Capítulo 21
Me termino de abotonar la camisa de color azul marino delante del espejo, observando mi aspecto en el cristal inmaculado, con una sonrisita de satisfacción asomando en mis labios. Una vez acabo mi cometido soy bienvenido por los fuertes sollozos de un bebé procedente de la planta inferior. Sin más demonora abandono la habitación y me pongo rumbo hacia la cocina a buen ritmo, evitando cruzarme durante el trayecto con mi hermano, con quien aún continúo furioso ante su traición. Me equivoqué al alabar su nobleza, de ella no queda ni un sólo ápice.
Así es la vida, te apuñala aquella persona que creíste que jamás lo haría, la misma a la que le entregaste la pistola confiando en que no te hiera, la misma que apretó el gatillo sin dudarlo. Salir herido es inevitable pero continuar con las heridas abiertas demasiado tiempo es opcional, todo dependerá de nuestra actitud. Y aunque desearía poder mirar como solía hacerlo a mi hermano, no puedo, es cruzar mirada con él y recordar que me ha fallado, él, la persona a que más he admirado en toda mi vida. No puedo fingir que nada ha sucedido y que nada me afecta. Aunque pienso ser frívolo en todo mi esplendor, en definitiva, ponerme nuevamente la máscara de monstruo porque, a fin de cuentas, es lo que soy, un monstruo con todas sus letras.
Irrumpo en la cocina sin previo aviso, provocando que una chica de cabello castaño que mece entre sus brazos a un crio, intentando, en vano, consolarlo, se sobresalte ante mi llegada y me fulmine con la mirada, aún sabiendo que no podrá intimidarme. Sonrío al verla tan frustrada, agobiada, por no poder conseguir que el niño se calme.
-Los sollozos del bebé me han despertado- bromeo con una sonrisa socarrona para ver hasta dónde es capaz de llegar su paciencia.
-Oh, no sabes cuánto lo siento- ironiza, poniendo los ojos en blanco, y chistando para que el pequeño se relaje-. Creía que estarías devorando al repartidor de periódicos en la parte trasera de tu casa o compartiendo cama con alguna víbora.
-Pareces enfadada.
-Bueno, llevo una hora intentando que el bebé deje de llorar, creo que he superado mi paciencia con creces, ¿no crees?
-No sabía que eras canguro en tu tiempo libre.
-Eso es porque no lo soy- rebate con un bufido desesperado-. Tu hermano me pidió que cuidara de Ayden.
Ayden llora con más intensidad e incluso hace por patalear. Tiene las mejillas sonrosadas y las lágrimas surcando sus mofletes apresuradamente. Sophie deposita su cabecita en su hombro y le propicia sendas caricias en la espalda, como último método para calmarlo, mientras le canta una nana improvisada. Decido intervenir para poner fin al calvario del pequeño. Con ayuda de mis manos sujeto su pequeño cuerpecito, bajo la intimidante mirada de la chica.
-¿Estás seguro de que quieres intentarlo?
-Puedo defenderme, amor.
Acojo al niño entre mis brazos y lo aproximo a mi pecho con ternura. Acaricio su cabellera con delicadeza y le susurro palabras de afecto en el oído, provocando que el niño cese de llorar y se relaje completamente en apenas segundos. Poco a poco va cayendo en los brazos de Morfeo bajo la sorprendida mirada de Sophie.
-Parece que se te dan bien los niños.
-Sólo se trata de dar con la forma de calmarles. A veces sólo es necesario un abrazo, unas palabras de afecto, una caricia, un cuento e incluso una nana.
-Lo he intentado todo y no ha funcionado. Creo que la clave eres tú. Debes ser para él algo así como una divinidad.
-Los monstruos no son una buena compañía- contradigo, desviando mi mirar hacia el pequeño de cabello moreno que duerme plácidamente-. Tú, sin embargo, eres un ángel. Salvas vidas. Deberías ser el ejemplo a seguir de muchas personas- Sophie se sonroja y baja la cabeza, rehuyendo de mi penentrante mirada-. No existen hombres malos cuando sonríe un ángel.
