FINAL


VÍKTOR

No estaba seguro si mis palabras habían calado en el fondo del corazón de mi hijo, tan sólo podía esperar que al menos me diera una oportunidad para expresarme y contar aquello que había callado durante mucho tiempo.

No iba a exigir nada más porque no tenía derecho por la vida que les había dado a los cuatro, así que, si la misericordia estaba de mi parte, quizás podría lograr que, en esta batalla, por lo menos durante un tiempo, fuésemos una familia de verdad.

Deseaba proteger a los míos más que nunca y, desde que supe que Morgana estaba detrás de todas las desgracias que nos perseguían, un pinchazo de culpa se instaló en mi pecho. Dolió tanto el saber que ella fue la que convirtió a Peter en lo que era a día de hoy sin ni siquiera pensar que, por su alma sensible y con una historia dramática detrás, probablemente la eternidad sería más un castigo que una bendición. El problema de los convertidos a través de la mordedura de un Originario es que contienen un vínculo muy fuerte e irrompible, permitiendo saber en todo momento si tu hijo convertido se encontraba triste o feliz y eso...eso no me gustaba en lo absoluto. Ella era demasiado inestable, con un ansia de poder irrefrenable y siempre consideró a los humanos como seres inferiores, por tanto, ella no era la indicada para ser la madre de Peter.

La visita de aquella bruja me abrió los ojos, me hizo darme cuenta que no podía permanecer en mi castillo esperando a que una iluminación divina me dijera lo que hacer. Estaba claro que debíamos empezar por saber más sobre nuestras habilidades, sobre nuestra historia y volver de alguna forma al pasado, al origen de todo.

Justo en ese punto en el que los humanos imploraron por fuerzas divinas para contrarrestar las plagas y enfermedades que azotaron el Antiguo Egipto. Pasamos de criaturas normales y corrientes en nuestro mundo lleno de oscuridad, a dioses caminantes que todos admiraban y rendían pleitesía. Por culpa de todo ello, muchos de los nuestros comenzaron a mezclarse con humanos sin importarles que eso nos estaba prohibido porque no se sabía si podrían ocurrir embarazos y, si eso pasaba, no podíamos saber lo que saldría de aquellos nacimientos.

Por supuesto que antes de convertirnos en lo que ahora nos llaman vampiros Originarios, antes de mezclar la sangre humana con la nuestra original, algunos de los nuestros tuvieron descendencia, una descendencia que, de golpe y porrazo, desapareció sin dejar rastro una vez que los bebés fueron creciendo. La idea de que alguien de los nuestros estaba involucrado en todo aquello, me resonaba más y más; quizás muchos de ellos desaparecieron, no porque decidieron terminar con sus vidas sino porque quisieron ocultarse con sus hijos.

Había mucho que pensar y que recordar, pero sobretodo, de investigar. Me vi tentado de nuevo a llamar a mi amigo Taylor, pero algo me decía que quizás lograría importunarlo demasiado, por lo que pensé en darles unos días más para evitar que la ira de mi amigo le hiciera actuar de forma imprudente. Además, no debía de olvidar que estaba vigilado, así que no iba a exponerlo más de lo que ya de por sí lo había hecho.

El plan de entrar en aquella habitación secreta también había sido puesto en marcha. Alice se mostró muy participativa y estaba de acuerdo en llegar al fondo de todo lo que allí ocurría, pero si era completamente sincero, algo había tras aquella puerta que me hacía querer salir corriendo. Era cierto que con mi fuerza podía echarla abajo, pero una fuerza extraña me impedía actuar.

Y poco había en el mundo que nos aterrara a seres como nosotros.

Mientras que volvía de nuevo al punto donde había marcado el punto de reunión con Drogo, me asaltaba a mi pensamiento las palabras de aquella bruja que vino de visita. Me apenaba el saber que ella quizás a estas horas estaría muerta porque ella misma así lo había impuesto. Pero claro, no había persona que más supiera de aquel sentimiento que yo; si deseaba algo en el fondo de mi alma marchita es que, si lograba abrir el portal de mi mundo, pondría mi cuerpo a descansar para siempre.

