RÉQUIEM 53


SEBASTIÁN

A primera hora de la mañana cuando todos seguían durmiendo, Eyra y yo salimos en busca de los clanes de Daven y Jensen para dar la voz de alarma si no había sido dada ya. No teníamos idea de lo que nos encontraríamos en cuanto pusiéramos un pie en sus dominios. Quizás muchos de ellos se habían escondido o habían huido en cuanto sufrieron el ataque de la Organización.

Tan solo esperaba no encontrar tierra baldía y casas destrozadas.

Cuando estaba dispuesto a marcharme, una mano delicada se posó en mi hombro. Al girarme, el rostro de Fiordella me mostraba una sonrisa dulce y llena de cansancio. Ella era una criatura inteligente que había logrado entenderme bien con el paso del tiempo.

—Sabía que el resultado de una noche sin dormir sería marcharte cuando todos duermen para encontrar más refuerzos. No es necesario que te exculpes o te expliques; comprendo perfectamente los sentimientos sobreprotectores de tu raza. Tan solo espero que vuestro camino sea claro y en calma. Quiero que os llevéis algo por si es necesario, si en algún momento os encontráis en aprietos.

Fiordella sacó un colgante que tenía oculto bajo su vestido, en cuyo interior refulgía un líquido totalmente transparente. Me lo tendió pidiéndome por favor que lo guardara y que solo lo usara si alguno de nosotros resultaba herido. Le pregunté qué demonios era eso y la razón por la que nunca me había contado la función de ese colgante que llevaba oculto en su pecho. Con una triste sonrisa, comenzó a explicarme en voz baja.

—Son mis lágrimas Sebastián, las lágrimas de las elfas son curativas al igual que los fénix que narran los libros de fantasía. Ahora comprendes porque nos torturaba la organización; querían hacernos llorar para así hacerse con nuestras lágrimas. Ahora debes de irte porque si alguno de los que duermen bajo este techo se despierta, por mucho que desees no podrás detenerlo e irá contigo. Yo les daré tu mensaje e intentaré hacer que no cunda el pánico.

La abracé besándola con devoción, sintiendo un leve temblequeo de su frágil cuerpo. La tomé de su rostro ligeramente ruborizado y le dije:

—No merezco tal comprensión; posees una fortaleza que no he visto jamás. Le doy las gracias a los hilos del destino porque nos hayan tejido juntos en esta vida. Ojalá en la otra vida también sea así.

Volví a besarla y me marché rápidamente al exterior de la mansión donde Eyra me esperaba pacientemente echando un vistazo a los alrededores. Se estaba cerciorando de que no hubiera ningún peligro ya que no podíamos arriesgarnos al ser tan solo dos personas por las profundidades del bosque. Ella no parecía demasiado nerviosa, por lo que no pude evitar sentirme curioso por su actitud despreocupada. Ella me contestó con demasiado secretismo:

—Sé de una ruta secreta donde estoy segura que esa arpía no nos encontrará. Confía en mí.

—¿Se puede saber la razón por la que no usamos dicha ruta secreta para escapar de aquella mujer? —Le pregunté entre curioso y molesto. Ella se encogió de hombros y me dijo.

—Porque hasta esta noche yo tampoco lo supe. Resulta ser que tu novia es realmente útil.

Aquella respuesta me dejó completamente con la cabeza a punto de explotar. No tenía idea de que ellas habían hablado durante la madrugada porque, en todo momento, yo permanecí despierto.

La sonrisa maliciosa de Eyra asomó por su rostro, preguntándome:

—¿Cómo te sientes? ¿Cansado?

—¿A qué demonios viene esa maldita pregunta? Sí, estoy bastante bien si es lo que deseas saber.

—Exacto, te encuentras bien a pesar de que, aparentemente, no dormiste en toda la noche. Pues he de decirte que, sí que dormiste, de hecho, durante varias horas. La medicina que Fiordella te suministró te hizo creer que no dormiste durante toda la noche. Durante ese tiempo, ella me dijo que te conocía perfectamente y que sabía que tú irías en busca de Daven y Jensen sin decirle nada a nadie, que, en caso de hacerlo, me lo pedirías a mí por ser el Alpha de mi manada. Ella se adelantó a tus movimientos y nos dio un remedio para no ser vistos por nuestros enemigos. El problema es que es por tiempo muy limitado, un máximo de un par de horas.

—¿De qué se trata?

Eyra sacó de su bolsillo una pequeña bolsa, tomando de su interior un polvo azulado ligeramente brillante. Tras verter una pequeña porción sobre ella y sobre mí, comenzaron las explicaciones:

—Este polvo es de una planta y anula el olor corporal de quien se la echa encima. Además de ello, permite camuflarse ya que genera mimetismo sobre la piel, es decir, que, si nos desnudamos, nos mimetizaremos con el bosque y no seremos vistos ni olidos por nuestros enemigos.

Por suerte, mi especie no veía extraño el ir desprovistos de ropa, por tanto, no me dio cierto pudor. Eyra al parecer tampoco, eliminando todo rastro de ropa incluyendo las cintas que sujetaban sus trenzas semejantes a las que llevaría una guerrera.

—Debes de echarte un poco más, por si acaso—Me dijo vertiendo sobre mí casi la mitad de la bolsa sin previo aviso. Una vez preparados, comenzamos a caminar no alejándonos el uno del otro. Entonces, comenzó la segunda parte del plan.

—Te dije que había una ruta secreta de la cual no tenía constancia. Fiordella la vio en una de sus visiones, por lo que ella me la dibujó en forma de pasos que debíamos de dar. Según ella, es el camino a seguir a través del bosque para no ser detectados por nuestros enemigos, por tanto, mejor no equivocarse.

Con la sorpresa aun en el cuerpo, comenzamos a leer lo que nos había escrito en el papel, contando los pasos y las direcciones a tomar. El ambiente era mucho menos pesado que hacía horas atrás, reinando un completo silencio.

Tan solo pedía que, mientras ambos estuviéramos fuera, la mansión no sufriera ningún ataque porque no podría soportar no proteger a los míos. Nuestros pasos eran demasiado lentos para mi gusto, cosa que me frustraba y que Eyra me reñía cada vez que intentaba ir más aprisa.

—¡Debemos ser más cautelosos, ya sabes lo que dijo Fiordella!

—¡Lo sé, pero el tiempo no es algo que nos sobre! —Le grité completamente frustrado. Ella hizo caso omiso de mis sugerencias, marcando el paso de forma constante y sin despegar los ojos del papel. Respiré hondo obligándome a no comportarme como un macho marcando el territorio; odiaba ese aspecto de mí demasiado autoritario a veces.

Si Eyra había llegado a tener tal poder, no era alguien precisamente blanda o de poca inteligencia. Debía de ser una estratega de cuidado, con los nervios templados como lo que estaba viendo precisamente ahora. No podíamos dar un paso en falso y menos ahora que nos encontrábamos vulnerables caminando solitariamente en la oscuridad.

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