RÉQUIEM 29


SEBASTIÁN

La velocidad sobrehumana de los vampiros quedó demostrada cuando al poco de llamar a Nicolae e informarle de lo que le había sucedido a Peter, todos ellos estaban entrando por la puerta principal visiblemente preocupados. Como buen hermano mayor y líder de la familia, fue el primero en ir a buscarle a su habitación, pidiéndoles al resto que lo dejaran a solas con él para no importunarle demasiado.

Mi vista se deslizó a Alina, que temblaba entre los brazos de Jack en un estado extraño. Iba a preguntarle pero él pareció darse cuenta, diciéndole a Chris:

-Tío, quédate con ella que tengo que hablar con Sebastián.

Me hizo un gesto y le seguí, alejándome del grupo para salir al jardín trasero de la mansión. Jack no solía mostrarse tan intranquilo, razón de más para encontrarme más alerta que nunca.

Rebuscó entre sus bolsillos y sacó un colgante. Me quedé mirándolo intentando recordar de qué me sonaba dicho artilugio, pero él se me adelantó antes de poder dar con el origen en mis recuerdos.

-Este colgante lo encontró Alina hace unas horas. Pertenece sin duda alguna a Drogo; no hay en el mundo otro colgante como éste.

-¿Cómo puedes estar tan seguro?-Le pregunté.

-Porque fue ella la que se lo hizo cuando conocimos a los hermanos Bartholy. Cada uno tiene una joya en señal de amistad, como forma de tener un vínculo físico con nosotros y para recordar que superaron adversidades con nuestra ayuda. Nicolae tiene el anillo, Drogo este colgante y Peter tiene otro colgante pero de otro diseño diferente. Desde entonces, ninguno de ellos se los ha quitado nunca, por eso son tan especiales.

-¿Quieres decir que el que ella lo haya encontrado no es una casualidad?

-No creo que lo sea, de hecho, creo que lo hizo a posta, como una señal para decirle que estaba vivo y que trataba de luchar para volver con nosotros. Quizás le dé más pistas en el tiempo; lo que pido es que ese idiota vuelva por la salud mental de Alina. Ella no está bien desde que Drogo desapareció.

Asentí completamente sorprendido por la nueva información que me había dado Jack. Las cosas estaban cambiando muy deprisa y no por el camino que precisamente me gustaba. Quizás era hora de buscarle, de encontrar esas pistas y traerlo de vuelta, ¿Quién sabía cuánto tiempo más podía estar solo entre las sombras sin ser detectado por la Organización?

JOHN

Llegó el día en el que íbamos de visita a la juguetería artesanal de aquella anciana y lo cierto era que tenía una extraña sensación. No sabía qué demonios iba a encontrarme aunque Drogo me aseguraba que seguía abierta y que estaba cerca del distrito comercial. Era una de las pocas tiendas que no formaba parte de grandes cadenas o empresas conocidas; algo completamente en extinción en los tiempos que corrían.

Drogo también parecía un tanto preocupado, demasiado silencioso para lo que tenía acostumbrado. Decidimos vestirnos con unas chaquetas con capucha para que no fuéramos localizados por gente conocida, y lo que era peor, algún miembro de la Organización que estuviera infiltrado entre nosotros.

Deseaba correr a los brazos de mi hija y poder abrazarla por primera vez, pero eso era algo que debía de posponer hasta que todo esto acabase. El cómo se iba a tomar mi presencia era un completo misterio para mí, solo esperaba que me aceptase y que me diera el honor de poder conocerla.

Estaba seguro que se parecía a su madre y eso levantaría viejas heridas en mí. Pero eso era algo a lo que tenía que estar preparado y, sobretodo, ocultarlo para evitar que ella se cerrase a mí o que limitara nuestra relación por miedo a dañarme.

-Abre bien los ojos amigo; podríamos tropezarnos con algún indeseable.

-No te preocupes, soy un vampiro mucho más viejo que tú. Sé detectar el peligro mucho mejor que tú.

Drogo se lo tomó como una falsa ofensa, haciendo un leve puchero mientras que caminábamos por los serpenteantes caminos cercanos a mi antigua casa. Debíamos llegar a la autopista y seguir en línea recta durante casi una media hora para llegar a la parada de autobús. Hacía bastante frío aunque los vampiros las temperaturas bajas apenas nos afectaban y rara vez tiritábamos.

Aun recuerdo mi piel caliente gracias a Jane, gracias a sus dones de médium que me hicieron más humano. Mis manos no eran tan pálidas como ahora sino que tenían un ligero tono rosado al igual que el resto de mi cuerpo. En las noches, cuando deseaba escucharlo, agudizaba mi oído antes de que ambos cayéramos en el sueño para escuchar a nuestros corazones retumbar y acompasarse. Aquel sonido atado a mis recuerdos, era uno de los que más me ayudó a mantenerme cuerdo y a pensar que había esperanza en volver a casa.

-John, ¿Has pensado en cómo vas a preguntarle a la mujer de la tienda lo de Evie?-Me preguntó Drogo. Asentí ligeramente no demasiado seguro; tan solo esperaba que a aquella anciana no se le diera la feliz idea de cerrar precisamente hoy o de jubilarse. Porque si eso era así, perderíamos la única pista que nos unía al pasado de Jane y a posibles alianzas con algún miembro poseedor de magia o don sobrenatural. Ella tenía la capacidad de distinguir a la gente especial y por esa razón me convencía más y más que esa Evie no era del todo humana.

-Voy a decirle que somos familiares de su familia y que somos de muy lejos, que llevamos mucho sin verla. Quizás de esa forma, se apiade de nosotros y nos dé algo de información.

-Lástima que no esté Nicolae para leerle la mente a esa mujer y sonsacárselo. Pero no puedo presentarme en la mansión como si nada y pedir tal cosa. Por el momento, tú y yo estamos condenados a ser dos estrellas solitarias en el cielo.

-¿Ahora te volviste poeta o algo así?-Bromeé, pero él parecía un tanto serio en su respuesta, contestándome con un tono exento de diversión:

-Me gusta la poesía y suelo leer sobre ello en los tiempos que se me permite hacerlo. Tengo una buena fuente de inspiración para escribir; lástima que esté tan lejos.

Me sorprendió ver un lado tan romántico de alguien que parecía tomarse la vida con tanta guasa y despreocupación, pero como suele pasar, todo ello es una gran fachada cuya apariencia es la que se halla bajo la pintura. Por sus ojos brillantes y su sonrisa de lado, estaba seguro que estaba enamorado y quizás en algún momento del día comenzaría a preguntarle como un cotilla de cuidado.

El autobús pasó sin retraso alguno, llegando a la puerta de la tienda sin contratiempos. Para nuestro alivio, el cartel de abierto colgaba de la puerta principal y parecía que no había clientela por el momento. Al entrar, una mezcla de aromas especiados junto con leña ardiendo y un sonido de campanillas, nos dieron la bienvenida de forma acogedora.

Pero una sensación se instaló al instante de poner ambos pies, mirando a Drogo y asintiendo de forma que él me confirmaba que lo sentía. Las vibraciones que sentía en la piel era señal de que lo que allí había no era exactamente humano.

-¿Hola?¿Hay alguien?-Pregunté en voz alta. El sonido de una silla deslizarse por el suelo sonó y, a los pocos minutos, una anciana de aspecto jovial, con grandes ojos castaños y pecas por su rostro, nos sonrió amablemente. Se puso delante de mí y de su boca salió algo completamente inesperado:

-Ya era hora de que vinieras, John. Os estaba esperando.

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