Capítulo 4
Teru:
Si hay un día en el que todos esperan con más ansías la hora de salida, ese es el viernes. Yo al igual que el resto guardo todo lo que está en mi escritorio desde unos minutos antes, así cuando el reloj marque las cinco puedo salir de aquí lo más pronto posible. En mi caso no es porque tenga planes, de hecho es todo lo contrario, pretendo evitarlos. Cada viernes mis compañeros salen por unas cervezas a un bar que está cerca y por algún motivo siempre me invitan, no sé si soy parte de algún experimento sobre adoptar a un introvertido y volverlo parte del grupo.
Apago el computador una vez llega la hora de salida y de inmediato me pongo de pie. Nunca me he caracterizado por ser una persona con suerte, así que ni siquiera debería sorprenderme el haber sido interceptado antes de poder dar un paso.
—Mika, amigo nuestro.
El pecoso de Chris me echa un brazo sobre los hombros, continúa acompañándome durante los almuerzos y siempre mantiene ese tono jovial, pero sigue sin estar invitado a mis cumpleaños por el simple hecho de seguir llamándome Mika, no me llamo así.
—Sea lo que sea, no. —Lo único que pretendo es terminar con la persuasión cuánto antes.
—Pero ni siquiera te hemos dicho nada. —Esta vez es Alex quien me echa un brazo sobre el hombro, quedando yo en medio de ellos. Al menos ya no olvido sus nombres.
—Todos los viernes me invitan a beber pero yo no bebo.
—Pues para que veas que te equivocas, pensábamos que podíamos ir al café de la otra vez, ¿lo recuerdas? —Alex me zangolotea un poco, haciendo que deba sujetarme los anteojos para que no caigan al suelo.
Frunzo el ceño y los observo extrañados, primero a uno y después al otro. No sé si mi mutismo se deba a que la idea no me desagrada o a qué sigo sin entender por qué estos dos me siguen tanto, ¿será lastima?
—Sigue siendo no. —Meneo la cabeza y me remuevo para soltarme de ellos. Sea como sea no tenemos tema de conversación, apenas y nos conocemos.
—¿Por qué no? —Chris hace un puchero, tiene unas facciones que hacen que dicho gesto lo hagan ver realmente tierno, creo que las pecas ayudan— Mira que hasta escogimos un lugar que fuera de tu agrado para que no nos rechazaras esta vez.
—Eso y que no han pagado, un bar sería muy caro.
Veo a Chris darle un codazo a Alex y reclamarle en voz baja. Si soy sincero ambos se me hacen muy guapos, cualquiera en mi posición no desaprovecharía la oportunidad de pasar un viernes por la noche acompañado de dos hombres atractivos, pero es que de verdad no encuentro qué hablar con ellos, y no creo que el del problema sean ellos, sino más bien mi timidez quizá, siempre he sido alguien solitario. Sin embargo, no puedo pretender seguir en un lugar sin hacer compañeros y estos dos han demostrado ser unos muy buenos. Además, la idea de volver a ese café no me desagrada.
—Está bien, iré.
oOo
Light:
Los viernes siempre son atareados, tanto que escucho hasta los pasos de mi padre ir de un lado a otro. Él se encarga más que nada de dirigir a los empleados en la cocina y de cuidar los cafetos, pero en días como hoy también la hace de mesero. Bueno, un día atareado para ellos, yo que estoy en la caja registradora no lo es tanto; el restaurante está repleto sin embargo la mayoría de clientes les encanta quedarse largo rato platicando, lo cual nos conviene porque mientras lo hacen continúan ordenando.
—Genial, ya le cayó caca al pastel —Mello, tan dulce como siempre—. Adivina quién acaba de llegar.
—Si no es don Chusito, no me interesa.
—El vejete del saco. Y esta vez viene acompañado.
De inmediato me quedo quieto, sintiendo un sudor frío bajando por mi espalda. No por nervios, o quizá un poco, pero más que nada por la idea que se me acaba de ocurrir.
