RÉQUIEM 43
VÍKTOR
Por mucho que intenté contactar con él de nuevo, la llamada quedaba comunicando. Él se estaba escondiendo de mí por razones aún no esclarecidas, pero el problema era que no había forma de saberlo si no era por su propia boca o la de su mujer. Y era evidente que Taylor no le iba a permitir a su esposa que hablase conmigo para que la hiciera hablar bajo mi influencia.
Por lo tanto, ahora estaba en la casilla de salida, sin saber dónde se encontraban nuestros enemigos, un posible número de ellos o quién era la mujer que me atacó en mi casa aquella noche. Su voz se me hacía muy familiar pero no conseguía localizar quién podía ser; ese era el problema de vivir tantos años, las caras se iban difuminando con el tiempo, llegándose a interponer desde rasgos hasta la voz.
Había algo que llevaba que me traía recuerdos; esa máscara de estilo veneciano de color negro aterciopelado con bordados en oro y pequeñas joyas engarzadas. Conforme más pensaba en ello, más me convencía de que a aquella mujer no fue la primera vez que la había visto, sino que había tenido trato con ella en el pasado.
Tuve tantos negocios y trabajos hace años atrás que se me hacía casi imposible ubicarla en mi mente, desde restaurantes a tabernas pasando por locales de mujeres de vida alegre, hasta incluso, ser empresario en varias empresas de vinos o bebidas alcohólicas. Había estudiado tanto en la vida, que apenas me acordaba de los títulos que tenía en mi haber o cuantos cursos había realizado. Y eso, además de mi experiencia, me había dado unos conocimientos muy útiles que podía aplicar a mi vida diaria o a ciertas situaciones en las que detectar un peligro o una persona que aparente ser una cosa y que realmente sea otra, resultasen esenciales.
Taylor también manejaba bien la influencia en los seres humanos, pudiendo convencer hasta la persona más fría y dura de cualquier cosa que a ese hombre se le antojara. No sabía que estuviera casado por lo que pensé que probablemente fuera una humana que conoció haría unos años, aunque la posibilidad de que la hubiera convertido era bastante elevada. Pero claro, la llamada que realicé no era de simple cortesía, créanme cuando les digo que me hubiera agradado de sobremanera que hubiera sido más por gusto que por obligaciones, pero la situación así lo imperaba.
Pero claro, ahora me encontraba de nuevo en la casilla de salida al no saber de más gente que pudiera ayudarme en cuanto a saber un poco más sobre la Organización. Comencé a pensar en la que en el pasado fue mi esposa pero quedamos en tan malas condiciones que ambos nos esfumamos el uno de al lado del otro. No es que hubiera sido una relación precisamente perfecta, ya que ella no comprendió mi necesidad de ayudar a los que consideraba mis hijos. Ella se negó cuando quise darles una segunda oportunidad, aquejándose día tras día que lo que debíamos hacer era volver al inframundo donde pertenecíamos para poder engendrar vida. Ella no deseaba transformar seres humanos en algo semejante a lo que éramos sino sentir la vida desde su interior y eso en la Tierra nos era imposible.
Necesitábamos el néctar que tomábamos que nos proporcionaba todo el poder además de la fertilidad, pero en la Tierra lo único remotamente que se le parecía, era la sangre, pero era solo en el sabor. En cuanto al poder, éramos sumamente poderosos, pero ni por asomo lo que éramos en nuestro lugar de origen.
Las peleas entre ambos terminaron realmente mal, hiriéndonos de gravedad en un enfrentamiento físico sumamente violento. Yo aún tenía las marcas en mi cuerpo de los cientos de arañazos que ella me hizo, pero mi esposa, nunca supe cuan grave era su estado físico. Ambos con nuestros temperamentos demasiado elevados y con la excitación de la lucha, nos esfumamos tan rápido que tan solo pude distinguir mucha sangre en su rostro, pero sus facciones estaban opacadas por aquel líquido vital.
Y desde entonces, no supe más de ella.
Y en cierta forma, era mejor así.
Si la añadía a ella a la ecuación en la situación en la que nos encontrábamos, sería demasiado insostenible. Después de tanto tiempo, no sería posible una sola palabra entre nosotros ni mucho menos una reconciliación. La parte amable y amorosa de ella se esfumó con el tiempo, dando paso a una mujer despiadada, sin amor por la vida, cruel y sanguinaria y que solo le importaba sus deseos propios. Nada tenía el coste lo suficientemente alto ni nada era inalcanzable; ella siempre tenía sus estrategias para lograr todo lo que su mente maquinaba.
Tampoco logré saber demasiado de su pasado; tan cerrada fue que ni siquiera supe a lo que se fue dedicando a lo largo de su existencia o cosas tan banales como su color favorito o si le gustaban las mascotas. Vi en ella cierta luz, algo que me hizo desear estar con ella. Quizás esa tristeza en los ojos me hizo querer protegerla o esa sonrisa que dejaba ver de vez en cuando, tenue pero hermosa, luminosa como un faro en la noche, me merecía tanto la pena que soportaba todo lo demás. También me atrajo su instinto maternal, el cómo trataba a los niños con ese amor y cercanía a pesar de que perfectamente podía acabar con la vida de ellos en un suspiro. Cuando tenía un niño delante, su carácter cambiaba por completo, suavizándose e incluso volviéndose tan radiante que no parecía ella misma sino alguien que la había suplantado cuya apariencia era idéntica.
Pero no, no podía barajar la posibilidad de dar con ella, de intentar establecer un lazo neutral entre ambos. Su ayuda me costaría demasiado cara y más si ella viera que siento una cierta atracción por Alice. Sus celos siempre eran enfermizos y su mal pensar también nos metía en peleas casi a cada momento. A pesar de que le demostré que deseaba pasar a su lado el resto de la existencia y que me quería empapar de su tenebroso espíritu, aunque resultase dañado, pero todo aquello, todo el esfuerzo y la paciencia, se fueron por el desagüe el día en el que decidí tener mi propia familia.
Nuestra propia familia.
Aquella pelea dejó secuelas no solo en nosotros sino en el terreno. Fue tal, que cientos de hecáteras quedaron sin árboles. Y al recordatorio de dicho evento, quise ser tremendamente sarcástico, erigiendo la mansión precisamente en aquel lugar estéril y que, con siglos de atenciones y esfuerzo, volvió a ser el lugar próspero que era, convirtiéndolo en el hogar de la familia que yo quise y que ella no aceptó.
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