Capítulo 12

Aparto la cortina con una de mis manos y miro a través del cristal la calle por las que transcurren distintos prototipos de personas; algunas hablan por teléfono acaloradas, otras marchan con prisa por miedo a llegar tarde al trabajo, mientras unas pocas disfrutan de la magia propia que les brinda un nuevo día. La posibilidad de comenzar de nuevo y hacer las cosas bien, siendo la mejor versión de sí mismos, resulta tentadora. Yo, sin embargo, sé que algún día mi existencia llegará a su fin y, tal vez, ocurra mucho antes de lo esperado. 

Desde que papá se ha ido de casa todo es distinto. En el ambiente reina la tensión y la tristeza por su marcha. A veces percibo cierto arrepentimiento. John está prácticamente enfrascado en la búsqueda de algún remedio que pueda mejorar mi condición como bruja y, de paso, ralentizar el apresurado deterioro de mi cuerpo. Liz trabaja hombro con hombre con él, pero en ciertas ocasiones es difícil de sobrellevar la ausencia de alguien que tanto ha luchado por mantener a flote esta familia. Todos, en general, estamos más distantes. Las conversaciones son acerca de temas vanales y, aunque se esfuercen por aparentar que todo está bien, nada lo está. En sus caras puedo ver la decepción y el miedo ante la situación que se les presenta. Me mienten acerca de estar cerca de dar con una solución, pero yo sé la verdad. Nunca antes habían estado tan lejos de ella. No saben por donde comenzar a buscar. Irina no ha vuelto a aparecer desde que despidió a John junto a Delmonicas. Nadie sabe adónde ha ido o qué está haciendo actualmente. Pero todos la echamos de menos.

Ojalá todo pudiera volver a ser como antes. Ojalá fuésemos una familia feliz y unida, sin traciones ni disputas. Pero ya nada será lo mismo. Sé que ninguno de los cuatro dará su brazo a torcer. Y eso solo hará que nos alejemos más los unos de los otros y nos convirtamos en extraños. Si tan siquiera supieran el valor que tiene el tiempo, apuesto a que no desperdiciarían ni un segundo más estando separados.

—Acaban de tener una discusión— añade Ayden que asoma bajo el marco de la puerta con los brazos cruzados y el semblante serio. Doy media vuelta y le dedico una mirada rápida antes de acercarme a la cama y sentarme sobre ella con las piernas cruzadas—. Estoy cansado de esta mierda. Odio la indiferencia con la que actúan, odio que sonrían como si todos nuestros problemas se hubieran esfumado y odio lo que te está pasando.

Coloca tras mi oreja uno de mis rizos y suelta un largo suspiro.

—Esta situación no está siendo fácil para nadie. La muerte de Sophie ha marcado un antes y un después en la familia y solucionar las diferencias no va a ser tarea fácil.

—Si tan solo pudiera hacer algo, ser útil...

—Lo eres. Te has quedado cuando todo se está desmoronando.

—Sabes que desearía que fuera suficiente. Pero no lo es. John y Liz siguen con las narices metidas en esos libros sin sacar nada en claro porque sus cabezas están lejos de aquí. Irina no da señales de vida y parece haberse olvidado de que la sangre está por encima de cualquier rivalidad. Kai ha huido cuando peor están las cosas y tú... tú te estás muriendo.

Trago saliva para hacer desaparecer el nudo que se ha instalado en mi garganta y bajo la cabeza como quien recibe su sentencia. Ayden se percata de la tristeza que ha florecido en mí e intenta ponerle remedio antes de que se extienda. Envuelve con sus manos las mías y presiona ligeramente sobre mis nudillos en un gesto reconfortante.

—Lo siento. No quería herir tus sentimientos.

 —No has dicho nada que no sea cierto. Estoy muriéndome y cuanto antes me haga a la idea, mejor.

—Yo no pienso rendirme contigo, lo sabes, ¿no?

