.
-Aún no tenemos respuesta para esa pregunta pero sospechamos que la solución a ésta incógnita está en los genes de los antepasados.
Liz intercambia una mirada conmigo y traga saliva.
-Mi futuro no tiene buena pinta- bromea la bruja, intentando levantarse el ánimo a sí misma-. Puede que no llegue a verle la cara a mi hijo, ni siquiera a probarle sus primeros bodies- las lágrimas escapan de los ojos de Liz y surcan sus mejillas sonrosadas. Ella se enjuga las gotas con sabor a mar y se da media vuelta para marcharse-. Lo siento. Estaré fuera. Necesito tomar el aire.
Permanezco inmóvil, observando todos y cada uno de los pasos de la bruja, desde que hace ademán de darnos la espalda hasta que se pierde tras la puerta principal. Dalila observa entristecida la escena que acaba de tener lugar y se aferra a un marco de fotografía que yace en un extremo de la mesa, donde hay una instantánea en la que aparece su hermana Rowina formando un corazón con sus manos, colocándolas sobre su vientre. Detrás suya está su marido, quien la abraza por la espalda y mantiene sus manos alrededor de las de ella, originando un nuevo corazón. Parecen felices, absortos al oscuro porvenir que les esperaba.
-¿Cuánto tiempo le queda antes de que comiencen los síntomas?
-Puede que unas semanas- aprieto la mandíbula con fuerza y maldigo en mi cabeza la fatídica idea de tener que ver cómo se consume en tan poco tiempo-. La quieres mucho, ¿verdad?
-Mi amor hacia ella va más allá de lo racional- respondo con firmeza-. No estoy dispuesto a perderla, a decirle adiós para siempre, así que pienso dar con la forma de hacer que su corazón continúe latiendo.
-Yo no me he rendido después de todo. Aún estoy embarcada en la búsqueda de dar con la respuesta a las incógnitas que no pude desvelar a tiempo, cuando mi hermana aún vivía. Espero que des con ellas antes de que sea demasiado tarde.
Me incorporo y le tiendo la mano a la mujer para estrechársela.
-Gracias por su tiempo.
-No hay de qué.
Abandono la vivienda en cuanto me es posible y desemboco en la parte frontal de la casa, en el inicio del camino de tierra que me lleva de vuelta al vehículo. Localizo a Liz a pocos metros, mirando hacia el horizonte, con expresión afligida, preguntándose que va a pasar de aquí en adelante, cuánto tiempo le queda hasta que el fin se acerque y la muerte la visite. Pero ella no teme por su vida sino por la del bebé. Tiene miedo de no poder darle una vida, de no poder estar a su lado cuando dé sus primeros pasos o cuando monte en bicicleta por vez primera.
-Tienes que prometerme una cosa, John- niego con la cabeza al ser consciente de las palabras que van a salir de sus labios en pocos segundos. Ella hace caso omiso a mi gesto y continúa con su propósito-. Prométeme que vas a darle una vida, que vas a protegerle y a arroparle en todo momento, tanto en las buenas como en las malas. Que harás o serás cualquiera cosa por él. Prométeme que vas a hacerle feliz y encargarte de que tenga una vida larga y plena.
-No vas a morir, Liz, no pienso permitirlo. Tú vas a ver crecer a tu hijo.
-Ya me estoy muriendo, John- solloza, con las lágrimas bañando sus mejillas-. ¿Cuánto tiempo crees que tardará el clan Valquiria en descubrir que estoy embarazada de un vampiro? Ahora es fácil mantenerlo en secreto, no tengo apenas barriga, pero llegará un momento en el que los jerseys anchos no sean capaces de ocultar una barriga de nueve meses. Sabrán que estoy embarazada y vendrán a por mí, a por nosotros. Sabes que tarde o temprano voy a morir. Bien sea por las consecuencias que traigan consigo el embarazo o a manos de un enemigo.
-No sigas hablando, por favor...
-¡Es la verdad!- exclama con voz quebrada-. Cuanto antes lo aceptes, mejor. Vas a tener que decirme adiós inevitablemente, así que quiero que me prometas que cumplirás con tu palabra.
