RÉQUIEM 9
FIORDELLA
La noticia de que íbamos a volver a Mistery Spell me hizo sonreír como si fuera una niña el día antes de navidad. La esperanza de poder ser útil y poder aliviar la vida del resto de los mortales era la tarea de una ninfa como yo; si existía era para dar vida y esperanza a los demás.
Y por fin iba a llevar a cabo mi cometido.
En estos meses desde que llegué al clan de Sebastián había curado las heridas emocionales que me impedían abrirme a la gente. Él fue el que me consoló y secó las lágrimas desde el primer día que pisé esta tierra; fue mi salvador y la mano que me guiaba por el buen camino.
No me dejó caer y me hizo de nuevo volar, sentir que vivo para un propósito grande y que la lucha es necesaria hacerla día tras día. No iba a doblegarme ante el dolor nunca más.
Sonreí lo mejor que pude mientras que Sebastián y yo rodábamos por la cama riéndonos como dos niños. Él me hacía cosquillas hasta llorar de risa fusionando ambas voces como en una sinfonía armónica. La amistad que sentía por aquel hombre era tan pura y noble que temía el perderle alguna vez. Aquellos ojos dorados sabía que nunca mentían y que nunca lo harían.
- ¡Oh vamos para Sebastián!¡No ves que no puedo más, me duelen las costillas! -Le grité mientras intentaba quitármelo de encima, pero él parecía hacer caso omiso a mis ruegos aumentando su tortura.
-Estás demasiado adorable para parar; no puedo evitarlo-Me contestó entre risas y carcajadas estridentes. Iba a vengarme y sabía bien como.
Con la mano libre me concentré lo mejor que pude para invocar la rama de algún árbol cercano haciéndola crecer para que se colara por la ventana. Lentamente sin que Sebastián se diera cuenta, una fina rama llena de hojas iba alcanzándole y yo no pude evitar mostrarle una mueca de satisfacción en cuando le rodeó uno de sus tobillos. Esta vez yo había ganado la partida y era la que más sonreía en aquel momento.
-Oh vamos, ten piedad de este cachorrito que tanto te quiere-Me dijo mientras que intentaba quitarse aquella rama de encima sin éxito. Yo no paraba de reír dando saltos por la habitación victoriosa por lo que había logrado. Pero Sebastián parecía suplicante y con ganas de atraparme de nuevo.
Me acercaba a él de forma coqueta y burlona mostrando lo libre que era y lo atrapado que él estaba gracias a mi magia.
- ¡Ja, una simple ninfa ha podido con la fuerza de un hombre lobo! Me siento orgullosa y fuerte, he podido doblegarte.
Mientras que hacía el baile de la victoria, el rostro de Sebastián se volvió más serio y me dijo:
-Ya lograste doblegarme el día que pusiste un pie en el bosque cercano a mi casa. Ese día que te encontré perdida, dolorida hasta casi la muerte; ese fue el día en el que caí al suelo por tu fuerza. La fuerza del coraje que mostrabas, la vida que se reflejaba en tus cristalinos ojos. Quedé dominado por la belleza que emanabas, la dulzura y la luz de tu ser. Eres más fuerte que yo Fiordella, mucho más valiente y fuerte que yo. Y he de decirte que solamente necesitas una sola palabra para tenerme así atado al suelo como estoy. No necesitas magia, solamente necesito que tú me necesites.
Me llevé la mano al pecho completamente conmocionada mirándole a los ojos. No me esperaba una confesión así y menos el cómo me hizo sentir. La sangre de mis venas corría con fuerza porque mi corazón latía con fuerza. Me estremecía a cada instante que las pupilas de él brillaban con intensidad y se volvían más profundas. Él se arrodilló en el suelo abriendo los brazos con una gran sonrisa:
-Sólo te necesito a ti para ser feliz. He esperado todos estos meses pacientemente sin decirte lo que sentía porque sabía cómo te encontrabas. No quería ser impaciente o que pensaras que lo era; quería ser tu hombro y que confiaras en mi para que me conocieras. Todo lo que te he mostrado es lo que soy y ahora te abro mis brazos como siempre he hecho pero esta vez con la promesa de amarte aún más. Déjame hacerte feliz y que peleemos codo con codo, arreglemos este mundo corrupto para que puedan admirar la belleza. Para que puedan admirarte, admirar lo que es la verdadera bondad.
Aquellos brazos ahora tenían otro significado para mí, ¿Había amado a Sebastián en secreto sin saberlo? ¿Había estado tan ciega todo este tiempo?
No tenía duda alguna cuando veía aquellos brazos extendido; deseaba sumergirme en ellos y cubrirme de su calor. Era hora de vivir, de zambullirse en las aguas agitadas de lo imprevisible que era el amor.
Me envolví de la suavidad de su piel en contacto con la mía. era un hombre magnífico y de eso no me había dado cuenta hasta ahora. Mis ojos ahora admiraban su belleza exterior, una belleza que hasta ahora no me había percatado de la forma que ahora lo hacía. Se hizo la luz en las tinieblas de mi corazón y por fin era posible sentir más allá del dolor.
Ambos comenzamos a sonreír deleitándonos de nuestra presencia, embriagándonos por nuestros latidos sonoros. Era una forma sincera de declararnos; no bastaba más que estar envuelta en sus brazos para sentirme amada.
Siempre me había sentido amada por sus manos y su presencia.
Pero a partir de ahora yo le correspondería como merecía. Ahora ambos comenzaríamos un viaje cuyo final no estaba claro donde muchos peligros nos plantarían cara. Era hora que las criaturas no humanas se levantaran del suelo para combatir el verdadero mal y arrancarlo así de raíz.
Y no tenía miedo, ahora menos que nunca temía al futuro. Con Sebastián de mi lado, cualquier muro podía ser derribado.
-Es hora de prepararnos para partir preciosa; debemos investigar lo que ha sucedido. Ahora los vampiros nos necesitan y es hora de enterrar el hacha de guerra. Tú eres una pieza importante en esto porque con tus poderes puedes sanar a alguno de nosotros si recibimos un ataque además de tus otros poderes. Eres fuerte amor mío, nunca olvides eso.
Su boca se posó sobre mí con posesividad logrando encender cada poro de mi cuerpo. Suspiré temblando de éxtasis haciendo que mis alas replegadas salieran como las flores en primavera. Brillaban con cientos de colores aleteando al compás de mi pulso. Sebastián las acarició con cuidado maravillándose del espectáculo que ofrecía mi naturaleza.
Puso su frente sobre la mía sin apartar los ojos de mí tomando mis mejillas entre sus cálidas manos. Con su vibrante voz me dijo:
-Como yo he dicho siempre, eres magnífica.
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