Capítulo 16 (segunda parte capítulo 15)
La nieve me impide avanzar a buen ritmo al recaer en mi cara y expandir el frío más allá de mis músculos, calando mis huesos. Todo es borroso a mi alrededor y cada paso que doy se siente como pisar cristales con los pies descalzos. Estoy realmente agotada, llevo horas caminando, pero no puedo abandonar sin antes cumplir con mi cometido. Ya va quedando menos para llegar a mi destino. Es hora de hacer el último esfuerzo. Las risas de mis mejores amigos resuenan en mi cabeza al recordar viejos momentos compartidos en compañía de ellos, donde todo era perfecto porque nos manteníamos unidos a pesar de las dificultades que iban surgiendo por el camino. A veces me parece ver los espectros de mis padres guiando mis pasos hacia mi condena, intentando frenar en vano mis pies. Quizás esté enloqueciendo por completo, pero es una de mis últimas preocupaciones.
-No sigas adelante, cielo.
-Tengo que hacerlo, mamá. Ya verás como pronto estaremos juntos todos de nuevo, siendo una familia fuerte y unida.
-Tienes que vivir, Ashley.
Miro el fantasma de papá y siento agua en los ojos.
-Escucha tu corazón. Late con fuerza y coraje. No permitas que algo tan maravilloso se apague justo antes de tiempo.
-Daniel...
-Lucha como esa guerrera que siempre has sido.
-No sois reales. No estáis aquí. Solo sois fruto de mi imaginación. Os habéis ido como todo aquello que ha quedado atrás- intentan detenerme, envolviéndome con sus brazos, ocultándome el sendero a recorrer por delante de mí. Me zafo una y otra vez de ellos con la esperanza de poder continuar y termino cayendo de bruces en el suelo, llevándome las manos a la cabeza, gritando para acallar las voces-. ¡Callaros de una vez!
Lloro desconsoladamente sobre la nieve, inmóvil, esperando una tregua que no tarda en llegar a mí poco después. Los fantasmas de mi pasado desaparecen, me dejan completamente sola, desprotegida y con los miedos a flor de piel. Poco a poco voy resurgiendo como el ave fénix con más fuerza que anteriormente y miro desafiante hacia el horizonte.
Un castillo antiguo adornado con flores nomeolvides se asoma a la caída de un acantilado al que se accede a partir de unos jardines traseros. Se puede apreciar el romper de las olas contra la roca y la brisa fresca colándose entre las murallas. Me levanto una vez más y voy arrastrando los pies hasta el castillo. La humedad propia del ambiente se ha encargado de ondular un poco mis puntas y el frío de palidecer mi piel. Desconozco cual va a ser mi recibimiento, así como a qué voy a ser sometida antes de entregar mi vida. Apenas he puesto un pie en la entrada cuando ya siento que debería dar media vuelta y marcharme. A pesar de que mis miedos son abundantes, decido tomar el control y enfrentarme a ellos.
-Estábamos esperándola- dice un esqueleto oculto bajo una toga negra que mantiene su rostro oculto. Sus manos huesudas se envuelve alrededor de mi muñeca-. Tienes que prepararte para el sacrificio.
-¿Adónde me llevan?
Más manos se aferran a mi cuerpo. Son tantas que no soy capaz de identificar de donde procede cada una de ella, algo que genera una gran inseguridad en mí. Los ángeles de la muerte me guían hacia una sala anaranjada iluminada con antorchas que penden de las paredes. En el centro hay una piscina en forma circular llena de agua teñida de negro, donde sombras entran para perderse en sus profundidades. Una escalera da acceso a su interior. Se puede ver el principio, pero no el final.
-No.
-Resaltar tu pureza es importante para atraer a la figura de la muerte. Debe poder ser capaz de apreciar tu belleza en toda su plenitud.
-No pienso entrar ahí.
-Si te niegas a cumplir tu parte del pacto, alguien a quien quieres morirá. Y después caerá otro más y así hasta que no quede absolutamente nadie. Entonces, no tendrás más remedio que acceder. ¿Por qué permitir que tus seres queridos mueran cuando puedes concederles el privilegio de seguir con sus maravillosas vidas, tanto como duren, al lado de quienen quieres?