—Yo tampoco lo haría si se tratara de ti— acaricio su mano y hago ademán de ponerme en pie cuando, sin pretenderlo siquiera, piso una tabla del suelo de madera que suena diferente a la siguiente, revelando algo subyacente que hasta ahora había ignorado. Retrocedo sobre mis pasos y doy con el talón en la misma zona para comprobar que no ha sido una imaginación—. Aquí hay algo hueco. Ven, ayúdame a quitar la lámina.

Se arrodilla en el suelo y con ayuda de sus manos va levantando la tabla del suelo que le indico a la par que ilumino con una linterna. Cuando el hueco queda al descubierto hallo un libro de pasta verde corrompida por el paso del tiempo y páginas amarillentas que desprenden un fuerte hedor. Sostengo el ejemplar entre mis manos e intercambio una mierda con mi acompañante que está casi tan sorprendido como yo antes de disponerme a soplar el polvo que lo envuelve.

 —¿Qué puede ser?

—No lo sé. Aunque algo es claro y es que está escondido por alguna razón. Alguien no quería que lo encontráramos.

 —¿Quien querría ocultar un libro viejo?

—No es por lo que es sino por lo que contiene— abro el libro por la primera página y descubro una hoja de gran tamaño plegada de forma que pueda ser ocultada en el interior. Dejo la obra sobre el colchón y deslizo mis mano a lo largo del aparente mapa que se abre ante mí y revela unos puntos en distintos continentes oscuros y tachados. Salvo un pequeño círculo morado ubicado en Australia que se mantiene latente—. Australia. ¿Qué habrá allí?

—Creo que esto podría explicarlo— me tiende el libro abierto por la mitad, donde un enorme árbol genealógico se ramifica hasta el final de las páginas, ocupando todo el ancho y largo. Deslizo la yema de mi dedo índice sobre la fotografía en blanco y negro de una mujer, la persona que inició el árbol y que, a su vez, tuvo un hijo. Voy siguiendo las descendencias que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo hasta llegar a la penúltima generación, donde una mujer de rasgos similares a los míos mira al frente con una amplia sonrisa. Siento como el corazón se me encoge al verla—. ¿Quién es ella?

—Mi madre.

Pone la mano en mi hombro para animarme. Intento contener las lágrimas pero inevitablemente algunas de ellas terminan por ceder y acaban surcando mis mejillas. Cuando tuve que decirle adiós para siempre era tan solo una niña y no era consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor. Había olvidado cómo era ella. Esos ojos sonrientes, esa bondad y ese coraje. Y, a su lado, está la viva imagen de mi padre, el hombre que lo dio todo con tal de mantenerme con vida.

—¿Estás bien?

—Pensé que no volvería a verles. Es bueno ver de nuevo sus caras. Su recuerdo había comenzado a ser borroso.

—Este libro habla acerca de tu familia, Luz. Y justo aquí estás tú— señala una fotografía en la que sale un bebé cubierto en unas sábanas y con aspecto inocente y algo vulnerable. Bajo la imagen aparece un nombre que no logro reconocer como el propio. Alzo la vista y miro hacia la ventana para procesar toda la información—. Tu verdadero nombre es Tiana.

Me dejo caer en la cama, abatida. Él se sienta mi vera.

—Siento que esa vida nunca me perteneció. Mi nombre, mi familia, mi hogar, ya no queda nada de ese ayer. Nunca antes me había sentido tan confusa y perdida. Es como si una parte de mí quisiera saber más acerca de ese pasado y otra quisiera seguir adelante con la vida que tengo ahora.

—¿Por qué ocultar todo lo relacionado con tu vida?

—Quizás Kai no quería que viviera el resto de mis días con el corazón triste. Quiso salvarme de ese pasado tan doloroso entregándome una nueva oportunidad para comenzar e ir en búsqueda de la felicidad sin mirar atrás.

—Toda tu familia fue perseguida y asesinada tras la desobedicencia de tus padres al abtenerse de quitarte la vida.

—Nadie sobrevivió a la masacre.

Ayden desvía su atención hacia mi dedo índice de la mano izquierda que alisa el contorno del papel y capta un pequeño pero sorprendente hecho que había pasado desapercibido. Apaga la luz de la habitación y hace caso omiso a mi deconcierto. De pronto una luz ultravioleta morada ilumina mi dedo y se desliza por el mapa a modo de pequeñas líneas que conducen hacia Australia, donde el punto se vuelve más intenso que nunca.