Sophie me da la espalda y se limita a preparar un biberón de cara a la encimera, intentando escapar de la situación que acaba de darse entre ambos. Aún así no es suficiente con esconderse de mí para poder sentir que mis palabras le han acelerado el corazón, desatando sus nervios, enrojeciendo sus mejillas pálidas.
-Yo no soy ningún ángel- dice, bajando la mirada y soltando un suspiro. Sus ojos parecen ocultar más de lo que muestran. Su silencio no hace más que confirmarme que existe una historia detrás de sus pupilas que apoya su afirmación, pero ella no quiere sacarla a la luz-. Y estar aquí cuidando a Ayden no me convierte en uno. Esto no lo hago por tu hermano, ni siquiera por ti. Lo hago por Elizabeth.
Hace ademán de marcharse cuando me aferro a su antebrazo, reteniéndola en la posición anterior por unos segundos de más. Ella lleva su mirada, en primer lugar, a la mano que envuelve su antebrazo, y luego a mis ojos miel.
-¿Por qué no dices en voz alta lo que no deja de rondarte la cabeza?- ella ríe sin ganas y evita cruzar mirada conmigo, avergonzada por haber sido descubierta-. No estás nerviosa ni enfadada por no poder calmar al bebé.
-¿Quieres saber la verdad?- pregunta, aún sabiendo cual será mi respuesta y asiente, armándose del valor necesario para dar a conocer la verdad-. Estoy furiosa por haberte encontrado con esa mujer enredado en las sábanas.
-¿Querías haber sido tú la afortunada?
Emite un gruñido y se libera de la presión que ejerce mi mano en su antebrazo. Camina de un lado a otro de la cabeza con los brazos en jarra, sopesando lo que va a decir a continuación.
-¿Es que no puedes ponerte serio de una puta vez?- abro los ojos como platos al oírle decir un taco. Se ve tan inocente que jamás pensé que ocultaría esta faceta bajo su apariencia dulce-. Te has acostado con la mujer que te trató como a un títere en el pasado, la que acabó con cientos de vidas y se ha valido del poder que ha liberado tu hija para poder escapar del infierno. Y a ti no se te ocurre otra cosa que meterla en tu cama.
-Cuidado, amor, estás quebrantando los límites.
-A la mierda los límites, Kai- escupe con furia, elevando el tono de voz-. ¿Por qué no admites de una vez que estás enamorado de ella?
-Yo no estoy enamorado de nadie.
-Te estás equivocando. Y no voy a ser yo quien te detenga. Dejaré que te estrelles tú solito- me arrebata al niño de entre los brazos y comienza a darle el biberón-. Pero sí voy a decirte algo. El amor, si es egoísta, no es amor- da sendas palmaditas en la espalda del niño para que eructe e intenta recuperar la calma perdida-. Y arregla de una vez las cosas con tu hermano. Ya está demasiado podrido el mundo como para que tengáis que enfrentaros a todo lo que se os viene encima por separado. Haz las cosas bien, por primera vez en tu vida.
-¿Por qué no dejas de analizarme como una psicóloga y de jugar a ser niñera para volver a tu vacía vida como enfermera?
Se acerca a mí con expresión frívola que consigue erizar mi piel y helar la sangre de mis venas. Sostiene mi mirada con valentía y se atreve a hacerme saber con tan sólo sus ojos cuán desafortunadas han sido las palabras que han escapado de mi boca, así como cuánto lamenta estar compartiendo la misma habitación conmigo.
-Lo haría encantada si pudiera. Pero, para tu desgracia, le hice una promesa a alguien y pienso cumplirla tanto si te gusta como si no- contesta con los dientes tan juntos que chirrían-. Luego volveré a esa vida vacía de la que hablas y no tendrás que volver a verme- camina un par de pasos hacia el frente hasta alcanzar la salida de la cocina y se gira hacia mí-. Tu actitud sólo va a llevarte a quedarte solo. Así es como acaban las personas como tú, solas.