Pienso en Ariana jugando al pillar con su hija mientras Elián hace por darle caza a ella para llenarla de besos, en el prado al que solíamos ir todo el grupo. Imaginar a Abby con Samuel tomándose unas copas en Delmonicas mientras juegan a los bolos y celebran cada victoria con un fuerte abrazo, a Cormac en un salón recreativo, dándole caña a esos videojuegos de zombies, me da la vida. No puedo arrebatarles esa felicidad que tanto les ha costado alcanzar. Merecen vivir con el alma en paz y con el corazón alegre hasta el final.
-Lo hago por vosotros- susurro antes de tomar la mano de uno de los ángeles de la muerte para subir los peldaños de la escalera que me conducen hacia la piscina.
Poco a poco voy entrando en ella, ignorando el hecho de que mi ropa está empapándose por completo. El agua va ganando terreno y explorando nuevas partes de mi cuerpo a medida que me sumerjo. Cuando por fin mi cabeza queda cubierta, unas enormes manos se aferran a mis pies y me llevan hacia las profundidades. No sé exactamente que está pasando. Intento gritar pero no se oye mi voz. Se forma un torbellino de burbujas a mi alrededor que eriza mi piel y alborota mi cabello. Siento que estoy a punto de asfixiarme cuando una fuerza me devuelve a la superficie.
Salgo poco a poco del agua, con un aspecto totalmente diferente, y a medida que camino la ropa se va secando por arte de magia hasta quedar impecable. Un ángel a la muerte coloca ante mí un espejo de pie y me indica que admire mi aspecto. Llevo puesto un vestido de tirantas que quedan a la altura de los brazos de color azul acero, cuya cola está adornada con un estampado de la flor de la muerte que comparte diseño con el tocado que mantiene parte de mi cabello recogido hacia atrás. Una máscara negra con toques plateados mantiene parte de mi cara oculta.
-El siguiente paso es jurar entregar tu alma a la muerte e ingerir una poción elaborada con polvo de hueso perteneciente a ella.
Voy hacia un pequeño altar donde descansa la estatua del beso de la muerte y me arrodillo ante ella para coger un cuenco que yace a sus pies y que contiene la poción. Desprende un fuerte hedor y su color es grisáceo y cremoso. Con tan solo verlo se me revuelve el estómago. Tomarlo va a suponer todo un desafío, un reto al que no puedo negarme.
-Yo juro recibir los poderes del inframundo y vestir de negro para toda la eternidad. Cumpliré con mi cometido y no descansaré hasta que todas las almas atraviesen al otro lado. Guiaré sus pasos hasta el destino final y terminaré arrebatándoles todo cuanto les quede. Abandonaré mis sentimientos y me entregaré por completo en cuerpo y alma- sentencio, leyendo un fragmento de un libro antiguo que sostiene uno de los cadáveres con toga negra. Una lágrima surca mi mejilla, fruto del dolor que llevo por dentro-. Estoy preparada para recibir el beso de la muerte.
-El juramento se ha ejecutado con éxito. Ahora bebe de la pócima y ella podrá tener accedo a tu alma.
Aunque su propuesta no me inspira confianza, lo hago. El sabor es horrible y me cuesta seguir bebiendo sin sufrir de arcadas. Me obligo a tragar todo el contenido, inclusive las pequeñas motas de polvo de hueso que quedan al final del cuenco. Respirar me ayuda a mantener la fatiga bajo control, así que por unos segundos dedico toda mi atención a coger y soltar aire.
-Te queda un último paso antes de dejar atrás tu vida humana. Debes ir al gran salón y danzar al son de la música para llenar de armonía tu alma y poder afrontar la transformación con éxito. Una única canción te resta del abismo- siento como el corazón se me encoge al oír eso-. Cuando la penúltima nota suene, abandonará el castillo. Irás por los jardines traseros que te llevarán hacia el acantilado y esperarás a que se desate la tormenta para saltar.
