🎪Chapitre XXIV🎪

No sé en donde estoy. La cabeza me martilla y todo me da vueltas. Abro los ojos y mis alrededores se encuentran borrosos cuando lo hago. Parpadeo tratando de adaptarme a la luz y analizo a mis alrededores desconociendo mi paradero.

Me duele el cráneo y lo último que recuerdo son los rostros de Katie y J viendo como me desmayo.

Observo mi paradero y me doy cuenta de que no estoy sola. Estaba dentro de una habitación deteriorada rodeada de literas con paredes llenas de grietas y mujeres más pálidas que la nieve por todos lados. Algunas estaban llorando, otras se consolaba entre sí, habían varias que miraban fijamente a un punto inespecífico, unas vomitaban en el suelo, y cada actitud iba de mal en peor. Los estados físicos de estas chicas eran lamentables y parecían estar aquí desde hace mucho. Y eso provocó que un torrente de electricidad bajara por mi espina dorsal.

Intento levantarme del suelo, pero al hacerlo, el sonido de un metal golpeando algo me hizo girar a ver mi muñeca palideciendo. Estaba encadenada a una de las literas. Miro a mis costados para verificar que nadie se haya volteado a verme y por suerte todas permanecían concentradas en su propia agonía. Aprovecho la situación y busco la forma de como quitarme estos grilletes.

En ese momento, la puerta de madera del cuarto rechina fuertemente de una manera tan aterradora que me hace temblar. Ésta se abre y una chica de raza africana entra dando gritos desesperados, y detrás de ella, entró un hombre robusto con cara de bulldog furioso.

Todas las mujeres en la habitación buscaron ocultarse en algún hueco y analice sus percusiones confundida desviando mis ojos para ver nuevamente a la chica que había entrado antes y que ahora era golpeada por el hombre que la siguió; éste la insultaba al mismo tiempo en un idioma extranjero y la mujer llora aterrorizada mientras que el sujeto la lanza a una cama rompiéndole la ropa sin nada de pudor y violándola de una forma tan cruda frente a mis ojos.

Mi corazón late acelerado por el miedo cuando él la rompe al ponerla de espaldas de su cuerpo y las lágrimas gruesas de la chica se mezclan con las de sudor al caer al colchón lentamente.

Cierro los ojos. No quiero ver esto. Me trae pésimo recuerdos por culpa de Katie y los enmascarados.

—Puta—le espeta con tono áspero dejándola tendida en la cama sin energía y cerró la puerta con tanta fuerza que todo tembló.

Abro los ojos y noto como todas las demás en el lugar empiezan a rodear a la africana, a quien le comenzó a dar un ataque de epilepsia en medio de la habitación.

Todas parecieron entrar en pánico y asustadas, buscaban la manera de socorrerla. Se hallaban tan perdidas que me sentí mal y lo más probable es que ni siquiera sabían cómo ayudarla.

—Ponganla de medio lado—intervengo.

Todas se congelaron al escuchar mi voz y como si estuviera rodeada de caníbales, cada una posó sus ojos en mí. Una de ellas, la más alta que tenía cabello colorido, dio un paso en mi dirección.

—¿Qué dijiste?—pregunta ladeando la cabeza desorientada.

Me fijé en su iris de tono miel y volví a ver a la chica que tenía el ataque.

—Deben colocarla de costado o sino empeorará—repetí y la mujer de cabellos coloridos hizo una seña para que captarán mi orden.

Lo hicieron y la chica comenzó a derramar la espuma hacia el suelo y así ya no se podría ahogar con ésta.

Después de unos minutos se estabilizó y la ayudaron a sentarse cuando se sintió más calmada y el ataque terminó.

—¿Cómo lo hiciste?—inquiere la que antes me hablaba.

—Estudio medicina—respondo.

—Gracias—agradece la africana con una mano en el pecho.

—Un gusto, soy Anastasia—me presenté con una sonrisa lánguida.