Abandona la cocina, dejándome con mal sabor de boca y rabia contenida. Me acerco a la encimera más próxima y le doy un puñetazo, procurando no romperla en dos, dejando salir la furia que me corroe, y luchando contra mis ganas de ir a buscarla y disculparme por ser un gilipollas con ella. Pero no dejo que venzan, en vez de ello las mato con mi orgullo y me egoísmo. Tal vez sea mejor así. Para los dos. A fin de cuentas, ambos pertenecemos a mundo totalmente distintos, nuestros caminos jamás debieron cruzarse. Nada bueno podría salir de nuestra alianza. Tan sólo seríamos capaces de generar un completo desastre.
Salgo de la cocina, desembocando en el salón, donde localizo a mi hermano junto a la mesa, acariciando con su dedo índice la superficie del mueble, recogiendo a su vez una muestra de polvo. Intercambia una mirada conmigo antes de proceder a acercarse a mí para entablar una conversación, a pesar de esforzarme por huir de su interrogatorio y sus acusaciones.
-Tenemos un problema.
-Creo que siempre has conseguido dar con la vía para deshacerte de ellos. Te irá bien sólo. Podrías, no sé, echar mano de la traición.
-Y tú podrías compartir los problemas en vez de callártelos- repone con frialdad-. Sobre todo cuando se trata de nuestros orígenes.
-Veo que has conseguido descifrar el enigma.
-Hubiera preferido enterarme por parte de mi hermano que a través de terceras personas. Aunque, como tú bien dices, nunca se puede confiar del todo en quienes nos cubren las espaldas.
Fuerzo una sonrisa y miro la hora que marca el reloj, contando los segundos que me restan de volver a recuperar la libertad perdida, de desaparecer de la vista de mi hermano.
-Siento pagarte con la misma moneda. Tú me decepcionaste cuando no esperaba que lo hicieras. Ahora, toma de tu propia medicina- cada palabra que escapa de mis labios está impregnada de un veneno mortal, a la espera de herir profundamente los sentimientos de mi hermano-. Tengo cosas más importantes de las que ocuparme.
Ignoro la cara dolida de John y hago ademán de marcharme de la casa cuando su voz vuelve a manifestarse, obligándome a posponer mi marcha.
-¿Crees que la solución a nuestros problemas es acostándote con el enemigo?
-¡Deja de jugar con mi mente!- me quejo a plena voz.
-No me vería en la obligación de intervenir si dejaras de comportarte como un niño malcriado. ¿Eres consciente de que acabas de condenar a tu propio sobrino?
-¿De qué demonios estás hablando?
-Anabelle solo accedió a meterse en su cama para conseguir un objetivo. Aprovechó nuestra distracción para obtener sangre del pequeño. No sé con qué fines, pero apuesto a que no serán precisamente buenos.
Siento como la rabia asciende por mi pecho y me consume por completo. No puedo creer que esa víbora haya vuelto a utilizarme como a una marioneta. ¿Cómo he podido ser lo suficientemente ingenuo como para caer nuevamente en sus redes? Vuelvo a ser su juguete favorito, ese del que nunca se cansa y con el que juega a su antojo. Cada vez estoy más convencido de que lo más seguro es confiar en uno mismo.
-Agatha, su hermana, ha amenazado la vida del pequeño. La única forma de salvarle es hacerle entrega de la campana del alma.
-Tiene más posibilidades de que le toca la lotería a conseguir esa reliquia- ironizo con aires de superioridad-. Va tener que arriesgarse a perderlo todo si decide entrar en la boca del lobo. Y créeme, nadie sale vivo de ella.