—Mello, déjame ir a tomarles la orden.
—¿¡Quééé!? —una brisa leve me da en el rostro, supongo que se ha girado demasiado rápido y ahora lo tengo enfrente, al otro lado de la barra— ¿Y eso por qué o qué?
—Porque la otra vez se fue sin que pudiera agradecerle.
—¿Y qué? ¿Piensas plantarte y decirle «gracias, viejo decrépito» frente a sus amigos?
—Sin esas palabras, pero sí. —Me encojo de hombros y lo escucho bufar.
—Sin mencionar que eso sería raro, a mí todo esto se me hace muy sospechoso, primero te trae un regalo ¿y ahora esto? ¿Acaso se gustan?
Mis mejillas se encienden al instante, no porque eso sea cierto, sino por la simple idea de que yo le guste a alguien.
—No seas exagerado, Mello. ¿Cómo crees que yo le voy a gustar a ese señor? —Mis padres no se cansan de decirme que soy un muchacho muy guapo, y no es que me sienta menos, no obstante soy realista, la mayoría me verían más como una carga que como una pareja.
—No, si ese no es el problema, podrías tener a cualquiera de aquí babeando por ti —su tono es duro, aún así me hace sonreír porque de alguna forma siempre busca animarme—, mi preocupación es que a ti te guste el anciano.
Suspiro, poniendo los ojos en blanco. —Ni siquiera lo conozco, Mello.
—¿Mihael? —Oh-oh, la voz de mi madre es de molestia, ni siquiera la percibí acercarse, creo que estaba muy concentrado en la conversación con mi amigo— Acabo de pasar por la mesa nueve y dicen que nadie les ha tomado la orden. Te dije que yo me encargaría de las mesas de la terraza mientras Soichiro iba a la cocina y te dejaría encargado a ti del interior, ¿o me equivocó?
—¡S-Sí, señora Yagami! —él balbucea, a veces no es tan rudo, igual no quisiera estar en sus zapatos por lo que evito hasta moverme mientras escucho a mi madre alejarse.
—Lo siento... —Murmuro, porque de algún forma sé que fue mi culpa.
—Sal de la barra.
—¿Eh?
—Que salgas de la barra. Querías ir a tomar la orden, ¿no?
Sonrío por inercia y sin esperar a que me lo repita una tercera vez, dejo mi puesto y me sitúo al lado de él, permitiendo que me tome de la cintura.
—Bien, yo sé que te sabes a la perfección la posición de cada mesa, pero la mesa tres tiene un coche de bebé al lado, así que ve aquí derecho y cuando vayas por el paso quince, gira un poco a la izquierda y luego sigue el camino que ya conoces. —Me hace girar un poco en dirección al camino que debo seguir, y aunque no es necesario, Mihael siempre ha medido con pasos las distancias entre ciertos objetos en la cafetería para guiarme mejor.
Me entrega su libreta y me da un par de palmadas en la espalda, animándome. Sigo las indicaciones de mi amigo, sin embargo camino despacio, después de todo hay más personas y no quisiera ocasionar un accidente. En el trayecto saco mis gafas oscuras del delantal, tampoco quiero incomodar a alguien.
—¿Están listos para ordenar? —Al detenerme frente a la mesa me concentro en los aromas, percibo esa loción amaderada y fresca de forma muy leve, combinada con los perfumes de los otros, por lo que mi rostro voltea en dirección contraria a ese perfume en específico, mi intención es dejar al señor Mikami de último, espero haber atinado.
—Yo quiero un sándwich de queso fundido, una tartaleta de fresa y un mocaccino con leche de soya y crema batida encima, por favor.
Finjo que anoto en la libreta cuando realmente lo único que hago es intentar memorizarlo todo.
—A mi un bagel untado de queso crema y... ¿sirven ese famoso pumpkin spice latte?
—Tenemos nuestra propia versión, caballero.
—Perfecto, entonces quiero uno, por favor.