-¿Ese es el final? ¿Saltar?
-La muerte es más fácil que la vida. Un poco de veneno, un mal golpe, una flecha directa al corazón. Es sencilla, eficaz y armoniosa. En la vida hay dolor. Cuando mueres, no sientes nada, todo desaparece y te embriaga una sensación de paz.
-¿Puede la muerte rectificar?
-La adquisión de un alma es una propuesta tentadora. No es algo que se rechace. Aunque sí es cierto que puede haber excepciones. Si la muerte considera que ese alma no es digna de ocupar un lugar en el más allá, simplemente la niega y esta desaparece, como si nunca hubiera existido. Debe darse un acontecimiento muy fuerte ante ella para que frene su avance.
-¿Crees que hay alguna posibilidad de sobrevivir?
-No. Trago saliva.
-Nos vemos en el más allá.
Dos ángeles de la muerte abren la puerta de la sala y la mantienen abierta para concederme la salida. No tardo en ponerme rumbo hacia el corredor localizado en las alturas a modo de terraza a través de la que se puede observar el gran salón que se abre paso varios metros por debajo de mí. A pesar de llevar tacones, soy capaz de moverme con facilidad. Tal vez con más rapidez de la que me gustaría sabiendo que es mi vida la que está en juego y que el tiempo va en mi contra. Inevitablemente me planto en la cima de la escalera antes de lo esperado y me tomo la libertad de contemplar los seguidores de la figura de la muerte que visten con togas negras que se desplazan bailando por la pista formando diversas figuras con sus movimientos.
Deslizo mis dedos por el pasamanos y voy bajando peldaño a peldaño con la mirada puesta en los volantes de mi vestido. Apenas he alcanzado la mitad de la escalera cuando una dulce melodía suena de fondo y me hace sentir como en una película antigua. Así vestida me siento como toda una princesa. Nada más lejos de la realidad. En otras circunstancias incluso habría sonreído y taradeado la melodía. De un latido a otro todo mi mundo se detiee por completo. Abajo, junto al primer peldaño de la escalera me espera un hombre con esmoquin negro y camisa de lino blanca que al verme no puede evitar sonreír y quedar impresionado por mi aspecto. Le miro sin comprender pero con un gran alivio. Sin duda ha sido esa bocanada de aire que necesitaba justo cuando me estaba asfixiando.
Tomo la mano que me está tendiendo, acariciando con mis dedos su palma rugosa y algo sudorosa.
-Por suerte estoy aquí para salvarte, preciosidad.
-¿Cómo me has encontrado?
-En un mundo de oscuridad, una luz es lo más raro y hermoso que puedes encontrar. Es difícil de ignorar.
-Nunca quise mentirte. Si lo hice fue por tu bien.
-No sabes lo que es mejor para mí.
-¿A caso yo soy algo bueno en tu vida?
Me lleva hacia el centro de la pista sujetando mi brazo y procede a enfrentar su cuerpo al mío a la espera de oír la melodía a bailar. En cuanto la orquesta da comienzo a la velada todos a nuestro alrededor comienzan a desplazarse de un lado a otro del salón, colándose entre nosotros. El contraste entre el tono apagado de sus prendas con mi vestido azul me hace sentir totalmente fuera de lugar, como un sujeto de experimentos. Comenzamos a girar separados por unos centímetros, sosteniéndonos la mirada, jugando a seguir el baile de nuestros pies sin perder el equilibrio. Invertimos el sentido en cuanto efectuamos un giro al completo y volvemos a quedar detenidos. Un paso hacia el frente nos lleva a estar nuevamente cerca, a poder sentir nuestras respiraciones. Coloco una de mis manos en su hombro mientras él envuelve mi cintura con firmeza. Fundimos nuestros dedos y damos rienda suelta a un cercano y compenetrado baile que siempre había visto en película.
-Eres todo lo bueno que hay en ella- estoy tentada a tropezar con mis propios pies y caer al vacío pero él se asegura de mantenerme bien sujeta. Hace que algo tan complejo y hermoso como bailar sea algo fácil.