—Quizás sí sobrevivió alguien. No sé si es una clara evidencia de que aún te queda familia, Luz, pero esto es algo importante, una pista que no podemos dejar escapar.

—¿Por qué nadie me ha hablado de esta posibilidad?

—Porque quizás hay un misterio que la envuelve y que no debería ser desenmascarado. Aún así tienes todo el derecho a querer saber más.

—Papá ha estado ocultándome de alguien de mi sangre que aún vive. Ni siquiera me ha planteado la posibilidad de conocerle.

—Todavía hay tiempo. Nunca es tarde para saber la verdad— vuelvo a reparar en Australia, un lugar tan alejado de Glasgow y tal vez peligroso. Allí es donde habita alguien de mi familia, alguien a quien desconozco y siento más dentro de mí que nunca. Quizás sea arriesgado y pueda correr más riesgos de los que soy capaz de contar con los dedos de ambas manos, pero tengo que intentarlo—. Quiero que sepas que, decidas lo que dedicas, estaré ahí para ti. Todos están enfrascados en búsqueda de una solución que ponga fin a todos los problemas que rondan a nuestra familia y nadie se preocupa por gestionar sus propias emociones y quebraderos de cabeza que le traen más de una preocupación. Yo quiero saber quien soy realmente. Qué hay de ese pasado que aún me pertenece. Y es un viaje cargado de incertidumbre y quizás dolor que quiero emprender antes de que sea demasiado tarde.

—Solo quiero saber quien soy. Quiero ir a Australia.

—Te acompañaré.

—No tienes porqué hacerlo.

—Quiero hacerlo. No importa que no estemos unidos por lazos de sangre, tú sigues siendo parte de mi familia. Y como tal te querré y protegeré siempre.

Cada vez me asombra más el chico tan maduro, fuerte y valiente en el que se está volviendo. No son pocas sus virtudes y apenas hay rastro de sus defectos. Es alguien tan noble, bueno, sincero y entregado que su carácter rudo, probablemente heredado de mi padre, es un leve punto en contra. Por cada día que pasa logra sorprenderme más. Sus acciones confirman lo que las palabras a vaces no pueden expresar por temor a ser incapaces de encerrar algo tan inmenso como un sentimiento y a ser llevadas por el viento. El corazón de Ayden es tan grande que a veces me cuesta creer que alguien tan puro pueda estar condenado.

—Ayden. Luz. ¿Dónde estáis?— escucho decir a Liz desde abajo. Intercambio una mirada con mi acompañante y con un rápido gesto con la cabeza le indico que me deje canalizar su magia para crear un portal en la pared que pueda conducirnos directamente hacia Australia. El tiempo corre en nuestra contra. Mientras un pasadizo difuso se forma en la pared, Liz va subiendo los peldaños de la escalera a buen ritmo, dispuesta a dar con nosotros—. He pensado que podríamos pedir unas pizzas y ver alguna película. Hacer algo juntos. Nos vendrá bien desconectar a todos...

El portal se abre justo cuando el caminar de Liz se detiene detrás de la puerta. Cojo la mano de Ayden y entramos en el pasadizo antes de que nuestra visitante pueda abrir la puerta y encontrarnos en plena huida. Para cuando irrumpe en la habitación el poral se ha cerrado a nuestras espaldas y nada hace suponer que estuvimos en algún momento ahí. Pero sé que Elizabeth no es ingenua y probablemente sepa que nos hemos marchado al igual que Irina y Kai. Enfrentar dos huidas y la muerte de una amiga no debe ser misión fácil. Y aunque siento con todo mi corazón tener que despedirme de forma temporal, cuando más me necesita, he de hacerlo. Debo saber qué queda aún de ese ayer que no logro recordar. Reuno todo el valor que soy capaz de encontrar dentro de mí y me abro a la aventura de autoconocimiento con la cabeza bien alta. Nunca antes dar un paso hacia el frente había sido tan fácil y me había llevado tan lejos.

