RÉQUIEM 49
PETER
No pude reaccionar ante la alegría y la paz que sentí cuando los vi a ambos conmigo. Aquella visión a la que me amarré con la vida, supuso la clave en dar con mi familia y, aunque ya llevaba varias horas con la sensación plena de que por fin mi familia estaba de vuelta, el temor de volver a perderlos era aún peor que antes.
El sentimiento de protección que siempre albergaba, volvió a mí con una fuera inusitada e invaluable; no iba a permitir que se marchasen de mi lado nunca jamás, aunque para ello tuviera que hacer cualquier cosa. La realidad era que aquellas brujas que se toparon en nuestro camino, nos habían salvado por poco tiempo, nos habían proporcionado una tregua que duraría demasiado poco.
Era hora de huir y de eso ya mencionó Sebastián que se encargaría personalmente, pidiéndome encarecidamente que cuidara de mi mujer e hijo, y no hizo falta mucho más para tomarle la palabra. De hecho, antes de su sugerencia, ya llevaba a mi esposa de camino a nuestro dormitorio para cambiarle de ropa y acostarla en la cama.
Conforme iba despojándole de sus prendas, una oleada de deseo me azotó con una enorme fuerza. Su aroma me enloquecía, nublaba mis sentidos y despertaba en mi un intenso hambre. No era momento para hacerle cosas indebidas, pero mi instinto comenzó a hablar por mí antes de que pudiera hacer algo. Mi boca se posó en su cuello, lamiéndolo primeramente suave y amoroso, pero luego con un ardor tan elevado que mi erección fue instantánea.
Y la reacción del cuerpo de mi esposa fue tan deseable que me hizo querer saborearla más. Su piel erizada era un deleite, un placer para mi ego masculino que se anudaba en mi bajo vientre. Cuando finalmente le deslicé la camisa y quedó en sujetador, su estómago ligeramente abultado me hizo morir de amor. Mi hijo allí estaba, en aquel cuerpo tan hermoso, en el templo que yo solo pisé. Era el hombre de Alice, el hombre de su vida y su eternidad, el que le dio a sus hijos y el que le daría cualquier cosa con tal de que ella fuera inmensamente feliz.
No iba a alimentarme de ella porque se encontraba débil, pero lo que no podía privarme era de llevarme a la boca aquellos senos tan hermosos que me moría por saborear como hacía en todo momento que ella se desnudaba frente a mí. Me enloquecía, me volvía un demente incontrolable, una insaciable bestia que solo podía pensar en penetrarla a ella, solamente a ella con toda la fuerza de mi cuerpo y todo el amor de mi alma.
Mis manos mientras tanto, acariciaban suavemente una de sus piernas mientras mi lengua se deslizaba por aquellos picos tan elevados como deliciosos. No pude evitar acariciar su sexo por encima de sus braguitas las cuales se intuía una creciente humedad a pesar de su estado completamente exhausto. Era demasiado tiempo sin ella y quizás por las hormonas del embarazo unido a la necesidad apremiante de sentirla, me habían enloquecido sin remedio.
Pero claro, lo que le estaba haciendo precisamente no le ocasionaría dolor, más bien al contrario.
Tan solo deseaba saborearla un poco, lo justo para poder aguantar hasta que ella despertase con las energías renovadas. Le deslicé sus braguitas hasta quitárselas y así tener acceso a ese lugar que tanto ansiaba. Mi boca se posó para beber de aquella fuente cuya agua mágica me emborrachaba completamente excitado y maravillado por el placer que siempre compartíamos.
Pasé unos minutos lamiendo su clítoris y la suavidad de aquellos labios henchidos tan rosados como flores de cerezo. Su aroma era cada vez más intenso, mezclándose con el mío que imploraba el poder poseerla una y mil veces, pero esperaría para que el momento pudiéramos disfrutarlo con plenitud.
Finalmente, la vestí con un camisón fresco, le cepillé el cabello y la acosté en la cama, cubriéndola con mantas. La cuna de mi hijo también estaba perfectamente adecentada, por lo que bajé a por él y que así descansara junto a su madre.
