Capítulo 10
Luz intenta, en vano, probar un hechizo para levantar objetos de su alrededor a partir de sus poderes pero el debilitamiento físico que siente le lleva a fracasar una y otra vez. Inevitablemente los jarrones de cristal con los que ha estado practicando caen al vacío y se hacen añicos al impactar contra el suelo que a estas alturas ya está cubierto de vidrio. Cada vez que el intento es fallido intento animarla con unas palabras y una caricia en la espalda, pero ella se encierra en sí misma y se frustra ante la imposibilidad de hacer algo tan sencillo como hacer levitar objetos. Y, lamentablemente, me toca ver sus ojos llover más veces de las que me hubiera gustado.
—Date tiempo. Estoy convencida que poco a poco irás recuperando tus poderes. Este tipo de ejercicio te sirve para conservar la magia que habita en ti.
—Ni siquiera soy capaz de hacer un hechizo de levitación. Ante era capaz de hacerlo con los ojos cerrados. Y ahora nada.
—Tu cuerpo está muy debilitado y tu condición por naturaleza lo percibe. No te exijas tanto a ti misma. Hay cosas que llevan su tiempo. Vas por buen camino.
—¡No necesito tiempo!
Su temperamento provoca que la ventana estalle y los cristales sean arrojados al exterior de la vivienda, cayendo directamente a la calle. Al darse cuenta de lo que ha hecho inconscientemente retrocede un par de pasos hasta quedar adherida a la pared del fondo. Le resto importancia a lo que acaba de suceder y hago por aproximarme a ella cuando me muestra la palma de su mano, en un intento de detener mis pies.
—No te acerques a mí.
—Solo quiero ayudarte. Sé que no estás bien. No hay nada de malo en ti, Luz.
—Te equivocas. Todo está mal en mí. Este poder que tengo me vuelve alguien fuerte y poderosa y al mismo tiempo débil.
—Buscaremos una solución que te permita mantener el control, sin arriesgar tu propia vida. Solo tienes que confiar en que será posible y ser paciente.
Avanzo un par de pasos hacia adelante y, justo cuando coloco mi mano en su hombro, recibo una especie de descarga eléctrica acompañada de una fuerte onda expansiva que me hace volar por los aires momentáneamente hasta terminar por impactar contra la pared. Un pequeño fragmento de cristal que ha volado conmigo hiere mi mejilla. Luz mira horrorizada lo que acaba de hacer y, lejos de permitirse llorar una vez más delante de mí, me observa sin saber qué hacer o decir tras hacerme daño. Una vez recupero la compostura y palpo mi mejilla que comienza a cicatrizar a gran velocidad para eliminar el rastro de sangre, ella decide caminar hacia la puerta.
—Aléjate de mí.
Y sin decir nada más usa un hechizo de invisibilidad consigo misma y se marcha de la habitación sin que nada ni nadie pueda seguirle la pista. Miro en la dirección en la que se ha ido decepcionada por no poder ayudarle más de lo que me gustaría y triste por verle tan rota y apagada. No importa que no quiera ser ayudada, yo jamás me daré por vencida. Y, dispuesta a cumplir con mi palabra, bajo a la planta de abajo y me acomodo en un sillón para leer el grimorio que conservo de mi familia.
Estoy ensimismada leyendo acerca de un clan antiguo de brujas conocido como las descendientes de Edén cuando percibo como la luz comienza a parpadear incesantemente y unos sonidos extraños provienen del piso inferior. El suelo sobre el que tengo los pies está temblando por alguna razón que desconozco y que no pinta nada bien. Cierro el libro justo cuando Kai entra por la puerta de casa con cara de pocos amigos.
—¿Has vuelto a traer a casa un aperitivo? ¿Cuántas veces tengo que decirte que con la comida no se juega?
—Yo no pierdo el tiempo jugando con ella. Simplemente la devoro.
—¿Y qué es todo este jaleo? ¿Has montado una fiesta con tus colegas vampiros en el sótano y no nos has invitado?
—No quieras saber la respuesta. ¿Por qué en vez de indagar en las cosas paranormales que pasan en esta casa no te dedicas a leer esa apasionante y romántica historia de vampiros? Si no recuerdo mal se llama Crepúsculo.
Rio sin ganas y me pongo en pie.
—Claro que no.
—Vas a decirme ahora mismo qué está pasando.
—Ven conmigo.
—No sé porqué creía que iba a costar más.
Kai me guía hasta la puerta que conduce al sótano y me invita a pasar en primer lugar. Echo mano de mis poderes para poder ver a través de la oscuridad con total claridad para evitar tropezar con un escalón y sufrir una dolorosa caída. Por suerte, una luz centelleante me recibe al final de las escaleras y me permite ver sin hacer uso de la magia. John está en el interior de una habitación con aspecto de calabozo practicando una terapia de electrochoque con Sophie Summers, quien se retuerce de dolor, empapada en sudor, con los ojos completamente volteados y la boca abierta para dejar escapar algún que otro alarido.
—¿Qué estáis haciendo?
—Intentamos ayudar a Sophie a recuperar la razón y volver a ser ella misma. No sé de qué te sorprendes. Sabes que para lograr nuestro objetivo hay que hacer cosas que no son agradables. No disfruto participando en el sufrimiento que golpea a Sophie pero sé que es nuestra mejor alternativa.
—Estás haciéndole daño a costa de salvar una parte de ella que quizás ya no exista.
