REQUIEM 18


ALICE

Como si quisiera poner a prueba nuestra paciencia, Víktor dejó unos minutos silenciosos mientras servía el té tanto a mí como a Sarah. Ella se encontraba a cierta distancia de nosotros, quizás porque no se fiaba en absoluto de la presencia de él.

Y no la culpaba ya que el historial de Víktor no era demasiado bueno, pero, si nos poníamos en su situación, debía de ser difícil vivir tantos y tantos años. Quizás todos los que le acusamos de ser alguien insensible también lo seríamos si fuésemos vampiros Originales como él; la vida puede cambiar mucho a una persona y la ausencia de muerte probablemente añadía varios grados de probabilidad de que eso sucediese.

Al menos por el momento nos encontrábamos a salvo de ataques del exterior y me sentía un poco más segura ahora que Sarah se encontraba con nosotros. No dudaba del poder de Víktor pero siempre es bueno contar con alguien más.

Miró atentamente a Sarah que se acercó a la mesa de café para tomar su taza y volver a su posición inicial. Casi podía ver brillar sus ojos ambarinos en la penumbra de la esquina de la habitación donde se encontraba observándolo todo.

Su zapateo nervioso arrancó una sonrisa a Víktor pero ella, lejos de seguir por ese camino, bufó y se giró en dirección contraria para que él no viera su expresión crispada.

Comprendió que era hora de seguir el relato:

-Sin ánimo de ofender Sarah, deberías de controlar tu temperamento como ha hecho Alice. La paciencia es la mejor de las virtudes.

-Lo dice un chupasangre que tiene toda su existencia por delante y es invulnerable a casi cualquier ataque-Espetó con violencia.

Ese término me hizo daño y decidí hacérselo saber, no para defender a Víktor sino a los míos:

-Te recuerdo que mi marido y el padre de mi hijo es un vampiro. También te recuerdo que tu novio, quién es mi hermano, es también un vampiro y probablemente mi hijo sea al menos medio vampiro. Deberías de mirar mejor a tu alrededor Sarah y pensar las cosas con mayor claridad. No des por sentado a tus enemigos porque quizás puedas llevarte una sorpresa. Así que si no quieres que esto acabe mal, deja de meterte con la especie de mi familia porque me atacas a mí...¡Mi padre era un chupasangre como tú mencionas y nunca me hizo daño!

Mi estado hizo agitarse a Thomas y no pude evitar calmarle susurrándole que todo estaba bien, dejándolo de nuevo en el sofá donde se había quedado dormido. No quería explotar de la forma que lo hice pero me sentía atacada de forma sumamente directa.

Sarah no dijo una palabra pero en cambio se acercó sentándose a mi lado esperando pacientemente a que Víktor continuase con su historia. Bien sabía que ella no iba a disculparse delante de él pero lo importante era que había dado su brazo a torcer.

Víktor se aclaró la garganta y continuó hablando.

-Bueno señoritas, me preguntasteis acerca de la mujer del faraón y su respuesta. Pues he aquí la continuación de esta triste historia.

Aquella mujer decidió elegir la muerte de su marido ya que no deseaba que su pueblo muriera por una sola persona por mucho que la amase. Ese acto hizo que Anubis sintiera compasión por ella, pensando en que quizás no se llevaría la vida del faraón de premio por pensar en los demás por encima de sus propios deseos. Pero antes de concederle tal cosa, él se dio cuenta de que ella no fue completamente sincera y que su decisión ocultaba un secreto oscuro. La mujer no amaba a su esposo y quiso quitárselo de encima para así quedarse con el poder ya que ella tenía un amante desde hacía años.

Anubis decidió castigarla, haciendo que ella muriese dos días después con horribles dolores. Al comprobar cómo la maldad humana se extendía como una plaga, abrió las puertas del inframundo donde moraban unos dioses protectores los cuales él mismo encomendó proteger a Egipto de esa maldad tan característica de los humanos y así ser los guías de ellos.

De esa forma, Anubis se convirtió en el consejero Real del faraón y todos los dioses que se encontraban bajo su mando eran ahora parte de la guardia Real personal del faraón. El problema fue que, lentamente, ellos fueron pereciendo ante la humanidad, sacando a relucir instintos atípicos en los dioses. Comenzaron a mezclarse con los humanos, descuidando sus labores de protección.

El problema real fue un buen día cuando alguien irrumpió en palacio con la intención de asesinar al faraón mientras dormía. Uno de los guardias blandió su espada y acabó con la vida de aquel asesino. Pero entonces, unas gotas de su sangre, se derramaron dentro de su boca, activándose un instinto primario que había quedado atrás. En las tierras del inframundo, esos seres bebían la savia de un árbol rojo cuyo líquido era del mismo color y sabor que la sangre humana. Al tomarla, volvieron a su instinto primigenio pero multiplicado por varias veces, no pudiendo evitar asesinar a los humanos que prometieron salvar por las ansias de volver a tomar aquello que añoraban. Y así surgieron los vampiros Originales, eran dioses atrapados por la sed de sangre y por la nostalgia de aquel néctar que en el inframundo tomaban para obtener su poder.

-Espera, ¿Me estás diciendo que los vampiros Originales son dioses?-Preguntó Sarah con la boca tan abierta que parecía que su mandíbula se iba a desencajar de un momento a otro. Víktor sonrió levemente, asintiendo lentamente.

-Somos dioses atrapados en un mundo donde no podemos escapar. No podemos volver a nuestro lugar de procedencia porque el que se encargaba de abrir el portal hacia nuestro mundo no se sabe de si ha sobrevivido todo este tiempo o bien se ha escondido en alguna parte de la Tierra. Sin Anubis, los Originales estamos condenados a padecer esta sed de Sangre que no se calma jamás. Al menos estando en el Inframundo podíamos acabar con nuestra vida cuando nuestra existencia se convertía en algo tedioso.

-¿Me estás diciendo que quieres volver? Pero, ¿Por qué? Si tienes a tu familia.

Víktor dejó de sonreír para dejar paso a una expresión triste. Nunca vi esa parte de él, tan vulnerable y humana a pesar de ser un Dios atrapado en nuestro mundo.

Su mirada cristalina se posó sobre mí, contestando a mi pregunta casi en un susurro:

-Porque deseo morir.

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