RÉQUIEM 6
DROGO
En aquella casa el tiempo se había detenido, todo estaba en su lugar, aunque el polvo y las telarañas cubrían cada rincón, pero no faltaba un solo mueble. John miraba aquel lugar con impresión, pero sobretodo con una cierta tristeza. Aquellas paredes sabían mucho y los recuerdos comenzaban a invadirle, lo sentía en su aura.
Sentía su ansiedad y escuchaba su corazón acelerado tan nítidamente que parecía estar fuera de su pecho. Comenzó a caminar arrastrando los pies y la mirada perdida en cada punto de aquella casa. Seguía mudo, aunque no era una persona que hablara demasiado, al menos aparentemente, pero no podía culparle después de todo lo que había pasado.
Comenzó a hablar:
-Una vez trajeron a una ninfa al laboratorio, era muy joven en apariencia, pero por seguro tenía muchos más años. Me dijeron que tenía que saber qué poderes guardaba en su interior porque era algo realmente valioso y muy difícil de encontrar. Ella lloraba, pero no hablaba por mucho que intenté calmarla cuando ellos se fueron.
Cuando ambos nos quedamos solos, ella se tiró a mis pies y me suplicó que la matara, que no podía vivir más, que le habían hecho mucho daño. Se me partió el alma en dos y recordé a mi hija, me imaginé que ella estuviera en esa misma situación. Hice lo que tuve que hacer.
Iba a preguntarle, pero le di su tiempo para que pudiera recomponerse. A veces los recuerdos duelen demasiado y nos impiden respirar y eso lo comprendía bien.
Él arrastró la silla polvorienta del salón y se sentó mirándome directamente a los ojos. Sus ojos hundidos tras sus gafas mostraban el peso de los años que había soportado en silencio.
-Ella debía de salvarse, debía de vivir porque las ninfas son criaturas de la luz y dan la vida a los bosques que son tan necesarios para el mundo. No merecía estar sufriendo aquel calvario por el hecho de ser una criatura poderosa de la que lucrarse así que decidí fingir que ella había muerto.
En el acta de defunción puse que ella se había suicidado clavándose un bisturí en el estómago cuando yo no estaba mirando. Para hacerlo más creíble, tuve que hacerle un corte y vendárselo para que la venda mostrara sangre real y la envolví en una sábana.
Tenía la suerte de que uno de los que trabajaba conmigo era un buen amigo de los altos cargos de la Organización pero que se había hartado de toda esa crueldad. Él decidió ayudarme a espaldas de los que consideraba sus amigos y que, según él, ahora eran personas que no reconocía.
Justo cuando la metió en el coche para llevársela al depósito de cadáveres que estaba en otro edificio fuera del de la Organización, alguien pareció haber descubierto que él les había traicionado y le pegó un tiro antes de arrancar. No supe más de esa chica o si sobrevivió, pero yo recibí un castigo.
Antes de preguntar, él se quitó la camisa y me mostró lo que le habían hecho. Varios trozos de carne de su espalda habían sido arrancados y cosidos con hilo demasiado grueso para ser el típico hilo que se usa en sutura. El dolor debía de ser espantoso, pero él intentaba no mostrar un ápice de lo horrible que se sentía, pero yo podía verlo, aunque fingiera.
Pero ahora había un asunto que realmente me preocupaba; necesitábamos la ayuda de las Osborne, la familia de brujas más antigua que quedaba en pie. Si queríamos destruir la Organización, debíamos de unirnos todos a la causa sin pensar en los errores del pasado.
Y si había pasado alguna Osborne por el laboratorio, John lo sabría.
Decidí comenzar a indagar.
-John, necesito que recuerdes todo lo que puedas. Quiero saber si hiciste pruebas con alguna bruja en los años que estuviste en la Organización.
Él se rascó el antebrazo pensativo en un completo silencio, pero entonces abrió los ojos como si hubiera recordado algo importante.
-Sí por supuesto, hubo un tiempo en el que la Organización estuvo muy enfrascada en el estudio de las brujas y trajeron algunas de ellas al laboratorio. El problema era que no encontraron más, según ellos porque habían huido e incluso de seguro cambiado sus nombres y apellidos para que no las encontraran.
- ¿Recuerdas el nombre de ellas o al menos los apellidos?
-Sé que de apellidos todas ellas eran Osborne y sé quiénes son; sé que son la familia de brujas más antigua que existe. Por eso intentaba salvar a todas las que podía, pero no estaba solo en el laboratorio y mis compañeros no eran tan benévolos como yo.
- ¿Desde cuándo no has tratado con una Osborne? -Le pregunté con la esperanza de que pudiéramos obtener una pequeña pista, pero el rostro de John no me auguraba nada bueno.
-Digamos desde hace varios años, quizás unos cinco más o menos-Me contestó.
Aquella noticia cayó fulminante sobre mí y la esperanza de encontrarlas se redujo hasta casi ser imposible. Si no teníamos acceso a los archivos ni los mismos miembros de la Organización sabían dónde podrían encontrarse, no podíamos saber ni siquiera dónde demonios buscar.
Mientras que estaba de pie dando vueltas sobre mí mismo, John se me acercó y puso su mano en mi hombro. Una ligera sonrisa apareció en su rostro y me dijo:
-Vamos hijo, ya comenzaremos a indagar un poco más en ello, pero ahora necesitamos descansar y reponernos. Además, me gustaría echar un vistazo a la casa; hace tantos años que no he pisado este suelo y guardo tantos recuerdos que me encantaría poder relajarme un poco.
Lo entendía perfectamente, el tiempo que pasé en la Organización no era nada comparado a los que él había estado allí por más de 20 años. Y aunque era vampiro como yo y no envejecía, era cierto que perder tantos años sin estar con los tuyos y obligado a hacer cosas deleznables podía acabar contigo, aunque fueras inmortal.
John me dio el permiso para pasear por donde me antojara por toda la casa. Él se marchó escaleras arriba para, de seguro, ir al dormitorio que compartía con su mujer. No podía imaginar el dolor de perder a alguien con la que podías tener una vida, una familia; ellos nunca conocieron a Alice, ni tampoco la criaron, ni la vieron dar sus primeros pasos. No estuvieron en su graduación ni tampoco celebraron su primer trabajo. Y aunque si tenemos suerte y salimos de esta John pueda conocer a Alice, las cosas no serán igual y eso él mismo lo sabía.
No podía imaginar el miedo que debía de sentir, la frustración de tener a su mujer en el mismo edificio y ni él mismo saberlo. No sabía cómo abordar el tema, el cómo contarle que hicimos lo que pudimos pero que ella ya no estaba entre nosotros cuando la encontramos, sino que estaba conectada a una máquina que movía su corazón de forma artificial para extraerle todo el poder que pudieran.
La gran realidad era que llevaba años muerta y que, desde que fue encontrada, esa carcasa vacía fue manipulada de las más horridas formas.
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