Me senté donde siempre con el libro encuadernado sobre la mesa.

El chico del café.

¿Qué tenía de malo la novela para que no pudiera publicarla?

Era ficción, producto de mi imaginación... No creo que de alguna manera le pudiese perjudicar.

Ni siquiera creo que él llegara a leerla, no voy a ser tan conocida.

Maggie no me dirigió más la palabra en toda la mañana.

¿Qué había hecho mal?

Louis llegó a la misma hora de siempre y Maggie le sirvió su café.

Esta vez sin ninguna sonrisa, lo que dejó confuso a Louis.

Estaba dispuesta a levantarme y hablar con él, por primera vez en meses de observación.

Sin embargo, se me adelantó.

Llamó a Maggie con su voz ronca y ella se acercó a su mesa.

Nunca le había escuchado hablar. Nunca lo hacía.

Pero me encantaba.

No sabía por qué.

Quizás por la mezcla de sensaciones que emitía.

Tristeza, confusión, alegría, intriga...

Todo en una palabra. Un nombre.

Maggie se sentó, por petición de Louis, frente a él. Lo que provocó que tapara mi vista.

Estuvieron hablando alrededor de media hora, y entonces Maggie se levantó con una triste expresión en el rostro.

Se refugió tras la barra.