Capítulo 3
Tenía claras tres cosas desde la muerte de la que había sido mi segunda familia. La primera era que no les dejaría caer en el olvido por mucho tiempo que pasara, siempre iban a ocupar un lugar muy importante en mi corazón. La segunda hacía referencia a mi deseo imparable de dar todo cuanto tengo con tal de concederles una oportunidad más para vivir como llevaban años deseando hacerlo. Y la última era que no importara las dificultades con las que me encontrara por el camino, iba a conseguirlo a toda costa.
El coraje y la fortaleza viven en mí. Soy una Spinnet y he de comportarme como tal.
Camino con temor por entre pilas de chatarra reservadas en un desguace solitaria en el que me he refugiado con tal de evitar ser localizada por Sophie. Ella no comprende cómo me siento, no se hace una idea de cuán importante es para mí hacer esto. No se trata de un capricho, es una cuestión de vida o muerte. Tengo claras mis decisiones, espero que ellas también. Voy a salvar a mi familia y nada ni nadie va a poder pararme los pies.
Pierdo el hilo de mis pensamientos al oír un sonido metálico a mis espaldas. Rápidamente siento un gran temor que me recorre la columna vertebral a una velocidad de vértigo y miro a mis espaldas con la esperanza de dar con algún enemigo al acecho. Un conjunto de vampiros se alza a pocos metros de mí, con sus colmillos preparados para desgarrar mi piel y sus pupilas aumentadas hasta el punto de ocupar casi todo el iris. Intento retroceder y marcharme de allí cuando descubro que estoy rodeada por vampiros liderados por el Diablo y su fiel compañero, mi abuelo, a quien no considero como tal.
—Es muy tarde para una chica como tú estar en la calle, ¿no crees?— comienza a decir esa voz que me resulta tan familiar. Me niego a llamarle abuelo, para mí no es más que un fantasma del pasado, un monstruo más terrible que aquellos que aseguran dormir bajo mi cama—. Podrías correr la mala suerte de ser agredida por unos vampiros sedientos de venganza.
—No os tengo miedo.
—Una chica sola en el mundo tras perder a toda su familia. ¿Quién podría salvarla cuando se encontrase en apuros?
—Yo misma puedo hacerlo.
—Tu objetivo no va a llegar a realizarse. Nadie va a poder salvarte de morir esta noche. No importa cuanto grites, los muertos no pueden escucharte desde la tumba— siento un malestar concentrado en mi corazón al oírle decir eso al Diablo, quien esboza una sonrisa pirata al vislumbrar el miedo y la tristeza en mis ojos—. Los diversos colectivos sobrenaturales hemos pactado impedir el regreso de los Spinnet, acabar por fin con toda su estirpe, la lacra que suponen para la sociedad. Y tú estás dentro de ella. Eres un riesgo que no podemos correr. Primero acabaremos contigo, luego iremos a por Ayden y terminaremos asesinando a Sophie. Con tan solo pensarlo se me acelera el corazón. Matar a alguien es tan emocionante.
—Aún lo es más cuanto llevas tiempo deseando hacerlo— coincide el fantasma del pasado hacia el que tanto odio he generado—. Cuando hayamos acabado contigo, hazme un favor y dale un mensaje a esos niños que jamás debieron nacer— su comentario alude a John y Kai. No entiendo como alguien puede sentir tanto odio hacia sus propios hijos hasta el punto de desear verles sufrir incluso después de la muerte—, hemos vencido, que se pudran en el infierno. Aquí termina su esplendoroso imperio.
Un chico de cabello castaño aparece a mis espaldas. Rápidamente reconozco a la persona que trabaja codo con codo con el bando enemigo, alguien cuyo rostro me es familiar. Nunca creí que dejaría de luchar junto a los buenos para aliarse con quienes desean que reine el mal. Tal vez la sucesión de catástrofes le ha llevado a perder la esperanza en la bondad. El semblante de Cormac es iluminado por la luz de la luna llena. Está serio, aunque seguro de lo que quiere.
