Diecisiete

Era sábado por la mañana y Annabeth había decidido que no iba a levantarse hasta que Piper la llamara, enloquecida por no saber qué ponerse, como en todas las fiestas. Luego ella vendría a su casa, junto a Hazel, y mágicamente se unirían Rachel y Reyna. Algunas veces hasta Bianca aparecía. 

Y no se equivocó. Cuando el sol tocaba el horizonte en busca de refugio, las seis chicas se encontraban corriendo de un lado hacia el otro; Piper ayudaba a Rachel a alizar sus risos, Hazel se colocaba sus zapatos mientras Bianca aplicaba rubor en sus mejillas, en busca de color. La verdad es que el color durazno que esparcía con la pequeña brocha resaltaba en forma casi divina con su piel olivacea, herencia italiana de su madre. 

Ella estaba sentada en su cama, colocándose los zapatos de suela baja. Le gustaban los tacones, pero hoy no tenía ganas de usar zapatos altos ni consideraba la idea de aguantar el dolor toda la noche. Estar en su habitación era como ver una película antigua; todo blanco y negro. Piper usaba un corto vestido negro sin mangas y unos zapatos que hacían que tuvieran la misma estatura. Hazel llevaba un vestido blanco y suelto, que la hacía ver más inocente de lo que era. Rachel llevaba un vestido largo de estilo bohemio, que iba muy bien con su personalidad. Era como si el vestido gritara su nombre. Bianca llevaba algo que parecía un suéter gigante, con mangas largas y que dejaba sus hombros al descubierto. Era blanco y hacía que su piel brillara. Reyna llevaba un conjunto negro; todas habían decidido llevar blanco, sin embargo, ella era la única en la cual el negro resaltaba mejor. Aquel vestido hacía que su piel resaltara y que su cabello se viera más oscuro, casi como el azabache. 

Y al final estaba Annabeth. Ella había decidido usar un vestido que le llegaba hasta las rodillas; era blanco y de algodón. Le gustaba lo cómodo que era. Su miedo más grande era que tuviera que acomodárselo por todos lados, al no tener tirantes, pero se sentía segura y creía que podría sobrellevar la noche. Para el frío, encontró una chaqueta negra que era de su madre. 

Le gustaba lo que veía en el espejo. 

Las seis chicas se dirigieron a la casa de Vania. Annabeth ya la había visto; innumerables veces había ido allá cuando era pequeña, junto a Liam y Luke, a jugar. Esa casa le traía recuerdos tan gratos como dolorosos, lo que hacía que sintiera un escozor en los ojos. Pero no iba a llorar, esta noche no. La verdad, estaba pensando en llegar y beber algo; necesitaba quitarse tantas cosas de la cabeza. Se separó de las chicas, quienes se fueron con sus respectivas parejas... Bueno, excepto a Rachel, Reyna y Bianca. Ellas se quedaron junto a Leo y Nico, quienes estaban desde temprano. 

Annabeth buscaba a Vania entre la multitud, y ver tanto blanco y negro empezaba a marearla. Luego de buscarla por diez minutos, se rindió. Necesitaba tomar algo, así que entró a la cocina que tanto conocía en busca de una bebida cuando los vio; Vania y Percy se encontraban hablando y riendo. Vania tenía un brazo alrededor del cuello de Percy y los dos se encontraban peligrosamente cerca. Annabeth respiró profundo. Tomó una botella que se encontraba en una pequeña mesa y salió de allí. 

Necesitaba a Piper, o Hazel, o a cualquier persona que le quitara de la mente lo que acababa de ver. 

Justo cuando salió de la cocina se chocó con alguien y tiró la botella que traía en las manos. Agradeció mentalmente no haber traído zapatos de taco, si lo hubiese hecho era más que seguro que ella estaría tirada en el suelo ahora. 

"¡Ah!" Exclamó al chica. "¡Ten más cuidado!" 

"¿Disculpa? Fuiste tú quién salió de la cocina casi corriendo. Espero mis disculpas." El chico dirigió su mirada al suelo, donde se encontraban los pedazos de lo que una fue una botella. La alfombra estaba absorbiendo el líquido, dejando una gran mancha, y el olor del alcohol los rodeó. Algunos chicos los estaban mirando, pero Annabeth los fulminó con la mirada y volvieron a sus asuntos. 

"Sigue esperando." Para ese momento, Vania había salido. Tambaleaba, así que Percy estaba detrás de ella, intentando que no cayera. 

"¡James!" Gritó ella, en un tono más agudo de lo normal. "¡Parece que no necesitaron mi ayuda!"

Annabeth frunció el ceño. El nombre le sonaba de algo. El chico negó con la cabeza. 

"¿Ella es Annabeth?"