—Su esencia no puede morir sin más. Intento salvar ese algo que quede de ella, aunque tan solo sea un ápice.
No puedo creer la justificación que está dándome Kai. Querer a alguien y desear que vuelva a ser esa persona que se conoció no implica herirle hasta crear un camino que logre aflorar esa esencia desaparecida. Las personas evolucionamos, bien por nuestra cuenta o a partir de algún acontecimiento desafortunado de la vida. Estamos en constante cambio. La idea es evolucionar y ser amados por esos pequeños cambios que nos convierten en una nueva versión de nosotros mismos. Kai vive enamorado de la enfermera que conoció en el pasado y, en vez de aceptar la persona en la que se ha transformado, sigue esperando que regrese ese fantasma a quien amó.
—¿Creéis que esta es la solución? ¿Cuál es vuestro plan, eh? ¿Tenerla aquí encerrada, sin comer ni salir a plena luz del día? ¿Someterla a decenas de métodos de tortura hasta que vuelva en sí? ¿Qué clase de amor es ese? ¿Qué tipo de amor hace daño?
—Estoy intentando salvarla. No disfruto haciéndole daño.
—Mírala. Sigue siendo ella, solo convertida en un vampiro cuyo cuerpo es poseído por un demonio imposible de controlar.
Sus ojos se depositan sobre la cara inexpresiva de la chica de cabello castaño y el dolor asoma en sus pupilas aumentadas de tamaño. Se acerca a ella y hace ademán de desatar las cuerdas que la mantienen maniatada cuando la vampira abre sus ojos de par en par y le propicia un fuerte empujón a su salvador que sale volando por los aires y termina golpeándose con la espalda del fondo. Se pone en pie y huye de las manos de John que buscan atraparla para volver a convertirla en una prisionera. Va hacia el vampiro de ojos color miel y, con un fuerte golpe, logra hundir su cuerpo en la pared de ladrillos.
—No hay nada que desee más que verte muerto. Y no me importa que tengas una eternidad por delante. Voy a hacer que te sientas muerto aún estando en vida— escupe con odio la enfermera que penetra el pecho del vampiro con una de sus manos y le aprieta el corazón con violencia, como si pretendiera desangrarlo para luego arrancárselo sin piedad—. Me dan lástima los monstruos como tú porque nunca jamás nadie va a quererlos. No merecéis amor. Tú no deberías estar con vida. La mujer que te dio la vida debió habértela quitado nada más enterarse que estaba en cinta. El mundo sería un lugar mejor si no existieras. Me das asco. Tú y toda tu familia. Ojalá os pudráis y sufráis todo el dolor ajeno que habéis causado.
—Tú eres la única que puede quitarme la vida.
—Y lo haré encantada porque las personas como tú no merecen ser queridas, ni mucho menos contar con la posibilidad de vivir. Solo eres un niño solitario que nunca fue querido. No vales nada.
Ante el temor a ver en peligro al vampiro que ahora forma parte de mi familia decido ir hacia la chica castaña y hacer polvo sus vértebras para enviarla a la inconciencia. Se desploma delante de mí y aprovecho la oportunidad para encadenarla a la pared más cercana y ayudar a recuperarse a Kai, quien respira agitadamente y se palpa el hecho con cierta agonía.
—Ven. Tenemos que hablar— informo al vampiro de ojos color miel que asiente una sola vez y hace por seguirle allá adonde desee dirigirme. Antes de salir de la habitación le dedico una última mirada a John Spinnet que refleja el arrepentimiento en sus ojos—. Contigo también tengo una conversación pendiente, así que no te alejes mucho.
Subo a piso superior con el vampiro pisándome los talones y voy hacia la chimenea para contemplar la madera que es consumida a fuego lento por unas enormes llamas anaranjadas que en alguna que otra ocasión arrojan polvo incandescente hacia mis pies. El chico de mis espaldas viene hacia mí y se ubica justo a mi lado para contemplar el mismo incendio.
—Sé que debe ser duro verle convertida en uno de los nuestros, pero esta no es la manera. No vas a recuperar a esa chica, vas a incitarla al odio y al propio egoísmo— explico, con los brazos cruzados sobre mi pecho y el semblante iluminado por la luz cálida y anaranjada que escapa de la chimenea que tengo por delante—. Si realmente la quieres, no le hagas daño. Créeme, he pasado por situaciones complicadas en las que me sentía perdida. Y cuando más apoyo y amor he necesitado me he visto incomprendida y abandonada. Ella se siente así. Está habitando su cuerpo un demonio al que teme y del que desea librarse. Estáis tratando el problema como si ella fuese el demonio en toda su esencia, cuando puede que Sophie aún esté ahí dentro, perdida en su propio cuerpo.
—Aniquilando ese demonio la salvaré a ella.
—No. La perderás para siempre. Por cada vez que cargas contra ella con esa violencia la alejas un poco más de ti.
—¿Y qué pretendes? ¿Qué ame a un demonio?
—No sé si realmente ella sigue ahí dentro o si se ha ido para siempre. Sea como sea tienes que aceptar ambos posibles finales. Puede que algún día vuelva siendo ella misma pero quizás ya no te quiera, o tal vez permanezca su condición actual y sea alguien diferente que aún así te ama. Tienes que estar preparado tanto para amar su nueva versión como para soltarla si es necesario.
