Capítulo 4

Siempre había creído que todo era posible dentro del mundo sobrenatural, incluído traer del más allá a alguien que se ha ido. Un enlace místico unía al alma de una criatura de la noche al mundo terrenal, una vía que le permitía volver si se llevaban a cabo los pasos acertados. Aunque, había veces en las que la magia, por muy poderosa que fuese, no era capaz de evitar lo inevitable. Había personas que una vez se fueran no podrían volver. Hacía veinticuatro horas desde que el vampiro del que me enamoré ardió y se redujo a la nada. Veinticuatro horas desde que mis ilusiones y esperanzas de salvarle se habían esfumado, como si nunca hubieran resurgido. ¿Esta es el final de la historia de la familia Spinnet? ¿realmente todo se reduce a la nada? ¿es la destrucción el terrible desenlace que les espera? A estas alturas no sé nada. No sé si volveré a ver a Kai algún día, ni si tendré ocasión de decirle todas las cosas que nunca le dije por miedo, pero hay algo de lo que estoy segura y es de que pienso luchar hasta donde las fuerzas me lo permitan. 

Dejo caer el peso de mi cuerpo sobre el marco de la puerta y observo con consternación a una chica de tez morena y cabello rizado que llora acostada en la cama, junto a la cálida luz de la lámpara de su mesita de noche. Sus lágrimas son la prueba del dolor que lleva dentro. Está cansada de enfrentarse a la pérdida, de huir.

Sin hacer uso de la palabra, le prometo hacer todo cuanto esté en mi mano e incluso más con tal de armarle una sonrisa, de devolverle la ilusión y las ganas de comerse el mundo. Sé que no me rendiré hasta dar con la forma de traer de vuelta a su familia.

Abandono la habitacion y me incorporo al pasillo sombrío para bajar a la planta inferior, donde ua luz tenue iluminada la entrada. Voy hacia allí, con la esperanza de encontrar al pequeño de la casa, a quien hallo sentado en el sofá, con un marco de fotografía entre sus manos, observando a una mujer de cabello rubio que esboza una amplia sonrisa. Una lágrima salta al vacío e impacta contra el cristal del marco. Decido ir hacia él y envolver su cuello con mis brazos. Ayden me mira con los ojos anegados en lágrimas y acaricia mis manos.

—¿Cómo era ella? Apenas he tenido tiempo de conocerla— lamenta y se enjuga las lágrimas—. Parece una mujer fuerte.

—Liz es la mujer más valiente que jamás he conocido. Te quería con todo su corazón, aún incluso antes de conocerte.

—Ahora ya no podré conocerle de verdad. No volveré a verla.

—No quiero que pienses ni por un segundo que esto es una despedida. Volverás a verla, aunque tengamos a enfrentarnos a decenas de demonios.

Asiente una sola vez.

—Voy a dar con una solución. No hay que temer— enredo mis dedos en su cabello moreno y le propicio sendas caricias. Ayden se vuelve hacia mí, deja el marco sobre el sofá y me mira—. Saldré y no volveré hasta haber encontrado una solución. Cuida de Luz y de ti y antes cualquier peligro, no dudes en llamarme, vendré lo antes posible.

—Vas a salir en su búsqueda, ¿verdad?

—Es la única forma de salvarles.

—Es peligroso. Ni hablar. No te perderé a ti también. Déjame ir contigo.

Niego con la cabeza y agarro su mentón.

—Si te ocurriera algo, no podría vivir con ello. Ayden, quizás ahora no lo entiendas, pero cuando amas a alguien, serías capaz de dar y hacer cualquier cosa con tal de salvarle, de garantizar su felicidad. El amor es un sentimiento poderoso y al mismo tiempo peligroso. No temas a quien entrega su corazón y ama intensamente, sino a aquellos que han salido heridos y viven sin él.

—El amor no debería doler.

—Cuando es verdadero, cuando consigue calarte muy hondo, duele como el infierno. A mí me duele querer a alguien y no poder estar a su lado. Esa persona a la que amo vive en mi mente, pero lamentablemente no está en mi vida. Me duele el corazón de tanto quererle. Voy a ser lo que esté en mi mano con tal de verle bien.