—Yo soy Lola—se presenta la de ojos miel—y a la que acabas de salvar se llama Anna.

Todas se comenzaron a presentar y aprovechando las circunstancias, les pregunté qué hacíamos aquí y quién era el hombre que había atacado a Anna.

Luego de la explicación de Lola, entendí que estábamos bajo un horroroso caso de tratas de blancas, en donde utilizaban a muchas chicas jóvenes como nosotras para saciar las ganas de millonarios perversos.

La incógnita del que hacia yo aquí rondó por la habitación y ellas me contestaron con que no lo sabían, que simplemente me habían traído esta mañana.

La puerta del cuarto es abierta nuevamente y todas salen corriendo para protegerse por instinto; unas se escondían bajo las camas conteniendo los sollozos del miedo, otras dentro del clóset cerrando las bocas para no emitir ningún sonido y unas tras los espejos.

Dos hombres que medían alrededor de dos metros entran y examinan la habitación con rostros sanguinarios. Los ojos de uno me devoran al encontrarme y se acerca a mí tomando mis cadenas para soltarme. Aprovecho eso e intento escapar, pero uno de los grandotes me detiene halándome del cabello. Me arrastran fuera de la habitación y forcejeo tratando de zafarme.

Me llevan bajo su control por un pasillo realmente lujoso, lleno de cuadros gigantescos y reliquias valiosas por doquier.

Al final del corredor diviso una luz muy resplandeciente y entrecierro los ojos medio cegada. Me obligan a entrar a una gran sala luminosa que estaba rodeada de cortinas blancas con un techo blanco y decorado por candelabros de diamantes. En el centro de todo el salón había un gran piano y tras éste, una figura tocaba el instrumento con una composición de beethoven. La sinfonía n° 5.

El hombre tras la tapa superior se movía al compás de cada tecla y podía ver el ágil movimiento de sus manos ir de una esquina a otra.

Termina de tocar al posar las yemas de sus dedos en la última tecla y los hombres que me trajeron aplaudieron a mi lado.

—Gran pieza. Lo hizo increíble, señor—dice el de mi izquierda.

—Dave, no te pago para que me digas cosas que ya sé—riñe el hombre tras el piano arrastrando el banquillo hacia atrás.

El sujeto se levanta y rodea el piano lentamente. Llevaba puesto un traje color crema cuando lo detalle de pies a cabeza al darnos la espalda mientras veía el paisaje a través de las cortinas que volaban por el viento.

—Le hemos traído lo que pidió señor—dice el tal Dave empujándome hacia delante sin nada de sutileza.

Tengo que colocar mis manos en el suelo para no caer de cara y permanecer de rodillas tras la espalda del hombre que antes tocaba la sinfonía.

Él se dio vuelta y todo mi mundo se detuvo como en una parálisis de tiempo al reconocer al hombre. Este era el chico que me quería comprar desde un inicio.

El pánico me ataca y trato de escaparme otra vez, pero sus guardias me retienen en mi lugar apretando fuertemente mi cuerpo contra el suelo y robándome un quejido sonoro.

Él esboza una sonrisa ladina y mi pecho empieza a subir y bajar sin control al ver como se acerca a mí.

—Sabía que igual te tendría—murmura mostrando parte de sus dientes al hacer un rictus.

Él acaricia mi cabello con suavidad, como si fuera un maldito perro bajo sus pies.

—Anastasia O'Day, es un placer volver a verte—toma mi mano y la besa—un gusto, soy Erick Gulcan, tu nuevo dueño.

—Nadie es mi dueño, vivimos en un mundo libre—espeto forcejeando y él me acaricia el rostro con los nudillos de las manos.

—Que mal que aún no entiendas la situación.

Coloca los brazos detrás de la espalda retomando un porte erguido.

—Al fin te tengo aquí. Luego de pagar tantos millones ahora estás bajo mi poder—sonríe como el propio demente—estoy realmente agradecido contigo, Katie.