Coloca sus manos sobre la repisa de la chimenea y se inclina ligeramente hacia adelante. Está agotado de tanto luchar contra la adversidad y quizás perdido por los últimos acontecimientos inesperados y de fuerza mayor. Ahora más que nunca necesita comprensión, amor y mucho ánimo para afrontar esta prueba tan dura que le ha puesto la vida. Y sé que voy a estar ahí para él, como su fiel compañera, amiga y sobre todo, familia.
—¿Cuál es el problema?
—No es fácil.
—¿Por qué te es tan complicado manejar esta situación de forma diferente? Quizás con más comprensión y amor hacia Sophie.
—Ni siquiera puedo mirarla— frunce el ceño y deja salir alguna que otra lágrima que se ha gestado en sus ojos a lo largo de esta conversación mantenida. Esta situación le está superando. Algo me dice que no sabe por dónde comenzar a salvar el día. Hay cosas que escapan a mi entendimiento y que ralentizan y ponen trabas a mi misión de saber qué piensa o cómo se siente—. No es solo por el dolor que siento al verle así.
—Entonces, ¿por qué es?— formulo la pregunta sin pensarla siquiera. Pronto un pensamiento fugaz atraviesa mi mente como una bala y algo dentro de mí parece darle sentido a todo—. ¿No la quieres?
Una expresión horrorizada asoma en su cara.
—Sí. La quiero. Es solo que...
—Puedas contármelo. No saldrá de aquí— acaricio su espalda para animarle a dar el paso y él esboza una media sonrisa—. Quedarse con todo dentro puede llevarnos a la asfixia. Suelta todo lo que sientes, piensas y callas por temor a oír en voz alta. Puede que seamos seres hechos para matar, pero aún mantenemos una poderosa esencia humana; los sentimientos.
—Creo que algo ha cambiado dentro de mí.
—¿Ya no son tus sentimientos los mismos que al principio?— baja la cabeza y centra toda su atención en la madera ardiente. No hace falta que diga nada más para saber qué ocurre. Con solo observarle y compartir su silencio he comprendido lo que teme oírse decir a sí mismo en voz alta. Siente que de hacerlo estaría traicionando a la mujer de la que se enamoró—. Te enamoraste del aroma que desprendía su piel, de sus ojos castaños, de la calidez de su cuerpo, de su aparente fragilidad en un mundo con afán de destruir, de su bondad infinita y su característica y maravillosa forma de ser que despertaba tantas cosas bonitas en ti— cierra los ojos con fuerza y camina hacia la ventana más cercana para contemplar el cielo con cierta nostalgia. Tal vez esté recordando una noche importante en su vida que le marcó para siempre. Aún estando el ciello lleno de estrellas que le hacen compañía, se siente más solo que nunca—. Tras convertirse en vampiro ha perdido todos esos atributos que hicieron que te enamoraras de ella y la ves como una extraña. Aunque quieras y así se lo ordenes a tu corazón, no puedes amar a esa nueva persona en la que se ha convertido.
—Sé que estoy siendo egoísta e irracional. Y me odio por ello. Detesto no poder quererla como solía hacerlo y como ella mecere ser amada.
—No puedes obligar a sentir a tu corazón algo que no le nace. No estás siendo egoísta ni irracional. Simplemente, estás siendo humano.
John entra en la habitación sin previo aviso, interrumpiendo la conversación que estamos manteniendo, y camina hacia el centro del salón y se detiene justo ahí. Su hermano menor se seca las lágrimas que ruedan por sus mejillas y adopta su inquebrantable armadura de villano invencible y fuerte como el que más.
—Sé que estoy interrumpiendo, probablemente, una conversación preciosa, pero hay algo que tengo que decir y no puede esperar.
—Debe ser importante para saltarte tu habitual protocolo de hombre educado. Como si no hubieras desgarrado un cuello en tu vida.
—Ya habrá tiempo para las bromas, hermano.
—¿Qué tienes que decir?— pregunto con autoridad. Hace una pausa antes de hablar.
—Esta noche va a tener lugar una celebración en casa. Un festejo al que acudirá todo aquel interesado en hacer pactar con nosotros.
—¿Crees que es momento para festejos?
—¿Con qué motivo?— continúo interesándome. Presiento que hay algo que se me está ocultando y que podría ponernos en peligro a todos nosotros.
—Formar alianzas ante peligros inminentes y futuros. Los interesados gozarán de nuestra protección y nosotros tendremos de nuestro lado a soldados dispuestos a morir con tal de mantener a salvo a nuestra familia.
—¿Qué te hace pensar que aceptarán?
John se sirve una copa de whisky y bebe un largo sorbo junto a la chimenea, contemplando las llamaradas consumiendo la madera, antes de procesar a responder a esa pregunta. El fluido ambarino parece ser semejante al agua pues lo bebe de la misma forma, sin serle indiferente. No es hasta que Kai suelta el aire que retenía en sus pulmones más fuerte de la cuenta que el anfitrión decide continuar hablando.
—El mundo es ahora mismo fuego y nosotros somos ese agua capaz de apagarlo.
—Tenemos a una vampira descontrolada en el sótano. No sé, ¿te has parado a pensar qué pasaría si a alguien le da por curiosear y se la encuentra prácticamente momificada?
—Si actuamos con discrección nadie tiene porqué sospechar nada. Liz podría lanzarle un hechizo de invisibilidad si fuese necesario. Nos conviene esta alianza, hermano. Tenemos que estar a la altura. Estamos jugándonos mucho.