-No voy a arriesgarme a perder a Ayden- repone con firmeza-. No sé qué supondrá negarle el deseo de recuperar lo que es suyo a Regina, pero estoy dispuesto a enfrentarme a ella. Así que, lo siento mucho, hermano, pero pienso darle la campana.
Extrae de uno de sus bolsillos la reliquia y me mira con temor.
-Devuelve eso a su sitio.
-No. Se acabó eso de ser tu perrito faldero. Como bien has dicho, cada uno debe ir por su lado. Bien, es lo que haré.
-No me hagas enfadar, John.
-Ya no le tengo miedo a tu furia. Han bastado mil años a tu lado para aprender a vivir con ella, a consentirla, a no temerle.
John se marcha de la casa a gran velocidad, antes de que pueda intervenir. Maldigo internamente una y otra vez sus decisiones, así como su comportamiento ingenuo. El amor por su propio hijo le está cegando hasta el punto de convertirse en una marioneta más de este circo. Así sólo va a conseguir buscarse su propia muerte. Está cometiendo un error y para cuando quiera poner remedio, ya será demasiado tarde. Tengo que intervenir una vez más, dejando a un lado mis sentimientos y mis deseos para el destino de la familia, y mantener la mente fría, pensando con racionalidad.
Recibo una llamada teléfonica de parte de Micelaus.
-No es un buen momento, Micelaus. Espero que tengas algo bueno que decir.
-Kai, tienes que ayudarme.
-¿Qué ha pasado?
-Han descubierto durante el ritual que no le soy leal al clan Valquiria y nuestra líder ha ordenado mi captura para pagar la traición con mi muerte.
-¿Dónde estás?
-Estoy cerca de las ruinas de la iglesia. Oye, sé que no me debes nada pero tienes que echarme una mano. Si ellos descubren que le soy fiel a tu familia, irán a por vosotros.
-Intentaré llegar allí lo antes posible. Intenta no exponerte.
En ese instante se escucha un grito ensordecedor continuado de un sonido en seco que aporta información acerca de la escena. Por lo que he percibido, soy capaz de recrear una imagen en mi cabeza en la que Micelaus es capturado por algunos miembros del clan al que pertenece y castigado por algún tipo de arma. El sonido en seco corresponde con la caída de su teléfono al vacío.
Finalizo la llamada y guardo el teléfono.
Salvo velozmente la distancia que me separa de la puerta de entrada y la abro de par en par, descubriendo tras ella a Elián Vladimir, con expresión seria. Debe estar al tanto de los planes del clan Valquiria y ha decidido venir a echar una mano. Le saludo con un asentimiento y salgo al exterior, incorporándome a su marcha.
-Había empezado a acostumbrarme a la buena vida- dice con una sonrisa pícara-. Era demasiado bueno para ser verdad. En cuanto he sabido que tenían preso a uno de los vuestros he tenido que peinarme como un héroe y desempolvar la vieja capa.
-Debe haberte costado dar con ella. Apuesto a que estaba oculta en el fondo del baúl.
-Algo así- contesta, abriendo el maletero de su coche verde y dejando al descubierto una gran cantidad de armas-. Aún no me he acostumbrado a no desear arrancarle la cabeza a los camareros cada vez que me tiran la comida encima. Una de las cosas que echo de menos de ser vampiro son mis colmillos, la fuerza y velocidad, y mi resistencia al alcohol.
-Bueno, esta noche puedes permitirte ser el héroe- sonrío al recordar al destripador que conocí un tiempo atrás. Aunque haya abandonado el vampirismo continúa siendo mi viejo amigo, sólo que más vulnerable y humano en todos los sentidos-. Me sorprende la gran cantidad de armas que has conseguido reunir.
-Digamos que tengo mis contactos. Frederick tenía algunas guardadas y me las ha ofrecido, y Ariana ha estado de acuerdo en dejarme algunas que conservaba el cuartel de cazadores.