—¿Serías capaz de dar tu vida por alguien a quien amas?

—Siempre. Sin dudarlo por un segundo.

Hago ademán de marcharme cuando el chico vuelve a articular palabra a mis espaldas. Giro sobre mis talones y le miro con los ojos anegados en lágrimas.

—No sé cuál es el significado del amor pero espero que el día que lo encuentre sea tan puro e inmenso como el que sientes.

—Será el amor quien te salve en tiempos oscuros.

Ayden permanece pensativo ante mi reflexión y se limita a sostener el marco entre sus manos, depositando algún que otro beso sobre la imagen de la mujer que dio su vida por él. Salgo de casa tras hacerme con un pañuelo azul y envolver mi cuello con él. Camino hacia el vehículo que yace a pocos pasos de mi posición, con la mirada perdida en el cielo rosado que anuncia un nuevo amanecer, con un objetivo en mente.

No sé realmente hacia donde me dirijo, solo sé que allá adonde vaya seré perseguida por la enemiga que espera darme caza y hacerme pagar por la traición. Anabelle sabe que fue idea mía salir en búsqueda de la familia VanGould y que su futuro se ha vuelto incierto debido a mi acción. Quiere hacerme daño por comprometer su libertad recuperada recientemente. Ella espera encontrarme y desatar su furia sobre mí. Estoy preparada para enfrentarme a ella, cuento con un arma secreta que será capaz de anular su magia temporalmente.

Detengo el vehículo junto a la entrada al bosque y antes de bajar del coche recojo una jeringa que contiene una sustancia turquesa. Oculto el arma en el bolsillo de mi sudadera y procedo a abandonar el vehículo y ponerme rumbo hacia el sendero que conduce hacia el corazón del bosque. Avanzo a buen ritmo por el terreno irregular, lidiando con las piedrecitas del suelo, el crujir de las ramas de los árboles y la mirada inocente de algunos ciervos. Continúo caminando hasta alcanzar mi destino, un lugar solitario y silencioso, donde fácilmente puedo convertirme en la presa.

Un crujido suena a mis espaldas, alertándome. Giro sobre mis talones y recorre con la mirada el escenario en el que me hallo, dispuesta a dar con mi acechante. Una sombra se desplaza a gran velocidad por las copas de los árboles, levantando una corriente de aire junto a un puñado de hojas que recién emprenden el vuelo tras abandonar su refiugio.

—¿Quién está ahí?

Vuelvo a girar y, esta vez, localizo frente a mi a una mujer de expresión seria y malvada, con unas líneas oscuras viviendo bajo sus ojos y unas pupilas dilatadas que ocupan su iris por completo.

—Tu peor pesadilla— bofetea mi rostro, dejándome caer al suelo por el impacto. Intento llevar mi mano a la jeringa de mi bolsillo pero la mujer no me da tregua. Consigue ponerme en pie de nuevo tirando de mi cabello y fulmina la herida que ha nacido en mi frente al impactar contra el terreno irregular—. Pobrecilla. Tan indefensa, tan sola, tan débil. Nadie podrá salvarte.

—No eres diferente a mí. Te ocultas tras el poder, pero en el fondo eres vulnerable. Yo no enmascaro mi identidad.

Anabelle golpea mi estómago con su pierna y me toma de los hombros para lanzarme contra el tronco de un grueso árbol. Impacto fuertemente contra él y caigo al suelo, rodando por él unos segundos, dolorida, herida, cansada de luchar en vano. Llevo mi mano hacia mi cabeza y descubro que tengo una hemorragia.

—¿Asustada, Anabelle?— mascullo entre dientes, armándome del valor suficiente para volver a ponerme en pie y continuar luchando—. ¿Cómo es vivir con miedo? ¿cómo se siente ver peligrar lo único que te hace verdaderamente poderosa, la libertad?