-No puedes quedarte. Si lo haces, correrás peligro.
-Esta no es tu decisión.
-Sí lo es. Soy yo quien está sentenciada. No quiero que estés cerca cuando todo acabe.
-Mi especialidad no es salir huyendo cuando las cosas se complican. Siempre estoy deseando que todo estalle para comenzar a festejar.
Se aferra a una de mis manos y me hace dar una vuelta. Luego se sitúa detrás de mí, extiendo mis brazos y los arropa con los suyos para guiar mis pasos a lo largo y ancho del salón. La luz amarilla de la enorme lámpara de cristal se refleja sobre nuestras personas y los espejos que recubren las paredes imitan todos y cada uno de nuestros movimientos. Ver a una pareja elegante devolviéndome la mirada desde el cristal que adorna el techo me despierta muchos sentimientos que hasta este momento desconocía.
-Estás deslumbrante.
-Nunca antes te había visto tan elegante. Creía que tú eras de los que se resistía a usar esmoquin y traje de chaqueta.
-La ocasión lo merecía. Sonrío y deposita mi cabeza sobre su hombro.
-¿Sabes? Llevaba mucho tiempo sintiéndome sola a pesar de esta rodeada de personas que me querían y se preocupaban por mí. Es la primera vez en mucho tiempo que no me siento así y es gracias a ti.
-¿A mí? ¿Qué he hecho yo que no haya intentado el resto?
-Has sufrido casi tanto como yo. Ambos estamos rotos. Somos capaces de comprender cuánto duele perder a alguien a quien quieres, sentir cómo todos a nuestro alrededor siguen con sus vidas y nosotros simplemente no podemos porque vivimos atrapados en el pasado. Nuestros demonios se han entendido a pesar de pertenecer a mundo totalmente distintos.
-A veces sentimos que no va a haber nada bueno en nuestras vidas a partir de un determinado acontecimiento. Creemos ingenuamente que viviremos para siempre entre tinieblas. Pero entonces un día sale el sol y donde antes solo éramos capaces de ver dolor, ahora apreciamos esperanza- levanto la cabeza y le miro con ojos brillantes-. Nunca más vas a sentirte sola, Ashley.
El reloj marca las doce campanadas y acompañadas de ellas siento como unas lágrimas cálidas abandonan mis ojos y en mi piel aparecen unas extrañas marcas ardientes. Observo mi reflejo en uno de los espejos y aprecio dos gotas de sangre deslizándose por mis mejillas. Kai hace ademán de enjugarlas con sus dedos cuando retrocedo un par de pasos, poniendo distancia entre ambos, y decido salir corriendo.
Siento como la cabeza me arde descontroladamente, los huesos se van volviendo débiles y mis músculos apenas pueden hacer un esfuerzo más. Sigo llorando sangre y mi corazón late con tanta violencia que siento que de un momento a otro va a tirar la toalla. Me pierdo entre los jardines a buen ritmo y continúo con mi huida. Tropiezo con un pequeño escalón y caigo sobre la hierba fresca, haciéndome daño en las rodillas, desprendiéndome de uno de mis zapatos. Vuelvo a incorporarme, sin saber cómo he reunido fuerzas, y no me detengo hasta alcanzar el acantilado. Me asomo al vacío a la par que recibo la brisa fresca en mi cara y contemplo las enormes y salvajes olas romper contra las rocas que adornan el final del acantilado. La espuma queda recogida en ellas por unos breves instantes. Apenas he conciliado la posibilidad de lanzarme cuando una sensación de vértigo se apodera de mi estómago y me provoca verdaderos calambres y náuseas.
-No saltes.
-Tengo que hacerlo.
-Esta no es la solución. Tú fuiste quien dijo que habías encontrado en mí un sentimiento que nunca creiste hallar; esperanza. Y eres la misma persona que se niega a creer en ella.
-No hay esperanza para mí.