—Bien. Pero no pienso ponerme mi traje de gala.
Kai abandona el salón con paso decidido y sale de casa tras dar un fuerte portazo que nos deja a todos con los pelos de punta y una sensación de desazón. No es hasta que estoy convenida de que el vampiro no está al tanto de lo que ocurre dentro de estas cuatro paredes cuando me decido a bombardear al hombre al que tanto quiero con preguntas acerca del secreto que oculta tras ese profundo silencio.
—A mí no puedes engañarme. ¿Qué está pasando?
—Es Irina.
Me cuenta todo cuanto sabe acerca de las acciones que emprendió su hermana hace relativamente poco, convencida de estar mirando por el bien de la familia, obviando un hecho importante y quizás vital en la situación actual. Sophie es esa vampira a la que los hermanos VanGould pretenden dar caza para que deje de poner patas arriba el mundo sobrenatural y de cuestionar las decisiones que se toman desde la alta sociedad para garantizar un orden y una seguridad a la altura. Pero la parte que me deja más helada es en la que descubro que la vida de Sophie corre un grave peligro y que, Kai, de enterarse acerca del error que cometió su hermana y que podría costarla la vida a su amada, podría desear añadir su corazón a su colección.
—Si Sophie muere, él quedará destrozado. Se convertirá en ese monstruo sin corazón que arrebata vida a diestro y siniestro sin importar qué. No podemos permitir que suceda. Él no lo superaría y podría llegar a cometer una locura.
—Es demasiado tarde. Los VanGould vienen hacia aquí. Si he decidido celebrar una fiesta ahora es porque quiero contar con posibles aliados en el momento de la lucha. Las cosas van a ponerse feas en cuanto pongan un pie en casa y necesitamos más criaturas si queremos tener alguna oportunidad frente a ellos.
—Vas a convertir nuestra casa en un campo de batalla. Nosotros somos los soldados y ellos el bando enemigo.
—De haber otra forma, créeme, habría optado por ella.
—Entiendo que vaya a desatarse una lucha pero no pienso permitir que nuestra familia corra peligro.
Le repriendo con la mirada y me marcho del salón a buen ritmo, sin mirar atrás. John se queda cerca de la entrada para recibir a los invitados a los que ha solicitado su presencia, mientras yo subo a la planta superior y pienso en algún tipo de estrategia para poner a salvo a la familia. Voy barajando posibilidades a medida que sustituyo mis vaqueros y mi camiseta blanca por un vestido blanco con el bordado y diseño floral dorado. No es hasta que estoy recogiéndome el cabello en un moño, dejando algunos mechones sueltos, cuando decido que lo mejor será mantener tanto a Sophie como a los pequeños de la casa bajo algún tipo de hechizo de encubrimiento y fuera del terreno de juego.
—¿Se puede?
—No necesitas permiso para entrar en mi habitación. Ya lo sabes.
—Estás muy guapa...— esbozo una amplia sonrisa y me acerco a ella para cogerle una trenza y adornársela con pequeños diamantes. Lleva puesto un vestido celeste que contrasta con el tono de sus ojos y le hacen ver como una princesa—. Lo siento mucho, Liz. No sé qué me ha pasado. No tenía control sobre mis poderes. Mi intención no fue hacerte daño.
—Ya ni me acordaba— bromeo y le doy un golpecito en la nariz con el dedo índice—. No pasa absolutamente nada. Todos hemos estado disgustados con nosotros mismos alguna vez y hemos necesitado espacio. No te preocupes. Entiendo cómo te sientes y quiero que sepas que voy a estar aquí si me necesitas, siempre. Cuando estés preparada para volver a intentarlo, solo tienes que decírmelo y comenzaremos.
—¿Qué tal ahora?
Luz se acerca a mi peinadora y observa una maceta donde crece un pequeño árbol chino que está completamente marchito. Envuelve con sus manos la planta y palpa la tierra bajo la que se encuentran sus raíces enredadas y, pronunciando algunas palabra con los ojos cerrados, logra que se erija de nuevo y sus hojas se vuelvan verdes y su tronco fuerte y robusto. Abro la boca, sorprendida por lo que acaba de hacer, y le paso el brazo por encima de los hombros.
—Lo has conseguido. ¿Cómo lo has hecho?
—He descubierto que mis emociones juegan un papel fundamental en la proyección de mis hechizos. Cuando estoy enfadada puedo provocar grandes catástrofes. Pero si estoy calmada y feliz me siento capaz de lograr todo aquello que me proponga. Sé que el problema sigue ahí y que algún día tendremos que luchar contra él. Pero hasta entonces voy a ser paciente conmigo misma y voy a trabajar muy duro— se gira hacia mí y su trenza recae sobre su espalda. Extiende una de sus manos en mi dirección y me formula la gran pregunta que tanto ansío responder—. ¿Aún quieres ser mi institutriz?
—Nunca he dejado de querer serlo. Ven aquí, pequeña— la envuelvo con mis brazos y beso su coronilla con ternura. Ayden asoma bajo la puerta y, al ver la enternecedora escena, decide acercarme hacia nosotras y unirse al abrazo. Envuelvo su cuerpo con uno de mis brazos y acaricio su cabellera morena—. ¿Sabéis que os quiero mucho y sois muy importantes para mí, verdad?