Los guardias abren el paso y dejan a la vista a la mujer de mis pesadillas entrando por la gran puerta de madera pulida de la mansión.

—No hay de que, Erick, de todas formas ya Morgan se aburrió de ella—alega caminando hacia el chico mientras que sus tacones hacen eco por la sala.

Paso saliva llena de impotencia y sintiendo un horrible nudo en la garganta.

—Pensé que sería más difícil de conseguirla después de ver como rechazó mi maletín, pero de todos modos sigue siendo Morgan, se aburre muy rápido de cualquier cosa—apoya Erick sin apartar sus ojos de mí como si fuera su más preciado tesoro.

Katie me observa con una sonrisa de victoria y las ganas de romperle la cara son realmente increíbles.

Ella le extiende la brújula a Erick y éste la guarda en su bolsillo.

—Recuerda la parte del trato—recordó Katie.

—Tranquila, sé lo que tengo que hacer.

—Ya me tengo que ir, Morgan de seguro estará preocupado por mí. Si ocurre algo más me avisas—dice la castaña dándose vuelta y poniéndose a mi lado para susurrar—ahora todos creerán que escapaste y nadie volverá por ti—sonrió con maldad y se retiró sin nada más que aportar.

—Llevénla a una habitación para ella sola—ordena Erick colocándose de cuclillas frente a mí—una princesa como tú merece lo mejor—me da un beso en la mejilla y se da vuelta para volver a la ventana—quiero verte lista a las ocho, cenaremos juntos con otros invitados.

Los hombres me levantan con brusquedad y me llevan a empujones por toda la mansión.

Me lanzan dentro de una habitación y me cierran la puerta en la cara. Suelto un bufido y me acerco a la manilla para intentar abrirla, pero le han pasado llave desde afuera. Comienzo a golpear la madera exigiendo mi libertad y termino siendo un problema sordo para los demás.

Voy hacia la ventana y trato de abrirla, pero todo en esta habitación parecía estar bajo llave.

Me rindo y opto por sentarme en la gran cama con mosquitero que yacía en todo el centro de la habitación. Este sitio parecía ser el cuarto de una princesa, el cual fue creado gracias al vómito de unicornio.

Me paso el rato buscando la manera de escapar y ya para cuando el reloj dio un cuarto para las siete, una mujer baja y un poco regordeta, entró a mi habitación. Ella me entregó un vestido de tela ligera color rosa y me dijo que debía usarlo si o si antes de que los hombres de Erick me obligaran a vestirlo.

A la gente de estas clases como les encantaba decidir lo que se pondrá cada uno.

Me visto y así aprovecho en hallar una manera de como escapar desde abajo.

Cuando me estaba poniendo los zapatos me di cuenta de que mi tobillo estaba vendado y en la venda la letra J permanecía escrita en una esquina. De seguro fue J quien lo ha hecho. Menudo traidor, después de hacerme esto intenta arreglarlo con una venda.

Espero a que se hagan las ocho y los mismos guardias de hace rato vienen a buscarme para llevarme a la cena.

Mis ojos viajan con cautela por todo el pasillo y verifico cada esquina en busca de alguna escapatoria.

Lo que he aprendido con mi experiencia del circo, es que debo mantener la calma en situaciones como esta.

Me guían a un comedor lujoso y aristocrático, en donde me encuentro rodeada de muchos hombres y mujeres vestidos de forma muy elegante, quienes compartían vino. Eran como diez personas en total las que habían en la mesa.

Erick encabezaba el comedor y al verme llegar, alza su copa con felicidad. Los guardias me sientan a la fuerza a su lado haciendo que quede frente a un hombre viejo y obeso que poseía un bigote gracioso y un monóculo en el ojo izquierdo.

La comida llega y nos sirven un banquete que a primera vista lucía exquisito. Todos hablan entre ellos mientras que yo mantengo mis ojos clavados en mi plato intacto.

La cena se acaba y llega el postre. No como nada. Estar aquí hacia que mis entrañas se comprimieran. Quería volver de nuevo al circo, quería regresar otra vez con los chicos y quería ver de nuevo a Morgan.