—¿Creías que no iba a enterarme de lo que has hecho? ¿me creíste tan estúpida? ¿cómo te atreves a darme caza? No eres más que una humana débil y tonta. Jamás podrás derrotarme. Tengo todas las de ganar contra ti. Este es mi juego y tú ni siquiera estás dentro de él.

—Los VanGould vendrán a por ti. Serás encarcelada y sometida a crueles castigos. Y déjame decirte que no seré yo quien lamente tu situación. Nadie llorará por ti, nadie te añorará ni hará nada por evitar que sufras. Tú misma te has ganado ser odiada.

—No sabes cómo disfrutaré quitándote la vida poco a poco, viendo sufrir a quienes te quieren.

—Aquí me tienes. Estoy ante ti, pidiéndote que me mates. Vamos, es lo que siempre has querido. Ven y acaba con esto de una vez.

—Será un placer, querida.

Forcejeamos por unos instantes que se me antojan eternos, en el que nos golpeamos, empujamos e intimidamos con la mirada, retándonos a proclamarnos vencedora. Anabelle recibe un golpe con una piedra en su mejilla que provoca que una herida se origine en su piel inmaculada que, unos segundos más tarde, cicatriza.

—Prueba de nuevo, cariño. Pero esta vez asegúrate de hacerlo mejor.

Anabelle se abalanza sobre mí, dejándome caer sobre el suelo y me inmoviliza con su cuerpo, asegurándose de someterme. Aferra sus manos a mi cabeza y comienzo a golpearme repetidas ocasiones contra el suelo, esperando enviarme al más allá. Llevo mis mano a su cuello, ejerciendo una fuerte presión en él, asfixiándola. Aparta mis manos retorciéndolas hacia atrás, haciéndome tanto daño que por un momento doy por hecho que me va a fracturar los huesos. Le doy una patada en el estómago y cae sobre mí. Rodamos por el terreno por unos segundos, dándonos manotazos, hasta acabar a los pies de un tronco. Mi enemiga se pone en pie, llevándome junto a ella, y me empuja hacia el tronco, envuelve mi cuello, levantándome en el aire, dejándome sin respiración, atreviéndose a disfrutar del momento.

En ese instante le clavo la jeringa en el antebrazo. Baja la mirada a mi arma y suelta un gruñido, enfureciéndose ante la pérdida de la magia oscura de forma temporal, debilitándose. Aprieta con más fuerza mi cuello, pretendiendo acabar con mi sufrimiento de una vez. Puedo sentir la sangre golpeando en mis sienes con fuerza, mis pulmones quejándose por ausencia de oxígeno, mi visión volverse borrosa. Estoy a punto de dar por hecho que voy a morir cuando Anabelle cambia de idea y decide aflojar su agarre.

—Matarte sería demasiado fácil, incluso un privilegio, me atrevería a decir. Mereces perderte a ti misma, mereces un peor escarmiento. Voy a convertirte en aquello que jurarte destruir, en aquello que te atrapó en este mundo sobrenatural. Solo siendo un monstruo comprenderás qué se siente ser rechazado, estar en un peligro constante— entreabre sus labios y muestra unos colmillos afilados de un tono violáceo que nunca antes había visto. Aparta mi cabello a la par que niego con la cabeza una y otra vez, suplicándole que no lo haga—. Despídete de tu vida humana y dale la bienvenida al reino de la oscuridad.

Hunde sus colmillos en mi cuello y grito de dolor al sentir sus dientes perforando mi piel con fiereza. Intento liberarme de su agarre pero es más fuerte que yo. Simplemente me entrego a ella en bandeja, aún sabiendo que nada bueno puede salir de ahí. Saborea la sangre que impregna sus labios y me suelta, dejándome caer al suelo. Se separa de mí por unos pasos y me observa con ojos iluminados.

—Te convertirás en aquello que tanto temías ser. Tienes veinticuatro horas para beber sangre o morirás sin remedio y tus planes de salvación se irán contigo. Mis colmillos están impregnados de un tipo de veneno muy letal y peligroso. Primero te convertirás en vampiro, luego te irás perdiendo a ti misma hasta el punto de atacar a las personas que tanto quieres. Terminarás convirtiéndote en una amenaza que nadie querrá en su vida y tu deselance será una muerte lenta y dolorosa.