-No estoy preparado para perderte. No es una opción. Así que no pienso darte mi palabra porque confío en que podrás vivir todas esas experiencias junto a ese niño.
Tomo su rostro entre mis manos y le miro con los ojos brillantes. Entreabro mis labios y le permito a mi aliento cálido viajar hacia su rostro para terminar por impactar contra sus mejillas. Liz cierra los ojos y une su frente con la mía, de forma que nuestros labios quedan separados el uno del otro por escasos centímetros.
-Conseguiré dar con la forma de salvarte- confieso a una corta distancia de su boca-. Porque la muerte no me da ni la mitad de miedo que levantarme una mañana y no verte a mi lado.
Alza una de sus manos y acaricia mi mejilla.
-Lucharé porque mi corazón siga latiendo el mayor tiempo posible.
-E incluso más.
Liz se aparta poco a poco y permanece quieta, mirándome con ternura, confiando en que todos los demonios que se ciernen sobre ella desaparezcan por arte de magia. Pero en esta ocasión, la magia no puede hacer mucho, ésta no es una partida de la que pueda formar parte. La chica vuelve a subirse en el vehículi y yo le imito.
-Así que voy a conocer a tu familia.
-Hubiera planeado un encuentro más cálido pero, dadas las circunstancias, no creo que contemos con mucho tiempo para causar buenas impresiones.
-¿Crees que Anastasia nos recibirá de buena gana?
-Con suerte me invitará a entrar en su casa- bromeo, mirando a Liz con una sonrisa-. Creo que nos recibirá y nos dirá todo cuanto necesitamos saber a cambio de que no volvamos a mantener el contacto con ella.
-Es justo.
Continúo conduciendo a gran velocidad, rumbo hacia las montañas, mientras observo como un maravilloso paisaje se abre paso ante mí. Las cumbres posee una leve capa de nieve que va desapareciendo progresivamente para dejar paso a unos picos centelleantes por la luz solar, poblados de naturaleza. La chica de mi vera sostiene entre sus manos una bolsa marrón, en la cual vomita el contenido de su estómago cada pocos minutos, como consecuencia de la gran cantidad de curvas a las que debemos hacer frente para alcanzar la cima. Su cara mejora un poco cuando baja la ventanilla del coche y el aire puro y fresco azota su rostro. Aunque la calma no llega a su estómago hasta pasados diez minutos, cuando detengo el coche a pocos metros de una casa. Liz abandona el vehículo con rapidez, dispuesta a estirar las piernas y hacer desaparecer la sensación tan desagradable que siente en su estómago.
-Podríamos hacer paracaidismo para volver- sugiere, llevándose una mano al costado-. No creo que pueda volver a aguantar otra media hora en ese coche.
-Puedes probar a dormir un poco.
-Si, claro, y de paso me ves babear y roncar. Ni de broma.
La imagino en esta situación y, aunque ella piensa que sería bochornoso e inapropiado, a mí me parece la escena más maravillosa del mundo, pues se estaría mostrando tal como es. Dudo que dejara de verse tan preciosa y perfecta aunque sus comisuras estuvieran impregnadas de saliva y su cabeza tambaleándose de un lado a otro, dejándose llevar por los movimientos del coche.
-¿Qué queréis?- pregunta una chica desde lejos, escrutándonos detenidamente-. ¿Por qué estáis aquí?
-Nos gustaría hablar contigo.
-Creo que dejé bastante claro que no quería mantener el contacto con la familia Spinnet. Deberías, John, darte media vuelta con tu chica y poner distancia con respecto a mí antes de que las cosas se pongan feas.
-Las cosas ya se están poniendo feas, Anastasia- contradigo, frunciendo el ceño-. Sólo he venido a hacerte unas preguntas. Luego me iré y no volverás a saber de mí. Lo prometo.
Anastasia titubea unos segundos antes de acercarse a la entrada a su casa y hacernos una seña para que le sigamos hasta allí. Entramos en la vivienda de aspecto acogedor y seguimos a la chica hasta una biblioteca particular, donde se dedica a prenderle fuego a los trozos de madera que hay apilados en la chimenea, esperando a ser reducidos a cenizas.
