Capítulo 11: Fiorella.

*antes de comenzar quiero advertirles que este capítulo contiene un tema muy sensible; el suicidio. Les recomiendo leer con discreción, aunque no es una escena que se narrará el como se hizo, simplemente se menciona.
Mi intención no es normalizar ni incitar tal acción, no están solos y quiero que sepan que estoy a su disposición si necesitan hablar con alguien, todo tiene solución, Girasoles.*

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A la mañana siguiente, Kim se despertó sola en su cama y con un presentimiento muy malo. Aún su cabeza recordaba la noche anterior y aquella llamada. Se levantó sin ganas de nada, ese día no iría al instituto, otra vez. Camino a la cocina y tomo un vaso de agua, estaba sedienta por haber llorado.

Se sentó en la barra de la cocina, tomo su teléfono del pantalón (la noche anterior, Jared lo dejo en la mesa de luz al encontrarlo en el suelo), y prendió su teléfono, miles de llamada perdidas de los padres de Fiorella. Extrañada, revisó los mensajes.

"Fiorella está en el hospital, ven."

Decía el mensaje de Mattheo. Ella se asustó y rápidamente fue a su habitación para cambiarse. Diez minutos después, ya estaba saliendo de su casa sin importarle que Embry iría por ella esa mañana. Corrió al coche de su padre y arrancó en dirección al hospital.

Su corazón iba bombeando de forma rápida, su cabeza trabajaba a mil por segundo, miles de posibles ideas pasaban en su mente.

Aparcó en el estacionamiento del hospital de Forks, bajando de forma rápida del auto y corriendo a la entrada del lugar. En la sala de espera, a unos pasos de ella, se encontraban los padres de Fiorella y Mattheo, llorando. Se acercó lentamente, sintiendo que cada parte de su corazón se rompía lentamente. El chico se acercó a ella, alejándose un poco de los Quintana.

—¿Qu..que.. paso?.—Preguntó Kim, temblorosa.

—Fiorella.—Habló Mattheo, en un susurró quebradizo.

—¿Fiorella, Qué?.—Preguntó Kim, con temor de una respuesta parecida a su pensamiento.

—Vamos afuera.—Murmuró Mattheo, mirando a sus tíos.

La chica asintió nerviosa, y lo siguió hasta el estacionamiento, donde ambos quedaron apoyados en el barandal de las escaleras.

—¿Qué pasó, Theo?.—Volvió a preguntar, con un nudo en la garganta.

El chico suspiro con lágrimas en sus ojos, soltó un sollozo antes de responder.

—Se suicidó esta madrugada.—Soltó.

Kim negó con la cabeza, mientras retrocedía y soltaba sollozos. No lo podía creer, no le era real lo que le dijo el joven delante de ella. Todo se nubló ante ella, y miles de recuerdos vinieron a su cabeza, como una película. Las risas, las charlas, las noches de películas, todos los recuerdos de cuando eran niñas y jugaban a los pasteles de barro, las tardes en la playa hasta el atardecer.

Mattheo se acercó a ella, y la abrazó al verla temblar. Ambos lloraban en el hombro del otro, con un dolor en sus pechos. Ambos estaban en Shock. Y era entendible, ninguno quería creer aquello.

—¿Por qué?.—Formuló Kim, entre sollozos, aún aferrada al chico.

—Dejo tres sobres, y uno era para ti.—Respondió Mattheo, más calmado, abrazando a la chica.

Kim no dijo más nada, y continuó llorando.

La tarde era fría, el cielo estaba más oscuro que de lo normal y la lluvia no tardó en llegar a aquel día tan triste. Kim entró al hospital y se abrazó de la madre de su mejor amiga, y ambas lloraron por la pérdida de aquella joven muchacha.

Sam, quien estaba en el hospital visitando a Marlene, vio a la impronta de su beta y no tardó en llamar al muchacho, quien a los 20 minutos ya estaba entrando al establecimiento como un loco al saber que su impronta estaba allí entre lágrimas.

Jared busco a la joven, y cuando la vio abrazada a una mujer, bajo la velocidad y espero pacientemente a unos metros de donde ella se encontraba. A los minutos vio como los padres de Kim entraban con sus rostros entristecidos y se acercaron a la familia de Fiorella, fue allí cuando Kim notó la presencia de Jared y no dudo a ir a él en busca de consuelo. Él no preguntó cuando la vio llorando y abrazada a él, simplemente le dio calor y cariño, buscando calmarla.