—Cormac, sujétala y no la dejes marchar— el lobo se acerca a mí y se aferra a mis manos, inmovilizándolas con fuerza. Intento liberarme, lanzando patadas al aire, removiéndome nerviosa con tal de volver a conseguir mi ansiada libertad. Los vampiros se acercan a mí con tal de contribuir en la hazaña de poner fin a mi vida, pero les alejo de mi persona dándoles algunas patadas. Los enemigos se enfurecen hasta el punto de abalanzarse sobre mí, dejándome caer al suelo. Puedo sentir el aliento metálico de los neófitos en mis mejillas, sus colmillos amenazando mi piel—. Antes de acabar contigo te sacaremos la información necesaria para encontrar los cadáveres de tus queridos vampiros para hacerlos arder, acabando con toda la posibilidad de traerles de vuelta.
Cormac me coge en brazos y me lleva hacia una silla en malas condiciones, asegurándose a atarme las manos para impedir mi huida. El Diablo se acerca por mis espaldas y le indica a uno de los mayores destripadores de la historia vampírica que haga una donación generosa de su sangre. Con sus dedos humedece mis sienes y el demonio introduce sus uñas largas y oscuras en ellas, adentrándose en mi mente, provocándome un dolor insoportable.
Grito con todas mis fuerzas y me retuerzo de dolor. A medida que el Diablo profundiza en mis pensamientos, derribando barreras que le impiden acceder a mis recuerdos más preciados, el sufrimiento que siento se intensifica hasta el punto de hacerme sentir fuera de mi propio cuerpo, llevándome prácticamente a la inconsciencia. Pongo todo mi empeño y fuerza en mantener en secreto el lugar donde descansan los ataúdes y surte efecto porque no les dejo acceder al lugar exacto en el que se hallan ocultos.
El Diablo sale de mi mente y hace ademán de comunicar lo que ha visto cuando dejo caer la silla hacia atrás tras darle una patada al lobo que yace enfrente mía. Me llevo un buen golpe en la cabeza pero ello no me impide quedarme de brazos cruzados. Con ayuda de mi magia fundo las cuerdas con fuego. Corro lejos de mis enemigos, intentando escapar de ellos, mirando hacia atrás cada pocos segundos.
No podré marcharme de allí siendo libre si no hago algo por mi parte. Tengo que detenerles sea como sea, no pueden seguirme ni frenarme en la consecución de mis objetivos. Sé lo que debo hacer y cómo llevarlo a cabo. Tendré que emplear una gran cantidad de magia, dejarla fluir por todo mi ser, aún sabiendo que no tengo control sobre ella y es peligroso. Es mi única opción.
Alzo mis manos cerradas en puño y al abrirlas ocasiono que todas las pilas de chatarras exploten al mismo tiempo, lanzamos fragmentos punzantes en todas direcciones, ardiendo intensamente hasta el punto de generar una nube oscura que impide ver con nitidez y ahoga los pulmones de los vampiros que me acechan. Sonrío satisfecha al haber logrado mi cometido y me llevo la mano a la nariz, localizando una hemorragia que mancha mi labio superior.
Con ayuda del poder que se me ha concedido abro un portal con aspecto de espejo, donde pequeños fragmentos sobresalen hacia el exterior, centelleando con las llamas. Entro en él y me aseguro de cerrarlo antes de que mis enemigos puedan seguirme. Desemboco en un bosque solitario y sumido en la penumbra.
Dejo que las piernas me flaqueen y mis rodillas impacten contra el terreno. Apoyo mis manos en la hierba fresca y me permito suspirar aliviada, recuperar el aliento tras la persecusión, agradecida por haber salido con vida después de lo sucedido. Podría no haberlo contado. Una vez más mi poder e ingenio me han salvado. Sé que es peligroso poseer tanta magia, pero también es beneficioso, una puerta abierta hacia el éxito. Soy una bruja muy poderosa, quizás la que más de toda la historia, pero me enfrento a un destino muy cruel, persigo un objetivo arriesgado, complicado y aparentemente imposible. No podré alcanzarlo sin contar con más poder y ayuda. Es hora de tomar la segunda decisión arriesgada, contactar con los ancestros.
Una estrella de seis puntas elaborada a base de sal me permitirá contactar con el más allá, con los hechiceros de los que desciendo. Cuanto más poder pueda reunir, más me acercaré a mi destino. Así que sin más dilación me ubico en el centro del círculo, palpo con mis manos el suelo y miro hacia el cielo tras hacer arder la sal, concediéndoles a los ancestros el poder de entrar en mi cuerpo.