—Por supuesto. —Vuelvo a mover el lapicero sobre la libreta mientras me giro levemente hacia el último integrante que queda en esa mesa— ¿Y a usted que le sirvo?
—Vi en el menú un submarino con jamón, queso, roast beef...
—¿Señor Mikami? —Interrumpo fingiendo sorpresa, quizá debí haberlo dejado terminar— Qué sorpresa, me alegro mucho que esté aquí, el otro día ni siquiera me dio chance de agradecerle por mi obsequio.
—Oh... sí, bueno... no es nada. —Lo escuchó balbucear y carraspear la garganta, creo que lo he puesto nervioso, tal vez Mello tenía razón.
—¿Me decía que desea el submarino número cinco? ¿El completo?
—¡Sí, por favor! Solo que sin los jalapeños, no tolero bien el chile.
—Claro, ¿y de tomar?
—Una limonada con fresas, por favor.
—¿Algo más, señor Mikami?
—No, es todo, gracias.
—Perfecto, en un momento estará lista su orden. ¿Les puedo retirar el menú?
—Déjanos uno por si se nos apetece algo más. —Yo asiento mientras extiendo la mano para que me entreguen los dos restantes.
Sonrío y luego doy media vuelta, intento guiarme con las manos para no golpear a nadie, pero tan pronto salgo del área de las mesas acelero los pasos para llegar a la barra, donde Mello se está haciendo cargo de la caja.
—Ten y anota rápido antes que se me olvide. —Casi le aviento la libreta mientras lo empujo un poco para que se aparte de mi puesto.
—¿Quééé? ¿Para que me pediste ir si al final quieres que yo anote? —Mello refunfuña mientras lo escucho destapar el lapicero con demasiada fuerza.
oOo
Teru:
—Parece que el "señor" es hasta cliente frecuente y toda la cosa. —Chris me da con el codo a un costado a manera de juego, yo siento las mejillas demasiado calientes, ¿podría la tierra abrirse y tragarme de una vez?
—Solo vine una vez, tenía que disculparme por el alboroto que ocasioné la primera vez que estuve aquí. —Explico con calma aunque estoy seguro que mi rostro completo debe estar rojo. Sinceramente no esperaba que ese muchacho me reconociera, y no es que me moleste, el problema es que estos dos no han parado desde que se marchó.
—Oh, ¿y pedir disculpas incluye andar enamorando jovencitos? —Chris continúa, dando más razones para no invitarlo nunca a mis cumpleaños.
—No por nada le metes duro al gym, ¿eh? —Alex también se une a mi humillación.
—¿Viste el trato especial? "Señor Mikami" —Dice lo último con burla, como queriendo imitar la voz de Light. ¿Y luego se preguntan por qué no quiero salir con ellos?
—Ya, ya, Chris que luego Teru por eso no nos acepta nuestras invitaciones.
Ja, ¿será que Alex lee mentes?
—Ya, sabes que estamos bromeando, ¿no? —me pone una mano en el hombro y me da un leve apretón— Solo queremos que te relajes.
—Sí, claro.
No quiero decirles que es difícil relajarse cuando siento que se están burlando de mí, si lo hago continuarán hablando al respecto por quién sabe cuánto tiempo más. Por suerte cambian de tema, no me importa si comienzan a hablar de mujeres, es más me les uno si quieren si con eso dejamos este momento atrás.
La comida la sirve aquel camarero rubio cuyo nombre recuerdo que es Mihael, por algún motivo me fue fácil memorizar los nombres de los empleados de este lugar pero no los de este par con los que llevaba trabajando casi un año, quizá es parte del trauma. Creo que la mirada que me lanza Mihael es suficiente para que mis compañeros ya no mencionen nada sobre lo sucedido... o al menos eso creía. Luego de comer nos quedamos charlando un poco, después de todo no fue tan malo venir con ellos... hasta que llega la hora de pagar y parece que es el momento perfecto para volver a hacer leña del árbol caído.