"Uhm, disculpa. Pero estoy aquí, no hables de mi en tercera persona."

Percy, quien no había dicho nada hasta ahora, habló. 

"Pues yo iré a..." Vania no lo dejó terminar. Tomó su mano y se despidió rápidamente de ellos, dejándolos solos otra vez. 

"Eso ha sido raro."

"Dímelo a mi, James." Respondió la rubia, tratando de dar fin a la charla. 

"Así que tú eres la famosa chica del acertijo." 

Ella alzó las cejas. No sabía cuánto le había contado Vania sobre ella, y detestaba estar en desventaja. Lo único que sabía ella era que él se llamaba James. Y que tenía unos intensos ojos castaños, y la sonrisa de un supermodelo. Su cabello era corto y claro, casi como el suyo.  Oh, y que le gustaba chocar a las personas. 

Ella suspiró y los dos empezaron a hablar; resultaba que estaba en la universidad y que estudiaba Arqueología, tenía dos hermanas menores y que su apellido era Lovelace, justo como el de su pintor favorito. Ella no sabía qué hora era hasta que Percy se acercó a ellos corriendo, sus ojos salvajes por la preocupación. 

"¡Se desmayó!" Susurró a Annabeth en el oído. 

Ella se disculpó con James y se dirigió a la cocina, donde Vania se encontraba, echada en el suelo inconsciente. Esa podría haber sido ella si no se encontraba con James y seguía en su locura de beber. 

"¿Puedes cargarla?" Preguntó. Él asintió. "Vamos a dejarla en su habitación."

Ella esperaba que fuera la misma que siempre había sido; subieron las escaleras y se dirigieron a la segunda puerta del pasillo, y, efectivamente, allí se encontraba la pequeña habitación rosa que guardaba todos sus secretos de infancia; su primer beso, con Liam. La primera pelea entre Vania y ella, donde habían terminado manchada de pintura roja. La vez que Luke se había roto el brazo por saltar de la cama de la pelirroja. Annabeth podía sentir como las lágrimas invadían sus ojos. 

¿En qué momento había crecido y había dejado todo atrás?

Percy interrumpió sus pensamientos cuando dejó a Vania en la cama y chocó con una silla. Para su suerte, la chica no se había movido. Las luces seguían apagadas y la luz de la luna que entraba por la gran ventana era lo único que los guiaba en la oscuridad de la habitación. Annabeth se sentó en la gran alfombra oscura. Percy se sentó a su lado.

"Eso ha sido raro." Susurró él. "No sabía qué hacer, siento haberlos interrumpido."

Annabeth negó con la cabeza, aunque sabía que él no podía verla.

"Así que, ¿James pudo resolver el acertijo?" Preguntó. 

Ella sonrió. 

"Los mejores alumnos del colegio no han podido resolverlo, ¿Y esperas que un chico que acabo de conocer hace un par de horas lo haga?" Soltó, en el mejor tono sarcástico posible. "Buena suerte con eso."

"Yo podría."

Ella rió. 

"¡Auch! Tu confianza en mi me lastima." 

"No podrías, Perseus." Ni quisiera que lo hagas, pensó.

"Anda, dime. Cuéntame cuál es el famoso acertijo."

"Si te lo digo te confundirías mucho. Anda, dame tu celular." El chico le entregó el celular, y sus ojos dolieron cuando lo encendió. Escribió el código; era corto, pero complicado. Haberlo escrito tantas veces había echo que lo tuviera guardado en la memoria. 

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Le entregó el teléfono al chico. 

"Estás de broma. Anda, dime el verdadero código." 

"Ese es el verdadero."

Él soltó una risa. 

"Annabeth, si no dejas esto, vas a tener cincuenta años y veinte gatos." Bromeó. No le parecía una idea tan mala. "¿Por qué creaste esto?"

"Yo... Vale, una vez, Liam, mi mejor amigo de la infancia, me invitó salir. Teníamos catorce años, y no quería arruinar nuestra amistad y eso. Así que le dije que si lo resolvía, podríamos salir."

"¿Y qué pasó, se rindió?" 

Ella negó con la cabeza. 

"Murió un año después de eso. Cáncer. A veces me gustaría revertir todo eso, aceptar salir con él o algo así. Hacerlo feliz por última vez." 

Ella sintió como él se levantaba y la rodeaba con los brazos; eso sólo había logrado que su garganta ardiera y las lágrimas corrieran libres por su rostro. Lo abrazó con más fuerza. 

"Te tenía a ti, aún como mejor amiga, yo creo que fue feliz." 

Ella sonrió. La camisa blanca que Percy llevaba estaba mojada por sus lágrimas y manchada con lo que una vez fue delineador en donde ella había llorado. No quería decir nada, no quería arruinar el momento. 

Y no lo hizo. 



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