Voces, voces y más voces que me recriminan por perder la razón al desear hacer todo cuanto esté en mis manos con tal de traer de vuelta a mi familia. Puedo oír gritos que me hacen sentir culpable y extremadamente indefensa, voces que me alertan de peligrosos y me echan en cara la descerebrada idea que tengo pensado llevar a cabo. Los ancestros intentan expulsarme del más allá, pero intento quedarme el mayor tiempo posible, exponiendo mis razones.
"Ellos me lo han dado todo. Son mi familia, no puedo dejarles marchar sin más. Siempre hay algo que se puede hacer. Pienso intentarlo todo. Sé que podré traerles de vueltas si me vuelvo más poderosa. Necesito que entréis en mi cuerpo y me fortalezcáis"
"Es una insensatez traer de vuelta a los Spinnet. Nos pondrían en peligro a todos. Acceder a algo semejante supondría un grave error"
"El mundo sobrenatural ya está comprometido. La familia VanGouuld está en cólera tras conocer que los vampiros originarios han caído. Es cierto que ocasionaban rencillas ocasionalmente y que quitaban vidas como si nada, pero eran un mal necesario.Gracias a ellos han sucumbido futuras amenazas. Sin los Spinnet, estaremos perdidos. Los VanGould arrasarán con todo, serán estrictos y nada empáticos con los errores que se cometan a partir de ahora".
"No es buena idea"
"Dadme el poder que necesito y, a cambio, podréis tener influencia sobre mí. Sé lo que supone tener un gran poder, es sinónimo de morir. Podréis conseguir mi muerte y canalizar mi poder, devolviéndolo a la naturaleza. Restableceréis el equilibrio y acabaréis con una posible futura amenaza. Me entrego a vosotros, ancestros".
"Te tomamos la palabra. Deuda es deuda"
Los ancestros vienen hacia mi posición y atraviesan mi cuerpo una y otra vez, despertando un fuerte dolor en mi pecho que me hace gritar de dolor y caer de espaldas al suelo, quedando encerrada en el interior de la estrella de seis puntas. Poco a poco el dolor va siendo sustituído por un poder inigualable que me fortalece y me hace sentir invencible, capaz de conseguir todo cuanto me proponga.
Doy los primeros pasos y abandono la estrella tras conseguir que las llamas se hicieran a un lado, concediéndome el paso hacia mi próximo destino. El fuego se propaga por pequeñas ramas esparcidas por la tierra a cada lado del sendero, guiándome hacia mi destino. Decido perderme por los caminos inescrutables, pisando fuerte, sintiendo como la suerte está de mi lado. A cada paso que soy el césped arde. Atrás dejo un imponente incendio que evidencia que ahí fue donde me convertí en alguien más fuerte.
Un nuevo portal formado por diamantes purpúreos me transporta hasta un acantilado que comunica dos montañas por medio de un puente colgante en condiciones pésimas. A unos metros por debajo se encuentra el mar poseído por la locura, imperioso y temeroso que deteriora la piedra con su fuerza incuestionable. A lo lejos, al otro lado del puente, se alza una ciudad organizada en forma escalonada, en cuya cima descansa un imponente castillo de piedra de aspecto antiguo, adornado con unas banderas rojas en su exterior, simbolizando la sangre.
Cruzo el puente con paso decidido hasta llegar al otro lado y, con tal de impedir ser alcanzada con facilidad, me encargo de destruir la unión de ambas montañas con ayuda de la magia. Las tablas comienzan a caer una a una hasta desarticular el puente por completo. Las cuerdas caen al vacio tras ser carbonizadas. Lo único que queda de aquel antiguo y deteriorado puente es un abismo. Mis pies y mi iniciativa emprendedora me llevan a perderme en los campos de flores violetas que llevan hacia el ascenso a la ciudad.
Las calle están abarrotada de personas que van disfrazadas de blanco, mostrando su pureza, su fidelidad hacia los vampiros que gobiernan en la alta sociedad sobrenatural, ofreciéndose a modo de ofrenda con tal de convertirse en una criatura de la noche o un aperitivo que pueda saciar el hambre voraz de los vampiros. Todas llevan una vela entre sus manos de color amarilla con la mecha encendida y una daga adornando el pecho izquierdo. Mi aspecto sobresale entre la multitud, puesto que no voy vestida de blanco, ni formo parte del festejo que va a tener lugar. Aún no he llegado a la cima y ya comienzo a sentir vibraciones negativas. Todo este espectáculo no me da buena espina, es como si anunciara que algo terrible va a suceder.