—¿Por qué?

—Quien juega con fuego se acaba quemando. A mí nadie me vence. Tú no eres más que un daño colateral— se acerca a mí, sostiene mi mentón y me mira a los ojos—. Te enamoraste de un monstruo y él amó a una humana. ¿Crees que seguirá queriéndote después de ver cómo te conviertes en un monstruo despiadada, sin corazón?

Sonríe malévoladamente y se marcha, aún sabiendo que no tiene ninguna opción de escapar, pues la familia VanGould ha podido localizar su posición y se dirije hacia ella. No le importa enfrentarse a un tormento, pues sabe que ha conseguido lo que quería, destruirme por completo. Vuelve a ganar la partida una vez más. Creí perderlo todo tras la marcha de Kai y su familia, pero ahora comprendo que la verdadera pérdida es aquella que supone decirme adiós a mí misma. Si me pierdo a mi misma, ya no me quedará nada.

He caído en batalla.

Envuelvo mi cuello con el pañuelo para enmascarar la marca de los dientes de Anabelle y hago ademán de marcharme del bosque con paso decidido. Regreso al coche sin estar pendiente de todo cuanto me rodea, perdida en mis pensamientos, preguntándome cómo haré frente a mi final. Nunca había pensado en cómo iba a morir y ahora, sin embargo, no dejo de darle vueltas. No podré ejercer la profesión que me apasiona, haré daño a las personas que me importan, olvidaré quien soy, no podré llegar a convertirme en madre ni recorrer mundo. Tendré que decir adiós a Kai Spinnet, a nuestro amor perdido. Antes de perderme para siempre quiero cumplir con mi promesa. Dedicaré hasta mi último segundo de humanidad en salvar las vidas de quienes me importan y después seré derrotada por el veneno.

Subo en el vehículo, aprieto con mis manos el volante hasta dejar mis nudillos blancos, y lloro desconsoladamente. Alzo la vista y comprendo el pañuelo que cubre mi cuello con ayuda del retrovisor central y procedo a apartar la tela para contemplar la marca. Dos pequeños agujeros enfrentados se encuentran a la altura de mi arteria, adoptando un color purpúreo semejante al de un hematoma. Acaricio la zona dolorida con mis dedos y recuerdo el momento del ataque, ese instante que recordaré para siempre. Vuelvo a cubrir la marca y sollozo, rompiendo a llorar, liberando un mar de lágrimas.

En ese instante alguien da sendos golpecitos en el cristal de la ventanilla. Ladeo mi cabeza hacia dicha dirección y me sorprendo al encontrarme con unos hipnotizantes ojos verdes, cuyas pupilas se agrandan al verme rota por el dolor. Enjugo mis lágrimas y le permito a mi acompañante adentrarse en el interior del vehículo.

—Elián...

—Dime que la bruja piruja no se ha escapado.

—La familia VanGould va tras su pista. Es cuestión de tiempo que le dé caza.

—Adoro los finales felices.

Bajo la mirada a mis manos y suelto un suspiro.

—No pareces muy estar de humor para celebraciones.

—Ella me ha quitado todo lo que me quedaba. Ha vuelto a ganar aún sabiendo que iba a ser apresada y encerrada.

—¿Te ha hecho daño?

—Mucho peor. Me ha quitado la vida, me ha sentenciado a muerte— desenvuelvo mi cuello y dejo al descubierto la marca de los colmillos de Anabelle. Elián entreabre los labios y suelta un suspiro, sin saber muy bien qué decir al respecto. Cierra la mano en forma de puño y se la lleva a los labios para apresarla entre sus dientes—. Voy a convertirme en un peligroso vampiro. Perderé la cordura y terminaré suponiendo una amenaza que deberá ser exterminada. Yo no quiero esto. Nunca estuvo en mis planes ser vampiro. No lo quiero.

