RÉQUIEM 15
ALICE
No podía creer que aquella loba de imponente tamaño fuera Sarah, pero el tono completamente convencido de Víktor al igual que la posición defensiva de ella, daba toda pista a que era cierto.
La pregunta era, ¿Cómo me había encontrado?
A mis ojos, la figura de ella comenzó a transformarse hasta la mujer que conocía bien. No le importaba su desnudez, cosa que a mí aún me parecía extraña, pero en su mundo era lo más normal. Quizás ni en toda la eternidad me acostumbraría a ello.
Ella seguía mirando a Víktor de forma desafiante; casi parecía que iba a tomarme del brazo y salir corriendo de allí. Pero la pasividad de él junto con el despliegue de simpatía que había orquestado, daba claros indicios que no iba a hacerle daño.
Siendo claros, si nos quería muertas, en unos minutos caeríamos al suelo sin sangre en nuestras venas. Y eso por el momento, no estaba en los planes de él.
Aunque le había dado el beneficio de la duda, Víktor no tenía antecedentes de ser precisamente un buen samaritano. Estaba segura que muchas de las cosas que se contaban de él eran habladurías de la gente a lo largo del tiempo, pero solo contando con la dejadez que le brindó a sus hijos justo en el momento que más vulnerables eran, no lo convertía precisamente en el tipo de persona con la que me gustaría cruzarme o tener una amistad.
-Por favor Sarah, quiero que hablemos en un lugar seguro. Venid a mi despacho y contestaré a algunas de vuestras dudas.
- ¿Por qué solo algunas? -Le pregunté.
-Porque no puedo tener respuestas de todo, querida. Vamos.
Víktor se nos adelantó caminando por el pasillo hasta una de las habitaciones del fondo. Sarah seguía hecha un bloque de piedra con la mirada tan dura como la misma. Se la veía desorientada en una batalla interior entre seguirle o huir conmigo. Pero era necesario encontrar respuestas.
Ella se giró en mi dirección y me dijo:
-Si él intenta algo, coge a tu hijo y corre hacia el río. En la orilla hay una barca, justo donde crecen los juncos y revolotean las luciérnagas. Toma el bote y navega en dirección contraria durante veinte minutos. Verás la mansión a lo lejos así que no hay pérdida. Sigue el sendero de piedra para llegar a la barca. Mientras tanto yo lo entretendré para hacerte ganar tiempo.
Le puse la mano sobre su hombro intentando calmarla. Ella seguía completamente asustada, podía sentirlo bajo mis dedos.
-Sarah, no va a pasar nada. Víktor me permitió irme o llamaros en cualquier momento que lo quisiera, pero no lo hice por vuestra protección. Tal y como están las cosas, el enemigo puede estar en cualquier rincón y no puedo exponeros así, no hasta que consigamos más aliados e información acerca de dónde se encuentra la base de la Organización; recuerda que su base voló por los aires en un incendio y que muchos no sobrevivieron, pero eso no significa que no sigan operando. Lo que ha pasado esta noche es prueba de ello, por eso debemos de aceptar toda ayuda que se nos ofrezca. Vamos.
Sarah seguía reticente a seguirme por aquel pasillo, pero comprendía que tenía razón. No me preguntó más acerca de lo que podía saber o de lo que me había contado Víktor. La noche era larga y por fortuna, por el momento, estábamos a salvo.
Cuando abrimos la puerta, él nos esperaba sentado en una de las butacas que daban a la ventana. Él miraba los alrededores del castillo en completo silencio y cautela, verificando que se habían marchado. Su voz retumbó por toda la sala abovedada.
-Todo parece tranquilo, no siento peligro alguno. Pero eso no va a durar eternamente por desgracia. Sentaos por favor, en unos minutos os prepararé un té para que os sintáis mejor.
-Ve al grano Bartholy, esto no es una visita de cortesía-Dijo Sarah que seguía delante de mí a modo de escudo humano. Víktor sonrió ligeramente, levantándose de su asiento y alargando su mano para tomar una bata que había en el perchero de la habitación. Se la lanzó a Sarah.
-Sé que no tengo precisamente buena fama, pero no soy un monstruo. Yo mismo admito que he cometido graves faltas, pero siempre he amado a los míos, los he salvado de la muerte justo cuando su vida se encontraba en un callejón sin salida, pero ciertos problemas me asolaron y apenas pude hacerme cargo de todo lo que sucedía.
-No te me hagas el padre del año, por favor. Sabemos perfectamente que te gusta jugar a ser Dios, que te gusta mostrar tu magnificencia arrebatando la humanidad a las personas. Basta de mentir.
Justo cuando iba a hablar, Víktor levantó la mano para interrumpirme. El ambiente comenzaba a tensarse y Thomas lo sentía también. Se revolvía entre mis brazos completamente molesto, por lo que lo arrullé alejándome un poco de ellos.
-Es mejor que comience a hablar antes de que nos hagamos daño con palabras hirientes. Para comenzar, ¿Sabéis como surgen los vampiros originales? ¿Cómo hemos sido creados y la razón para ello?
Ambas negamos con la cabeza; algo me decía que sería bien largo de contar...
Víktor se sirvió una copa de algo que parecía alcohol, pero por su color escarlata y su aroma metálico, supe que más bien me equivocaba. Pero a diferencia del resto de los hermanos Bartholy, cuando consumía sangre no se tenían sus ojos. Eso llamó poderosamente la atención y no solo a mí sino también a Sarah.
El relato comenzó:
-Los Originales pertenecemos a una época muy antigua, más de lo que la gente piensa. Al principio éramos muchos más, pero a día de hoy no seremos más de cinco. Todos nosotros tenemos origen en el Antiguo Egipto, en la época en la que surgió un brote de una enfermedad que casi acaba con todos los egipcios de la época. La peste bubónica mató a muchos de ellos, por esta razón muchos de los que quedaban vivos, imploraban a sus dioses que los ayudasen, en concreto, a Anubis, el dios asociado a la muerte, el señor de los muertos, el juez y protector de los muertos. El faraón de la época hizo cientos de fiestas en honor a los dioses ya que, si solo venerabas a uno, podrías provocar la ira de aquellos a los que no le prestaste tu tiempo.
-Vaya envidiosos eran los dioses egipcios-Susurró Sarah. Ambas lo escuchábamos intentando asimilar aquella increíble información; casi podía sentir el calor del desierto sobre mi piel.
-La peste se extendió con mucha rapidez, matando a todos los médicos que había en el Alto y Bajo Egipto. Con ello, la posibilidad de atender a los siguientes enfermos se hacía completamente imposible, por lo que Egipto entero se sumió en una profunda desesperación. Pero una noche, el propio Anubis apareció ante la que era la esposa del Faraón ya que ella le había implorado que salvara a su esposo, el cual tenía la enfermedad. Pero el Dios tenía otros planes, en concreto, un trato que ella debía de elegir.
Si ella elegía salvar a su esposo, el resto de los enfermos perecería salvándose solo aquellos que no tuvieran la enfermedad, que, por aquel entonces, afectaba a más del ochenta por ciento de la población. Pero, por el contrario, si ella elegía que la enfermedad acabara con su esposo, el resto de los enfermos se salvaría. En las manos de ella estaba el destino de sus gentes.
- ¿Y qué eligió? - Pregunté completamente inmersa en la historia. Víktor le dio un sorbo a su copa, contestándome de forma enigmática:
-Eso es algo que sabréis después del té.
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