Responden estrechándome más fuerte con sus manos y arrimando sus cabezas a mi torso. Permanecemos así por unos increíbles segundos que se me antojan efímeros en comparación con el tiempo que me gustaría permanecer así. Es cuando llega a su fin que decido arreglar la pajarita de Ayden antes de darle unas claras instrucciones a ambos. Arrojo un hechizo de encubrimiento sobre sus personas, asumiendo el control y la duración de este. Mientras esté a salvo, no tiene porqué romperse ese vínculo que borra sus rastros.
—Quiero que permanezcais fuera de casa y que os ocultéis bien. No importa que tengáis el hechizo de invisibilidad. Esforzaros por manteneros alejados de las miradas de los demás. ¿Me habéis entendido? Y por nada del mundo entréis en casa a menos que os lo pida. Puede desatarse una lucha en el interior y no quiero que estéis en medio cuando eso ocurra.
—Yo podría quedarme a luchar.
—No voy a poner tu vida en peligro, Ayden. Te quedarás fuera junto a Luz y te encargarás de que no le ocurra nada hasta que podáis volver.
—Sé que no soy de gran ayuda, pero si me necesitáis, llamadme e iré. Quizás no pueda hacer magia pero podré manejar una estaca.— sugiere Luz con voz melosa—. Manteneros a salvo.
—No dejéis que os descubran.
Y tras despedirles con esa frase decido abrir la ventana de la habitación para invitarles bajar hasta los cimientos de la casa a través del tronco de un árbol cercano. Dejo de verles a los pocos segundos, aunque deduzco que continúan descendiendo, con cuidado, sin prisas. Luego cierro la ventana y salgo de la habitación con una sonrisa fingida, dispuesta a engañar a todos. De la habitación ubicada en el pasillo opuesto sale Kai con una camisa y unos pantalones negros.
—Estás deslumbrante, brujita.
—No lo estaré tanto cuando acabe llena de sangre.
Entrelazo mi brazo con el suyo y camino hacia la cima de la escalera con unas zapatillas deportivas ocultas por el dobladillo del vestido para poder contar con velocidad en mis movimientos sin tener que ir a trompicones con unos tacones imposibles. Desde aquí puedo ver a los invitados esperando en la planta inferior, llenando todo el espacio disponible, tomando copas a la par que esperan pacientemente a que hagamos uso de presencia. Hay licántropos, brujos, vampiros, entre otras criaturas.
John aparece por mi derecha e inspecciona mi atuendo con la fascinación viviendo en sus ojos brillantes y sus labios entreabiertos dejando escapar algún que otro suspiro. Tomo su brazo y lo uno con el mío, de forma que quedo unida a ambos hermanos y protegida. Descendemos los peldaños que tenemos por delante, captando la atención de todos los invitados, con el fin de invitarles a acompañarnos hacia el gran salón.
—Buenas noches a todos— la multitud calla al oír las primeras palabras del discurso de John Spinnet. El vampiro decide contabilizar mentalmente el número de asistentes y hacer cálculos en cuanto a probabilidad de salir victoriosos de un posible enfrentamiento. Finalmente carraspea y continúa hablando—. En primer lugar me gustaría daros las gracias por venir. Sé que hay mucho trabajo por hacer dados los tiempos que corren. Segundamente, proponeros, no solo disfrutar de la noche, sino también llegar a un acuerdo con mi familia.
—¿Qué tipo de acuerdo?— inquiere un vampiro.
—No es un secreto la insostenible y complicada situación de hoy en día. El panorama sobrenatural al que nos enfrentamos está empeorando por momentos y volviéndose más difícil de tratar. Nuestros enemigos están creciendo en número y fortaleciéndose, preparándose para atacar y arrasar con todo. No podemos permitir que ellos ganen. Esta es nuestra ciudad. Nuestras familias y amigos viven aquí y está en nuestro deber garantizar su supervivencia y bienestar. Así que os pido que unáis vuestras fuerzas a las nuestras y luchemos contra el mal que nos acecha— su discurso resulta tan inspirador que los invitados lo aplauden. Nunca antes había barajado la posibilidad de que todos los seres sobrenaturales trabajaran juntos por un bien común, dejando a un lado sus diferencias. Quizás sea buena idea contar con aliados de cara a un futuro y no solo como parte de este engaño para expulsar de nuestro territorio a los VanGould—. Nosotros os brindaremos protección incondicional y vosotros a cambio nos ayudaréis a reducir a la nada a las posibles amenazas actuales y futuras. Quien esté dispuesto a formar parte del acuerdo que lo manifieste quedándose. Y al resto, gracias por la asistencia.
Algunos se marchan quejándose de la falta de veracidad en nuestras acciones y echan pestes sobre el pasado con el que cargamos a nuestras espaldas. Cada quien es libre de hacer sus juicios de valor. Lo que realmente cuenta es quien se queda a nuestro lado para luchar y, a juzgar por el número de criaturas, es alto. John asiente una sola vez y se lleva la mano al pecho izquierdo para dejar constancia de su promesa y quienes le observan le imitan.
—¿Alguien sabe dónde se ha metido Irina?
Intercambio una mirada de soslayo con el vampiro moreno que me pide discrección por miedo a relevar la verdad en una fiesta tan importante como esta.
—Necesitaba encontrarse a sí misma.
—¿Y tenía que hacerlo justo ahora?
—No seas egoísta, hermano. Hace poco volvió a la vida. Necesita tiempo para asimilar el hecho de contar con una nueva oportunidad. Hay muchas cosas que han cambiado y que debe aceptar— interviene John con pesadumbre.