—¿Te parece si te damos nuestra parte y vas a pagar? —Chris se saca la billetera para poner algunos billetes sobre la mesa— Así no te estorbamos en tu plan de enamorar al cajero.
—De paso tal vez te ofrece un descuento por ser el señor Mikami. —Alex repite las acciones, colocando algunos cuantos dólares.
—Ya paren con eso, por favor. Ni siquiera lo conozco. —Trato de lucir sereno y firme pero estoy seguro que tengo las mejillas sonrojadas, lo cual se puede malinterpretar. De verdad no tengo ninguna intención con ese muchacho pero me avergüenza ser el centro de atención.
—Está bien, pues. Si quieres pedimos que traigan la cuenta aquí. —Chris siempre es más jovial y no duda en pasarme el brazo por sobre los hombros.
—No, yo voy. No hay problema.
Prefiero tomar el dinero e ir a pagar yo, así evito seguir escuchando sus comentarios por un rato. Mientras voy camino a la caja paso al lado del umbral que separa el interior de la cafetería con la terraza y me sorprende ver que el cielo está completamente oscuro, ¿tanto tiempo estuvimos aquí? De hecho algunas mesas ya se encuentran vacías pero no por eso han dejado de entrar clientes.
—Hola, me gustaría pagar la cuenta de la mesa número nueve, por favor.
Veo al muchacho detrás de la caja alzar la cabeza de inmediato mientras se sostiene las gafas oscuras, como asegurándose que no se le muevan, cosa que no entiendo. Supongo que las usa porque las luces quizá le molestan los ojos, no lo sé, nunca había tratado con una persona ciega antes, pero no me parece que las luces de este sitio sean tan fuertes, aunque repito, nunca había tratado con alguien ciego antes.
—¡Señor Mikami! ¡Claro! —odio que me siga diciendo señor, me hace sentir viejo— ¿todo bien con su orden? —me pregunta mientras lo veo pasar los dedos sobre la pantalla.
—Sí, todo estuvo delicioso.
—Me alegra escuchar eso. Y... en cuanto a lo de antes, discúlpeme si lo puse en una situación incómoda, solo quería agradecerle lo del libro.
Sigue con lo del bendito libro. Entiendo a mis compañeros, cualquiera que lo escuchara malinterpretaría y creería que entre nosotros hay algo cuando apenas y sabemos nuestros nombres.
—Creo que estas exagerando, no fue la gran cosa para que me agradezcas tanto.
—¡Por supuesto que lo fue! —alza la voz un poco que hasta me ha hecho dar un respingo— Para mí lo fue porque usted no debía tomarse tantas molestias y lo hizo cuando todo había sido mi culpa, yo fui el que no tuve cuidado y choqué contra usted, además es mi primer libro de ese estilo.
Supongo que mi mamá tiene razón cuando dice que un detalle puede alegrarle el día a alguien, y aunque para mí quizá no sea la gran cosa, se siente bien que mi gesto haya tenido este impacto. Al final parece que valió la pena la crisis que tuve por días mientras decidía sobre qué hacer.
—¿Y te gustó el libro? —En lugar de desear que deje el tema de lado, prefiero preguntarle al respecto aprovechando que no hay nadie más queriendo pagar.
—Ya lo estoy leyendo por segunda vez.
—¿En serio? —mi sorpresa es genuina, sé que no es un libro largo pero no esperaba dicha respuesta— ¿te gusta mucho leer?
—Uhm, no lo sé —lo veo llevarse el pulgar a los labios, pensativo—. Como le dije es mi primer libro de ese estilo, luego tengo otros en plan educativos y eso pero novelas o historias no. Siempre ha sido mi mejor amigo el que me ha leído esa clase de libros.
—Entiendo, los libros en braille son más difíciles de conseguir —una parte de mí sabe que esta tardanza será motivo de más burlas pero me estoy sintiendo realmente cómodo con la conversación, por lo que ni siquiera dudo en continuar— ¿Sabes? En la biblioteca que yo visito me lo consiguieron por encargo, si hay alguno que te interese o que ya te hayan leído pero quieres tener, puedo preguntarles a ellos.