Las connotaciones de todos los colores de las paredes del portal mágico que nos ha llevado hasta nuestro próximo destino quedan atrás y una ciudad completamente desconocida y con su encanto propio nos recibe con los brazos abiertos.

—Deberíamos ir con cuidado— alerta Ayden. Sus ojos van a parar a un numeroso grupo de licántropos y lobos infernales que custodian la ciudad. Estamos en territorio enemigo, gobernado por el clan lobuno.

—Somos presa fácil. ¿Cómo es posible que una bruja haya podido sobrevivir todo este tiempo en una ciudad donde es perseguida?

—¿Puedes canalizar mi magia?

—Lanzaré un hechizo de encubrimiento e intentaré mantenerlo el mayor tiempo posible. Ahora me debilito mucho más que antes.

—Haz lo que puedas. Toda ayuda será bienvenida.

Saco el mapa que me llevé de casa y una vez más mi magia despierta el interés de mi naturaleza por llevarme hacia alguien que comparte mi condición. Los trazos morados que se deslizaban por el mapa ahora han desaparecido del papel para incorporarse a la realidad a modo de una luz ultravioleta que juega a realizar espirales en el aire antes de animarnos a seguirle. Ayden da su visto bueno con una media sonrisa. Así que nos lanzamos a la aventura de perseguir la luz morada que se pierde por las calles de la ciudad, pintando paredes y suelos, atravesando los cuerpos que va encontrándose a su paso, enredándose en la copa de los árboles, saltando de tejado en tejado bajo nuestro asombro. Pronto dejamos atrás las calles de la ciudad gobernado por los lobos y nos adentramos en un ponto de aspecto siniestro, con árboles altos y robustos, desprendidos de hojas y de aspecto apagado, con terreno seco y flores silvestres marchitas por la falta de agua. Un búho decide manifestar su presencia con un sonido que nos pone la piel de gallina. La llegada de la noche trae consigo la idea del propio miedo, pavor a enfrentarnos a una amenaza que nos gana en número y quizá en cuanto a habilidades.

—Un momento. Aquí hay algo que no termina de cuadrar— informa Ayden que mira desconcertado el recorrido que realiza la luz violeta alrededor de un espacio en pleno bosque que no revela ningún tipo de información acerca del paradero de la persona que buscamos. Todo parecer indicar que ese alguien a quien queremos localizar está justo a nuestro lado pero no podemos verle. Y la desesperación por haber hecho un viaje en vano me lleva a acercarme al árbol más cercano y apotar mi codo en una rama saliente. Sin previo aviso se abre un agujero en el suelo y caigo por él sin posibilidad de reaccionar a tiempo—. ¡Luz!

El estrecho túnel de tierra provoca que me hiera en los brazos y lleve algún desafortunado golpe sin gran importancia antes de acabar siendo arrojada en un suelo cubierto por hojas marchitas. Intento comprobar que estoy en buen estado físico antes de proponerme a incorporarme y descubrir dónde me hallo. Ayden se tira al foso sin pensarlo demasiado, dispuesto a saber qué ha sido de mí y ofrecerme su ayuda incondicional. Cae en el lugar donde estaba recostada hace apenas unos segundos y le tiendo mi mano.

—¿Dónde estamos?

—En el sepulcro de Aerys Moltrov— leo el nombre inscrito en una lecho de piedra que yace en el centro de la estancia iluminado débilmente por la luz que entra a través del agujero del exterior.

Me acerco a la tumba y logro ver con claridad un retrato de la chica enterrada.

—¿Quién es Aerys?

Retrocedo mentalmente hasta el momento justo en el que estaba revisando el árbol genealógico y caigo en la cuenta de que junto a mi había otra persona cuyo retrato estaba quemado. Vuelvo a la realidad y miro hacia uno de los muros de piedra donde localizo rasgado un cuadro familiar donde una chica de tez morena está arrodilla ante mí, manteniendo mi mano en el lugar donde descansa su corazón.

—Es mi hermana.

—Creía que eras hija única. ¿Cómo es posible que alguien de tu misma sangre no hubiese heredado los poderes que a ti te fueron confiados cuando murieron vuestros referentes?