—Solo espero que, en su viaje de autoconocimiento, esté bien. No quiero perderla ahora que la he recuperado.
Kai alza su copa y le dedica el brindir a los asistentes que beben del contenido unos segundos más tarde. Apenas ha comenzado la fiesta cuando las luces parpadean hasta terminar por apagarse y encenderse un poco después, relevando tres figuras que se manifiestan bajo el marco de la puerta que conduce al salón. Portan unas capas negras con unas caperuzas que cubren la cabeza de los nuevos integrantes que, finalmente, deciden echarse hacia atrás. Un silencio sepulcral se apodera de la estancia y la multitud se remueve nerviosa ante la llegada de la alta sociedad. El miedo se puede palpar en el ambiente.
—Por favor, que no pare la fiesta por nuestra llegada— añade Alexander que busca con la mirada encontrarse con alguien con quien no da. Repara en mi rostro y admira la firmeza y valentía con la que mantengo el contacto visual, sin acobardarme por un segundo.
—¿Puedo preguntar a qué debemos vuestra visita de cortesía?
Aferro mi brazo con fuerza al del vampiro de ojos color miel para incitarle a cuidar las preguntas que desea formular. Aunque él desconoce la gravedad de la situación a que nos enfrentamos, así que no puede adelantarse a los acontecimientos.
—Trabajo. Ya sabes. Inspecciones rutinarias.
—Mi familia goza de una protección envidiable gracias a las acciones que emprendéis. Todo está bajo control.
—¿De verdad?— cuestiona otro hermano que no logro reconocer—. Ha llegado a nosotros información valiosa acerca de una amenaza que está dejando víctimas inocentes por toda la ciudad de Glasgow. Lógicamente, nuestra función es garantizar el bienestar de la población sobrenatural y mantener en secreto nuestro mundo. Si no actuamos, comenzarán a cuestionar la eficacia de nuestros métodos y no podemos permitir que eso suceda.
Kai sonríe forzadamente y casi por compromiso. Está dándose cuenta del porqué de la visita de los VanGould en casa. Sabe que la chica que esconde en el sótano corre peligro de ser descubierta. Debe de mantener la compostura y no hacer ni decir nada que pueda llevarles hasta ella y, sobre todo, desenmascarar la verdad. Así que, se traga su miedo y se esfuerza por ser un anfitrión a la altura que requiere tal celebración. Le tiende una copa a cada uno de los hermanos VanGould y les invita a ver las obras de arte de autores conocidos que colecciona en el salón mientras tratan temas vitales acerca de la situación actual.
—Ve con Sophie e intenta hacer desaparecer cualquier rastro que pueda conducir a los VanGould hacia ella.
—¿Tú qué harás?
—Asegurarme de que la situación esté controlada. Nos vemos dentro de unos minutos. Cubriré tus espaldas hasta que regreses. Te quiero.
Besa mi frente y se da media vuelta para mantener mi figura oculta tras su cuerpo robusto mientras huyo hacia la puerta que conduce hacia el sótano. Desciendo los peldaños con el corazón latiéndome con fuerza y con tanta rapidez que no puedo evitar impactar contra la pared final debido a las prisas y rasparme un poco el brazo. Voy hacia la puerta del calabozo y la abro de par en par sin temor a ser atacada, pues la prisionera está esposada a la pared. Sophie está sentada en el suelo, con el cuerpo rociado con verbena, inconsciente.
—¿Sophie? ¿Puedes oírme?
Tomo su mentón y lo agito con sutileza. Ella abre los ojos con lentitud y me permite verme reflejada en sus pupilas oscuras por unos instantes que se me antojan eternos. Para mi sorpresa, su actitud desprótrica ha desaparecido y una mirada angelical vive en su cara y consigue estremecer mi corazón ante la idea de haber recuperado a mi amiga.
—Liz...— dice débilmente. Tose un par de veces y derrama alguna que otra lágrima al sentir su piel quemada por la verbena. Está despeinada y con cara de cansancio físico y mental—. Me siento tan desorientada y dolida. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy escadenada y con la piel quemada?
—Tu cuerpo ha sido poseído por un demonio.
—¿Qué? ¿Volveré a ausentarme?
—Hasta que encontremos una solución. Sé que debes sentirte perdida y sola. Estamos intentando buscar una alternativa que permite mantenerte con vida y con control sobre tu cuerpo. No es nada fácil pero no pensamos rendirnos. Lucharemos por ti hasta el final.
—No me dejes sola, Liz.
—Estoy aquí. No me iré.
Sophie hace ademán de acercarse para abrazarme pero las cadenas se lo impiden. Desvío mi mirar hacia las pulseras metálicas que envuelven sus muñecas y descubro que unas marcas violáceas y profundas le cortan la circulación y dejan constancia de la tortura que ha sufrido. Siento tanto desconsuelo por verle sufrir así cuando ella no tiene culpa de lo que le ha sucedido que me dejo llevar por mi instinto y llevo mis manos a sus muñecas para desprenderle de las esposas.
—No mereces este trato. No es justo que seas pagada con odio y violencia cuando más amor has dado a quienes te han arrojado a este infierno— ella esboza una sonrisa triste y se palpa sus muñecas por fin liberadas—. Voy a lanzarte un hechizo de invisibilidad y podrás marcharte. Eres libre de ser la persona que deseas ser. Solo uno mismo es capaz de ponerse limitaciones. Las decisiones que tomes y las acciones que lleves a cabo a partir de ahora solo te pertenecerán a ti.