Kai se acerca peligrosamente a mí y yo solo puedo quedarme inmóvil, sintiendo pequeñas rocas justo detrás de mis talones precipitarse al vacío. La luna se ve reflejada en sus ojos color miel. Nunca antes pensé que sería capaz de desear quedarme a vivir en un momento como este. El vampiro busca sentir el tacto de mis manos para saber que sigo con él, que no me he ido a ninguna parte.
-Yo tampoco pensaba que la había para mí. Pero alguien de ojos claros y voz dulce que me decía papá me la devolvió. Ella fue mi milagro. Y quizás sea una locura y me tachen de demente pero me gustaría intentar ser el tuyo.
Entrelazo mis manos con las suyas y siento un embriagador sentimiento de esperanza que recorre mi cuerpo aún cuando todo a mi alrededor parece ir mal. Salvo la distancia que nos separa en un arrebato y envuelvo su cuello con mis manos, acabando con cualquier barrera que pudiera estar separándonos. A mis espaldas el agua comienza a ebullicionar y el vapor asciende hacia el cielo nuboso y oscuro donde nacen diversas sombras que vuelan en todas direcciones y maldicen entre susurros la situación. Poco después asoma en el agua una monstruosa cara cadavérica enmascarada tras una caperuza negra. Es la figura de la muerte. Está esperándome.
-¡Kai!- grito entre temerosa y suplicante en cuanto un grupo de sombras me rodean y empujan hacia el acantilado mientras alejan al vampiro. Observo mi cuerpo y ahogo un aullido de dolor al ver como mi piel está convirtiéndose en vapor que escapa de mí y lleva toda mi esencia hacia las aguas oscuras.
-Estoy pensando en algo...
Su distracción con sus propios pensamientos me lleva al borde de la histeria. Puedo ver mi cuerpo siendo absorbido por un ente maligno mientras él se toma su tiempo para pensar. Por el amor de Dios, ¿en qué demonios está pensando? Si su plan es hacer algo al respecto, más vale que se dé prisa o acabaré siendo polvo en un abrir y cerrar de ojos.
-Kai- vuelvo a llamarle. Sus ojos dejan de barrer el suelo para mirarme. Encuentro un refugio en sus pupilas donde me encantaría quedarme un poco más-. Confío en ti.
Nunca antes le había visto mirarme de la forma en la que lo está haciendo justo ahora. Algo me dice que normalmente no tienden a confiar en él. Saber que alguien está gritándole que su confianza le pertenece debe ser algo nuevo para él. Kai viene hacia mí con decisión, incluso diría que demasiado rápido, envuelve mi cuerpo con sus brazos y se abalanza conmigo al vacío. Durante la caída puedo sentir como mi corazón se dispara y mis miedos afloran. Él me mira, convencido de que si este es el final, acabaremos juntos.
Impacto con fuerza contra el agua y me hundo en las profundidades. Mi cuerpo se separa del suyo por unos metros que me parecen kilómetros. Intento reunirme de nuevo con él cuando las sombras se interponen en el agua y la Parca viene a por mí, aferrándose a mis piernas, inmovilizándolas, ascendiendo para alcanzar mi abdomen. Hago amago de gritar pero mi voz no se escucha y el agua penetra en mi garganta. Los ángeles de la muerte me custodian, girando alrededor de mí y amenazan con muecas terroríficas.
No sé si es por la propia presencia del mal o por la oscuridad que invade las profundidades pero siento que toda felicidad existente en mí se ha ido. Tan solo queda un vacío y tristeza insorportables que me llevan a querer morir.
El aire no entra en mis pulmones y estos comienzan a quejarse. Todo me da vueltas. Estoy tan cansada que rendirme suena tentador. Y aunque es justo lo que desea cada célula de mi organismo, mi corazón ansía seguir luchando salvajemente. Pero cuando las fuerzas te abandonan poco puedes hacer. Así que simplemente me hundo con los ojos sanguinolentos y una tremenda tristeza instalándose en mi pecho. Mientras desciendo hacia las profundidades puedo contemplar al vampiro luchando por llegar hasta mí, perseguido por el bando enemigo. Tiende su mano en mi dirección y yo la tomo. Su cuerpo impacta contra el mío y mi cabeza termina acomodándose en su pecho. Justo cuando vamos a ser atacados nos abrazamos y nos aferramos a aquellos que nos mantiene a flote cuando todo va mal, la esperanza. Sucede que todos nuestros males se espantan por arte de magia. Pierdo el conocimiento con la visión de unas sombras distorsionadas en el agua perdiéndose en la lejanía.