Al alcanzar la plaza del ajedrez, llamada así porque su suelo está compuesto por dos tonalidades y está rodeada por peones que están orientados hacia unas imponentes escaleras que llevan al castillo majestuoso donde reside la alta sociedad. En su cima la bienvenida la da tres figuras de reyes, simbolizando a los hermanos VanGould. Los peones se desplazan de posición para anunciar que ya es la hora del sacrificio.
Las personas vestidas de blanco comienzan a decir en voz alta los votos mediante los que desean convertirse en los no muertos. Un hombre vestido con una caperuza negra va pasando entre la multitud y selecciona a aquellas personas en las que ve un gran potencial. A todas les entrega una copa con sangre, algunas con un veneno mortal para acabar con los rechazados y otras con la inmortalidad incluída. Todos beben de sus copas sin saber qué se encontrarán y luego proceder a degollarse a sí mismos con la daga. Caen al suelo sobre un charco de sangre, impregnando sus capas blancas de rojo. Algunos vuelven a la vida poco después, recibiendo una bendición y alimento, mientras otros no despiertan más y se convierten en el aperitivo de los neófitos.
El vampiro cruza una mirada conmigo y viene directo hacia mí al descubrir que no formo parte del ritual con tal de descubrir qué hago en las proximidades, desvelar si soy una amenaza. Intento huir hacia las escaleras, dispuesta a llegar a mi destino cueste lo que cueste, cuando se aferra con fuerza a mi antebrazo y me acerca a sí. Se quita la caperuza, dejando al descubierto su cabello moreno y sus ojos azules con motas rojas.
—¿Quién eres y qué estás haciendo aquí?
—He venido a hablar con la familia VanGould. Y si no te importa, me gustaría cumplir con mi cometido. ¿Podrías soltarme? Me haces daño.
—¿Qué te ha traído hasta ellos?
—Eso no es de tu incumbencia.
—Ya lo creo que sí— confiesa, mirándome con ojos demandantes. Sus labios gruesos se entreabren y dejan al descubierto sus colmillos afilados. No siento miedo. He visto dientes más letales con anterioridad. Creo que ya no le temo a nada más allá de la soledad—. Pertenezco a la familia VanGould y no me consta que tengas una visita programada.
Suelto un suspiro y le miro incrédula.
—¿Cómo sé que no me estás mintiendo?
—Mi nombre es Rydian VanGould y esta es mi identidad— se levanta la manga y muestra su antebrazo donde grabada la habilidad de poder apoderarse de otros cuerpos y adueñarse de los pensamientos de esa persona en su propio beneficio—. Puedo adueñarme de cualquier cuerpo cuando se me venga en gana. Puedo entrar en tu mente con facilidad y conocer todo de ti. Puedo saber si mientes y modificar tus emociones según me convenga.
—Antes de adueñarte del cuerpo de las personas deberías pedir permiso— ironizo con tal de hacerle saber que no pienso ponérselo fácil—. Yo soy la bruja más poderosa que jamás ha existido y puedo reducirte a cenizas antes de que puedas reaccionar.
Sonríe, dejando entrever sus dientes.
—Los VanGould estamos muy ocupados encargándonos de asuntos cruciales— por un momento miro a mis espaldas y observo la sangre y los cuerpos inertes—. Siento que hayas tenido que venir desde tan lejos para nada. No atendemos a menos que sea un asunto que requiere una urgencia.
—Soy Luz, la hija de Kai Spinnet, el vampiro originario.
—No me importa quien seas. No serás atendida como he dicho. Quédate a disfrutar del festejo, si quieres.
Asiento una sola vez y voy directa hacia el centro de la plaza para dar un puñetazo seco en el suelo, haciendo arder todo cuanto me rodea, fragmento las lozas de colores del suelo, derribando los peones que terminan haciéndose añicos. A continuación levanto la vista al cielo y, meneando uno de mis dedos, provoco que el cielo se llene de nubes grisáceas y se presenten truenos, además de levantar un vendaval que eleva en el aire hojas y juega con la tela blanca de las capas de los muertos. Le revelo a las personas de mi alrededor que soy una bruja, les abro los ojos al revelarles que existe un mundo sobrenatural, una regla prohibida para todos los mundanos salvo para los cazadores.