—Gracias por todo. Te estaré siempre agradecida.
Estoy a punto de lanzarle el hechizo cuando se pone en pie rápidamente y envuelve mi cuello con una de sus manos tan fuertemente que me cuesta respirar. Quedo suspendida en el aire, moviendo las piernas con tal de soltarme de su agarre, luchando por apartar sus dedos de mi cuello. Pero todo intento es en vano y continúo quedándome sin aire. Todo comienza a darme vueltas. Y no puedo dejar de pensar en una única cosa; los pequeños a los que dejaré desprotegidas de sucederme algo.
—¿De verdad, Liz? ¿Unas lágrimas de cocodrilo y unas palabras cursis y te ablandas? Creía que eras más fuerte emocionalmente. Pero ya veo que me he equivocado. Solo eres un alma en pena que intenta ayudar a una amiga que se ha perdido dentro de ella misma para siempre. ¿Por qué no dejáis todos de querer salvar a esa pobre enfermera y aceptáis que se ha ido?
Me empuja con tanta fuerza hacia la pared de ladrillo que mi cuerpo queda insertado en ella y mi cabeza se abre en dos a la par que mi espalda se resiente por el dolor. Cierro los ojos, dejándome llevar por la sensación de vértigo que nubla mi mirar, e intento encontrar el valor suficiente para ponerme en pie una vez más e ir tras la chica que se escapa del calabozo a buen ritmo. En cuanto los hematomas de mi espalda y los huesos de mi cráneo cicatrizan y vuelven a su estado original decido abandonar el hueco de la pared y emprender una carrera hacia la planta inferior.
—No lo hagas, Liz.
Pero es demasiado tarde. Acaba de hacer uso de presencia en el gran salón y todos los asistentes se vuelven hacia ella y observan su deteriorado estado físico, apreciando el demonio que habita en sus ojos y desea salir. Los hermanos VanGould adoptan una pose defensiva y se predisponen a ir hacia ella para poner fin a su vida con la magia con las que han sido bendecidos cuando Kai salta hacia el lado opuesto de la habitación y coge una lanza que no tarda en arrojar hacia Alexander para mantenerle alejado de la chica. Las criaturas que nos juraron fidelidad, al ver la inminente amenaza, se esfuerzan por pararle los pies a la alta sociedad y, al mismo tiempo, a nosotros mismos por el engaño.
John está acostado boca arriba en un piano intentando deshacerse de un licántropo que intenta hincarle el diente en el cuello. Su hermano, por el contrario, va arrancando cabezas a todo aquel que se acerca a él para poner fin a su existenca. Una gran multitud de criaturas se le echa encima en ese momento y él saca fuerzas de donde no hay para acabar con cada enemigo. Sophie va apartando a todo aquel que se cruza en su camino, marcándose como objetivo dar con un aperitivo que le haga sentirse fuerte. Es entonces cuando algo con lo que no contaba ocurre. Luz aparece en medio de la estancia, con la respiracón agitada, dispuesta a descubrir qué ha sucedido para que el hechizo haya dejado de funcionar. Está de espaldas a mí, buscándome con la mirada entre la multitud, huyendo de Ayden que hace por alcanzarla y protegerla. Corro hacia ella lo más rápido que soy capaz y grito su nombre para pedirle que se ponga a cubierto lo antes posible pero el bullicio impide que ella pueda escucharme y acate con mi orden.
Sophie mira a la chica de tez morena que está a pocos metros de su posición, con el moño algo caído por el esfuerzo ejercido al acudir a casa. Está tan débil por la gran cantidad de emociones que están despertando en ella al presenciar aquella masacre que su nariz comienza a sangrar y la vampira castaña no puede evitar sentir una fuerte atracción hacia ella. Va corriendo hacia la chica con el fin de beber de su sangre hasta no dejar una gota cuando aparto a quienes me alejan de la pequeña, luchando contra todo pronóstico, gritando como una posesa, temerosa del trágico final. Sophie está a punto de saltar sobre la espalda de la chica que acaba de darse media vuelta con la mandíbula prácticamente desencajada y el miedo reflejado en sus ojos cuando aparece un ángel de la guardia en el último segundo, interponiéndose entre la vampira fuera de control y Luz, y le clava una estaca en el corazón a la inminente enemiga. Ella escupe sangre por la boca y contempla los ojos color miel de su asesino. Luego baja la mirada hacia el fragmento de madera que perfora su pecho y pone fin a su vida. Y es en ese preciso instante en el que ella vuelve en sí y el demonio que le poseía la abandona por completo y se desintegra. Kai sostiene el cuerpo de la mujer que ama y poco a poco va agachándose hasta acabar en el suelo con ella entre sus brazos, agonizando, derramando alguna que otra lágrima.
—Lo siento, amor. Esta no eres tú.
Los VanGould dan por finalizada la tarea que debían cumplir y deciden marcharse tras comprobar que la vampira está alejándose de la vida. Los invitados observan con cierta tristeza y desconcierto lo que ha ocurrido en el salón de nuestra casa y, poco a poco, van abandonando la vivienda hasta dejarnos completamente a solas. Es entonces cuando voy hacia Luz y la envuelvo con mis brazos, calmando su intenso llanto, ocultándole la escena. Ayden se deja caer hacia atrás y acaba sentado en el suelo, con las piernas flexionadas y próximas a su pecho, con los brazos cruzados y depositados sobre sus rodillas y la cara enterrada en ellos para ocultar sus lágrimas. John observa consternado a su hermano menor sostener el cadáver de la chica entre sus brazos y llorarle como si no hubiera un fin. La piel de ella se vuelve grisácea y su corazón se detiene para siempre. La vivacidad que desprendía en vida ha desaparecido por completo. Esta vez es un hecho, forma parte de la realidad. Se ha ido y no va a volver.