—Hay una forma. Si tomó una desición que fuera en contra de los deseos de nuestros antepasados podría haber sido privada de sus poderes. No lo sé. Todo son conjeturas. La única forma que conozco de saber la verdad es despertándola.

—¿Crees que aún vive?

—El mapa lo indicaba así. Seguía estando latente. Quizás esté sumida bajo algún tipo de hechizo de letargo. Ayúdame a abrir el féretro.

Sin magia, únicamente valiéndonos de la fuerza que poseemos, logramos hacer a un lado la tapa que cubre el pequeño sarcófago donde descansa una chica aproximadamente de mi misma edad, quizás un par de años mayor. Su cabello es rizado y negro como el carbón. Tiene los labios sellados formando una fina línea, las manos unidas en su regazo y las pestañas acariciando sus mejillas. Lleva puesto un vestido de mangas largas negro que cubre los tatuajes que nacen en sus manos y se pierden bajo la ropa, expandiéndose por sus brazos. Coloco mi mano sobre la suya e intento transferirle parte de mi magia para que despierte pero continúa manteniendo los ojos cerrados.

Alejo la mano lo suficiente de su persona y, al hacerlo de forma tan rápida, me hiero en la palma con un pequeño clavo que sobresale del borde del sarcófago de piedra donde esté enterrada y la sangre no tarda en aparecer.

—Un pacto de sangre, una promesa rota...

—¿Qué vas a hacer?

—Podría funcionar...

—¿Luz?— inquiere Ayden.

—A parte de la sangre, nos une una promesa que sospecho se rompió. Quizás aún quede resquicios de aquel pacto que pueda traerle a la vida.

Cojo una de sus manos y la hiero con el clavo para luego unir mi herida con la suya, estrechando nuestras manos, permitiendo que nuestra sangre se encuentre y reconozca. Entonces algo insólito ocurre ante nuestros propios ojos.

La luz violeta pasa de mi mano a la suya y todo su cuerpo se ilumina mientras es acompañado por una vestisca que acaba de levantarse. El silencio reina en la estancia hasta que el desarrollado sentido auditivo de Ayden percibe un nuevo latido de un corazón que vuelve a la vida. Aerys descorre sus párpados y deja al descubierto unos bonitos ojos verdes algo más oscuros que los míos que recorren la estancia a buen ritmo hasta que se topan conmigo. Al verme ante ella recuerda a alguien por quien una vez hubiera dado todo con tal de ver feliz y se asusta y emociona ante el retorno de tantos recuerdos. Sale del ataúd y pone distancia con respecto a nosotros, hasta acabar con la espalda adherida al cuadro desgarrado.

—No es posible...

—El miedo de tus ojos dice mucho, pero aún así preferiría escucharlo en voz alta. ¿Qué pasó exactamente aquella fatídica noche?

—Tú deberías estar muerta.

—Ni se te ocurra dar un paso más— le advierte el vampiro mostrándole el dedo índice e instintivamente colocándose por delante de mí para protegerme de cualquier ataque—. Si le haces daño a ella, tendrás que vértelas conmigo.

Pestañea sorprendida y vuelve a alejarse.

—Sí. Estaba condenada a morir aquella noche pero alguien lo evitó y gracias a esa persona sigo con vida a día de hoy. Él me salvó cuando nadie más fue capaz de hacerlo.

—Te has equivocado viniendo aquí. Yo no quiero saber nada de ti, por mucho que nos unan los lazos de sangre.

—Sé quién eres. Eres mi hermana. Solo quiero saber porqué no me buscaste, porqué nunca intentaste recuperar aquel vínculo que nos unía. ¿Por qué desaparecer y hacerme creer que estaba completamente sola en el mundo cuando no era así?

—Fácil. Nunca me importaste lo suficiente como para considerarte de la familia. Es más, si por mí fuera habrías muerto aquel día.

Palidezco al escuchar sus palabras y siento como el corazón se me para momentáneamente por el fuerte impacto que ha tenido su confesión en mí. Intento mantener la compostura y disimular que me ha dolido profundamente lo que ha dicho, pero ya es demasiado tarde, se ha dado cuenta. Ella, aún así, sostiene la cabeza bien alta y me mira como si no sintiese nada por mí.