-Si, le recuerdo. Frederick era algo así como el lobo en luna llena y cazador el resto de noches. Tiene mérito si, además, añadimos que es profesor de historia durante el día.
Elián cierra el maletero tras hacerse con algunas armas y me indica que subamos al coche. Tomo asiento a su vera a regañadientes, pues siempre me gusta tener todo bajo control, y sé que estas no son formas de conseguirlo. Aún así no me encaro con él pues necesito su ayuda esta noche, no sólo para salvar a Micelaus sino también para detener a mi hermano.
-Tengo la sensación de que aquí hay gato encerrado- confiesa, frunciendo el ceño, y escrutándome con sus ojos verdes claro-. ¿Dónde se ha metido tu hermano?
-Preferiría no hablar de él. Haciéndolo solo conseguiré que aumenten mis ganas de arrancarle la cabeza.
-Tal vez la pregunta correcta sería preguntarte qué vas a hacerle a tu hermano en cuanto des con él.
Le miro con incredulidad y aprieto los labios.
-Eso dependerá de lo que haga.
-Pues esperemos que no meta la pata hasta el fondo porque las cosas ya están bastante jodidas.
-De lo contrario, va a tener que enfrentarse a la peor versión de mí- advierto con el fuego reflejado en mis pupilas-. Y no creo que quiera conocer al monstruo que llevo dentro. Él sólo conoce aquella parte de mí que quiero que vea.
Detiene el vehículo junto a la entrada al bosque que conduce hacia las ruinas de la iglesia imperiosa en el pasado que acabó destruída y abandona el vehículo para dirigirse a la parte trasera. Entre ambos conseguimos hacernos con una cantidad considerable de armas y nos las ingeniamos para mantenerlas ocultas bajo nuestra ropa.
-Será mejor que nos dividamos.
-Por mí vale- dice el chico de ojos verdes y expresión ruda-. Iré a salvarle el trasero a tu amiguito mientras tú intentas detener a tu hermano sin arrancarla la cabeza.
-No prometo nada.
Esbozo una sonrisa socarrona y él ríe.
Cada uno toma un camino distinto, optando a destinos completamente diferentes, haciéndonos con las riendas de la situación y poniendo todo de nuestra parte para hacerla a nuestra imagen y semejanza, acercándola lo más posible a nuestros más poderosos deseos. Desconocemos qué va a depararnos el futuro pero hay algo que tenemos claro y es que nos quedaremos a luchar hasta el final sin importar la inmensidad de la amenaza. No es valiente aquel que vence sino quien se mantiene en pie hasta el final.
Agudizo el oído y percibo unas pisadas sobre las hojas secas y ocres del terreno. Rápidamente salvo la distancia que me separa de la persona que recorre el bosque a estas horas de la noche, descubriendo a mi hermano con la mirada perdida en la luna del cielo. Me valgo de un fuerte empujón para hacerle retroceder hasta el tronco del árbol más próximo. John se pone bien la chaqueta que lleva puesta y se repone del golpe en un tiempo récord. Luego me mira.
-Me preguntaba cuánto ibas a tardar en hacer tu aparición triunfal. Debo admitir que esperaba que lo hicieras mucho antes.
-He tenido que ocuparme de algunos asuntos antes.
-Kai, este asunto no te concierne. Así que márcharte a sembrar el mal en otra parte.
-¡Este asunto me concierte tanto como a ti! ¡así que deja de una maldita vez de hacer de hermano protector porque esta vez no vas a conseguir otra cosa que nuestra propia muerte!
-Ya estamos muertos. Esa profecía anunciaba nuestra muerte. Ya se ha cobrado la vida de Luz. Es sólo cuestión de tiempo que caigamos.
Bufo ante su pesimismo.
-Aquí sólo va a caer quien yo diga, cuando yo quiera, ¿queda entendido?
-Seamos realistas, hermano. Esta amenaza que se cierne sobre nuestra familia es tan grande que no podemos luchar contra ella.