Erick se pone de pie al finalizar el postre y golpea su copa de vino con una cuchara para que todos le prestaran atención. Él deja su bebida sobre la mesa y nos sonríe como todo buen anfitrión.

—No saben lo feliz que estoy de que vinieran—se toca el pecho conmovido—gracias por acompañarme en esta gran bienvenida para mi nueva huésped—me señala con orgullo—un aplauso para Anastasia—pide sonriente y todos los presentes aplauden haciendo que mi estómago se revuelva.

—Bienvenida—dice una mujer de vestido azul a mi lado.

—Y como todos ya sabemos, debemos darle una grata bienvenida a Anastasia—sigue Erick y seguido eso llama a sus guardias para que me tomen de los hombros, obligándome a levantarme de mi silla—por ello lo haremos según nuestra tradición.

Me empujan contra la mesa y me obligan a quedar boca arriba encima de ella aplastando toda la comida. Pataleo para zafarme, pero me retienen poniéndome unos grilletes contra el comedor, sobre mis tobillos y muñecas.

Chillo asustada y siento que muero al momento en el que arrancan mi vestido y me dejan expuesta ante todos los invitados como si fuera un juguete de atracción.

Erick sonríe ante la imagen y pasa las yemas de sus dedos sobre mi abdomen. Sus dedos son ásperos y me llenan de repulsión al recorrer mi cuerpo y acercarse a mi monte venus, pero se detiene allí antes de regalarme una sonrisa retorcida.

—Un lienzo en blanco—deleita el chico.

—Una hermosa chica—dice una de las invitadas viéndome desde sus lentes de ópera.

Arqueo mi espalda tratando de soltarme, pero es en vano.

Varios meseros se acercan a la mesa y traen bandejas de oro con un par de guantes blancos sobre cada uno. Todos dejan sus cosas sobre los platos hechos del mineral más caro y comienzan a ponerse la tela sobre sus manos con cuidado.

—Nadie va a tener relaciones con ella por ahora—advierte Erick—yo seré el primero en estrenarla.

—¿Y cuándo lo harás?—pregunta el hombre regordete y Erick lo observa pensativo.

—Buscaré el momento correcto—me mira con detalle—por ahora podemos darle la bienvenida de forma tradicional sin la orgía—argumenta apaciblr y al oír orgía mi mente deja de funcionar provocando que solo me revuelque atormentada—bon appetit.

Todos me rodean como hienas hambrientas viendo a un indefenso animalito.

Me remuevo en la mesa y suelto un grito agudo al sentir las manos de todos sobre mi cuerpo mientras que Erick especulaba desde el cabezal del comedor.

Son más de diez manos y todas recorren cada parte de mi anatomía como si fueran la suya. Mis vellos se erizan al sentir que meten sus dedos entre mis piernas, pasan las lenguas entre mis pechos, palmean mis glúteos como si fuera un animal.

Me retuerzo al percibir una cortada en mi muslo. Un filo encarnándose entre mis tejidos. Levanto la cabeza entumecida y veo a la mujer de vestido azul haciéndome un corte en la pierna con un cuchillo de carne.

El grito que desgarra mi garganta me hace llorar. Todas las manos que habían sobre mí, ahora me lesionaban en distintas partes del cuerpo y de diferentes formas, unas más atroces que otras.

Me clavan un tenedor, me entierran un cuchillo hasta lo más profundo, me untan comida por el cuerpo como si fuera un maldito cerdo.

Quería volver el tiempo atrás y no me importaba a que época. Preferiría estar mil veces compartiendo con los del circo que estar rodeada por estos animales salvajes pertenecientes a la aristocracia.

Necesito regresar y escapar cuanto antes de los brazos de estas escorias.

Ningún dolor que sentí en el circo se comparaba a este, me sentía como un saco de estiércol, sucia, horrible y del asco.