—¿Tú...?— me reta con la mirada a finalizar la frase— ¿Tú tuviste algo que ver?

—Compruébalo tú misma.

Se aferra a mi brazo y me permite acceder a sus recuerdos. Retrocedo en el tiempo hasta aquella noche en la que toda mi familia murió con tal de protegerme. Aerys está siendo recriminada por papá por algo que ha hecho y va a poner en riesgo mi propia vida. Es una discusión acalorada en la que se rompen los vínculos que les unen. Todos dejan esa traición en segundo plano y van a luchar contra aquellos que buscan arrebatarme la vida. Vuelvo atrás un poco más hasta dar con quienes se convertirían en mis exterminadores que tratan de ofrecer su ayuda a una chica de tez morena que informa acerca una pequeña niña con grandes poderes que podría suponer una amenaza para el mundo sobrenatural. Les insta a aniquilarme lo más pronto posible y de la forma menos dolorosa. Ellos no titubean y prometen cumplir con su palabra para garantizar la seguridad y su propio gobierno. Aerys mira con cierto temor a las personas a las que ha encargado mi muerte y derrama una única lágrima. Es entonces cuando, ante la traición, el cielo se vuelve negro y un poderoso torbellino envuelve el cuerpo de la bruja hasta despojarle de sus poderes por completo.

—Ahora ya lo sabes. Yo fui quien te traicionó y envió a una muerte segura. Quería que te fuera arrebatada la vida.

—¿Por qué querías hacerlo?

—Un ser con un poder tan inmenso no podía traer nada bueno. Hice lo que habría hecho cualquiera en mi situación. Entregar una vida con tal de salvar miles. Era un alto precio y lo pagué porque sabía que sería lo mejor para todos.

—¿Nunca me quisiste?

—No— concluye con frialdad—. Y no quería volver a verte en lo que me restaba de vida. Ahora estoy condenada a ser una bruja sin magia, más parecida a una humana.

Siento un nudo en la garganta.

—Por eso te sorprendió verme. Creías que había muerto, que todo se ejecutó al pie de la letra y que nunca más tendrías que preocuparte por tu seguridad. Para ti fue todo fácil. Nunca te importé. ¿Sabes qué? Eres una cobarde. Papá y mamá murieron con tal de protegerme. No puedo creer lo egoísta y despiadada que fuiste.

—No esperes un final de cuento de hadas, niña. La vida está llena de altibajos, de dolor y soledad, y todo aquel que hiere, acabando saldando la deuda.

—Kai hizo bien en ocultarme tu paradero, en mantenerme alejada de todo cuanto guardara relación contigo. Jamás debí haber venido— paso junto al chico moreno que intima con la mirada a Aerys a fin de hacerle sentir un ápice de culpabilidad por todo el daño causado—. Vámonos a casa, Ayden.

Hacemos ademán de marcharnos cuando la chica de mis espaldas vuelve a hacer uso de la palabra, esta vez con cierta advertencia en su tono.

—¿Idos? A mí me parece que no— lanza un puñal en dirección a mí que Ayden no tarda en encerrar en una de sus manos al colocarse por delante mía. Ella mira con hastío a mi salvador—. Tendré que acabar con aquello que comencé.

—Por encima de mi cadáver.

—Moriré de pie, luchando, antes que vivir de rodillas.

—Vuelve a encerrarte en el ataúd del que has salido durante lo que te quede de vida y asegúrate de mantenerte alejada de ella. Si descubro que has hecho lo más mínimo por acercarte o que has intentado herirla, iré a por ti y no seré compasivo.

—Al final has conseguido tener una familia de verdad. Feliz. Es una lástima que te haya tocado crecer en el seno de la familia de vampiros más sanguinaria que ha existido jamás. Terminarás convirtiéndote en uno de ellos, en uno de esos asquerosos chupasangres.