-Puedes abandonar, si quieres, pero yo pienso seguir luchando- las aletas de mi nariz se abren y cierran a una velocidad de vértigo debido a la furia que vive en mí-. Lo único que necesito es esa campana.
-Esta campana es nuestra perdición y al mismo tiempo nuestra salvación. No podemos arriesgarnos a jugar con ella como dos críos.
-Dame la campana, hermano- John me mira con desconfianza, titubeando acerca de si es una solución acertada hacerme entrega de la reliquia. Nuestra relación está herida y amenaza con desvanecerse si no ponemos de nuestra parte para arreglar lo que está roto. Sin embargo, ninguno de los dos tiene pensado dar el primer paso-. Confía en mí.
Accede a entregarme con resignación la reliquia.
-Espero que no te estés equivocando.
-Tu poca confianza en mí no es una novedad. No te preocupes, sé lo que hago. Nunca doy un paso en falso sin asegurarme antes de las consecuencias que va a traer consigo.
Le doy la espalda a mi hermano y desaparezco de su campo visual en apenas segundos. Él me sigue de cerca con el fin de descubrir cuáles son mis intenciones y yo le dejo que sea partícipe de ellas. Alcanzo las ruinas de la iglesia, donde localizo a un conjunto de miembros del clan Valquiria prendiéndole fuego a una pila de madera que conduce hacia un fino tronco donde se encuentra Micelaus atado de manos y pies, con la frente bañada en sudor y el miedo reflejado en sus ojos. Estoy a punto de intervenir cuando una bala atraviesa la cabeza de uno de nuestros enemigos y un afilado cuchillo perfora la mano de uno de los acechantes, adhiriendo al tronco de un árbol. La multitud se remueve nerviosa y comienza a adoptar poses defensivas para protegerse de nuestros ataques. Elián sale de su escondite al mismo tiempo que hago mi aparición triunfal, desgarrando la arteria del cuello de una mujer de forma despiadada.
John se atreve a fracturar las vértebras del cuello a más de una persona, uniéndose a nuestra causa, rematando a aquel que ataca de forma despiadada, seguramente, liberando el dolor y la impotencia que le corroe desde hacia un tiempo. Se está liberando emocionalmente. Ese es el primer paso hacia la curación de las heridas mortales de un corazón roto.
Consigo llegar hasta Micelaus tras arrancarle el corazón a un reclutado por el clan y decapitar a otro de ellos con tan sólo un golpe seco en la cabeza. Desgarro las cuerdas que le mantienen prisionero gracias a mis manos y apaciguo el incendio con la tierra. Ayudo al vampiro a escapar de la trampa y a fortalecerle haciéndole entrega de un miembro del clan que está debilitando debido a la bala que perfora su estómago. Micelaus se alimenta de él para recuperar fuerzas mientras Elián y yo hacemos todo lo posible con tal de cubrirle las espaldas y reducir la amenaza.
Ayris, la líder, quien está apartada en un lado, valiéndose de su magia para enviar un mensaje, procede a unirse a la lucha con un estruendoso aplauso que alaba nuestras habilidades. Permanecemos inmóviles, observándole con inquietud, preguntándonos que se traerá esta vez entre manos, así como quiénes formaran parte de sus planes.
-Me tenéis impresionada- dice con una sonrisa fingida-. La mitad del clan derrotado a sangre fría en menos de cinco minutos.
-Podríamos estar haciendo esto todo el día- repone Elián en tono amenazante-. Incluso podríamos adornar el árbol festivo de este año con tu cabeza.
-Veo que la mortalidad no te ha vuelto un vil cobarde. Me alegra saber que aún continuas siendo aquel chico valiente que era capaz de enfrentarse a todo un escuadrón solito.
-Hay cosas que no cambian.