—Joder— le propina un puñetazo a la guantera y luego se asegura de comprobar que sus huesos se encuentran en buen estado—. ¿Has tomado una decisión?

Humedezco mis labios y los entreabro con la esperanza de responder pero lo único que sale de mi garganta es un sollozo.

—Si no bebes sangre, morirás.

—Lo aceptaré. Quiero irme de este mundo siendo yo misma. No quiero convertirme en un monstruo que ponga en peligro a las personas que me importan.

—Vi un caso parecido al tuyo hace bastante tiempo. Ariana se perdió a si misma y estuvo a punto de morir por poseer el alma maldita de un vampiro original. En su caso, el sacrificio de su tía fue crucial para salvarle la vida. Quizás guarde relación. Tal vez tu alma pueda ser salvada por medio de un sacrificio.

—Ese es el problema, Elián. Perderé mi alma al convertirme en un monstruo. No será posible cambiar mi alma por otra cedida por medio de un sacrificio. No sabré cómo solía ser y esa, inevitablemente, será mi perdición.

Se aferra a una de mis manos y me mira con el ceño fruncido.

—Esta desición te pertenece, es completamente tuya. Solo quiero que sepas que aceptaré decidas lo que decidas. Puedes contar conmigo.

—¿Podrías hacer algo por mí?

—Pídeme lo que quieras y lo haré realidad por ti.

—Si me pierdo a mí misma antes de poder salvar a Kai, quiero que le des un mensaje de mi parte. Quiero que le digas que le quiero con todo mi corazón y que todo cuanto he hecho ha sido con tal de salvarle, siempre ha sido así. Me enamoré de tus demonios y le enseñé a aceptarse a sí mismo, a amar sus imperfecciones. Pídele por mí que siga adelante y que viva y busque la felicidad y no se detenga hasta encontrarla.

—La eternidad no tiene valor si no tienes con quien compartirla— cita las palabras que alguna vez le dijo alguien especial—. Se lo diré, cuenta con ello.

Doy vida al motor y me incorporo a la carretera a buen ritmo. Elián no me quita la mirada de encima en todo el camino de vuelta a casa. Quizás esté lamentando que algo tan terrible esté destinado a ocurrirme, aún habiendo obrado bien durante el tiempo que llevo vivido. Las peores cosas le suceden a las mejores personas. Es ley de vida.

—He estado indagando en viejos documentos y mira por donde, he encontrado un viejo hechizo que puede traer de vuelta a tus queridos vampiritos— abro los ojos como platos al oírle decir aquello e inconscientemente dejo de mirar al frente y me salgo de la carretera. Elián reacciona a tiempo, devolviendo el vehículo a un lugar seguro—. Solo se necesitan unas palabritas mágicas y unas gotas de sangre y bingo, vampiritos vivitos y coleando.

—¿Cómo lo has descubierto?

—Te sorprendería saber la cantidad de secretos que guarda una biblioteca estudiantil— esboza una sonrisa pícara que me recuerda a Kai y a continuación me guiña un ojo—. Esto es pan comido, rubita.

—¿En qué consiste el hechizo?

—Básicamente consiste en regresar a un tiempo pasado y realizar las modificaciones necesarias para evitar que la persona en cuestión muera.

—Podría evitar que sus cuerpos fuesen quemados e, incluso, que murieran a manos de la maldición.

Detengo el vehículo junto a la entrada de casa y permanezco unos segundos de más contemplando la calle poco transitada, donde los ciudadanos abren sus negocios de cara al público, dispuestos a cumplir con su jornada diaria.

—El problema es que solo puedes viajar hasta cierto punto del pasado. Hay cambios recientes que no pueden modificarse porque están destinados a construir el futuro— entiendo su referencia. No voy a poder evitar ser mordida por Anabelle. Estoy destinada a convertirme en un monstruo sin humanidad—. Tienes que tener cuidado con los cambios que realizas, podrían tener repercusión en el presente y no necesariamente positiva.