Me costó hacer que Thomas viniera conmigo porque todos deseaban abrazarlo y colmarlo de atenciones, pero lo que necesitaba era encontrarse en un lugar seguro, en su hogar. Su cuna representaba su lugar seguro por lo que era necesario que experimentara paz.
Mientras que lo tenía en brazos, mi hijo comenzó a decirme:
—Papá...papá... ¿Y el abuelo?
Aquella pregunta me dejó completamente perplejo, ¿Estaba preguntando por Víktor? ¿Acaso no tenía miedo de todo lo que había pasado?
Comencé a interrogarle con necesidad de saber algo más:
—¿El abuelo Víktor te refieres?
El asintió con una sonrisa en el rostro. No comprendía como era posible que preguntase por él, ¿Le habría manipulado la mente?
Pero Thomas no daba signos de ello y la tranquilidad que emanaba era sorprendente:
—El abuelo me regaló un peluche, pero mamá lo olvidó en casa del abuelo. El abuelo es muy bueno, juega conmigo y cuida de mamá.
No podía ser que cuidase de ellos ¡Si los había llevado de mi lado sin importarle nada más! Todo cada vez me sonaba más extraño e inquietante, así que, por el momento, lo llevé a la cuna para que durmiera adecuadamente.
La que tenía respuesta a todas mis preguntas era Alice, así que traté de ser paciente y dejé a mi familia descansar. Necesitaba disfrutar de que ambos estuvieran de vuelta conmigo dejando un poco atrás los tremendismos y las preocupaciones. Ya habría momento para todo eso, ahora quería que se recuperasen.
El embarazo de Alice también quería que lo llevase bien porque, aunque tendría unos tres meses, no deseaba perder a mi hijo por la situación que estábamos pasando. Ella tendría todos los cuidados necesarios para que todo saliera bien.
Bajé al comedor donde todos charlaban animosamente. En la mansión se respiraba una relativa calma, aunque Sebastián se le notaba un tanto nervioso quizás por el estrés de encontrarnos un lugar seguro al que ir. Él se conocía todos los asentamientos de hombres lobo no solamente de la zona sino también de fuera de ella.
Todos me preguntaron por Alice y Thomas con gran interés. Cuando les comenté que ambos estaban bien, que descansaban plácidamente, todos respiraron tranquilos, sobretodo su hermano. Chris se me acercó dándome una palmada en la espalda.
—Todo saldrá bien, ella es una mujer fuerte y tu hijo, querido amigo, tiene la misma fortaleza que mi hermana. Estoy deseando poder disfrutar de la compañía de ambos muy pronto.
Asentí con una pequeña sonrisa pensando lo mismo que él. Nicolae me hizo un gesto para que me acercase y me llevó a la cocina mientras que el resto seguía charlando y comiendo. Ambos nos sentamos en una mesa.
—Hermano, tenemos que salir del país para poder llevarnos a todos a un lugar seguro. Pensé en uno de los terrenos que heredé de mis padres que nunca usé porque iba a ser una casa donde iba a vivir con Sienna y mi hijo. Allí hay una vieja casa cuyas condiciones no son las más óptimas, pero, mientras tanto, podemos vivir allí e ir haciendo reformas. Considero que es una buena opción.
—Suena bien hermano, gracias por hacer el esfuerzo—Le dije pensando en lo que supondría para ambos pisar esa casa.
Él sonrió y tomó mi mano en señal de apoyo y comprensión. Se mostraba tan feliz y aliviado con todo lo que estaba pasando, pero cuando me fijé en una lágrima que corría por su mejilla, no pude evitar preguntarle lo que le sucedía. Con toda la felicidad del mundo, mi hermano me contestó:
—Drogo está vivo y está cerca de nosotros. Le dio a Alina si colgante para que lo supiésemos. Estoy seguro que ahora no puede volver por culpa de los de la Organización y que nos está protegiendo entre las sombras. No te imaginas las ganas que tengo de abrazarlo.
Y no era el único. Tras esa noticia que me hizo comenzar a reír a carcajadas con el corazón lleno de alegría. Todo lentamente comenzaba a ir a su lugar y eso me daba esperanzas de que pudiésemos alguna vez vivir sin miedo a ser quienes éramos.
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