El velorio de Fiorella se estaba dando en su casa. Familiares, amigos y los del consejo junto a la manada estaban presentes.

Kim estaba en un rincón junto a la manada, llorando en los brazos de Jared. Los chicos no sabían que decirle ni como darle el Pésame, solamente optaron en acompañarla en silencio y ayudar en lo que los Quintana necesitarán. Sam había ido un rato y luego volvió al hospital. Embry estaba a un lado de los Imprimados, dándole apoyo a su amiga. Los demás, solo estaban en silencio a su alrededor.

El improvisado discurso que dio Mattheo fue lo que hizo recordarle a la chica que era real todo lo que estaba pasando. Ella no pudo decir nada, los sollozos y temblores no le permitieron hablar. Tampoco pudo acercarse al cajón, no quería creer que era verdad todo lo que ocurría.

La señora Quintana le indicó a Kim que debía ir al cuarto de Fiorella, y que se llevara las fotos de ellas o algo que ella quisiera para recordar a su mejor amiga. Ella asintió, pero le pidió a Jared que la dejara ir sola, era algo debía hacer ella misma y nadie más. El lobo entendió, pero aún así estaba pendiente a lo que la castaña hiciera.

Kim subió las escaleras lentamente, y a medida que se acercaba a la habitación de Fio, sentía su corazón latir fuertemente y su vista se nublaba a cada paso que daba. En cuanto entro, vio la cama desordenada y ropa regada por todos lados (como Fio solía tener su cuarto), también vio las fotos que colgaban en las paredes de la habitación. Un pequeño sobre y un libro que estaban en el escritorio gris que estaba en una esquina de la habitación, le llamó la atención. Suspiro. Caminó con cautela hacia aquel extremo y una vez frente a los objetos, tomó el sobre primo, sentándose en la silla que estaba allí.

Un sollozo escapó al ver su nombre escrito allí con la mala caligrafía de Fiorella.

"Kimberly Daniels."

Abrió el sobre lentamente y sacó una nota que había dentro de este, se acomodó en la silla y soltó otro sollozo al comenzar a leer, con la voz de su amiga en la cabeza.

"Kim, para estas alturas debes estar sabiendo lo que hice.
Lo lamento.

Lamento haberme ido.

Lamento no despedirme de ti.

Lamento haberme ido sin disculparme, sin dejarte hablar.

Soy una cobarde, siempre lo fui, pero no se compara mi cobardía con el dolor que siento ahora y que dejare de sentir.

Kim, fuiste la mejor amiga que pude tener en toda mi vida, eso siempre lo supe reconocer y admitir, pero algo que jamás pude decirte o gritarlo al mundo, es que estoy enamorada de ti.

Desde los 14 años que mis sentimientos hacia ti dejaron de ser amistosos, aún así jamás te los confesé por temor a ser rechazada, sabia muy bien que Jared reinaba en tu corazón desde niñas y también sabía que dejarías de hablarme por ser una enferma, lamento eso.

Estos últimos días, semanas y hasta un mes, no pude sentir otra cosa que no sea envidia hacia él. Él logró tenerte, él logró terminar de enamorarte.

La única pregunta que se formulaba en mi cabeza era, ¿qué tiene él que no tenga yo?.

Fácil,
él era normal, y yo una enferma enamorada de su mejor amiga.

Por eso mis actitudes, por eso mis enojos. Estaba celosa, y estaba dolida. Y te pido perdón, no merecías eso, tú mereces ser feliz.

Te amo Kim, siempre lo hice.

Lamento esto, realmente lo hago.

Espero que seas feliz, y puedas dejarme ir para tener felicidad junto a él. Sé que así será, Kim. Siempre supe que él era el elegido para ti, a pesar de que antes no hablaba contigo, algo en mí me decía que estaban destinados.

Con amor, Fiorella Lillianne Quintana."

Kim soltó el pedazo de papel, levantándose de la silla y comenzó a llorar mirando las fotos de la habitación, con culpa y dolor en su pecho. Se sintió caer, pero al mismo tiempo sintió unos cálidos brazos a su alrededor y un aroma a bosque. Sabia quien era, por lo que simplemente se aferró a él  y se dejó llorar hasta que su cuerpo no diera más. Solamente quería volver el tiempo atrás, pero sabía que eso no era posible y que tampoco podría recuperarse tan fácilmente.

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