Ayden lanza una silla hacia la pared que se alza justo detrás de ella y que esquiva con gran habilidad a pesar de ser una simple humana con reflejos mundanos. Ella coge un tarro de cristal y se lo lanza a su agresor, que se rompe al impactar contra su pecho y derrama verbena en su cuerpo. El chico suelta alaridos de dolor y permite que su instinto le lleve a transformarse en un auténtico depredador con colmillos de hierro afilados, pupilas negras que crecen hasta ocupar todo su iris y tenebrosas marcas en sus mejillas. Envuelve el cuello de la chica con una de sus manos y la eleva en el aire, consiguiendo que la asfixia comience a aparecer en ella y sus pulmones se aquejen de la falta de oxígeno. Está apretando tan fuerte sus vértebras que temo que le haga daño. Y aunque ella me traicionó de forma vil cuando era tan solo una cría, no soy el mismo tipo de persona y no me satisface la idea de herirle, por muy enfadada que me sienta. Voy hacia mi fiel compañero y coloco mi mano en su antebrazo para pedirle que se detenga.

—Merece vivir con esto.

Deja de ejercer presión en el cuello de ella y cae al suelo por inercia. Retrocede un par de pasos y vuelve a adquirir su aspecto de antaño. Está más calmado. Vamos hacia la salida del túnel y ascendemos por él por medio de una pequeña escalerilla ubicado en un lado. La oscuridad propia de la noche continúa haciéndonos compañía y no es la única. A pocos metros de nosotros se alza un grupo de hombres lobos dispuestos a custodiar los terrenos ubicados más allá de la ciudad.

—Lanzaré el hechizo de encubrimiento.

—Yo te ayudaré— propone y se dispone a dibujar un pequeño círculo a nuestro alrededor con ayuda de un palo y a decorarlo con pequeñas piedras a las que le confieren magia, la suficiente para canalizar y mantener el hechizo.

Los enemigos se aproximan y tanto él como yo unimos nuestros hombros e intentamos contener la respiración para minimizar las pistas que les lleven a dar con nosotros. Los hombres lobo se acercan y dejan llevar por el aroma que desprende mi cabello al ondear con la brisa fresca. Aunque no pueden vernos sienten que alguien está cerca. Estoy a punto de dar por hecho que vamos a salir victoriosos cuando un ligero mareo tambalea mi equilibrio y mis fuerzas se desvanecen. Ayden pierde la concentración al hacer por ofrecerme su ayuda y el hechizo cae, dejándonos al descubierto, vulnerables ante el bando enemigo. Los lobos dan media vuelta y, al vernos, entran en cólera y se disponen a atacarnos sin ningún tipo de piedad por haber burlado sus normas y habernos colado en su territorio, donde no somos bienvenidos debido a nuestra naturaleza.

Ayden me ayuda a ponerme en pie y aferrarme a un árbol cercano mientras él se enfrenta a la amenaza. Pelea contra cada uno de ellos en su forma vampírica, violenta. Algunos acaban con los huesos fracturados, otros con profundas mordidas en el cuello desde las que ha drenado toda la sangre y unos pocos sin cabeza. El escenario se convierte en un brutal baño de sangre donde el césped está encharcado de una sustancia roja y espesa. Ayden se gira hacia mí una vez ha acabado con la amenaza. Tiene la boca llena de sangre y los colmillos afilados y de hierro con tiras de piel arrascadas. Nunca antes le había visto así, con un aspecto tan terrorífico cercano a parecerse a un monstruo. ¿Y si Aerys tiene razón? ¿Acabaré convirtiéndome en una temida criatura?

Un aullido lobuno acaba con el silencio formado y una nueva manada se lanza sobre el vampiro que inevitablemente es derrumbado y lucha con todas sus fuerzas por sobrevivir. Intento ir hacia él para ofrecerle mi ayuda cuando un licántropo me golpea violentamente con su cuerpo y salgo volando por los aires instantáneamente hasta acabar colisionando contra un grueso tronco. Caigo al suelo, aturdida, y hago por incorporarme una vez más, aunque las fuerzas me abandonan y no me queda de otra que arrastrarme. Estoy a punto de darme por vencida cuando alguien acude en nuestra ayuda, saltando de árbol en árbol con gran agilidad y sigilo y se abalanza sobre los acechantes sin titubear. Abre un pequeño tarro que lleva consigo y lo agita para que un polvo morado se expanda por el ambiente y los lobos se alejen, intoxicados por el acónito. Nuestra salvadora juega con una lanza entre sus manos, realizando rápidos movimientos, preparada para atacar ante otra posible amenaza. Sin embargo, los altos niveles de acónito suspendidos en el aire son suficientes para alejar a las manadas de lobos por una larga temporada.

