Capítulo 12: Recuerdos.

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Un día entero estuvo Kim en el cuarto de Fiorella, nadie pudo sacarla de allí. Jared se fue a hacer guardia, pero estuvo atento a los informes que le daba Embry, ya que este estaba cerca de la ventana del cuarto pendiente a su amiga.

Ella solo había estado recostada en la cama con la nota en su pecho, releyendo de vez en cuando la nota. Estuvo llorando hasta que quedó dormida, pero ni aún en sus sueños estaba tranquila, ya que había soñado con su amiga. Despertó alrededor de las 3 a.m. con la respiración acelerada y el corazón golpeando su pecho. Caminó por el cuarto tratando de buscar paz y calma, aunque lo que encontró fue curiosidad al reencontrarse con un objeto que había visto el día anterior; El libro que estaba junto a la carta.

Frunció el ceño y sorbio la nariz antes de tomarlo y sentarse en la cama. Suspiro. Su mano tembló al pasar por la tapa del libro de cobertura rojiza y lisa. Volvió a suspirar al abrirlo.

En la primer hoja había una inscripción que decía: "Mi Diario."

Ella jamás había abierto aquel libro, pues cada vez que lo veía en el cuarto de su amiga e intentaba hurgar, antes de que les ponga las manos encima, Fiorella lo tomaba y lo guardaba en su cajón de la mesa de noche. No entendía porque no podía leerlo, ellas de niñas se leían sus diarios como si fueran cuentos y no se ocultaban nada. Ahora entendía porque ya no lo leía, desde los 14.

Leyó las primeras páginas, donde una pequeña Fiorella de 7 años relataba como había conocido a una pequeña Kim en la Push tras un pequeño accidente con un niño que molestaba a la castaña por tener dos coletas y frenillos. Sonrió nostálgica al leer aquel primer encuentro.

La página que le seguía era una que contaba el cumpleaños de Kim, que festejó en la casa de los Daniels, donde Fiorella le dijo "Feliz navidad" en vez de "Feliz cumpleaños". Aquel día, ambas, habían comido pastel hasta que les dolió el estómago y miraron películas hasta caer dormidas. Fue el primer cumpleaños que pasaron juntas, el primero de muchos.

Así fueron pasando, de página en página, anécdotas tras anécdotas. Todo fue sonrisas, hasta que llego a la parte donde la dueña del diario cumplió los 14 años y la primer nota de aquella edad, entristeció a la castaña.

"Hoy, día de mi decimocuarto cumpleaños, descubri algo que debo confesar, aunque me sienta enferma por esto.

Estoy enamorada. Sip, por primera vez.

Mi madre dice que enamorarme a esta edad es normal, pero cuando le dije de quien lo estaba, simplemente me pidió que no dijera nada a nadie, ni siquiera a ella.

Mattheo se burla de mí, pero no por el hecho de que me guste una niña, sino por mis actitudes delatadoras. Según él, soy obvia, pero sé a ciencia cierta que ella no lo ve de ese modo.

Me encantan sus reacciones ante las diferentes situaciones que pasamos o momentos que vivimos.

Arruga su nariz cuando miente; Frunce los labios cuando algo le incomoda y se muerde la lengua cuando está concentrada.

Le presto atención, demasiada como una acosadora. Y eso me hace sentir enferma, y aún más sabiendo que ella es nada más ni nadie menos que, Kim, mi "Mejor amiga" desde los 7 años."

Kim leyó aquello, sintiéndose una tonta al no notar las indirectas que Mattheo lanzaba de vez en cuando las veces que Fiorella se comportaba rara.

Decidió que era todo por aquel día, y dejó el diario en la mesa de luz, acomodándose en la cama para poder dormir. Luego de minutos intentando, logró hacerlo, con esfuerzo pero lo hizo.


Era pasando el medio día, Kim estaba sentada en el sofá de la casa de Sam esperando a Jared, como habían quedado. Ese día, el joven Cameron iba a llevarla recorrer Forks y distraerla. Ya habían pasado dos días desde el día que leyó el diario de su amiga, y no estaba del todo cómoda, pero el lobo y sus padres le habían dicho que no era nada sano estar encerrada en su cuarto como venía haciendo, así que a arrastras (de Embry) fue llevada a la casa Uley.

-En tres días es el cumpleaños de Jared.-Recordó Embry a su amiga, que miraba el suelo con gran interés.

-Lo sé.-Murmuró Kim.

-También le darán el alta a Marlene.-Añadió Embry.-Mañana en la tarde.

-Veo que es muy importante para ustedes.-Susurró Kim, sin saber que más decir.

-Es como nuestra madre, ¿Sabes?.-Dijo Embry.-Ella siempre nos regaña cuando hacemos algo mal. También nos alimenta y nos da amor, estoy seguro de que te llevaras bien con ella.

-La conozco, trabajábamos juntas.-Murmuró.

-Lo sé, pero también tengo la corazonada de que serán muy compinches.-Sonrió levemente.-Kim... Sé que es duro, pero ella no querría verte así.

-Pero ella lo hizo por sentirse una "Enferma".-Hizo comillas.-Cuando no lo era, y quizás yo no le habría correspondido, le habría dicho que estaba bien y que alguien más la amaría. No puedo evitar sentir culpa, Em.

-Te entiendo, Kim, pero tampoco es justo que te castigues por esto.-Razonó.-Ella creyó que era lo mejor, aunque no lo era, pero estoy seguro de que ella no querría que te sintieras con aquel peso en tus hombros.

Ella suspiró pesadamente, tratando de calmar aquella opresión en el pecho. En cuanto llego Jared, ambos salieron al pueblo, pero no hablaron en todo el camino. Él le estaba dando su espacio, y ella lo agradecía, pero en cierto modo, su cabeza repetía las palabras de Embry una y otra vez.

Jared, antes de que cayera el sol, llevo a Kim al acantilado donde solía saltar la manada. Ese lugar era un buen punto para pensar cuando se sentía mal, y creyó que podría ser bueno para su impronta. Al llegar, Kim se sentó en una roca, un poco más alejada de la orilla y espero a que Jared se sentara con ella, pero él tenía otro plan, así que camino detrás de unos arbustos y a los minutos salió en su forma lobuna, acercándose a ella y acomodando su cabeza en las piernas de la chica.

El silencio de palabras, el sonido de las olas chocando contra el acantilado y el viento moviendo los árboles, era lo único que Kim necesitaba, además de tener a un lobo gigante y calentito sobre sus piernas. Los recuerdos de la chica pasaban en su mente, pero algo cambió en ellos. Acaricio el pelaje del lobo y sonrió.

-Tiene razón, debo ser feliz.-Murmuró Kim, mirando como el animal ronroneaba con su tacto.-Los recuerdos no se Irán, jamás lo harán, pero no los recordaré con tristeza, no haré que el tiempo retroceda del hacerlo.-Continuó hablando.-Jared.-Llamó. El lobo la miró.-Gracias.-El animal saco la enorme lengua y la paso por la cara de la chica, provocando una risa y sonidos de asco por parte de ella.-¡Ya!.-Gritaba Kim, cuando Jared seguía haciendo lo mismo. Eso, en ese momento además de darle asco, le había dado la paz y el alivio que necesitaba.

Fiorella, desde donde sea que estaba, la veía feliz. Y eso era lo que ella tendría presente siempre.

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