Había vivido demasiado y ya no había nada que me llenara por completo. Lo único que me daba cierta paz era el saber que los míos tenían vidas encaminadas y que había conocido a mi nieto. Era hora de dejar todo en su lugar, cada pieza en su hueco correspondiente, cada piedra en su río y cada palabra en su frase más indicada.

Legaría a Drogo la llave de la puerta, le pediría que fuera él, el que se encargara de dejarla en su lugar correspondiente junto con una carta que iba a escribirle a mi familia. Iba a caminar por el mundo en busca de respuestas en cuanto la charla con mi hijo llegara a su fin y, probablemente, no me verían nunca más.

El pulso me temblaba como nunca, yo que siempre había sido un hombre de carácter que no se dejaba amainar por nada y que había visto a través de sus ojos, civilizaciones enteras caer y generarse otras nuevas. Que tanta historia, sangre, maldad, lujuria y bondad había visto en su existencia eterna. Que tanta gente había visto nacer y morir, juntarse, separarse, amarse y odiarse. Que tanto estudió, que tanto olvidó y que tanto enseñó.

Yo, ese hombre frío y sin sentimientos, estaba temblando.

Sé que no hay líneas en el mundo suficientes para plasmar toda una vida de pensamientos y acciones, menos una persona como yo que dejó de celebrar los cumpleaños y que ni siquiera sabe su fecha de nacimiento. Más que un ser, podía compararme a un planeta o una estrella; soy más un objeto que un ente que tiene vida propia.

No voy a pedir perdón porque no lo merezco, porque han sido demasiadas cosas y demasiados dardos que os he lanzado sin piedad. Podía excusarme en decir: no lo entenderíais nunca porque no habéis vivido tanto como yo y no habéis padecido por un mundo en el que su mentalidad ha ido variando tanto con el pasar de los siglos. Podía excusarme sí, pero yo no soy de esos.

Prefiero dar soluciones a los problemas, poner cada cosa en su lugar para que, al menos, los míos tengáis una vida lo más cómoda posible. No os garantizo que vayáis a ser felices eternamente porque, por mucho que os améis o que améis a vuestras esposas, nosotros los vampiros siempre hemos sido entes de oscuridad y nunca nos contentamos con lo que tenemos.

Siempre tendremos conflictos en nuestro interior, peleas que afectarán a nuestra familia y, quizás en algún momento, deseéis alejaros de los vuestros. Es en ese preciso momento que os acordéis de mí, usadme como ejemplo y jamás lo hagáis. No cometáis mis errores y pecados, no echéis al mar todo por un simple pasatiempo que os resulta más atractivo por el tedio de la vida, no os alejéis jamás de aquellos que han aceptado vuestra oscuridad a pesar de que la misma se extiende y les termina afectando a los vuestros.

Aquellos que acepten ese lado tan tenebroso y terrorífico, son los que tienen el verdadero paraíso ganado. Amad, siempre amad, aunque deseéis morir, porque esa luz que desprende la mirada de aquellos que nos aman, nos sacan un poco más de nuestro mundo de sombras.

Aquí vuestro padre se despide, se despide no de vosotros sino de la vida, porque nunca me alejaré de los que he amado y los que amo a día de hoy. El amor verdadero no se volatiliza como alcohol en el aire, sino que nos marca la piel, el corazón y el alma. Os dejo todo mi legado, todo lo que he conseguido en vida para que podáis disfrutarlo como os plazca. Pronto sabréis más sobre eso.

Tan solo os pido un último favor, cuando recibáis esta carta, poned el réquiem por mí.

Y pensad en vuestro padre.

Pedid por mi alma.

Víktor.

FIN DE LA TERCERA PARTE

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