-Ashley, ¿puedes oírme?- dice una voz que me suena lejana. Siento unos golpes en mi pecho y aire entrar en mis pulmones. Quiero despertar pero estoy algo aturdida-. ¡Vamos, respira! No me dejes.
Tomo una bocanada de aire y abro los ojos de par en par. Lo primero que veo es un cielo estrellado donde puedo apreciar diversas constelaciones. Puedo sentir la brisa gélida en mi cara húmeda. Luego mis ojos enfocan al vampiro que está arrodillado a mi lado y que suspira aliviado al ver cómo vuelvo en mí. Me ofrece su ayuda para semiincorporarme. Escupo algo de agua y toso como consecuencia de la aspereza de mi garganta.
-Tenemos que irnos, ellos volverán...
-Estás a salvo. Ya nada ni nadie puede hacer daño.
-El pacto no se podía romper salvo circunstancias concretas. No podíamos hacer frente a ninguna de ellas. Así que explícame cómo es que estamos vivos.
-Lo único que debe preocuparte es que estás bien.
Hace ademán de ponerse en pie pero yo me aferro a su brazo y le retengo en la posición anterior un poco más.
-No sin antes saber si tú estás bien.
-Tengo mucha guerrar que dar. No tienes de qué preocuparte. Se han marchado. Lo únicos monstruos que deben preocuparte son los del armario.
Sonrío, aún sabiendo que me oculta algo. Lo dejo pasar porque lo cierto es que estoy tan cansada y al mismo tiempo feliz por contar con toda una vida humana por delante que no pienso dedicarle un solo segundo a la tristeza. Salto a los brazos del vampiro para agradecerle todo lo que ha hecho por mí, sin mediar palabra, él lo entiende.
-Volvamos a casa- asiento una sola vez y curvo mis labios. Me pongo en pie con ayuda de sus manos, aún con la mirada perdida en el acantilado de mis espaldas. Kai se vuelve hacia mí y frena mi marcha haciendo un gesto con el dedo índice-. Pero antes hay un pequeño detalle que debe volver a su sitio. Olvida su zapato, Cenicienta.
-No tienes pinta de ser el príncipe azul.
-¿Quién te ha dicho que sea el príncipe? Lo siento, amor, pero prefiero mil veces antes ser la madrastra malvada.
-Ya te das un aire. Bordarás el papel.
Coloca caballerosamente el zapato en mi pie y luego vuelve a estar a mi altura. Río a carcajadas al volver a repetir el momento Cenicienta en mi cabeza y él me mira divertido. Mientras él tiene ojos para la sonrisa que se dibuja en mi labios, yo le regalo un hueco muy importante en mis pensamientos y sobre todo en el corazón. Ese pedacito que se ha ganado pasito a pasito, cometiendo errores, apoyándome cuando peor estaba, sujetándome en la caída y acompañándome en todo momento.
Estoy leyendo tranquilamente una novela de amor cuando escucho unos nudillos dar golpecitos sobre la superficie de la puerta. Termino de leer el último párrafo del capítulo y coloco un marcapaginas en el lugar por donde voy leyendo. Echo hacia un lado la manta con la que me estaba cubriendo y voy hacia la entrada para recibir a mi invitado. Abro con la intriga de saber quién se dispone a visitarme a altas horas de la noche. Hace unas horas que Kai me dejó en la puerta de casa y se marchó, quien sabe adonde. Al otro lado se encuentra el vampiro siendo la viva imagen de la serenidad. Lo cierto es que me sorprende volver a verle tan pronto. Mentiría si dijera que no he pensado en un próximo encuentro.
Mantengo la puerta abierta y esbozo una media sonrisa.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Quería saber si estabas bien.
