6- ¿Problema o solución?

Destrozado de incontables horas de ensayo y error hasta dar con la posible solución, nos dieron un merecido -aunque nervioso- descanso. Y me refiero al renuente malestar ya que estar al tanto del posible contacto con algún grado (aunque menor pero de mayor intensidad) de radiacion, hace que no te puedas relajar.

Pero, a decir verdad, los habitantes de la base sí podrían sufrir las consecuencia de estar bajo una exposición de bajo nivel de radiación por un período más largo de tiempo.

En cambio nosotros, tendremos una exposición de alto nivel de radiación en un período de corto plazo. Situación que se dará al cruzar los cinturones de Van Allen, que son dos anillos en formas de donas que rodean nuestro planeta y que se forman gracias a las partículas radiactivas atraídas por la magnetosfera (capa magnética que se origina del núcleo de hierro la Tierra y que atrapa partículas de radiación de alta energía que viene del sol). La magnetosfera, nos previene de tormentas solares o viento solar que daña seres vivos y tecnología.

A ciencia cierta, sé que nuestros trajes espaciales están específicamente diseñados para soportar, ya que su reciente modernización aplica un soporte extra de radiación gracias a una capa de Faraday que protege de los campos electrónicos más un sofisticado sistema de aislamiento térmico. Y nuestro visor que "aparte de reflejar la luz del sol" mantiene el calor para cuando estemos de cara al frío del espacio profundo. Así que por ese lado, no me preocupo.

Más me preocupa tratar de sobrellevar, lo más tranquilo posible, la convivencia con el comandante... Aunque se me hace imposible cuando observo que frunce el ceño ante cualquier movimiento mío, o me doy cuenta de que está a la espera de que diga algo desubicado dándole pie a que me rete como si fuera un chiquillo.

Maldito engreído, ¿acaso cree qué por haber conocido mis encantos personales tiene el poder de controlar cada paso? Ni él, no nadie podrá manejarme. Yo, solo espero que mi investigación pase desapercibida para sus metiches narices porque cuando arranca con el tema del "señor cuida vidas" no lo para nadie. Y eso lo sé, gracias a un informe detallado que nos entregaron sobre que nos citaron. Ese mismo día en que "mister perfecto" creía que su presencia significaría algo más que tenerle envidia por ser el maldito comandante de la misión y la nave.

Sé que debo dejar de lado los asuntos personales. Demasiado tengo con la licenciada que "de a ratos" cree que puede ocupar aquel órgano insensible que me palpita solo por llevar oxígeno a cada sistema necesario. Después de todo, ¿quién me manda a comer dónde se trabaja? Lo sé, porque forma parte de malas decisiones que sigo tomando en mi diaria.

Al rato, mi cubículo suena y me pongo en alerta dejando atrás los pensamientos y dirigiendome hasta el acceso. Al otro lado, un ojeroso comandante guarda silencio con miras de acotar algo o comerme, en su defecto.

—El que pestañea, ¿pierde? —suelto con ganas de molestarlo solo por el hecho de provocar su encantador carácter.

Moviendo su cabeza, rezonga por lo bajo. Y frunciendo su ceño, suelta: —Solo... Solo quiero que sepa que a partir de este momento, no habrá más recriminaciones.

—Si mal no recuerdo, le pedí que deje de lado la formalidad comandante. Pero, ¿a qué viene todo ésto? ¡Ya sé! Mucho tiempo de meditación no es bueno, debería descansar en vez de perder el tiempo.

—¡No es perder el tiempo si es algo que nos compete a ambos!

—A usted querrá decir, porque yo, estoy bien. Con la mente fresca y los pensamientos correctos. 

—¿Ahora me tratará de usted? En fin, seguiremos viaje en dos horas, no quiero pasar aquí más tiempo del necesario —me suelta.

—¿Sabes que mayor riesgo corremos afuera, no? ¿O es el sentimiento de culpa por no decirle al comandante de la base que lo que tiene en su vista es producto del síndrome a la exposición en pequeñas dosis de radiación durante un período largo de tiempo? Sin contar el riesgo de contraer algún tipo de cáncer.

—No hay que ser tan dramático... ¿Qué hubieras hecho?

—Le habría dado los datos correctos y que se maneje con la información. No hay peor ciego que el que no quiere ver el problema. Y en base a eso, se trabaja en la solución.

Pareciera que mis palabras calaron profundo en su interior. Haciéndome sentir que lo expuesto, de alguna manera, era referido hacia él... Como si fuera una especie de reclamo oculto que no soy capaz de ver. Y el silencio que le sigue a este momento, me confirma todo aquello que no sé.

Así que cansado de tanto teatro y de aguantar indirectas bien directas, me acerco hasta su oreja para seguir el juego diciendo: —No creas que no sé lo que te sucede cuando me observas, así, de esta manera.

—¿Y se puede saber qué es lo que me sucede, según tú? — Contesta mirando hacia el frente, ni siquiera doblando la cabeza hacia mí.

—Te mueres de ganas por volverme a sentir —susurro acariciando la oreja que roja, se expone hacia mí.

—No te voy a mentir... Cuando vi tu nombre en ese listado, algo se despertó en mí —contesta inclinando su cabeza hacia mi oreja—, las ganas de dejarte bien en claro que ya no soy un niñato y que a partir de ahora, al cual debes respetar es a mí. Con su permiso, nos vemos en hora y media para el desacople.

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