—¿¡De verdad!? —él sonríe demasiado mientras se palpa los costados del pantalón, su emoción me parece genuina, sin embargo me sorprende al verlo sacar un teléfono celular como el de cualquier persona, al cual le da un par de golpes en la pantalla para activarlo y una voz comienza a hablar muy suave a la vez que bastante rápido— En este momento no se me ocurre uno pero nos podríamos dar nuestros números telefónicos si le parece bien.
—Sí, claro. —Respondo solo por inercia y de la misma forma le doy mi número aunque realmente sigo sorprendido por la habilidad con la que maneja el celular.
Ya había escuchado que ahora con la tecnología es mucho más fácil para ciertas personas hacer uso de dispositivos como lo haría cualquiera, eso no significa que deje de resultarme interesante. Sin embargo, prefiero no preguntar nada al respecto porque no quiero parecer entrometido ni hacer un comentario que pueda estar fuera de lugar, que con la suerte que me cargo seguro logro que me terminen vetando de aquí.
—Listo, le dejé un mensaje, puede revisarlo y agendarme.
Saco mi celular y sonrío al ver el mensaje «Hola, señor Mikami.», podría decirle que me deje de llamar señor porque no soy tan viejo pero mi mano comienza a temblar al darme cuenta que acabo de conseguir el número telefónico de un hombre, y que si prestamos atención se trata de un hombre guapo, y que además lo logré sin haber puesto en práctica mis tácticas de ligue, las cuales siempre han fallado, por cierto.
—Recuerdo que el otro día la encargada te llamó Light, ¿ese sería tu nombre? Para agendarte. —Aunque estoy a mitad de una crisis, finjo que nada ocurre.
—Sí, como mi gafete —se lleva la mano al pecho, señalando el gafete dorado con su nombre. Que idiota, Teru ¿no pudiste ver su gafete?— Un nombre irónico para alguien ciego, ¿no le parece? —él ríe y no sé si debería ser gracioso pero a mí no me causa gracia.
—Un nombre bonito diría yo. —Respondo un poco tajante mientras termino de guardar el número. La sonrisa de él desaparece y lo veo sonrojarse, no era mi intención incomodarlo— Disculpa, no...
Ya, que alguien me ponga orden de no salir de casa, por favor.
—No, no, gracias por el cumplido —vuelve el rostro en dirección a la pantalla—. Su total son veinticuatro dólares con cincuenta centavos.
Le entrego el dinero y procuro darle la cantidad exacta, no porque quiera hacerle más fácil su trabajo, creo que me ha demostrado ser muy capaz, pero si quiero salir lo más pronto posible de aquí antes de que me dé un colapso nervioso. Aún así no puedo evitar quedarme embelesado al ver la destreza con la que palpa cada billete y moneda, colocándolos en la nominación correcta dentro de la caja.
—Aquí está su ticket y aquí están los dulcitos para sus acompañantes —toma un par de caramelos de un tazón que tiene al lado, no obstante luego lleva las manos a la parte de abajo del mostrador mientras voltea hacia ambos lados, como queriendo asegurarse que nadie está cerca—, estos son para usted.
Esta vez en lugar de caramelos con envoltura plateada, coloca en la palma de mi mano unos marrones en forma de canicas.
—Esos no son para el público, son míos de hecho —me explica, inclinándose un poco hacia adelante mientras procura mantener la voz baja—. Son mis favoritos, llevan una combinación de café, chocolate y menta, espero que le gusten.
—Gracias.
Yo sonrío por inercia, nunca antes alguien había tenido un gesto tan lindo conmigo, al punto que no puedo evitar guardar esos caramelos en el interior de mi saco para no compartirlos con nadie mientras le llevo los otros a mis compañeros, quienes de seguro no dejarán de molestarme de camino a la ciudad.
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