—¿Cuánto tiempo puedo permanecer en el pasado?

—Una hora. Si sobrepasas el límite corres el riesgo de quedar atrapada en el tiempo— intento digerir toda la información que me está dando de golpe y archivarla para recordarla más tarde. Elián me tiende una hoja vieja y amarrillenta en la que puede leerse el hechizo. Le regalo una de mis mejores sonrisas a modo de agradecimiento y estoy a punto de bajar del vehículo cuando toma mi antebrazo y me retiene en el asiento—. Nos han seguido. Esto no me da buena espina.

—Luz y Ayden están dentro— suelto de golpe, llevándome las manos a mi cabello—. Van a hacerle daño si no intervenimos.

—Tenemos que ir con cuidado. Somos el blanco. Pueden estar esperando esta tipo de reacción por nuestra parte.

Libero mi brazo del agarre del chico y abandono el coche.

—No pienso quedarme de brazos cruzados mientras ellos pueden estar en peligro— muestro mis palmas en señal de defensa y emprendo una carrera hacia el interior de la casa, seguida por el chico de ojos verdes—. ¡Luz! ¡Ayden! ¿dónde estáis?

Voy hacia las escaleras y subo los peldaños de dos en dos, alcanzando la cima en un tiempo récord, y busco en las habitaciones a ambos, sin obtener resultado, lo que me lleva a la desesperación. Apoyo mi espalda en una pared y palpo mi pecho, intentando ralentizar mi corazón, protegiéndome de un posible ataque de ansiedad.

Vuelvo a la planta baja y entro en el salón, donde encuentro a Micelaus acompañado por un grupo de vampiros que nunca antes había visto, que retienen a la chica de tez morena y al pequeño de la familia. Luz está arrodillada en el suelo, con unas cuerdas atadas a sus manos, vigilada por un vampiro que la mantiene presa. Ayden está de pie con las manos encadenadas a su espalda, forcejeando con tal de liberarse.

—Vaya, mirad a quién tenemos aquí, al vampiro que lo dejó todo por vivir una vida humana junto a la chica a la que ama y a Sophie Summers, la valiente enfermera.

—¿Ahora te dedicas a esclavizar a niños?— replica Elián Vladimir con repulsión—. ¿Por qué no dejas este absurdo numerito y te vas con tu grupo de energúmenos a otra parte?

—Por una razón muy sencilla. Los hermanos Spinnet me traicionaron, me dieron la espalda cuando más los necesité y ahora voy a recuperar lo que es mío.

—Vete de esta casa ahora mismo— le ordeno a plena voz—. Ellos no te quieren aquí y yo tampoco. Sal de nuestras vidas de una vez por todas. Coge lo que es tuyo y vete.

—La confianza no puede recuperarse, pero el poder y el honor sí. Voy a quitároslo todo hasta que no os quede nada y, entonces, seréis derrotados. Crearé un imperio a partir de las ruinas de la familia Spinnet. Formaré mi propio ejército, más resistente e invencible. Nada ni nadie podrá derrotarme.

Mic le hace una seña a uno de los vampiros para que le hagan un corte en el antebrazo al chico de cabello moreno y le extraigan una buena cantidad de sangre. El plasma escapa de la herida de su brazo y se desliza por su miembro hasta alcanzar los dedos de su mano, saltando al vacío para terminar por almacenarse en un cubo metálico. Ayden grita de dolor y hace ademán de liberarse de las cadenas que le aprisionan. Sus pupilas se agrandan y su iris se vuelve dorado como consecuencia del dolor que está sufriendo.

—¡Suéltale!— le insto con rabia contenida. Micelaus niega con su dedo índice y, a cambio, le pide a otro de sus chupasangres que comience a inyectar la sangre extraída del chico a los vampiros a fin de convertirlos en una criatura sobrenatural semejante a Ayden, totalmente nueva, fuerte y realmente poderosa—. Como vuelvas a ponerle una mano encima, no responderé por mis actos.

Ríe ante mi amenaza.