-¿Has venido hasta aquí, a las tres de la mañana, solo para saber cómo estoy?
-Sí, eso parece- por primera vez su voz tiembla-. Después de todo lo que ha ocurrido necesitaba saber si estabas bien.
-Estoy bien. Hacía mucho que no me sentía así- asiente un par de veces y mira sus zapatos y a ambos lados de su cuerpo para pensar en qué hacer a continuación. Verle dudar e incluso algo extrañado consigo misma me resulta, en cierto modo, enternecedor-. Mis vecinos podrían pensar que eres un psicópata.
Ríe.
-Estarían en lo cierto.
-Bueno...
-Ahora que sé que estás bien estoy más tranquilo. Debería irme- señala a sus espaldas con su dedo pulgar y el ceño fruncido-. Te vendrá bien descansar.
-La verdad es que no puedo dormir. Si quieres, puedes quedarte. Tengo jugo de arándanos y un parchís.
-Ya puedes ir desempolvando el tablero porque pienso conseguir una victoria magistral.
Entro corriendo en casa a por todo lo necesario y luego salgo para reunirme con él en el porche donde hay un banco de madera adornado con unos cojines azules enfrentado a una mesa. Dejo los vasos con jugo y el tablero sobre ella y comienzo a agitar el dado entre mis manos mientras el vampiro prueba de su bebida.
-Empiezo yo.
Lanzo el dado y la puntuación no me da para comenzar el juego. Mi acompañante prueba y, para fortuna suya, le sale a la primera, así que inicia la partida, sacándome ventaja. Tengo que probar un par de veces más hasta que me da el resultado esperado. Para entonces la ficha de él ha avanzado varias casillas. Cada vez que él saca más puntuación y yo menos me enfuruño un poco. Aunque el enfado me dura unos segundos.
-Me como tu ficha.
-No cantes victoria todavía.
Se muerde el labio para reprimir una sonrisa. Seguimos jugando y por unos minutos soy yo quien le saca ventaja, pero a medida que va transcurriendo el juego va remontando hasta el punto de devolver a la casilla inicial a todas sus fichas salvo una que se acerca peligrosamente al final. Para entonces estoy que me subo por las paredes.
-¡No vale!- me quejo como una cría-. ¿Cómo es posible que tenga tan mala suerte? ¿Estás haciendo trampa o es que eres un jugador estrella del parchís?
-La eternidad da tiempo para mucho.
-Ajá. Afirmas estar en una clara ventaja frente a mí.
-No dijiste que estuviera prohibido contar con experiencia en las reglas del juego.
Hago un mohín.
-¿Sabes qué? Es solo un juego.
Poco después estoy dando saltos de alegría y celebrando por todo lo alto que le he ganado la partida después de mucho empeño. Él me mira moverme de un lado a otro como si estuviera completamente loca, aún con las últimas palabras que le dije viviendo en su mente. Cojo mi vaso de jugo y propongo un brindis.
-Ha sido una competición muy reñida, pero mi gran dedicación me han llevado a hacerme con la victoria. Bien jugado.
-Si quieres llamo a la prensa.
-¿Por qué mejor no llamas al club de los perdedores?
Me marco un baile triunfal y él sonríe.
-Creo que tus vecinos ya te toman por loca.
-Pues tú no estás mejor que yo.
-No lo digas muy alto. No querrás que alguien llame el centro de salud mental.
-Ajá. De donde te escapaste, ¿no?
Subo mis pies desnudos en el banco y mantengo mis piernas próximas a mi pecho mientras juego a trazar círculos en el jugo con ayuda de una pajita. Kai está en silencio, quizás pensando en las cosas que aún le atormentan.
-Tierra llamando a Kai. ¿Se puede saber dónde estás?
-Estaba en mis cosas.
-¿Y se puede saber cuáles son esas cosas?- pregunto con una sonrisa traviesa, dándole un golpecito en el brazo.