La sangre mancha distintas partes de mis extremidades y gotas rojas resbalan por mi piel hasta caer en la mesa.

El mantel se tiñe de rojo, como si fuera un baño de sangre o el manto de Lucifer.

Erick solo se deleitaba con entretenimiento, contemplado como soy sometida al dolor.

—Linda putita—decía uno.

—Que perra más obediente.

—Ya tengo la imagen con la que me masturbare esta noche.

Y los comentarios iban de mal en peor a medida que me manoseaban como una masa de pizza. 

Con Morgan jamás ocurriría algo así.

Me siento débil, y creo que ya no podré seguir de pie si siguen jugando como lo están haciendo hasta ahora.

De pronto, Erick levanta su mano y todos los invitados dejan los utensilios sobre la mesa de golpe. Los meseros regresan y cada uno empieza a quitarse los guantes blancos manchados de sangre y los dejan sobre las bandejas.

Las lágrimas tienen mis ojos empapados y mi labio no deja de temblar por el pavor y el asco de la situación.

No puedo hablar, un horrible nudo se formó en mi garganta y esto me da la imposibilidad de formular cualquier palabra.

Erick rodea el comedor y se coloca a mi lado pasando sus frías manos por mi cuerpo hasta detenerse en la cara interior de mis muslos y acariciar mi piel con suavidad.

—Me gusta verte llorar y suplicar con dolor—susurra con un tonillo sádico y me toma de la cara estampándome un beso forzado en los labios.

Me resisto y luego se aleja al notar mi rechazo. Me palmea los muslos haciendo que grite del dolor por el tacto con mis heridas y llama nuevamente a sus hombres para que me lleven.

—No quiero ver que le pongan ni un solo dedo encima—advirtió antes de darse vuelta y volver con los demás.

Me ponen una bata de seda rosa cuando me desatan y al sentir una de las manos de los hombres a lo bajo de mi espalda me aparto bruscamente provocando que casi me tropezara. El trauma se volvió tan grande que sin importar el más mínimo toque, temo.

Me cubro bien con la bata al sentir los ojos hambrientos de los guardias que me guían y camino con la cabeza gacha tratando de llegar a mi destino lo más rápido posible.

Abren mi habitación y me encierran ella de un solo portazo.

Recuesto mi espalda contra la puerta y me resbalo por ella hasta sentarme en el suelo con las rodillas apoyadas contra mi pecho. Veo mis lágrimas caer de impotencia y mi tórax se contrae del dolor, y no tanto físico, sino emocional.

Durante todo este transcurso me di cuenta de que viví toda mi vida en una burbuja, muy lejos a lo que es la realidad. Pensé que todos tenían una vida linda y perfecta como la que creí tener, pero ahora me di cuenta de que el mundo es peor de lo que me imaginé. Violencia, deshonra, corrupción, maltrato, abuso.... Todo esto era el mundo al que me negaba aceptar.

Todo duele y no me puedo imaginar lo que tuvieron que resistir aquellas chicas que estaban en la habitación en la que antes residaba. No diré que siento total lástima por las personas que venden en el circo, porque ellas son iguales o peores a los que estoy enfrentando ahorita y supongo que es el castigo que se merecen. Es un ciclo de mal y mal que el mundo no deja de procrear.

Me siento una inservible, una basura la cual a sido desechada así sin más. Mi cuerpo no soporta el dolor y si no curo mis heridas moriré de una hemorragia o infección.

Me levanto con dificultad y me adentro al baño, empiezo a buscar un botiquín por todos lados y por suerte encuentro uno detrás del espejo. Me siento en el vaso del inodoro y comienzo a desinfectar las zonas conteniendo el lado doloroso de todo.

Voy a volver, no sé cómo lo haré, pero juro.... Que saldré de esta.

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Nota de la autora: Holiiiii! Hoy es mi cumpleaños y por suerte logré sacar tiempo para subir este capítulo. Espero que les haya gustado. Muchas gracias por todo el apoyo!♡

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