RÉQUIEM 36
DROGO
Seguimos a la joven durante un buen rato por el lugar intrincado pero despejado gracias a la magia que obraba en el carácter del bosque. Desde los animales hasta la propia vegetación, se veían sumidos en una especie de melodía o cántico inaudible para nosotros que los colocaba en un trance del que no podían escapar a no ser que la mujer así lo decidiera.
Quizás sonaba demasiado frío o injusto para la vida natural, pero era un trueque justo por la protección mutua. Una simbiosis equilibrada que dotaba de serenidad al lugar. Y no quería perturbar ese equilibro, tan solo buscábamos unas respuestas y abandonaríamos aquel santuario con la promesa de no volver si así lo deseaba.
La casa austera pero aparentemente en buen estado a la que se refería la mujer, se encontraba en las faldas de la montaña justo como Verónica nos había mencionado en la nota. Fue una total suerte toparnos con la guía que nos había llevado al lugar que requeríamos ya que, si hubiera sido por nosotros, aun seguiríamos buscando las malditas bayas.
No pude evitar preguntarle a la extraña por ellas, a lo que ésta sonrió y nos contestó:
-Quizás no las encontrasteis porque no supisteis buscar en el lugar adecuado, ¿Quién dijo que estarían en un arbusto a ras de suelo?
Ella señaló con su dedo y allí, en lo alto de varios árboles, pude ver las dichosas bayas que teníamos que encontrar. Y, de hecho, si seguíamos la indicación de Verónica, me daba cuenta que caía justamente en la casa que se divisaba desde nos encontrábamos. Comprendí entonces que las indicaciones de Verónica no habían sido hechas para seguirlas al pie de la letra. Quizás, para verificar que realmente necesitábamos ver a Evie y a su madre, nos puso algunas trabas para demostrar que no éramos unos simples merodeadores o curiosos en busca de unas brujas.
Porque, aunque nos había visto en una visión y sabía perfectamente nuestras intenciones, las cosas siempre no se muestran como son en realidad y el ser precavido en los tiempos que corrían era algo esencial. Comprendía perfectamente la actitud tanto de la joven como de Verónica. Tan solo esperaba que John se relajase un poco para evitar que las brujas pensasen que veníamos con la violencia por espada.
Cuando llegamos a la puerta de aquella modesta casa, la mujer se giró hacia nosotros y se detuvo a mirarnos con cierta insistencia. Pensaba que quizás se había arrepentido y que no deseaba mostrarnos donde se encontraba esa tal Evie.
Pero al parecer, mi instinto falló.
-Debo deciros que no recibimos visitas desde hace años. La única que sabía nuestra ubicación eran dos personas; Verónica y Jane, tu mujer. Así que si Verónica dio el visto bueno es que sabe que no nos haréis daño y también me fio del criterio de Jane. Solo os pido que mantengáis nuestro anonimato porque estamos en peligro mi madre y yo.
-Sabemos perfectamente eso. La Organización lleva varios años en activo y ha hecho de las suyas, sino que te lo diga John aquí presente. Él fue capturado y obligado a trabajar para ellos durante muchos años sin poder conocer a su hija.
- ¿Entonces, Jane...?
-No pude despedirme de ella-Interrumpió John guardando la compostura como buenamente podía. Ella asintió y decidió dejar zanjado el tema porque se sentía muy espinoso.
Giró el pomo de la casa y entró sigilosamente permitiéndonos acceder al interior. Nos hizo un gesto para guardar silencio y, con la voz más tenue que pudo, explicó que iba a hablar con su madre para que pudiera hablar con nosotros.
-Pero, ¿Dónde está Evie? -Pregunté con cierta impaciencia, a lo que ella simplemente me miró y abrió una trampilla en el suelo. Básicamente nos dijo que esperásemos y que estábamos en su territorio, por lo que debíamos de comportarnos.
John por su parte, a pesar de su actitud siempre templada y calmada, esta vez era el que más problemas nos traía. Y no nos encontrábamos en una situación en la que nos estaba permitido fallar; en el momento que pareciésemos sospechosos, aquellas mujeres nos vetarían de nuevo la entrada a este lugar y las posibilidades de encontrar no solo la verdad que Jane le ocultó sino también a posibilidad de aliados potencialmente poderosos, se iría completamente al traste.