—Dereck, es el turno de la brujita. Sométela a tal presión que no tenga otra opción que estallar como una granada. Quiero ver su potencial, su fuerza de voluntad, el control que tiene sobre los poderes que maneja.

Elián coje una lanza de adorno de la pared y se la lanza a Micelaus, dándole de lleno en el pecho izquierdo. El vampiro fulmina con la mirada a su enemigo y se extrae el arma antes de proceder a lanzar un ataque a modo de venganza. Aprovecho la distracción de ambos para ir hacia el grupo de vampiros que merodean a ambos brujos para deshacerme de ellos con ayuda de objetos que voy encontrando por el camino. Ayden llega a tal estado de furia que logra romper las cadenas que le aprisionan con una fuerza descomunal. Luz prende las cuerdas que la mantienen presa y salta sobre un vampiro con tal de reducirle, pero este responde lanzándola por los aires para luego inmovilizarla con el cuerpo e intentar asfixiarla.

Ayden le propina una patada a uno de los enemigos y luego salta sobre el vampiro que intenta quitarle la vida a su prima, atravesándole el pecho con un fragmento de madera. El cuerpo inerte cae al suelo y se vuelve de un tono apagado. El chico observa la estaca de su mano, impregnada de sangre y permanece en shock. Deja caer el arma al suelo y mira sus dedos ensangrentados sin saber muy bien cómo sentirse o qué hacer.

Elián se las vale para enviar a la insconciencia a gran cantidad de vampiros, quitando una amenaza de en medio en poco tiempo. Cuando tan solo quedan Micelaus y él, Luz comienza a gritar a plena voz hasta desgarrarse la garganta, posibilitando que el suelo y las paredes comiencen a temblar, las bombillas parpadeen para terminar estallando y lanzando fragmentos punzantes en todas direcciones. La lámpara central se descuelga y cae al piso.

Un hilo de sangre escapa de la nariz de la bruja que cae de bruces al suelo, debilitada por haber hecho uso de un pode de gran magnitud. Micelaus sospecha que las cosas van a ponerse feas de un momento a otro y decide irse con su ejército de neófitos a otra parte. Voy corriendo hacia Ayden y acojo su rostro entre ambas manos. Alza su vista y me mira con las pupilas dilatadas y con destellos dorados en su iris. Tiene los labios entreabiertos dejando al descubierto dos imponentes colmillos que anuncian que acaba de activar su gen vampírico maldito. Le estrecho entre mis brazos, consciente de que necesita un abrazo más que nunca. Elián va hacia Luz y le ayuda a incorporarse y recuperarse del desafortunado encuentro.

—He matado a alguien...

—Iba a acabar con la vida de Luz— deposito un beso en su coronilla—. Sh, tranquilo, no hay nada que temer. Has sido muy valiente. Has hecho lo que tenías que hacer.

—Ahora soy uno de ellos— se aparta de mí de forma brusca y retrocede un par de pasos—. Matar a alguien no me convierte en alguien valiente, sino en un cobarde. No soy mejor que ellos. Soy exactamente de la misma calaña.

Ayden me da la espalda y se va caminando hacia la salida de casa. Intento ir tras él para impedir su marcha pero Elián me lo impide aferrándose a mi antebrazo.

—Necesita estar a solas. Su vida va a cambiar a partir de ahora y debe estar preparado para ello. No es fácil decir adiós a una etapa, a la persona que solías ser. Ahora más que nunca necesita conocerse a sí mismo y tomar sus propias decisiones.

—Sophie...

Giro sobre mis talones y me enfrento a la chica de tez morena que pierde el equilibrio y cae inevitablemente al vacío, perdiendo el conocimiento. Corro hacia su posición y la acojo entre mis brazos con cuidado.

—¿Qué le ocurre?— le pregunto a mi acompañante, alzando la vista y mirando directamente a sus ojos verdes.

—El poder que posee es mayor del que es capaz de soportar. Si no aprende a gestionarlo, terminará acabando con ella.

—¿Qué estás intentando decir?

—El exceso de poder la está matando— concluye.

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