Rydian se encarga de apoderarse de todos los cuerpos y hacerles olvidar lo que acaban de ver, eliminando todos los recuerdos y pensamientos relacionados con dicha situación. Luego viene directo hacia mí, se aferra a mi antebrazo con fuerza y tira de mí hacia la cima de la escalera, llevándome, prácticamente, a rastras. Una vez arriba me conduce al interior del castillo de aspecto majestuoso, custodiado por un grupo de vampiros, que al verme no pueden evitar sorprenderse.
—¿Adónde me llevas?
—Acabas de incumplir una norma sagrada para nuestra comunidad. Vas a responder frente a mis hermanos como una traidora. Has encontrado la muerte tú solita. Felicidades, no saldrás con vida de este castillo.
—De todas formas no iba a hacerlo.
Descendemos por unas escaleras en caracol que llevan hacia un corredor sombrío con una enorme puerta al final adornada con un lazo morado. Rydian abre el portón y se adentra en la nueva estancia llevándome consigo, bajo la inquietante mirada de dos vampiros, uno con el cabello castaño y largo, de ojos verdes, y otro rubio de ojos marrones.
—¿Traes un nuevo aperitivo, Rydian?
—Mejor aún. Me acompaña la bruja más poderosa de la historia— el vampir rubio que habló con anterioridad enarca una ceja y se acerca a mi posición con paso decidido—. No va a hacer falta que abandonemos nuestro hogar. La persona que esperábamos ha venido aquí por su propio pie.
—¿Cuál es tu nombre?— los ojos marrones de unos de los hermanos VanGould se encuentran con los míos por una milésima de segundo. Levanta mi barbilla con una de sus manos, obligándome a sostenerle la mirada—. ¿Te ha comido la lengua el gato?
—Ella es una de las supervivientes de la familia Spinnet, Marcus.
—Absolutamente fascinante. Tenías razón, Rydian, no va a hacer falta movernos de casa. Tenemos el asunto a tratar ante nosotros. Me atrevería a decir que es mucho más cómodo, así evitaremos levantar rumores acerca de nuestros movimientos.
Trago saliva y miro al vampiro que tengo delante.
—Soy Luz Spinnet y he venido hasta aquí para llegar a un acuerdo.
—¿Llegar a un acuerdo?— Marcus se echa a reír ante mi propuesta y mira a su hermano Rydian, esperando compartir su diversión por igual—. Lamento decirte que los VanGould no llegamos a acuerdos con nuestros enemigos.
—Yo no soy el enemigo— me excuso precipitadamente—. Vosotros admitisteis que los Spinnet eran un mal necesario. Les permitíais vivir a cambio de exterminar amenazas y jurar fidelidad de por vida.
—Teníamos un pacto, así es. Pero todo acuerdo desapareció en cuanto tus queridos vampiros fueron derrotados y enviados al más allá sin cumplir con su promesa. El tratado se ha roto. Nadie que rompa una promesa con los VanGould puede seguir con vida. La traición se paga con la muerte— informa el vampiro de ojos verdes—. Ahora somos nosotros quienes tenemos que ocupar el lugar de los hermanos Spinnet. Debemos exterminar toda amenaza y asegurar nuestra supervivencia, restablecer la fidelidad. ¿Cómo vamos a gobernar si no castigamos a los traidores? Es cierto que los Spinnet han muerto, pero aún quedan supervivientes y son precisamente ellos los que van a responder por sus antepasados.
Niego con la cabeza y retrocedo un par de pasos.
—Se ha expuesto frente a todos los humanos al mostrarse como una bruja— informa Rydian—. Estamos a salvo. Me he ocupado personalmente de borrarle todos los recuerdos relacionados con lo sucedido a todos los presentes.
—Ha incumplido una de nuestras normas más sagradas. La traición se paga con la vida. Responde ante tu condena con esa valentía que caracteriza a los Spinnet— pide Marcus, haciéndole una seña a su hermano de ojos verdes—. Ya sabes lo que tienesque hacer, Viktor.
Viktor se vale de su mirada para aumentar la temperatura de mi sangre hasta el punto de sentir que tengo un incendio desatándose en mi interior. Mi epidermis sufre de intensos picores y comienzan a enrojecerse y desprender vapor. A continuación de esa sensación viene una profunda asfixia que asciende desde mi estómago hasta mi garganta, oprimiéndose las vías respiratorias. Caigo de bruces al suelo y me llevo la mano al cuello a la par que intento respirar levantando la cabeza.