-Dejémosno de charla y hagamos de una vez aquello por lo que estamos aquí- anuncio, extrayendo de mi bolsillo la campana del alma. Alzo la vista y observo a Ayris, cuyos ojos se iluminan al presenciar la reliquia, a Agatha que acaba de hacer uso de presencia y mira simultáneamente la campana que sostengo entre mis manos y mi persona, con desconfianza-. Aún queda una invitada.
Una mujer de cabello pelirrojo aparece de entre los árboles con una sonrisa pícara y camina hacia e frente con paso decidido, acaparando todas las miradas.
-Aquí estoy- sonríe ampliamente y inclina la cabeza ligeramente hacia un lado-. Acabemos con esto cuanto antes.
-Ha habido un cambio de planes, amor.
-Ya sabes cuál era la condición. O me entregas la reliquia o tu familia morirá.
-Si mal no recuerdo, John, teníamos un trato- recuerda Agatha apretando los dientes y con los ojos amenazando con escapar de sus cuencas-. Si no cumples con tu palabra, me veré en la obligación de revelar el secreto que protegéis con sumo cuidado para que no salga a la luz.
-Voy a hacer realidad vuestros deseos.
John se acerca a mí para recriminarme.
-¿Se puede saber qué estás haciendo?
-Sólo te he pedido una cosa. Limítate a cumplirla.
-Te estás metiendo en la boca del lobo, hermano. Ten cuidado por donde pisas o acabarás cayendo en tu propia trampa.
-Lo tengo todo bajo control- miro a cada una de las mujeres que nos encaran y sonrío-. Traigamos de vuelta a los fantasmas del pasado.
Agito la campana con sutileza provocando que un dulce tintineo se apodera del ambiente, trayendo consigo la aparición de una luz blanca que se proyecta sobre el hueco que hay entre dos árboles altos y robustos, haciendo alusión a un portal que comunica el más allá con el mundo terrenal. Poco a poco van haciendo uso de presencia unas sombras brillantes que van perdiendo la luz que les envuelve para materializarse ante nuestros ojos. Nuestros enemigos se muestran ante nuestros ojos uno a uno, esbozando sonrisas malévolas, con ojos cargados de venganza. Pronto tenemos ante nosotros a todo un ejército de enemigos dispuestos a amenazar nuestras vidas.
Regina intercambia una mirada de complicidad con Ayris, transmitiéndose entre ellas un mensaje codificado que es un secreto para todos los presentes salvo para ellas mismas. La chica pelirroja se pierde entre los árboles, ignorando la llegada de los miembros de su familia, dispuesta a llevar a cabo su parte del trato con la líder del clan Valquiria.
-Hemos pasado por alto un pequeño detalle- anuncia Elián, mirándonos a mi hermano y a mí con aire vacilante-. Buscando reunir a la familia feliz hemos dado con aquellos fantasmas del pasado que creíamos haber dejado atrás.
Miro hacia el portal de luz por el que han ido sucediéndose las sombras para volver al mundo terrenal y descubro a dos nuevas personas, aparentemente aliadas, que hacen su aparición triunfal, esbozando sonrisas malévolas e intimidándonos con la mirada hasta el punto de acobardarnos con la frialdad y la negrura de sus pupilas cargadas de venganza. Ante nosotros se alzan los hombres que han hecho de nuestras vidas un infierno, quienes se ha convertido en nuestra pesadilla diaria. A un lado se encuentra el mismísimo Diablo con una sonrisa pirata, observando a Elián Vladimir, y a su vera el mayor destripador de la historia vampírica, a quien le arrebaté el título tras arrasar con una gran ciudad en el pasado.
-Es bueno volver a casa- dice con tu característica frialdad, valiéndose de esa habilidad para acobardar a mi hermano y a mí. Él es la figura paterna que siempre echamos en falta y, ahora, ha pasado a ser nuestro mayor enemigo.Intercambio una mirada con mi hermano, con el terror reflejado en las pupilas, totalmente petrificado, sin saber cómo reaccionar-. ¿No vais a venir a darme un abrazo, niños?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top