-En la traición por parte de mi familia. No sé cómo gestionar la situación. Por un lado me gustaría dejar de lado nuestras diferencias y arreglar las cosas, pero por el otro siento que mi familia arrastra tantas disputas que es casi un imposible salvar esto. Pensé que me buscarían una vez me fuera, pero nadie lo ha hecho. Quizás sea verdad que, después de todo, nadie quiere tenerme a su lado. Todo parece ser mejor sin mí.
-¿Cómo puedes pensar eso?- arropo su mano con la mía y le miro-. Tu familia te quiere y estoy convencida de que está tratando de buscarte. Tal vez deberías dejar de preguntarte porqué no han dado contigo y comenzar a hacer algo por dejarte encontrar.
Suspira.
-No creo que pueda perdonarles lo que hicieron. Alguien inocente murió por culpa de una mentira, alguien que me importaba.
-Si no lo intentas, nunca lo sabrás. Mira, Kai. No puedes cambiar lo que ocurrió, solo puedes aceptarlo y aprender de ello. El futuro está por venir. Debes hacer un análisis interno y descubrir qué es lo que quieres realmente, cómo te ves el día de mañana.
-Tal vez pueda llegar a perdonar a mi hermano y a Liz. Pero jamás podré perdonar a Irina. Ella para mí hace tiempo que ha muerto.
-Inténtalo. Vivir con rencor no es sano. No hay nada como tener el alma en paz. En casa te espera tu hija y tu sobrino. Ellos quieren tenerte cerca, te necesitan más que nunca. Si no vas a hacerlo por el resto, al menos inténtalo por ellos.
Asiente.
-Tienes un corazón muy puro, Ashley- siento como mis mejillas se sonrojan al oírle decir eso. Bajo la mirada y suelto algunos de los mechones de mi pelo para que oculten mi rubor-. Cormac es un hombre afortunado. Hago un sonido con la garganta.
-No comprendo porqué no hay felicidad en tus ojos.
-Cormac no se tomó bien que acudiera a ti para pedirte ayuda. Me acusó de estar aliándome con el bando enemigo cuando yo solo quería respuestas. Un tiempo atrás quizás le hubiera dado la razón, pero ahora no podría hacerlo por mucho que lo deseara. Nos distanciamos. Sentía que él no me comprendía, que habíamos dejado de entendernos- me encojo de hombros-. Luego hice el pacto mediante el cual te salvaría y me sentenciaría a una muerte segura. Sabía que iba a morir y lo último que quería era tener a quienes quería cerca. Creía que así iba a evitarles un gran sufrimiento. Simplemente me alejé de todo y de todos.
-Ahora tienes la oportunidad de volver a retomar el contacto.
-Aún no me he planteado llamarle.
-Creo que siempre que haya amor se debe luchar. Uno solo debe rendirse cuando sienta que no es recíprovo o que puede acabar contigo.
-Si no le he llamado aún es porque no me nace.
Guarda silencio.
-Es una locura pero siento que si no me comprende, el barco no llegará a buen puerto. Me he sentido más comprendida por ti en apenas unos días que por él en años.
-Dale tiempo. Tú eres todo un universo, Ashley. Hay a quienes le toma más tiempo conocer acerca de estrellas y planetas.
-Siempre tan metafórico.
-Siempre con ese tono de sorpresa- muevo el cuello un par de veces antes de dejar caer mi cabeza sobre su hombro. Miro hacia la carretera que se extiende a un lado de la casa, preguntándome adónde me llevarán las decisiones que tome a partir de ahora-. No sé cómo va a acabar todo esto pero quiero que sepas que Cormac tiene a una chica maravillosa a su lado, un diamante en bruto, y si no es capaz de verlo es porque debe ser el mayor ciego sobre la faz de la tierra.
Y entre charla que hablan acerca de nuestras preocupaciones, risas y bromas, y alguna que otra divagación acerca de la formación del universo y del resugir de la vida en nuestro planeta terminamos compartiendo una noche mágica e inolvidable. Y solo cuando siento que las fuerzas no están de mi lado, me abandono al sueño, con la certeza de tener a alguien a mi lado que vela por mis sueños y hace desaparecer mis peores temores. Algo así llamado felicidad.
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