—¿Sabíais que esto iba a suceder?
Guardamos silencio.
—Lo siento, hermano. No queríamos que esto saliera así. Solo intentábamos protegerla. Irina jamás habría puesto en peligro a nuestra familia si supiese que estaría condenándola a ella a morir.
—¿Nuestra hermana fue en búsqueda de los VanGould?
—Pactó con ellos. Nuestra liberación de los crímenes que pesan sobre nosotros a cambio de entregarle a la persona que estaba amenazando la seguridad en el mundo sobrenatural. Desconocía que se tratara de Sophie. Si lo hubiera sabido jamás lo hubiera hecho. Sus intenciones eran buenas pero había mucha información que no manejaba.
—¡No me importa! ¡Sophie está muerta! ¡Ella ha muerto!— grita a plena voz y consigue asustar a los pequeños de la casa—. Nadie le pidió que nos librara de nuestro pasado delictivo. ¡Yo no quería salvar mi reputación a costa de la vida de la chica a la que quiero! Pero ya da igual. Ella se ha ido para siempre y yo tengo las manos manchadas de sangre.
Trago saliva y hago por acercarme a él pero me detiene.
—No me toques.
—Estoy segura de que podrás perdonarla con el tiempo. Al fin y al cabo cometió un error sin intención de hacerlo.
—Jamás la perdonaré. No quiero volver a verla por aquí. Ella ya no forma parte de esta familia y quien se atreva a acogerla correrá con la misma suerte. Esta ya no es su casa. Y no me importa que compartamos sangre. Ya no es nada para mí.
—Estás pensando en caliente. Mañana los verás diferente, hermano.
—Mañana Sophie seguirá muerta y el resto de la eternidad también. Así que no me vengas con esos sermones en los que me recuerdas que somos una familia unida por lazos de sangre porque eso no nos convierte en inseparables. Una familia es leal y procura cuidar a todos sus miembros. Nosotros solo nos pisoteamos los unos a los otros y nos tracionamos a las espaldas. Nunca hemos sido una familia, así que sigamos yendo cada uno por nuestro lado y dejemos este numerito.
Kai recoge el cadáver de la chica y se decide a poner distancia con respecto a nosotros. Apenas ha dado un par de pasos cuando su hermano opta por preguntar adónde se dirige. Titubea unos segundos si darle el gusto de obtener una respuesta o dejarle con la duda. Se decanta por la primera opción, tal vez por conllevar consigo un ingrediente destructivo incluido.
—¿Adónde vas?
—Voy a despedirme de ella y luego me iré.
—¿Irte?
—No quiero tener que seguir compartiendo aire y espacio con vosotros. Así que pienso marcharme de una vez por todas. Es lo que debería haber hecho hace mucho tiempo. No quiero saber nada relacionado con esta familia durante lo que me quede de vida. Así que perdonadme pero no puedo seguir jugando a fingir ser la familia feliz— mi cara se ensombrece y mis ojos piden perdón a raudales, disculpa que no es asumida por el vampiro al que hemos roto el corazón en una noche—. No pongáis esas caras. Al fin y al cabo es lo que siempre habéis querido, que desaparezca de vuestras vidas. Me voy por iniciativa propia Ya no tendréis que huir, sentir miedo ni enfrentar los enemigos que traigo conmigo.
—No te marches— le pide John.
—No intentes detenerme ni seguirme porque de hacerlo tendré que matarte. Y es algo que no quiero hacer. Así que no me obligues.
—Lo siento— susurro en cuanto pasa por mi lado. Él contempla mis facciones detenidamente con cierta incredulidad, dolido por haber sido traicionado por alguien en quien confió ciegamente—. Adiós.
—Adiós.
Y sin decir nada más se marcha de casa una vez entrada la noche y se pierde en la oscuridad propia de la noche que hoy luce más apagada que nunca, con un cielo sin estrellas. John intercambia una mirada conmigo y a continuación se acerca a la ventana más cercana para observar como su hermano menor se aleja de su hogar con el cuerpo sin vida de su amada entre sus brazos, llorando y soltando algún que otro alarido de dolor que resuena en nuestra mente a pesar de poner metros y metros de distancia con respecto a nosotros. Porque allá adonde va nos lleva consigo. Puede que el vínculo de sangre nos una, pero no es lo suficientemente fuerte para convertirnos en una familia. Es el amor quien hace y deshace los enlaces existentes entre cada uno de nosotros. Y ahora que este sentimiento ha sido herido de muerte temo que nunca sea capaz de encontrar un camino de regreso a aquello que solíamos ser.
Una familia desestructurada por las traiciones, un amor perdido por un error, un corazón roto cuando más ha amado y entregado, y una legión de enemigos que crece y fortalece ahí fuera, en silencio, esperando destruirnos por completo. Las reglas del juego han cambiado justo cuando comenzábamos a entenderlas y ahora nos toca volver a empezar y esperar nuestro turno para mover ficha.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top