—¿Puedes sentir cómo el aire no puede entrar, como tus pulmones arden? Esto es solo el principio de un eterno sufrimiento. No te ofendas pero nuestra especialidad es acabar de forma lenta y dolorosa con nuestras víctimas.
Con ayuda de mi magia consigo enviar una imponente fuerza hacia mis enemigos que los lanza por los aires antes de hacerles caer al suelo. Consigo ponerme en pie y valérmelas para mantener a los vampiros adheridos a la pared desde la distancia, haciéndoles experimentar un dolor terrible al convertir su sangre en cristales mediante el descenso de temperatura. Marcus se vale de su habilidad para desplazar una silla de piedra hacia mí, golpeándome con ella en las costillas. Caigo al suelo una vez más e intento arrastrarme por él con tal de huir cuando Viktor se aferra a mi cabellera y me conduce hacia un altar donde yace una fuente, sumergiendo mi cabeza en ella sucesivas veces, privándome de la respiración.
—¿Unas últimas palabras?
—Jamás venceréis, cobardes.
Viktor me coge en brazos y hace impactar mi cuerpo contra una mesa de cristal, haciéndola añicos, para luego lanzarme hacia una pared lejana. El golpe es tan fuerte que por un momento me siento incapaz de incorporarme y salir de allí por mí misma. Marcus viene hacia mí, coge mi antebrazo y me conduce hacia el centro de la estancia, arrodillándome en el suelo. Levanta mi cabeza y observa mi cara magullada y ensangrentada. Prueba mi sangre con ayuda de su dedo índice y me muestra sus colmillos rojos.
—Voy a romperte todos los huesos antes de acabar contigo— susurra en mi oído. Sin más dilación se aferra a mi hombro y con un brusco movimiento me lo rompe. Aullo de dolor y comienzo a temblar de pies a cabeza—. Cuenta conmigo, si quieres. Intenta aguantar hasta el final.
En ese instante entre en la sala Sophie y Elián Vladimir que al presenciar la escena no tardan en entrar en acción. El chico dispara con dos pistolas a los vampiros mientras su acompañante se vale de reliquias oscuras heredadas para provocar el mayor daño a los acechantes. Aprovecho la distracción de los VanGould con la llegada de dos nuevos miembros para destrozar el techo del castillo, haciendo caer fragmentos de piedra en el centro, separando a los vampiros enemigos de nosotros.
—¿Estás bien, brujita?
Le dedico una sonrisa a cambio y me pongo en pie aferrándome a mi brazo herido. Sophie se acerca a mi posición y se ubica justo delante, resguardándome detrás suya. Elián se vale de un hechizo de encubrimiento que lanzo para desplazarse hasta Rydian, rompiéndole el cuello, enviándole directamente a la inconsciencia. Luego hace ademán de ir a por Viktor, pero este es capaz de detectarle bajo el hechizo, de forma que le aprisiona y luego lo lanza contra el suelo, colocando sus manos en su espalda, inmovilizándolo, golpeándole una y otra vez la mejilla derecha contra el suelo hasta dejarle amoratonada.
—Solo queremos hablar— interviene Sophie, sosteniendo entre sus manos una granada de verbena, esperando a lanzarla con tal de defenderse—. Luego nos iremos y no tendréis que vernos más. Y creédme, saldréis ganando.
—Estoy impaciente por escucharte— confiesa Viktor con una sonrisita—. ¿Qué puede ofrecerme una humana, a parte de su sangre para calmar mi sed?
—Hemos venido hasta aquí para pediros que nos ayudéis a traer de vuelta a la familia Spinnet— comienza a decir la mujer de cabello dorado con voz temblorosa—. Sabemos que podéis intervenir con los ancestros, hacer posible que puedan volver. Daríamos y haríamos lo que fuera si estáis dispuestos a ayudarnos.
—Ellos han muerto— replica Marcus, salvando el cuerpo inconsciente de Rydian—. No se puede traer del más allá a un vampiro que ha sido herido con el arma letal.
—No han muerto, solo están sumidos en un profundo sueño— contradice Sophie Summers—. Queremos pediros que nos ayudéis a despertarles, a encontrar la forma de devolverles a la realidad sin alterar el equilibrio propio de la naturaleza. Todo volverá a la normalidad. Ellos volverán a encargarse de eliminar amenazas futuras, mantendrán su lealtad para siempre.
