RÉQUIEM 26
FIORDELLA
Mientras preparaba algo de cenar, Sebastián apareció con un gesto de bastante disgusto en su rostro. No pude evitar preocuparme al pensar en el estado de Peter ante el ataque de aquella extraña mujer. Cuanto más pensaba en ella, más familiar se me hacía y la razón era aun un misterio.
Dudaba entre preguntarle o dejarle hablar ya que en este tiempo había conocido bastante el carácter un tanto brusco y hosco de los licántropos. Era una especie muy noble pero muy territorial en absolutamente todo lo que se supone que era de ellos, véase desde el lugar que vivían o su propia familia. Pecaban de ser muy sobre protectores pero estaba justificado en parte por el cruento pasado de su especie que tuvo que vagar por el mundo como nómadas hasta asentarse. Eso se traducía en muchos enfrentamientos por el terreno y muchos enemigos dispuestos a arrancar la yugular de cualquiera que deseara lo que ellos consideraban como propio.
Y aunque Sebastián siempre tenía a los Bartholy como una familia poco grata para él, conocía perfectamente la nobleza de aquel hombre y estaba segura que se preocupaba más de lo que demostraba y que los apreciaba más de lo que decía. Pero no era momento para bromear o pincharle con el tema; el ambiente se sentía muy cargado y tenso.
Decidí esperar a que él me hablase mientras canturreaba y cocinaba para darle calidez a la soledad que nos envolvía a ambos. De esa forma le sería más fácil abrirse a mí mostrándole que estaba ahí para él.
Sus brazos me rodearon la cintura y me levantaron en el aire, depositándome con él debajo de mí, sentados en una de las sillas de la cocina. Puso su cabeza en el hueco de mi hombro, suspirando y aspirando mi aroma varias veces, como si ese gesto le insuflara la energía que necesitaba para hablar. Me alegraba tanto ser su soporte, su ayuda en el viaje tormentoso que todos estábamos cruzando, pero las tormentas siempre terminan alejándose.
-No sabes lo mucho que te necesito en estos tiempos. Es muy difícil luchar en el mismo bando de los que considerábamos enemigos hace años-Me dijo con un tono pesado. Asentí besándole la frente y acunándolo cariñosamente sin decir una palabra; en aquel momento era todo oídos para él. Era paciente y eso era una virtud de la que Sebastián carecía, por eso nos complementábamos bien.
-Siento ponerme tan melodramático pero es la verdad. Cuando vives rodeado de algo que consideras malo para ti o los tuyos y de pronto se convierte en todo lo contrario, te desestabiliza y no sabes cómo actuar. Sé que Peter es un gran hombre y que trata a Alice muy bien pero no puedo evitar tener un poco de cautela con él. Por otro lado, mi parte menos consciente y más animal, odia sentir lástima o compasión por él. Es una maldita locura.
-Shhh, no te tortures más. Las costumbres no siempre son buenas y debemos de tener la mente abierta y más tal y como estamos. En una guerra hay que saber elegir los mejores aliados sean o no de tu agrado porque lo importante es la estrategia para sobrevivir. Es necesario que entierres el hacha de guerra y más si es el esposo de Alice.
El asintió y se dejó llevar por mi consejo, cerrando los ojos quedándose dormido conmigo en brazos. Me quité la bata que llevaba puesta para colocarla sobre él y le di un beso antes de seguir con la cena. Era necesario que descansara, que apagara esas emociones tan intensas para pensar con mayor claridad.
Y estaba segura que con mi ayuda conseguiría lograrlo.
PETER
Tras colgar el teléfono, una parte de mí se arrepintió enormemente de las frías palabras que le dije a la mujer de mis sueños. Era cierto que mi enfado era más que colosal pero comprendía las razones por las que se había mantenido oculta.
Ella tenía razón; si hubiera sabido que estaba viva con total certeza y que se encontraba en algún lugar no demasiado lejos de aquí, hubiera movido cielo, tierra y montañas para dar con ella. Alice siempre fue una mujer sabia que me conocía demasiado bien y, gracias a su silencio, hoy en día seguía respirando.
Lo comprendí cuando pensé en la visita de aquella mujer que le interesaba que yo me marchase con ella. Quizás Alice tenía sospechas de que alguien iba no solo tras ella o mi hijo sino tras de mí también y por eso no quería ponerme en peligro.
Pero me tenía que compensar por las noches en vela, por el dolor de la soledad y la incertidumbre de sentir que estaba viva quizás porque yo deseaba que fuera así. No confiaba demasiado en mis intuiciones o mis sensaciones porque era tal la desesperación que sentía que mis sentidos casi parecían fallarme. Me convertí de nuevo en una sombra pero esta vez, en una más triste y vacía pero ahora tenía una esperanza de volverme a reunir con los míos.
Fui al piano para relajar mi cabeza, para dejar entrar las nuevas vibraciones como mi esposa me enseñó durante estos años. Disipé un poco el rencor que le tenía; mi parte vampírica tan fría y desalmada deseaba hacerle daño hasta que me suplicara que parase pero no iba a dejar que eso ocurriera.
Decidí que esa noche saldría a cazar, no solo para dejar de depender del resto para alimentarme sino porque necesitaba volver a entrenar mi debilitado cuerpo. Esperaría que Fiordella y Sebastián fuesen a dormir para aprovechar esa soledad e ir por los alrededores sin alejarme demasiado de la mansión.
A saber cuántas horas quedaban para que todos volvieran a casa y ya estaba harto de ser el pobre Peter, el que necesita ayuda por estar tan débil. No solo era un músico, era un hombre fuerte que amaba a su familia por encima de cualquier cosa.
Pero sobretodo era un vampiro, un ser por encima de la cadena alimenticia. Alguien capaz de tantas cosas que podría infundir el mayor terror posible en mis enemigos. No podía menospreciar tampoco quién me convirtió; el ser un hijo de un vampiro Original de seguro me otorgaría características diferentes a los vampiros normales.
Tan solo debía de explorar mis capacidades con el raciocinio despejado y las energías cargadas. Con el objetivo claro de ser el vencedor de esta guerra.
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