-John escúchame, tienes que calmarte hombre...
-No puedo...no sé qué demonios me pasa. Ella me recordaba tanto a Jane que pensé que quizás era mi hija. Tú la llamaste por su nombre...
Me sentí mal al precipitarme, pero cualquiera que hubiera conocido a Alice la hubiera confundido sin duda alguna. Apenas podía verse una diferencia en el rostro y menos en un poco de penumbra. A la luz del sol quizás el pelo de ella era de un rojo más intenso y los ojos ligeramente rasgados, pero poca diferencia existía entre ambas.
Mientras que la mujer nos dejó solos, ambos no parábamos e andar en círculos esperando a que nos dieran algunas explicaciones necesarias. La decoración era muy austera, desprovista de fotografías, pero llena de flores en muchos maceteros que podían encontrarse. Era como si un pedazo de bosque estuviera dentro de esta casa y, viendo por donde la mujer se había marchado, sospechaba que su madre no salía mucho de su escondite.
Unos pasos se escucharon acercándose a nosotros y pude adivinar que había dos personas aproximándose por las escaleras que daban a la parte inferior de la casa. Ambos nos tensamos y respiramos hondo para intentar serenarnos; no podíamos fallar.
Aquella mujer subió las escaleras seguida por otra que estaba cubierta por una capa blanca sumamente desgastada. Se colocó tras de ella de forma tímida por lo que comenzó a explicarnos.
-Ella es mi madre, hace años que no sale al exterior y por eso se cubre con esta capa. El sol la daña enormemente y se ve obligada a usarla para evitar sufrir quemaduras. Voy a cerrar las cortinas porque la poca luz que hay puede afectarle.
Antes de cerrarlas, comenzó a encender las velas que se extendían por la estancia, dando la luz necesaria para vernos las caras y poco más. La penumbra nos envolvió y un suspiro de alivio sonó bajo la capa de aquella mujer. Se la notaba menos tensa.
Esperamos pacientemente a que comenzasen a hablar, aunque por dentro batallábamos por mantener la boca cerrada. Con la mirada puesta en aquella mujer que cubría su apariencia, me puse a pensar en las razones por las que ella ni siquiera había salido si se suponía que el lugar era seguro.
-Mi madre no está bien, ha tenido mucho que enfrentar en su vida y teme salir del único lugar que nos mantiene a salvo. A mí me deja salir por el encantamiento que posee el bosque; es obra de ella. Es su forma de tenerme protegida, aunque no esté conmigo.
Aquella confesión me asombró enormemente porque había que ser una bruja muy poderosa para lograr hacer todo aquello. Pero ella, casi como si nos leyera el pensamiento, negó con la cabeza y nos contestó:
-Mi madre no es una bruja sino una médium. Yo soy la que es una bruja y lo que habéis visto en el bosque es fruto de los espíritus que moran en él, no por la magia. Hay una rama de mi familia donde ha habido brujas y yo lo heredé. Mi tía también era médium como mi madre y ella fue la que enseñó a la mía todo lo que sabe. Le debemos la vida.
Aquella mujer que se parecía tanto a Alice, palideció por un momento y se acercó a John completamente apenada. Las lágrimas brotaron de su joven rostro y le tomó de los hombros para nuestra sorpresa.
-Lo siento John, de verdad que lo siento. Siento tanto de lo que vas a enterarte y siento no haber sabido en dónde estabas.
Antes de que él pudiera decir algo, ella le detuvo de forma suplicante y prosiguió.
-Yo soy Evie, soy la niña que cuidaba tu mujer y hay una enorme razón por la que precisamente lo hizo. Se enteró de ciertas cosas que no sabía. Mamá, por favor...
La mujer con la capa dio varios pasos hacia atrás, sacando las manos de su manto para tomar la capucha que la ocultaba. Cuando finalmente se vieron sus facciones, John cayó al suelo de rodillas y de su boca salió desesperadamente un nombre.
-Jane...Jane...
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