—Idos antes de que vuelvan.

—¿Por qué nos ayudas?— alcanzo a decir con un hilo de voz. Aerys viene hacia mí, moviéndose como una flecha atravesando el espacio, y se arrodilla a mi lado e inclina sobre mí para poder hablarme en el oído.

—Estoy cansada de huir. Hice una promesa y la mantendré sin importar cuántas personas puedan juzgarme de traidora a la sangre y a la propia naturaleza.

—¿De qué estás hablando?

—Prometi quererte y protegerte hasta el último día de mi vida. Hice mi juramento cuando aún estabas en el vientre de mamá y cuando naciste mantuve mi palabra. La situación se volvió insostenible cuando descubrimos que eras una bruja prodigio y que estabas destinada a heredar un gran poder. Sabía que eso te pondría en peligro y que te condenaría a una huida de por vida— comienza a decir con voz pastosa, haciendo un gran esfuerzo por contener las lágrimas—. Pensé que lo mejor era evitar ese sufrimiento. No deseaba que vivieras con miedo y con prohibiciones. Solo quería que fueras feliz y que cumplieras todos tus sueños.

—Tú solo intentabas protegerme. Querías evitarme una vida cargada de miedo y sufrimiento. Y creíste que si me reunía con los ancestros me estarías dando un destino mucho mejor.

Asiente, avergonzada.

—Tiana, llevo mucho tiempo deseando morir. Viviendo sintiéndome muerta. Cada día que pasaba era un tormento inacabable. Me reprochaba una y otra vez la decisión que tomé. Lamentaba no haber tenido el valor suficiente para enfrentar al propio mundo si hubiese hecho falta con tal de mantenerte con vida— siento como el corazón se me encoge al oírle decir eso. Aerys se echa a llorar y baja la cabeza para evitar que la descubra totalmente rota—. Intenté impedir que fueras sacrificada pero las ancestros me prohibieron la entrada a diversos territorios. Al verte después de tanto tiempo creyendo que habías muerto creí que había perdido la razón. Fue como si uno de los recuerdos más bonitos que conservo dejara de formar parte del pasado y viajara hasta el presente. Tú estabas ante mí de nuevo y no podía creerlo. —Intentaste alejarme de ti y herirme...

—Solo quería mantenerte alejada de mí. Sentía que no merecía tu amor. No después de haber sido tu verdugo. A mi lado jamás serías feliz.

—Ahora que te he encontrado, no quiero volver a perderte.

—Te quiero con todo mi corazón, Tiana.

Pienso en la forma en la que me ha llamado y niego con la cabeza.

—Luz. Mi nombre es Luz Spinnet.

Aerys se abalanza a mis brazos y me envuelve con cariño. Entierro mi cabeza en su hombro y me uno en su llanto, derramando todas las lágrimas que llevo guardando demasiado tiempo. No lloro de tristeza sino de felicidad por haber encontrado a mi otra mitad, esa persona que aún vive y formó parte de mi familia.

—Volvamos a casa.

—Yo no tengo donde ir. Hace tiempo que no hay un lugar al que poder llamar casa. Y he perdido la esperanza de dar con uno.

—Yo seré tu casa.

Me pongo en pie y le tiendo una mano a mi hermana que no tarda en aceptar. Unimos nuestros dedos y miramos hacia el portal que acaba de abrir Ayden entre dos árboles. Vamos hacia él caminando con paso firme y buen ritmo, dispuestos a volver a casa. Mi corazón ha dejado de llorar la ida de Kai momentáneamente para alegrarse por la llegada de Aerys. Y aunque ahora siento cómo me embriaga la felicidad, poco sé acerca de aquello que me espera al otro lado del portal. Allí ya todo ha cambiado.

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