—Rompieron el tratado. No podemos salvar a traidores. Están donde merecen estar.
Elián frunce el ceño y aprieta la mandíbula.
—¿Cuánto tiempo lleváis detrás de la pista de la víbora que os arrebató una reliquia familiar? La vara del mal, si no me equivoco.
—¿Qué sabes de Anabelle?— inquiere Viktor.
—Sé que estábais enamorados de ella y que jugó con vosotros con tal de conseguir la reliquia. Luego se cansó de jugar con marionetas y se dio el piro. Si me hubieran convertido en un juguete roto y me hubiesen robado una reliquia familiar, estaría muy cabreado.
—Déjate de rodeos, Vladimir, y escúpelo de una vez.
Elián sonríe ante la impaciencia de Viktor y se palpa la mejilla herida para enjugar la sangre que la impregna.
—Esa víbora ha vuelto de entre los muertos y está vivita y coleando por ahí. Es poderosa pero tiene miedo y esa es una debilidad que puede llevarla a la muerte. Yo, personalmente, puedo encargarme de localizarla y hacerle encarmentar con mis métodos, aunque no creo que sean de vuestro agrado.
—¿Propones dar caza a Anabelle por nosotros a cambio de encontrar la forma de despertar a la familia Spinnet del terrible sueño en el que se encuentran sumidos?— interviene Marcus—. Deberías haber empezado por ahí desde el principio. Es una propuesta interesante, no puedo negarlo, pero aún no sabemos si podemos confiar en vosotros.
—Créedme, tengo las mismas ganas que vosotros de darle caza a esa víbora. Enviarla al infierno será el mejor regalo de Santa Claus.
—Tenemos un trato, pues— Marcus entrecha la mano de Elián y nos mira alternativamente a Sophie y a mí con una sonrisa maliciosa—. Tenéis tres días. Si no cumplís en el plazo establecido, nos haremos una visita y esta vez no será agradable.
—Bien— concluye Elián tajante—. Ah, y una última cosa. Puede que ya no sea vampiro, pero aún recuerdo cómo ser un monstruo.
Elián nos indica que abandonemos el castillo, arropándonos con sus brazos, acercándonos a su persona con tal de asegurarse que estaremos a salvo.
—Gracias por vuestra cordial visita— dice Marcus.
Salimos del castillo y vamos directo hacia un coche descapotable de color rojo. En su interior se encuentra Ayden sosteniéndose la cabeza con ambas manos, mirando hacia la alfombrilla. El chico de ojos verdes toma asiento en el volante y Sophie a su lado, mientras yo me decanto por ubicarme junto a mi primo.
—¿De dónde habéis sacado este coche?— intervengo.
—Lo hemos robado en el aeropuerto— dice con total naturalidad el hombre de ojos verdes—. Adoro mi Volkswagen Karmann, pero con él no habríamos llegado a tiempo ni de coña.
—Que hayáis robado un coche es ahora una de mis últimas preocupaciones.
—¿Se puede saber por qué narices te fuiste?
—Descubrí que la familia VanGould podría ayudarme y no lo pensé dos veces. Era mi única alternativa, no podía quedarme de brazos cruzados, debía intentarlo.
Sophie enreda sus dedos en su cabello dorado.
—Casi mueres al intentarlo. No quiero ni pensar qué hubiera pasado si no hubiésemos llegado a tiempo. Habrías muerto, Luz. ¿Sabes cómo se sentiría Kai si te perdiera? No te haces una idea de cómo de abatida me sentí al saber que te habías ido. Yo también estoy pasándolo francamente mal, me duele la pérdida de Kai, le echo de menos todos los días. Sé cómo te sientes, lo comprendo y comparto tu dolor, pero no podemos arriesgar todo cuanto nos queda. Debemos ser fuertes y permanecer unidas para encontrar una forma de traerle de vuelta, tanto a él como a los demás.
—Lo siento. Yo solo quería salvarles.
—Daremos con la forma de traerles de vuelta.
—Los VanGould han accedido a ayudarnos a cambio de encontrar a Anabelle. No va a ser nada fácil dar con ella. Es muy astuta y escurridiza. No va a ponérnoslo fácil— anuncia Elián Vladimir, mirando a través del retrovisor central—. ¿Alguna idea ingeniosa?
