RÉQUIEM 41
VÍKTOR
Desde que Sarah y Alice se marcharon, no despegué un solo ojo de ellas para evitar que algo sucediera. Cada cierto rato, rastreaba su localización manteniéndome un tanto lejos para evitar que la gente las relacionara conmigo antes de siquiera abrir la boca y explicarse.
El problema fue una de las veces en las que me topé con ciertos enemigos de camino al poblado de Eyra, teniendo que tomar cartas en el asunto para evitar de que hubiera un ataque mayor. El peor susto de mi vida fue cuando supe que las tenían encerradas por algo que yo hice; temí por el temperamento de aquellos licántropos, tan llenos de rencor por mi especie que podían matar a un niño inocente para tan solo mostrar que no iban de farol en cuanto a proteger su territorio.
Daba gracias a que el poder de Alice, aunque no podía controlarlo, era lo suficientemente fuerte como para invocar al espíritu del hermano de Eyra, pudiéndose aclarar todo sin ningún tipo de percance. Una vez todo quedó dicho, me volví a mi hogar para seguir el rastreo de la Organización y averiguar todo lo que pudiera saber.
Rebusqué entre recortes de periódico de muchos años atrás para revisar noticias que pudieran darme una pista. Entre ellas, la imagen de un viejo conocido me hizo saltar la inspiración.
Mi gran amigo Taylor, uno de los pocos vampiros originales que quedaba vivo, al menos hasta donde yo sabía. No podía estimar el número exacto de los nuestros que quedaban, pero si de algo estaba seguro era que Taylor no podía estar bajo tierra.
—¡Tengo que encontrar su teléfono y rápido! —Grité mientras rebuscaba en los listines telefónicos el nombre y apellidos de mi buen amigo. Estaba claro que su apellido lo iría variando con el tiempo, por esa razón, cada 60 años cambiábamos el nuestro para evitar sospechas, tomando otro en el que variábamos las letras, en concreto las vocales, del apellido anterior. La última vez que lo vi, hará unos 8 años aproximadamente, dijimos que el suyo sería el mío de hace 100 años. De esa forma, podíamos encontrarnos, aunque pasaran lapsos de tiempo muy largos.
Tenía la esperanza de poder encontrarle y de que él me contara algo que pudiera desvelarme el lugar de una de las sedes donde operaba la Organización. Estaba claro que a él en algún momento lo contactaron y conociéndole, se negó en redondo hasta al punto de tener que huir de lugar cada poco tiempo.
Descarté todos los Taylor que no concordaban con los parámetros de él, teniendo un total de 8 resultados: 2 en EEUU,3 en Reino Unido y 2 en Holanda, su lugar predilecto. Decidí comenzar por ahí, esperando que no tuviera la mala fortuna de haberlo pillado fuera de casa.
Comencé a marcar de forma paciente, suplicando al universo que se alinearan los planetas a mi favor. Si no encontraba pronto una pista para saber dónde se encontraba el punto de mayor peligro, nuestra batalla se encontraría en clara desventaja.
Tras más de treinta minutos, solamente me quedaba un número de teléfono correspondiente a un pueblo tranquilo de Holanda. Era el lugar ideal si deseabas pasar desapercibido del resto de la sociedad tanto humana como sobrenatural.
Cuando pensaba que mi búsqueda iba a caer en terreno estéril, una voz femenina sonó al otro lado:
—Residencia de los Cloyfield, ¿Quién llama?
—Buenas tardes señora, soy un buen amigo del señor Taylor, ¿Podría pasarme con él?
Un silencio dejó la línea un tanto tensa, pensando en que quizás él no se encontraba en casa o simplemente que no deseaba atenderme. Las posibilidades de estar amenazado por la Organización eran muy elevadas y quizás sospechaba hasta de mí. Y no le culpaba, tal y como estaban las cosas, cualquier sombra de sospecha era tenida en cuenta temerosamente.
Pero, por fortuna, aquella mujer me dio una explicación.
—Disculpe, pero mi marido no se encuentra en condiciones de atender su llamada. Espero que lo entienda.
—Entiendo señora Cloyfield, pero tengo un asunto realmente urgente que tratar con él. Créame que no deseo importunar ni a usted ni a mi buen amigo por nada de este mundo; es algo de extrema emergencia—Le expliqué lo mejor posible intentando convencer a aquella desconfiada mujer.
Ella no tardó en contestar esta vez.
—Espero que no me mienta y realmente conozca a mi marido. No quisiera tener problemas con él, ¿Entiende? Así que si lo que me cuenta es mentira, le ruego que me sea sincero y me diga sus verdaderas intenciones.
Le expliqué un breve resumen del motivo de mi llamada. Le expliqué que él sabía de la localización de un lugar al que debía de ir de forma extremadamente urgente. Ella, con total naturalidad, me preguntó.
—Usted debe de ser como mi marido, entonces de seguro que busca donde se encuentran ellos. Dígame su nombre.
—Viktor Bartholy señora, un viejo amigo de su marido Taylor. Han pasado unos años desde la última vez que lo vi, pero bien sabrá que, por nuestra condición, unos pocos años es un suspiro para otros.
Ella me dio la razón, demostrándome de que ella estaba entendida de que su marido era un vampiro Originario como yo. Mi nombre no pareció sorprenderle, lo que también me hizo pensar que Taylor le había hablado de mí. Deseaba pensar que nuestra amistad no se había enfriado ya que era un aliado realmente excelente. Tenía el don de la telekinesis, un arma valiosa para desde atacar a los enemigos a confundirles.
Para mi fortuna, la señora Cloyfield fue a buscar a su marido, diciendo intentar hacerlo levantar de la cama en la que últimamente permanecía demasiado tiempo. No descarté realizar un viaje para ir a visitarle, el problema era que no deseaba dejar a mi familia desprotegida por demasiado tiempo ahora que las cosas no pintaban demasiado bien.
Un crujido en la interferencia del teléfono acompañada de una respiración pesada, me indicó que él estaba ahí al otro lado. Sonreí recordando todo lo que habíamos vivido mi viejo amigo y yo.
—¿Bartholy?
—Si viejo amigo, por fin pude encontrarte. Veo que te mudaste a un lugar bien tranquilo. —Le contesté intentando suavizar la tensión palpable entre ambos. No estaba muy hablador, pero al menos había accedido a hablar conmigo, por lo que era una pequeña gran oportunidad.
Continué hablando.
—Taylor, quiero saber si en estos años, ellos te han hecho daño o te contactaron.
De forma completamente explosiva e irrefrenable, Taylor comenzó a gritarme improperios diciéndome que no osara en llamarlo nunca más, que dejara en paz de una buena vez a su familia porque ya habían sufrido bastante. Intenté convencerle de que yo no tenía nada que ver, que solo quería saber algo porque todos nos encontrábamos en un peligro enorme, pero él no me dejó expresarme colgándome el teléfono dejándome totalmente perdido.
Y por primera vez en mucho tiempo, no supe qué hacer.
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