-Vosotros diréis.
-En realidad, esperaba a que tú respondieras esa pregunta- comienzo a decir. Ana se gira en torno a mí, desconcertada, sin saber muy bien a qué me refiero-. ¿Qué clase de criatura eres exactamente? Sé que tu madre era un vampiro, pero desconozco qué te ha tocado por parte paterna.
-Mi padre era un hombre lobo que llevaba en su sangre el gen de los Lux. Yo podría haberlo desarrollado pero decidí anular esa parte de mí.
-¿Eres un híbrido?- pregunta Liz con los ojos amenazando con salirse de sus cuencas-. Y además llevas en tu sangre el gen de los Lux.
-No soy la única que lo lleva- dice la chica, mirándome directamente-. Mi madre era pariente de la mujer que trajo al mundo a John, así que nuestros genes han ido pasando de un miembro a otro a través de la sangre. John también posee una buena combinación de genes en su cuerpo. Sólo se ha uno de ellos, el mismo que compartía con el mayor depredador de la historia, su gen sanguinario. Los demás están desactivados porque éste es demasiado fuerte, pero ello no implica que no estén ahí, esperando a ser cedidos a un miembro más joven.
-Tenemos un problema, Anastasia- confieso con voz apagada-. Elizabeth está esperando un hijo mío y desconocemos cómo es posible que haya sucedido.
Su expresión se vuelve seria.
-Eso es imposible.
-Agudiza el oído, podrás percibir sus movimientos.
Anastasia permanece inmóvil por unos segundos, agudizando el oído, con expresión incrédula y al mismo tiempo horrorizada.
-Eso no es un simple problema, John, es vuestra sentencia de muerte.
-Queremos saber cómo es posible que esto haya sucedido.
-Hay una leyenda antigua que se basa en embarazos que rompen con las leyes de la naturaleza. Se dan en pocas ocasiones, cada mucho tiempo, coincidiendo con un momento crucial- explica, abriendo un libro antiguo de par en par-. Cuando nos comprometemos con un ser sobrenatural y tenemos descendencia, los genes de ambos se entrelazan y constituyen el del nuevo miembro. Estos van pasando de descendencia en descendencia hasta que llega un punto en el que se han originado tantas combinaciones de genes distintos, almacenándose tanto poder, que éste tiene que liberarse para poder volver a la naturaleza. Es ahí cuando se produce el embarazo. Cuando se ha llegado a un tope de distintos genes guardando gran energía- miro la página que está alisando la chica con su dedo índice, donde localizo imágenes de bebés con aspectos demoníacos-. Una persona no puede soportar una gran cantidad de poder, termina consumiéndola. Es por esa razón por la que los embarazos terminan en final trágico, los niños no pueden vivir con tanto poder concentrado. Esos críos, mientras están en el vientre materno, se valen de la magia sobrenatural de sus progenitoras para adquirir más energía para fortalecerse y ello termina provocando la muerte de las madres.
-¿Hay alguna forma de impedir que suceda?- pregunto, esperanzado.
-La única forma era poniendo fin a la gestación. Si continúa con el embarazo, tanto la madre como el niño corren peligro, ambos están destinados a hacer frente a un triste final. El bebé se está empezando a alimentar de su magia en pequeñas dosis, por eso apenas lo nota. Quizás tenga leves síntomas, tales como calambres en el vientre. Pero a medida que el niño se desarrolle, sus necesidades energéticas aumentarán, así como las dosis. Va a terminar por consumirla.
Liz observa los dibujos de la página, en silencio, con los ojos anegados en lágrimas. Verla en ese estado me rompe el corazón en decenas de pedazos.
-Si alguien descubre de la existencia de este embarazo, irá a por vosotros y créeme que no os visitará precisamente para haceros entrega de unos globitos. Tenéis que tener cuidado, no confiar en nadie sin estar seguros de que guardará el secreto, y dejar claro que ese bebé no es producto de la unión de un vampiro y una bruja, o de lo contrario, estáis muertos.
-Sé de una forma de mantenerlo en secreto- manifiesta Liz, alzando la vista y mirándome con los ojos cristalizados-. Pero no va a gustarte.
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