Acaricio el cabello de Ayden y me percato de que tiene la temperatura corporal aumentada hasta el punto de hacerme sospechar que tiene fiebre. Ayden alza la vista y me mira con sus pupilas agrandadas e iluminados por destellos dorados.
—Ella me quiere a mí— admite Sophie de forma pausada—. Ella quería beneficiarse del amor que sentía Kai por ella con tal de sacar algún beneficio, ya fuese protección o fortaleza. Últimamente sus planes se han visto truncado por mí culpa. Sabe que Kai me quiere y que no cederá a sus encantos y súplicas. Desea quitarme de en medio para poder contar de nuevo con esos beneficios. Yo soy lo único que la distancia de su objetivo. Por eso es justo que yo me convierta en el verdugo. Ella me buscará, sé que lo hará. Le estaré esperando con los brazos abiertos. La engatuzaré y haré que responde ante los VanGould. Solo es una cuestión de tiempo.
—Es el plan más estúpido que he oído. No puede salir bien. Anabelle se olerá la trampa y no cederá tan fácilmente.
—Solo soy una humana, Elián. Ella es un vampiro y tiene magia oscura. Sabe que puede derrotarme con los ojos cerrados. Anabelle no se esperará que pueda derrotarla. Le haré creer que no tengo nada que hacer contra ella y cuando quiera atacarme, le inyectaré un suero que le privará temporalmente de la magia.
—Pueden salir muchas cosas mal.
—Ambos somos humanos. Tengo que hacer esto, Elián. Tú ahora tiene una familia y una hija preciosa. Has vivido muchos años siendo un vampiro infeliz, ahora te toca vivir de verdad. La vida es muy corta, aprovecha cada segundo al máximo. Ahora me toca a mí continuar. Tengo un objetivo por cumplir.
—Si las cosas se tuercen, solo tienes que llamarme. Kai no es precisamente un alma cándida, pero es un como un hermano para mí.
Sophie le dedica una sonrisa cerrada.
—Ayden, ¿te encuentras bien?— el chico se aferra a una de mis manos y la impregna de sudor—. Madre mía, estás ardiendo.
—El tratado ha cumplido.
—¿Qué quieres decir con eso?
Se aferra con fuerza a mi mano y me invita a entrar en su mente, donde se almacenan una serie de pensamientos relacionados con un momento actual que está ocurriendo a otro lado de la ciudad. Un clan de vampiros liderados por el Diablo y su fiel compañero se encuentran frente a la a un almacén sumido en la penumbra, donde descansan cuatro ataúdes. Cormac revisa cada uno de ellos, deteniéndose en el de Kai, con una antorcha en la mano.
"Esto es por todo el daño que has causado. Arde en el infierno"
Lanza la antorcha sobre el cuerpo de Kai, prendiéndole fuego, provocando que la piel del vampiro se oscurezca y su expresión se mantenga inmóvil. Luego realiza la misma acción, pero con menor entretenimiento, con los cuerpos del resto de integrantes de familia Spinnet.
—¡No!— grito con todas mis fuerzas—. Ha ocurrido algo terrible. Han descubierto dónde ocultábamos los ataúdes, han irrumpido en el almacén y han quemado los cuerpos.
Rápidamente abro un portal en la carretera y el coche se adentra en él. Desembocamos directamente en la zona de almaneces, donde ya no queda ni un alma. Abandono corriendo el coche y entro en el almacén a las apuradas, descubriendo los ataúdes abiertos de par en par, con los cuerpos chamuscados, desprendiendo un fuerte hedor. Voy hacia el féretro de mi padre y acojo su cabeza, acercándola a mi pecho, y lloro desconsoladamente.
—No, por favor— sollozo sobre su cabello, derramando todas las lágrimas que me quedan. Sophie va hacia el ataúd de Liz y se encarga de apagar unas cenizas encandescentes. Elián mira con el dolor reflejado en sus pupilas la triste escena que se desarrolla ante él mientras intenta mantener a Ayden distanciado de todo aquello—. Quédate conmigo, papá, no te vayas. Sé que eres fuerte, demuéstrame que esto no va a poder contigo. Por favor, quédate.
Sophie se enjuga las lágrimas que ruedan por sus mejillas y me mira desolada, compartiendo un mismo pensamiento.
Todas nuestras esperanzas de salvarles se habían reducido a cenizas.
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